Postmodernidad
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¿Qué es eso de la postmodernidad?

En un primer momento, "postmoderno" viene a ser sinónimo de desencanto de la modernidad y de sus valores, de visión fragmentaria de la vida, de provisionalidad, de cierta nostalgia y melancolía. Los intelectuales postmodernos hablan de la razón débil, incapaz de llegar a la verdad; de una razón que ha perdido su sentido y no puede construir sistemas duraderos, ni mucho menos utopías.

En definitiva, postmodernidad es sinónimo de "crisis de civilización". Crisis para la que no se atisba un futuro con esperanza. De ahí que el postmoderno viva al día, goce el momento presente, experimente la mística de lo cotidiano. El hombre postmoderno es un hombre solitario, hedonista, preocupado por sobrevivir, sin grandes ni duraderos ideales. Para este hombre postmoderno la sociedad en crisis ha tocado techo.

Lo fragmentario y provisional, las historias cortas y sin huella, definen en gran manera todo.

Seguimos profundizando: ¿Cuántas caras ofrece la postmodernidad?

La postmodernidad, en su versión común, ha venido a ser sinónimo de desencanto, desmitificación y ruptura abierta con la modernidad. A la que ha acusado de decadencia y origen de todos los males de nuestra sociedad moderna: desde la irreversible destrucción ecológica, al anunciado antihumanismo (regímenes autoritarios, guerras sin límite, violación constante de los derechos humanos, etc.). En este sentido de "decadencia", la postmodernidad aboga por desenmascarar y desnudar la paradoja de la razón ilustrada (Wellmer), por vivir el momento presente (Baudrillard), por un nuevo narcisismo individualista (Cueto) y por el progresivo imponerse de la razón débil o el no recurrir a los metarrelatos o puntos de vista que pudieran dar sentido global a nuestra histori a y cultura más allá de nuestra pequeñas y cotidianas historias (Lyotard, Vattimo, Mardones); historias, por lo demás, particulares y que ni siquiera tienen la pretensión de dejar huella alguna (Umbral): es el imperio de lo "light".

Pero la postmodernidad, poco a poco, va haciendo resurgir otro sentido diverso: el de "resistencia y regeneración" de la otra cara de la modernidad: la olvidada. La de la solidaridad, libertad, fraternidad, igualdad. En definitiva, la de la utopía. Y ello en diversas versiones y direcciones: recuperando el metarrelato y el sentido de la historia (M. Cruz, Gómez Muller), profundizando en las raíces de la razón y de la democracia (Ballesteros), optando decididamente por el nohombre y su dignidad, haciendo realidad una política con rostro humano (González Faus), potenciando el nacimiento de un nuevo humanismo post-ideológico (Jiménez Sánchez), redescubriendo el valor de la comunidad y lo comunitario (Barcelona), dialogando integralmente con la modernidad (González-Carvajal), haciendo una relectura de los signos de los tiempos (Quinzá Lleó), restaurando el valor de la belleza que integra el sentido de unidad y verdad (Díaz Murugarren), o incluso volviendo a redescubrir la dimensión mística profunda desde el Dios de Jesús, el Cristo (González Ruiz).

Esta segunda versión de la postmodernidad se hace necesaria porque, cuando la postmodernidad sólo se queda en la primera de sus acepciones, la de la decadencia, no es extraño que no sea más que una nueva modalidad de consumismo, del "fin de una historia sin horizonte", de moda para pequeños o grandes burgueses que hacen realidad y desembocan en el triunfo del llamado neoconservadurismo social (Mardones) o de la religiosidad ecléctica y difusa de la "Nueva Era" (Spangler).

BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Evangelizar en una nueva cultura, San Pablo, Madrid 1998; ID., ¿Qué nos espera en el S. XXI?, DDB, Bilbao 1998.

Raúl Berzosa Martínez