TIEMPO LIBRE
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I. Concepto

Los conceptos complementarios de trabajo y t.l. se configuran en cada caso de acuerdo con la concepción antropológica del -> hombre. Si el sentido de la vida se ve en el -> trabajo y en el esfuerzo, se desvirtuará necesariamente el ocio: el hombre resulta «incompleto» (R. Guardini). Pero si en oposición a esto se considera que lo decisivo de la vida es el ocio, entonces el trabajo se convierte en «negotium», es decir, con la sobrevaloración del ocio se compensa la frustración en el trabajo. Un concepto equilibrado de trabajo y ocio o t.l. presupone una imagen integral del hombre.

El hombre como ser que, con inteligencia y voluntad, con libertad y gracia, personal y socialmente, se engendra hacia el fin de una forma perfecta, se desarrolla en el trabajo y en el t.l., en un caso de manera más configurativa y en el otro en forma más receptiva. Pero, por encima de estas acentuaciones diferentes, sólo la totalidad integral de trabajo y t.l. hace posible el devenir armónico del hombre.

Para posibilitar una consideración más adecuada, vamos a distinguir entre t.l. (como t.l. de trabajo profesional y de negocios), descanso (como tiempo que sirve a la regeneración fisiológico-psíquica, como es el caso del sueño e higiene), y ocio (como tiempo en que, de acuerdo con la exigencia humana del hombre, predomina la sensibilidad artística de la existencia, lo cual a su vez culmina en lo religioso). El t.l. en un sentido amplio abarca: t.l., tiempo de descanso y ocio. En sentido estricto se realiza el t.l. cuando éste se entrega al ocio en el mejor sentido de la palabra y cuando, en consecuencia, tiene como presupuesto el descanso y la distracción. El auténtico t.l. es el ocio.

II. Fundamento del tiempo libre

Desde el punto de vista económico, la posibilidad del auténtico t.l. se funda (prescindiendo de las horas libres después del trabajo y de los días festivos en la sociedad feudal) en la moderna economía social, donde, gracias a la creciente productividad del trabajo (por medio de la industrialización, técnica, racionalización y automatización), ha podido abreviarse el tiempo de trabajo. De aquí resulta la oportunidad de satisfacer las exigencias de la jornada de ocho horas, de una semana laboral de cinco días, de suficientes vacaciones garantizadas cada año. Aun cuando esto se realice distintamente según la industrialización de cada país y según las profesiones (siendo de notar que el mayor tiempo de trabajo corresponde todavía a los pequeños agricultores, el pequeño comercio, a las madres de familias numerosas y a los que trabajan en actividades sociales), en general la semana de cuarenta horas se ha convertido en el signo de la sociedad del t.l., en la que la vida está determinada más por el t.l. que por el trabajo. En ella aproximadamente el 24 % del tiempo se destina al trabajo y el 33 % al descanso, quedando el 43 % para el auténtico ocio.

Sociológicamente hablando, por medio de esta transformación se ha modificado en la sociedad industrial la estructura del estrato que dispone de t.l.: no es ya la clase de los propietarios la única que como el t.l., sino que todos tienen acceso al auténtico ocio gracias al t.l. Pero este ocio no está ya «condicionado por el medio ambiente», sino que se basa en la «potencia subjetiva del individuo» (A. Mann), es decir, en la libre autodeterminación y autoeducación. Como peligro, especialmente en los hombres extrovertidos (D. Riesman), resulta la conducta del t.l. condicionada por el prestigio, de acuerdo con el prototipo de la leisure class (Th. Veblen).

En una consideración filosófica debe concederse que, en lugar de la función regenerativa, particularmente resaltada por Karl Marx (en la alienación por el trabajo), hoy en día se tiene en cuenta el punto de vista suspensivo y compensatorio del t.l. (J. Habermans). En virtud de una antropología integral como «denominador común», «en el cual pueden incluirse las exigencias de todos los ámbitos de vida» (W. Schöllgen), habría que ordenar el t.l. del siguiente modo: la actividad, en la que el hombre realiza el diseño que le ha sido dado previamente en su naturaleza y se esboza personalmente a sí mismo, se desarrolla en la recepción acogedora y en la configuración activa. Mientras que en el hacer el hombre pone en marcha su poder de dominación e intervención en la actividad acentuadamente receptiva, en el descanso de las fuerzas corporales, así como en el juego y el deporte, en la vibración y aventura del espíritu y del ánimo (vivencia estética, acción artística, aficiones), él madura para aquel encuentro con el mundo y Dios que le da respuesta a la pregunta por el sentido de su vida. Así se presenta como fin de todo t.l. (y de la configuración del t.l.) lo humano, el hombre integral en su constitución moral y religiosa. Está en contradicción con él el hombre particular, que se realiza tan sólo en sectores, como «trabajador» (E. Jünger), como manager, o como intelectual; pues no busca una auténtica -> formación. «La formación afecta al hombre entero, en tanto capax universi est, en tanto puede aprehender la totalidad de las cosas existentes» (J. Pieper).

De todos modos lo humano no basta, no puede bastar, para garantizar el auténtico ocio. El sentido y la posibilidad del ocio se basan en el -> culto, en aquel tiempo en que el hombre es propiedad de su Dios (-> domingo, -> liturgia).

De dicha ordenación antropológica del t.l. se desprende que éste es exigente, y que una concepción unilateral del hombre, de su trabajo, de la relación entre trabajo, t.l. y ocio, origina enfermedades y neurosis en el ámbito fisicopsíquico, una imagen fragmentaria del hombre en la dimensión del carácter y, en la esfera religiosa, la falta de credibilidad del cristiano que no se arriesga ante el mundo.

Históricamente debería notarse que casi al mismo tiempo que la industrialización, comienza la lucha en torno a la recta duración y situación del t.l.: el movimiento del tiempo de trabajo desde finales del s. XVIII. El lema en el congreso de los sindicatos nacionales en 1866 (EE.UU.) sonaba: «Trabajar ocho horas, dormir ocho horas, ocho horas para lo que queramos.» Una vez logrado esto en gran parte, en una segunda fase se trata de llenar el t.l., del auténtico ocio. En esta fase nos encontramos todavía hoy: es la fase del movimiento del t.l., desde 1900 aproximadamente en Estados Unidos (desde 1925 la National recreation Association); movimientos similares han nacido en Bélgica, Francia, Inglaterra y Alemania.

III. Modos de configurar el tiempo libre

«Ésta es la cuestión capital, con qué acción llenar el ocio» (ARISTÓTELES, Política 8, 3; 1337b).

El no hacer nada, el aburrimiento se ofrece aquí como la primera posibilidad; a este respecto en el resultado final es de poca importancia si la ociosidad se convierte en falta de ocio. «La pereza y la falta de ocio se corresponden entre sí» (J. Pieper). En este aburrimiento (como en la acedia de Tomás de Aquino: ST II-II q. 35 a. 3 ad 1), en el que el hombre intencionadamente pasa de largo ante su vida y peca contra el reposo del espíritu en Dios, se funda el problema de la criminalidad juvenil, así como de la deshumanización (rebarbarización: M. Weber) de la industria del placer. De todos modos, si el no hacer nada se entiende como tiempo de descanso, se puede valorar positivamente como reposo, como preparación para el auténtico ocio.

En la configuración pasiva del t.l. por el ofrecimiento masivo de bienes culturales (cine, radio, televisión, prensa) en la industria del placer, en determinados fenómenos del deporte y del turismo, esta cultura de consumo resulta problemática, pues hace superflua la propia actividad creadora (como camino peculiar que lleva al encuentro de sí mismo), sobre todo porque el pasatiempo comercializado arrasa todas las murallas de lo privado (familia y televisión) y de la intimidad. Esta entrega a la pasividad y a la influencia de «seductores secretos» radica a la postre en una actitud laboral privada de sentido, frustratoria, en una disposición a la acomodación sin conciencia por parte del hombre extrovertido y en una cierta esclavitud bajo los lazos de las tendencias (propaganda, mentalidad de prestigio).

La configuración activa del t.l. (conversación, lecturas instructivas, reuniones, aficiones, intentos artísticos, cultivo del jardín, juegos domésticos, distracción familiar, formación de adultos, obras de caridad) hace que el hombre se encuentre a sí mismo, mediante el desarrollo del hombre integral, mediante la reintegración del hombre obligado a «sistemas secundarios» (H. Freyer). Cuando más íntegramente esté presente el hombre en su acción, tanto más profundos serán la paz y el gozo. De ellos no brota el placer, pero sí la verdadera diversión. Que en esta configuración del t.l. debe existir asimismo espacio para la acción religiosa, en el silencio (oración) y la celebración festiva, tanto para el individuo como para la comunidad (liturgia), es cosa obvia por la estrecha relación entre ocio y culto.

IV. Problemas de la configuración del tiempo libre

1. Los configuradores del tiempo libre

Las experiencias con Kraft durch Freude (desde 1933), con Opera nazionale Dopolavoro, y las organizaciones del U. en los Estados del bloque oriental, son suficientemente malas como para rechazar de antemano una configuración del t.l. dirigida por el Estado. Asimismo el influjo de las empresas sólo puede enjuiciarse con reservas, pues una omnipresencia de la empresa no es deseable. La configuración del t.l. por obra de poderes económicos es muy problemática, pues en ellos la formación de los hombres se sacrifica en gran medida a la rentabilidad. Ya que se trata de un estilo de t.l. ajeno a lo mercantil, esta esfera queda reservada sobre todo a los grupos portadores de la vida social, a las Iglesias y comunidades, etc. A base de una inteligencia auténtica de la subsidiariedad (con la erección de albergues de juventud y campamentos, con la organización de viajes de vacaciones, de clubs, de escuelas superiores para el pueblo, con la formación de adultos, y también a través de departamentos encargados del t.l. en las administraciones de las ciudades), esos grupos tienen la posibilidad de crear unas condiciones previas para la configuración del t.l. que el individuo puede utilizar con auténtica libertad. No hay que olvidar la importancia de la familia, de las escuelas populares y profesionales (como lugares de ejercitación en una conducta de t.l. acuñada moralmente), y también de las Iglesias, que en este terreno deberían comprometerse de una manera más consciente todavía (en obras de Caritas, en la misión interior y en el trabajo con la juventud).

2. Límites de la configuración del tiempo libre

La configuración del t.l. tiene sus límites en la responsabilidad para con la sociedad entera: atención a la protección de la juventud y observancia de las disposiciones correspondientes. Mediante una auténtica ascética de la configuración del t.l. y de la formación de la conciencia bajo este aspecto, la teología práctica contribuiría a un t.l. logrado, por estar configurado responsablemente.

BIBLIOGRAFÍA: H. Rasch-Bauer (dir.), Freizeit und Erholung für alle (Wie 1951); R. Guardini, El hombre incompleto y el poder (Guad Ma); J. Pieper, Muße und Kult (Mn 41955); W. Schöllgen, Sociología y ética de la diversión: Problemas morales de nuestro tiempo (Herder, Ba 1962); H. Freyer, Theorie des gegenwärtigen Zeitalters (St 1955); V. Graf Blücher, Freizeit in der industriellen Gesellschaft (St 1956); 0. v. Nell-Breuning, Arbeit und Muße: StdZ 160 (1956-57) 93-99; A. Mann, Arbeit und Muße. Möglichkeiten der Persönlichkeitsentfaltung für den Menschen in der heutigen Industrie (Baden-Baden 1957); L. H. A. Geck, Arbeitszeitentwicklung und Freizeitbewegung: Lebendige Seelsorge 8 (Fr 1957) 149-155; Th. Veblen, Theorie der feinen Leute (Kö 1958); J. Habermas, Soziologische Notizen zum Verhätnis von Arbeit und Freizeit: Konkrete Vernunft (ho-menaje a E. Rothacker), bajo la dir. de G. Funke (Bo 1958); M. Hollenbach, Muße in verwandelter Welt: StdZ 162 (1957-58) 81-92; K. Rahner, Advertencias teológicas en torno al problema de tiempo libre, en Escritos de teología IV, 467-494; K. v. Bismarck (dir.), Sonntag und Freizeit (Witten 1960); H. J. Knebel, Soziologische Strukturwandlungen im modernen Tourismus (St 1960); W. Schöllgen, El tiempo libre como problema de la libertad en la sociedad humana: Ética concreta (Herder Ba 1964); H. E. Bahr, Totale Freizeit (St 1963); E. Weber, Das Freizeitproblem (Mn 1963) (Wbl.); D. Hanhart, Arbeiter in der Freizeit (Berna 1964); W. Strzelewicz, Juden in inhrer freien Zeit (Mn 1965); D.-L. Scharmann, Konsumverhalten von Jugendlichen (Mn 1965).

Roman Bleistein