F

Fábula. Se desconoce el origen de las primeras fábulas. Al principio, las fábulas se acuñaban sobre un caso determinado, •no sobre un principio moral general. Al revestirla de una pequeña historia en la que son las plantas o (más generalmente) los animales quienes hablan o actúan, se buscaba en primer término proteger al autor y, en segundo lugar, aclarar un tema. Hay dos ejemplos de estas fábulas en el Antiguo Testamento (Jue 9,8ss; 2Re 14,9), ambos con intención política y polémica contra un rey. Elementos concretos y motivos de fábula se encuentran a lo largo de toda la Biblia, p. ej., la serpiente que habla en Gén 3, la oveja en el seno — en el discurso de castigo de Natán (2Sm 12) —, el vaso y el alfarero (Rom 9,20) y las diferentes ramas del olivo silvestre (Rom 11, 17). En 1Cor 14-21, utiliza Pablo una fábula muy conocida. schü

Falsa interpretación. En el Evangelio de Juan, se dice once veces expresamente (y los relatos presuponen muchos casos más) que las palabras y los hechos de Jesús fueron falsamente interpretados por los oyentes. Jesús ofrece a la samaritana agua viva y piensa en el --> Espíritu que se da en el bautismo; la mujer interpreta erróneamente que Jesús habla del agua natural del pozo (4,10-15). Del mismo modo, después de la multiplicación de los panes, los judíos interpretan falsamente el don de Jesús como un pan natural, aunque milagroso, y no como señal del don que el mismo Jesús es para el mundo (6,14s.26s.35). El fundamento de la falsa interpretación es no reconocer a Jesús como enviado por el Padre (4,10; 6,42; cf. 3,11). Se trata de un problema de –> fe: mientras que el deseo de los hombres tiende a los bienes terrenales, la fe conoce que Jesús resucitado es, por su muerte, el don mismo al que los hechos y palabras terrenos no hacen sino indicar. El evangelista expresa formalmente el giro radical provocado por la fe, al contraponer al ámbito de significación de las palabras y acciones aquel otro sentido que habían adquirido en la vida y el lenguaje de la primitiva Iglesia. sm

Falsos profetas. --> Profetas de mentira.

Familia. En el Antiguo Testamento, la familia es la más reducida forma de vida comunitaria, contrapuesta, en cuanto «casa paterna» a la «estirpe•, la «tribu» y el «pueblo». Forman parte de una familia el –> padre, la –> madre, los --> hijos, nietos, criados y temporalmente los huéspedes. De acuerdo con la estructura social patriarcal de aquel tiempo, la cabeza y jefe de la familia es el padre, que la representa hacia el exterior y la construye, en el interior, junto con la mujer. En la época primitiva, el padre se ocupaba también de los asuntos jurídicos de la familia; hasta la –> reforma cultual del Dt (que le impone además otras limitaciones como, por ejemplo, el dificultarle el –>divorcio) ejerce también las funciones sacerdotales (p. ej., Ex 12,3ss). La gloria suprema consistía en aumentar la familia con el mayor número posible de hijos (varones). A los padres se les debe obediencia y respeto (Éx 20,12). La solidaridad, el amor y la fidelidad a la familia son un precepto santo.
En el Nuevo Testamento, se describe a las familias cristianas como el lugar primigenio del culto y como células nucleares de la vida comunitaria (Act 16,15; 2,26). Pero, sin embargo, el vínculo familiar adquiere dimensiones relativas por cuanto aquel a quien llega la llamada especial de Cristo debe estar dispuesto a dejarlo todo, incluso los familiares más allegados, para responder a la llamada de un --> seguimiento especial. Este seguimiento radical es tenido como «perfección» (Mt 19,21).
En sentido trasladado, se llama también familia a la comunidad de los creyentes. Los cristianos son la «casa de Cristo», porque pueden poner en Cristo su esperanza (Heb 3,6). Por eso ya no son extranjeros, sino «familiares» de Dios, unidos entre sí por Cristo (Ef 2,19s). tho

Familia de Dios. En el Antiguo Testamento, a aquellos que se entregan a la --> guía de --> Yahveh se les llama –> «pueblo de Dios». Por la acción salvífica de –> Cristo –> Jesús, aquellos que le siguen forman un nuevo pueblo de Dios, que es la familia de Dios. Por la muerte de Jesús, Dios es ya definitivamente el --> Padre de todos los hombres. Aquellos que pueden reconocerle como Padre son sus hijos (–> Filiación divina). Los que se dejan llevar por la nueva fuerza vital de Dios, por su Espíritu, son «hijos de Dios» (Rom 8,14). En cuanto tales, no son ya esclavos, sino «herederos de Dios» y «coherederos con Cristo» (Rom 8,17). Para esto precisamente ha muerto Cristo y ha llegado a una vida nueva, para que todos los hombres puedan ser familia de Dios, para que todospuedan encontrar su --> patria en Dios. Pero esta meta futura debe ser ya acometida desde ahora; se trata, pues, de intentar formar y realizar concretamente una familia de toda la humanidad, para poder llegar a ser familia de Dios. gr
Faraón. Denominación bíblica de los reyes de –> Egipto. La expresión egipcia subyacente a este título significa «gran casa». Con ella se significa originariamente el palacio del rey y, desde el siglo XV a.C., también al rey mismo. En el Antiguo Testamento, la palabra faraón se emplea en parte como título antepuesto del nombre del rey (2Re y Jer) y, en parte, de modo absoluto, como nombre propio (en las narraciones patriarcales, en el Éx y en Ez).
El rey de Egipto fue siempre considerado como dios. En los tiempos primitivos se le tenía por la encarnación del dios del universo Horus, a través del cual producía las inundaciones anuales del Nilo y, por tanto, la fertilidad de la tierra. Al ser coronado, el rey se hacía dios-hombre. Al morir, perdía lo humano, se hacía dios totalmente y era, como tal, venerado en los templos de los muertos (pirámides). Cuando en la V dinastía se hizo religión oficial la veneración del dios solar Re, decreció la posición del faraón. Siguió ciertamente siendo dios, pero sólo como hijo de Re, en cuyo honor se edificó el templo al sol. we

Farisaico. En sentido polémico, designa aquella actitud espiritual de que en el Nuevo Testamento son prototipo los –> fariseos: autojustificación que cree poder justificarse ante Dios por el cumplimiento exterior de la ley; hipocresía, porque la actuación exterior y los sentimientos interiores están en desacuerdo; porque se ven los pecados de los demás, pero no los propios; conducta, en una palabra, que está en contradicción con el espíritu del Evangelio. Todo hombre piadoso corre el riesgo de caer en el fariseísmo. Para librarse de él sólo ayuda el conocimiento de los propios pecados y de la gratuidad de la -* gracia. ba

Fariseos. Grupo religioso del judaísmo, cuyos inicios se remontan a la época de la construcción del segundo templo. Conocemos muchos detalles sobre estos grupos gracias al historiador judío Flavio Josefo.
1. El nombre de fariseo se deriva de la voz hebrea perushim, los «separados», en el sentido de que su rigurosa observancia de la ley les separaba de los que la observaban menos estrictamente.
2. Los fariseos tienen su origen en el movimiento de los -+ asideos, de los que se separaron más adelante porque no compartían las ideas de la espera próxima mesiánica y apocalíptica de estos últimos. A finales del siglo II a.C. aparecen como adversarios de los -+ Hasmoneos, combatiendo su política mundana y sus tendencias helenísticas. Al desaparecer aquella dinastía, acrecentaron su influencia en el --> sanedrín y en el pueblo, que veía en ellos a los auténticos representantes de la autoridad espiritual y religiosa y los veneraba y respetaba como a tales. Después de la destrucción de Jerusalén, fueron el único partido religioso sobreviviente y su orientación espiritual marcó la pauta del judaísmo.
3. En lo tocante a la doctrina, los fariseos se esforzaban por cumplir con toda exactitud la ley pues, según la doctrina farisea, la -+ tora es el instrumento con que Dios creó el mundo y el privilegio de Israel consiste en que, a una con la ley, se le concedió este instrumento. La tora es la señal de su elección. La ley es la manifestación absoluta de la voluntad divina y su cumplimiento acarrea la salvación. Con todo, la ley debía adaptarse a las diversas situaciones humanas. Del cumplimiento de la ley no debía seguírsele al hombre daño alguno. De ahí que la intelección farisea de la ley fuera mucho menos radical que la de los esenios de -* Oumrán. La tradición escrita, la interpretación de la ley de los escribas (la tora oral) tiene el mismo valor que la ley escrita, ya que la primera está implícitamente contenida en la segunda. A pesar de su separación de todo lo «impuro» (es decir de lo que o de quien no está acorde con los preceptos de la ley), la doctrina farisea enseñaba que también los pecadores y los israelitas participarían de la salvación. No obstante el gran aprecio a su propia piedad, los fariseos eran conscientes de la necesidad de la gracia.
4. El Nuevo Testamento describe a los fariseos como a los auténticos enemigos de Jesús. Con todo, es preciso advertir, por otra parte, que Jesús tiene muchas cosas en común con los fariseos, que toma muy en serio su piedad y que en sus --> controversias se preocupe por ellos. La oposición surge en virtud de su diversa posición frente a la ley. Para Jesús (y para la primitiva comunidad y Pablo), la tora no podía reclamar una absoluta necesidad de salvación. El intérprete auténtico de la absoluta voluntad de Dios no era la «tradición de los antiguos», sino Jesús. De ahí su soberana libertad frente a la ley, cosa inconcebible para la fe farisea en el origen divino de la tora. Otra causa del conflicto fue el distanciamiento fariseo respecto de toda espera próxima mesiánica y escatológica, de tal suerte que se les hacía imposible aceptar el requerimiento mesiánico que Jesús anunciaba en hechos y palabras. Ciertamente, en la concepción farisea de la ley, estaba subyacente el peligro de una piedad externa, al que sucumbieron demasiadas veces. Los reproches que les hace el Nuevo Testamento se hallan también en los escritos rabínicos. Con todo, concluir de la radical y agudizada polémica del Nuevo Testamento que los fariseos fueron en conjunto unos insignes hipócritas y que el fariseísmo se cuidaba únicamente del cumplimiento externo de la ley, estaría en contradicción con los hechos históricos, ya que, en tal caso, no hubiera podido formar las grandes figuras de la época posbíblica, ni hubiera podido llenar de nueva fuerza vital al judaísmo después de las catástrofes del año 70 y 135. —> Farisaico. ba

Fatalismo. El fatalismo, en la acepción de creencia en el destino como fuerza impersonal que determina Inevitablemente la vida del hombre, es un fenómeno religioso del —> helenismo; tras las convulsiones políticas ya no era posible reconocer una voluntad divina planificadora. En los cambiantes acontecimientos parecía dominar más bien el azar, la tykhe griega, que aportaba, sin causa y razón, indistintamente la suerte o la desgracia. La tykhe, en cuanto buena suerte, recibía incluso veneración cultual.
El fatalismo puede presentarse también bajo otra forma, en la que el curso del destino aparece como necesidad natural y riesgo, es decir, como heimarmene griega (destino, fatum).
Con estas ideas se daba la mano la concepción de la astrología oriental, según la cual las constelaciones de estrellas o las conjunciones de los astros determinan el destino total de cada hombre ya desde su nacimiento. Los —> misterios, la --> gnosis y el mensaje cristiano (Gál 4,3s.9) prometían liberar de la coacción del destino. En el —> estoicismo, el destino va unido a la doctrina del Logos que todo lo penetra y domina. El destino sigue siendo algo inevitable, pero dirigido por la razón, y por eso el hombre sabio puede aceptar su destino.
La Biblia no conoce el destino. Lo que le acontece al hombre no está determinado ni por el azar ni por una necesidad inevitable, sino sólo por la -+ voluntad de Dios. Así, también bajo la --> necesidad impersonal, que expresa la «necesidad del acontecer escatológico» (Lc 9,22), se halla el plan personal de Dios. mo

Fatiga. a) Concepto central de la --> parénesis de la primitiva Iglesia. Debe soportar fatigas el que, como misionero, predica el —> Evangelio; debe, en efecto, aguantar persecuciones de parte de los judíos y de las autoridades paganas, soportar las molestias de los viajes por mar y tierra, tan duros en aquel tiempo, y preocuparse por buscar medios de subsistencia (cf. 2Cor 11,16ss). Pero las fatigas y trabajos alcanzan en realidad a todos los creyentes que quieren poner en práctica su cristianismo. Aun cuando el cristianismo, por el —> bautismo, se ha incorporado a —> Cristo, sigue estando, por otra parte, en el ámbito del mundo terrenal y debe defenderse contra sus ataques. Así, pues, defender y proclamar la obra de Cristo proporciona fatigas. Pero éstas no son en balde; prolongan el sacrificio de la cruz de Cristo y llevan a la posesión definitiva del —> reino de Dios (1Cor 15,58).
b) La fatiga se da incluso entre el hombre y Dios. Del mismo modo que un hombre sólo consigue que su amigo le preste un pan a media noche cuando le cansa a fuerza de llamar a la puerta, del mismo modo debe proceder con Dios mediante la oración porfiada, para ser oído (Lc 11,5ss). La fatiga impide que las relaciones entre el hombre y Dios se conviertan en costumbre vacía e indiferente. La comunidad de Laodicea, por ejemplo, es próspera, no conoce fatigas y cree, por consiguiente, que no necesita nada de Dios. Cae así en el estado de tibieza, que para Dios es --> pecado aborrecible, hasta tal punto que, si la comunidad no se arrepiente, perderá el reino de Dios (Ap 3,14ss).
c) Las fatigas pueden ser proporcionadas por el mismo Dios, con designios historicosalvíficos. La humanidad hostil a Dios es acosada con fatigas y trabajos, para que llegue a comprender que, por sí misma, nunca podrá llegar a superarlos, sino sólo por Dios. Con todo, el arrepentimiento puede todavía no presentarse (Ap 16,10s). Entonces, Dios arrojará a los reluctantes a las fatigas eternas y a los convertidos les librará por siempre de toda fatiga. do

Fatigados y agobiados. A éstos llama --> Jesús a sí para que, por su yugo «ligero», encuentren la paz restauradora (Mt 11,28-30; cf. Ecl 51,23.26s). La palabra «agobiados» recuerda las cargas de la ley con que los escribas abrumaban a los hombres (Lc 11,46); también el --> «yugo» es imagen frecuente de la –> ley. Los fatigados y agobiados son, pues, los que gimen bajo el peso de la ley (cf. Act 15,10). Jesús les indica un nuevo camino hacia la --> paz con Dios; si bien por un lado acentúa la obligación debida a la --> voluntad de Dios (Mt 5,21ss), con todo, su yugo no es duro, si de su comportamiento aprendemos la --> humildad (Mt 11,29). Jesús transmite al mismo tiempo a los humildes que siguen sus pasos el conocimiento del Padre (v. 27), que los capacita para la propia –> alegría, y de la que habla el grito de gozo de Jesús (v. 25). De la conducta filial de Jesús se deriva, también para nosotros, un gozoso sí a toda «fatiga• de la vida. –. Fatiga. ur

Fe. a) En el Antiguo Testamento. El concepto actual responde sólo en parte al contenido de esta palabra en hebreo. La raíz aman significa «estar firme», «tener consistencia»; la forma causativa he emin; «mantener firme como digno de brédito», «confianza». Con esta raíz verbal expresa Israel su relación a Yahveh: se «adhiere firmemente» a Dios y a su –> promesa, en la que confía aun sin ver su --> cumplimiento. Al asentarse así confiadamente en la promesa de Dios, el pueblo mantiene la recta actitud interna frente a la –> alianza. El prototipo de esta fe, que lo abandona todo bajo una orden de Yahveh, es –+ Abraham (Gén 12), que cree y confía en Dios incluso cuando le promete lo humanamente Imposible (Gén 15,6). Y esto se le «cuenta para justificar», puesto que ha adoptado el exacto comportamiento, acorde con la alianza de Yahveh. También en las pruebas sin salida alguna (Gén 22), acredita su fe como –> fidelidad frente al mandato de Dios.
Entre los profetas clásicos, Isaías acentúa particularmente la fe como postura fundamental del hombre frente a Dios. Isaías ve que las faltas del pueblo hacen inevitable la catástrofe histórica (Is 2,6). En este pasaje, «fe» significa renuncia al apoyo en sí mismo y búsqueda de seguridad y firmeza sólo en el Dios de la alianza, contra toda esperanza y a través del juicio purificador. Es característico de Isaías el juego de palabras: Si no creéis (ta amina) no permaneceréis (te amenu) (Is 7,9).
En Oseas y Jeremías, se describe la relación con Dios mediante la expresión «conocimiento de Yahveh» (–> Conocer). Tampoco aquí se refiere a un conocimiento intelectual de Dios, sino a la decisión y la obediencia frente a la –> palabra de Dios. La fe no es, por tanto, en el Antiguo Testamento, prestación siempre igual a sí misma del entendimiento o de la voluntad, sino confianza y adhesión firme a la promesa de Dios, según corresponda a cada nueva situación.
b) En el Nuevo Testamento.
1. Jesús afirma en su --> predicación haber llevado a su cumplimiento de forma ya insuperable la llamada de Yahveh, dirigida a Israel por boca de los profetas hasta Juan Bautista. Intenta de este modo actualizar la fe de sus contemporáneos de una manera nunca oída hasta entonces. Quiere alentar a los que escuchan su --> mensaje a creer nada menos que el --> reino de Dios alcanza en su palabra su acontecer definitivo (--> Fin de los tiempos), de modo que ahora se quiere abrir camino en la historia y en el mundo (Mc 1,15).
Para poder asentir totalmente y sin reservas a esta proclamación de Jesús, es preciso antes saber qué significado encierra este mensaje para aquellos a quienes se dirige. Es necesario confiar en la palabra de Jesús y estar dispuesto a obedecerla. Y con esto quedan ya enumerados los elementos esenciales en los que se había expresado la fe veterotestamentaria en Yahveh, así como orientados, además, a la palabra y a la persona de Jesús. Al mismo tiempo, se pone en claro hasta qué punto la fe se interpreta a sí misma — también en la tradición sinóptica — como una actitud y determinación fundamental de la vida, que penetra todas las esferas humanas. La fe se centra en la --> palabra de Jesús, porque el reino y dominio de Dios (Mc 4,26-32) debe acontecer como Jesús los ha anunciado, invocando la –> voluntad definitivamente obligatoria de Dios. En Jesús se ilumina el --> futuro definitivo del hombre con su Dios.
Ante esta fe, que se realiza con una certidumbre determinante de la vida, desaparecen todas las falsas imágenes, incluidas las revestidas de manto de religión. Las esperanzas políticas de sus contemporáneos, las aspiraciones nacionales y las especulaciones cosmológicas no pueden ya pasar por ser esperanzas del reino definitivo de Dios (–> Apocalíptico [género literario]), ni pueden ya pretender ser imágenes de las promesas recibidas que incitan a la fe. Por el contrario, se manifiestan como formas de –> incredulidad abierta o camuflada.
Un ejemplo muestra hasta qué punto toda esperanza de fe debe orientarse a la acción de Dios en y por Jesús: mucho más allá de toda situación histórica singular, la esperanza de la fe experimenta en la respuesta profética de Jesús a la pregunta de Juan Bautista una corrección amonestadora (Mt 11,2-6). Desde esta perspectiva aparece, además, finalmente bien en claro la negativa de las autoridades judías a creer en el rey de Israel crucificado (Mt 27,42) como la consecuencia última de la incredulidad frente a la palabra y la acción de Dios en la vida y predicación de Jesús.
2. Las secciones más antiguas de la tradición sinóptica hablan muy claramente, en razón del tema mismo, de aquello que constituye la esencia de la fe, vista desde el Nuevo Testamento. Así, p. ej., cuando en las primitivas unidades literarias de la tradición, en las –> parábolas, se habla de --> proverbios sapienciales o se narran las aceptaciones o negativas que Jesús ha experimentado en su mensaje. Muchas veces ocurre esto en un contexto alusivo a ejemplos o textos del Antiguo Testamento. En la parábola de los --> viñadores homicidas (Mc 12,1-11; Mt 21,33-44; Lc 20, 9-18), p. ej., se puede reconstruir con bastante facilidad el estadio anterior a Mc, se puede llegar a conocer la «orientación» de Mc y deducir en Mt y Lc las tendencias progresivas que hacen, de Jesús, el Cristo.
3. Las secciones más recientes de las tradiciones sinópticas conocen ya, efectivamente, una declarada concentración de la fe en torno a la persona de Jesús (Mc 10,46-52). El creyente experimenta en el encuentro con Cristo el --> perdón de los pecados y el poder santificador (Mc 2,3-12). Jesús es conocido y confesado como el Cristo (Mc 8,29), el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16).
4. En el círculo de escritos paulinos, se convierte en motivo básico de un amplio desarrollo temático de la fe aquel aspecto del acontecimiento de Cristo en el que la incredulidad de los contemporáneos de Jesús halló, desde todos los puntos de vista, su más acerba expresión: la muerte en cruz de Jesús de Nazaret, el mensajero de la salvación enviado por Dios. Si la –> cruz es escándalo para los judíos y necedad para los paganos, ahora se revela en la fe como --> sabiduría de Dios (1Cor 1,23s). El hombre incrédulo siente, «experimenta» el hecho de la muerte de Jesús de manera totalmente distinta a la del creyente; en la fe se hace accesible el poder salvador de esta muerte, acreditado una vez más como legítimo por el mismo Dios en la --> resurrección (Rom 4,24s).
La fe «redentora» es presentada como fe «del -> corazón y de la boca• (Rom 10,9-11); procede de la predicación (Rom 10,14-17). En fórmula confesional, la fe dice: Jesús es el -> Señor (Rom 4,24). La riqueza de la intelección de la fe se explaya sin cesar, una y otra vez: la fe se presenta como una fe orientada de Cristo (Gál 2,16), una fe sobre Cristo (Gál 3,26) y en Cristo (Gál 2,20); así, la realización total de la vida encuentra su expresión en la fe (-> Justicia de la fe, -> Justificación). Pero también a la convicción de fe (Rom 14, 23) y a la fidelidad (Gál 5,22), se les da el nombre de fe. En Heb 11, tenemos un grandioso cuadro de conjunto de la fe: ejemplos tomados de la «historian de la fe muestran la fuerza de ésta y se les pone además, a título ilustrativo, a servicio del ahora de la fe, que permite ganar «la vida» (Heb 10,39).
5. En Jn la fe tiene una gran variedad de forma y contenido. (No existe el sustantivo «fe», sino únicamente el verbo «creer•.) Creer significa, en primer término, aceptar sin reservas la revelación que Jesús hace de sí mismo. Cómo pueda ocurrir esto lo muestra Juan en la gran composición 4,142: los --> judíos no creen en Jesús. Sólo es aceptado por los samaritanos. Creer es la manera adecuada con que el hombre responde a la -> palabra de Dios (-4 Logos) manifestada en Jesús. En favor de la verdad de aquello a que la fe compromete, se invocan los testimonios de Juan Bautista, de las obras de Jesús, del Padre celestial, de Moisés, de «las Escrituras» (5,31-47); pero se invoca también el testimonio del mismo Jesús (8,14). Creer significa oír, admitir, conservar y seguir la palabra de Jesús, del mismo modo que Jesús lo hace con la palabra del Padre (8,3159). Creer significa también conocer y confesar a Jesús como aquel que está «en la verdad• (como Marta; 11, 27). En la fe se revelan los bienes de la salvación: la palabra de Jesús, que da espíritu y vida (6,63) y que no deja ver la muerte «para siempren (8,61). Jesús mismo es «el pan de vida» (6,35). La palabra de la predicación «crea» fe en las generaciones futuras (17,20).
6. Los escritos neotestamentarios no conocen una estructura uniforme de la fe. Por eso no están interesados por lograr una sintonización de las diversas afirmaciones de la fe. Pero la concepción neotestamentaria de la fe posee un centro que todo lo une, el acontecimiento de Cristo. Es una concepción de fe que confiesa que Dios actúa y está siempre «presente» --> en Cristo y -> por Cristo. La fe neo-testamentaria se dirige, pues, siempre al mensaje y a la persona de Jesús y «reconoce» en ellos a Dios que se revela. El círculo de la fe se completa con la inclusión del creyente, que queda así capacitado para una vida nueva (2Cor 5,17-20).
En la concepción neotestamentaria de la fe, está subyacente una fuerza prodigiosa. Su inquebrantable dinámica se expresa particularmente en el hecho de que empuja siempre, bajo múltiples formas, a una riqueza cada vez mayor y más profunda de la afirmación e interpretación que conoce y confiesa el acontecimiento de Cristo.
La predicación bíblica está preocupada sobre todo por la -> práctica de la fe. Creer en Cristo significa poner por obra su mensaje. Ahora bien, este mensaje no puede ser ejecutado por cada uno de los creyentes aisladamente, sino que se realiza en -> comunión, en -> equipo creador. Creer es practicar comunitariamente el mensaje de Jesús. -> Esperanza, -> Amor, -> Gloriarse. ka

Febe (gr. «puran ). Mujer cristiana, procedente de la gentilidad, portadora de la carta a los romanos. Pablo la llama «diaconisa de la Iglesia de Céncreas» (Rom 16,1s), lo que significaba probablemente que tenía un cargo ministerial en Corinto. we

Felicidad. El hombre, como ser imperfecto, intenta conseguir para sí una felicidad que, en última instancia, no puede consistir en un sentimiento pasajera y temporalmente limitado de felicidad, sino en un estado permanente, que produce una satisfacción plena y duradera del anhelo total del hombre.
El hombre veterotestamentario encuentra la expresión de la felicidad en el éxito y la prosperidad que, por otra parte, no debe considerarse como la satisfacción fortuita y debida al acoso de los deseos y aspiraciones, sino como la desdicha, ya que la vida humana descansa en la mano de Dios y encuentra su base en la acción salvífica divina.
De esta manera se explica, por ejemplo, que --> José, en los principios de su estancia en Egipto, tuviera éxito y felicidad, ya que Dios estaba con él y le hacía triunfar en todo (Gén 39,2s). Una vida feliz era, para el hombre del Antiguo Testamento, señal de la -> bendición divina, mientras que la desdicha suponía un -> castigo de Dios.
Pero esta concepción planteaba el grave problema de cómo era posible que el hombre impío tuviera felicidad, y el -> piadoso desdicha, dado que también en este caso es Dios el autor de una y otra. Sólo la confianza del piadoso en que, a la postre, todo cuanto comienza tendrá buen fin, y de que Dios ha incorporado a su plan salvífico tanto su felicidad como su desdicha, puede llegar a darle una comprensión de este hecho. El varón piadoso encuentra la felicidad y la --> paz en la -> comunión con Dios. la

Feliz el hombre. Deseo de bendición y felicidad usado en la literatura sapiencial (-> Sabiduría) y en los salmos. No se alude aquí al conjunto de virtudes, sino a la paciencia y esperanza perseverantes en la -> promesa de Dios (cf. Sal 1,1; 34,9; 40,5; 112,1). sü

Fenicia. Zona costera al norte del monte Carmelo, entre el Mediterráneo y el Líbano, llamada en el Antiguo Testamento «Cancán. (Éx 16,35; Jos 5,12) y «Sidón• (sidonios) (1Re 5,20; Dt 3,9). Cuenta con los grandes puertos de Tiro, Sidón y Biblos. Sus habitantes eran semitas, hablaban una lengua emparentada con el hebreo y veneraban divinidades semitas, cuyo señor supremo era -> El. Se dedicaban sobre todo al comercio y navegación (1Re 9,27s; Ez 27). En el siglo XII desapareció la hegemonía egipcia sobre esta región. Israel mantuvo estrechos contactos con los fenicios, sobre todo bajo David (2Sam 5,11) y Salomón (1Re 5,15-32; cf. Gén 49,13; Jue 5,17). El rey Ajab tomó por esposa a -> Jezabel, hija de Etbaal, rey de Tiro (1Re 16,31), y, a través de ella, cobró impulso el culto de -> Baal en Israel (cf. Is 23; Ez 26-28). En el siglo VIII perdió Fenicia su independencia y el año 68 a.C. pasó definitivamente al imperio romano.
Algunos fugitivos de Jerusalén llevaron el cristianismo a Fenicia (Act 11,19); Pablo y Bernabé recorrieron el país (Act 15,3) y Pablo visitó aquella tierra en su camino de vuelta a Jerusalén (Act 21,2-7). we

Fénix. 1. Puerto de las costas del sur de Creta (Fenice, Act 27,12).
2. Ave fabulosa que, según la leyenda, fue consumida por el fuego, junto con su nido, y resucitó rejuvenecida de sus propias cenizas (cf. Job 29,18; literatura judía y cristiana). we

Fidelidad de Dios. La significación fundamental de la palabra hebrea «fldelidad• indica estabilidad y seguridad; referida a las personas, expresa una conducta que hace posible confiar en las mismas. En el Antiguo Testamento se encuentra con frecuencia la fórmula •misericordia y fidelidad» (p. ej., Sal 25,10), dos conceptos que se complementan mutuamente y que se hallan en la línea de significación de la •constante clemencia» en que Yahveh se mantiene en su manifiesta voluntad salvífica.
La fidelidad de Dios puede manifestarse en palabras, acciones y con la actitud. Estos tres modos, en conexión con la fidelidad, caracterizan la verdad, la constancia y la seguridad y se implican mutuamente, cuando el Antiguo Testamento habla de la fidelidad de Dios. Dios es aquel a quien el hombre puede entregarse enteramente, a quien puede confiar su vida. Su --> palabra se cumple en la —> historia que, por su fidelidad, se convierte en —> historia de la salvación; vigila sobre su palabra para que se cumpla y no se vuelva atrás. Palabra y hecho, verdad y constancia describen la fidelidad de Dios como perdurable y segura de generación en generación (Sal 119,89s).
Dios no puede dejar de ser fiel a sí mismo; su esencia incluye la fidelidad; en ella se manifiesta su santidad; ella determina desde la creación la salvación de —> Israel y del mundo. En las --> promesas a los padres, Abraham, Isaac y Jacob, se acredita en toda su extensión su clemencia y su gracia. La manifestación de estas promesas es la --> alianza con su pueblo, Israel, que se mantendrá constantemente. Al concluir Yahveh la alianza, se obliga libremente a ella y la palabra del contrato de alianza es fiel, segura y verdadera, porque Dios no falta a las obligaciones de las promesas. Constancia y verdad tienen una fuerza intrínseca, que se manifiesta en la historia por acciones salvíficas y se mantiene por la fidelidad de Dios (Dt 7,8s).
La fidelidad de Yahveh no es una cualidad inoperante, sino que se manifiesta en la acción; es una estrecha vinculación entre él y el pueblo de la alianza y se expresa en la liberación de la necesidad, tal como pudo comprobar el hombre del Antiguo Testamento en la salida de Egipto y en la guía hacia la tierra prometida. Incluso cuando Israel se hunde en la culpa y el pecado y rompe unilateralmente la alianza can Yahveh, se muestra la fidelidad de Dios en el perdón; también entonces permanece Dios fiel a sus promesas.
La promesa, una vez hecha, incluye en sí la ejecución del plan de la —+ sabiduría divina. La fidelidad de Dios es efusión de su bondad y de su amor y supera la debilidad del hombre. Es precisamente el pecado humano el que pone bajo más clara luz esta fidelidad de Dios; esta contraposición testifica el poder y la fuerza de la promesa divina y revela de nuevo la —> gloria de Dios. Aquí es donde se ve en su más densa profundidad la inclinación salvadora de Dios para con los hombres, testimonio de un amor siempre permanente.
La experiencia de la voluntad de Dios siempre constante llevó al hombre veterotestamentario al conocimiento de la fidelidad de Dios. En fe y confianza debía el hombre apoyarse en Yahveh, pues el profeta Isaías dice: •Si no os afirmáis en mí, no permaneceréis firmes» (7,9). El tiempo de angustia y de pecado, de miseria y sufrimiento en el apartamiento de Yahveh, podría hacer pensar que la fidelidad de Dios ha desaparecido. Entonces el creyente, profundamente estremecido, se pregunta por la —> justicia que acaso Yahveh haya descargado sobre su pueblo. El problema de la justicia se convierte, pues, en el problema de la realización de la fidelidad a la alianza. Pero también en el castigo del pecado, Yahveh sigue siendo justo y fiel. Se llega incluso a decir que la fidelidad de Dios se acredita en el abandono del —> exilio, que es ayuda para que el hombre se oriente a Dios y medio para el cumplimiento y la plenitud de la salvación.
En su fe, puede Israel designar todas las acciones de Yahveh como fieles, lo que culmina en la invocación: •¡Tú, oh Dios de la fidelidad!• (Sal 31,6). La confianza creyente en la fidelidad de Dios se hace también objeto de alabanza, oración y confesión de fe. La existencia de Israel es ya testimonio y al mismo tiempo reconocimiento del Dios fiel, que ha aceptado un pueblo como suyo y permanece junto a él. De todo esto debía ser constantemente consciente en la fe el hombre que prestaba atención y esto debía anunciar de generación en generación.
El futuro debe demostrar si verdaderamente una cosa es constante, segura y fiel. La promesa de Dios a David se ha mantenido incluso en los desvíos de la historia de Israel, cuya cota suprema y --> cumplimiento preliminar se encuentra en —> Cristo —> Jesús. Cristo entra en el ámbito del pueblo como sello de la fidelidad de Dios a su alianza con Israel. Se ha cumplido la esperanza en el --> Mesías (Jn 19, 28), y sigue presente la esperanza en el cumplimiento pleno. La fidelidad de Dios acompaña al hombre, como característica, señal y meta distintiva de la acción divina (Heb 10,23). la

Fiesta. Las fiestas israelitas están determinadas por el curso del año y tienen su origen en el ámbito nómada y agrícola. En épocas posteriores, quedaron vinculadas a determinados acontecimientos de la —> historia de la salvación.
La fiesta de la pascua era la más importante de todas y ha conservado hasta el día de hoy su posición preeminente en el judaísmo. Es una fiesta nómada, en la que se sacrificaba un animal joven, para conseguir la fecundidad y la prosperidad de todo el rebaño. Su origen se remonta a la época en que los israelitas eran todavía seminómadas (—> Nómadas); acaso tengamos aquí la forma israelita de la fiesta de la primavera, común a todos los semitas nómadas (cf. Éx 5,1).
La fiesta de los panes ácimos era una fiesta agrícola que se comenzó a celebrar después de la conquista de la tierra prometida (Lev 23,10) (--> Ácimos). Dado que la fiesta de pascua y la de los ácimos coincidían con la primera luna de la primavera, se fundieron en una sola fiesta.
Siete semanas después de la fiesta de los ácimos, se celebraba la -> fiesta de las semanas, como conclusión de la recolección (Ex 34,22). Si al principio de la recolección se comían panes sin —> levadura, como señal de la renovación, al final de la vendimia se ofrecía pan fermentado, el pan cotidiano de las poblaciones sedentarias.
Después de haber recogido la uva y los frutos del otoño, se celebraba la --> fiesta de las tiendas (Dt 16,13). Se la llama la •fiesta de Yahveh• (Lev 23,29) o sencillamente la "fiesta" (Ez 45,25; 1Re 8,2).
El —> día de la reconciliación, día de descanso del trabajo, de penitencia y ayuno, estaba destinada a expiar por el santuario, los sacerdotes y el pueblo (Lev 16).
Una fiesta de carácter profano era la de los —> purim, cuya justificación se encuentra en el libro de Ester. Se acepta además la existencia de una fiesta del —› año nuevo, día festivo que recibía realce por los clamores con que se acompañaba (cf. Lev 23,24; Núm 29,1-6); una --> fiesta de renovación de la alianza, en la que se proclamaba el derecho de Yahveh (cf. Éx 20; Dt 5; Lev 18,7-17; Dt 24,15-26) y una --> fiesta de la entronización de Yahveh (cf. Sal 47; 93; 96-99).
Las fiestas significan para los que las celebran la conservación del orden impuesto por Yahveh y el modo de asegurarse la --> bendición divina. go

Fiesta de la dedicación del templo. En el judaísmo tardío se celebraba una fiesta análoga a la de la consagración de las iglesias cristianas (de ocho días de duración durante la --> fiesta de las tiendas), llamada fiesta de hanukka o fiesta de la luz. Recordaba la purificación y nueva dedicación del templo, profanado por Antíoco IV Epífanes (164 a.C.) y, respectivamente, las consagraciones de Salomón y Zorobabel. pa

Fiesta de la entronización. Se acepta generalmente que, a imitación de las fiestas de entronización babilónicas del dios --> Marduk, se celebraba en Israel, al comienzo del año, una fiesta de entronización de -> Yahveh. Como documentación escrita de esta fiesta se encontrarían Sal 47; 93; 95100, en los que Yahveh es celebrado como rey con la exclamación: «iYahveh es rey!» En un acto cultual, Yahveh ocuparía solemnemente el trono de Jerusalén, un trono que se pone en relación con el arca, trono de Dios. Desde la época tardía de la monarquía, este acontecimiento se habría actualizado en la liturgia y Yahveh sería nuevamente entronizado y celebrado como rey y creador. El argumento básico en contra de esta fiesta de entronización es que no se la menciona nunca en el Antiguo Testamento.
Para comprender los himnos a Yahveh rey (Sal 47; 93; 95-100), caracterizados por la fórmula yahveh malak, es decir «Yahveh es rey» o «Es Yahveh (y ningún otro dios) quien domina como rey», no es necesario presuponer una fiesta de entronización, ya que en estos himnos encuentran su consignación escrita las ideas del demonio regio de Yahveh (cf. Is 6; 44,6; 45,5) y de que Yahveh es el Dios único. En los himnos a Yahveh rey, se debe buscar no tanto la exposición litúrgica de un proceso cultual cuanto la alabanza de Dios, que celebra la actuación de Yahveh en la historia (cf. Sal 96,13; 98,9). Yahveh irrumpe en el mundo de los pueblos (Is 40,10; 59,19; 60,1) como rey y juez del universo. go

Fiesta de la siega. Fiesta principal de los israelitas, llamada también en los textos más recientes —+ fiesta de las tiendas, debido a que, durante la misma, se vivía en tiendas. Se celebraba siempre al final del año, después de la recolección (Éx 23,16; Dt 16,13).we

Fiesta de las semanas. En esta fiesta, la segunda en importancia en el calendario judío, se celebraba en Israel la recolección, siete semanas después de la fiesta de los ácimos, es decir, 50 días más tarde, lo que corresponde, cuanto al tiempo, a la fiesta de -> pentecostés. En las perícopas festivas se actualizaban los acontecimientos del Sinaí (--> Fiesta de la renovación de la alianza). El ritual se halla en Éx 23, 14ss. pa

Fiesta de las tiendas o tabernáculos. La mayor de las tres fiestas de peregrinación de los israelitas. Se la llamaba también simplemente «la fiesta» o «la fiesta de Yahveh». Al principio tuvo carácter agrícola y campesino y coincidía, al fin del curso anual de la naturaleza y acabada la recolección, con la fiesta de acción de gracias por la cosecha: se daban gracias a Dios por los productos del campo. Ya en la época de los jueces, la fiesta se celebraba en el lugar central del culto, que más tarde acabó por establecerse en Jerusalén. Durante siete días, los israelitas habitaban en tiendas de ramas verdes. En este tiempo se ofrecían a Yahveh los más ricos -> sacrificios del año y se leía la -> tora. El --> escrito sacerdotal vincula la fiesta a la --> historia de la salvación del pueblo, al declarar que los israelitas debían habitar en tiendas en memoria de los lugares en que habitaron los padres después de la salida de Egipto. En la época posexílica, se celebraba la fiesta desde el 15 al 21 del mes séptimo, es decir, en la primera mitad de octubre. -> Fiesta. la

Fiesta de renovación de la alianza. De acuerdo con la opinión actual, esta fiesta coincidía con la de las --> tiendas y era celebrada como una fiesta de peregrinación, en la que se leía, como perícopa festiva, la narración del Sinaí (-+ Sinaí [tradición del]). Precisamente, esta historia del Sinaí nos permite entrever el origen de una fiesta de renovación de la alianza. Según Jos 24, parece que la fiesta se celebró por primera vez en Siquem, cada siete años (cf. Dt 31,10s). Cuanto al proceso litúrgico, de Dt 6,4-28,31; Sal 50 y 81 puede deducirse que comenzaba con un discurso parenético, al que seguía la proclamación de los mandamientos (- Decálogo, —+ libro de la alianza), al que se añadía la conclusión de la alianza y, como final, las cláusulas de -> bendición y maldición.
La importancia de esta fiesta de la renovación puede medirse por la actualidad de la revelación de Dios en el Sinaí para todas las generaciones venideras. Al invocar el derecho de Dios sobre Israel, el pueblo quedaba obligado a la alianza de Yahveh. Israel era ahora propiedad personal de Dios. Toda renovación de la alianza significa, pues, una afirmación, un sí dado a la toma de posesión por parte de Yahveh y una actualización de las relaciones de la alianza entre Yahveh, el Dios de la alianza, señor de la historia, e Israel como pueblo santo, propiedad personal de Dios. --> Alianza. pa

Fiesta del año. En Is 1,14 y Os 9,5 se habla de una fiesta celebrada a intervalos regulares. Algunos la identifican con la fiesta de las tiendas (cf. Jue 21,19). --> Fiesta. pa

Fiesta pascual -› Pascua.

Filacterias. Cintas de oración que, según Éx 13,9.16, todo varón israelita debe llevar consigo en la oración de la mañana. Servían para sujetar sobre la frente y en el brazo izquierdo, a la altura del corazón, unas pequeñas cajas en las que se depositaban pergaminos con el texto de Éx 13,1-6; Dt 6,4-9; 11,13-21. we

Filadelfia. 1. Nombre griego de Rabbá, capital del reino de Ammón (2Sam 12,27-29), que formaba parte de la --> Decápolis.
2. Ciudad helenista de Lidia. En la sexta carta circular del Ap (3,7-13), se alaba a la comunidad cristiana de Filadelfia por su constancia en la persecución. we

Filemón. Destinatario de la carta del mismo nombre. Ciudadano de Golosas, convertido al cristianismo por Pablo (Flm 19). Filemón contribuyó generosamente con sus bienes a la actividad caritativa de la Iglesia y puso su casa a disposición de la comunidad como lugar de reunión. Pablo le llama «amigo y colaborador» (Flm 1). gl

Filemón (carta a). Carta escrita por el apóstol Pablo, desde la cárcel, a -> Filemón, dueño del esclavo Onésimo. Onésimo (gr. «el útil») había huido y le había causado quebrantos materiales (v. 18). Pero más tarde se encontró con -> Pablo, que le convirtió a Cristo, A Pablo le hubiera agradado utilizar a Onésimo como colaborador (v. 13). Pero, de acuerdo con el derecho de aquel entonces, el esclavo es propiedad de su dueño. Quien protege a un esclavo fugitivo, merece castigo. De ahí que Pablo devuelva a Onésimo a su señor. Para ahorrarle los acostumbrados y duros castigos (que eventualmente podían ser de pena capital), le dio una carta de recomendación para su señor, que es la actual carta a Filemón.
Esta carta es, a pesar de su brevedad (25 versículos), un documento inapreciable, porque manifiesta de manera singular la fina sensibilidad humana de Pablo. Por otra parte, este escrito nos coloca ante el problema de la actitud del cristianismo frente a la esclavitud. Pablo admite el orden social y jurídico existente, pero lo relativiza. Efectivamente, Onésimo es ante todo el «hermano amado» de su dueño, «tanto en el aspecto humano como ante el Señor» (v. 16). Con esto no se rechaza la esclavitud, pero queda radicalmente superada al insistir en la dignidad del esclavo como hombre y como cristiano. Con la doctrina de la igualdad de todos los hombres se ha dado el paso decisivo para la abolición formal de la esclavitud. El cristianismo tranforma el rostro del mundo, pero no por el poder de la revolución, sino por la evolución del amor. gI

Filiación divina. I. La filiación divina en el mundo ambiente de la Biblia.
1. En casi todas las religiones han concebido los hombres sus relaciones con el Dios personal como las del hijo con su —> padre, que piden a un mismo tiempo confianza y sumisión. El mundo ambiente semita de Israel distinguía esta filiación de la filiación natural divina, es decir, la procedencia y descendencia de los dioses, y la entendía como imagen de la dependencia respecto de Dios, a quien el hombre debe el ser y la conservación.
2. Por el contrario, los reyes del antiguo oriente, y a imitación suya los emperadores romanos, reclamaban para sí la participación en la naturaleza de la divinidad y, en consecuencia, la filiación natural divina.
3. Además, los mitos narran que de un dios padre proceden otros dioses y que de los dioses proceden los héroes semidivinos.
4. En las religiones paganas se llegó a la concepción de un «cielo de dioses»: cada dios tenía unas relaciones perfectamente determinadas con los otros dioses, no sólo cuanto a su rango, sino también respecto de su origen y procedencia. En la mayoría de los casos no se puede ya determinar claramente hasta qué punto estas «relaciones de parentesco» eran sólo producto de imágenes y comparaciones o se las consideraba como fundamentadas en la auténtica generación. En todo caso, el --> estoicismo extendió la filiación divina, en sentido panteísta, a todos los hombres. Sin embargo, los estoicos, más que creerse dependientes de Dios en razón de su origen, se proponían alcanzar una participación en la filación divina, por el camino de una unión mística con su origen divino, sepultado bajo lo terreno. Esta idea constituía para la --> gnosis la base de su concepción del hombre (--> Redentor [mito del]).
5. Como en las lenguas semitas «hijo de...» puede significar también «alguien de la índole de...», la expresión «hijos de Dios» indica una naturaleza de índole divina (en el Antiguo Testamento a veces «ángeles» y otros dioses-ídolos).
II. En el Antiguo Testamento. 1. Los «hijos de Dios» de Gén 6,2 deben entenderse probablemente no como «seres del mundo superior, celeste», sino como «héroes» de los legendarios tiempos primitivos. En Éx 4,22 se llama a —> Israel el «hijo primogénito de Dios». Este género de filiación divina no fue entendido, empero, ni física ni mitológicamente, sino que hunde sus raíces en la concepción de la alianza y la elección de Israel (Is 1,2).
2. La idea de una descendencia natural de Dios (cf. I, 3) no tiene cabida alguna en la fe veterotestamentaria en un único Dios trascendente. La filiación divina se apoya más bien en el hecho de que Dios ha convertido a —> Israel, por la --> elección, en su propio pueblo (Dt 32,5s) y lo ha liberado de Egipto (Os 11,1) y del exilio (Is 43,6). Cuando el Antiguo Testamento habla de filiación divina, piensa en que Dios guía poderosamente al pueblo y le dedica un tierno amor maternal (Os 10,3s; Is 49,5). Sólo como miembro del pueblo tiene el israelita, como individuo, parte en la filiación divina. También el --> rey, en cuanto representante del pueblo, podía llamarse «hijo de Diosn (2Sam 7,14). Esta concepción fue más tarde individualizada, de tal modo que todo miembro del pueblo elegido podía gloriarse de ser hijo de Dios y llamar a —> Dios —> Padre (Eclo 4,10).
3. A David y sus sucesores se les atribuye una especial filiación divina. Esta filiación no se fundamenta en los poderes divinos del --> rey (cf. I, 2), sino únicamente en la promesa de Dios (2Sam 7,14). No obstante, estos reyes se apartan de los caminos de Dios y son acremente condenados (2 Re 23,36s). La promesa no se hace al rey personalmente, sino al portador de la realeza, la cual ha prometido Dios mantener y confirmar por siempre. En la época de la orientación hacia el futuro escatológico, la filiación divina se convierte en el bien salvífico prometido (Sab 2,18), por el que se daba nueva base a la conciencia comunitaria de Israel (Mal 2,10). En sus afirmaciones sobre la filiación divina, el Antiguo Testamento no piensa de una manera ontológica, real y física, sino en imágenes y analógicamente: la filiación divina refleja la conciencia de la relación personal con Dios.
III. En el Nuevo Testamento. 1. Los sinópticos continuaron la línea del Antiguo Testamento. En la predicación de Jesús, Dios es Padre de todos los hombres, y no sólo de Israel. Después que el judaísmo tardío hubo comenzado a aplicar a cada individuo la filiación divina, anuncia Jesús la providencia amorosa del Padre en favor de los más pequeños (Mt 10,29). Frecuentemente los sinópticos llaman a Dios «Padre», pero sólo en dos ocasiones llaman a los hombres «hijos de Dios» (Mt 5,9.45). Aquí la filiación divina no es aún una posesión presente, sino una promesa hecha a los hombres dispuestos a la paz y a los que aman a sus enemigos. La filiación divina es un don del tiempo final (Mt 5,9), de significación universal, supranacional (Mt 8,11). Pablo bosqueja además toda una «teología de la filiación divina», que afecta a todos los hombres (Gál 3,26ss), que se hacen uno en la fe en el —> Señor Jesucristo. Cristo es «el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29). Los hombres no son de antemano hijos de Dios, sino que llegan a serlo por la participación en la filiación divina que Dios les concede por gracia (Gál 4,5). Los hombres alcanzan la filiación divina no en el orden natural, sino sólo en el orden del tiempo final, enteramente nuevo, que ha abierto Cristo. Esta filiación divina mediante el —> Hijo de Dios significa, al mismo tiempo, un cumplimiento de las promesas veterotestamentarias: «Si pertenecéis a Cristo, sois también hijos de Abraham y herederos según la promesa» (Gál 3,29). La filiación divina marcha, por tanto, mano a mano con la --> libertad frente a la --> ley: «... Envió Dios a su Hijo... para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama —> ¡Abba, Padre!» (Gál 4,4-6). Según esto, la filiación divina significa participación en el puesto y en el ser del Hijo por el Espíritu (Ef 5,1). Por ahora, esto es sólo --> «arras» (2Cor 1,22), pero en la —> plenitud será realidad definitiva.
2. En la teología de Juan la filiación divina es la característica fundamental del cristiano: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!... Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él» (1Jn 3,1.9). Este ser nacido de Dios no debe entenderse como generación natural, sino que es la imagen visible del bien de la salvación concedido por gracia y que todavía espera su plenitud (1Jn 3,2). Inquiere poner bien en claro este hecho: para llegar a ser hijo de Dios, debe el hombre nacer de nuevo (Jn 1,13;3,13).
3. Las ideas bíblicas sobre la filiación divina no son exclusivas de la Escritura, sino fondo común de las religiones. Lo nuevo es, en definitiva, la intensidad y la personalidad de la relación con Dios que se expresa en ellas. Cuando el Nuevo Testamento llama a Jesucristo «Hijo» quiere expresar siempre esta relación personal con la divinidad. Filiación divina significa existir en este mundo ante Dios como «hijo», es decir, como libre, responsable y amado, y salir al encuentro de los demás hombres como al encuentro de -> hermanos que comparten la responsabilidad y el amor de Dios. En conexión con Pablo (Rom 8,19.23), podría entenderse nuestra actual filiación divina como un anticipo a cuenta, que nos da esperanza en una plenitud de esta dádiva en el --> fin de los tiempos. A diferencia de los hombres, -> Cristo puede ser llamado ya desde ahora y sin limitación alguna --> Hijo de Dios. oh/hi

Filipenses (carta a los). La carta a los filipenses es auténticamente paulina. El saludo (1,1-2) menciona a -> Pablo y -> Timoteo como remitentes y a «los santos en Jesucristo de Filipos• como destinatarios (entre los miembros de la comunidad hay «inspectores• y «diáconos»). Después de la acción de gracia y los saludos, en 1,3-26 se habla de la prisión de Pablo, que tiene importancia porque y en cuanto representa un servicio al Evangelio. Las exhortaciones al desprendimiento ponen por modelo a Jesucristo (1,27-2,18); en la carta se conserva un himno prepaulino (2,6-11). También las noticias personales están al servicio del Evangelio (2,19-3,1). Siguen acuciantes avisos ante los falsos ideales de perfección (3,2-4,3). Se tratan temáticamente la alegría, la ayuda y la exhortación (4,4-20). Los saludos y buenos deseos ponen fin a la carta (4,21-23).
Numerosas observaciones fundamentan la opinión de que la «unidad• de la carta a los filipenses, tal como ha llegado hasta nosotros, ha surgido de modo artificial, a base de unir varias cartas originariamente separadas. Las diversas secciones presuponen diversas situaciones comunitarias y diversos conocimientos en los destinatarios. Las «exhortaciones• se multiplican — lo mismo que las «conclusiones de las cartas» (3,1; 4,3) — seguidas, no obstante, de nuevas series de ideas. Se podrían reconstruir (W. Marxsen) tres cartas primitivas: a) 4, 10-20; b) 1,1-3; 4,4-7.21-23; c) 3,2-4,3.8s.
Acerca de los tiempos y lugares de composición, se han dado desde el principio diversas opiniones. Acaso pueda señalarse, como lugar y fecha, la larga estancia de Pablo en Éfeso, en el decurso de su tercer viaje misional. ka
Filipos. La ciudad de Filipos, situada al este de Macedonia, debe su nombre al rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno y artífice del predominio macedónico en Grecia. En la época neotestamentaria, la ciudad estaba marcada por un ritmo de vida romano y militar, ya que, bajo Marco Antonio, se convirtió en colonia romana y Octavio Augusto la enriqueció con privilegios romanos. Según Act 16,21, sus habitantes se designaban como romanos. Según la indicación de Act 16,11-40, Filipos fue la primera ciudad europea misionada por Pablo. ka

Filisteos. Parte de los «pueblos del mar» que, hacia el 1200 a.C., conquistaron las zonas costeras de Siria y Palestina. Los filisteos procedían de Creta y se establecieron en la región de Eqron, Gat, Gaza, Ascalón y Asdod. En diversas ocasiones sometieron a los israelitas (1Sam 4,1ss), pero fueron definitivamente rechazados por David a su territorio de partida (2Sam 5,1725; 21,15-22). El poder militar de los filisteos se apoyaba en su monopolio de manipulación del hierro (cf. 1Sam 13,19-22). Se saben pocas cosas de su lengua y cultura, ya que al establecerse en el país adoptaron las ya existentes en aquella región. he

Filón de Alejandría. Filósofo de la religión (hacia 25 a.C. - 40 d.C.), de nacionalidad judía, que combinó la teología judía con la filosofía griega, especialmente con las teorías estoicas y platónicas. Sus trabajos ejercieron más tarde profundo influjo en la teología de los padres de la Iglesia. Filón se entiende a sí mismo como expositor de la Escritura en la que, con ayuda de la --> alegoría, encuentra toda la verdad, revelada aquí por primera vez y de la que — en su opinión — depende la filosofía griega. De ahí que la selección filoniana del pensamiento pagano venga determinada por la interpretación de la Escritura. Dios, como creador, está por encima del mundo; intermediario en la creación es el -> Logos, el Hijo primogénito de Dios, lugar de las ideas e idéntico a la --> sabiduría. Por el Logos crea Dios el mundo, a partir de la materia increada, hace a los hombres partícipes de la divinidad y los conduce a la virtud. La virtud suprema es la fe, que es una disposición del alma en virtud de la cual el hombre está convencido de la existencia de Dios, confía en su providencia y puede llegar hasta la contemplación mística de Dios. mo

Filosofía popular. Designación global para indicar el giro de la filosofía hacia la masa del pueblo en el -> helenismo cuando, en virtud de las convulsiones políticas, se derrumbó la antigua fe en los dioses y muchos hombres comenzaron a buscar nuevo sentido a la vida. Especialmente los --> cínicos y los estoicos (-> Estoicismo) se presentaban ante el pueblo y anunciaban, bajo la forma de -> diatriba, fácilmente accesible a todas las inteligencias, un ideal ético de la vida. En la época imperial romana, la filosofía popular alcanzó su más alta cumbre. Frente a una vida de lujo o una actividad inútil, la filosofía invita a los hombres a reflexionar sobre la propia esencia y ver su felicidad en la independencia interior respecto de todos los condicionamientos externos de la vida, en la libertad frente a los sufrimientos y en el cumplimiento de los deberes para con los otros hombres. mo

Fin de los tiempos. La doctrina bíblica de las postrimerías o novísimos afirma del mundo (p. ej., bajo la forma de --> diluvio de fuego); el mundo vuelve al estado en que nació (p. ej., al fuego) y vuelve a renacer. De estas ideas hay que distinguir la concepción de una ruina o fin excepcional y único del mundo, como --> juicio final, en el género -> apocalíptico y en el Nuevo Testamento. mo
Fin de los tiempos. La doctrina bíblica de las postrimerías o novísimos afirma que el mundo marcha hacia una --> consumación y que el hombre debe vivir cara a este cumplimiento porque en el futuro — y no en el pasado — se dará una decisión definitiva sobre la --> salvación y la --> condenación. En el Antiguo Testamento, no se distingue con suficiente claridad lingüística entre «fin» y «tiempo lejano». La experiencia del tiempo vivida por Israel — marcada por el ritmo de los cielos del año, que no permiten esperar nada absolutamente nuevo — hacía imposible al principio la fe en una consumación al fin de los tiempos. Incluso cuando, a partir de la fe en los hechos del pasado de Dios, se abrió paso una concepción histórica, no se esperaba ningún final de los tiempos, porque se creía que en la --> elección había acontecido ya todo lo decisivo.
Hasta la época de los profetas no se interpretan claramente los tiempos de crisis de Israel como el comienzo del tiempo del fin y de la consumación de la salvación.
Investigadores de nuestra edad contemporánea creyeron al principio que los profetas habían proyectado hacia el futuro los mitos de una edad dorada del pasado, como consuelo de la miseria presente (Is 11,6ss). Pero lo cierto es que la concepción circular mítica del tiempo (--> Tiempo [concepción circular del]), determinada por el ritmo de las estaciones del año, no responde al mensaje profético de la irrupción de un tiempo nuevo nunca oído (Is 42,9; Ez 11,19). Los profetas intentan más bien mantener viva la tradición de fe de Israel, en la que el presente se interpretaba sobre la base de una mirada retrospectiva hacia los hechos salvíficos de Dios en el pasado. En la miseria del presente sólo podían ver una señal de que, debido a la infidelidad de Israel, Dios no se atenía ya a lo pactado en la --> alianza. Y, sin embargo, no dudan de la fidelidad divina. También ahora sigue actuando Dios — y no los poderosos de este mundo — en favor de la salvación de Israel. La magnitud de la miseria se convierte precisamente en prueba de que la fidelidad de Dios se preocupará de su pueblo en una medida muy superior a todo lo pasado. Los profetas creen, pues, que el fin de los tiempos comienza inmediatamente. En el centro mismo del «no» de Dios al pueblo se inicia ya un nuevo «sí», que los profetas sólo pueden expresar de manera acorde con las antiguas tradiciones (nueva conquista de Canaán, Os 2,16ss; nuevo David, Is 9,5ss; nuevo éxodo, Is 40,3ss; nuevo pacto de la alianza, Jer 31,31).
El --> judaísmo tardío manifestó con sus –> apocalipsis un tenso e intenso interés en el tiempo del fin. En ellos se ofrece el saber secreto de los hombres elegidos acerca de los acontecimientos del fin. Estos acontecimientos han sido ya sólidamente establecidos y mantenidos en secreto desde el principio de los tiempos; el fin de los tiempos debe buscarse propiamente en el más allá, de donde han de descender todos los bienes salvíficos (Dan 7,13). Mientras que los profetas sólo pensaron en el fin de los tiempos
603 de Israel, los apocalípticos contemplan la historia del mundo. Pero esta historia está tan profundamente esquematizada como mal absoluto y marcha ya de antemano de tan irremisible modo hacia la perdición en el fin de los tiempos que, en el fondo, ya no es historia.
Muy ajeno a toda ciencia oculta del género apocalíptico, anuncia –> Jesús que el fin de los tiempos comienza ahora, inmediatamente (Mt 1,15). El punto justo de la interpretación del conjunto de sentencias neotestamentarias sobre el fin de los tiempos no está ni en las opiniones que parten de una fe de Jesús en una irrupción inmediata del fin de los tiempos, ni aquellas otras que ven, por el lado opuesto, en Jesús el cumplimiento definitivo de toda esperanza (Heb 1,2), después del cual ya nada nuevo puede suceder. El Nuevo Testamento mantiene, por el contrario, la tensión entre la salvación ya venida en Jesús y la plenitud definitiva del fin de los tiempos. En la acción de Jesús se ha iniciado ya la salvación del fin de los tiempos anunciada y prometida por los profetas (cf. Mt 11,4s con Is 35, 5s; Is 61,1s). Pero esto no significa que haya (legado ya el fin de la historia, sino que se abre una última oportunidad, ofrecida por Dios, de decidirse en favor de la salvación (Mt 11,6). Consiguientemente, la –> comunidad primitiva de la Iglesia entiende su tiempo actual como tiempo salvífico (2Cor 2,6), en que es preciso decidirse inmediatamente por Dios (Ef 5,16). Y dado que la actuación salvífica de Dios tiende a la consumación del mundo, el creyente debe apresurarse en esta misma dirección (Gál 1,4; 1Cor 7,29-31). De acuerdo con el Apocalipsis neotestamentario y los discursos de Jesús, Dios no lleva al mundo derechamente a su consumación, sino a través de un terrible tiempo. Pero justamente estos temores son señal, para los creyentes, de que Dios no los abandona (Lc 21,18).
Actualmente percibimos con mayor claridad que en tiempos pasados la responsabilidad del presente para el futuro de los hombres. Los cristianos pueden aprender de los movimientos no cristianos de nuestra época a tomar de nuevo en serio su fe en el fin de los tiempos. Hasta ahora todo se reducía con demasiada frecuencia a una fe en «los novísimos•, que no nos afectan muy de cerca. Pero esta fe debe manifestarse ahora en la disposición a aceptar la responsabilidad del futuro. De lo contrario, el fin de los tiempos viene sin o contra nosotros.
Por otra parte, también los cristianos tienen algo que decir a los no cristianos. A pesar de todas las negras predicciones del futuro, pueden mostrar bajo qué otro aspecto se presenta una vida que se basa en la confianza en la consumación del mundo a través de la fidelidad de –> Dios. –> Escatología, –> Esperanza, --> Espera próxima, --> Futuro de Dios. oh

Firmamento (del lat. firmum, hebr. raqah = lo firme y sólido). Este concepto responde en la Biblia a las concepciones, comunes en el antiguo oriente, que consideraban que la tierra estaba cubierta por una cúpula maciza. El firmamento se sustenta sobre columnas situadas en los extremos de la tierra. Por este firmamento recorren su camino las luminarias del cielo; sobre él se apoya el océano celeste que, a través de las esclusas del firmamento, envía lluvia o diluvios destructores, nieve y viento. El firmamento aparece como un poder viviente, para proclamar la --> gloria de Dios (Sal 19,). --> Mundo (imagen del). he

Flagelación. Forma punitiva romana, aplicada como --> castigo de grandes crímenes, como tormento para obtener confesiones y como preliminar de la crucifixión de los esclavos y de los que no tenían ciudadanía romana (Act 16,22.37; 22,24ss). Para la flagelación se empleaba un látigo con cuerdas o correas de cuero, que a veces llevaban en los extremos trozos de hueso o de metal. he

Flautista. Según lo que nos dice el Antiguo Testamento, el flautista se valía de diversos instrumentos, hechos de caña, hueso o metal, en forma de flauta larga o doble. A diferencia del –> cuerno, con la flauta podía conseguirse una secuencia de tonos, que la hacían apta para acompañar el canto y la danza, así como para melodías sin acompañamiento de voces. El flautista podía apelar a una larga tradición, ya que Yúbal, hijo de Lamek, pasaba por ser el antecesor de este arte (Gén 4,21). Se nos cuenta que los flautistas tomaban parte en las –> fiestas, --> peregrinaciones al templo y –> lamentaciones fúnebres. la

Flavio Josefo. Historiador judío (hacia 37-110 d.C.). Participó activamente en la guerra contra los romanos, pero se pasó a Vespasiano el año 67, pues lo consideraba como el cumplidor de las esperanzas veterotestamentarias. Después del año 70 compuso en Roma, sirviéndose de numerosas fuentes, una historia del pueblo judío, desde la creación hasta la guerra contra Roma, una descripción de esta última guerra, una autobiografía y una defensa de la historia y de la tradición del pueblo judío. Sin Josefo, apenas sabríamos nada de la historia del pueblo judío del siglo I a.C. y I d.C., aun cuando con mucha frecuencia esta historia está tendenciosamente escrita en sus obras. he

Floro. Gessio Floro fue el último --> procurador de Judea (64-66 d.C.). Su ilimitado abuso de poder provocó el estallido de la guerra judeorromana que finalizó con la –> destrucción de Jerusalén y el hundimiento de Judea el 70 d.C. he

Flujo de sangre. En Mc 5,24-34, es una enfermedad de la mujer a la que constituye levíticamente impura (—> Pureza) y la excluye del trato con los demás. En estas ideas se ocultan concepciones mágicas. hi

Formación por la comunidad. Concepto de la historia de las formas que indica que la —> comunidad cristiana ejerció un influjo creador en la formación y expansión de la primitiva tradición de Jesús, basándose para ello en los conceptos predominantes después de pascua. La radical afirmación de que determinados pasajes de los Evangelios han sido libre invención de la comunidad no hace suficiente justicia a la historicidad de la tradición evangélica. ba

Formas y géneros. Para comprender la literatura bíblica, su origen preliterario y su transmisión, su historia literaria y su contenido, es indispensable conocer tanto sus unidades más pequeñas (--> Fórmulas) como las intermedias (formas) y las grandes unidades literarias (géneros literarios). De esta investigación se ocupan la --> historia de las formas, la --> historia de los géneros y la —> historia de la redacción. En la investigación veterotestamentaria, p. ej., el estudio de los géneros de los salmos, ha permitido un conocimiento profundo de la alabanza del pueblo de Dios de la antigua alianza, dado que la pertenencia de los himnos y cánticos a las diferentes celebraciones del culto israelita, a las fiestas de la realeza o a la tradición de la escuela sapiencia], enseña a conocer la situación previa respectiva del suplicante, el círculo de opinión y otras circunstancias, así como los esquemas de oración correspondientes (p. ej., de lamentación, alabanza y acción de gracias de individuos particulares o de la comunidad, peregrinaciones, etc.). Los textos proféticos permiten una mejor interpretación si se tienen en cuenta las formas lingüísticas empleadas en cada caso (sentencias de mensajero, relatos en primera o tercera persona, reprensión, amenaza, promesa. etc.). La transmisión del derecho antiguo israelita puede recibir mucha luz si se tienen en cuenta las diversas formas (incluso no israelitas, p. ej., la formulación apodíctica o casuística). En efecto, todo pensamiento, para ser expresado, necesita de una «forma• lingüística; si esta forma se vincula a esquemas previos, acuñados por la comunidad, el pensamiento se expresa en fórmulas determinadas y un conjunto de ideas se convierte, en algunas circunstancias, en un género literario determinado. Esto se ve claramente si mencionamos otras formas y géneros veterotestamentarios: --> canción (verso, estrofa, etc.), --> saga (sagas etiológicas, leyendas cultuales, sagas de héroes, sagas de tribus, rosarios de sagas) —> novelas (narraciones de milagros, leyendas de profetas, leyendas de mártires), --> fábulas, cartas, documento, tratados o alianzas, discursos, relatos históricos, etc., libros de la ley, —> apocalipsis, colecciones sapienciales, colecciones de proverbios, etc.
Entre los cuatro géneros de los escritos neotestamentarios, dos son de origen cristiano: el evangelio y los hechos de apóstoles (los otros dos son cartas o epístolas y apocalipsis). Cada uno de los tres Evangelios sinópticos es concebido por las recientes investigaciones historicocríticas como un género independiente: Mateo escribe un libro, Marcos un evangelio, Lucas una diegesis. En los escritos joánicos, son particularmente importantes las formas del género apocalíptico (formas hímnicas, proféticas y apocalípticas: audiciones, visiones, listas, etc.); en el Evangelio de Juan, interesan especialmente los discursos de revelación.
También en el conjunto de escritos paulinos se distinguen, junto al género de las formas epistolares, numerosas formas menores: acciones de gracias, relatos autobiográficos, perícopas de tradición, material formulario, —> pruebas de la Escritura, —> tipologías, —> doxologías, —> himnos, —> catálogos de virtudes y vicios, entre otros varios.
Hasta ahora lo que mejor se ha estudiado es el material de tradición de los Evangelios sinópticos. El material se divide fundamentalmente en tradición de discursos y tradición narrativa. En la transmisión de discursos, más consistente por razón de su misma naturaleza (las palabras y las sentencias pueden repetirse sin más, pero los acontecimientos deben primero ser narrados), se distinguen, p. ej., sentencias proféticas, sapienciales, legales, parábolas, discursos en primera persona, sentencias de seguimiento y también composiciones de sentencias (colecciones de parábolas, sermón de la montaña, fuente de los logia); en la tradición narrativa se encuentran paradigmas, polémicas, relatos de milagros, narraciones históricas; la —> historia de la pasión se considera como una gran forma peculiar; se conocen también composiciones narrativas de otras especies (ciclos, conglomerados, ordenaciones y distribuciones en escala ascendente, etc.).
Las distinciones historicoformales sólo tienen sentido a condición de que no se desvíe la mirada de la individualidad de los textos, llevados por la alegría del descubrimiento de la pertenencia de los textos particulares a unas formas y géneros más amplios. Con frecuencia, deben reconocerse matices de sentido de excepcional importancia precisamente en las minúsculas desviaciones respecto de los esquemas ya acuñados cuanto a forma y género y de los procesos literarios tópicos. Las leyes estilísticas, por sí solas, no explican ningún texto. pe

Fórmula bautismal. La fórmula bautismal es uno de los signos exteriores del bautismo. Esta fórmula consiste en la invocación de las tres divinas personas — que acompaña a la acción bautismal — sobre el que se sumerge en el agua. La más antigua fórmula bautismal consta de un solo miembro (cf. Gál 3,27ss; bautismo en el nombre de Jesús). En Mt 28,19 y en la —> Didakhe 7,1-3, se encuentra ya la fórmula trinitaria. La fórmula trinitaria actual sólo puede comprobarse en el uso litúrgico occidental a partir del siglo VI. Como puede deducirse de Hipólito, en la antigua Iglesia no se pronunciaba en el bautismo la fórmula bautismal, sino que el bautismo se administraba en conexión con la confesión de los tres artículos de fe, expuestos bajo forma interrogativa. ri

Fórmulas. A las unidades literarias más pequeñas, y casi siempre las más dotadas de formas fijas, investigadas por la —> historia de las formas, se les da el nombre de fórmulas y tienen una gran importancia para la interpretación de los escritos del Antiguo y el Nuevo Testamento. Estas fórmulas son conjuntos de palabras, que con frecuencia constan sólo de una frase, o de la parte de una frase, e incluso a veces de una frase resumida en una palabra (p. ej., las exclamaciones o interjecciones), siempre que formen unidades dotadas de sentido, bien por sí mismas bien dentro de un contexto mayor. Como cualquier otro lenguaje, también el lenguaje narrativo y cotidiano de la Biblia conoce estas fórmulas (llamadas giros lingüísticos). Un ejemplo corriente es el giro que acompaña a un gesto de rehusamiento como expresión de la separación o distanciamiento que hay entre dos propietarios o dos zonas de dominio o dos situaciones: «¿Qué tengo (tenemos) que ver yo (nosotros) contigo (con vosotros)? (1Re 17,18; Mc 1,24; Jn 2,4).
Reconocer una fórmula en cuanto tal tiene mucha importancia y entraña múltiples y muy ricas consecuencias teológicas. Así, por ejemplo, resulta indispensable conocer bien la llamada fórmula de parentesco («hueso de mis huesos, carne de mi carne«) para la interpretación de Gén 2,23s. Una «fórmula de ejecución» que se encuentra frecuentemente en las narraciones veterotestamentarias («Él [ellos] hizo [hicieron] como le [les] mandó el Señor» [a propósito, por ejemplo, de Moisés, mensajero del Señor]), que forma parte de un relato de ejecución estructurado en un esquema de tres miembros (Éx 12,35; Job 42,9), es utilizado por el evangelista Mateo en su redacción del material de Marcos y de su propio material específico para ponerlo al servicio de sus afirmaciones cristológicas (y eclesiológicas) orientadas en el sentido teologicoapologético de cumplimiento de las profecías (Mt 1,24; 21,6; 26, 19). La fórmula de desilusión («¿Por qué me [nos] has hecho esto?»), que aparece testificada con frecuencia en el Antiguo Testamento en sentido de reproche (Gén 12,18; 29,25), utilizada de otra manera, produce en Lucas (2,48), al aplicarla a una situación desagradable, un efecto inesperado: el desengaño de José y María pone al descubierto la verdadera naturaleza de Jesús. Muchas de las --> formas y géneros del Antiguo Testamento y del Nuevo tienen su fórmula correspondiente (p. ej., la fórmula de juramento en el ámbito jurídico, las aclamaciones en el culto, las aseveraciones en el lenguaje, las conclusiones de las narraciones, etc., en las narraciones de milagros del Nuevo Testamento, se describen muchas veces según una fórmula de gesto salvífíco: «le (la) tomó de la mano» (Mc 1,31 y otros). Tienen particular importancia para la exégesis neotestamentaria las fórmulas litúrgicas, catequéticas, jurídicas y confesionales, así como los giros fijos del lenguaje misional y edificante. Las aclamaciones, en la medida en que se distinguen de las recibidas del judaísmo (tales como --> amén, --> aleluya, —> hosanna, anatema, para siempre), evidencian un origen específicamente protocristiano (—> Maranatha, —> Abba, padre; Señor Jesús, etc.) y ofrecen importantes consecuencias sobre la primitiva cristologia, teología y escatología. Inapreciable importancia tiene el material de fórmulas sacramentarias del bautismo y de la eucaristía que puede percibirse en Pablo, así como el rico tesoro de antiguas fórmulas de --> confesión (Rom 1,3s; 1Cor 15,3s) que afirman de diversas maneras, densas de contenido, la significación de Jesucristo (cf. p. ej., de la primitiva misión, 1Tes 1,9s). Otras fórmulas hay en las predicaciones litúrgicas (1Cor 15,57; Ap 1,4), en las fórmulas de saludo (de las cartas), en los deseos de bendición y en las imprecaciones, en los «macarismos» (-4 Bienaventuranzas) y los —> ayes.
El tránsito de las fórmulas a las —> canciones y a los --> himnos (de los que se nos han transmitido algunos fragmentos) es fluctuante. En orden a una exposición de conjunto de las fórmulas del Antiguo Testamento y del Nuevo le quedan aún a la investigación graves tareas que realizar. Digamos, para terminar, que la investigación de las literaturas que han influido en el Antiguo y Nuevo Testamento desempeña una importante función para la explicación de las fórmulas bíblicas, y que, en concreto, la investigación historicorreligiosa (—> Historia de la religión) exige un conocimiento exacto de las fórmulas religiosas y de las diferencias entre fórmulas judías y fórmulas específicamente cristianas.pe

Fórmulas catequéticas. Parte fundamental de la primitiva predicación cristiana fue, desde el principio, la repetición de frases de formulación fija. Especialmente en la instrucción catequética, implantada ya desde muy pronto, se llegó a la formación de fórmulas catequéticas de fácil recuerdo y repetición. El lector ejercitado en la Biblia las puede percibir aun hoy día sin dificultad.
Esencialmente, estas fórmulas pueden dividirse en dos grupos: sentencias que transmiten la fe en la forma más concisa, sobre todo la --> confesión de --> Jesús como el --> Cristo (p. ej., la confesión pascual de 1Cor 15,3-5; el salmo de Cristo de Flp 2,5-11; el himno de 1Tim 3,16). Pero en las fórmulas catequéticas se piensa más bien en aquellas sentencias que imparten --> instrucciones morales correctas, como p. ej., la llamada —> «tabla doméstica» de Col 3,18-4,1; Ef 5,21-6,9 y 1Pe 2,13-3,7, o en —> catálogos de vicios y virtudes de Gál 5,19ss; Col 3,5ss; Tim 1,9s y otros.
El problema específico de estas fórmulas catequéticas es su origen, que puede hallarse en los proverbios sapienciales judíos o en la filosofía griega; su carácter cristiano les adviene no tanto en razón de la inserción repetida de la fórmula «como al Señor», cuanto de su ordenación y articulación dentro del conjunto total de la instrucción de la fe. —> Fórmulas de confesión. je

Fórmulas de confesión —> Confesión (fórmulas de).

Fornicación --> Incontinencia.

Fosa. Método de caza al que el hombre veterotestamentario estaba muy acostumbrado, por lo que en el Antiguo Testamento sirve muchas veces como imagen de un peligro (Sal 35,8) o de una trampa (Sal 57,7; Jer 18,22). Esta palabra significa también muchas veces el —> sepulcro (Job 33,18) y, figuradamente, la muerte (Is 24,17; Sal 88,5.7) y el --> sheol o mundo subterrá neo (Is 38,17s; Sal 16,10; Lam 3,53).he

Fracasar. El fracaso es uno de los temas básicos de la Biblia. Se describe por un lado el fracaso del hombre respecto de sí mismo y de su situación, y por otro el fracaso de Dios respecto del hombre, de su pueblo. Dado que el hombre ha respondido negativamente a Dios y se ha cerrado a su Creador (—> Pecado), fracasa respecto de sí mismo y de su mundo circundante. Por eso cae el pueblo de --> Israel en la servidumbre de Egipto o en el cautiverio de Babilonia (—> Exilio). En estos fracasos experimenta Israel la limitación de sus fuerzas. Pero —> Yahveh no abandona a su pueblo de la alianza en este fracaso; libera una y otra vez de esta sirvidumbre y este cautiverio. De este fracaso brotan siempre cosas nuevas, nunca oídas, nuevas posibilidades de vida.
También Yahveh fracasa en su amor a su pueblo, ya que éste se cierra en sí y rompe el diálogo con Dios. El fracaso máximo de Dios, a la vista de todo su pueblo y de los hombres, es la --> cruz de Jesús; ya antes habían fracasado sus enviados, los —> profetas. Y ahora fracasa también el último enviado, su --> Hijo. Es juzgado como un criminal y muere en el patíbulo. Pero de este último fracaso saca Dios vida nueva y definitiva, posibilidades permanentes para el ser humano. Justamente en el fracaso de Dios en Jesucristo se abre el —> amor de Dios a todos los hombres. Jesús es el hombre que marcha por el camino que se le ha trazado de antemano, que se entrega totalmente a la --> voluntad de Dios, que quiere ser para los hombres sin reserva alguna. A través de su fracaso ha sido quebrantado el poder del —> pecado, y ha sido liberado el hombre de la --> alienación de sí. La --> resurrección sólo acontece a través de la cruz; del fracaso humano surge la vida perdurable.
El cristiano es un hombre que ni puede ni quiere evitar el fracaso; cuando, al igual que Jesús, centra su interés en los hombres libres, está llamado a fracasar en su mundo y en su sociedad. Pero tal fracaso es una contribución a la ascendente --> encarnación y liberación del hombre, a la humanización de la sociedad. La cruz de Jesús debe ser, como fue su vida, socialmente dinámica. Fracaso, cruz y vida pueden manifestarse lo mismo en la —> protesta, la —> huelga y la —> revolución que en el servicio callado, oculto y abnegado al --> prójimo.
El fracaso de Dios tiene como consecuencia el fracaso del hombre, pero de este fracaso surge vida permanente, porque de la cruz ha surgido el amor. gr

Fracaso. La «injusta• repartición de éxitos y fracasos en esta vida preocupa al hombre del Antiguo Testamento (Sal 73; Ecl 9,11). Este último libro llega a sostener que todos los esfuerzos del hombre son «vanidad y soplo de viento».
El salmista (90,17) suplica bendición para las obras de nuestras manos en el breve curso de nuestra vida — ¡quién sabe si Dios sólo cumplirá sus promesas salvíficas en una generación futura! — (102,25ss). En todo caso, fracaso y éxito no pueden constituir la norma de la complacencia divina en un hombre (de esto se trata en los discursos de defensa de Job). Incluso el --> «siervo de Yahveh• elegido debe, al parecer, fatigarse en vano (Is 49,4). Se le toma por uno a quien Dios ha herido; pero a pesar de ello, el plan de Dios debía ser llevado a cabo precisamente por su medio (52. 4.10). Justamente en el fracaso de su vida, en su muerte, ganó a muchos (v. 12) y tuvo «éxito» (52,13).
Esta visión profética halló su cumplimiento en —> Cristo —> Jesús. La muerte en cruz fue el fracaso de su misión. Pero sólo muriendo produce la --> semilla mucho fruto. Tal es el misterio de la nueva vida que actúa también en nosotros: en el Señor, ya ningún esfuerzo es en balde (1Cor 15,58). --> Cruz. ur

Fracción del pan. -÷ Partir el pan.

Fragmento de Muratori. Lista romana de la segunda mitad del siglo II, que enumera 22 escritos neotestamentarios (faltan en ella Heb, Sant, 1 y 2pe y una carta de Juan). El documento intenta, además, explicar los motivos que llevan a la formación del —> canon.tr

Frigia. Región de Asia menor; hacia el siglo XII a.C. aparece en ella una población indoeuropea, al principio independiente, pero más adelante permanentemente sometida a potencias extranjeras. Pablo recorrió por dos veces la región (Act 16,6; 18,23). —> Cibeles. we

Fuego. 1. En el Antiguo Testamento el fuego, además de su utilización en la vida cotidiana (uso doméstico, trabajos de artesanía, guerra) y en el culto (sacrificio del holocausto y del incienso), tiene una importancia especial como motivo expositivo del Dios revelador. En las --> teofanías, el fuego simboliza el carácter inaccesible y la santidad de Yahveh; la llama de fuego ante Abraham (Gén 15,17), el fuego de la zarza ardiente ante Moisés (Ex 3,2), el fuego y el rayo en el Sinaí (Ex 19; Dt 4; 5), el resplandor de fuego en la vocación de Ezequiel (Ezequiel (Ez 1). Como señal de la cólera divina y del juicio punitivo, el fuego destruye Sodoma y Gomorra (Gén 19,24); fuego es la séptima plaga de Egipto (Ex 9,24) y constituye un tópico en la predicación profética sobre el juicio (Am 1; —> Juicio de fuego), que presenta al fuego como medio de aniquilación escatológica de todos los enemigos de Yahveh (Is 66,15s; Ez 38,12) y como tormento eterno de los cuerpos de cuantos se apartaron de Yahveh (Is 66,24). Como señal de la proximidad benigna y misericordiosa de Yahveh, la —> columna de fuego guió a los israelitas por el desierto (Ex 13,21); el fuego confirma la benigna aceptación de un sacrificio (Jue 6,21; 1Re 18,38); caballos y carros de fuego ayudan en la guerra (2Re 6,17) y un carro de fuego traslada a Elías a los cielos (2Re 2,11).
2. El judaísmo acentúa el fuego como juicio de castigo apocalíptico y transforma cada vez más abiertamente el sheol, originariamente una región oscura, en un infierno de fuego. A partir del siglo II d.C., se le reconoce al fuego de la gehenna una función purificadora y reconciliadora («purgatorio»).
3. El Nuevo Testamento, como el Antiguo recurre al fuego en las teofanías: ante Damasco cae sobre Pablo una luz del cielo (Act 9,3); en la visión de su llamada, Juan ve a Cristo rodeado de símbolos de fuego y luz (Ap 1,9ss). Como señal del juicio escatológico aparece el fuego en la predicación de Juan Bautista (Mt 3,10), en las palabras de Jesús (Mc 9,43-48), en la interpretación de la parábola de la primitiva comunidad (Mt 13,42) y en la imagen del lago de fuego y azufre del Ap (19,20). El «fuego purificador» de 1Cor 3,13 apenas puede referirse al purgatorio; describe más bien con enérgica frase la dificultad de la salvación en el --> último juicio. Las lenguas de fuego de pentecostés (Act 2,3) expresan, como símbolo de la gloria celeste, el origen divino del Espíritu. ze

Fuente del templo. Se llama así la fuente de Gihón, situada en la ladera oriental de la colina del templo, cuyo caudal fue conducido al estanque de Siloé. En ella pudo basarse la idea del torrente de bendición que saldrá del templo (Ez 41,1ss). ba

Fuente del sur. Nombre atribuido a una antigua fuente literaria que se supone ha entrado en el libro del Génesis y que sería anterior incluso al —> yahvista y al —> elohísta. Habría nacido en el siglo X a.C., en Seír, al sur de Palestina. la

Fuentes (estratos de). La distribución, hoy ampliamente admitida, del Hexateuco en los canales narrativos del --> yahvista, —> elohísta, —> escrito sacerdotal y --> deuteronomista tropieza con el hecho de que estas fuentes no po
617 seen siempre un carácter unitario. Al aceptar la existencia de diversos estratos de fuentes, intentan algunos investigadores salir al paso de esta dificultad: fuentes subordinadas más o menos independientes dan como resultado estratos o «hilos narrativos• que luego, unidos entre sí, constituyen la corriente narrativa del yahvista, etc., es decir, las fuentes. la

Fuentes (distinción de). Desde que la investigación de la historia redaccional ha llegado a la conclusión de que los autores bíblicos conservan, ante todo, las viejas tradiciones, las hacen accesibles y descubren su sentido a los contemporáneos, la distinción de fuentes ha pasado a ser un método importante para la exposición de la Escritura. Con su ayuda, se pueden distinguir las diferentes -+ fuentes escritas y demás formas de tradición que constituyen la base de los libros bíblicos. El modo y manera como los —> redactores han utilizado estas fuentes permite importantes deducciones sobre la verdadera intención de sus afirmaciones. --> Historia de la redacción. oh

Fuentes escritas. Los libros bíblicos no pueden ser considerados, en general, del mismo modo que la moderna literatura, es decir, partiendo de la intención de un solo autor, sino como resumen y síntesis de antiguas tradiciones dentro de la concepción total del último autor. Éste se esforzó de continuo por conservar reverentemente la tradición recibida y por hacerla accesible a sus contemporáneos. De este modo, no sólo es posible conocer las características de las tradiciones que constituyen la base de partida, sino que también es necesario utilizar este conocimiento para trazar un camino de acceso a la intención de las afirmaciones del libro bíblico.
Con frecuencia, estas tradiciones de base se presentan ya bajo una determinada forma escrita. Las fuentes escritas del Pentateuco y de los Evangelios sinópticos (—> Cuestión sinóptica) estaban ya configuradas y concluidas en gran parte desde tiempo atrás. También otros libros han reelaborado fuentes escritas. Jeremías, p. ej., ha partido de una colección de discursos proféticos, otra de discursos de sello deuteronomista y del relato de —> Baruc. oh

Fuentes narrativas. Los libros vetero-testamentarios se subdividen en múltiples narraciones particulares y series de narraciones, que se han ido agrupando lentamente bajo una idea general. Los círculos o centros de tradición formaron, conservaron y transmitieron estas narraciones. Así, las tradiciones de Abraham e Isaac se afincaron en sus lugares respectivos en las montañas de Judá y en el Négueb; las narraciones de Jacob en la región de --> Siquem y en --> Betel. Las narraciones históricas tuvieron su origen en los círculos de escritores palaciegos (1Re 14,25ss: incursión del faraón Sesac) o en los círculos sacerdotales (1Re 6-8: relato de la construcción del templo; 2Re 22s: reforma de Josías).
Estos círculos querían, desde luego, describir los acontecimientos y sus circunstancias, y satisfacer el interés de los doctos. Pero, en última instancia, lo que todo relato pretendía era dar testimonio de la acción salvífica de Yahveh (—> Salvación) en la —> elección y en el --> juicio. —> Narración.go

Fuerza. El grupo conceptual de fuerza comprende la fuerza física, el poder, la potestad y el dominio sobre los demás. La parte hebrea de la Biblia conoce casi medio centenar de expresiones diversas para describir las manifestaciones exteriores de esta fuerza y al poseedor de ella. Así, la palabra on (fuerza) se dice de Dios y del hipopótamo (Job 40,16); indica asimismo la fuerza procreadora del hombre (Gén 49,3), el poder y la riqueza (Os
619 12,9), así como un documento de compraventa dotado de fuerza jurídica. En la cumbre de toda expansión o manifestación de fuerza, se concreta, en la concepción bíblica del mundo, la fuerza personal de un Dios único. Esta fuerza se revela en la creación, en la intervención personal de Dios en la historia humana, especialmente en el —> éxodo de Egipto. Yahveh desarrolla la plenitud de su fuerza en la naturaleza y en la historia. Una manifestación especial de la fuerza de Dios es la fuerza de que están dotados los —> profetas (Miq 3,8) o el poder del Mesías (Jer 9,5).
La concepción veterotestamentaria se prolonga en el Nuevo Testamento. En —> Jesús de Nazaret está enteramente presente y en acción la fuerza mesiánica; de él sale un poder de hacer milagros (p. ej., Mc 5,30); esta fuerza demuestra su —> plenitud de poder, se manifiesta principalmente en la resurrección de Cristo y llegará a su cumplimiento total en la nueva venida. Esta fuerza de Dios actúa en la historia humana como poder del resucitado; es un poder que produce una creación nueva.
Existe también y al mismo tiempo la fuerza o poder del mal y de las tinieblas, que debe ser vencida por el poder de Cristo. Este poder de Cristo está actuando en el hombre y desplaza la --> debilidad humana. El Evangelio es la fuerza de Dios (Rom 1,16) para --> salvación de todos los hombres. En el mensaje de Jesucristo, se empeña el mismo Dios en la tarea de crear una nueva vida universal. gr

Funcionarios. El gran imperio construido por David hizo necesario un cuerpo de funcionarios, que se creó siguiendo la organización administrativa sobre todo de Egipto. El cuerpo de funcionarios «profanos» constituye un grupo social aparte, con su peculiar moral de clase, (cf. el «espejo de jueces» de Ex 23,1-3.6-9 y el catálogo de virtudes de los funcionarios de Prov 22,17-24,22) y con su formación en escuelas propias, cuyos maestros y discípulos son los portadores de la —> sabiduría, que, a una con la escuela sacerdotal del templo, toman sobre sí el cuidado de transmitir los escritos tradicionales. La lista de funcionarios de 1Re 4,2-6 menciona a los «notarios» (responsables de los documentos estatales, como los anales, edictos y correspondencia internacional), al --> heraldo, al ministro puesto al frente de los gobernadores de los distritos, al «amigo del rey» (consejero personal oficial, o ministro para los asuntos personales del rey o su haren), al mayordomo de palacio y al ministro para el ejército. Los cargos más altos eran vitalicios y hereditarios. Tienen mucha importancia los gobernadores de los distritos (cf. la lista de 1Re 4,7-19), los oficiales de policía, los jueces y los shoterim (i,notarios?).
Entre los funcionarios «religiosos» figuran, en primer lugar, el cuerpo de sacerdotes de Jerusalén (1Re 4,2) y los «profetas del palacio- (1Re 22). Al desaparecer el año 587 a.C. la independencia nacional, los vencedores impusieron sus propios gobernadores en la ciudad y en parte también sus propios funcionarios, lo que provocó un fortalecimiento del sacerdocio y del sumo sacerdote. ze

Futuro. El pensamiento bíblico está orientado hacia el futuro. —> Yahveh hace de Abraham la «promesa» de que será padre de un gran pueblo (Gén 13,16, etc.). O bien Yahveh saca a su pueblo de Egipto y le promete una tierra que mana leche y miel (Ex 2,8). La --> promesa orienta la mirada del hombre hacia su futuro. Yahveh se promete a Moisés, y por tanto a todo su pueblo: «Yo estaré contigo» (Ex 3,12). El --> nombre del Dios de la alianza significa: «Yo soy el que estará con vosotros» (Ex 3,14). El nombre de Yahveh, es decir, su esencia, significa para el hombre futuro cobijo, guía y
621 protección. Es esencia de Yahveh abrir futuro al hombre.
Los dos relatos de la creación reflejan también el futuro del hombre. En primer lugar, el Creador encarga a los hombres poner nombre a toda la creación, a plantas y animales (Gén 2,19). Quien pone el nombre, da al nombrado sentido, meta y destino. En segundo lugar, requiere de los hombres que se multipliquen, llenen la tierra y la sometan a su dominio (Gén 1,28). Es tarea permanente de los hombres explorar, explanar y dominar los misterios de la creación. La -+ creación deja al mundo un insospechado futuro libre, deja sobre todo al hombre un ilimitado espacio libre de futuro, que debe ser ganado y conquistado día a día. Desde la perspectiva de la creación, el mundo está en proceso constante de formación, desde un pasado a un futuro. Tiene un origen y un destino; y Dios es las dos cosas: «De él, por él y para él son todas las cosas• (Rom 11,36).
Para casi la totalidad del Antiguo Testamento, el futuro es algo cuyas perspectivas se sitúan en el seno de la historia humana, que se espera en el ámbito intramundano. Puede ser la tierra prometida o el fin del exilio y el restablecimiento del reino de Israel, o un —> Mesías rey, una Jerusalén reconstruida, un nuevo templo y un culto nuevo y reorganizado. Pero cuanto más retroceden hacia el futuro las oportunidades de realización de lo esperado, tanto más se sale del ámbito de la --> historia, hacia un --> más allá temporal, lo que se espera. Esta tendencia comienza a dibujarse ya en los profetas posteriores y llega a su plenitud en el género --> apocalíptico del judaísmo tardío: los bienes prometidos se sitúan en un más allá temporal y mundano. Esto, en el fondo, sólo quiere decir que estos bienes salvíficos esperados no están bajo el poder humano, sino que más bien han de ser concedidos por Dios. Para la intelección del tiempo propio de la literatura apocalíptica judía tardía son elementos característicos los eones: cada -+ eón (espacio temporal) se resuelve en el siguiente y el futuro se extiende a lo largo de una cadena eónica incalculable. Pero se espera un eón — el último de la cadena — que significará el fin para el mundo y para los hombres: el «eón nuevo». Este eón se ha iniciado ya con el acontecimiento de Cristo y se sitúa por encima del eón antiguo que aún subsiste. Pasado, presente y futuro son poderes que dominan al hombre (Rom 8,36). «Presente» y «futuro» son fuerzas, como la muerte y la vida, pero ninguna de ellas puede ya dominar propiamente a los que se encuentran bajo el señorío de Dios y de su Cristo (1Cor 3,22). Con Cristo llega algo nuevo, definitivo y permanente, al mundo de los hombres; Cristo es el –> modelo de lo que está por venir (Rom 5,14); los hombres se configurarán en su futuro de acuerdo con este modelo. Este porvenir es el –> futuro de Dios. Así, en el mensaje cristiano se da un futuro permanente y auténtico que no desemboca ni se resuelve en la historia humana, que en último término no está al alcance y disposición de los hombres. Futuro, en sentido bíblico, indica la --> autonomía de Dios y lo imposible de su venida, pero también los límites de la automanipulación humana. Cierto que el futuro de Dios no viene sin el quehacer humano (–> Colaborador), sino que más bien actúa y mueve al hombre al –> experimento de su propio futuro. El futuro del hombre y el de Dios sólo se alcanzarán en el --> amor, ya que éste es el fin de todo --> tiempo humano (Schlier). gr

Futuro de Dios. El mundo y los hombres se hallan en camino hacia un --> futuro que está por irrumpir y que es el único capaz de aportar lo perfecto y auténtico (cf. 1Cor 13,10). Ante este futuro, el tiempo actual del mundo es provisorio. Según las afirmaciones del Nuevo Testamento, este futuro es el –> Señor, –> Cristo --> Jesús (Flp 4,5), pues llega con su «día» (–> Día del Señor) al mundo de los hombres (cf. Rom 13,12; 1Tes 5,2). A partir de su resurrección, Jesús es el futuro, el porvenir esencial; la espera del hombre se dirige ya propiamente a él. Cierto que su «día» está todavía pendiente, pero ha comenzado ya a seguir en el horizonte del mundo, al que da impulso y al que apremia constantemente como –> proximidad. El mundo de los hombres comienza ya a situarse bajo la sombra de ese «día», pues existen desde ahora hombres que pertenecen a él (1Tes 5,8). Dondequiera llega Cristo con su tiempo al mundo, allí llega también Dios a su creación. El reino del Hijo prepara el reino del Padre (1Cor 15,28).
Pero ¿dónde y cuándo llega Dios a su creación? Cada instante es oportunidad del futuro de Dios, ya que en el –> «ahora» definitivo, que es Jesucristo, ha llegado la plenitud del tiempo (Gál 4,4) y se ha cumplido ya la promesa del día de la salvación (2Cor 6,2). Dondequiera los 'hombres se deciden con libertad, van al encuentro de Dios. No hay situaciones neutrales en la vida. El hombre se halla siempre enfrentado a una doble posibilidad: la de estar dispuesto a favor de Dios o la de cerrarse a él. Se vive en estado de disposición para Dios, cuando el --> amor crece en el hombre y se derrama sobre los demás, pues entonces es cuando se espera la «llegada» de Dios (1Tes 3,12s; Flp 1,9s). En Jesucristo ha abierto Dios su amor a los hombres y este amor está ahora empeñado en la tarea de hacer del mundo una nueva creación. Aquellos que se dejan configurar por este amor pueden ya desde ahora obtener la victoria en todas las zonas y sobre todos los poderes que amenazan su vida y se enfrentan a Dios (Rom 8,37). El amor es el lugar del futuro de Dios. En su seno queda abolido el --> tiempo humano y, donde el amor domina, se ha iniciado ya el tiempo definitivo de Dios. Donde los hombres, a imitación de Jesús, quieren ser –> para los otros, donde aceptan su vida como –> cruz redentora, encaminada a la resurrección, allí llega Dios a su creación.
El futuro de Dios es, por una parte, el mensaje de que hombre y mundo están en camino hacia un fin determinado; es un futuro que encierra en sí el requerimiento concreto a los hombres a comprometerse, en –> esperanza creadora, en el mundo tal como existe. Por otra parte, el futuro de Dios es la promesa de que la realidad definitiva no es la muerte y destrucción, sino de que hay un ser humano permanente y una vida válida y verdadera, hay un Dios que sale al encuentro del mundo en devenir. gr