Declaración del Consejo pontificio para la familia sobre una resolución del Parlamento europeo

 

La resolución del Parlamento europeo que invita a los Estados de la Unión a introducir «la convivencia registrada incluso de personas pertenecientes al mismo sexo» y a modificar la propia legislación «con el fin de reconocer legalmente las uniones fuera del matrimonio», es un nuevo ataque contra la institución familiar en su modelo originario, que ha sido la base de nuestra civilización y de nuestra cultura.

Aunque no tenga valor de ley, la resolución es inaceptable desde el punto de vista ético y jurídico. Ofrecemos la declaración del Consejo pontificio para la familia a este respecto.


 

Los medios de comunicación informan de que el Parlamento europeo ha aprobado una resolución sobre el respeto de los derechos humanos en la Unión europea, que contempla también la modalidad de las uniones de hecho y, entre ellas, la convivencia registrada entre personas de un mismo sexo, así como la necesidad de reconocer «matrimonios legales» entre personas del mismo sexo.

Esta resolución representa un grave y reiterado atentado contra la familia fundada en el matrimonio, como unión de amor y de vida entre un hombre y una mujer, de la cual naturalmente nace la vida. En tal unión matrimonial, que es un bien necesario, está sólidamente basada toda sociedad. Negar esta verdad antropológica fundamental y elemental llevaría a la destrucción del entramado social. Equiparar esas uniones de hecho, y más aún las homosexuales, a las uniones propiamente matrimoniales e invitar a los Parlamentos a legislar en este sentido, ¿no constituye un desconocimiento de la profunda aspiración de los pueblos en su más íntima identidad?

A lo largo de la historia los pueblos han reconocido con sabiduría lo que es y conlleva el matrimonio, ahora sometido por el Parlamento europeo, en esta resolución, a tan lamentable tergiversación. Por fortuna, los Parlamentos de Europa sabrán seguramente estar en sintonía con la inmensa mayoría de las familias europeas, a las que es preciso ayudar urgentemente en su noble misión y que ahora se verían injustamente equiparadas a ese tipo de «uniones», por esta resolución, que de ningún modo tiene auténtico valor de ley o de orientación obligatoria. La naturaleza específica de la familia, fundada en el matrimonio, se halla reconocida por la mayoría de las Constituciones europeas. Por lo demás, esa naturaleza no sólo es una verdad de los creyentes, sino patrimonio natural de la humanidad, inscrita en el corazón del hombre y que marca la cultura de los pueblos.

Por tanto, los legisladores, y de modo especial los parlamentarios católicos, no deberían cooperar con su voto a esta clase de legislación, que, por ir contra el bien común y la verdad del hombre, sería propiamente inicua.

Vaticano, 17 de marzo de 2000