DISCURSO  A varios grupos de peregrinos que acudieron a Roma con ocasión del jubileo, sábado 16 de septiembre

En la sagrada Eucaristía se realiza el vínculo inseparable entre comunión y misión

Juan Pablo II recibió en audiencia, el sábado 16 de septiembre, a varios grupos de peregrinos, en su mayoría italianos, que habían venido a Roma con motivo del jubileo. Destacaban las peregrinaciones de las diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia (3.000 personas) y Castellaneta (500), y la de Alpinos jubilados (2.000). Participaron también la junta directiva de la Caja del Círculo católico, de Burgos (España) (45 personas) y una peregrinación de la Iglesia greco-católica ucraniana (50). A las diez de la mañana, en la plaza de San Pedro, tuvo lugar una concelebración eucarística presidida por mons. Felice Cece, arzobispo de Sorrento-Castellammare di Stabia. A las once y media, el Santo Padre bajó a la plaza y después de escuchar las palabras que le dirigió mons. Cece, pronunció el discurso que publicamos.

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros en esta audiencia especial, que se inserta oportunamente en el programa de vuestra peregrinación jubilar. Os doy mí cordial bienvenida.

Venís de diversas localidades y habéis llegado a Roma el día en que la Iglesia hace memoria de los mártires san Cornelio, Papa, y san Cipriano, obispo. Vuestra presencia en la ciudad eterna, donde numerosos creyentes, junto con los apóstoles san Pedro y san Pablo, dieron su valiente testimonio de Cristo, os ofrece la posibilidad de reflexionar en vuestro compromiso cristiano y en la exigencia de un testimonio coherente, que deriva de él.

Os deseo cordialmente que, imitando el ejemplo de esos valientes testigos de la fe e invocando su protección, os fortalezcáis en vuestros propósitos de vida cristiana, de modo que prosigáis con renovado entusiasmo por el camino de la santidad, fieles al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia.

El jubileo, ocasión de crecimiento espiritual

2. Saludo con afecto a los peregrinos que han venido de las diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia y de Castellaneta, acompañados por sus obispos respectivos, monseñor Felice Cece y monseñor Martino Scarafile, a quienes saludo con afecto fraterno.

Amadísimos hermanos y hermanas, espero que al cruzar la Puerta santa tengáis las disposiciones interiores necesarias para recibir la riqueza que Dios quiere derramar en las almas con ocasión de las celebraciones jubilares. Para vosotros y para vuestras comunidades constituye una singular ocasión de crecimiento espiritual, que no debéis desaprovechar en absoluto.

El jubileo se configura como un Año de gracia y de misericordia para todos los creyentes, que están llamados a agradecer y alabar a Dios por sus dones. Se trata de un tiempo propicio también para una práctica más consciente de los sacramentos, que son medios privilegiados de gracia queridos por Cristo para la santificación. La Eucaristía, en particular, encierra en sí la totalidad de los misterios de la redención: en ella el Padre sigue dándonos la persona divina del Hijo encarnado para la salvación de los hombres.

Así pues, la Eucaristía debe ocupar en la vida eclesial un lugar destacado, porque la Iglesia y cada creyente encuentran en ella la fuerza indispensable para anunciar y testimoniar a todos el mensaje del Evangelio. Además, la Eucaristía, al ser la celebración de la Pascua del Señor, es en sí misma un acontecimiento misionero en el que se realiza el vinculo inseparable entre comunión y misión, que hace de la Iglesia el sacramento de la unidad de todo el género humano.

Quiera Dios que vuestras comunidades diocesanas saquen de la celebración de la Eucaristía la convicción interior y la fuerza espiritual para crecer en la caridad y abrirse a otras Iglesias más pobres y necesitadas de apoyo en el campo de la evangelización y de la cooperación misionera.

Abrir el corazón a la voz del Espíritu

3. Dirijo ahora un cordial saludo a los demás grupos y peregrinos presentes, de modo especial a los fieles procedentes de varias parroquias. Que vuestras comunidades sean lugares de encuentro con Cristo, en la oración y en la fraternidad. Esto os permitirá acoger a cuantos viven un poco alejados de la Iglesia, ayudándoles a volver a ver en ella a la familia de los hijos de Dios.

Acojo con alegría a las Religiosas Misioneras de la Inmaculada, que están celebrando durante estos días su capítulo general, con el que quieren despertar en su instituto una conciencia más viva del carisma originario: el celo por anunciar el Evangelio a los pueblos. Queridas hermanas, abrid en la oración vuestro corazón a la voz del Espíritu. Pedidle que suscite en vuestra congregación un nuevo impulso para difundir el reino de Dios. El tercer milenio espera personas inflamadas del amor de Cristo, que sepan llevar con gran eficacia el anuncio de la salvación a las nuevas generaciones. Ruego por vosotras, para que las decisiones que toméis durante vuestro capítulo reflejen plenamente la voluntad del Señor.

Me alegra asimismo dar la bienvenida al numeroso grupo de administradores y colaboradores de la «Compañía católica de seguros», de Verona, que han venido aquí para testimoniar su fe y las raíces en las que se inspira la actividad de su prestigiosa compañía. En efecto, llevar el nombre de «católica» es motivo de gran responsabilidad. Por eso, animo a cada uno a ser siempre coherente con los valores que profesa la Iglesia, a la vez que expreso mi aprecio por todo lo que realiza vuestra compañía con el fin de incrementar la cooperación y la solidaridad social.

Dirijo ahora un saludo en particular a los representantes del «Instituto Pablo VI» de Brescia y de las ediciones Studium de Roma, a quienes agradezco el regalo que me han hecho de la reciente publicación sobre el Papa Pablo VI. Saludo, además, a las diferentes asociaciones y a los grupos presentes, en particular a los Alpinos jubilados, que han venido aquí en gran número, y a los miembros del «Grupo Camunni» del eremitorio de Bienno, de la diócesis de Brescia. Ojalá que la experiencia jubilar sea para todos un estímulo eficaz de caridad, justicia y paz, para renovar en Cristo todos los ámbitos de la vida.

Defender la vida humana en todas sus fases

4. Saludo con afecto a los participantes en el II congreso internacional del Foro vascular de Europa central, reunido en Roma para debatir sobre diferentes patologías vasculares y nuevas técnicas de tratamiento. Ojalá que esas deliberaciones sirvan para fortalecer la determinación internacional de poner el conocimiento y la experiencia médica al servicio de todas las personas sin distinción, y de usar los progresos de la ciencia médica para salvaguardar y defender la vida humana en todas las fases de su existencia. Gracias por vuestra presencia, y que el Señor os bendiga a vosotros y a vuestras familias con su gracia y su paz.

Fortalecer la comunión

5. Dirijo un saludo particular a los padres Basilianos, a las religiosas Esclavas de María Inmaculada y a los laicos de la Iglesia greco-católica ucraniana procedentes de la archidiócesis de Lvov. Queridos hermanos, os deseo que el don de vuestra peregrinación jubilar y la experiencia de vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles os ayuden a fortalecer vuestra adhesión al Evangelio y vuestra comunión en la caridad con la única Iglesia de Cristo.

6. Invocando sobre todos los presentes la intercesión de María, Madre del Redentor, en este sábado dedicado particularmente a ella, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias la bendición apostólica.