Institutos seculares
DPE
 

Del sacramento del Bautismo arranca la llamada universal a la santidad, aunque los caminos de realización existencial sean diversos.

Se trata de distintas maneras de colaborar con Cristo en la salvación de todos los hombres. Una de estas formas es la secularidad consagrada; y consagrada no sólo por los sacramentos del bautismo y de la confirmación, sino por una aceptación especial y particular de la llamada de Cristo a participar más íntimamente y más radicalmente en la obra de salvación universal en medio del mundo.

Esta nueva consagración, como dice el Vaticano II, "radicada en la consagración bautismal, la expresa más plenamente" (Perfectae Charitatis, n. 5). Y es que la consagración, tanto religiosa como secular, supone un intento de vivir con radicalidad las exigencias del bautismo en cuanto al seguimiento e imitación de Cristo. Su radicalidad se expresa en la plena disponibilidad y dedicación a trabajar por el Reino.

Es lo que dice el Código de Derecho Canónico en el canon 577: "En la Iglesia hay muchos institutos de vida consagrada... siguen más de cerca a Cristo ya cuando ora, ya cuando anuncia el Reino de Dios, ya cuando hace el bien a los hombres, ya cuando convive con ellos en el mundo, aunque cumpliendo siempre la voluntad del Padre". Recordemos que, a los Institutos Seculares dedica el Código 21 canones: del 710 al 730.

Pío XII, en la Provida Mater, fue quien otorgó a los Institutos Seculares como la carta de ciudadanía en la Iglesia.

Afirmando que son tan estados de perfección como puedan serlo los Institutos Religiosos, si bien con ciertas peculiariedades. Así se afirma expresamente, en el apartado II.1., que "ni admiten los tres votos públicos de religión, ni imponen a todos sus miembros la vida común o morada bajo el mismo techo".

La novedad de esta intuición viene a romper viejos esquemas y es lógico que hubiese ciertas dubitaciones e imprecisiones a la hora de su reglamentación.

En algunos ambientes sigue latente en el subconsciente la idea de que los Institutos Religiosos son el modelo de estructuración de todos los estados de perfección. Así, por ejemplo, la vida comunitaria, como una de las diferenciaciones entre los Institutos Religiosos y los Institutos Seculares, exige en los primeros unas determinaciones que no se exigen en los segundos. Por lo que puede dar la sensación de que los primeros están más completos y acabados, y los segundos, un poco mas en el aire. Cuando, en realidad, la finalidad de los Institutos Seculares no está en la separación del mundo y en la vivencia de la vida comunitaria, sino en la inserción en la actuación apostólica dentro del mundo, viviendo y ejerciendo la secularidad en forma cristiana.

Por eso afirma el Primo Feliciten, apart. II, refiriéndose a los Institutos Seculares: "En la ordenación de todos los Institutos se ha de tener siempre presente que debe resplandecer bien patente en todos ellos el propio y peculiar carácter de estos Institutos, es decir, el secular, en el cual radica toda la razón de su existencia".

Conviene realizar tres observaciones sobre el carácter secular de los Institutos:

  1. Se da este carácter secular porque se vive en el siglo. De ahí el apelativo secular; y se vive como vive cualquier otro cristiano " en todo lo que es lícito y pueda compaginarse con los trabajos y deberes de la perfección" (Primo Feliciter, Apart. II).

  2. Se ejerce la misión y el apostolado en el siglo; esto significa que se ejerce el apostolado en el mundo, no a través de una asociación o agrupación, sino con responsabilidad propia y personal (espiritualidad de mediación), no en nombre del Instituto. Aunque el Instituto sea el punto de referencia en razón del carisma propio. Se ejerce incluso "en lugares tiempos y circunstancias prohibidos o inaccesibles a los sacerdotes y religiosos" (Provida Mater., n. 10).

  3. Se ejerce por medio del siglo, es decir, por medio del las estructuras, profesiones y asociaciones netamente seculares. Como dice el Primo Feliciten, Apartado II, se actúa "desde el siglo y, por consiguiente, en las profesiones, formas, actividades, lugares, circunstancias correspondientes a esta condición secular".

Para afianzar aún más este triple aspecto o dimensión, recordamos unas palabras de Pablo VI el 26 de septiembre de 1970 en el encuentro internacional de Institutos Seculares:

"(...) ¿Abandonaremos o podremos conservar nuestra forma secular de vida? Esta es vuestra pregunta; la Iglesia ya ha respondido; sois libres para elegir; podéis continuar siendo seculares... Y tendréis así un campo propio e inmenso en que dar cumplimiento a vuestra tarea doble: vuestra santificación personal, vuestra alma, y aquella consecratio mundi, cuyo delicado compromiso, delicado y atrayente, conocéis; es decir, el campo del mundo; del mundo humano, tal como es, con su inquieta y seductora actualidad, con sus virtudes y sus pasiones, con sus posibilidades para el bien y con su gravitación hacia el mal, con sus magníficas realizaciones modernas y con sus secretas deficiencias e inevitables sufrimientos... Es un camino difícil, de alpinista del espíritu".

En septiembre de 1972 seguía diciendo Pablo VI a los responsables de los Institutos Seculares: "Secularidad (...) debe significar, ante todo, toma de conciencia de estar en el mundo como lugar propio vuestro de responsabilidad cristiana".

En febrero de 1972, con motivo del XXV Aniversario de la Provida Mater, había dicho que la secularidad "no sólo representa una condición sociológica, un hecho externo, sino también una actitud: estar en el mundo, saberse responsable para servirlo, para configurarlo según el designio divino en un orden más justo y más humano con el fin de santificarlo desde dentro".

Por tanto, la secularidad hay que entenderla desde la existencia personal, dentro de este mundo, reordenando las realidades temporales según el espíritu cristiano y haciendo presente en ellas al Rey y su Reino.

Concretando aún más en este campo de las realidades temporales, Pablo VI, como si tuviera presente a los Institutos Seculares, escribía en "Evangelii Nuntiandi", n. 70:

"Su tarea primera (...) es el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas". De estas palabras se hará también eco Juan Pablo II en su discurso del 28 de agosto de 1980 a los Institutos Seculares.

Todo ello nos hace descubrir la sintonía de los Institutos Seculares con el nuevo estilo de evangelización del mundo moderno. Los Institutos Seculares están llamados a una extraordinaria fecundidad apostólica en esta hora de nueva evangelización. De nuevo, Pablo VI alude a este futuro prometedor cuando, dirigiéndose a los Institutos Seculares en el XXV Aniversario de la Provida Mater, dice: "no puede menos de verse la profunda y providencial coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y una de las líneas más importantes y más claras del Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo".

Hay que saber aunar consagración y secularidad. Ambas realidades, como constitutivos de su carisma propiamente laical. Aludiendo a esta doble realidad de la secularidad y de la consagración dijo Pablo VI a los responsables de Institutos Seculares en 1971: "Ninguno de los dos aspectos de vuestra fisonomía espiritual puede ser supervalorado a costa del otro. Ambos son "coesenciales".

Un cristiano, al ingresar en un Instituto, continúa en la misma situación profesional y secular de antes, pero ahora "especialmente" consagrada.

Con palabras sencillas, una de las características de los miembros de los Institutos Seculares es que no se trasladan cuando ingresan en éstos, sino que se quedan en el mismo lugar y en la misma profesión en que se encuentran para, desde allí mismo, ser fermento evangelizador del mundo y vivir su propia vocación a la santidad radical.

Los Institutos Seculares son una respuesta a la presencia de la Iglesia en el campo de la secularidad; una respuesta a la urgencia de la presencia cualificada del seglar cristiano en el mundo. Esta presencia no es sólo testimonial, sino activa y eficiente. Trata de estructurar el mundo según el espíritu del evangelio. La vida secular, reconociendo la presencia de su Señor en la jerarquía, y animada por el testimonio de los religiosos, intentará forjar un nuevo mundo que se realice en el amor y en la caridad de Cristo.

La tarea no es fácil; se sienten en medio del mundo en un trabajo de "mediación", de ser fermentos en la masa. Es necesario que los Institutos hagan un esfuerzo, si es preciso, de adaptación a la hora de vivir la secularidad.

La fidelidad no consiste en no cambiar, sino en tener la decisión necesaria para cambiar, con tal de prestar a la Iglesia y a los hombres el servicio que Dios quiere y como quiere, es decir, una renovación en fidelidad y con creatividad al propio carisma y vocación.

El hecho mismo de que con frecuencia se considere a los Institutos femeninos como "religiosas seglares o como religiosas que viven en sus casas" puede ser una llamada de Dios para purificar un estilo de vida en la línea de la secularidad. Esto no obsta para que se tengan algunas casas, para los fines específicos y muy concretos del propio Instituto.

La Provida Mater lo dice expresamente en III, 4: "Los Institutos Seculares, aunque no imponen a todos sus miembros, según la norma del derecho, la vida común o la conmemoración bajo un mismo techo, sin embargo, conviene que tengan, según la necesidad o utilidad, una o varias casas comunes..."; y sigue señalando algunas de estas necesidades: para que residan los dirigentes-animadores o para formación o reuniones y para casos de enfermos o inválidos, o casos especiales en los que no conviene que vivan privadamente en sus casas.

BIBL. — J. GEA ESCOLANO, Fermento en el mundo, PPC, Madrid 1986, 29-38; 160-165; T. DE URKIRI, Vírgenes Seglares Consagradas, Atenas, Madrid 1986; A. DÍAZ TORTAJADA, Fermento en el mundo, Edicep, Valencia 1991; CONFERENCIA ESPAÑOLA DE INSTITUTOS SECULARES, Identidad y misión de los Institutos Seculares hoy, Madrid 1984; J. BEYER, Los institutos de vida consagrada, BAC, Madrid 1978, 198-215; A. L. AMAT, El seguimiento radical de Cristo, Vol II, Encuentro, Madrid 1987, 625-717.

Raúl Berzosa Martínez