TOTALITARISMO
SaMun

1. El concepto «totalitarismo» significa, las más de las veces en forma indiferenciada, un sistema en que el Estado controla y regula completa y universalmente todas las manifestaciones individuales y sociales de la vida. Designa con ello, en primer lugar, de una manera puramente formal, una constitución social en la que el juego dialéctico, constitutivo para la -> sociedad, entre interacción espontánea y condicionamiento social por el hecho histórico previo de determinados modelos de interacción, se ha desplazado decididamente a favor del momento de lo previamente dado hacia una determinada interpretación de la sociedad coherente y universal, y de sus fijaciones conceptuales e institucionales en estructuras de administración, en sistemas de ordenación y en medios lingüísticos de la propia comprensión teórica.

2. El uso habitual — con un acento negativo — del concepto de t. ha sido acuñado a partir de una concepción de la sociedad fundamentalmente liberal, la cual ve en el «Estado totalitario» su polo contrario. Ahí está en primer plano la imagen ideal del «ciudadano libre», el cual, dotado de espontaneidad creadora, y estando constituido como individuo autónomo e independiente, se inserta en el recíproco juego libre, es decir, no formable ni regulable de antemano, y se engendra cada vez de nuevo regulándose a sí mismo en medio de un concierto de fuerzas de igual especie y valor; y así, sólo forzado por la necesidad, se somete a ciertas restricciones jurídicas de su soberanía. Desde este trasfondo el t. aparece como la reducción de todo desarrollo espontáneo de sí mismo a un momento planeado previamente en un proceso social totalmente organizado por el Estado, como la destrucción de todo ámbito privado, sustraído a la acción del Estado, y de toda fuerza inmediata del individuo creadora, y con ello como supresión de la libertad. Esta imagen está sacada ante todo de las manifestaciones de un absolutismo ya irracional, ya abstractamente racionalista, que coacciona al individuo con sus concepciones áridas y fantásticas, en todo caso ajenas al proceso social mismo y a sus exigencias implícitas, y que por eso lo aliena dogmáticamente y, con ello, hace del proceso social en su conjunto una configuración profundamente artificial, la cual sólo puede mantenerse por el terror (en sus distintas formas). Así, pues, t. designa en el modelo liberal el momento extensivo del autoritarismo: como negación y entorpecimiento de la formación de una voluntad personal y como configuración de la vida por obra de instancias heterónomas que la deciden. Y a su vez el autoritarismo, es decir, la configuración totalmente universal (sin dejar recintos libres) de una sociedad mediante puntos de vista abstractos, dados previamente, caracteriza al t. en su aspecto «intensivo».

3. Totalitarismo y sociedad total. Esa alternativa liberal entre libertad individual como espontaneidad creadora del individuo, por un lado, y, frente a esto, L. como inclusión deshumanizadora del individuo en un plan social conjunto previamente configurado, por otro, y la identificación, implicada en esta contraposición, de ordenación «autoritaria» de la sociedad, es decir, mediante la determinación ajena del mundo institucional, con la «totalitaria», es decir, con un orden de la sociedad que tiende exclusivamente a una institucionalización universal; se presentan hoy día como altamente problemáticas, por cuanto de hecho toda sociedad capaz de funcionar todavía es «total», o sea, introduce todos los ámbitos de la vida, sin excepción, en un proceso total y coherente (que en el Estado se hace explícito sólo parcialmente) de reproducción, organización e interpretación de la sociedad, por lo menos en el sentido de que tales ámbitos se delimitan expresamente y en un determinado aspecto (en cuanto tal preformado) desde ese contexto.

Ante esta totalidad fáctica de la mediación social, es decir, ante el condicionamiento fáctico de toda realización de sí mismo por evidencias y modelos de conducta mediados intersubjetivamente (lingüísticamente), así como por contextos sociales de valoración, la -> libertad ya no puede significar, como querría la imagen liberal, una independencia del individuo frente a la sociedad. Pues la reserva de una esfera privada absolutamente propia en el conjunto de la mediación social — donde la regulación estatal sólo representa un momento específico — no puede significar sino una idea ilusoria sobre el condicionamiento de esa misma «esfera privada», o bien un privilegio que niega la igualación social. Con ello la libertad real ya no puede buscarse en una oposición meramente formal al t., sino solamente en el proceso mismo de mediación y en la apropiación de su totalidad fáctica. En conjunto dicho proceso debe configurarse de tal como que en la sociedad a cada uno se le ofrezca un espacio adecuado de acción y le salga al encuentro no un mandato ajeno, sino su propia voluntad, mediada socialmente y con ello hecha real; por consiguiente, de tal modo que la libertad no deba constituirse originariamente fuera del proceso social — y también estatal —, sino que encuentre en éste mismo su identidad y su objetividad.

Esta reflexión quita un aspecto positivo al concepto opuesto al t., tal como dicho concepto se daba en la concepción que la burguesía liberal tenía de sí misma, y en consecuencia exige un cambio decisivo del sentido en que acostumbra a usarse el concepto de t. El t. no es solamente — aunque, naturalmente, de hecho también es — el aspecto «extensivo» de una constitución autoritaria de la sociedad, sino que al mismo tiempo, allí donde se da en forma expresa, pone de manifiesto de manera muy acentuada la totalidad de la sociedad (como un universal proceso de reproducción, técnico-económico, burocrático, político, lingüístico y reflexivo), y con ello plantea explícita y agudamente la tarea de elaborar este fenómeno de la sociedad total con miras al postulado de la libertad y espontaneidad individuales e interindividuales. El peligro del t. no radica, hablando en otros términos, en la totalidad del control de la sociedad sobre sí misma, sino que se da cuando este control sigue premisas «abstractas», es decir, premisas y leyes que no surgen de la dinámica del equilibrio social y se justifican por ella, sino que son imputadas desde «fuera», y con ello conducen a una alienación.

Con ello, la alternativa frente a una ordenación social totalitaria en sentido negativo no puede consistir en la negación de la socialización total, sino que debe buscarse en la eliminación de todas las relaciones de dominio en su carácter alienante, a las cuales la libertad no puede asentir sin perderse a sí misma.

BIBLIOGRAFIA: H. Atendí, The Origins of Totalitarianism (NY - Lo 1951); L. Talmon, The Origins of Totalitarian Democracy (Lo 1952); C. J. Friedrich, Totalitarian Dictatorship and Autocracy (C [Mass.] 1956); V. Chalupa, Rise and Development of a Totalitarian State (Leiden 1959); K. R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos (Paidós B Aires); H. Buchheim, Totalitäre Herrschaft. Wesen und Merkmale (Mn 1962); G. Franceschi, Totalitarismo, fascismo y nacionalismo (Difusión B Aires); W. Ebenstein, Totalitarismo (Paidós B Aires 1965); ¿Totalitarismo rojo? ¿Totalitarismo teocrático? (Porrúa Méx 1969).

Konrad Hecker