Pluralidad - Pluralismo
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El pluralismo y la pluralidad son dimensiones naturales de la rica personalidad humana y de las formas diversas de ver, sentir y hacer en el mundo. Psico-sociólogos de nuestro siglo (P. Berger, Th. Luckmann, E. Fromm) han destacado un hecho evidente: el hombre es el único animal que no viene "con un mundo dado" sino que tiene necesidad de construir su propio mundo. Por eso se puede hablar de mundo natural y "mundo del hombre".

Los filósofos de nuestros días afirman que la vida del hombre es una "vocación" o `llamada" a ser. El hombre es "proyecto", es decir, "empresa de ser".

Desde estas notas inherentes a la naturaleza humana, nacen el pluralismo y la pluralidad. Que afectan, inevitablemente, a la dimensión religiosa y pastoral.

Este pluralismo pastoral, desde el Vaticano II, se ha visto plasmado, al menos, en los siguientes signos: a) en el diálogo con las heterogéneas corrientes de pensamiento contemporáneo; b) la apertura ecuménica a confesiones cristianas y el diálogo interreligioso con otras religiones no cristianas; c) en las diferentes escuelas y corrientes históricas de pastoral; d) el influjo de diversas escuelas, sensibilidades y corrientes teológicas.

En teología, como en pastoral, se prefiere hablar de "sana pluralidad" más que de "pluralismo". Ya que la pluralidad no tiene por qué romper la comunión; mientras que el pluralismo asume, de hecho, el riesgo de convertirse en tendencia o postura autónoma, unidimensional y de ruptura.

En cualquier caso, la pluralidad pastoral nos habla de un cristianismo y de una Iglesia encarnada en diversas circunstancias y ambientes históricos. Con lecturas de la realidad, dinámicas pastorales, problemas y respuestas diferentes.

Este fenómeno se descubre ya desde el comienzo del cristianismo. En donde se percibe una "tensión en la comunión" o una "Iglesia con diversos nombres", en expresiones de E. Bueno y R. Calvo. Así, podemos distinguir, con su teología y praxis pastoral propias, una Iglesia de Jerusalén, comunidades galileas y samaritanas o la Iglesia de Antioquía. Esto por no hablar de figuras, tan ricas como plurales, como son Santiago, Pedro o Pablo.

Y, hoy, esta sana pluralidad se percibe en la gran riqueza y diversidad que el Espíritu Santo regala a su Iglesia en cuanto a carismas, vocaciones, estados de vida, ministerios o funciones se refiere.

Pastoralmente no se debe ahogar la sana pluralidad. En este sentido, la norma y la ley deben estar al servicio de la libertad de los hijos de Dios, rectamente entendida. A esto se llama "epikeia" o correcta interpretación de nuestras acción pastoral, uniendo fidelidad y creatividad.

Pero siempre se deben tener en cuenta, al menos, dos principios operativos: a) que la pluralidad no degenere en disolución de la comunión, es decir, que no se rompa "la unidad en la diversidad"; b) que siempre dejemos la última palabra, en cuanto al discernimiento se refiere, en quienes ejercen el ministerio pastoral cualificado.

BIBL. — Y. CoNGAR, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1953.

Raúl Berzosa Martínez