Exequias
DPE
 

SUMARIO: 1. La muerte, una realidad de siempre con connotaciones nuevas. a) Se muere con prisa; b) Se muere sin prisa; c) Se entierra, se incinera, se ora también con prisa. — 2. Otras connotaciones socio-religiosas. a) La familia y su realidad religiosa; b) ¡Aquí están los alejados!; c) Todo un reto: crear comunicación; d) Favorecer la comunicación: dejar hablar a los símbolos. — 3. Las exequias, oportunidad evangelizadora para la comunidad cristiana. a) Pilares básicos de la celebración exequial; b) En una comunidad que celebra y evangeliza; c) Comunidad parroquial que crea servicios y ministerios que preparan evangelizadores d) Comunidad parroquial con una praxis evangelizadora; e) Nuevos interrogantes. — 4. A modo de apéndice. a) El servicio exequial en los tanatorios.

Esta presentación sobre la pastoral de las exequias es, en cierto modo, una proyección de la pastoral de exequias de la Parroquia de la Sma. Trinidad de Madrid, en la que ejerzo mi ministerio presbiteral. Esta pastoral queda ampliada y reforzada con la experiencia ya prolongada que la parroquia lleva a cabo en uno de los tanatorios de Madrid.

1. La muerte, una realidad de siempre con connotaciones nuevas

La pastoral de las exequias no se limita a una edad determinada. Se muere a todas las edades. Mueren niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Sobre todo, mueren personas mayores. La edad es un dato muy importante a tener presente a la hora de las exequias. La situación anímica de la familia reviste características especiales y, según los casos, complejas. Las circunstancias de la muerte pueden agudizar el estado anímico familiar. La comunidad parroquial tiene ahí una realidad pastoral importante. La muerte ha podido venir precedida por buen acompañamiento del equipo de enfermos de la comunidad, del sacerdote. En ocasiones, sor-prende a propios y extraños.

En este breve artículo vamos a fijar-nos, sobre todo, en algunos aspectos evangelizadores en relación con las exequias y su entorno.

a) Se muere con prisa. Quienes vivimos la experiencia de la muerte, por ejemplo en un tanatorio, observamos que muere diariamente un número importante por: accidentes, infartos, violencia, cánceres, virus extraños, suicidios... Se mueren con prisa. Por otra parte, los lugares donde acaece la muerte un viaje, unas vacaciones, una convención, la calle, son testigos de la prisa con que se desarrollan las diversas circunstancias de la muerte.

b) Se muere sin prisa. En la lista, con una media de veintidós muertos, que nos entregan a diario en uno de los tanatorios de Madrid, pidiendo el servicio religioso, observamos que la edad media de la muerte oscila entre los 80 y 84 años, seguida en segundo lugar, por los que mueren entre los 75 y 80 años. Esta realidad nos aporta connotaciones nuevas: El trabajo absorbe la vida de la pareja se limita el tiempo dedicado a atender al padre, a la madre, a un hermano, al suegro... A menudo les acompaña un inmigrante, y es éste quien cierra sus ojos en más de una ocasión. Las residencias van siendo con más frecuencia que antes su casa definitiva. Los centros especializa-dos son otras de las derivaciones para nuestros enfermos.

c) Se entierra, se incinera, se ora, también con prisa. ¡24 horas! Es el tiempo legal, para después proceder a la conducción del cadáver, en ese espacio de tiempo se han llevado a cabo los requisitos de: arreglar el entierro, los detalles de la incineración, si la familia los desea, la urna para las cenizas y su destino.El servicio religioso si es posible en el día, evitando en ocasiones ir a la parroquia y así celebrarlo en un lugar adaptado a sus conveniencias. El desandar lo andado por los familiares que han venido de fuera. ¡Todo en 24 horas! Hay naciones europeas que dedican 3 ó 4 días para hacer todo con calma, con paz, humanizando estos momentos íntimos de la familia y viviendo la celebración religiosa con profundidad y sin prisa. Todo este marco desempeña un papel importante a la hora de las exequias.

2. Otras connotaciones socio-religiosas

a) La familia y su realidad religiosa. Nos encontramos con familias que mantienen la unidad religiosa, y han sido precisamente los padres los transmisores de esa fe. Se los ve abiertos a la hora de la celebración de la Palabra en la casa o en el tanatorio, y predispuestos a participar en la misa funeral. No es esto lo común en muchos ambientes de hoy.

Así entramos en una gama de situaciones socio religiosas muy variadas. Afrontar la celebración crea con frecuencia fricciones familiares. Por una parte, la pareja, el matrimonio, no mantiene ni unidad de criterios ni de prácticas. Hoy por hoy sigue siendo la madre, la mantenedora de la llama de la fe. Pero en la mayoría de los hijos de estos matrimonios observamos un conjunto de situaciones ante lo religioso muy diverso y, en consecuencia, ante las exequias.

b) ¡Aquí están los alejados! Los buscamos. Pero... Hoy los tenemos aquí, en la Iglesia, en el tanatorio. Las exequias, sobre todo en las ciudades, tienen en la actualidad mucho de reclamo social. Ahí tenemos una tipología muy curiosa: en primer lugar, esa gente buena, sencilla, fiel a su fe tradicional, los que dicen que son alejados sin más, los que declaran ser practicantes y saben dar razones de su fe, los que se etiquetan de agnósticos, sin saber dar demasiadas explicaciones de esa palabreja, no faltan aquellos que se proclaman ateos, los que confiesan creer en Dios, pero no en la iglesia. De vez en cuando se acerca alguno de otra confesión religiosa. La primera urgencia es generar un espacio de acogida.

c) Todo un reto: crear comunicación. Los asistentes... aburridos muchas veces de la vida, sin encontrar el sentido de la misma, realidad ésta cada día más aguda... hoy han llegado hasta aquí. Se han situado junto a un familiar, un vecino, un compañero de trabajo, un desconocido... El sacerdote es, por lo general, otro desconocido, si bien empieza a ser para ellos el centro de la comunicación o incomunicación. Su mirada, sus gestos, sus palabras... crean cercanía o distancia-miento. Conectar con esa masa, personas, constituye la segunda urgencia o reclamo de las exequias. Si a todo esto agregamos el problema de la incomunicación en la sociedad, la tarea no resulta nada fácil. Hacer que la Palabra de Dios emerja sobre toda esta realidad y sea centro de las exequias, es nuestro gran desafío.

d) Favorecer la comunicación: dejar hablar a los símbolos. Se supone el con-tacto previo con la familia. Nada fácil muchas veces en la ciudad. Encuentro en la casa, en la iglesia, en el tanatorio..., para que las miradas, las caras, no resulten extrañas. Muchas veces hay bastante fluidez en la conversación. Otras, no tanto. Ese encuentro nos evoca algunas constantes. Aparecen gestos significativos. Sale el hogar, lugar de trabajo, amigos, enfermedad, la postura ante la vida. Evocan hechos, cosas significativas que pueden ser símbolos en el momento de la celebración. Los símbolos juegan un papel importante para favorecer la comunicación. Todo eso puede servirnos de soporte para que la Palabra de Dios se haga inteligible y significativa para el hombre de hoy en más de una ocasión.

3. Las exequias, oportunidad evangelizadora para la comunidad cristiana

a) Pilares básicos en la celebración exequial. Cristo da sentido a la Muerte y Resurrección. El ritual de exequias nos recuerda cómo el hecho de la muerte ha sido iluminado progresivamente a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento. En Cristo ha encontrado su luz plena. Todo lo que podamos decir como cristianos acerca de la muerte lo debemos referir siempre a la muerte de Cristo. En ella advertimos una " dimensión personal", ya que Cristo asumió libremente la muerte; una" orientación comunitaria" puesto que El murió por nosotros, por todos los hombres; y una "relación con la misma muerte", porque Él triunfo totalmente sobre su poder (R.E. 4). La Resurrección de Cristo da plenitud de vida.

El mismo Ritual de Exequias nos recordará que la Resurrección es lo que da sentido final a la muerte de Cristo. A partir de la realidad del misterio pascual, la relación de los hombres con la muerte cambia de signo. Cristo vencedor ilumina a "los que viven en sombra de muerte" (Lc. 1.79) y los libera "de la ley del pecado y de la muerte" (Rm. 8.2), y cuando llegue el fin de los tiempos, su triunfo tendrá su consumación en la resurrección general de los muertos. Entonces la muerte será destruida para siempre (R.E. 5).

b) En una comunidad que celebra y evangeliza. La finalidad propia de la celebración no es ofrecer el primer anuncio. Sin embargo, la liturgia debe asumir subsidiariamente la acción evangelizadora misionera. Dios habla ahí a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio y el pueblo responde con el canto, la oración así la fe de los asistentes se alimenta. (S.C. 33).

Pero Dios habla no sólo para los que tienen fe y participan en la celebración ejercitando su fe. También habla para los extraños, para los no creyentes, que miran las celebraciones desde fuera como un espectáculo curioso. Y para tantos cristiano de fe débil o demasiado implícita que asisten -más que participan- en las funciones litúrgicas por razones más o menos sociológicas. Para todos la liturgia posee por sí misma una fuerza evangelizadora. No pueden menos de interpelarse y preguntarse qué significa eso.

La celebración, la homilía, deberá tener en cuenta la doble fidelidad: a la Palabra de Dios en el marco de la celebración, y la situación concreta cultural, espiritual y problemática de los asistentes.

La animación de la celebración debe estar garantizada, al menos por un núcleo de cristianos mas comprometidos, que den así testimonio de su fe y contribuyan a que ésta prenda o se despierte en los demás.

Para lograr esta meta el "equipo litúrgico" con el sacerdote debe tratar de ser fiel a las reglas de la liturgia, y por otra parte, a la comunidad que preside, más o menos heterogénea, haciendo uso inteligente de las mil maneras de acomodación que hoy están a su alcance y que no pocas veces desconoce, o de las que prescinde por pura comodidad. (Congreso Evangelización y hombre de hoy, pág. 277).

c) Comunidad parroquial que crea servicios y ministerios que preparan "evangelizadores". A corto plazo: Vivimos muchas veces en la pastoral de lo inmediato. Muchos de los planes pastorales son a corto plazo. Duran con frecuencia un año. Los planes de un año son borra-dos por los del año siguiente. Esto lleva a que no tengamos personal especializado para ministerios concretos. Uno de ellos puede ser el de las exequias.

A largo plazo: "Catecumenados o Catequesis de inspiración catecumenal". Comunidades. Habrá que atender a lo concreto, inmediato, a objetivos comunitarios por ejemplo, los objetivos diocesanos anuales, pero sin perder de vista objetivos que son la base de nuestra pastoral un año y otro año. En concreto, objetivos que preparan evangelizadores, más, en estos tiempos de increencia: creación de catecumenados, 3 ó 4 años (largo plazo) y desde ahí, surgen las nuevas comunidades. Es, tras este período, cuando éstas asumirán ministerios, responsabilidades, en la comunidad parroquial.

El proceso de inspiración catecumenal es duro. En un tiempo de activismo cuesta que estos años de "catecumenado" se centren en desarrollar: la comunicación, la experiencia de la Palabra de Dios, la conversación, la oración, gustar lo celebrativo, empezar a ver el compromiso personal de los miembros y el del grupo.

Hay un temario fijo para cada uno de estos años del "catecumenado" y un método concreto: Primer año: Jesús de Nazaret (12 temas en varias sesiones cada uno de ellos) Segundo año: La Comunidad Cristiana o Iglesia (Otros tan-tos temas y varias sesiones por temas) Tercer año: Los Sacramentos, la celebración (dígase lo mismo). Cuarto año: Paso del "catecumenado" a la comunidad. Al llegar aquí, la comunidad se vincula más fuertemente a la parroquia, "comunidad de comunidades".

El paso de un año a otro se culmina con una celebración en la gran comunidad: con la entrega de la Biblia y el "efetá"; la entrega del Credo o síntesis de la fe, y la entrega del Padrenuestro como signo de la oración que da sentido a su vida.

Este planteamiento de crear "catecumenados" y comunidades es permanente y prioritario, Es un reto para que cada año tengamos la bella meta de iniciar un catecumenado y una comunidad nueva. Al llegar aquí, la nueva comunidad asume una tarea concreta, misión, discernida por ellos, sugerida por el consejo pastoral y sus sacerdotes. Animación de exequias, de padres que traen sus hijos a bautizar, novios, economía parroquial... responsabilidades fuera de la Iglesia, en la vida social, política... ¡Ojalá que esta misión sea verdadera acción del Espíritu!

d) Comunidad parroquial con una praxis evangelizadora. Uno de los ministerios de la comunidad parroquial es el de las exequias. Uno de los "catecumenados", al final de su recorrido, escoge como tarea parroquial, la animación de las exequias. La comunidad, tras el proceso, es una comunidad integrada por 10 ó 12 personas. Otras comunidades atienden otros ministerios.

El consejo pastoral, los sacerdotes, la misma comunidad, dan el visto bueno a esta misión. ¿Cómo se les prepara para esta finalidad? Sensibles a la comunicación, a la Palabra de Dios, a lo celebrativo, a los gozos y alegrías de la comunidad y del mundo, los miembros de la comunidad son invitados a animar estas celebraciones. La Palabra vivida en la comunidad semanal o quincenalmente, la Formación en la segunda parte de la reunión en torno á la responsabilidad asumida (en este caso, las exequias), la evaluación de cuanto acontece en las mismas, los símbolos que han ido dando vida a nuestras reuniones, son medios que nos predisponen a un servicio exequial evangelizador.

La acogida. Uno de los puntos que hay que cuidar es el momento de conectar con la familia. Es el primer momento de acompañamiento. Un contacto con ella en la parroquia o mejor en su casa es vital. En estos momentos hay familias locuaces, otras son de un gran hermetismo. Ahí salen detalles de la muerte, realidades de su vida familiar y profesional, gustos, objetos, aficiones, vida cristiana o no. Aparecerá su actitud ante la vida: valores, aspiraciones... todo es importante para la familia y debe serlo para nosotros. La pareja puede ayudar a sensibilizar al equipo. Hay que estar atentos a las resonancias en los amigos, en personas que se sienten interpeladas, quizá piden un diálogo. Las mismas personas, en un segundo momento de servicio, realizan la acogida en la iglesia, acogida a la familia e invitación para colocarse en un lugar preferencial. Entrega de la hoja de canto u hoja especial. A cuantos asisten a la celebración, atienden a mil detalles con actitud de servicio. Hacen la acogida a la gran comunidad. Queda un tercer momento de acompañamiento después de la celebración. Ahí puede empezar una acción evangelizadora-misionera. Las exequias no terminan en la Iglesia. Ni debe terminar ningún acontecimiento sacramental en la celebración si tenemos esta clave evangelizadora.

Las lecturas. Otros miembros de la comunidad al servicio de las exequias habrán orado con las lecturas previamente escogidas, cuidan de que sean proclamadas con unción y la ambientan con una monición. La idea central puede plasmar-se en un mural colocado en un lugar destacado, visible a todos. Es esa frase la que puede ayudar a centrar la homilía. La Palabra es uno de los grandes retos en estas celebraciones. Habría que regalar biblias a la familia, invitar a cursos de formación en la comunidad. Es entonces cuando se nos pide armonizar los lenguajes antropológicos, bíblico, simbólico, testimonial..., de modo que la Palabra de Dios ocupe uno de los momentos cumbres de la celebración, dejando claro el anuncio, el Kerigma.

Los símbolos. Estamos en un mundo en el que los símbolos juegan un papel muy importante en todos los órdenes de la vida: en la política, el deporte, el comercio... Otra tarea para el equipo animador. Tienen un valor clave en lo religioso, en lo celebrativo, de un modo particular en la celebración exequial. El cirio pascual goza de un valor simbólico especial dentro de las exequias, pero hay que llenarlo de contenido, de vida, a la hora de su significación. Puede aparecer encendido antes de la celebración, puede ser encendido ante la comunidad ya congregada, puede exigir una breve explicación de lo que representa, se le pueden añadir unas flores en un momento determinado, se puede encender desde él una vela y llevarla, por ejemplo, a la urna de las cenizas o entregarla a un miembro de la comunidad, invitando a dejarnos iluminar por Cristo, luz del mundo más en momentos significativos como éste. Hay otras partes de la celebración que nos dan la oportunidad de poder explicar otros símbolos: un objeto personal muy importante para el difunto y los amigos; detalles de su vida de hogar, del trabajo, del deporte... A veces la familia, los amigos, son los que sugieren la idea, y a quienes les agrada ofrecerlo, por ejemplo en el ofertorio. He aquí otro reclamo evengelizador, si sabemos darle la fuerza que contiene. En ocasiones, un poema puede hacer de catalizador en este momento de la celebración exequial.

La música. Por todas partes oímos melodías. La música es un acompañante del hombre de hoy. A su son vibra todo. Está en todas las concentraciones. Tiene una fuerza que subyuga, si se utiliza bien. Estamos reunidos. La música es.uno de nuestros acompañantes y de la comunidad. Ahí tenemos otro gran medio evangelizador en las exequias. Una nueva tarea para el equipo. Saber quién tiene ese don, quién puede animar a la masa, hacer que el canto sea una oración en alta voz. Puede haber momentos en que canta la comunidad, que canta el solista, que se oye una música sinfónica o melódica pero sin letra. Hay otros en los que la música puede ir acompañada por una expresión corporal. Las exequias nos ofrecen la oportunidad, a través del canto, de percibir su poder evangelizador.

La colecta. Hay quienes no la hacen nunca. Otros jamás dejan de hacerla. En ambos casos hay que descubrir su sentido evangelizador. Apenas se motiva. No la hacemos cercana al pueblo, por ejemplo, en este caso exequial, dejarla en manos de la familia. ¿No tendrá carácter más evangelizador el dar motivaciones por las que se pueda ofrecer? Un hecho social que acaba de ocurrir, una obra social que tiene la parroquia aquí con el tercer mundo, dejarla en el altar, entregarla a la familia al final de la misa, para que sea ésta, pueblo de Dios, la que tome la decisión. He aquí otra función preciosa delicada, para el equipo animador. Es otro medio que ayuda a que los que han participado, a que tomen una vez más iniciativas, se interroguen, respondan.

Acción evangelizadora, misión. Esto no termina con las exequias. La misa exequial sigue. Es la hora en la que todo el equipo, sabiendo que el presbítero es uno más del mismo, entra en contacto con los que han participado. Hay que seguir en activo, interviniendo, dialogando. Y no sólo con la familia, con todos. Los rostros del equipo pueden ser significativos para más de uno. No perdamos nuestra misión evangelizadora. Hay que salir a la calle, fuera del templo parroquial. Quizá ahora nos corresponda más la tarea de escucha: apreciaciones de la celebración, interrogantes que ha podido crear, cosas que han agradado, otras que han molestado, sugerencias, invitación a tomar una copa, cita para hablar un día... Estamos tocando el dintel de lo que nos puede conducir a seguir la evangelización.

e) Nuevos interrogantes. La misma celebración. Hemos apuntado solamente unas sugerencias con carácter evangelizador. Se pueden hacer muchas más sobre las exequias. Desde estas notas queremos dar a entender la tarea evangelizadora que es posible realizar en el acompañamiento con todos y cada uno de los sacramentos y con las demás acciones pastorales. Un horno para fabricar evangelizadores. Es preciso programar: saber abordar las acciones pastora-les a corto y largo plazo y saber priorizar estas acciones pastorales. Pero no se puede dejar de promover a gentes de buena voluntad en las fuentes del "catecumenado", y de la comunidad, y así garantizar su presencia en la comunidad local y en la sociedad. El "catecumenado" para preparar "evangelizadores" no es una panacea. Pero sí es importante recuperar elementos fundamentales de los primeros tiempos de la Iglesia, retomados hoy en los dos sínodos de la evangelización (1975) y de la catequesis (1977) y en otros muchos documentos que son conscientes del proceso evangelizador que debe llevar toda nuestra pastoral.

4. A modo de apéndice. El servicio exequial en los tanatorios

Los tanatorios. Dentro del mundo exequial se encuentran hoy los tanatorios. Están llegando a todas las ciudades y poblaciones de cierta importancia. Se diría que las familias y empresas funerarias han sincronizado oferta y demanda. Queda resuelto en un momento todo tipo de tramitaciones. Los tanatorios han captado las necesidades de las familias reacias a este hecho, han pasado a verlo con toda normalidad. Entre las diversas atenciones que éstas demandan una, de ellas es la religiosa. Hoy por hoy, en nuestra experiencia de 15 años en un tanatorio de Madrid, con unos 25 muertos diarios, la mayoría piden estos servicios. No bajamos de 22 celebraciones diarias de la Palabra. La mayor parte demandan el rezo de un responso. Las familias desgranan rosarios. Poco, mejor casi nada, rezan con la Biblia, les cuesta hacerse a esa nueva fórmula. Ante el hecho religioso, en las familias se ve una gama muy diversa. Las hay que "pasan" de la misa diaria que se celebra en el tanatorio, las que se recogen en su velatorio a la hora de la celebración de la Palabra. En general, se da una aceptación buena, al menos respetuosa, de la eucaristía.

A la luz de esta opción pastoral caben otras preguntas: ¿Opción sacramental? ¿Opción más evangelizadora? ¿Mezcla de la opción sacramental y evangelizadora? Algunos lo resuelven celebrando la misa diaria para todas las familias que se encuentren en el tanatorio. Por otra parte, se realiza la celebración de la Palabra en cada velatorio. Son más de 500 personas con las que se conecta a diario. Las familias van descubriendo una oración cercana, esperanzadora, que en les llena de paz. Una oportunidad importante para abrir la puerta a una acción evangelizadora. La misa celebrada por algún sacerdote cogido al azar puede ser la ocasión para desconectarse de la parroquia en un momento importante para la vida comunitaria de la familia y de la comunidad parroquial, ya que ven en esa misa un sustituto del funeral. ¿Y los seglares? Llegó su hora. Son sujetos activos propios de estas celebraciones de la Palabra. Una vez más vemos aquí la singular importancia de las comunidades, previo proceso "catecumenal". Esos miembros viven su fe en la misma, están en formación permanente, y les llega el momento de hacer este servicio exequial y de contacto misionero con los familiares de los difuntos. Los tanatorios presentan otra oportunidad para la acción evangelizadora: con motivo de la incineración.

La incineración. Otra realidad. Cada día se incrementa el número de las incineraciones. Leemos estadísticas de alguna ciudad española en la que se ha pasado de incinerar el año 91 el 12,07% de los cadáveres y el año 99 el 24,07% de los mismos. Es preciso esperar un breve tiempo para recoger las cenizas. Previa-mente se ha ofrecido a la familia unos 20 modelos de urnas, arquetas. Es un momento tenso. Pasar de ver el cuerpo vivo hace unos días, a contemplarlo, horas después, en un ataúd y luego con-centrado en unas cenizas. A algunos, estas cenizas les queman en las manos. No dan crédito a lo que ven.

¿Qué hacemos con la urna? El mar, la montaña, el jardín, el río, un parque, el nicho familiar, algunas iglesias, el aire... son lugares que acogen estas cenizas. Algunas ciudades españolas han destina-do un barco para depositar estas cenizas en el mar a una distancia determinada, otras han creado un dispositivo que las lanza al aire.

¿Qué hacemos pastoralmente? Las familias van resolviendo este hecho con un sentido, en general, profundo. Un silencio... las echan al mar, después unas flores, leen un poema, otros un pasaje bíblico y como final rezan un Padre nuestro todos abrazados. Al día siguiente alguno comenta que las flores permanecían en el mismo sitio que cayeron las cenizas. Una realidad. Está ahí. Nos pide respuesta, ofertas a familias que lo agradecerán. Este servicio incrementará la acción evangelizadora.

Coordinando esta acción evangeliza-dora. Vemos como un gran ideal que los ministerios eclesiales sean animados por las comunidades que van saliendo de estos procesos de fe.

Esto supone: -la creación constante de estas comunidades animadoras de los servicios en el seno de la gran comunidad, uno de ellos es el de las exequias, -la formación específica para el dicho servicio en la propia comunidad, en ese espacio de puesta la día, formación, que se tiene en una de la partes de la reunión comunitaria.

En la medida que van siendo realidad en las comunidades parroquiales estos servicios específicos, hay que saber coordinarlos con las personas que vienen realizándolos. En el caso de la exequias, habrá que estar muy atentos a los que trabajan con los enfermos, a los animadores de los grupos litúrgicos, y siempre a personas concretas que se sienten vocacionadas y tienen dones, cualidades para esta misión. Así una buena coordinación es pieza clave para esta acción evangelizadora.

BIBL. — Evangelii Nuntiandi (E.N.) PPC. Madrid 1975; Catechesi Tradendae (C.T.) PPC Madrid 1979; Directorio General para la Catequesis. L. Editrice Vaticana Citta del Vaticano 1997; Congreso: Evangelización y hombres de hoy. Edice Madrid 1986; COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, Exequias, 1989, R. Ex. Credograf, S.A. Ripollet (Barcelona) 34-35; SECRETARIADO DIOCESANO DE LITURGIA. Celebración de la muerte, Obispado de Bilbao, 1988; D. BOROBIO, Catecumenado para la Evangelización. San Pablo 1997; C. FLORISTÁN, Para comprender el Catecumenado. Verbo Divino. Estella. Navarra 1989; J. M. CASTILLO, Espiritualidad para las comunidades. San Pablo. Madrid, 1996; J. GARCÍA HERRERO, Sacramentos, celebración de la presencia de Dios en vida. Verbo Divino. Estella. Navarra, 1994; J. VICo PEINADO, Dolor y muerte humana digna. San Pablo. Madrid, 1995; A. PAGRAllI, La pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida. Ediciones Paulinas 1991; H. BouRGEols. Los que vuelven ala fe. Editorial Mensajero 1995; Adiós. Revista de Empresas. Empresa Mixta de servicios funerarios de Madrid 1999. Año IV.

Ignacio Jordán