Palabra, Pastoral de la
DPE
 

SUMARIO: 1. La Iglesia latinoamericana. — 2. Las grandes aportaciones del vaticano II. 2.1. La Revelación. 2.2. La Iglesia. 2.3. La Misión. 2.4. La pastoral de la Iglesia.— 3. La pastoral de la Palabra en el contexto latinoamericano. 3.1. La Palabra de Dios en Medellín. 3.2. La Palabra de Dios en Puebla. 3.3. La Palabra de Dios en Santo Domingo. - 4.. Cauces de la pastoral de la Palabra en latinoamérica. 4.1. La pastoral bíblica. 4.2. La catequesis. 4.3. Las comunidades eclesiales de base. - 5. Orientaciones pastorales. Notas.


En la realidad latinoamericana (I) los nuevos aportes del Vaticano II (II), ayudaron a la Iglesia y las comunidades cristianas a descubrir la riqueza de la Palabra de Dios, que es manantial de vida y esperanza en el caminar de los hombres y mujeres del continente, y esperanza en la construcción del Reino de Dios (III). El encuentro con la Palabra de Dios se ha ido concretando a través de muchos y diferentes cauces (IV). La realidad actual plantea nuevos desafíos que sintetizaremos en algunas orientaciones pastorales que la Iglesia tiene para los próximos años (V).

1. La Iglesia Latinoamericana

La Iglesia en América Latina ha experimentado en estas últimas décadas una nueva manera de ejercer su ministerio pastoral. La realidad latinoamericana marca el terreno de juego. La alegre, intensa y profunda vida de su gente, la riqueza cultural de sus pueblos, pero al mismo tiempo, las heridas profundas provocadas por situaciones de injusticia, que fabrica "pobres", han favorecido un nuevo modo de ser Iglesia y de encarar su misión. La realidad que viven nuestros países latinoamericanos, marcada por la pobreza y los pobres, es para que la Iglesia entienda el evangelio de Jesús y para que replantee su identidad y misión en el continente. La Iglesia lo expresa explícitamente en su magisterio a través de las Conferencias episcopales latinoamericanas reunidas en Medellín, Puebla y Santo Domingo. También la teología, especialmente las teologías de la liberación, han aportado nuevas luces y cauces para comprender y vivir este nuevo modo de ser Iglesia. "Las diferentes corrientes de las teologías de la liberación tienen como nota característica no sólo el interpretar el mal del mundo, sino asumir la tarea de transformar esa realidad pecadora en otra más conforme con el camino del evangelio. El cristiano no es un espectador, sino un protagonista en la creación de los diferentes estilos de vida..." ("Teologías de la praxis y catequesis", ROBERTO VIOLA, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid, 1999, pág. 2185). La Iglesia latinoamericana, con la luz del Evangelio y la fuerza del Espíritu Santo, se comprometió en una opción preferencial por los pobres. Por fin, abrió los ojos a la realidad y reconoció que ellos, los pobres, constituían la gran mayoría de los seguidores de Jesús, y que en ellos se puede escuchar la voz de Jesús que cuestiona radicalmente. Dios se revela y se da a conocer en Jesús. Pero hay algo que escandaliza a muchos; y es que, Dios da a conocer su rostro misericordioso de Padre, en el rostro y la vida de los pobres. Dios se reveló al fin y se hizo carne (Jn. 1, 14), uno como nosotros; Dios se hizo pobre en Jesús, fue pobre y compartió con ellos cada momento de su vida. De tal manera, que la Iglesia llegó a reconocer que "...la situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela..." (Puebla 31).

La opción de Jesús fue "vital"; la de su Iglesia, no siempre lo fue. Hasta hoy suena esa voz que dice: dime qué imagen de Dios tienes, en qué Dios crees, y te diré qué opciones tomas, qué Iglesia construyes. En ciertos momentos de la historia del continente, sectores de la Iglesia dejaron de lado esa opción preferencial, -como si fuera optativo-, y cerraron sus oídos a la voz de Jesús que llama desde rostros y situaciones concretas. Algunos han padecido y padecen de amnesia, y se olvidan que Dios acampó y todavía sigue allí, sin levantar su tienda de entre los pobres. Afortunadamente, muchas de las Iglesias del continente siguen optando radical, vital y preferencialmente por los pobres; viviendo su como Iglesia pobre, cercana y solidaria. Este modo de ser Iglesia y vivir la fe, significó para muchos, pensar -errónea y maléficamente- en un rompimiento con la Iglesia universal, y más todavía, con la fe que venía heredada de estructuras eclesiales monolíticas y alejadas de la realidad. Pero esto no es así. Desde el evangelio decimos que no significa romper con la Iglesia y la fe de la Iglesia; mucho menos, con el Evangelio. Sí es cierto, y esto es irrefutable, que desde la Palabra de Dios, desde la persona y el mensaje de Jesús, desde la realidad de la mujer y el hombre latinoamericano, desde las distintas situaciones económicas, socio-políticas, e incluso religiosas, el ser de la Iglesia en Latinoamérica, es y tiene que ser, cualitativamente distinto, diverso y nuevo de cualquier otra realidad eclesial y pastoral.

2. Las grandes aportaciones del Vaticano II

(En este apartado seguimos el aporte de VICENTE M.a. PEDROSA ARÉS, "Vaticano II y catequesis", en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, págs. 2250-2264). Los cambios producidos en la pastoral de América Latina, siendo conscientes de la diversidad de matices, han sido favorecidos por una nueva mirada de la Iglesia hacia dentro de sí (su vida interna) y hacia fuera de sí (el mundo). Esta mirada que abrió el horizonte e iluminó los nuevos caminos de la Iglesia fue el acontecimiento eclesial más relevante del siglo XX, el Concilio Vaticano II. Éste significó una nueva conciencia del ser Iglesia. Significó reconocer que en el mundo y en la modernidad existían valores que contribuían a un sano crecimiento del hombre y la sociedad. (Sugiero leer el aporte de Casiano Floristán, Vaticano II, en C. FLoRlsTÁN-J. J. TAMAYO, eds., Conceptos fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid 1993, 1450-1462); como, por ejemplo, el reconocer y poner en lugar central las vivencias y experiencias que distorsionaban la vida de la gente y los pueblos: el mal, la injusticia, el pecado.

Los temas tratados en el Concilio, evidentemente, marcaron el nuevo rumbo de la Iglesia en lo referente a su propia vida y la telaraña de relaciones con el mundo en la tarea pastoral y evangelizadora. Tres elementos importantes surgieron del Vaticano II. a) Una nueva cosmovisión cristiana que facilitó y ayudó a una nueva evangelización del mundo contemporáneo. b) Una nueva visión de la Revelación y la fe (Dei Verbum), que nos descubre de una manera nueva el rostro de Dios, que nos ayuda a recuperar desde la fe y la vida, el auténtico Dios de Jesús. Esto facilitará una nueva experiencia de Iglesia. Sin la comunidad cristiana la fe se empobrece. c) Una nueva visión de la evangelización y de la Iglesia (Ad gentes, Lumen Gentium, Gaudium et Spes). Se revitaliza el anuncio de la Buena Nueva, el impulso misionero, tanto hacia dentro de la Iglesia como hacia fuera. La Iglesia es comunidad, lugar privilegiado de encuentro con Dios; desde este encuentro profundo, la Iglesia es luz para el mundo. Las repercusiones concretas -aunque no homogéneas- fueron muchas y buenas. Nos detendremos en tres principios conciliares que -como veremos luego- están como telón de fondo en la pastoral de América Latina, especialmente en la pastoral de la Palabra, tema que nos ocupa.

2.1. La Revelación

Revelación y Palabra de Dios que acontece. El Vaticano II entiende la Revelación como la "automanifestación" de Dios mismo. La Revelación es la acción de Dios y es la experiencia creyente del pueblo de Dios. Por la fe el pueblo de Dios reconoce la huella de Dios en los acontecimientos de la historia.

Dios habla desde los acontecimientos. Su Palabra es significativa para el hombre. La Palabra de Dios, hecha Escritura, se clarifica en la instrucción de la ley y en el anuncio de los profetas. Tiene la finalidad de formar la comunidad de la alianza, un pueblo que viva de manera fraterna y sea feliz (cf. GONZÁLEZ NúÑEZ, A.,

Palabra de Dios, en Conceptos fundamentales de pastoral, Ed. Cristiandad, 1983, pp. 676-696. También sugiero leer Revelación, fe, signos de los tiempos, J. L. SEGUNDO, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, pp. 443-466).

Palabra de Dios que se hace visible a través de mediaciones. Las mediaciones existieron siempre en todos los tiempos y en todas las culturas. a) la palabra del Profeta (mensajero): denuncia de aquello que aleja del encuentro con Dios y anuncio de la esperanza; b) la palabra de la ley: aquellas normas y principios capaces de ordenar la convivencia entre el pueblo y posibilitar realmente el encuentro con Dios; c) la palabra de la historia: que se vive desde una perspectiva trascendente, pues Dios acontece en ella y desde ella el hombre se relaciona personalmente con El; d) la palabra del sabio: que ayudan a buscar y encontrar una sabiduría que adentra al hombre en un clima de valores propicio para el crecimiento; e) la palabra del Hijo: la fe ayuda al creyente a descubrir el acontecimiento central de la revelación: Jesucristo. Él es el mediador por excelencia en el encuentro con Dios Padre, y la "plenitud" de todo y de todos los tiempos (DV. 2). El es la Palabra de Dios, cumplida, realizada. Su palabra está cargada del anuncio del Reino que vendrá, pero que ya está presente.

Palabra de Dios y vida de la comunidad. Haciendo eco del comienzo de la Carta a los Hebreos, la Iglesia reconoce y descubre a Dios manifestado en su Hijo Jesús, presente y actuante hoy (DV 4); por eso, antes que nada, la comunidad cristiana le descubre y celebra vivo en la historia. De ahí que la Palabra de Dios crea comunidad y ella es el mejor e irrenunciable espacio para encontrarla.

El Vaticano II recupera el carácter histórico de la Revelación. La experiencia del pueblo de Dios contenida en la Sagada Escritura provoca este proceso de recuperación, pues nos descubre un Dios que se revela a través de los acontecimientos de la historia. Éstos son Palabra de Dios, portadores de sentido para el hombre; forman parte y están situados dentro del designio salvador de Dios. La presencia de Dios siempre se realiza en la historia y a través del diálogo y el encuentro personal con el hombre ("...la relación entre Dios y los hombres se entiende como un diálogo que ha llegado a su punto culminante en Jesús...". Palabra de Dios, en Nuevo Diccionario de Catequética, Volúmen II, San Pablo, Madrid 1999, pág. 1730). Esta manera de revelarse Dios a través del diálogo es la que propiciará la participación activa de los autores sagrados en la puesta por escrito de la Palabra de Dios. Antes que una serie de datos, la Sagrada Escritura es un testimonio vivo referente a los acontecimientos históricos. A partir del Vaticano II la Iglesia enraíza su tarea pastoral en este nuevo modo de ver la Revelación de Dios en la historia y, sobre todo, en Jesús de Nazaret. Viviría desenfocada y fuera de la realidad si no lo hiciera así. Por eso, a la hora de actualizar la Revelación de Dios en América Latina, es ineludible y decisivo, asumir el contexto histórico que se vive (Cf. DV 8-10). La pastoral de la Palabra tiene que favorecer en cada momento el encuentro personal y comunitario con Cristo; favorecer el proceso de inculturación del evangelio en las diversas culturas; favorecer en las personas un clima de acogida y docilidad a la presencia de Dios en medio de las situaciones concretas de la vida.

2.2. La Iglesia

La nueva eclesiología que surge en el Vaticano II es fundamental para la Iglesia a la hora de elaborar y afirmar su propia identidad.

Sacramento de salvación. La Iglesia queda enraizada y referida a Jesús en cada momento. Dos motivos: ella tiene su origen en Jesús y es quien continúa y actualiza el misterio de la encarnación de Dios en el mundo. Ella es signo visible, expresión fiel del amor de Dios; de ésta manera se convierte en servidora por vocación.

Pueblo de Dios. La Iglesia heredó la rica historia del pueblo de Israel. Es y sigue siendo continuación de ese pueblo. Cada persona que forma parte de ese pueblo está llamada a vivir su dignidad de hijo/a de Dios, a profesar su fe y a ejercer el ministerio de la Palabra como enviado/a de Dios (Cf. LG. 9; 12; 17). La Iglesia tiene en sus manos, con la ayuda infinita del Espíritu Santo, la responsabilidad del anuncio del evangelio que ella misma hace experiencia.

Comunión. El Concilio vincula la realidad intratrinitaria de Dios con la realidad de la Iglesia en la historia. Es la dimensión teándrica y comunitaria de la Iglesia. La comunión es esa realidad íntima, personal y comunitaria, que se da en todo momento entre Dios y los hombres, entre Cristo y la comunidad de seguidores, entre la Iglesia y la humanidad. La Iglesia es comunión y está llamada a erradicar, dentro de sí y en el mundo, todo tipo de individualismo y egoísmo.

Comunidad que celebra. En la celebración litúrgica, la Iglesia, cuerpo de Cristo, glorifica al Padre y llega a la santidad (cf. SC 5-8. 10. 26. LG 10-11). La celebración de la Iglesia es expresión de su vida más íntima y de su relación con el Dios de la vida. La Iglesia es asociada a Cristo en el encuentro de sus miembros, en y desde la comunidad con Cristo. De esta manera se anticipa aquí y ahora la plenitud del Reino.

En América Latina, estos rasgos importantes de la Iglesia se dan en las pequeñas comunidades, en un nuevo estilo de vivir. En los grupos de oración, en las comunidades eclesiales de base, en los grupos de catequesis, en las comunidades de vida de jóvenes, etc., es donde se comparte y se celebra la presencia y el amor de Dios. Desde ésta experiencia de comunidad, la Iglesia se hace compromiso y visibiliza la misericordia de Dios para con los más pobres. Con su testimonio, y asumiendo el carácter prófetico de Cristo, la Iglesia es en muchos lugares de América Latina anuncio, reflejo y signo del proyecto de salvación de Dios entre los hombres.

2.3. La Misión

Como en los temas anteriores, el Vaticano II amplía los horizontes y se crean nuevas expectativas respecto a la misión y la evangelización. Si desde mucho tiempo atrás la evangelización estaba limitada al anuncio del evangelio a los no creyentes, ahora se clarifica la perspectiva entendiendo la evangelización como aquellas acciones que van dirigidas a todas las personas (no sólo los no creyentes), implica ayudar a dar el paso de la no fe a la fe, de la superficialidad a la hondura y madurez de la fe, del individualismo y el no compromiso a una integración en la comunidad cristiana como lugar privilegiado del encuentro con Dios y los demás. El documento Ad Gentes tiene un acento claramente trinitario y cristocéntrico (cf. AG 1-4), y es donde se expresa la "condición misionera" de la Iglesia (cf. AG. 5-6). Desde éste momento hasta nuestros días se ha escrito mucho respecto al tema.

Envío que se actualiza. El envío que hizo Jesús resucitado sigue en el corazón de los que le siguieron hasta el final y en los posteriores discípulos, la Iglesia: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación..." (Mc. 16, 15). Ciertamente que en América Latina, la Iglesia ha hecho la experiencia del principio de la encarnación al encarnarse en distintas realidades del pueblo sencillo, en la gente concreta y su cultura, paras anunciar el evangelio. El camino de la misión es el siguiente: la apertura y el diálogo, la relación fraterna en el amor (cf. AG. 11-12); en ese diálogo Dios cala hondo en la vida. Mejor que una pedagogía y metodología de la imposición, la Iglesia hace el anuncio de Jesús en clave de "llamada e invitación" a convertirse y seguirlo desde la propia realidad y en el contexto de una comuniadad cristiana fraterna, que celebra la presencia de Dios Padre.

2.4. La pastoral de la Iglesia

Al hablar de la acción pastoral de la Iglesia, hablamos de praxis. "En la comprensión actual, cuando hablamos de praxis decimos que hay un componente, la acción, para señalar la interacción de las personas entre sí y con el mundo, y otro componente, la teoría, para significar la cosmovisión y los símbolos con los que se interpreta la realidad y se actúa ante ella. Uno y otro elemento se implican mutuamente" (Teología pastoral, en Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, 216415). La praxis de la Iglesia tiene como fundamento y raíz la praxis de Jesús. En todo momento tiene que ser expresión clara de la praxis de su Maestro.

En Latinoamerica la praxis de la Iglesia se hace visible en las opciones concretas por los más pobres y la vida en comunidad. Desde esta mirada, la pastoral tiene sentido siempre y cuando actualice la praxis del Mesías, que vivió su vida movido por un proyecto salvador. Las bienaventuranzas son la síntesis de este proyecto. Jesús vivió desde la entrega radical a los enfermos, los pequeños, los probres y los pecadores. La clave es la solidaridad por los excluídos y pecadores.

Acción pastoral. La acción pastoral: a) tiene como horizonte el Reino de Dios: el Reino es la felicidad; que la vida y la realidad se asemejen al estilo de vida que quiere Dios; el Reino es regalo y tarea; es iniciativa de Dios y respuesta del hombre; b) es compromiso de toda la Iglesia: que animada por el Espíritu de Jesús se encarna en cada realidad; la corresponsabilidad es la clave del anuncio eficaz y profundo del Reino de Dios; c) es pastoral de conjunto: aunque suene ilusorio, la fuerza del evangelio está en el testimonio personal, pero sobre todo, en el comunitario; no es sólo coordinación, es mucho más, es unidad y comunión: tener un mismo sentir, aunque los carismas y las actividades sean variadas; d) debe ser fiel a Dios y al hombre: la mirada de la Iglesia debe estar puesta en Dios y en la realidad, pues sólo podrá construir una mundo y una sociedad basada en el amor y la paz si es fiel a Dios; pero no se puede ser fiel a Dios y encontrarse con él si no se es fiel al hombre y a las situaciones concretas que vive hoy; e) debe tener en cuenta a los pobres y marginados: los excluídos por estructuras injustas son el punto de partida de la pastoral y el lugar de encuentro con Cristo; f) debe apostar por la vida en comunidad: una comunidad que acoja a todos, donde se viva la fraternidad y sea lo que contrarreste el individualismo existente; g) alienta a vivir en esperanza: ante tantas cosas que desalientan y alienan es posible creer en la posibilidad de un mundo más justo y fraterno; es la tarea de hacer que Dios sea "todo en todos" y donde todas las personas toquen, al menos con las manos, aquella felicidad para la cual fueron creados.

3. Pastoral de la Palabra en el contexto latinoamericano

La pastoral de la Iglesia es el anuncio explícito de la Palabra de Dios, que es Buena Noticia de salvación. En la acción pastoral la Sagrada Escritura ocupa cada vez más un lugar relevante y destacado. Ella es portadora "de sentido" para la vida del hombre, pues es Dios mismo quien habla. Ello es motivo de alegría y esperanza.

La realidad, el hombre y la mujer de América Latina, piden que el anuncio de la Palabra de Dios llegue a todos, toque y afecte las fibras más íntimas para que permita una conversión profunda al evangelio. De cara al anuncio del evangelio, tanto en la catequesis y en las comunidades eclesiales de base, como en la liturgia y la predicación, la Sagrada Escritura ha ido ocupando un lugar "significativo". La Palabra de Dios, es luz que ilumina el camino y la vida de las personas y los pueblos. Para que la Palabra de Dios sea luz en la vida de los hombres, el Vaticano II pidió expresamente que los cristianos tuvieran un "amplio acceso a la Sagrada Escritura" (DV. 22). En este sentido, se notan logros importantes en las Iglesias locales de latinoamérica. Para muchos cristianos, CEBs, y agentes de pastoral, la Sagrada Escritura es el libro que inspira, a través de caminos muy diversos y concretos, el seguimiento de Jesús. De todas maneras, falta recorrer mucho camino.

En continuidad con el Vaticano II y en el contexto de una nueva evangelización, la Iglesia latinoamericana en aquel momento -pero también ahora- anunció la Palabra de Dios en un contexto particular marcado por distintos aspectos que recordaremos ahora:

La situación económica y socio-política. No podemos entender la Sagrada Escritura al margen de la realidad concreta, histórica, sin la realidad de los hombres y mujeres sedientos de salvación; tampoco es posible entender la realidad humana sin la presencia de la Palabra de Dios que da sentido a todo. La realidad latinoamericana está empapada de la sangre de mártires que han dado su vida por un proyecto, un sueño, una utopía: el Reino de Dios, reino de justicia, de paz, de fraternidad y de amor. Ellos ofrecieron y siguen ofreciendo su vida en medio de muchas y diversas situaciones de injusticia que provocan terribles sufrimientos en la vida de las personas, pueblos y culturas. Es imposible cerrar los ojos y estar ajenos a la realidad que está marcada por: a) la explotación de las personas; la manipulación y la desigualdad provocada por el poder, el dinero y el consumo; b) la distancia económica entre el norte y el sur, entre ricos y pobres, que es cada vez más grande; las ayudas (cargas) económicas han endeudado cada vez más a los pueblos en algo que no tiene muchas perspectivas de salida; el continente rico en materias primas es explotado por grandes empresas multinacionales del primer mundo, que se llevan casi todo el dinero; c) la discriminación racial, y la violación de los derechos humanos; la perversión de los sistemas sociales y de la clase política alejada del sentir de la gente y, especialmente de los más pobres alejan el horizonte esperanzador de una vida digna.

Es necesaria la fe. Una fe nueva y renovada. Incluso una nueva visión y vivencia de la fe ante la secularización, el materialismo y la tecnología que lo pueden casi todo. Una fe que lleve a rehacer la fraternidad entre las personas, para que desde ella se encuentren con Dios que es Padre y Madre de todos (Is 49, 15). Esta fe nueva es la que ayuda a muchos a denunciar proféticamente estas situaciones que atentan contra las personas y contra Dios, y a anunciar el nuevo Reino de Dios. Lamentablemente no siempre es ni será así, pues muchas personas de Iglesia han sido y son cómplices de esas mismas injusticias. A pesar de la complicidad, la luz de la Palabra que llega desde el Evangelio, y desde la realidad analizada de forma crítico-creyente, y especialmente desde los pobres, nos ayudan a descubrir lo que destruye y aniquila una vida digna de hijos de Dios y nos propone los mejores y nuevos caminos hacia la nueva humanidad.

Los marginados. Crecen cada vez más. Crecen por motivos sociales, políticos, económicos, étnicos, lingüísticos. La Palabra de Dios que habla desde estas realidades de marginación pide una "escucha atenta" y que nos "comprometa" en la liberación de estos hermanos. La palabra de Jesús que ha liberado a muchas personas de la opresión del pecado, llama con urgencia a continuar su misión en la liberación de los oprimidos y marginados. Es la lucha diaria y permanente por una sociedad más justa y fraterna, donde la libertad sea un valor de todos y vivido por todos. Es necesaria la capacidad de acogida y apertura a todos.

La cultura. La Iglesia se descubre a sí misma en la relación con la cultura y el pluralismo cultural de los pueblos, porque ella es parte de esa realidad. Es evidente que las distintas culturas de latinoamérica enriquecen a la Iglesia y le ayudan a vivir empáticamente con la situación real y concreta de la gente. Los años posteriores al Vaticano II han sido aprovechados por la Iglesia para inculturar el evangelio respetando aquellas cosas que construyen a la persona y ayudando a purificar las que alienan y destruyen. Este contacto con la realidad cultural ha servido a la Iglesia para un cambio de mentalidad y corazón; la inculturación del evangelio ha sido y sigue siendo para la Iglesia y los cristianos la gran posibilidad de descubrir las semillas del Verbo.

Nuevos grupos religiosos. Han aumentado los grupos religiosos, algunos sectarios y fundamentalistas. El sincretismo religioso de algunas sectas hace que la religión sirva de escape de la realidad, y lleve a la falta de compromiso por la liberación de las injusticias. Con la ayuda del Espíritu Santo la Iglesia no se cierra ni deja de dialogar con ellos; es más, con quienes desean y abren sus puertas al diálogo la Iglesia se muestra abierta y trata de buscar lo común a todos como creyentes en Dios. Lo ecuménico es pieza clave en este rompecabezas de nuevos grupos religiosos, pero sobre todo con las religiones que buscan la felicidad plena y verdadera del hombre. El espíritu ecuménico es también testimonio de las Iglesias latinoamericanas que muestra y proclama en la sociedad que el evangelio de Jesucristo es Buena Noticia de salvación para todos. La pastoral de la Palabra ayuda a los cristianos a hacer una lectura ecuménica de la Sagrada Escritura para que las personas y las comunidades vivan en comunión y en el amor. La Iglesia inserta en el mundo tiene como tarea primordial la "nueva evangelización" y su novedad absoluta es Jesucristo el Señor. La reflexión acerca de la pastoral de la Palabra será importante para conseguir que el anuncio toque el corazón de la gente y lleve a las personas al encuentro profundo con el Señor.

3.1. La Palabra de Dios en Medellín

La Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín significó un paso de crecimiento en la elaboración de su identidad como Iglesia latinoamericana. Aquí "...comienza un nuevo período de su vida eclesiástica" (Dicho por Don AVELAR BRANDAO VILELA,

Presidente del CELAM, en la Presentación de las conclusiones de la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín). Era necesario. La Iglesia comienza a hacer un análisis de la realidad y de la situación eclesial distinto al de la realidad e Iglesia europea. Por eso la Iglesia "ha buscado comprender este momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre" (Introducción a las Conclusiones de Medellín, 1), y renovar el compromiso para con las diversas situaciones que viven los pueblos e iglesias latinoamericanas. "Como hombres latinoamericanos, compartimos la historia de nuestro pueblo. El pasado nos configura definitivamente como seres latinoamericanos; el presente nos pone en una coyuntura decisiva y el futuro nos exige una tarea creadora en el proceso de desarrollo". (Medellín, 0). Este esfuerzo por la comprensión de la realidad es la expresión de un cambio y un nuevo rumbo en la manera de vivir su ser Iglesia. Si bien no hay en el documento final un capítulo expreso acerca de la Palabra de Dios, se nota claramente como ella empapa de comienzo a fin los diferentes análisis de la realidad, los principios teológicos y las propuestas de pastoral que realizan los obispos.

Al hablar de la evangelización y el crecimiento en la fe y de la pastoral popular, los obispos dejan en claro que la Palabra de Dios es quien congrega a hombres y mujeres en comunidad: "...los hombres deben santificarse y salvarse no individualmente, sino constituidos en comunidad [LG 9]. Esta comunidad es convocada y congregada en primer lugar por el anuncio de la Palabra del Dios vivo..." (Medellín, 6, 9). Y sólo en ella son santificados y salvados. La santidad se logra en el compartir la vida con los demás y en la pertenencia a la comunidad de los seguidores de Jesús. Y para que la comunidad sea santificadora los obispos llaman a las comunidades a "...basarse en la palabra de Dios y realizarse, en cuanto sea posible, en la celebración eucarística..." (Ibid., 6, 1321).

Cuando se refirieren a la catequesis (cfr. Movimiento catequético latinoamericano. RICARDO GRZONA DARE Y VICENTE M.e PEDROSA ARÉS, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, 1588-1611), expresan lo siguiente: "...debe ser fiel a la transmisión del mensaje bíblico, no solamente en su contenido intelectual, sino también en su realidad vital encarnada en los hechos de la vida del hombre de hoy" (Medellín, 8, 6). Pablo VI en el discurso inaugural de esta Conferencia hace un llamamiento a hacer nuestra, como algo propio, la Palabra de Dios, pues, "...no podemos anunciar la Palabra de Dios sin haberla meditado en el silencio del alma". Luego invita y motiva a todos los agentes de pastoral a "acercarse" al pueblo de Dios y favorecer una "instrucción religiosa, popular y cultural, orgánica y perseverante". Dice a los obispos: "...hablad, predicad, escribid, tomad posiciones... en armonía de planes y de intenciones, acerca de las verdades de la fe, defendiéndolas e ilustrándolas, de la actualidad del evangelio, de las cuestiones que interesan a la vida de los fieles... de las costumbres cristianas, de los caminos que conducen al diálogo con los Hermanos separados, acerca de los dramas ora grandes y hermosos, ora tristes y peligrosos, de la civilización contemporánea" (Discurso inaugural de Pablo VI en Medellín).

La utopía de liberación y la Iglesia renovada, como testimonio vivo de Jesucristo en medio del mundo, surgida en Medellín se fue configurando lenta pero notablemente. A partir de Medellín, la Palabra de Dios será el motivo, la fuerza y el hilo conductor de todo el proceso transformador y liberador de la Iglesia y de América Latina en sus diversos aspectos.

3.2. La Palabra de Dios en Puebla

A partir de Medellín la Iglesia latinoamericana tomó conciencia de que debía hacer un nuevo anuncio del Evangelio, que debía evangelizar y construír una sociedad cimentada en la justicia y la fraternidad. Ahora, en la III Conferencia de Puebla y ante los nuevos desafíos en el continente, los obispos se disponen a "...11evar, con esperanza y fortaleza, el mensaje de salvación del Evangelio a todos los hombres, preferencialmente a los más pobres y olvidados" (Puebla, 12). A los "...responsables del ministerio de la evangelización, nos preocupa cómo hacer llegar al hombre latinoamericano la Palabra de Dios, de tal modo que sea escuchada por él, asumida, encarnada, celebrada y transmitida a sus hermanos (n. 892). Juan Pablo II en su discurso inaugural dice que es posible a través del "compromiso evangélico" (Cf. Discurso Inaugural de Juan Pablo II, en el Tercer encuentro del CELAM, en Puebla. 1.4.), anunciar y promover los valores del Evangelio, los valores de la comunión y la participación, y la denuncia de todo lo que va en contra de la dignidad de los hijos de Dios. Desde una "visión de fe", "a partir del Evangelio" y ubicada en la "realidad del hombre latinoamericano" (Puebla, 15) asumen el desafío de descubrir los signos de los tiempos en la realidad.

La Iglesia sabe que el anuncio nuevo del Evangelio lo motiva el mismo pueblo de Dios que, "...pide el pan de la Palabra de Dios" (n. 93); atenta a la voz de la gente "...ponen en Dios toda su confianza... para dar una respuesta pastoral adecuada" (ib.). La Palabra de Dios se convierte así en el motivo y el centro de comunión entre las personas y en torno a ella "...florecen grupos cristianos eclesiales de seglares, hombres y mujeres" (n. 99) que reunidos para celebrar la presencia de Dios, iluminan su vida y la profundizan (n. 101).

Ante el hambre creciente de la Palabra de Dios, la Iglesia priorizará "la proclamación de la Buena Noticia... la catequesis bíblica y la celebraciones litúrgicas" (n. 150). La evangelización en América Latina implica la conversión permanente de la Iglesia a la Palabra de Dios, que es "Palabra de Verdad" (n. 349) y una actitud de "servicio" para hacerlo en fidelidad a Dios (ib.). Sabiendo que las personas nacen y viven en una cultura determinada, la Iglesia siente la llamada a evangelizar allí donde se encuentra. En cada lugar trata de "alcanzar y transformar, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación" (n. 394).

Describiendo la religiosidad popular que "contiene encarnada la Palabra de Dios" (n. 450), la Iglesia reconoce que en ella el pueblo de Dios se evangeliza continuamente a sí mismo, porque "...la piedad popular presenta aspectos positivos como: sentido de lo sagrado y trascendente, disponibilidad a la Palabra de Dios, marcada piedad mariana, capacidad para rezar, sentido de amistad, caridad y unión familiar, capacidad de sufrir y reparar, resignación cristiana en situaciones irremediables, y desprendimiento de lo material" (n. 913). Cada vez más los cristianos realizan esfuerzos en "profundizar en la fe e iluminar con la Palabra de Dios las situaciones particularmente conflictivas de nuestros pueblos" (n. 470); los obispos les alientan a "seguir prestando este servicio evangelizador y a discernir sus criterios de reflexión y de investigación, poniendo particular cuidado en conservar y promover la comunión eclesial, tanto a nivel local como universal" (n. 470).

Muchos cristianos "escuchando (n. 566) la Palabra de Dios" dejan actuar al Espíritu de Jesús y, movidos por ella, hacen "numerosos esfuerzos por vivir la evangelización liberadora en su plenitud" (n. 488). Confirmando lo dicho en Medellín se dice que la Palabra de Dios hace de la Iglesia una "comunidad fraterna" (n. 567) promoviendo "relaciones más profundas y estables en la fe" (n. 619). Concretamente, la "Comunidad Eclesial de Base" (n. 629) es el espacio vital e ideal donde escuchar la Palabra de Dios y crear profundas relaciones interpersonales, hacer revisión de vida, y reflexionar sobre la realidad, y promover nuevos servicios laicales. En las CEBs es donde se acentúa el compromiso con la familia, el trabajo, el barrio y la comunidad cristiana local; es el espacio adecuado para profundizar la Palabra de Dios y participar de la Eucaristía (n. 640).

Al final de las conclusiones se realiza una síntesis de todo lo expuesto y los obispos dicen que las "...actitudes fundamentales del ser pastoral de nuestras Iglesias en el continente exigen una Iglesia en proceso permanente de evangelización, una Iglesia evangelizada que escucha, profundiza y encarna la Palabra, y una Iglesia evangelizadora que testimonia, proclama y celebra esa Palabra de Dios. El Evangelio de Jesucristo ayuda a construir una nueva sociedad en total fidelidad a Cristo y al hombre en el Espíritu Santo, denunciando las situaciones de pecado, llamando a la conversión y comprometiendo a los creyentes en la acción transformadora del mundo (n. 1305). La Palabra de Dios es, en definitiva, el ser de la Iglesia y el centro de la evangelización.

3.3. La Palabra de Dios en Santo Domingo

La Iglesia que peregrina en este continente está presente y se realiza como comunidad "...en torno a la Palabra de Dios y a la mesa de la Eucaristía..." (Santo Domingo 11) y llena de esa Palabra es enviada a proclamar el Evangelio de Jesucristo mediante el testimonio de amor fraterno. En continuidad con las Conferencias de Medellín y Puebla, la Iglesia reunida en Santo Domingo reafirma "la opción preferencial en favor de los pobres. Una opción no exclusiva ni excluyente, pues el mensaje de la salvación está destinado a lodos" (Discurso Inaugural, Juan Pablo II, Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano, 16). Esta opción está "basada esencialmente en la Palabra de Dios y no en criterios aportados por ciencias humanas o ideologías contrapuestas, que con frecuencia reducen a los pobres a categorías sociopolíticas económicas abstractas. Pero es una opción firme e irrevocable» (lb.).

En el contexto de la nueva evangelización el Papa Juan Pablo II confía en que el movimiento bíblico y la catequesis sigan aportando lo mejor de sí, y espera con confianza que "las Sagradas Escrituras nutran cada vez más la vida de los fieles..." (lb., 9). El aporte ya es notorio, porque ya "...es un hecho que allí donde la presencia de la Iglesia es dinámica, como es el caso de las parroquias en las que se imparte una asidua formación en la Palabra de Dios, donde existe una liturgia activa y participada, una sólida piedad mariana, una efectiva solidaridad en el campo social, una marcada solicitud pastoral por la familia, los jóvenes y los enfermos..." (Ib., 12) se realiza un proceso de crecimiento humano y espiritual, que fortalece la fe de la gente y es imposible que las sectas u otros movimientos religiosos logren instalarse. Por eso es necesario que todos los agentes de pastoral profundicen la Palabra de Dios a través del estudio y la meditación, para "...vivirla y transmitirla a los demás con fidelidad" (Ibid., Presentación, 111, 21), tocando el corazón de la gente y dando respuestas verdaderas, profundas y sólidas a sus necesidades.

Convocada por la Palabra, la Iglesia, tiene como principal oficio "predicar el Evangelio" (Ibid., 33), y será eficaz si lo hace en "fidelidad a la Palabra de Dios" (Ibid., 28). Se reconoce y confirma lo que en las anteriores Conferencias se expresaba: el lugar propio de acogida de la Palabra de Dios es "la comunidad eclesial" (Ibid., 28); en ésta es donde encuentra su fuente que es Jesucristo (Ibid., 31). Sin la comunidad se fomenta el individualismo y, por tanto, la carencia de una fe que ayude a la conversión y el seguimiento de Jesucristo. Lo que permite una auténtica experiencia de Jesús es la Eucaristía y la Palabra de Dios, vividas y celebradas en comunidad (cfr. Ibid., 287).

Al hablar de la catequesis los obispos expresan que ésta tendrá que actualizar la revelación amorosa de Dios manifestada en Jesucristo, y para esto "...debe nutrirse de la Palabra de Dios leída e interpretada en la Iglesia y celebrada en la comunidad para que al escudriñar el misterio de Cristo ayude a presentarlo como Buena Nueva en las situaciones históricas de nuestros pueblos" (Ibid., 33). Además, debe formar catequistas "...dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite para leerla, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, y para iluminar desde la Palabra de Dios su propia realidad personal, comunitaria y social. Ellos serán instrumentos especialmente eficaces de la inculturación del Evangelio" (Ibid., 49).

Desde la experiencia en las comunidades cristianas expresan que la liturgia es lugar privilegiado para la evangelización y un lugar de encuentro comunitario que hay que potenciar y dar pasos de crecimiento. La liturgia debe realizarse "...en total fidelidad al espíritu que el Concilio Vaticano II quiso recuperar en toda su pureza..." (Ibid., 53) y todavía debe recuperar "...las formas, signos y acciones propias de las culturas de América Latina y el Caribe..." (Ibid., 53). Por eso se pide que se valore más la piedad popular, aunque éstas deben ser iluminadas desde la Palabra de Dios.

Otro de los aportes que hace Santo Domingo es que la Palabra de Dios en la comunidad cristiana es la referencia fundamental para realizar cualquier discernimiento. Concretamente, se toca el tema de la mujer en la Iglesia. Se pide a los sacerdotes y agentes de pastoral que tengan la conciencia y la capacidad de aceptar y valorar "...a la mujer en la comunidad eclesial y en la sociedad, no sólo por lo que ellas hacen, sino sobre todo por lo que son" (Ibid., 108); esto debería generar profundas consecuencias en la vida de la Iglesia, pero que hasta el momento no se notan. Se pide, "...discernir a la luz del Evangelio de Jesús los movimientos que luchan por la mujer desde distintas perspectivas, para potenciar sus valores, iluminar lo que puede parecer confuso y denunciar lo que resulta contrario a la dignidad humana" (lb.). A partir de la lectura de la Palabra de Dios es posible descubrir aquellos rasgos que la vocación femenina aporta al plan de Salvación.

Al hablar de la familia dice que, como Iglesia doméstica, ella "...acoge, vive, celebra y anuncia la Palabra de Dios" (Ibid., 214); "es santuario donde se edifica la santidad y desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados" (Ibid., 214. Cita a FC. 55.).

El documento final termina diciendo que todos estamos llamados a la santidad (LG. 39-42); que todos en la Iglesia debemos poner "...un decidido empeño por la continua educación de la fe, por medio de la catequesis, que tiene su fundamento en la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia..." (Ibid. 294). Sólo desde "...la Palabra de Dios leída en Iglesia" (Ibid., 143) se puede afianzar la identidad de la Iglesia.

4. Cauces de la pastoral de la Palabra en Latinoamérica

Hasta aquí lo que la Iglesia latinoamericana ha puesto en común y reflexionado en las Conferencias episcopales de mayor trascendencia. Pero en la praxis de las comunidades cristianas se han ido haciendo procesos formidables. La Iglesia ha ido haciendo un aterrizaje y actualización permanente -con sus idas y venidas- del Vaticano II y los otros encuentros. Fiel a la Palabra de Dios, fiel a la Iglesia universal y fiel al hombre y la mujer latinoamericana, ha ido acercando la Palabra de Dios a través de distintos medios. Especialmente a través de la Pastoral bíblica, las CEBs, y la catequesis, ha hecho un esfuerzo grande por llevar a las personas a vivir su dignidad de hijos de Dios en medio de tantas injusticias, y favorecer el encuentro con Cristo liberador que da sentido absoluto a la vida.

4.1. La Pastoral bíblica

La Palabra de Dios es la fuerza que evangeliza, santifica y libera; pues ella, con lenguaje humano, hecha Escritura, es salvación para el hombre y la mujer de hoy. Haciendo eco del encuentro de los obispos en Puebla podemos decir que la Biblia es el alma de la pastoral de la Iglesia. "La Escritura debe ser el alma de la evangelización..." (Puebla, 372). La nueva evangelización ha implicado -y de hecho se vive así- nuevas formas en el anuncio de la Palabra, siempre en armonía con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Es importante que las personas descubran en cada momento el paso de Dios por la vida concreta y vean con claridad el plan de salvación que Dios tiene para ellos. Es la Palabra de Dios la que sacia el hambre y la sed de quienes le buscan con corazón sincero en la vida, especialmente en la liberación de los pobres de América Latina. Hay dos elementos que importa destacar en este momento: la lectura personal de la Sagrada Escritura y la oración; es decir, la lectura orante y comunitaria de la Palabra.

Motivar y acompañar la lectura personal de la Palabra. La pastoral bíblica está llamada a acompañar a los cristianos y a las comunidades cristianas en un estilo de lectura de la Sagrada Escritura desde las situaciones concretas de la vida. Este acompañamiento enriquecerá la experiencia de encuentro con Cristo haciéndola profunda. La dimensión personal es clave para descubrir a Dios en la propia vida y seguirle; pero no menos importante es la dimensión comunitaria, pues, en ella la persona se va realizando, y desde ella Dios va mostrando los caminos de seguimiento y realización del Reino. La comunidad ayuda en un clima de acogida y acompañamiento a interiorizar la Palabra de Dios.

Motivar y acompañar la lectura comunitaria de la Palabra. Hoy surgen muchas comunidades en torno a la Palabra de Dios, en torno al libro que da vida, la Biblia. Es importante que se siga promoviendo nuevos grupos para leer y orar en en comunidad, con otros, desde la experiencia concreta de los otros. La pastoral bíblica ha hecho que la comunidad y la vida sean un lugar propicio para la oración, un lugar donde las personas vivan abiertas al amor de Dios. La Biblia es, sin duda, "el libro" del pueblo de Dios. Vemos que junto a la Palabra de Dios y los sacramentos las comunidades siguen creciendo y fortaleciéndose porque las personas se ponen en actitud de escucha atenta de la voz de Dios.

La Palabra de Dios ilumina la vida y la realidad siempre y cuando se la "escuche" con atención. Para que la vida cambie y la persona se convierta al evangelio es neceario que la Palabra entre en lo más profundo del ser de la persona. Debe llegar a ser "significativa".

Acompañar en un estilo de lectura de la Palabra. En este doble contexto, personal y comunitario, la pastoral bíblica ha de favorecer en todo momento un "estilo de lectura" de la Palabra de Dios. Una lectura: a) Respetando el texto: sin caer en y evitando el fundamentalismo que no ayuda a asumir la realidad, sino que la evade. b) Que parta de la vida y sea para la vida: no leer la Biblia para saber más cosas, sino para entender, orientar y gustar la propia vida donde Dios tiene su morada; la realidad es punto de partida y también lugar que debe que ser iluminado. c) Eclesial y comunitaria: ineludible y gozosamente comunitaria, pues "donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos" (Mt. 18, 20); es necesario que a la Palabra no la vuelvan a acaparar los expertos y eruditos biblistas y exégetas —que tienen su lugar e importancia-, sino que la interpretación también corresponda a los sencillos y reunidos en comunidad. d) Iluminada por la fe en la resurrección: desde el encuentro con Jesús resucitado experimentado en la vida cotidiana se comprende el verdadero sentido de la Sagrada Escritura. e) Ecuménica: abierta a las experiencias de fe de personas y comunidades de creyentes; Dios es Padre de todos y se manifiesta en todos, que de este modo nos enriquecen y fomentan la comunión en la construcción del Reino de Dios.

Desde éstas pistas la Biblia será el centro de la vida de las personas y las comunidades; el fundamento que anima toda la vida de la Iglesia. Si bien en las CEBs y grupos de oración, en la catequesis, la Biblia es clave, no en todas las otras actividades pastorales es así. En las celebraciones litúrgicas muchas veces, por más que tenga un lugar privilegiado, poco se la escucha, porque poco se prepara a las personas para hacerlo; asi no puede dar frutos en ellos ni en la comunidad. En otros grupos por la intensa actividad que tienen, la Biblia no se toca, y así en muchas otras realidades. Por eso es importante que la Palabra de Dios esté presente en cada encuentro y no como algo que viene añadido o algo que haya que leer por obligación, sino como algo fundamental desde donde Dios nos habla con cariño e ilumina la vida.

Desde otro punto de vista, es importante que la pastoral bíblica conduzca a los cristianos a vivir fieles a la Palabra de Dios, acompañar a los cristianos para que profundizando en la la Palabra maduren en la fe.

Convocatoria y formación permanente de los ministros de la Palabra. Es necesario formar ministros de la Palabra no para que sepan leer bien la Palabra de Dios en las celebraciones, sino para que la vivan como servicio y entrega a los hermanos, especialmente, los más pobres, y las comunidades. Estas son algunas dimensiones importantes a la hora de formar los ministros de la Palabra: a) formación bíblica: conocer la Biblia, saber hacer una lectura creyente de la Palabra en un contexto determinado, lectura y meditación permanente de la Biblia; b) formación humana y espiritual que le ayude a crear comunidad: en relaciones humanas e interpersonales; c) formación para el servicio: comprometerse con la realidad de la gente y los pueblos, con impulso misionero, hacer que Jesús esté en el corazón de las personas, los pueblos y las culturas.

4.2. La catequesis

La Iglesia nació de la palabra de Jesús y fue enviada a todos los pueblos a anunciar la Buena Nueva. La catequesis se comprende dentro de la comunidad cristiana, y su principal anuncio es el evangelio, hecho de una manera especial y con un estilo propio, con tiempos y lugares propios, con pedagogía y metodologías propias. La catequesis que es parte del ministerio de la Palabra tiene sus rasgos propios, como es el relacionado con la iluminación e interpretación de la experiencia humana. (Hablamos del método inductivo que "...parte de la vida humana con sus problemas y situaciones, para proceder seguidamente a iluminarlos con la Palabra de Dios". Orientaciones Comunes a la luz del Directorio General para la Catequesis, n° 165). "El papel de la iluminación de la Palabra de Dios sobre nuestras vidas es el corazón mismo de la catequesis" (Ibid., 93).

Catequesis y Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura es "el libro por excelencia de la catequesis" (Ibid., 44) y como Palabra de Dios se hace inteligible plenamente en las experiencias humanas (Ibid., 93), éstas son el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús. En su pedagogía, la catequesis trata de hacer suya la pedagogía de Jesús. El conocimiento de la Palabra de Dios (Ibid., 156) es uno de los elementos que favorecen que la catequesis sea integral, dentro de un conjunto de elementos también imprescindibles como son la experiencia humana, la celebración de la fe y la confesión de fe en la vida cotidiana.

Catequesis, Palabra de Dios y comunidad. El grupo (Ibid., 181) es el espacio privilegiado donde se profundiza la Palabra de Dios, el mensaje cristiano. Por eso el grupo es considerado en la catequesis como elemendo metodológico y didáctico fundamental.

De hecho, la comunidad cristiana es "catequizadora" (Ibid., 183) porque en ella se transmite de generación en generación la "Palabra viva de Dios". En la comunidad cristiana tiene lugar la "educación de la fe". Todo intento de hacer catequesis de forma individualista y privatizada, con el objetivo de "enseñar la doctrina", y evitar la experiencia con los demás a través del grupo o la comunidad cristiana, es falso, nada pedagógico, y, mucho menos, evangelizador. Más que llevar al encuentro con Dios y ayudar a la persona a hacer un proceso de madurez cristiana, lleva al alejamiento y la frustración. Basta con mirar muchas parroquias vacías.

La catequesis y ministerio de la Palabra. La catequesis entendida como parte del ministerio de la Palabra (Directorio General para la Catequesis, 51) es: a) "convocatoria y llamada a la fe": especialmente dirigido a los no creyentes, los bautizados que viven al margen de la vida cristiana (cf. EN 51-53); la catequesis desarrolla esta función sobre todo en el despertar religioso del niño, en sus familias; b) la catequesis es "iniciación": vinculada con los sacramentos de la iniciación; este tiempo es para personas que han aceptado a Jesucristo y, por medio de la catequesis, son introducidos a la vida de la fe, la liturgia y el pueblo de Dios; de esta manera se van adentrando más en el conocimiento de Jesús y las condiciones para su seguimiento; c) la catequesis tiene la tarea de "educar permanentemente" la fe: cronológica y vitalmente, desde el nacimiento hasta la muerte y pasando por todas las etapas de la existencia, ayudando a descubrir el paso de Dios por la vida y trantado de vincularle profundamente con El; d) su presencia también es litúrgica: la celebración de los sacramentos es uno de los elementos privilegiados de la educación de la fe; es la posibilidad de vivir en la vida los misterios de la fe, el misterio de Dios salvador; e) la función teológica: es la necesidad de un estudio profundo y sistemático de la Palabra de Dios y de cómo hacerla vida "aquí y ahora".

La catequesis, anunciadora de la Palabra de Dios en el interior de la nueva evangelización, con el testimonio permanente de sus catequistas y los cristianos, transforma la vida de las personas y ayuda a establecer el diálogo fraterno con Dios, razón de nuestro vivir. Releyendo la Dei Verbum (n. 8c.) decimos que el Evangelio resuena en la Catequesis y por ella, en el mundo.

4.3. Las comunidades eclesiales de base

Las comunidades eclesiales de base son en la actualidad el cauce más importante de escucha y vivencia de la Palabra de Dios en las parroquias del continente y en los barrios más carenciados. Son el espacio propicio para escuchar la Palabra de Dios y vivirla con profundidad. Ellas son la "respuesta a la necesidad de vivir la experiencia de Iglesia en el seno de la pequeña comunidad, sobre todo en las sociedades masificadas, como las grandes ciudades de nuestro continente" (Orientaciones Comunes para la Catequesis de América Latina, n° 189). Es el nuevo rumbo y enfoque eclesiológico de nuestra Iglesia latinoamericana. Las distintas asambleas de obispos reunidas en Medellín, Puebla y Santo Domingo, han resaltado este nuevo modo de ser Iglesia, quizá porque ellas son el espacio de vida —la mayoría de las veces- de los más pobres del continente. Ellas son el nuevo "modo de vivir la Iglesia, de ser Iglesia y de actuar como Iglesia" ("Comunidades Eclesiales de Base", MARCELO DE C. AZEVEDO, en Mysterium Liberationis, Tomo 1, pág. 246). Implican un nuevo estilo de vida y nuevas opciones para la Iglesia. Ellas son el lugar del pobre, el punto de encuentro de muchas vivencias y situaciones personales, familiares y lugar de la celebración del paso de Dios por la vida. La vivencia de la Palabra de Dios provoca en las CEBs una vida de fe intensa, un sentido de pertenencia que se hace visible en la fraternidad y la entrega por los hermanos. La Palabra de Dios se lee, se reflexiona y se ora de tal manera que ensancha y abre el corazón de las personas a Dios y al mundo que les rodea. Esta Palabra hecha oración y en comunidad, se hace compromiso solidario para con los demás, especialmente los marginados y pobres.

5. Orientaciones pastorales

Ante la realidad progresiva de inhumanidad para la gran parte de hombres y mujeres de América Latina, la Iglesia ¿podrá seguir ofreciendo desde la Palabra de Dios una respuesta liberadora y de felicidad?. ¿Qué propuestas pastorales hacer?; ¿qué rostro de Dios presentar?; ¿cómo proponer su Palabra de salvación?; ¿qué proyectos de humanidad forjar en medio de tanta inhumanidad?.

La Palabra de Dios es luz La Palabra de Dios se realiza a través de una Iglesia que ilumina las situaciones humanas y se compromete por una vida digna de hijos de Dios para todas las personas. Las estructuras económicas y de poder son incapaces de considerar a los hombres y mujeres como "personas"; sin embargo Jesús nos da testimonio de que es prioritario limpiar la mirada y el corazón, y ver a la persona como una finalidad en sí misma, pues cada uno lleva marcado a fuego desde la creación la vocación de hijo e hija de Dios. San Ireneo de Lyon se expresaba así: "la gloria de Dios es el hombre viviente". Es urgente restablecer y potenciar esta dignidad.

La Palabra de Dios es compromiso. La pastoral de la Palabra en América Latina es la praxis de la Palabra de Jesús, su vida y su persona. Urge la presencia de hombres y mujeres comprometidos incondicionalmente por el Reino de Dios hasta las últimas consecuencias y si fuese necesario entregando la vida como Jesús lo hizo. La muerte de los mártires del continente es hoy la vida de tantos hermanos (Cf. SOBRINO, J., Espiritualidad y seguimiento de Jesús, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 449-476).

La Palabra de Dios es servicio. La Palabra de Dios se refleja en la Iglesia de América Latina como "servicio" profético de anuncio del Reino de Dios y denuncia de aquello que impide la llegada o avance del Reino. Durante mucho tiempo se ha permitido descaradamente un cristianismo conformista y se ha descuidado el caráter profético de Jesús de Nazaret.

La Palabra de la Iglesia. Es: a) anunciadora de esperanza: la Palabra de Dios reclama de la Iglesia un compromiso en la lucha por la justicia (la justicia del Reino); reclama una evangelización inculturada respetando la riqueza cultural de los pueblos; y reclama la construcción de la historia desde el pluralismo y una mirada positiva sobre la vida; b) una interpelación permanente: a las injusticias provocadas por estructuras económicas y de poder que deshumanizan al hombre y la mujer de hoy; c) una palabra que invite a "vivir la fe" en comunidad: especialmente en las CEBs; la formación de asambleas (ekklesía) de personas libres, donde desaparezcan las diferencias económicas y sociales; cuando el Espíritu actúa en las iglesias aparecen comunidades de este tipo más o menos logradas; d) una palabra que "convoque y llame" al compromiso (cf. JON SOBRINO, Comunión, conflicto y solidaridad eclesial, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 217-243): por los más pobres y marginados de la sociedad, viviendo el misterio de la cruz, lugar donde Dios manifiesta su Gloria.

BIBL — AZEVEDO, M. DE C., Comunidades Eclesiales de Base, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 245-265; CELAM DE CAT, Orientaciones comunes a la luz del Directorio general para la catequesis, Isca y Trejo ediciones, Buenos Aires, 1999; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio general para la catequesis, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1997; ECHEVERRÍA, F., Palabra de Dios, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, págs. 1730-1749; FLORISTÁN, C. - TAMAYO, J. J., Vaticano II, en Conceptos fundamentales del cristianismo, Trotta, 1993, págs. 1450-1462; GONZÁLEZ NÚÑEZ, A., Palabra de Dios, en Conceptos fundamentales de pastoral, Trotta, 1993, Pág. 676-696; GRZONA DARE, R. - PEDROSA ARÉS, V. M.', Movimiento catequético latinoamericano, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, págs. 1588-1611; PARRA, A., Ministerios laicales, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 319-343; PEDROSA AR€S, V. M.'., Vaticano II y catequesis, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, págs. 2250-2264; SASTRE GARCÍA, J., Teología pastoral, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, págs. 2155-2171; SEGUNDO, J. L., Revelación, fe, signos de los tiempos, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 443-466; SOBRINO, J., Comunión, conflicto y solidaridad eclesial, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 217-243; SOBRINO, f., Espiritualidad y segumiento de jesús, en Mysterium Liberationis, Trotta, 1990, págs. 449-476; VIOLA, R., Teologías de la praxis y catequesis, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, 1999, págs. 2183-2189.

Daniel Salsamendi Barral