HOMILIA DEL DOMINGO XXIV.- CICLO C

PARÁBOLA SOBRE LA MISERICORDIA DE DIOS

Se acercaban a Jesús los recaudadores de impuestos y pecadores…. Y los fariseos y los escribas murmuraban en alta voz diciendo:

No solo come con ellos (Gal 2, 12-13) sino que los acoge y los recibe como tales, con aires de aceptación religiosa (Rom 16,2, Fil 2, 29).

Es más no solo los recibía cuando le buscaban ellos, sino que Él los buscaba para allegarlos a su lado e ingresarlos en su Reino.

A esta crítica respondió Cristo con tres parábolas, la liturgia en este día suprime la 3ª del Hijo pródigo porque ya la puso el Domingo IV de Cuaresma.

Las dos primeras, la parábola de la oveja perdida y de la dracma perdida tuvieron originalmente la finalidad de contestar a los fariseos justificando la conducta bondadosa de Jesús con los pecadores.

Cristo acoge a los pecadores porque Dios ama al pecador, "Dios no quiere la muerte del pecador sino que reconvierta y viva" y ha enviado a su Hijo con la misión de salvar al hombre pecador.

Por eso estas parábolas deben denominarse; parábolas de la misericordia de Dios en Cristo.

El vino para los pecadores:

1) Pecadores apegados al dinero como Zaqueo.

2) Pecadores apegados a la lujuria como la Magdalena y la Samaritana.

3) Pecadores equivocados con la soberbia farisaica como San Pablo antes de su conversión.

II.- ¿PORQUÉ LOS FARISEOS RECHAZAN EL TRATO DE JESÚS CON LOS PECADORES?

Los doctores de la Ley creían que el pecador no era amado por Dios antes de su conversión, sólo cuando ha abandonado sus malas obras y las ha reparado, con la penitencia le otorga Dios su amor.

Jesús habla de otra manera. La iniciativa parte de Dios. El pastor va en busca de la oveja perdida, la mujer busca la moneda.

En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y envió a su Hijo como sacrificio de purificación por nuestros pecados.

Nosotros amamos porque él nos amó primero (1Jn 4, 10-19) el pecador no puede volver por sí mismo a Dios, sino que es Dios quién debe volverlo al hogar (Jer 24, 7).

La enseñanza judía respecto al arrepentimiento era muy distinta de la de Jesús, más aún, era contraria. La de ellos era: primero hacer penitencia y entonces la justicia divina, daría su recompensa al penitente.

El evangelio de Cristo era para los perdidos como tales, les hablaba del perdón y del propósito y sentimiento (de misericordia) del Padre hacia ellos; y esto no en el futuro y como una recompensa a su penitencia sino ahora en el presente.

El Rabinismo colocaba la aceptación al final del arrepentimiento y hacía de ella la recompensa y esto, debido a que no sabían, ni sentían el poder del pecado, ni tampoco la gracia gratuita de Dios.

El Evangelio coloca la aceptación al comienzo del arrepentimiento, como el don gratuito del amor de Dios, y esto, debido a que no solo conoce el poder del pecado, sino que señala al Salvador, provisto por Dios.

Sólo el que cree que se ha inaugurado el reinado del amor de Dios y que Dios reina por su misericordia puede creer que el amor a los pecadores puede santificar (aquí ya) al pueblo.

El fariseísmo decía:

Hay gozo delante de Dios cuando los que le invocan mueren

Cristo decía:

Hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, ya aquí en esta vida.

Tan terrible contraste hace notar de qué modo tan claro venía del cielo el mensaje de Jesús, y como los pobres pecadores tienen que haberlo sentido.

Así entendieron la parábola del Pastor las primitivas generaciones cristianas, cuando representaban a Jesús amorosamente bajo la imagen del Buen Pastor con la oveja sobre sus hombros.

"Nosotros hoy ante la imagen del Buen Pastor, que se alegra de nuestra conversión, debemos contemplar este cuadro en silencio sosegado, dejando que su imagen se estampe en nuestra alma" (Bover) y nos rindamos ante su amor.

III.- DIOS ME AMA

Cuán grande es el amor de Dios por cada hombre se ve en que Él nos eligió desde la eternidad en su Hijo y lo entregó para que no perezca ninguno de los que creen en él.

La prueba suprema de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros pecadores murió por todos y cada uno de nosotros (Rom 5,8)

"EL ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ" dice San Pablo

IV.- DIOS ME BUSCA PARA QUE LE ABRA LAS PUERTAS DE MI CORAZÓN

La enseñanza más importante de estas dos parábolas es:

Dios no es solamente el Padre bondadoso que perdona cuando un pecador se arrepiente, sino que también busca al que se ha perdido, hasta que lo encuentra.

Que Dios busque al que se ha perdido, quiere decir que llama continuamente a las puertas del corazón del hombre pecador y le ofrece los caminos que le pueden conducir hasta Él.

El Señor me busca según mi condición de múltiples maneras:

Estemos atentos al paso del Señor por nuestra vida y dejémonos encontrar por él.

Exclamemos con el célebre poeta (LOPE DE VEGA)

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras

Qué interés se te sigue Jesús mío

Que a mis puertas cubiertas de rocío

Pasas las noches del invierno oscuras,

¡OH! Cuantas fueron mis entrañas duras

Pues no te abrí….

Y que extraño desvarío

Si de mi ingratitud el hielo frío

Heló las llagas de tus plantas puras.

Repitamos las frase más fuertes

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras tu el Rey del universo

Que a las puertas de mi corazón

Pasas día y noche llamando para que te abra

Y no te abrí

Que extraño desvarío el de mi ingratitud

Hoy una vez más te llama el Señor de un modo especial, ábrele por fin las puertas de tu corazón.

Dios nos ha creado para participar de su vida de amor. Esto no es posible sino por medio del amor y para amar se necesita la libertad, obrar libremente; acoger libremente el amor de Dios y responder libremente a ese amor.

Cristo espera tu conversión y te espera con los brazos abiertos.

V.- APLICACIÓN A NUESTRA VIDA

Para nuestra vida debemos sacar las siguientes conclusiones:

1º) Que Dios nos ama verdaderamente

Somos amados como individuos concretos y no como masa, Dios nos conoce por nuestro auténtico nombre que sólo él conoce porque es aquel al que estamos llamados a ser.

Cada uno de nosotros somos para él alguien único e irrepetible.

2º) Dios quiere nuestra conversión

Por eso nos busca llamando continuamente a las puertas de nuestro corazón y ofreciéndonos el camino que nos lleva de nuevo al encuentro con él.

3º) Hay que estar atentos al paso del Señor por nuestras vidas.

4º) Hay que dejarse amar por él

Quitando los obstáculos que lo impiden

5º) Dios está esperando nuestra conversión

Nosotros debemos desear y procurar que se consuma esa esperanza y diremos como el hijo pródigo, me levantaré y me pondré en camino a donde está mi padre.

Terminemos con esta Oración:

Señor tu bondad es infinita y tu misericordia es eterna, por eso por grandes que hayan sido mis pecados perdonados jamás desconfiaré de tu misericordia.

Y al recordar, mi vida pecadora en general (no conviene detenerse en momentos concretos) lejos de crear en mi desconfianza en tu misericordia, mi alma se llenará de alegría y júbilo al pensar que eres mi Padre que me has perdonado y que me amas.