ABSOLUTO
Categoría: Filosofía
El término
procede etimológicamente del latín absolutum, suelto de, separado
de. Lo que está separado de cualquier otra cosa. La filosofía lo
ha recogido en tres campos distintos: teológico, cosmológico y
gnoseológico. Es fundamentalmente en el campo teológico donde
adquiere su más riguroso sentido. Hace alusión a algo totalmente
independiente de las coordenadas espaciotemporales. Ese algo
incondicionado se identifica con Dios. Pero el mismo sentido real
del término conduce a la mente humana a un problema. ¿Cómo conocer
algo suelto, apartado de nosotros, independiente? El entendimiento
humano, por hallarse incardinado en la materia, parece exigir como
ámbito de su cognoscibilidad lo espaciotemporal. Y lo A., Dios, es
precisamente todo lo contrario.
La filosofía tradicional, abierta a la infinitud intencional
del conocimiento, ha defendido con claridad y firmeza el poder de
la razón deductiva al menos en torno a la existencia de lo A. La
participación de los seres finitos en las perfecciones
trascendentales y su consiguiente contingencia y quizá también la
radical explicación del movimiento cósmico universal exigen la
existencia de un A. La razón nos coloca ante el dilema de, o
admitir la absurda, carente de sentido, existencia exclusiva de lo
relativo, o abocar en la existencia de un ser A. a quien
identificamos con Dios. Dios es distinto del mundo, pero no
separado de él; antes al contrario, le da el ser por creación. Con
ello, obviamente, no se olvida el carácter absoluto de Dios, ya
que se afirma que no podemos conocerlo tanto como puede ser
conocido y que nuestro lenguaje sobre P,1 es analógico (v. DIOS I
y IV; CREACIÓN; ANALOGÍA).Kant (v.) se aparta de esa tradición
rechazando del campo de la razón pura el conocimiento del A. Su
incondicionamiento dice le saca del ámbito de la experiencia tanto
real como posible y, como «los conceptos sin intuiciones son
vacíos», negará el conocimiento de Dios por vía de razonamiento
puro. El teólogo protestante Karl Barth se coloca en la misma
línea de agnosticismo (v.), aunque desde una base distinta. Parte
de la total indigencia de la razón frente a Dios.
En cambio, en Hegel, la idea absoluta, Dios, se piensa a sí
misma en el hombre. Lo finito del hombre tiene realidad no como
finito, sino como infinito. «Ser y deber ser coinciden». Lo A. es,
pues, para Hegel, no algo independiente e incondicionado, sino
algo universalmente abarcante e identificado con lo que abarca (v.
PANTEÍSMO).
Los ontologistas, entre ellos Malebranche (v.), también
consideran que la realidad infinita de Dios no es cognoscible por
un proceso de deducción racional. Sólo la intuición de la
«extensión inteligible» nos puede hacer conocedores de su
existencia. La misma línea intuicionista siguen Gioberti (v.) y
Rosmini (v.). Otros filósofos no han trascendido el campo de lo
relativo. Frente a lo A. han mantenido una doble postura: o bien
lo han negado abiertamente (ateísmo temático), o bien han
prescindido de él (ateísmo atemático).
Una peculiar posición es la de algunos existencialistas,
como Heidegger (v.) que parece afirmar un acceso al A. por la vía
del sentido de «lo sagrado» (das Heilige). En Jaspers (v.) la
búsqueda del ser supone falta de lo que se busca, o sea finitud;
el ser concluye está irremediablemente más allá de la búsqueda; es
algo absoluto. Hay en todo ello acentos kantianos.
Nos queda por examinar una postura que históricamente ha
sido de exiguo reconocimiento por parte de la filosofía
occidental; nos referimos a la mística. Ello en parte se explica,
ya que dentro del campo de lo que suele designarse con ese término
hay diferencias profundísimas. De una parte se encuentran figuras
que parecen afirmar un agnosticismo en el orden racional, pero
añadiendo que por una vía ascética el hombre puede liberarse de lo
que lo relativiza y entrar en una situación supracósmica en la que
encuentra al A.; otros, en cambio, no niegan en modo alguno el
acceso racional al A.; antes al contrario, lo afirman y presuponen
explicando la unión mística con Dios como un conocer al que se le
añade el amor. De otra parte hay que distinguir entre lo que
puedan ser experiencias naturales, de las que deriven del don
sobrenatural de la gracia (v.) y de la Revelación (v.), tal y como
se encuentran en los místicos cristianos. De todas formas su
importancia debe ser subrayada. Algunas filosofías orientales son
muestras de ello. Y especialísimamente la honda tradición mística
cristiana, dos de cuyas más altas lumbreras son S. Teresa (v.) y
S. Juan de la Cruz (v.).
De menos importancia filosófica es el uso del término en el
plano cosmológico. Para Newton, el espacio es a. y real. Einstein
ha negado tal absolutez afirmando su sentido relativo, aunque
sosteniendo su realidad. Finalmente podemos señalar que Clárke
concibe el espacio como «sensorium dei». En el plano gnoseológico,
la figura más significativa es Kant, que idealiza el espacio
declarándolo «sensorium hominis» al afirmar la idealidad
trascendental del espacio y del tiempo en la Crítica de la razón
pura.
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J. F. LISÓN BUENDÍA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991