Ángeles y demonios
DPE
 

1. Los ángeles vuelven a estar de moda

Comenzamos con unas palabras de Pilar Rico: "Los ángeles están de moda. Sólo hay que pasearse por los escaparates de ras grandes tiendas de decoración, librerías y galerías comerciales. Libros, cartas, discos, adornos, cursos que nos enseñan a hablar con los ángeles. Incluso la actriz Lucía Bosé está embarcada en el proyecto de crear un museo dedicado a los ángeles en el castillo de Turégano, dentro de la Iglesia de San Miguel, que incluirá una amplia biblioteca sobre el tema".

Algún obispo español me preguntaba no hace mucho tiempo si esta moda no tendría algo que ver con el fenómeno de la New Age. La respuesta es en cierta manera afirmativa, pero va mucho más allá y es más compleja.

Al parecer, el interés por el tema de los ángeles, ha sufrido tres olas o momentos fuertes: uno clásico, que hace referencia a los ángeles en el mundo antiguo y que llegaría, incluido el Nuevo Testamento, hasta la edad media. Otra ola o momento fuerte desde la edad media hasta la segunda Guerra Mundial. Y la tercera ola, la actual, en la que los ángeles han regresado especialmente a través de las manifestaciones artísticas: música, películas, televisión, libros, encuentros personales.

H. C. Moolenburgh, médico holandés, ha afirmado que el retorno "de los ángeles a la conciencia del hombre, cuando ya se creía un tema olvidado, podría revelarse como una de las mayores sorpresas del siglo veinte".

Los ángeles serían, para este autor, criaturas espirituales entre el mundo material del ser humano y el origen de toda energía. Ocupan un lugar en la vida humana. Si escuchamos nuestra voz interior percibiremos su presencia, descubriremos sus distintas naturalezas y funciones y los integraremos en nuestras vidas. A través del autocontrol, la meditación, el sueño y la oración podemos conectar con ellos, ya que nos ofrecen su ayuda para aportar amor y alegría a nuestra vida cotidiana.

En este sentido, los arcángeles guardianes, por ejemplo, se localizan cerca de la tierra, los más próximos al ser humano y cruzan con regularidad la frontera entre el más allá y la vida terrenal, y están pendientes de nosotros de forma constante. Miguel, es el gran príncipe, el patrón de todos cuantos afirman que su reino no es de este mundo. Gabriel significa la fuerza de Dios. Raciel, "Dios es mi bienestar". Rafael, "Dios cura". Metatrón es como el secretario de Dios. Por lo tanto la estructura de todo lo creado sería ésta:

Otros autores afirman que los ángeles pueden ayudarnos en los pequeños y grandes problemas cotidianos de la vida, incluso pueden curarnos de enfermedades. Se les puede pedir asimismo intercesión y ayuda para otras personas queridas. Por eso hay manuales para aprender a hablar con los ángeles. Lo cual no supone que los problemas personales desaparezcan por milagro, pero sí descubrir opciones y alternativas para resolverlos creativamente.

Otros autores afirman que desde los tiempos más remotos a la humanidad le han fascinado los ángeles. Esos seres impresionantes y luminosos que planean entre Dios y los hombres. Los ángeles nos rodean por todas partes. Los ángeles son seres etéreos, llenos de luz, andróginos.

En este redescubrimiento de los ángeles debemos hacer mención finalmente del espiritismo. Para esta corriente esotérica, los ángeles no son seres creados aparte y de una naturaleza especial, sino Espíritus del primer orden, es decir, aquellos que ya han llegado al estado de espíritus puros después de haber vencido todas las pruebas. Antes de que nuestro mundo comenzara a existir, existían ya estos Espíritus puros. Por espíritu se entiende un ser inteligente creado que puebla el Universo fuera del mundo corporal. Estos espíritus están divididos en una triple escala u orden: espíritus imperfectos, espíritus buenos y espíritus puros.

En resumen, en nuestros días, en el tema de los ángeles se dan estas posturas:

Pero más allá de esta moda "extra cristiana" hagamos una breve incursión en la tradición cristiana: ¿qué podemos afirmar en este tema que nos ocupa?

2. Angeles y demonios en la Biblia y en la tradición

Angeles y demonios han tenido una parte importante en la experiencia cristiana. Piénsese, por una parte, en los ángeles custodios tanto de las personas individuales, como de las ciudades y de las naciones; por otra, en las persistentes y difundidas creencias sobre el origen demoníaco de ciertos fenómenos o en el mito de Fausto, que vende el alma al diablo a cambio de la juventud y de la belleza.

2.1. Ángeles

El nombre "ángel" viene del griego y significa "mensajero". Expresa, pues, una función, pero no nos da ninguna luz sobre su naturaleza: tan es así que en el Antiguo Testamento también el viento y la llama son "mensajeros" de Dios (Sal 104, 4).

Alguna vez, en el mismo contexto, sucede un hecho singular: el ángel se identifica poco a poco con el mismo Señor, sin distinguirse ya de él. La tradición original contaba quizá la intervención de Dios de forma demasiado humana; el redactor posterior del texto primitivo pudo haber introducido la figura del ángel para salvaguardar mejor la transcendencia de Dios.

El nombre de ángeles se da también a los miembros de la "corte celestial" o "ejército" o "cortejo del Señor" (y también "santos" e "hijos"). Se habla de los querubines que sostienen el trono de Dios o guardan la entrada del Edén; y de los serafines con seis alas que cantan la gloria de Dios tres veces santo (cfr. Sal 80, 20; Is 6, 2; Ez 10,1).

En las tradiciones posteriores al destierro se encuentran referencias más frecuentes a los ángeles (libro de Job, Ezequiel, Zacarías, Tobías, Daniel). Por primera vez aparecen nombres personales: Rafael (= Dios sana) y Gabriel (héroe de Dios) en Tobías. Miguel (= ¿quién es Dios?) en Daniel. Había ya una conciencia clara de que Dios era el Altísimo, el Unico: estos intermediarios entre Dios y su pueblo no eran ya una amenaza para el monoteísmo, sino que eran considerados más bien como un medio de comunicación entre Dios y los hombres.

En el Nuevo Testamento el ángel o los ángeles aparecen, sobre todo, en los momentos en que la intervención de Dios se presenta como misterio y, a la vez, como hecho real: así sucede en la anunciación a María (Lucas) y en el sueño de José (Mateo), y en otros episodios de los llamados Evangelios de la infancia; lo mismo en los episodios de las tentaciones de Jesús en el desierto, de la agonía en Getsemaní, de la resurrección. También en los Hechos de los Apóstoles los ángeles son los instrumentos de la intervención de Dios en la historia de la Iglesia primitiva. Como en el Antiguo Testamento, en el Nuevo los ángeles representan al mundo celestial, al otro mundo, en torno a Dios (cfr. Mc 12, 25).

En los textos apocalípticos se da una especial importancia a la participación de los ángeles en los acontecimientos del fin del mundo (cfr. Mt 13, 41-42). En el juicio universal separan a los malos de los buenos, acompañan al Hijo del hombre en su segunda venida, reúnen a los elegidos (cfr. Mt. 24, 31; 25, 31). En el Apocalipsis los ángeles están presentes casi en cada página. La carta a los Hebreos subraya la inferioridad de los ángeles respecto a Cristo y da esta definición: "es ritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación" (1, 14).

Finalmente, la adoración de los ángeles está expresamente prohibida, tanto en el Apocalipsis, como en Pablo, el cual además afirma que "juzgaremos a los ángeles" (1 Cor 6, 3): misteriosa alusión a una posibilidad de pecado, presente también en ellos. Estos ángeles que estarán sometidos al juicio de los hombres serían, más bien los demonios.

2.2. Demonios

En el Antiguo Testamento se habla muy poco de los demonios: apenas alguna referencia a las supersticiones populares y a las prácticas mágicas, severamente prohibidas y declaradas ineficaces en comparación con el poder de Dios.

Aparece el término Satán, literalmente "adversario" (traducido en griego por "diábolos"): unas veces con el significado de "acusador" (Jb 1, 6; Sal 109, 6), otras con el de enemigo militar o político, quizá suscitado por Dios (1 Sam 29, 4). Satanás y los demonios aparecen frecuentemente en el Nuevo Testamento. Satanás es llamado el "fuerte", "el maligno", "el príncipe de esta mundo", "el dios de este mundo" (cfr. 12, 29; Mt 13, 19; Jn 12, 31). Es el tentador por excelencia, que viene a "cribar como trigo" a los discípulos (Lc 22, 31) para "hacerlos caer en su dominio", aunque no ignoran sus "ardides" (2 Cor 2, 11). Hay que revestirse de la armadura de Dios para "poder resistir a las estratagemas del diablo" (Ef 6, 11). "Nuestro enemigo el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar" (1 P 5, 8).

Satanás tiene el poder de tentar también a Jesús según el relato unánime de los sinópticos (cfr. Mt 4, 1-11). Entra dentro de Judas, convirtiéndose en actor directo de la traición (cfr. Lc 22, 3). Tiene su reino y proclama que todos los reinos de la tierra están en su poder. Es el poder de las tinieblas que se opone al poder de la luz. Tiene el "poder de la muerte", más aún, es "asesino desde el principio" y "padre de la mentira" (cfr. Jn 8, 44; Hb, 2, 14).

Pero el dato fundamental del Nuevo Testamento consiste, sobre todo, en el anuncio de que Satanás ha sido vencido por Dios. A Satanás y a sus demonios "les queda poco tiempo" (Ap 12, 12). En efecto, Cristo vino para destruir las obras del diablo. Si Satanás es fuerte, Cristo es "más fuerte que él", lo desarma y lo vence (Lc 11, 22). Esta victoria se manifiesta no sólo en las tentaciones vencidas, sino también en la lucha con los demonios que Cristo hace salir de los hombres en los que había entrado.

3. El tema de los ángeles y demonios
en los teólogos de nuestros días

3.1. En el campo protestante

Hasta la primera guerra mundial, entre los protestantes, influidos por la teología liberal, su postura es de escepticismo en lo que se refiere a los ángeles y demonios. Sin embargo K. Barth se erige como el autor de la más completa y profunda angeología y demonología protestante moderna. El no duda de la realidad de los ángeles porque viene atestiguada por la Escritura. En cuanto al diablo, no lo concibe como una criatura personal, sino como una tercera fuerza de ser, intermedia entre Dios y la creación. Algo así como un sentimiento de "negatividad y repugnancia" de Dios ante la creación no completada. Esta tercera fuerza desaparecerá al final de los tiempos, en la escatología.

Para P. Tillich los ángeles y demonios existen pero no como seres autónomos, sino como símbolos concreto-poéticos o imágenes del bien y del mal que afectan a lo real.

R. Bultmann solamente ve en el tema de los ángeles y demonios los restos de una mentalidad infantil sacra.

P. Ricoeur, interpreta al diablo como figura del mal que cada uno introduce en el mundo con su propio pecado, del cual es responsable.

Pero la actitud general global es la de desinterés por el tema: sencillamente, se trata el problema del mal, pero sin hablar del diablo (E. Fuchs, H. Braun, M. Mezger, E Moltmann, W. Pannemberg, etc).

3. 2. En el campo católico

Si hasta hace algunos decenios no se discutía la existencia de ángeles y demonios, hoy los autores católicos se dividen en dos campos: Una minoría sigue admitiendo su existencia; algunos sin enfrentarse a la literatura crítica sobre el tema (Regamey, Seeman, Schmaus, Auer). Una minoría, también, tiende a reducir los ángeles a simples expresiones del amor de Dios, y a Satanás como "símbolo" del pecado personal y social en la línea de la desmitologización bultmaniana (Haag, Lang, Kung, Sartory, Haring, Jossua, Mayer, Schooneenberg). Otra minoría, sin embargo se conforma con afirmar su existencia, teniendo delante la problemática de la literatura crítica (Kelly, Duquoc, Fischer). Finalmente, otros autores ni afirman ni niegan: se conforman con un juicio "en suspensión temporal", de duración impreciso (Semmelroth, Rahner).

El gran grupo de teólogos católicos afirma que la doctrina de seres espirituales creados, buenos o malos, y que influyen sobre los hombres, es una verdad de fe vinculante. Aunque ciertamente no es creíble todo aquello que la tradición presenta sobre el tema. Se muestran cautos y delicados en sus opiniones, dividiéndose en autores bíblicos (Schnackenburg, Kertelge, Grelot) y dogmáticos (Balthasar, Flick, Alszeghy, Ratzinger, Lehmann, Kasper, Marranzini).

3.3. Magisterio contemporáneo, liturgia y catecismo

En el Vaticano II sólo se conceden tres pasajes al tema de los ángeles: destinados a venir con Cristo en su gloria final (LG 49); son justamente venerados por los fieles (LG 50); están subordinados a la Madre de Dios (LG 69).

Por el contrario, el tema de Satanás es más frecuente: se encuentra en los orígenes del mal (GS 13); el príncipe de este mundo, el diablo, lo tiene sometido en el pecado (GS 13; AG 3). Jesucristo nos has liberado del poder de Satanás (SC 6), de su esclavitud (GS 22). El diablo nos tienta (LG 16, LG 48). Necesitamos purificarnos de las tentaciones del maligno (LG 17; AG 19). La conversión conlleva una lucha contra los espíritus del mal (LG 35). Como resumen, se presenta al diablo como realidad personal, su funcionalidad en referencia al mal, y el realismo, según la Biblia, de su influjo hasta la victoria definitiva de Cristo.

El Papa Pablo VI habló en dos ocasiones sobre Satanás (29 de junio de 1972, y 15 noviembre 1972), saliendo al paso de las desviaciones sobre el tema del mal: "el mal, no sólo es una deficiencia, es una realidad; y el diablo, el maligno, es un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad misteriosa y estremecedora". Se basa el Papa en la Escritura y en la tradición de la Iglesia.

Por lo demás, en la nueva reforma litúrgica, la Iglesia ha recogido la doctrina tradicional sobre los ángeles y el diablo: se mantiene la fiesta de los arcángeles (29 de septiembre), y de los ángeles custodios (2 de octubre), así como la Misa votiva de los Santos Angeles. Es la primera vez, después de Trento, que se incluye en el Misal Romano un prefacio que agradece a Dios la creación de los ángeles, y en la primera y cuarta plegaria eucarística les concede protagonismo.

Por otro lado, la creencia en Satanás y en los demonios subyace también en el Misal, aunque está hecha con sobriedad y discreción. El ministerio del exorcista se reduce a un servicio esporádico, y de hecho subsiste sólo a petición del obispo, sin que sea previsto un rito especial para conferirlo. Se reducen, aunque no se anulan, los exorcismos del bautismo y las renuncias expresas a Satanás. En la liturgia penitencial se ha recuperado una antigua oración que recuerda el influjo de Satanás sobre el pecado.

Por supuesto, se han respetado los textos bíblicos que hablan de los ángeles y Satanás y que leemos en el Eucaristía.

En el Nuevo Catecismo se subraya que la existencia de los ángeles es una verdad de fe. Son servidores y mensajeros de Dios porque contemplan constantemente el rostro del Padre de los cielos (Mt 18,10) y son agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra (Sal 103,20). En tanto que criaturas puramente espirituales tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles y el resplandor de su gloria da testimonio de ello (nn. 328-330). Los ángeles pertenecen a Cristo, porque fueron creados por El y para El, y son llamados "hijos de Dios". Toda la vida de Jesús Encarnado estuvo rodeada de ángeles en diversos pasajes: desde la encarnación hasta la pasión y resurrección (nn. 331-333). La vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (n. 334-335) y desde la infancia hasta la muerte la vida humana está rodeada de su custodia (n. 336). El diablo o los demonios son ángeles caídos (nn. 391-393), que influyen en los hombres, y aunque su poder es fuerte por ser espíritus puros, no es sin embargo infinito. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio aunque sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman (n. 394-395).

4. Recapitulando: ¿por qué los ángeles están de moda?

Llegados al final de estas líneas, y desde la motivación del presente escrito, nos tenemos que preguntar por qué la angeología vuelve a estar de moda, curiosamente fuera, cuando no al margen, de la religión propiamente cristiana. Resumiendo, encontramos al menos estas razones:

a) No se cree en Dios transcendente, pero se necesita creer en la transcendencia, más allá del materialismo sofocante y cotidiano. Los ángeles, seres más cercanos y ambiguos suplen esta necesidad de transcendencia. Y hasta explican la necesidad de la oración o petición a lo transcendente de cosas benéficas para nuestra vida. Los ángeles, son más cercanos y, ante la variedad de clases, la oferta de conseguir lo que pedimos se hace más rica. Se mezcla, en este sentido, cierta magia, superstición y consumismo.

b) Necesitamos quitar el miedo a la muerte. Los ángeles nos ayudan a afrontar la muerte sin tanto terror. Nos estarían diciendo que el morir, con la consiguiente reencarnación en forma de espíritu angélico, no debe aterrarnos.

c) Unida a la creencia en una "reencarnación positiva" (necesitamos vivir más de una vida para alcanzar niveles superiores de conciencia) se encuentra la posibilidad de no perder para siempre a nuestros seres queridos. Ellos, mediante el cuerpo astral, se transformarían en nuestros ángeles custodios.

d) Los ángeles, en esta época de vuelta del sexo y de lo material, representan la otra parte de nuestro yo más "puro y transparente y etéreo", menos materializado y más espiritualizado. La vuelta a la inocencia perdida y recuperada. Ayudan a una idea de persona andrógina (equilibrio entre los dos sexos).

e) Ante la decadencia de las religiones tradicionales y el afán de presentar novedades, la angeología, tal y como se pone de manifiesto por ejemplo en el espiritismo, es una nueva gnosis, una nueva forma de expresar lo religioso para hacerlo atractivo.

f) Miedo a la soledad, en un mundo sin hogar y, cada vez, más individualista. El ángel haría compañía.

g) Cierta huida de la realidad ante la impotencia de solucionar los problemas personales y los sociales. Se acude a los santos como recurso mágico-religioso.

h) Con relación al tema del diablo (ángel malo) hay que decir que se denuncia la vuelta a la práctica de ritos satánicos y, que incluso entre algunas tribus urbanas de mentalidad apocalíptica (heavys, thrasers, punkys) el diablo aparece como la lógica a la lógica y sin sentido del mundo en el que nos movemos.

Finalmente nos hacemos eco de una frase atribuida a M. Elíade: "Cuando el hombre deja de creer en el verdadero Dios, es capaz de creer en cualquier cosa".

Tal vez, en nuestra sociedad cansada y postmoderna, de vuelta de ideologías inmanentistas y metarelatos, la moda de los ángeles no sea más que otra versión de "lo fragmentario y de la religión a la carta" tan típica de este hombre de nuestros días a quien se le ha definido como light. Porque la creencia en los ángeles puede llevar a una forma religiosa narcisista de comportamiento religioso, y sin compromiso comunitario e institucional.

En cualquier caso, aunque sea cierto que la angeología no deba situarse en el primer plano de nuestras creencias, tampoco se puede olvidar. Tanto para la Biblia, como para la Tradición Viva no son seres marginales en la historia de la Salvación. El problema es doble para el hombre de hoy: tanto de lenguaje (cómo hablar de los ángeles) como de contenido (explicar qué son). Sin olvidar lo que afirmaba H. U. von Balthasar: "No podemos negar a los ángeles un puesto importante como personajes activos en el único teodrama que se desarrolla entre el cielo y la tierra". Los ángeles son adoradores del Dios Vivo (es su fin último) y servidores de la obra de salvación de Cristo, hoy en la misión de la Iglesia, y por ello, en cada persona también.

BIBL. - R. BERZOSA MARTÍNEZ, Angeles y demonios, BAC, Madrid 1996; ID.,, Nueva Era y Cristianismo. Entre el diálogo y la ruptura, BAC, Madrid 1995.

Raúl Berzosa Martínez