Hijo de David
Práctico

Título honorífico del -> Mesías. La -> esperanza mesiánica veterotestamentaria tiene una de sus raíces en la -> profecía de -> Natán. David ha proyectado construir un templo. Entonces le sale al encuentro el -> profeta, por encargo de Dios: No Serás tú quien me construya a mí una casa, sino que yo te la construiré a tl. Yo afirmaré después de ti un descendiente. Yo seré para él -> padre y éli será para mí hijo. Éste es el contenido fundamental del oráculo (2Sam 7,11-16).

Esta -> promesa ha sido más creadora de tradición que ningún otro texto del Antiguo Testamento. Ha sido incesantemente actualizada e interpretada. La promesa absoluta de realeza hecha al linaje de David ha sido explicada en algunos textos como -> alianza (2Sam 23,5; Sal 89,4-5). Hasta la -> destrucción de Jerusalén y el exilio, se siguió esperando en el -> retoño de la raíz de Jesé (Is 11.1) y el restablecimiento de Israel bajo un hijo de David. Cuando, a la vuelta del exilio, Zorobabel emprendió la reconstrucción del templo, llameó de nuevo la asperanza; pero siguió el gran desengaño. Las llamadas profecías mesiánicas de los profetas nacieron en la época postexílica, cuando Israel no tenía ya rey. Surge así la esperanza escatológlca de que, al final de los tiempos, Dios liberará a su pueblo y le dará un rey de la casa de David: el Mesías.

En el género literario -> apocalíptico y -> deuterocanónico de la época que corre entre ambos Testamentos, crecía la esperanza de un Mesías político, que marca su impronta en las sentencias del Nuevo Testamento. Se espera al Mesías de la casa de David y por eso en las antiguas fórmulas se le llama a -> Jesús Hijo de David (Rom 1,3s; 2Tim 2,8). Las protohistorias de los Evangelios intentan demostrar el origen davídico de Jesús. Presentan un árbol genealógico de Jesús que desde Abraham (Mt) o Adán (Lc) lleva hasta Jesús, pasando por David, a lo largo de todos los períodos de la historia salvífica. En su -> entrada en Jerusalén, es saludado como -> rey de la casa de David (Mc 11,10). Jesús nunca se llama a sí mismo Hijo de David, porque no quiso identificarse con la esperanza de un Mesías político y nacional que, en aquella época, estaba indisolublemente vinculada al título de Hijo de David.