Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los bienes culturales de la Iglesia

2. El inventario-catalogación:
visión general

El inventario-catalogación exige, en primer lugar, que precisemos los términos empleados según el pensamiento de la Iglesia. Por eso, es necesario aclarar su noción, su objeto, su método y sus objetivos.

2.1. La noción

Ante todo conviene distinguir entre la noción de inventario y la de catalogación. Ambas operaciones poseen de suyo finalidades y metodologías distintas, aunque conectadas y complementarias, en cuanto forman parte orgánica de una única operación cognoscitiva y de un solo campo de intereses generales.

El inventario es una actividad cognoscitiva de base. Se puede definir como «de registro» por el sistema de mera relación extrínseca con el que se realiza. Por el contrario, la catalogación considera el bien en su conjunto y en su finalidad intrínseca. Es concebida como un estadio más profundo de conocimiento del objeto, considerado en su contexto, en su significado y en su valor.

Así, la catalogación es un logro maduro de una iniciativa cognoscitiva de la que el inventario constituye la indispensable fase preliminar. Dado que se trata de un único proceso cognoscitivo, la circular, al evidenciar. el objeto, el método y los objetivos, se vale del término conjunto inventario-catalogación. Dada la naturaleza su¡ generis del patrimonio histórico-artístico de la Iglesia, no sólo resulta indispensable el inventario, sino también la catalogación. Esos bienes poseen, en sí mismos, una natural relevancia cultural, social y religiosa, de modo que no pueden ser adecuadamente conocidos, tutelados, valorados con una simple operación de registro. Además, dada la diversidad de situaciones en cada Iglesia particular, no permiten soluciones unívocas ni tampoco plazos breves para elaborar los datos.

2.2. El objeto

El objeto material del inventario-catalogación es el bien cultural de interés religioso en cuanto objeto, es decir, en cuanto obra producida por el hombre, visible, mensurable, deteriorable. Esta obra está dotada de una apreciable dimensión de representación religiosa, de modo que asume el valor de un bien cultural eclesial.

De esta definición quedan excluidos los «bienes ambientales», es decir, las obras no producidas por el hombre, y el conjunto de los «bienes culturales no materiales», como la lengua, las costumbres, los mitos o los modelos de comportamiento.

Tipológicamente, los bienes materiales sujetos al inventario-catalogación se dividen en «bienes inmuebles» (como los edificios de culto y sus anexos, los monasterios y conventos, los palacios episcopales y las casas parroquiales, los complejos educativos y caritativos, y otros) y en «bienes muebles» (como las pinturas, las esculturas, los adornos, los paramentos, las vestiduras litúrgicas, los instrumentos musicales, etc.). Los demás bienes (incluidos los documentos de archivo y los libros) de los que sería de desear que se tomase conciencia por su valor antropológico, cultural y ambiental, son objeto de una diversa metodología de investigación y reconocimiento.

El objeto formal del inventario-catalogación es la recogida ordenada y sistemática de la información relativa a tales obras. Ya la fase inicial de la búsqueda de los datos mediante una rigurosa documentación, la identificación de los bienes culturales y la redacción de su inventario general (es decir, de un elenco nominal) conlleva una cuidadosa operación de valoración y selección. En efecto, a lo largo de toda su elaboración, el inventario-catalogación no es una simple operación enumerativa, sino una selección razonada de información, sobre la base de un particular cuadro ideológico y epistemológico de referencia. Por lo tanto, ya a partir de los datos encontrados, se debe madurar la intención de tomar en consideración el valor histórico-artístico, lo específico eclesial, la unidad contextual, la pertenencia jurídica y el estado material de tales bienes, con el fin de poner en sintonía la labor de reconocimiento con el sensus ecclesiae.

2.3. El método

El método de trabajo del inventario-catalogación se puede asimilar sustancialmente al de las disciplinas histórico-artísticas. Podemos subdividirlo en tres fases: a) la fase heurística o de identificación de los bienes culturales, que se concluye con la redacción del inventario general; b) la fase analítica o de elaboración de las fichas descriptivas de cada bien cultural, que se concluye con la redacción de las fichas en sus diversas articulaciones; c) la fase de la síntesis o de la ordenación de las fichas, que termina con la deseable elaboración del catálogo propiamente dicho.

Cada una de estas fases presenta una particular y delicada problemática, superable con un rigor de procedimiento, con la práctica constante y con buena voluntad. Además, es esencial que en toda la operación no se olvide el fin que es preciso buscar: el inmediato, que es la elaboración del inventario y del catálogo (fin material) y el último, que es la conservación y fruición (fin formal).

Un sistema de inventario-catalogación se puede organizar haciendo referencia a exigencias concretas de gestión, de modo que no deben aparecer todos los elementos previstos en la ficha completa, por ejemplo, en las destinadas a las fuerzas policiales, al uso turístico, a la divulgación general, a los recorridos didácticos, a la consulta inmediata, y otros. Además, es de desear la integración de los datos entre los diversos sistemas, de modo que no se deba repetir la operación de inventario-catalogación en función de los diversos usuarios, con gastos inútiles de recursos, prolongación de los tiempos de ejecución, menor calidad de los resultados, difícil circulación e interacción de las informaciones.

El inventario-catálogo puede realizarse tanto en papel como en soporte informático, según las diversas exigencias y situaciones. Cuando las informaciones obtenidas constituyan un gran volumen, es preferible, habitualmente, el soporte informático, aunque sin subestimar el papel. El desarrollo del inventario-catalogación en soporte informático no debe llevarnos a eliminar o destruir cualquier documento en papel, excluyendo las excepciones contempladas explícitamente en el Código de derecho canónico29.

2.4. Los objetivos

Los objetivos del inventario-catalogación son múltiples y de suma importancia. Fundamentalmente los podemos reducir a tres: el conocimiento, la salvaguardia y la valoración del patrimonio histórico-artístico según los criterios culturales y eclesiales.

2.4.1. El conocimiento

El objetivo fundamental del inventario-catalogación es el conocimiento del patrimonio histórico-artístico en cada uno de sus objetos, en su unitaria globalidad, en la complejidad de las relaciones existentes entre los objetos que lo componen, en su indisoluble relación con la historia y el territorio. Sólo dentro de estos sistemas, los bienes que en ellos existen adquieren significado y valor. Estando destinado a un adecuado conocimiento de las obras en cuanto bienes culturales, el inventario-catalogación presenta un proceso de progresivo conocimiento contextual del objeto. La fase final conlleva la profundización investigativa tanto del bien y de su contexto en una lógica interdisciplinar, como de sus condiciones físicas, jurídíco-administrativas y las referentes a la seguridad. Todo esto con el fin de registrar los diversos cambios a los que está sometido cada bien cultural y servir de soporte documental a cualquier solicitud de intervención.

La actividad resultante desarrolla una serie articulada de conocimientos, que se deben organizar según una precisa metodología. Este sistema permite la realización de objetivos complejos e interrelaciones de fundamental importancia para las diversas formas de aproximación al patrimonio histórico-artístico. Al inventario-catalogación se le reconoce, también, una función propulsora hacia un mayor conocimiento del territorio y de los bienes culturales presentes en el mismo. Esto es posible si se descubren las características geomorfológicas, económico-estructurales e histórico-culturales que determinan su compleja identidad.

Al respecto, algunas naciones han tomado, ya desde hace bastante tiempo, una profunda conciencia y han buscado adecuados instrumentos jurídicos para satisfacer las exigencias antes mencionadas, mientras otras sólo recientemente han comenzado este camino.

2.4.2. La salvaguardia

La salvaguardia se caracteriza por la tutela jurídica y la conservación material. Ésta no se concreta sólo en una observancia jurídica y administrativa orientada al mero registro de las obras, a través de la preciosa redacción de los inventarios. Su eficacia se mide sobre todo por la preparación de cuanto es útil para la redacción del catálogo como instrumento de conocimiento, ordenado a la programación y planificación de las múltiples formas de intervención. En este sentido se puede favorecer la restauración, la conservación, la tutela, la prevención (contra robos y deterioros), además de la gestión global de los bienes presentes en un determinado territorio.

En el contexto eclesiástico cada intervención de salvaguardia no puede prescindir del valor cultual, catequético, caritativo y cultural del patrimonio histórico-artístico. El primado, en la mens de la Iglesia, reside en el contenido, dado que los bienes están en función de la misión pastoral y como tales deben aparecer en los informes del inventario y del catálogo. La Iglesia, desarrollando una constante acción de salvaguardia, crea y consolida de generación en generación el lazo de unión entre los fieles y las expresiones histórico-artísticas eclesiales. Estas expresiones configuran la pertenencia de una comunidad al propio territorio, a la vivencia eclesial, a las tradiciones religiosas. El conocimiento de este lazo de unión actúa como un antídoto eficaz contra el deterioro y la ruina de los monumentos y de los objetos en ellos contenidos.

Desde un punto de vista eclesial, la salvaguardia, en orden a la elaboración del inventario-catálogo, debe dejar claro el uso del bien, con el fin de defender su naturaleza religiosa. Desde un punto de vista técnico, conlleva el conocimiento previo de la peculiaridad del bien y del contexto histórico para predisponer los sucesivos controles y para estimular las intervenciones. Desde un punto de vista administrativo, exige la clarificación de la propiedad, la actualización catastral, la regulación del usufructo y el planteamiento de la gestión. Y, por último, desde el punto de vista de la seguridad, prevé una elaboración de las fichas que sea congrua a las exigencias de la entidad responsable y a los órganos policiales eventualmente encargados del sector.

2.4.3. La valoración

La valoración se da en cada una de las fases de la actividad de inventario-catalogación y determina su finalidad, sus modos y sus contenidos. La actividad de valoración es muy articulada y compleja. A través del inventario-catálogo, y con lo que se puede divulgar del mismo, se puede crear una conciencia de respeto y fruición de los bienes en su identidad eclesial, cultural, social, histórica y artística. Por tanto, el inventario-catálogo tiene que poner en contacto a las personas con los bienes culturales de la Iglesia presentes en las grandes áreas urbanas, en las rurales y en los museos. Esta misión es de particular importancia para que se pueda profundizar en el significado y el valor de los bienes a través de un análisis sistemático que sea capaz de reintegrar y renovar la relación vital entre cada obra de arte y el contexto de pertenencia.

En el ámbito eclesial, la valoración puede llevar a destacar las formas inherentes a cada identidad cultural y religiosa, consolidadas en el interior de las diversas Iglesias particulares. Conocer mejor y detectar las realidades que la acción de las diversas comunidades eclesiales ha producido (lugares de culto, monasterios y conventos; caminos de peregrinación y puntos de acogida; obras de caridad expresadas en las cofradías y otras asociaciones; instituciones culturales, bibliotecas, archivos y museos; transformaciones del territorio por obra de las instituciones religiosas; y otras) permiten sacar a la luz la obra de inculturación y asimilación comenzada desde los orígenes del cristianismo30.

Las técnicas informáticas pueden ayudar a descubrir el bien en su complejidad contextual y a acceder a los correspondientes datos informativos. Por medio de estas técnicas es posible comunicar con un número mayor de personas, informándoles sobre los bienes, y también sobre lo que ha sido destruido en las calamidades naturales y en las guerras. Se trata de un modo de sensibilizar las conciencias, promover estrategias de intervención y, por tanto, valorar los bienes culturales.

Por otro lado, no se debe olvidar que las múltiples iniciativas de valoración constituyen una ocasión de ocupación y abren a formas organizadas de voluntariado profesional, en las que se deben sentir implicadas también las instituciones eclesiásticas.

3. El inventario: un primer nivel de conocimiento

 

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  1. Cf. Código de derecho canónico, c. 489, § 2, que trata de los documentos de particular delicadeza, relativos a las causas criminales en materia de costumbres. 

  2. Esta operación encuentra un estímulo adecuado a la acción, teniendo presente cuanto afirma JUAN PABLO II en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994) sobre perspectivas del gran jubileo del año 2000, en: AAS 87 (1995) 5-41.