CARTA "Ogniqualvolta" DE SU SANTIDAD' PAPA JUAN PABLO II El 30 de AGOSTO de 1990.

 

EL PAPA JUAN PABLO II,
Al venerado hermano monseñor
PAUL JOSEF CORDES
Encargado "ad personam"
del apostolado de las comunidades neocatecumenales

Siempre que el Espíritu hace germinar en la Iglesia 
impulsos de una mayor fidelidad al evangelio, florecen 
nuevos carismas que manifiestan tal realidad y nuevas 
instituciones que la ponen en práctica. Así ha sucedido 
después del concilio de Trento y después del concilio 
Vaticano II.
Entre las realidades suscitadas por el Espíritu en 
nuestros días figuran las comunidades neocatecumenales, 
iniciadas por el señor K. Argüello y por la señora C. 
Hernández (Madrid, España), cuya eficacia para la 
renovación de la vida cristiana era acogida por mi 
predecesor Pablo VI como fruto del Concilio: "Cuánta 
alegría y cuánta esperanza nos dais con vuestra presencia 
y con vuestra actividad... Vivir y promover este despertar 
es lo que vosotros llamáis una forma de después del 
bautismo que podrá renovar, en las actuales comunidades 
cristianas, aquellos efectos de madurez y de 
profundización que en la Iglesia primitiva se realizaban 
gracias al período de preparación al bautismo" (Pablo VI a 
las comunidades neocatecumenales, audiencia general, 8 
de mayo de 1974, en Notitiae 96 [1974] 230).
También yo, en los numerosos encuentros que he 
tenido como obispo de Roma, en las parroquias romanas, 
con las comunidades neocatecumenales y con sus 
pastores, y en mis viajes apostólicos a muchas naciones, 
he podido constatar copiosos frutos de conversión 
personal y un fecundo impulso misionero.
Tales comunidades hacen visible en las parroquias el 
signo de la Iglesia misionera y "se esfuerzan por abrir el 
camino a la evangelización de aquellos que casi han 
abandonado la vida cristiana, ofreciéndoles un itinerario 
de tipo catecumenal, que recorre todas aquellas fases que 
en la Iglesia primitiva recorrían los catecúmenos antes de 
recibir el sacramento del bautismo; les acerca de nuevo a 
la Iglesia y a Cristo" (cf Catecumenato postbattesimale en 
Notitiae 96 [1974] 229). Es el anuncio del evangelio, el 
testimonio en pequeñas comunidades y la celebración 
eucarística en grupos (cf Notificazione sulle celebrazioni 
nei gruppi del "Camino neocatecumenale" en 
L'Obsservatore Romano, 24 de diciembre de 1988) lo que 
permite a sus miembros ponerse al servicio de la 
renovación de la Iglesia.
Numerosos hermanos en el episcopado han reconocido 
los frutos de este Camino. Quiero limitarme a recordar al 
entonces arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro 
Morcillo, en cuya diócesis y bajo cuyo gobierno han 
nacido, en el año 1964, las comunidades 
neocatecumenales que acogió con tanto amor.

Después de más de veinte años de vida de las 
comunidades, difundidas en los cinco continentes,

- teniendo en cuenta la nueva vitalidad que anima a las 
parroquias, el impulso misionero y los frutos de conversión 
que brotan del testimonio de los itinerantes y, últimamente, 
de la obra de las familias que evangelizan en zonas 
descristianizadas de Europa y del mundo entero;

- considerando las vocaciones a la vida religiosa y al 
presbiterado de este Camino y el nacimiento de colegios 
diocesanos de formación al presbiterado para la nueva 
evangelización, como el Redemptoris Mater de Roma;

- habiendo visto la documentación por Vd. presentada:

acogiendo a la petición que se me ha dirigido, 
reconozco el Camino neocatecumenal como un itinerario 
de formación católica, válida para la sociedad y para los 
tiempos de hoy.

Deseo vivamente, por tanto, que los hermanos en el 
episcopado valoricen y ayuden -junto con sus presbíteros- 
a esta obra para la nueva evangelización, para que se 
realice según las líneas propuestas por los iniciadores, en 
espíritu de servicio al Ordinario del lugar y en comunión 
con él, y en el contexto de la unidad de la Iglesia particular 
con la Iglesia universal.

En prenda de este vivo deseo, imparto a Vd. y a cuantos 
pertenecen a las comunidades neocatecumenales, mi 
bendición apostólica.

Desde el Vaticano, a 30 de agosto de 1990, XII de 
pontificado
JUAN PABLO II