ORACIONES

 

         1. El destino

 

         Estará  de Dios", has oído decir.

         "Son cosas del destino", afirman algunos.

         "Estaba escrito", aseguran otros.

         Se imaginan que hay un arte muy extraño

         para lograr penetrar el camino oscuro

         ya trazado para cada hombre.

         O que es necesario un gran esfuerzo

         para acertar exactamente los misteriosos planes

         que Dios ha fijado para nosotros.

         Piensan que la vida       

         es una lotería, un puzzle o una ruleta:

         ¡ Triunfa el que acierta!

 

         Pero los pensamientos de Dios

         son verdaderamente bien distintos de los nuestros.

         El destino no está hecho, se va haciendo.

         La historia no esta escrita. Se escribe hoy.

         En el juego responsable de tu libertad,

         en las opciones que haces diariamente,

         en la fidelidad a tu conciencia,

         en la escucha personal y comunitaria

         a la Palabra del Señor,

         y en el discernimiento atento

         que realizas con tus hermanos,

         tú vas rompiendo el tiempo y penetrando en él.

         No mires, entonces, con fatalismo,

         y pasividad tu vida.

         Sé dueño de tus actos y de tus decisiones.

         No arriendes a Dios lo que Él no te quiere alquilar.

         Y porque tu libertad y tu vocación,

         y tus actos, y tus decisiones,

         son personalmente tuyos, verdaderamente tuyos,

         y reflexivamente tuyos,

         tú puedes decir que esa es la voluntad de Dios,

         y que eso es lo que Él quiere.
 


 

2. La muerte

 

                   A veces rehuimos pensar en ella.

         Creemos que es de mal gusto

         mencionar siquiera el tema.

         O significa ponerse triste.

         Y preferimos cerrar los ojos y taparnos los oídos

         para vivir su cómplice sorpresa.

         ¿ Por qué no mirarla de frente?

         Llegará el día, para todos, en que

         seremos llamados por el Padre a gozar

         de su casa donde tiene muchas habitaciones

         Llegará el día, que venga pronto,

         en que permaneceremos con Él en un gozo eterno

         y en una paz  sin límites.

         No te encierres en él,  porque te ahogas.

 

                   Haz como Jesucristo:

         Él vivió el dolor, la persecución, la deslealtad,

         la tristeza, la cruz, el abandono y la muerte,

         y supo asumirlos con valor.

         No huyó del país ante la dificultad,

         sino que subió directamente a Jerusalén

         para afrontar el sacrificio.

         Mira, tú, al Cristo sufriente, sangrante y mutilado.

         Mira al Cristo solidario de todos los dolores

         y de todas las lágrimas.

 

         Mira a su Madre recibiendo el cuerpo inerte

         que ella había traído a la vida.

         Y clava en su cruz tu dolor,

         coloca en sus manos tus angustias, tus penas y tu llanto.

         Hazte solidario con Él en el rescate de toda la humanidad.

 

         Y mira después a tus hermanos,

         comparte con ellos lo que sientes,

         recibe sus palabras, asume también sus problemas

         y sobre todo escúchalos.

 

         Y tal vez, suavemente,

         empezarás a sonreir, y a saltar,

         porque habrás encontrado el Amor Resucitado.
 


 

3. Resucitó

 

                   No busquéis entre los muertos al que esta vivo.

         No esta aquí. Ha resucitado".

 

         Y bajando nerviosa desde el monte,

         la Magdalena busca con urgencia a quien dar la noticia.

 

         ¡ Ha resucitado! ;Vive!

 

         Su boca seguirá hablando.

         Su corazón seguirá latiendo.

         Y su sonrisa animará a los hombres

         en su rutina y en su quebranto.

         Su Palabra no muere en la fría losa de una tumba.

         ¡ Ha resucitado!

         ¡No lo busquéis entre los muertos!

         En cada rostro del camino lo podrás reconocer.

 

         Comiendo el pan sentirás su gusto.

         Y en los pobres podrás ver trasparente

         el privilegio de su presencia.

 

         Y si permaneces vigilante

         y si pones atento el corazón,

         podrás verlo y escucharlo cada día,

         hablar de mil maneras y sentirlo de mil formas.
 


 

4. Ahora que atardece

 

         Ahora Señor, que atardece

         y se echan las tinieblas sobre mi corazón,

         sólo quiero pedirte una cosa:

 

         No te vayas,

         no sabría vivir sin ti;

         no te alejes,

         no podría vivir

         sin la luz de tu mirada en mis ojos,

         sin la fuerza de tu palabra en mis oídos,

         sin el calor de tu sangre en mis venas,

         sin la certeza de tu presencia en mi alma,

         en lo más hondo de mi ser.

         Sin ti, Señor, me moriría de frío.

 

         Ya sé que puedes ocultarte

         para probar mi fe,

         pero siempre estarás conmigo.

 

         Ya sé que no puedes huir de mi vida

         porque lo invades todo,

         lo penetras todo,

         lo creas y conservas todo;

         pero dame, Señor, una mirada limpia,

         capaz de alcanzar tu luz a través de la noche.

         Ahora que voy a tientas,

         ilumíname por dentro,

         y aunque mis pies vacilen,

         haz, Señor, que mi corazón vea.            

A m é n.
 



5. Dios desconcertante

 

         Dios nuestro, Dios único,

         Dios desconcertante:

         ¿Te conocemos?

         ¿Sabemos algo de ti?

 

         Tú mandaste a Abrahán, tu amigo,

         sacrificar al hijo de la promesa.

         Tú señalaste a Jesucristo, tu hijo,

         el camino de la cruz.

 

         Tú destrozas todos los moldes

         y rompes todos los esquemas.

         Estás siempre más lejos,

         pero al mismo tiempo

         eres más íntimo en nosotros

         que nuestra propia intimidad.

 

         Tú vas siempre más allá de todas las previsiones.

 

         Padre nuestro, ¿qué quieres de nosotros?

         (A veces preferiríamos no enterarnos

         porque tenemos miedo a tu palabra).

 

         Tus planes no son nuestros planes

         ni tus caminos son nuestros caminos.

 

         Tú, Padre nuestro,

         que eres un Dios sorprendente

         no gozas humillándonos.

         Tienes la verdadera clave de nuestra vida

         y nos quieres felices.

 

         No destruiste a Abrahán:

         le hiciste nuestro padre en la fe;

         no dejaste a tu hijo en el sepulcro:

         le diste el señorío de todo.

 

         Ayúdanos a decir con verdad:

          "Aquí estamos, Padre".

         "Hágase en nosotros según tu palabra"

         "Que no se haga nuestra voluntad sino la tuya"

 

           Que creamos en el amor, y aunque

         experimentemos tu "abandono", como Jesús.

         que nos fiemos ciegamente de Ti.

 

         Ayúdanos a descubrir tu proyecto sobre nosotros,

         a interpretarlo, a asumirlo,

         a realizarlo plenamente:

         que lleguemos a identificarnos

         con tu voluntad viviente entre nosotros:

         Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor.  A m é n.
 


 

6. Un mundo enfermo

 

                   Señor      

         el mundo está enfermo:      

         lo comprobamos tomándonos el pulso      

         nosotros mismos,      

         poniendo la mano sobre nuestro corazón.

         A veces, Señor, tenemos la evidencia      

         de que este enfermo se agrava cada día      

         y nos preguntamos con angustia      

         qué podríamos hacer      

         para devolverle la salud:

         -¿Cambiar las estructuras?      

         No somos titanes, Señor,      

         no somos capaces de cargar      

         sobre nuestras espaldas      

         la pesada bola del mundo.

         -¿Cambiar nosotros mismos?      

         Lo hemos intentado muchas veces      

         y sólo hemos logrado confirmarnos      

         en nuestra debilidad.

         -¿Declararnos impotentes      

         y dejar que todo se muera?      

         No quedaríamos en paz, Señor,

         hay algo en nosotros que se resiste a darse por vencido.

         Maestro bueno, ¿qué debemos hacer?      

         Dínoslo, somos tus discípulos.      

         Aunque... ya nos lo has dicho     

         muchas veces, Señor:

         - Sólo una cosa es necesaria.        

         No temáis,     

         no acumuléis preocupaciones,      

         no os agobiéis por el temor de dar poco      

         o por el afán de dar mucho;      

         conformaos con darlo todo,      

         aunque ese todo no sea más      

         que el cuenco de vuestras manos vacías.      

         Buscad el Reino de Dios y su justicia      

         y todo lo demás se os dará por añadidura.

 

         Señor Jesús, ayúdanos a comprender      

         que sólo tú eres el Mesías.      

         Renueva nuestra fe,      

         alienta nuestra esperanza,      

         haznos pobres en el espíritu.      

         Enséñanos a amar sencillamente.

         Y danos tu paz.  Amén.
 


 

7. En la muerte de un hermano

 

                   Señor Jesús,

         que eres Dios y conoces todas las cosas,

         que eres hombre y has vivido tu propia muerte en la cruz;

         tú que lloraste la ausencia de un amigo,       

         a quien amabas entrañablemente,       

         comprendes hoy el dolor  de nuestra comunidad

       - de cada uno de nosotros -

         ante la muerte de nuestro hermano N....

         Nos conforta tu presencia y tu testimonio

         y nos ilumina tu palabra, que es palabra de vida,

         de esperanza cierta en la resurrección.

         Tú eres la resurrección y la vida:      

         el que cree en Ti, aunque haya muerto vivirá.      

         Nuestro hermano N  ...... creyó en Ti      

         y sabemos que cumplirás en él tu promesa,

         no por lo que él hizo sino por lo que Tú eres,

         no por sus méritos sino por tu misericordia.

         También nosotros creemos en Ti, Señor. 

         Tu Pascua nos permite preguntar  

         el gozo de nuestra propia pascua.

         Haz que mientras permanecemos  en este mundo,      

         sepamos ser como el grano de trigo      

         que cae en tierra y muere para dar fruto abundante:      

         el fruto de la vida, que eres Tú, Cristo resucitado,      

         profecía y testimonio  del hombre nuevo.

         Te lo pedimos confiadamente

         por intercesión de María, Madre nuestra   Amén.
 


 

8. Súplica al atardecer de la vida.

 

      Desde lo hondo de mi corazón,

         me dirijo a Ti, Señor.

         Da nueva luz a mis ojos

         para que vea tu fuerza

         en mis debilidades,

         y reconozca tu presencia

         en mi soledad.

         Enséñame a recordar el pasado

         y vivir el presente,

         a estar solo y acompañado.

                   Ayúdame,

         a aceptar mis sufrimientos

         con paciencia,

         y a gozar de las cosas pequeñas

         que me regalas.

         Alienta los latidos de mi corazón

         para que ame hasta el final

         y espere, agradecido,

         la Vida que no tiene fin.
 


 

9. Día de Difuntos

 

         Padre: hoy venimos a Ti con una pena,

         con un dolor de ausencia.

         En esta familia nos falta alguien que Tú bien sabes.

         El tiempo no ha acabado de curar esta herida,

         ni podrá nunca llenar el hueco que se hizo en esta casa.

         ¡ Lo queríamos tanto !

         También Tú lo querías, más aún que nosotros.

         Y aún así, Tú sabes por qué misteriosas razones

         consentiste que se nos fuera como un pedazo del alma.

         Bendito seas, Señor.

         Hágase tu voluntad, por difícil,

         oscura y desconcertante que sea.

         Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

         Te pedimos que lo hayas recibido ya

         en las anchuras y en la felicidad de tu casa.

         Prémiale bien todo lo que trabajó

         y se desvivió por nosotros.

         Lo mucho que nos quiso...

         Recibe también en esa casa tuya, donde todos caben,

         a nuestros parientes, los que llevan nuestros apellidos,

         a nuestros amigos y  a todos tus hijos en general.

         Dales la paz y el descanso que no acaba.

         Danos a nosotros la paz que nace de la fe y la esperanza.

         Y danos tu mano para no perdernos

         en el camino que lleva hacia Ti.

                            A m é n.
 


 


10. Por la madre difunta

 

         Continuamente te rezamos, Señor, por nuestra madre.

         La recordamos con paz y con amor ante Ti,

         seguros de que ella vive,

         como estamos seguros de que vives Tú

         y de que tu amor dura para siempre.

         La recordamos cuando estaba entre nosotros...

         A veces, nos parece sentir el calor y el sosiego

         de su presencia protectora

         como cuando vivía aquí,

         mucho más para nosotros que para sí misma.

         Dale, Señor, tu amor, dale tu vida. Dale tu paz.

         Tenla muy cerca de Ti.

         Sea feliz y ruegue ante Ti por nosotros.

         Ayúdanos a vivir lo que ella nos enseño,

         más con amor que con palabras.

         A rezarte como ella, a quererte como ella,

         a hacer de Ti y de los demás, igual que ella,

         el sentido de nuestra vida.

         Y si por descuido o por debilidad en algo te faltó,

         perdónala, Tú que sabes lo que es ser Padre y Madre

         y conoces como nadie el amor y el perdón

         sin medida ni límites...

         Perdónale sus faltas por lo mucho que amó a todos.

         Gracias, Señor, por esta oración que nos llena de paz

         en el recuerdo de nuestra madre.

                                      A m é n.
 


 


11. Por el padre difunto

 

         Queremos traer a nuestra oración

         el recuerdo de nuestro padre difunto.

         Él no se perdía en gestos ni en palabras.

         No hacía alarde de su fe.

         Pero durante muchos años le vimos tomar parte

         con actitud sincera en nuestra sencilla oración familiar.

         De pequeños, él nos llevaba con nuestra madre a la ;iglesia.                       

        Nunca nos daba un consejo sobre las prácticas religiosas

         que él no cumpliera.

         En realidad, no nos daba muchos consejos.

         Iba siempre más lejos con las obras que con las palabras...

         Dale, Señor, la vida feliz y para siempre en la que creyó...                           

        Págale el ciento por uno de lo que él, tan desinteresadamente,                 

        trabajó por nosotros.

         Págale su honradez.

         Porque, además de cumplir con sus deberes religiosos,

         nunca le vimos mentir,

         ni jugar contra su conciencia la baza más ventajosa,

         ni apuntarse a una causa ganadora que é1 considerara injusta,

         ni dejar de respetar los bienes y los derechos del prójimo...                         

        Prémiale, Señor, el ejemplo y lecciones mudas de esa honradez.

         No te acuerdes, Señor, de sus pecados,

         de los defectos que pudo tener,

         Tú, que eres un Padre tan bueno

         y desmemoriado de puro misericordioso...

         Dale, Señor, el descanso sin fin.

         Viva para siempre feliz en tu casa.

         Reciba tu eterno abrazo de Padre,

         él que se esforzó en vivir aquí como hijo,

         él que te imitó como padre en su amor a nosotros.

         Danos la gracia de continuar en esta familia la obra suya,

         de cultivar sus mejores virtudes,

         de imitar sus mejores ejemplos...

         Viva nuestro padre, Señor,

         en la fiesta eterna de tu Reino con todos los santos.

         Y vivamos nosotros, con tu ayuda,

         en la lucha por comportarnos aquí como hijos tuyos

         y encontrarnos un día contigo y con él en el cielo.

                                      A m é n.
 


 

 12. En el aniversario de la muerte de un familiar

 

         Hoy, Señor Jesucristo,

         hace años que se nos fue nuestro querido N.

         Aquel día no lo olvidaremos nunca.

         Su muerte nos dejó tan acongojados y tan aturdidos

         que apenas acertábamos a hablarte.

         Ahora, con la serenidad que da el paso del tiempo,

         nos dirigimos a Ti y ponemos a N. una vez más en tus manos           

        con el mismo amor que le teníamos entonces,

         con un amor mayor, si cabe, como agrandado por la ausencia...

         Te lo encomendamos, Señor, llenos de paz y de confianza.

         Él, con sus defectos y sus fallos, fue un creyente sincero.                           

        Perteneció de lleno a Ti por el Bautismo.

         Puso en común con nosotros la fe y la oración familiar.

         Su vida, sus buenas obras, nos tranquilizan sobre su suerte;

         pero nuestra confianza está, sobre todo, en Ti, Buen Pastor,                       

        que diste la vida por él y por todos nosotros;

         pan verdadero, que lo alimentaste

         y nos alimentas con la Eucaristía,

         que alimentas en los tuyos la vida eterna.

         Nos fiamos de Ti, que dijiste:

         " Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados

         y yo os aliviaré ".

         Dale, Señor, a nuestro querido N. el descanso eterno.

         Tú que te compadeces de todos los desdichados,

         que curabas, consolabas, perdonabas y prometías la gloria:                         

        acuérdate de N. ahora que estás en tu Reino.

         Ámalo y hazlo feliz para siempre.

         Brille para él la luz que nunca se apaga.

         Dale, como regalo de tu amor, la paz que no termina.

         Y a nosotros ayúdanos a creer: y a vivir en Ti.

         Ayúdanos a morir en Ti y a vivir para siempre.

         Que nos encontremos un día contigo y con N  .....

         en la felicidad de tu Reino.

                                      A m é n.
 


 

13. Jesús está vivo,

 

                  No hay que tener miedo,

         porque Jesús está vivo,

         ha resucitado y camina a nuestro lado.

                   Si nos tienta el miedo,

         si nos hemos acostumbrado a la rutina,

         si no sabemos hacia donde ir,

         y nos espantan la Cruz y el sacrificio.

                   No hay que tener miedo,

         porque Jesús está vivo,

         ha resucitado y camina a nuestro lado.

                   Si nos abruma el cansancio,

         si no encontramos razones para vivir con alegría,

         si hemos perdido la ilusión

         y todo es noche sin chispa de luz.

                   No hay que tener miedo,

         porque Jesús está vivo,

         ha resucitado y camina a nuestro lado.

                   Si nuestro corazón está triste,

         si sólo escuchamos cantos de derrota

         y hemos agotado las lágrimas;

         si hemos perdido la esperanza

         y estamos dispuestos a abandonarlo todo.

                   No hay que tener miedo,

         porque Jesús está vivo,

         ha resucitado y camina  a nuestro lado.
 


 

14. C R E E M O S       D E S D E      L A       M U E R T E.

 

                                      ( Funeral )

 

                   Eres bueno, Señor, cuando nos regalas a tus  hijos

         lo mejor que tenemos:  nuestra vida.

         Tu nos la diste, Señor, como un don maravilloso.

         En el origen de esta entrega a manos llenas

         no cuentas con nosotros, porque no existimos.

                   Es todo iniciativa tuya,

                   Plena explosión de amor.

        

                   La dejaste en nuestras manos

         como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.

                   Hoy, el cántaro se ha roto, ya gastado,

         y el agua de la vida se derrama

         y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.

                   En esta noche oscura de la muerte,

         nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,

         pero resisten firmes, confiados,

         que vendrá la mañana luminosa

         de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.

                   Gracias, Padre,

         por sentarle a ...........  a tu lado

         en el hogar caliente de tu casa,

         mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.
 


        

15. C R E E M O S       D E S D E      L A       M U E R T E.

 

                         ( Misa  Aniversario )

 

                   Eres bueno, Señor, cuando nos regalas a tus  hijos

         lo mejor que tenemos:  nuestra vida.

         Tu nos la diste, Señor, como un don maravilloso.

         En el origen de esta entrega a manos llenas

         no cuentas con nosotros, porque no existimos.

                   Es todo iniciativa tuya,

                   Plena explosión de amor.

        

                   La dejaste en nuestras manos

         como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.

         Pero el cántaro se  rompió, ya gastado,

         y el agua de la vida se derrama

         y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.

                   En esta noche oscura de la muerte,

         nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,

         pero resisten firmes, confiados,

         que vendrá la mañana luminosa

         de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.

                   Gracias, Padre,

         por sentarle a ...........  a tu lado

         en el hogar caliente de tu casa,

         mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.
 


        

 16. C R E E M O S       D E S D E      L A       M U E R T E.

 

                                (  Muerte  Violenta).

 

                   Eres bueno, Señor, cuando nos regalas a tus  hijos

         lo mejor que tenemos:  nuestra vida.

         Tu nos la diste, Señor, como un don maravilloso.

         En el origen de esta entrega a manos llenas

         no cuentas con nosotros, porque no existimos.

                   Es todo iniciativa tuya,

                   Plena explosión de amor.

        

                   La dejaste en nuestras manos

         como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.

                   Hoy,  han roto el cántaro se brutalmente,

         y el agua de la vida se derrama

         y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.

                   En esta noche oscura de la muerte,

         nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,

         pero resisten firmes, confiados,

         que vendrá la mañana luminosa

         de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.

                   Gracias, Padre,

         por sentarle a ...........  a tu lado

         en el hogar caliente de tu casa,

         mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.
 


        

17. c r e d o      d e     l a     r e s u r r e c c i ó n.

 

                   Porque Cristo Resucitó y es el Hijo,

         creemos en el Padre y en los hermanos.

                   Porque Cristo Resucitó y es la Vida,

         creemos en la vida y no en la muerte.

                   Porque Cristo Resucitó y es la Luz,

         creemos en la luz y en la belleza.

                   Porque Cristo Resucitó y es la Verdad,

         creemos en la verdad y no en la mentira.

                   Porque Cristo Resucitó y es Palabra,

         creemos en el diálogo y no en el monólogo.

                   Porque Cristo Resucitó y está en el Camino.

         creemos en el futuro y no en el miedo.

                   Porque Cristo Resucitó y está en la Mesa,

         creemos en la amistad y no en el rechazo.

                   Porque Cristo Resucitó y está en el Pan,

         creemos en la siembra y no en el hambre.

                   Porque Cristo Resucitó y está en los Pobres,

         creemos en la justicia y no en la opresión.

                   Porque Cristo Resucitó y está en la Comunidad,

         creemos en la unidad y no en la división.

                   Porque Cristo Resucitó y es la Paz,

         creemos en la paz y no en la guerra.

                   Porque Cristo Resucitó y está llagado,

         creemos en el amor y no en el odio.
 


        

   18. O R A C I Ó  N

 

                   Dios Padre nuestro;

         Tú sabes la honda pena que nos aflige;

         recibe con amor a tu hijo N.,

         que ha dejado desolada nuestra casa,

         para ir a tu eterna morada;

         y a nosotros, ayúdanos a proseguir con ánimo

         el camino de nuestra vida

         hasta que un día nos reunamos junto a ti.

         Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

                            Amen
 


 

19. O R A C I Ó N.                    (Por un joven)

 

         Señor, nos cuesta trabajo

         aceptar la muerte en plena juventud.

         Concede a tu fiel N....

         la juventud eterna de tu Hijo Jesucristo,

         que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

                            Amén.
 


 

20. O R A C I Ó N

 

         Señor Jesús, ¿a quién iremos?

         Tú sólo tienes palabras de vida eterna

         Tú nos dices que el que cree en ti,

         aunque muera, vivirá.

         Tú conoces la vida de nuestro hermano,

         que ha muerto;

         quiso ser fiel discípulo tuyo,

         creyó y esperó en ti.

         Recíbelo en tu Reino,

         como hermano y amigo tuyo.

          En ti confiamos.

         Escúchanos, tú, que vives y reinas

         por los siglos de los siglos.

 

                   Amen.
 


 

21. O R A C I Ó N

 

         Señor, en este momento de dolor

         no sabemos qué decirte;

         nuestra oración por N.,

         es la pena honda que a todos nos aflige.

         El camino de su vida por este mundo

         ha llegado a su fin.

         Tú le conoces y le amas

         Recíbelo en tu Reino de paz y felicidad,

         y guía nuestros pasos,

         para que un día lleguemos

         a reunirnos con él en tu presencia

         por los siglos de los siglos. Amén.
 


 

22. O R A C I Ó N.       (Por un sacerdote)

 

         Te pedimos, Señor,

         que tu siervo N ..., sacerdote,

         a quien encomendaste durante su vida

         l ministerio sagrado,

         llegue a participar eternamente

         en la gran asamblea de tu Reino.

         Por nuestro Señor.
 


 

23. O R A C I  Ó N.           (Por un religioso)

 

         Te pedimos, Dios todopoderoso,

         por tu hijo N.,

         que en su entrega total a Jesucristo

         siguió la senda del amor perfecto;

         haz que pueda un día contemplar,

         lleno de gozo, la manifestación de tu gloria

         y disfrutar con sus hermanos

         de la eterna felicidad de tu Reino.

         Por nuestro Señor.
 


 

24. O R A C I  Ó N.            (Por un difunto)

 

         Suba nuestra oración a tu presencia, Señor

         y que la alegría eterna acoja a nuestro hermano N.;

         tú que lo creaste a tu imagen

         y lo hiciste tu hijo de adopción en el Bautismo,

         concédele ahora entrar en posesión

         de la herencia prometida.

         Por nuestro Señor.


 

25. O R A C I  Ó N.            Por un joven)

 

         Oh, Dios, que riges el curso de la vida humana;

         te encomendamos a tu siervo N....,

         cuya muerte prematura lloramos,

         para que le concedas vivir la perenne juventud

         de tu bienaventuranza.

         Por nuestro Señor.


 

26. O R A C I  Ó N.

(Por un difunto que ha trabajado en el servicio del Evangelio)

 

         Imploramos humildemente tu misericordia, Señor,

         para que nuestro hermano N.....,

         que entregó su vida al servicio del Evangelio,

         alcance el premio de tu Reino.

         Por nuestro Señor.


 

27. O R A C I  Ó N.

(Por un difunto que ha padecido larga enfermedad)

 

 

         Oh Dios, que quisiste que nuestro hermano   

         te sirviera en la prueba de su larga enfermedad;

         te pedimos

         que, quien fue paciente a ejemplo de tu Hijo,

         alcance el premio de su misma gloria.

         Por nuestro Señor.


 

28. (Por un difunto que ha muerto repentinamente)

         Que tu infinita bondad, Señor

         nos consuele en el dolor de esta muerte inesperada

         y mitigue nuestra tristeza

         con la esperanza de que tu hijo N......

         vive ya en tu compañía.

         Por nuestro Señor.


 

29. O R A C I  Ó N.

  (Por los cónyuges difuntos)

 

         Ten misericordia, Señor,

         de tus hijos N.... y N.....,

         que vivieron unidos en el matrimonio;

         el amor conyugal los unió en esta vida,

         que la plenitud de tu amor los reúna en la eterna.

         Por nuestro Señor.


 

30. O R A C I  Ó N.  Por un solo cónyuge difunto)

 

         Señor, absuelve misericordiosamente de sus culpas

         a tu hijo N.,....

         y toma bajo la protección de tu amor

         a su esposa N....;

          que los que vivieron unidos en esta vida

         por el amor conyugal,

         lleguen a reunirse eternamente

         en la plenitud de tu amor en la gloria.

         Por nuestro Señor.


 

31. O R A C I  Ó N.

Por los padres)

 

                            Oh Dios,

         que nos has mandado honrar padre y madre;

         ten misericordia de mi padre y de mi madre

         (de nuestros padres),

          haz que me reúna (nos reunamos) un día

         con ellos en la claridad de tu gloria.

         Por nuestro Señor Jesucristo.


 

32. O R A C I  Ó N.

(Por los hermanos, allegados y bienhechores)

 

         Oh Dios,

         que concedes el perdón de los pecados

         y quieres la salvación de los hombres;

         por intercesión de Santa María, la Virgen,

         y de todos los santos

         concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores

         que han salido ya de este mundo

         alcanzar la eterna bienaventuranza.

         Por nuestro Señor.


 

 33. O R A C I  Ó N.

 (Por un pastor de almas)

 

 

         Oh Dios, pastor de las almas;

         te pedimos en favor de tu siervo N....,

          a quien hiciste sacerdote y pastor de esta comunidad,

         para que la guiara por el camino de salvación

         y la alimentara con el pan de la Vida.

         Tú conoces sus palabras y sus obras,

         sus luchas y sufrimientos.

         Te pedimos que, a la hora de juzgarle,

         te muestres con él propicio,

         y lo admitas en la gloria de los elegidos,

         justamente con los que, en el mundo,

         estuvieron encomendados a su cuidado pastoral.

         Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


 

34. O R A C I  Ó N.

(Por un difunto, padre de familia)

 

         Oh Dios, de quien procede toda paternidad

         en el cielo y en la tierra;

         acuérdate en tu misericordia de tu siervo N...,

         que en el mundo ha sido padre solícito con los suyos.

         Lleva su alma a la paz eterna

         y concédele allí el premio de su amor y abnegación.

         Tú, Señor, ves el dolor de la viuda

         y la orfandad de sus hijos;

         te pedimos protejas

         a los que han quedado huérfanos en la tierra

         para que vayan creciendo en cuerpo y alma.

         Por Cristo nuestro Señor. Amén.


  

 35. O R A C I  Ó N.

 ( Por una madre difunta).

 

         Señor Jesucristo, Hijo de Dios,

         que quisiste tener una madre en la tierra;

         a quien has llamado del seno de su familia.

         Bendice el amor que siempre tuvo a los suyos en la tierra,

         y haz que, desde el cielo,

         pueda seguir ayudándoles.

         Toma bajo tu protección misericordiosa

         a quienes ella ha tenido que abandonar en la tierra.

         Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

                            Amén.


 

36. O R A C I  Ó N.

 (Por una religiosa)

 

         Señor Jesucristo, esposo de la Iglesia,

         que has querido llamar al reino celestial a tu sierva N...,

         a ti consagrada en la vida religiosa;

         mira con ojos de misericordia

         las obras con que te sirvió

         y bendice la comunidad en la cual vivió en este mundo.

         Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

                            Amén.


                  

37. O R A C I  Ó N.

(Por un adolescente)

 

         Dios todopoderoso y eterno,

         que has llamado de este mundo a tu siervo (a ), N.....

          en la flor de la vida;

         te suplicamos que completes la obra de tu gracia,

          libres su alma de toda culpa y castigo,

         y haz que el sacrificio de la vida terrena

         se convierta para él (ella)

         en gozo de vida eterna.

          Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


 

38. O R A C I  Ó N.

 (En una muerte repentina)

 

         Oh Dios, que tienes en tus manos

         la vida de los hombres

         y a cada uno señalas el número de sus días;

         escucha misericordioso la oración de tu Iglesia

        y, por el amor de Cristo,       

         muéstrate propicio al alma de tu siervo (a), N ...

         a la que has sacado de esta vida tan inesperadamente.

         No tomes en cuenta sus culpas y pecados,

         y condúcela, por tu misericordia,

         a la gloria eterna.

         Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

                            Amén.


 

39. O R A C I  Ó N.

 AL CERRAR EL ATAUD

 

         En el momento en que se nos oculta

         el rostro de nuestro hermano,

         levantamos a Ti, Señor, nuestros ojos.

         Concédele que pueda contemplarte cara a cara

         la luz de tu gloria;

         y aviva en nosotros la esperanza

         de volver a verle junto a Ti

         por los siglos de los siglos.

                             Amén.


  

 40. O R A C l Ó N

 

         Te encomendamos, Señor,

         a nuestro hermano,

         a quien rodeaste siempre

         con tu amo infinito;

         concédele ahora,

         libre de todos los males,

         participar en el descanso eterno.

         Y ya que este primer mundo

         acabó para él,

         admítelo en el Paraíso,

         donde no hay ni llanto, ni luto,

         ni dolor, sino paz y alegría,

         con tu Hijo y el Espíritu Santo,

         por los siglos de los siglos.

                              Amén.


 

41. O R A C I Ó N.

 

         En tus manos, Padre de bondad,

         encomendamos el alma de nuestro hermano;

         nos sostiene la esperanza

         de que resucitará con Cristo en el último día

         con todos los que en Cristo han muerto.

          (Te damos gracias, Señor,

         por los beneficios derramados sobre tu siervo

         en su vida mortal,

         signos de tu bondad

         y manifestación de la comunión de tus Santos).

         Escucha nuestras oraciones,

         os de misericordia,

         para que se abran a tu siervo

         las puertas del paraíso,

         y nosotros,

         los que aún permanecemos en este mundo,

         nos consolemos mutuamente

         con palabras de fe

         (hasta que salgamos todos al encuentro de Cristo)

         y así, con nuestro hermano,

         gocemos de tu presencia.

         Por Jesucristo nuestro Señor.

                   Amén.


 

 42. O R A C I Ó N

 

         Dios todopoderoso y eterno,

         Señor de vivos y muertos,

         que tienes compasión

         de quienes sabes que serán tuyos

         por su fe y por sus obras,

         escucha las súplicas que te dirigimos

         por los que la vida aún retiene en la carne

         y por aquellos, que,

         despojados de su cuerpo mortal,

         gozan ya de la vida eterna;

         dígnate concederles,

         por intercesión de todos los santos,

         el perdón de los pecados.

         Por Jesucristo nuestro Señor.

                    Amén.


 

42. O R A C I Ó N

 

         Dios todopoderoso,

         por la muerte de Jesucristo tu Hijo

         destruiste nuestra muerte,

         por su reposo en el sepulcro

         santificaste las tumbas

         por su gloriosa resurrección

         nos restituiste la vida a la inmortalidad.

         Escucha nuestra oración

         por aquellos (aquél)

         que muertos en Cristo

         y consepultados con Él,

         anhelan la feliz esperanza de la resurrección.

         Concede, Señor de vivos y muertos,

         a cuantos en la tierra te conocieron por la fe,

         alabarte sin fin en el cielo.

         por Jesucristo nuestro Señor.

                    Amén.


 

44. O R A C I Ó N .

 

         Autor de la vida y Señor de los difuntos,

         acuérdate de tu siervo N.,

         que ha comido tu cuerpo y bebido tu sangre

         y ha ido al descanso confiado en ti.

         Cuando vengas con majestad,

         acompañado de tus ángeles,

         resucítalo de su sepulcro

         y sácalo del polvo,

         revístelo con traje de honor

         y colócalo a tu derecha,

         para que contigo entre

         en la morada del cielo

         y alabe tu bondad.

         Tú, que vives y reinas por los siglos.

                   Amén


 

 45. Dios  me  espera.

 

         Señor, tengo demasiada hambre de infinito

         para creer que me hayas hecho mortal.

         He amado demasiado a mis seres queridos

         para creer que nuestro amor se haya apagado para siempre.

         Y tengo demasiada confianza en nuestro Padre del Cielo

         para creer que haya querido tener hijos  .....

         para dejarlos morir.

 

         Acojo, entonces, Señor, tu  "Buena Noticia",

         como respuesta de amor a mi loca esperanza.

         Sí, mis muertos viven,

         y puedo amarlos más que en esta loca tierra.

         Sí, viviré con ellos más allá del tiempo,

         porque Tú me esperas, ellos me esperan,

         para compartir tu amor y compartir tu alegría.

 

         Gracias, Señor, creo.

         Creo que eres Tú quien nos das tu vida,

         vida resucitada, en nuestra vida enraizada

         y tu amor de Cielo, en nuestro amor de tierra.

 

         Pero, pese a todo, dudo a veces,

         perdóname, Señor.

         Yo que quería tocar todavía, Señor,

         que quería agarrar,

         que quería estrechar,

         con el cuerpo en paro y el corazón desgarrado

         tropiezo con la ausencia.

 

         Y lloro  ...  Como Tú llorabas a tu amigo en la tierra.

         No me avergüenza llorar

         porque he comprendido, hoy,

         que he de aceptar y ofrecer esta ausencia,

         para lavar mis amores, mezclados con tanta tierra,

         que la alegría, todavía no puede florecer eternamente.

 

         Es preciso, ahora, que me levante, Señor,

         para reemprender el camino.

         Es tan difícil amar como se ama en tu Casa,

         que primero he de prepararme intensamente

         amando, hoy, a todos mis hermanos, aquí.

 

         Ayúdame, ellos me esperan, y Tú me esperas, también

         para alimentar con tu vida, el más mínimo gesto.

         Y contigo Resucitado, recorreré el tiempo

         hasta el día del amor y de la alegría sin fin.


        

46. Dios  nos  espera.

         Señor, tenemos demasiada hambre de infinito

         para creer que nos hayas hecho mortales.

         Hemos amado demasiado a nuestros seres queridos

         para creer que nuestro amor se haya apagado para siempre.

         Y tenemos demasiada confianza en nuestro Padre del Cielo

         para creer que haya querido tener hijos  .....

         para dejarlos morir.

 

         Acogemos, entonces, Señor, tu  "Buena Noticia",

         como respuesta de amor a nuestra loca esperanza.

         Sí, nuestros muertos viven,

         y podemos amarlos más que en esta loca tierra.

         Sí, viviremos con ellos más allá del tiempo,

         porque Tú nos esperas, ellos nos esperan,

         para compartir tu amor y compartir tu alegría.

 

         Gracias, Señor, creemos.

         Creemos que eres Tú quien nos das tu vida,

         vida resucitada, enraizada en nuestra vida mortal   

         y tu amor de Cielo, metido en nuestro amor de tierra.

 

         Pero, pese a todo, dudamos a veces,

         perdónanos, Señor.

 

         Y lloramos  .....  como Tú llorabas a tus amigos en la tierra.

         No nos avergüenza llorar

         porque hemos comprendido, hoy,

         que hemos de aceptar y ofrecer esta ausencia,

         para lavar nuestros amores, mezclados con tanta tierra,

         que la alegría, todavía no puede florecer eternamente.

 

         Es preciso, ahora, que nos levantemos, Señor,

         para reemprender el camino.

         Es tan difícil amar como se ama en tu Casa,

         que primero tenemos que prepararnos intensamente

         amando, hoy, a todos nuestros hermanos, aquí.

 

         Ayúdanos, ellos nos esperan, y Tú nos esperas, también

         para alimentar con tu vida, el más mínimo gesto.

         Y contigo Resucitado, recorreremos el tiempo

         hasta el día del amor y de la alegría sin fin.


        

47. C R E E M O S       D E S D E      L A       M U E R T E.

 

                            Señor,

                   Tu nos diste la vida como un don maravilloso.

         En el origen de esta entrega a manos llenas

         no cuentas con nosotros, porque no existimos.

         Es todo iniciativa tuya,

         Plena explosión de amor.

                   Eres bueno, Señor, cuando regalas a tus hijos

         lo mejor que tenemos  : nuestra vida.

                   La dejaste en nuestras manos

         como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.

                   Hoy, el cántaro se ha roto, ya gastado,

         y el agua de la vida se derrama

         y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.

                  En esta noche oscura de la muerte,

         nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,

         pero resisten firmes, confiados,

         que vendrá la mañana luminosa

         de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.

                   Gracias, Padre,

         por sentarle a tu lado

         en el hogar caliente de tu Casa,

         mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.


 

   48. ORACIONES   PARA   PEDIR   ARREPENTIMIENTO

                  

                   (Para antes de empezar a prepararse a confesar)

                                     

                                               1

         Dios omnipotente y misericordioso,

         abre mis ojos,

         para que descubra el mal que he hecho;

         toca mi corazón, para que, con sinceridad,

         me convierta a Ti.

         Restaura en mí tu amor,

         para que resplandezca en mi vida

         la imagen de tu Hijo.

 

 

                                      2

         Padre misericordioso y consolador,

         Tú, que dijiste:

         "Yo quiero la conversión del pecador

         y no su muerte",

         ayúdame a escuchar tu palabra,

         confesar mis pecados,

         darte gracias por el perdón que me otorgas.

         Ayúdame a comportarme con sinceridad

         en el camino del amor,

         y a crecer en Cristo

         a través de todos los acontecimientos.

 

                                      3

 

         Señor Jesús,

         cuando Pedro te negó tres veces

         Tú lo miraste con amor misericordioso

         para que llorase su pecado

         y se convirtiese a Ti de todo corazón;

         mírame y mueve mi corazón

         para que vuelva a Ti

         y te siga fielmente durante toda mi vida.

 

 

 

                                      4

 

         Señor, que eres justo

         y clemente con todos los que te invocan.

         Tú conoces mi pecado y mi injusticia.

         Tú sabes también mis buenos deseos.

         Escucha mi oración,

         y dame la gracia de volver a Ti,

         por una conversión y reconciliación sinceras.

 

                                      5

         Señor, Dios todopoderoso,

         Tú eres el Padre de todos.

         Tú has creado a los hombres

         para que vivan en tu casa

         y alaben tu gloria.

         Abre mi corazón para escuchar tu voz

         y, pues me he apartado de Ti por el pecado,

         haz que vuelva a Ti de todo corazón

         y te reconozca como Padre,

         lleno de misericordia para todos los que te invocan.                                    

        Corrígeme para que me aparte del mal

         y perdona mis pecados.

         Dame la alegría de tu salvación

         para que, retornando junto a Ti,

         me alegre en el banquete de tu casa

         ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

 

 

                                               6

 

         Absuélveme, Señor,

         de todos mis pecados.

         Concédeme el perdón de mis culpas,

         para que te sirva con espíritu libre.

 

 

 

                                               7

 

                            Señor:

         sabes mis indecisiones y mis cansancios;

         ahora mismo quisiera empezar y no me atrevo;

         muchas veces me confieso por rutina,

         pero hoy no quisiera que fuese así.

         Dame la gracia de conocerme tal como soy,

         de profundizar en mis intenciones últimas,

         de descubrir las raíces de mis pecados,

         de arrepentirme de veras.

         Haz que, de tu mano,

         recorra el camino de la penitencia,

         para llegar a Ti, renovado sinceramente.

 

                                      8

 

                   Oh Dios,

         que me llamas de las tinieblas a tu luz,

         de la mentira a la verdad,

         de la muerte a la vida;

         infunde en mi tu Espíritu Santo

         que abre el oído

         y fortalece el corazón,

         para que perciba mi vocación cristiana.

         y avance decididamente por el camino

         que me conduce a la verdadera vida cristiana.

 

                            9

         Señor, Dios nuestro,

         que no te dejas vencer

         por las ofensas de los hombres

         y te aplacas con su arrepentimiento.

         Mírame, pues soy pecador,

         y concédeme celebrar

         los sacramentos de tu misericordia.

         haz  que sea capaz de corregir mi vida,

         para poder gozar de las alegrías eternas.

 

                            10

 

         Señor Dios nuestro.

         Me duele haberte ofendido

         y haber hecho daño a mis hermanos.

         Concédeme una sincera conversión

         y suscita en mí el amor a ti y al prójimo.

 

                            11

         Señor Jesucristo.

         por tu pasión y por tu Cruz,

         me has redimido

         y me has dado ejemplo de paciencia y de caridad.

         Me duele haberte ofendido

         y haber sido negligente en tu servicio

         y en el de mis hermanos.

         Concédeme una sincera conversión

         y suscita en mi el amor a Ti y al prójimo.

                                      12

 

         Señor, Espíritu Santo,

         Tú nos hablas en la Iglesia

         y en lo más .profundo de la conciencia,

         moviendo nuestros corazones a obrar el bien.

         Me duele haberte ofendido

         con mi desobediencia y dureza de corazón.

         Concédeme una sincera conversión

         y suscita en mi el amor a Ti y al prójimo.

 

13

 

 

         Señor Dios, Tú conoces todo. 

         Conoces también mi sincera voluntad

         de servirte mejor a Ti y a mis hermanos.

         Mírame y escucha mis súplicas.

         Concédeme la gracia de una verdadera conversión.

         Suscita en mi el espíritu de penitencia

         y confirma mis propósitos.

         Perdona mis pecados

         y sé indulgente con mis defectos.

         Llena mi corazón

         de espíritu de confianza y generosidad.

         Hazme discípulo fiel de tu Hijo

         y miembro vivo de su Iglesia.