TEXTOS SOBRE LA MUERTE

 

1. Parábola del Árbol Caído


         " Érase una vez un árbol que vivía de puntillas sobre el suelo.

         Este árbol ponía una sonrisa en primavera, cuando brotaban sus tallos, alegría en verano cuando maduraban sus frutos y nostalgia en otoño cuando se iba quedando desnudo.

         Un invierno vinieron unos hombres serios y lo cortaron.

         El árbol vio como lo arrancaban de aquel trozo de tierra y lo llevaron.

         Era un árbol fuerte y valiente, que resistió hasta en su misma muerte, y es que sabía lo que es aguantar el azote de la arena que llevaba el viento y el soplo helado de la noche que congela hasta la savia.

         No dejó escapar ni una sola queja cuando lo cortaron. Tan sólo cayó de él una pequeña lágrima que fue a caer en el hueco que dejó en la tierra.

         Nadie se dio cuenta, pero con el paso del tiempo, de aquella lágrima creció otro árbol que también era fuerte.

         Un día, los hombres que cortaban los árboles, se dieron cuenta de que el árbol nuevo que había crecido, tenía forma de ave. Y quedaron asombrados, porque nunca habían visto cosa igual.

         Tanto les llamó la atención, que se acercaron a él para cortarlo.

         Pero antes de dar el primer hachazo, el árbol se echó a volar y sus hojas temblaron como plumas al viento.

         Los hombres que cortaban árboles avisaron a un cazador. Disparó y cayó muerto el árbol al vuelo, empapando la tierra con las gotas de sangre que manaban de su herida.

         Al año siguiente una arboleda grande crecía en aquel lugar. Cada gota de sangre había llegado a ser un árbol que se levantaba hacia el cielo con las raíces clavadas en la tierra.

         Cuando el niño terminó de hablar, el caminante le preguntó:

         " ¿ Quién te ha enseñado ese cuento ? "

         " Mi abuelo es el árbol en forma de ave, al que mataron de un disparo. Yo he nacido de su sangre .... "

         Cuando el niño se marchó moviendo los brazos en forma de alas, el caminante quedó sorprendido y pensando en otra historia que él tenía olvidada .... "

 


 

2. Jorge  Manrique  a la  muerte de su padre

                                          (s. XV)

 

         Recuerde el alma dormida,

         avive el seso y despierte contemplando

         cómo se pasa la vida,

         cómo se llega la muerte tan callando:

         cuán presto se va el placer,

         cómo después de acordado da dolor,

         cómo a nuestro parecer

         cualquiera tiempo pasado fue mejor.

 

         Nuestras vidas son los ríos

         que van a dar a la mar,

         que es el morir;

         allí van los señoríos

         derechos a se acabar y consumir;

         allí los ríos caudales,

         allí los otros medianos y más chicos;

         allegados, son iguales

         los que viven por sus manos

         y los ricos

 

         Este mundo es el camino para el otro,

         que es morada sin pesar;

         más cumple tener buen tino

         para andar esta jornada sin errar.

         Partimos cuando nacemos,

         andamos mientras vivimos,

         y llegamos al tiempo que fenecemos;

         así que cuando morimos descansamos.

 

         Este mundo bueno fue

         si bien usásemos de él como debemos,

         porque, según nuestra fe,

         es para ganar aquel que atendemos;

         y aún aquel hijo de Dios,

         para subirnos al cielo,

         descendió a nacer acá entre nos,

         y a vivir en este suelo do murió.

 

         Los placeres y dulzores

         d'esta vida trabajada que tenemos,

         ¿ qué son sino corredores,

         y la muerte la celada en que caemos?

         No mirando a nuestro daño

         corremos a rienda suelta sin parar;

         des que vemos el engaño

         y queremos dar la vuelta,

         no hay lugar.

 

         No gastemos tiempo ya

         en esta vida mezquina

         por tal modo,

         que mi voluntad está

         conforme con la divina para todo;

         y consiento en mi morir

         con voluntad placentera, clara y pura,

         que querer hombre vivir

         cuando Dios quiere que muera,

         es locura.

 

         Tú, que por nuestra maldad

         tomaste forma servil

         y bajo nombre;

         Tú, que a tu divinidad

         juntaste cosa tan vil como el hombre;

         Tú, que tan grandes tormentos

         sufriste sin resistencia en tu persona,

         no por mis merecimientos,

         mas por tu sola clemencia me perdona.

         Así con tal entender

         todos sentidos humanos conservados,

         cercado de su mujer,

         de sus hijos y hermanos y criados,

         dio el alma a quien se la dio

         (el cual la ponga en el cielo en su gloria),

         y aunque la vida murió,

         nos dejó harto consuelo su memoria.

 


 

3. De   "El LIBRO DE LOS MUERTOS",  

DE LA  Religión DEL ANTIGUO EGIPTO

 

         Yo soy un hijo de la tierra.

         Por la tierra camine muchos anos.

         Me acuesto en la tarde de mis días

         y renazco a la vida en una nueva mañana.

         Mi vida sigue puntualmente los ritmos de los tiempos.

        Yo soy un hijo de la tierra.           

        Yo siempre seré fiel de la tierra.

        Yo siempre seré fiel a la tierra.

        Cuando muera o renazca, seré fiel a ella.

        Mirad, ahora vuelvo a florecer;

         me estoy renovando,

         según los ritmos milenarios del tiempo.
 


 

4. DE EL "UDANA", LA PALABRA DE BUDA

 

         Todos los seres que existen

         y todos los seres que existirán

         se irán de este mundo abandonando sus cuerpos;

         que el sabio,

         comprendiendo esta desgracia que afecta a todos,

         lleno de fervor, practique la vida religiosa.
 


 

5. CANTO FÚNEBRE PIGMEO

 

         El animal nace, pasa, muere.

         He aquí el gran frío.

         He aquí el gran frío de la noche.

         He aquí la oscuridad tenebrosa.

         El pájaro pasa, vuela, muere.

         He aquí el gran frío.

         He aquí el gran frío de la noche.

         He aquí la oscuridad tenebrosa.

         El pez nada, pasa, muere.

         He aquí el gran frío.

         He aquí el gran frío de la noche.

         He aquí la oscuridad tenebrosa.

         El hombre nace, come, duerme, y pasa.

         He aquí el gran frío.

         He aquí el gran frío de la noche.

         He aquí la oscuridad tenebrosa.

         El cielo, en cambio, es luminoso.

         Los ojos están gastados,

         pero las estrellas siguen brillando.

         El frío, debajo de nosotros.

         Y encima, la luz.

         El hombre es transformado:

         el prisionero pasa a ser libre,

         la sombra se aleja.

         La sombra se aleja. Khmvum, Khmvum:

         a Ti elevamos nuestra voz.
 



6. CANTO MUSULMÁN DE ARGELIA

 

         El hombre es pequeño delante de Alláh.

         Es pequeño cuando está en pie,

         pequeño cuando camina,

         pequeño cuando actúa,

         porque el hombre es grande cuando se postra,

         porque entonces su espíritu

         se eleva mas allá de los mundos conocidos.

         Se eleva hacia el cielo.

         Nuestra vida es un libro misterioso

         escrito por Alláh,

         misterioso y omnipotente.

         Solamente le ha sido dado al sueño

         el escudriñar las páginas de este libro.

         ¡ Dormir, dormir, dormir !

         El sueño se parece a la muerte,

         y la muerte se parece a Dios.
 


 

7.  RESISTENCIA Y SUMISIÓN

 Dietrich Bonhoeffer

 

         Ven ya, fiesta suprema

         en el camino hacia la eterna libertad;

         muerte, abate las molestas cadenas

         y murallas de nuestro cuerpo mortal

         y de nuestra cegada alma,

         para que por fin podamos contemplar

         lo que aquí nos está vedado.

 

         Libertad:

         te hemos buscado largo tiempo en la disciplina,

         la acción y el sufrimiento.

         Moribundos ya,

         te reconocemos en la faz de Dios.
 


 

8. LA INSOBORNABLE ESPERANZA

 Martín Lutero King

 
        Dios es poderoso.

         ¿ Hay alguien entre nosotros

         que va caminando al atardecer de su vida

         y teme la muerte ?

         ¿ Por qué este temor ?

         Dios es poderoso.

         ¿ Hay alguien entre nosotros

         que está desesperado

         por la muerte de un ser querido?

         ¿ Por qué desesperar?

 

         Que venga lo que quiera.

         Dios es poderoso.

 

         Aunque nuestros días sean oscuros

         y nuestras noches

         más tenebrosas que mil medias noches,

         queremos pensar siempre

         en que en el mundo

         hay una gran fuerza que bendice,

         y que se llama Dios.

         Dios puede abrir caminos de un callejón sin salida.

         Quiero transformar el ayer oscuro

         en un claro mañana;

         últimamente en la mañana luminosa de la eternidad.

 


.

9. Del  Poema:  " El Cristo de Velázquez " .

Miguel de Unamuno

 

         Que eres, Cristo, el único.

         Hombre que sucumbió de pleno grado,

         triunfador de la muerte,

         que a la vida por Ti quedó encumbrada.

         Desde entonces por Ti nos vivifica esa tu muerte,

         por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,

         que azucara amargores de la vida,

         por Ti, el Hombre muerto que no muere,

         blanco cual luna de la noche.

         Es sueño, Cristo, la vida, y es la muerte vela.

         Mientras la tierra sueña solitaria,

         vela la blanca luna;

         vela el Hombre desde su cruz,

         mientras los hombres sueñan;

         vela el Hombre sin sangre,

         el Hombre blanco como la luna de la noche negra;

         vela el hombre que dio toda su sangre

         porque las gentes sepan que son hombres.

         Tú salvaste a la muerte.

         Abres tus brazos a la noche,

         que es negra y muy hermosa,

         porque el sol de la vida la ha mirado

         con sus ojos de fuego;

         que a la noche morena la hizo el sol y tan hermosa.

         Y es hermosa la luna solitaria,

         la blanca luna en la estrellada noche,

         negra cual la abundosa cabellera negra del nazareno.

         Blanca luna como el cuerpo del Hombre en cruz,

         espejo del sol de vida, del que nunca muere.

         Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre

         nos guían en la noche de este mundo,

         ungiéndonos con la esperanza recia de un día eterno.

         Noche cariñosa,

         ¡ oh noche, madre de los blandos sueños,

         madre de la esperanza, dulce noche,

         noche oscura del alma,

         eres nodriza de la esperanza en Cristo Salvador !

 


 

10. DEL DIARIO INTIMO DE MIGUEL DE UNAMUNO

 

         Muerte.

         Nada se destruye, todo se trasforma,

         dicen a modo de consuelo.

         La materia está en perpetuo cambio.

         Y del mismo modo, se añade ,

         no se pierde la materia del espíritu.

         Nuestras ideas no se pierden,

         van a fructificar;

         dejamos los efectos de nuestra labor.

         Cuanto hacemos queda de una manera o de otra.

         Todos contribuimos al progreso.

         ¡ Triste consuelo !

         Y mi yo, mi conciencia propia ¿ qué es de ella?,

         ¿ qué es de mi, no de mi materia?

         Si yo desaparezco del todo,

         si desaparece mi conciencia personal,

         con ella desaparece para mi el mundo.

         Si mi yo no es más que un fenómeno pasajero,

         un fenómeno pasajero es el mundo en que vivo.

         Imposible parece que haya gentes

         que vivan tranquilamente

         creyendo que vuelve su personal conciencia a la nada.

         Después de todo es poco pura

         esta constante preocupación mía por mi propio fin y destino.

         Es tal vez una forma aguda de agotismo.

         En vez de buscarme en Dios, busco a Dios en mi.

         Ya no volveré a gozar de alegría, lo preveo.

         Me queda la tristeza por lote mientras viva.

         He vivido soñando en dejar un nombre,

         viviré en adelante obsesionado en salvar mi alma.

 

                   Méteme, Padre Eterno,

                   en tu pecho,

                   misterioso hogar,

                   Dormiré allí,

                   pues vengo deshecho

                   del duro bregar.

 

                        (Epitafio de su tumba)
 


 

 11. LA OTRA RIBERA

 Antonio Machado

 

         Daba el reloj las doce  ...

         y eran doce golpes de azada en tierra...

          ...  ¡ Mi hora ! - grité -...

         El silencio me respondió:

         No temas ...

 

         Dormirás muchas horas todavía

         sobre la orilla vieja,

         y encontrarás una mañana pura

         amarrada tu barca a otra ribera.

 


 

 12. LA ORACIóN

 Gabriela Mistral

 

         Señor, Tu sabes cómo con encendido brío,

         por los seres extraños mi palabra te invoca.

         Vengo ahora a pedirte por uno que era mío:

         mi vaso de frescura, el panal de mi boca,

         cal de mis huesos, dulce razón de mi jornada,

         gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.

         Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada.

         No tengas ojo torvo si te pido por este.

         Te digo que era bueno,

         te digo que tenía el corazón entero a flor de pecho,

         que era suave de índole, franco como la luz del día,

         henchido de milagro como la primavera.

         Aquí me estoy, Señor, con la cara caída sobre el polvo,                     

        parlándote un crepúsculo entero,

         o todos los crepúsculos a que alcance mi vida,

         si tardas en decirme la palabra que espero.

         Fatigaré tu oído de preces y sollozos,

         lamiendo, lebrel tímido, los bordes de tu manto,

         y no pueden huirme tus ojos amorosos,

         ni esquivar tu pie el riego caliente de mi llanto.
 


 

13. LA SERENA TRISTEZA Y EL DOLOR-DEL HOMBRE

Leopoldo Panero

 

         No sé de donde brota la tristeza que tengo.

         Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,

         sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,

         casi fuera de madre, derramado en el cauce.

         Lo mejor de mi vida es el dolor.

         Tú sabes como soy.

         Tú levantas esta carne que es mía.

         Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves,

         Tú esta noble tristeza que llaman alegría.

 

         ¡ Cómo el último rezo de un niño que se duerme,

         y con la voz nublada de sueño y de pureza

         se vuelve hacia el silencio,

         yo quisiera volverme hacia Ti,

         y en tus manos desmayar mi cabeza !

 

         Soy el huésped del tiempo,

         soy, Señor, caminante que se borra en el bosque

         y en la sombra tropieza,

         tapado por la nieve lenta de cada instante,

         mientras busco el camino que no acaba ni empieza.

 

         Soy el hombre desnudo.

         Soy el que nada tiene.

         Soy siempre el arrojado del propio paraíso.

         Soy el que tiene frío de si mismo.

         El que viene cargado con el peso de todo lo que quiso.

 

         Lo mejor de mi vida es el dolor.

         ¡ Oh lumbre seca de la material !

         ¡ Oh racimo estrujado !

         haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre.

         ¡ Señor, Señor!

         Desata mi cuerpo maniatado.
 


 

14. EL SILENCIO DE DIOS Y LA LUCHA DEL HOMBRE

 Blas de Otero

 

         Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,

         al borde del abismo, estoy clamando a Dios.

         Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte.

         ¡ Oh Dios ! Si he de morir, quiero tenerte despierto.

         Y, noche a noche, no sé cuándo, oirás mi voz.

         ¡ Oh Dios !

         Estoy hablando solo.

         Arañando sombras para verte.

         Alzo la mano, y tu me la cercenas.

         Abro los ojos; me los sajas vivos.

         Sed tengo, y sal se vuelven mis arenas.

 

         Esto es ser hombre:

         horror a manos llenas.

         Ser - o no ser - eternos fugitivos. 

         ¡ Ángel con grandes alas de cadenas !
 


 

15. Te busco

José Luis Hidalgo

 

         Déjame que, tendido en esta noche,

         avance como un río entre la niebla hasta llegar a Ti,

         Dios de los hombres,

         donde las almas de los muertos velan.

 

         Los cuerpos de los tristes

         que cayeron helados y terribles me rodean;

         como muros encauzan mis orillas,

         pero tengo desiertas mis riberas.

 

         Yo no sé donde estás, pero te busco,

         en la noche te busco y mi alma sueña.

         Por los que ya no están

         sé que Tú existes

         y por ellos mis aguas te desean.

 

         Y sé que, como un mar, a todos bañas;

         que las almas de todos Tú reflejas,

         y que en Ti llegaré

         cuando mis aguas den al mar

         de tus aguas verdaderas.
 


 

16. ENSEñANZAS DE LA EDAD

 José  Mª  Valverde

 

         Señor, Señor, la muerte !

         Se me cuaja la boca al pronunciarla,

         se me amarga la lengua, se me nublan los ojos...

         Nadie la puede ver de frente,

         por fortuna, cuando llega a buscarnos.

         Es lo mismo que el sueño.

         La muerte es superior a nuestras fuerzas.

         Si no estuvieras Tú !  ....

         Si Tú no nos cruzases el abismo en tus brazos...

         ! Pero es inútil todo; tengo miedo !

         ¡ Tengo el miedo del perro junto al hombre,

         porque nunca le entiende !

         Miedo de no saber,

         miedo al país de donde nadie ha vuelto... ¡              

         Tengo miedo a ese pozo de vacío,

         y esa noche sin fondo, aunque este Dios atrás !

         Con el instinto oscuro del animal,

          del árbol, de la piedra,

         tengo miedo a la muerte...

         Oh Señor, anestésiame la muerte

         como a tantos les haces con la vida. ...¡

         Oh, ser solo una vez, y sin remedio !
 


 

17. De  " Las  ODAS DE SALOMóN "

(Himnos cristianos antiguos, s. II)

 

         El Señor tiene un ejercito de aguas poderosas

         que precipitan en el abismo a quienes lo desprecian,

         les cierran el camino, les impiden el paso,

         arrebatan los cuerpos y destruyen las almas.

         Pero el que las atraviesa con fe, no se espanta;

         quien camina sobre ellas puro, no tiembla.

         Pues la señal del Señor esta allí

         y señala el camino a los que pasan en el nombre del Señor.

         El Señor tendió un puente sobre ellas por su Palabra,

         entró en ellas y las cruzó a pie.

         Sus huellas han quedado imborrables en el agua,

         y son como un madero firmemente clavado.

         Las olas suben y bajan,

         pero las huellas de nuestro Señor persisten

         indelebles e intactas.

         El camino está siempre preparado

         para los que cruzan tras Él,

         para los que siguen la estela de su fe

         y adoran su nombre.

                   ¡Aleluya !

 


 

18. CARTA DE PASCAL A SU HERMANA SOBRE LA MUERTE DE SU PADRE

 

         ... Sabemos que la vida, la vida del cristiano,

         es un sacrificio continuo que solo puede culminar en la muerte.                

        Sabemos que, de igual modo que Jesucristo,

         al entrar en el mundo, se considero y ofreció a Dios

         como holocausto y verdadera víctima...,

         así también, lo que se realizo en Cristo Jesús

         ha de realizarse en todos sus miembros...

         Puesto que Dios ve a los hombres

         sólo a través de su Mediador Jesucristo,

         los hombres han de verse a sí mismos

         y a los demás hombres sólo a través de Jesucristo...

         Consideremos, pues, la muerte de Jesucristo

         y no sin Jesucristo.     

         Sin él, la muerte es terrible, espantosa,

         horror de la naturaleza.

         En Jesucristo viene a ser completamente distinta:

         amable, santa, alegría del creyente.

         En Jesucristo todo es dulce, incluso la muerte.

         Para ello sufrió y murrio,

         para santificar a la muerte y a sus dolores.

         Para eso, Él, como Dios y como hombre,

         fue todo lo que hay de grande y de abyecto,

         para santificar en si todas las cosas, excepto el pecado...

         Así son las cosas por lo que se refiere a nuestro Señor.

         Veamos ahora que es lo que sucede en nosotros.

         Desde el momento de nuestra entrada en la Iglesia....                                   

        quedamos ofrecidos y santificados.

         Esta ofrenda como sacrificio perdura toda nuestra vida

         y se consuma en la muerte.

         Entonces el alma se desprende verdaderamente

         de todos los vicios y de todo amor a lo terreno,

         cuyo contagio la mancha siempre en esta vida,

         consumando así su inmolación

         y siendo acogida en el seno de Dios.

         ¡ No nos aflijamos, pues,

         como los paganos que no tienen esperanza !

         No hemos perdido al padre en el momento de su muerte:

         le habíamos perdido ya, por decirlo así,

         cuando entró en la Iglesia por el Bautismo.

         Desde entonces pertenecía a Dios;

         su vida estaba consagrada a Dios,

         sus acciones pertenecían al mundo

         sólo en cuanto ordenadas a Dios.

         En su muerte se desprendió totalmente del pecado,

         y en ese momento Dios lo acogió

         y su sacrificio alcanzó culminación y coronamiento...

 


 

19. VER MORIR A SU PADRE

Thierry Maertens

 

         Es la primera vez que veo morir a alguien que amo.

         Señor, se que el te vera.

         Conocerá tu justicia, tu amor,

         tu misericordia, tu ternura.

         De pronto he pensado:

         Pero si es un poco de mi mismo, quien estará cerca de Ti.

         El que va a morir es mi padre.

         Y en él he estado yo, hasta mi nacimiento,

         como un germen de vida.

         Por medio de él una parte de mi mismo

         comenzará ya con menos duda y torpezas a conocerte, Señor.

         Me he detenido durante un rato largo a contemplar su rostro.

         Su mirada poco a poco se desvía de las nuestras.

         Otra sorpresa mas:  tiene miedo.

         "Tengo miedo".

         Toda la familia está a su alrededor con un respeto sagrado;

         su esposa lo cuida con una delicadeza y un amor admirable.

         Sin embargo, él, mi padre, se ve solo.

         Lo dice. Le decimos que estamos con él,

         que rezamos por él. Responde: " No, estoy solo ".

         De repente comprendo, Señor,

         que Tú nos quieres sin nada;

         sin dinero, sin casa, sin amigos, sin hijos;

         pobres de verdad, tal vez por primera vez.

         Si Tú mismo, Señor, estuviste solo y desnudo ante la muerte,           

        ¿no fue para compartir nuestra pobreza

         antes que el Padre te colmase con sus riquezas?
 


 


20. EL MEDIO DIVINO

Teilhard de Chardin

 

         En sí la Muerte

         es una debilidad incurable de los seres corporales,

         complicada en nuestra Mundo

         por la influencia de un pecado original.

         La Muerte es el tipo y el resumen de estas disminuciones

         contra las que nos es preciso luchar

         sin poder esperar como resultado del combate

         una victoria personal directa y a la vez inmediata.

         Pues bien, el gran triunfo del Creador y del Redentor,

         en nuestras perspectivas cristianas,

         es haber transformado en factor esencial de vivificación

         lo que es en sí una fuerza universal

         de disminución y de desaparición.

         Dios, para penetrar definitivamente en nosotros,

         debe en cierto modo ahondarnos,

         vaciarnos, hacerse un lugar.

         Para asimilarnos en Él, debe manipularnos,

         refundirnos, romper las moléculas de nuestro ser.

         La Muerte es la encargada de practicar

         hasta el fondo de nosotros mismos la abertura requerida.

         Nos hará experimentar la disociación esperada.

         Nos pondrá en el estado orgánico que se requiere

         para que penetre en nosotros el fuego divino.

         Y así, su poder nefasto de descomponer y de disolver

         se hallará puesto al servicio

         de la más sublime de las operaciones de la Vida,

         lo que era por naturaleza vacío, laguna,

         retorno a la pluralidad,

         puede convertirse,

         para cada existencia humana,

         en plenitud y en unidad con Dios.
 


 

21. Del 32  de  Diciembre.

J. Mª  Cabodevilla

 

         " Después de esta vida,

         Dios mismo será nuestro lugar.

         Lo afirma San Agustín en su comentario al salmo 30.

         Al escribir esto,

         ¿se dio cuenta el de que nos legaba,

         resumido en media línea,

         un tratado de escatología de mil páginas ?

         No hay otro lugar en la vida futura sino Dios.

         Dios, en cuanto que llama al hombre

         a comparecer ante Él,

         es la muerte;

         en cuanto juez, es el juicio;

         en cuanto beatificante, es el cielo;

         en cuanto ausente, es el infierno;

         en cuanto purificador, es el purgatorio.

 


 

22.  REFLEXIONES ANTE LA MUERTE DE SU HERMANO

 Pedro Fernández O. P.

 

         Necesito escribir, reflexionar

         y hallar el sentido de todo lo que ha sucedido.

         ¡ Muchas cosas, en verdad,

         para esta vida, para esta fe y para este corazón !

         Pero necesito encontrar el por qué de la muerte de mi hermano.

         " Converso con el hombre que siempre va conmigo,

         quien habla solo espera hablar a Dios un día,

         mi soliloquio es plática con este buen amigo

         que me enseñó el secreto de la filantropía.

 

         " ¡Qué le vamos a hacer !",

         he oído decir a la gente.

         " ¡Vaya por Dios!", ha exclamado la gente.

         Reacciones normales ante la muerte repentina

         de un joven de dieciocho años.

         Mas son palabras, que aunque pronunciadas con sentimiento,           

        no consuelan, ni tampoco llenan el vacío

         de la muerte de mi hermano.

         Un drama ha comenzado en mi vida.

         Un drama entre la razón y la voluntad.

         Entre la razón y la fe.

         " Yo no sé leyendas de antigua alegría,

         sino historias viejas de melancolía "

 

         Niños que mueren. Jóvenes malogrados.

         Hombres que se han quedado en el camino.

         ¿ Dónde está, oh Dios, el sentido de todo esto?

         Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas

         para el bien de los que le aman,

         de los que según sus designios son llamados.

         No lo comprendo, Señor. Mas lo acepto.

         Confiamos en tu palabra, lanzaremos las redes

         y continuaremos caminando por la vida con este peso.

         El peso de la fe.

         Esa seguridad clara y oscura que nos consuela

         y que nos abruma.

         Ahora caminamos en la penumbra.

         Después le veremos cara a cara.

 

         " No te verán mis ojos;

         mi corazón te aguarda ".

 

         La muerte es el crisol donde se purifican

         las almas de los que se quedan llorando.

         La muerte de mi hermano

         no ha sido algo inútil.

         Tiene su sentido.

         Pero,  ¡ qué difícil es buscarlo cada día y en cada recuerdo!

         Pobrecillo, no ha gozado de la vida!

         ha dicho la gente.

         Y yo digo: ·        

         ¡ Bendito él, que esta ya viendo

         la vida verdadera junto a Dios !.

         Mas lo digo llorando ...

         El peso de la fe que nos consuela y que nos abruma.

         "Oí una voz del cielo que decía:

         Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor.

         Si, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos,

         pues sus obras los siguen ".

         Dios se lo ha llevado.

         Le quería tener junto a Si.

         Y las obras buenas de mi hermano le han seguido.

         Se encontró con Cristo,

         a quien el había amado y esperado.

         En quien el había creído.

         La fe y la esperanza pasarán.

         Pero el amor permanecerá para siempre en mi hermano.                    

        Conocer y amar a Dios: eso es la vida eterna.

         El dolor tiene un sentido misterioso y purificador.

         ¡ Qué bien se comprende esto ante el crucifijo

         y ante la Madre de los Dolores!

         Las lágrimas limpian y dan claridad a las cosas.

         He sentido la bondad y el consuelo de la fe.

         Han llegado a mi palabras de bien.

         Es Dios. Es mi hermano. Es el bien.

         Es la voz de Dios.

         Verdaderamente todo esto proviene del Padre de las luces.

         Es que el alma no muere.

         Y la conversión de los cristianos está en los cielos.

         Vivimos ya en la componía de los santos.

         " No lloréis, pues os seré más útil desde el cielo ", 

         decía Domingo a sus hijos,

         en Bolonia, a la hora de su muerte.

         Y es verdad.

         Gracias, Señor, porque nos consuelas con tus palabras.

         Gracias, Señor, porque Tú tienes palabras de vida eterna.                            

        Gracias, Señor, porque tus palabras

         dan sentido eterno al afecto familiar.

         Gracias, Señor. " Yo soy la Resurrección y la vida;

         el que cree en mi, aunque muere, vivirá;

         y todo el que vive y cree en mi no morirá para siempre "

         Lo creemos, Señor.

         " El que coma de este pan vivirá para siempre ". 

         Lo creemos, Señor.

         " Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar,

         de nuevo volveré y os tomaré conmigo,

         para que donde yo estoy estéis vosotros.

         Lo creemos, Señor.
 


 

23. ORACIÓN DE JAIME DELCLAUX, JOVEN BILBAINO, CUANDO SUPO QUE SU MUERTE ERA INMINENTE.

 

         Yo sé que he de morirme pronto, y no me importa nada.

         Que la gloria no ceñirá en mi frente el laurel ni la palma.

         Que amor no medirá al oído pasión en noche clara.

         Y yo siento algo en mi que llora y canta,

         algo que es armonía sutil y cadenciosa como bruma de plata,            

         algo que me lleva hacia Dios muriendo de nostalgia.

         Yo sé que he de morirme pronto y no me importa nada.

         Como en el quieto estanque pierde el surtidor triste

         sus perlas color malva

         así quiero fundirme en el sueno de cielos que vive mi nostalgia.                

        ¡ Una carrera loca ! ¡ Un beso al infinito !...

         Y fuera del espacio, libre de las miserias de la carne,

         volar hacia el Eterno, sola el alma.

         Señor, Señor, aunque se que he de morirme pronto acorta,

         si lo quieres, mi jornada.

         Yo no te pido premios, ni laureles, ni palmas,

         que para mi no hiciste.

         Solo quiero adentrarme en el silencio de la noche estrellada.                      

        ¡Cuando será que pueda...

         - lo poco de poeta que me diste dejando ante tus plantas -

         ofrecerte mi vida en el cáliz rosado de la aurora,

         cuando nace en silencio

        la pálida sonrisa infinita del  alba !
 


 

24. San Agustín a la muerte de su madre  Santa  Mónica.

     

         Yo le cerré los ojos.

         Una inmensa tristeza inundó mi corazón

         presto a enmudecer en lágrimas,

         pero mis ojos,    

         bajo el mandato imperioso de mi voluntad,

         las contenían hasta el punto de secarse.

 

         ¡ Ah, cuánto daño me hacía esta lucha !

         Cuando ella exhaló su último suspiro,

         mi joven hijo Adeodato estalló en sollozos,

         pero una reprimenda general le hizo callar.

         Y fue su voz juvenil - voz del corazón - contenida,

         lo que hizo también callar en mi esta especie de emoción pueril                 

        que estaba a punto de estallar en llantos.

         En efecto, juzgamos poco conveniente

         celebrar un duelo de lágrimas, llantos y gemidos,

         bajo el pretexto de que así se deplora con frecuencia

         la suerte desgraciada de los que mueren

         y su total aniquilamiento.

         Pero la muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso

         y no era una muerte total:

         la pureza de su vida lo atestiguaba,

         y nosotros lo creíamos con una fe sincera

         y por razones seguras.

         ¿ Qué era entonces lo que me hacía sufrir dentro de mi mismo?                

         Sin duda, la ruptura súbita de nuestra costumbre

         tan dulce y querida de vivir juntos,

         herida todavía muy reciente.

         Yo me repetía con gozo lo que ella me había dicho

         durante su última enfermedad, cuando,

         respondiendo con una caricia a mis pequeños servicios,

         me llamaba su "tierno hijo"

         y repetía con vivo afecto

         que jamas había oído de mi boca

         la mas pequeña palabra dura o injuriosa.

         Y, sin embargo, oh Dios mío, que me habléis creado,

         ¿ cómo comparar, como equiparar

         el respeto que yo hubiera podido testimoniarle,

         con la servidumbre a que por mi se había visto reducida ?

         Lejos de su consuelo, mi alma estaba vacía;

         sentía el desconsuelo de mi vida

         que había formado una sola con la de ella.
 


 

25. Homilía de San Juan Crisóstomo.

 

         El agricultor no se lamenta porque el grano se corrompa,

         sino que, por el contrario,

         cuando el grano permanece intacto en la tierra

         se inquieta y se echa a temblar.

         En el momento en que la simiente se descompone,

         el agricultor está contento,

         porque esta descomposición

         supone el comienzo de la futura simiente.

         Incluso debemos alegrarnos

         cuando la morada se descompone

         y un hombre es sembrado.

         No os extrañe, pues,

         que San Pablo hable de la sepultura como de una sementera,

         ya que mejores frutos tiene la sepultura.

         La siembra en el campo va seguida de pérdidas,

         de trabajos, de peligros, de cuidados,

         mientras que la sepultura únicamente va seguida,

         si hemos vivido rectamente,

         de recompensas y laureles.

         Las siembras terrestres entrañan corrupción y muerte;

         la sepultura nos vale, por el contrario,

         la incorruptibilidad y la inmortalidad.
 


 

26. Alocución de Pablo VI el día 2 de noviembre de 1.963.

 

         ... Si el primer pensamiento nos recuerda la piedad que hemos de tener con aquellos que nos han precedido  " en el signo de la fe y duermen el sueño de la paz " y nos hace preocuparnos por su bienestar, el segundo pretende principalmente mostrarnos la esperanza que un cristiano debe encontrar en el misterio de la muerte.

         Este es el pensamiento fundamental de la concepción cristiana de la vida, pensamiento que se oscurece en aquellos que no tienen la fortuna de la fe, y que nosotros, los creyentes, hemos de tener despierto en nuestra conciencia y aceptar la claridad que nos trae, tremenda y consoladora. Tremenda porque la certeza de la vida futura modifica nuestros juicios sobre el valor de las cosas y de los acontecimientos de nuestra vida temporal, y nos aconseja sobre la inevitable responsabilidad de todos nuestros actos con relación al juicio futuro de Dios.

         ¿ De qué le sirve al hombre, dice el Señor, ganar todo el mundo si luego pierde su alma ? (Mat. 16, 26).

         Y añade:  " Yo os digo que en el día del juicio los hombres habrán de rendir cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado " (Mt 12, 36).

         Consoladora, porque la certeza de la vida futura significa la victoria sobre la muerte; ese fatal y temible acontecimiento que pone fin a nuestra vida temporal, pero no suprime en realidad nuestra existencia; no es más que un penoso episodio al que sigue, para nosotros cristianos, una inmensa, una dulce esperanza, la del encuentro con Cristo y la de nuestra participación en la plenitud bienaventurada y eterna de su vida divina.

         Hermanos e hijos carísimos: la Iglesia hoy de forma particular nos invita a estas reflexiones, y en ellas siempre nos educa, porque son verdades supremas que se relacionan con nuestro ser y nuestro destino.

         ... Dirigimos al Señor nuestras súplicas para que vea siempre iluminada y operante nuestra fe y nuestra esperanza en la vida eterna; para que nos haga capaces de usar bien de las cosas y de las experiencias de este mundo, dejando libre nuestro corazón, que sobre todo ha de orientarse al mundo futuro, y para que conforte con la amable y delicada esperanza los ánimos de aquellos que lloran la muerte de alguna persona querida.
 


 

27. Constitución  Conciliar  "  Gaudium  et  Spes ".   (n." 18)

EL MISTERIO DE LA MUERTE

 

         El enigma de la condición humana alcanza su vértice en presencia de la muerte, pues lo que tortura al hombre no es solamente el dolor y la progresiva disolución de su cuerpo, sino también, y mucho más, el temor de un definitivo aniquilamiento.

         Piensa, por consiguiente, muy bien cuando, guiado por un instinto de su razón, detesta y rechaza la hipótesis de una total ruina y de una definitiva desaparición de su personalidad.

         La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte, y todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no logran acallar la ansiedad del hombre, pues la prolongación de una longevidad biológica no puede satisfacer ese hambre de vida ulterior que, ineluctablemente, lleva enraizada en el corazón.

         Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, enseñada por la divina Revelación afirma que el hombre ha sido creado para un destino feliz, que sobrepasa las fronteras de la mísera vida terrestre.

         Y la fe cristiana enseña que la misma suerte corporal, de la que el hombre se hubiera librado si no hubiera cometido el pecado, terminará por ser vencida cuando al hombre le restituya su omnipotente y misericordioso Salvador la salvación que había perdido por su culpa.

         Dios llamó y llama al hombre para que, en una perpetua asociación de incorruptible vida divina, se adhiera a Él con la totalidad de su naturaleza. Y esa victoria la consiguió Cristo, resucitado a la vida, liberando al hombre de la muerte con su propia muerte.

         La fe, por consiguiente, apoyada en sólidas razones, está en condiciones de dar a todo hombre reflexivo la respuesta al angustioso interrogante sobre su porvenir.

         Más aún, le ofrece la posibilidad de una comunión en Cristo con los seres queridos, arrebatados por la muerte, dilatando la esperanza de que ellos han alcanzado ya en Dios la vida verdadera.