UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
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I. Doctrina de la Iglesia

La doctrina de la Iglesia sobre el sacramento de la u. de los e. fue definida en el concilio de Trento (Dz 907-910 926-929) contra los reformadores (cf. también CIC can. 937-947). En el Vaticano II recibió un nuevo acento en cuanto se ha resaltado allí tanto la dimensión eclesiológica como la realización personal de este sacramento. Su nombre adecuado es u. de los e. y no «extremaunción», porque no sólo ha de administrarse en grave peligro de muerte, sino siempre que el creyente, por -> enfermedad o por debilidad de la vejez, se halle ante cierto peligro de muerte (Sacramentum Concilium, n.° 73). La unción y las oraciones han de acomodarse a las circunstancias del enfermo (ibid., n.° 75), y debe crearse un orden conexo para la confesión, la u. de los e. y el viático (ibid., n.° 74). En la administración de la u. de los e. el sacerdote debe preparar al enfermo (Presbyterorum Ordinis, n.° 5), mostrándole el sentido y el valor de la enfermedad para él mismo y para la comunidad de la Iglesia. «La Iglesia entera encomienda al Señor paciente y glorificado a los que sufren, con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, para que los alivie y los salve (cf. Sant 5, 14-16); más aún, los exhorta a que, uniéndose libremente a la pasión y a la muerte de Cristo (Rom 8, 17; Col 1, 24; 2 Tim 2, 11-12; 1 Pe 4, 13), contribuyan al bien del pueblo de Dios» (Lumen Gentium, n.° 11).

La u. de los e. es un verdadero y auténtico sacramento (Dz 844 907 926 2048). Su materia es la unción de los sentidos con el óleo consagrado por el obispo; su forma en el rito latino es la oración del sacerdote: «por esta santa unción te perdona el Señor cuantos pecados has cometido» (Dz 908). Sobre sus efectos la Iglesia enseña que:se borran los pecados y sus restos, el enfermo experimenta una mejoría y un fortalecimiento, no se excluyen efectos saludables para el cuerpo, aunque éstos dependen de la salvación espiritual del enfermo. Pero sobre los efectos primarios y secundarios de este sacramento no hay nada definido (Dz 909).

II. Evolución histórica

1. La escritura

Los dos textos del Nuevo Testamento que se refieren a la u. de los e. (Mc 6, 13 y Sant 5, 14ss), de los que dice el concilio de Trento que el primero contiene la institución de la u. de los e. y el segundo atestigua su promulgación (Dz 1695), deben situarse en el contexto de la misión mesiánica de Cristo. Cristo vino para dar cumplimiento a la expectativa veterotestamentaria de un reino mesiánico, aunque no en sentido material, sino espiritual. Su reino no es de este mundo (Jn 18, 36), aunque comienza ya en este mundo. Cristo vino para poner fin al reinado de Satán y del pecado y para inaugurar el reino de Dios sobre la tierra. En la perspectiva bíblica, la -> enfermedad y la ->muerte son signos y consecuencia del -> pecado; las curaciones de enfermos hechas por Cristo (Mt 9, 35) y por los apóstoles (Mt 10, 1; Lc 9, 1; Mc 6, 7; 13) son uno de los signos del tiempo mesiánico (cf. Mt 10, 4s, que remite a Is 39, 5s y 61, 1). En la misión mesiánica de Cristo, este servicio a los enfermos está ordenado a un efecto espiritual, al perdón de los pecados y a la gracia. Esto se insinúa en Mc 6, 13, que habla del carisma de curación en una perspectiva espiritual. «No puede verse ahí todavía el sacramento de la u. de los e., pero sí su base» (J. SCHMID, Marcos [RNT II, Ba 219731 176). El asunto está claro en Sant 5, 14ss, donde se menciona el perdón de los pecados y se usan términos que designan un efecto tanto corporal como espiritual. En la mente del apóstol posiblemente se halla en primer plano el efecto corpóreo, pero también está incluido el efecto espiritual. En este tiempo una enfermedad grave ponía siempre al enfermo en peligro de muerte. Por tanto, si la unción se hacía también a los gravemente enfermos, eso muestra que aquí está dada la base bíblica para la u. de los e., a diferencia del don carismático de la curación de enfermos.

2. Cristianismo primitivo

La instrucción de Santiago fue observada en la práctica desde los primeros tiempos del cristianismo. El reciente descubrimiento de una tableta de plata dei s. I, con un texto arameo de 17 líneas, atestigua esta práctica («Ami du clergé» 73 [1963] 490s). Hay además testimonios, relativos a los cinco primeros siglos, de una doble u. de los e. (Dz 99), una privada hecha por el enfermo mismo o por sus allegados, y una unción litúrgica efectuada por el sacerdote o por el obispo. Una y otra se refieren al texto de Santiago. Evidentemente, la primera supone una enfermedad menos grave y tiene por objeto la curación del cuerpo (pertenece al carisma de curación). La segunda es para el caso de enfermedad grave y busca del sacerdote o del obispo auxilio espiritual bajo la forma de la unción sacramental. La diferencia entre una y otra no podía estar clara en una época en que todavía no se había desarrollado la doctrina sacramental.

3. Reforma carolingia

A partir del s. ix la unción con óleo consagrado aparece como uno de los últimos ritos de la Iglesia para el moribundo (los otros dos eran la reconciliación y el viático; PALMER 322). En el fondo de esta evolución latían sobre todo dos persuasiones: la unción se destina al enfermo en peligro de muerte; además tiene por fin, no una curación corporal, que en tales circunstancias no es ya de esperar, sino un efecto espiritual. Desde esa concepción se determinaron la esencia y la gracia especial de este sacramento: auxilio espiritual para el enfermo en peligro de muerte. El nombre de extremaunción procede de esta época.

4. Escolástica

Cuando, en los s. XIII-XIV, la doctrina de los siete sacramentos alcanzó su pleno desarrollo, la u. de los e. fue considerada como uno de ellos. Es el sacramento de la ayuda espiritual para el tiempo de enfermedad grave, cuando la proximidad de la muerte debilita al enfermo no menos espiritual que físicamente. Su efecto primario es espiritual: la gracia sacramental como remedio espiritual contra la enfermedad. La salud corporal puede seguirse como efecto subordinario y condicional. Generalmente se subrayaba el peligro de muerte como condición necesaria para su recepción. Las gentes aguardaban el momento de la muerte para recibir el «sacramento de la partida» (sacramentum exeuntium), abuso que tenía su origen en ideas singulares acerca de las consecuencias de la unción (era opinión difundida que cuantos sanaban después de recibirla estaban obligados a una especie de vida de penitencia [KILKER 151ss, PALMER 330]), o en una mal entendida teología de la u. de los e., que, según se creía, era un complemento del sacramento de la penitencia, y por su esencia garantizaba la inmediata entrada en el cielo.

III. Teología pastoral de la unción de enfermos

1. La gracia propia de la u. de los e. es un remedio espiritual contra la -> enfermedad, que tiene por objeto la victoria religiosa y sobrenatural sobre la misma o la curación espiritual. La gracia sacramental de la u. de e. es ambivalente: prepara al enfermo o bien para la curación, o bien para la muerte. Pero siempre, aun cuando no conduzca a la curación lleva a una victoria sobrenatural sobre la enfermedad. Esta victoria consiste en superar la incapacidad espiritual, el obstáculo para vivir la vida de gracia ocasionado por la enfermedad. La gracia sacramental de la u. de los e. añade una fuerza espiritual para la vida religiosa del enfermo, aumenta su confianza y fortaleza (Dz 1698), como fruto del encuentro con Cristo. Este efecto espiritual es ya razón suficiente para no diferir el sacramento.

2. La u. de los e. no es el sacramento de los moribundos en el último momento, sino el sacramento de los gravemente enfermos. Cuando la enfermedad conduce a la muerte, la gracia sacramental se acredita como perseverancia final en la victoria pascual de una muerte cristiana. Como participación en el misterio pascual de Cristo, la muerte es el camino auténtico de la superación escatológica de la enfermedad.

3. La u. de los e. puede contribuir al restablecimiento de la salud corporal. Pero no sustituye los cuidados médicos ni produce la salud a la manera del carisma de curación. Influye en la salud del cuerpo a su propia manera sacramental, sobre la base de la constitución psicosomática del hombre. El consuelo y el fortalecimiento del alma que resultan de la gracia sacramental repercuten en el cuerpo, y así pueden influir en su curación. Pero este efecto secundario y condicionado no es una razón suficiente para considerar la u. de los e. como el sacramento de la curación. Semejante denominación sería errónea, porque podría inspirar falsas esperanzas y daría además una idea muy pobre del sacramento, ya que silencia sus efectos espirituales.

4. La u. de los e. no puede presentarse como garantía de la entrada inmediata en la gloria. Por lo que se refiere al perdón de los pecados, la doctrina de los teólogos sobre el efecto de este sacramento no es unitaria. Se disputa si perdona solamente los pecados leves o también los pecados graves, e igualmente si su recepción purifica de las penas del pecado, de modo que pudiera considerarse como una especie de substitución del -> purgatorio. De todos modos, la u. de los e. tiende siempre a la salvación del enfermo, de acuerdo con su disposición, con la medida de su fe personal, que en la recepción del sacramento debe darse como intención habitual y no necesariamente como actitud actual.

5. La práctica pastoral administrará la u. de los e., como medio de la pastoral de enfermos, siempre junto con el sacramento de la -> penitencia, y sólo lo administrará a los que están inconscientes o a los clínicamente muertos cuando pueda presumirse la intención del sujeto. Por una parte es indicado llevar más fuertemente a la conciencia de los fieles la u. de e. en su importancia como sacramento (frente a su infravaloración en relación con la sepultura eclesiástica); y, por otra parte, también en la u. de los e. (y precisamente en su administración a los que están inconscientes o muertos) ha de evitarse todo lo que fomenta una concepción mágica del sacramento.

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Prudent De Letter