RESTAURACIÓN
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1. Concepto

Como noción usada en las ciencias politicas y sociales, el concepto de r. se remonta al título del escrito principal del conservador politólogo suizo C.L. V. HALLER Restauration der Staatswissenschaften oder Theorie des natürlich-geselligen Zustandes der Chimäre des künstlich-bürgerlichen entgegengesetzt (1816-1825), o bien a su acuñación polémica por las fuerzas nacionales del liberalismo progresista del s. xix, las cuales quisieron descalificar con esa designación la época de la reacción conservadora que siguió a la -> revolución francesa, y que va desde el congreso de Viena (1814-1815) a la revolución de 1848.

2. Época de la restauración

Esta época se distingue decisivamente por el esfuerzo que los monarcas conservadores, de Austria (Francisco I), de Prusia (Federico Guillermo III), de Baviera (Luis I), de España (Fernando vii), de Rusia (Alejandro i), así como los Borbones, llegados al poder en Francia con Carlos x, los pontífices Pío vii, León xii, Pío viii, y hombres de Estado como el cardenal Consalvi y principalmente Metternich, hicieron por superar el shock de la revolución y de sus devastadoras consecuencias para la estructura antigua de la sociedad y de la dominación, así como para el sistema tradicional de Estados europeos, principalmente en el tiempo napoleónico. En política interna la r. quiere liquidar movimientos nacionales y liberales (p. ej., los «acuerdos de Karlsbad») y, en Francia, la forma republicana de Estado, para volver a los privilegios de los estamentos y a la política de gabinete. En política exterior hace una nueva división de la Europa posnapoleónica, especialmente mediante el restablecimiento de los -> Estados pontificios y la constitución de la «santa alianza» entre Rusia, Prusia y Austria, volviendo en principio a la situación anterior a 1789. Los exponentes teóricos de la r. política son, p. ej., José de Maistre, Luis de Bonald y Montlosier en Francia, Von Haller, Stahl y los hermanos Gerlach en Prusia. Entre las ideas fundamentales de estos pensadores están: la legitimidad de lo antiguo, la verdad de lo que en cada caso se ha hecho real como individualidad histórica y la necesidad de continuidad en la historia, una concepción que en su forma más popular determinó la mentalidad apolíticamente romantizante del tiempo de lo «Biedermaier», y en un nivel más alto llevó la r. a las proximidades del -> romanticismo, con su oposición a la abstracción de un Estado racional revolucionario, e inspiró decisivamente la investigación de la historia como esclarecimiento de la propia mediación a partir del pasado, mediación que no puede elaborarse en forma abstracta y teorética. La r. halló el envés religioso de la concepción de sí mismo en el catolicismo, con la reactivación de la escolástica y de las órdenes religiosas, y dentro del protestantismo en el movimiento de vida religiosa llamando Erweckungsbewegung y en la renovación de la ortodoxia luterana contra la teología liberal (-e. liberalismo).

3. La restauración, tipo de movimiento histórico

Así como en la revolución francesa no sólo estallaron las tensiones sociales de una determinada constelación histórica, sino que por primera vez allí se realizó y articuló refleja y explícitamente la revolución como tipo de un determinado movimiento crítico de diferenciación y mediación de la sociedad general, del mismo modo la r. que va de los años 1814 al 1848, no sólo significó una reacción limitada históricamente, singular por completo en sus condiciones, contra la revolución de 1789, sino que con ello realizó ejemplarmente la r. como intento de conservar positivamente la continuidad con el origen, en oposición a la negación categórica de lo anterior por la revolución. En este sentido la r. se convirtió durante el s. xix, en un tipo general de lo histórico. Bajo esta significación la r. pertenece con necesidad conceptual como reverso correlativo y antagónico a la revolución, o bien a una ruptura comparable con aquélla en la vida de la sociedad (p. ej., una guerra con el alcance de las actuales guerras mundiales, o un fenómeno como la industrialización). Una revolución, en forma extraordinaria y las más de las veces violenta, colma la exigencia espontánea de grupos o estratos sociales hasta ahora no privilegiados, conquistándoles categorías más adecuadas de cooperación social, de reconocimiento y de determinación de su sentido, y creando nuevos principios de mediación social, traídos en cierto modo desde fuera; y en todo caso escinde en una alternativa irreconciliable la dialéctica permanente entre las posibilidades tradicionales de sentido social y las nuevas exigencias de ascenso en la sociedad por parte de ciertas capas. La r., en cambio, en una negativa que excluye igualmente la mediación de estas nuevas exigencias de sentido no integradas socialmente, defiende las formas institucionales y culturales de sentido que hasta ese momento han sido familiares y en las que se ha desarrollado la vida social.

En la revolución y la r. pues, fijados — aquí relativamente, allí activamente — como opuestos aquellos dos momentos por cuya mediación dialéctica se realiza propiamente la -a sociedad, a saber, origen y actualización, interpretación tradicional e interpretación nueva, espontánea y emancipatoria de sí mismo en un cuerpo de personas en interacción. Por tanto, la r., como mera reconstrucción de lo pasado, es tan contradictoria como la revolución. esta, en su forma radical, quiere lo categóricamente nuevo, sin integrar lo «antiguo» cuando, en realidad, sólo en comparación con esto se perfila el contenido de su programa y se califica como algo revolucionario y nuevo; y la r. por su parte quiere prolongar lo «antiguo», entendiéndolo específicamente como tal, con lo que en verdad lo mira desde una distancia producida precisamente por el suceso de la revolución y así se trata de un pasado sometido en principio a una reflexión, cuya ausencia era decisiva para la vida antigua. La r. quiere alcanzar otra vez de una manera «nueva», no ingenua, la ingenuidad pretérita frente a los principios sociales de sentido y a las posibilidades de mediación entonces válidos. Si este intento se impone, entonces la sociedad vive sobre la base y en el espacio de una regulación y de unas categorías de mediación del sentido social que se han hecho ya problemáticas, pero sin reflexionar sobre tal problematicidad y sin integrarla. Una sociedad restauradora vive, pues, a costa de un sentido meramente afirmado — no justificado críticamente — del tiempo pasado, y mantiene esta afirmación o bien por el terror, es decir, por la prohibición institucionalizada de discutir los principios de sentido de esta sociedad, o bien por una sugestión social, en virtud de la cual ella encubre su verdadera situación, es decir, su problematicidad radical, mediante una interpretación falsa e ilusa de sí misma, o sea, mediante una falsa conciencia que la sociedad tiene de su situación histórica. A causa de esta contradicción inmanente, tal sociedad está siempre amenazada por una nueva revolución, es decir, por una nueva catástrofe social, y vive fundamentalmente en una mera existencia aparente, consolidada institucionalmente. Una r. sólo puede convertirse en una nueva identidad de la sociedad, con sentido poderoso y vida, cuando adquiere conciencia de su contradicción inmanente y comprende la renovación de lo anterior siendo consciente de su situación histórica. Esa conciencia está penetrada por la problematización fundamental de lo antiguo, con lo cual se ha separado de ello de una vez para siempre. Y así no realiza una identificación — ilusa — con el pasado, sino una mediación dialogística con sus exigencias de sentido. Y una sociedad tan crítica respecto de sí misma, se acerca al concepto de -3 renacimiento.

4. La restauración problemática actual

Pero la restauración del s. xix, junto con las tendencias restauradoras que de allí surgieron y se extienden hasta la actualidad, no puede comprenderse adecuadamente con el concepto teórico general de r. (aunque este concepto procede de dicha época). Más bien, su derecho y su contradicción se modifican decisivamente por su relación con la metamorfosis social de la época moderna. La dirección de su sentido específico, articulado filosóficamente por un lado en el -> racionalismo y por otro en el -> liberalismo, va por una parte — bajo el signo de las «revoluciones industriales» — a la total racionalización y tecnificación de todo el proceso de reproducción social, y por otra, especialmente desde los impulsos revolucionarios del 1789 en Francia hasta el 1959 en Cuba, a una creciente emancipación radical de la sociedad y del individuo respecto de todas las determinaciones que se hallen fundamentadas fuera del proceso mismo de mediación. Y va finalmente a la automediación absoluta — en todo caso a una amplia ilustración y a una apropiación por sí misma — de la existencia social y personal, en la que ésta se configura completamente a partir de la racionalidad y libertad, o sea, a partir de la razón autónoma como su primer y auténtico principio de vida. Bajo estas circunstancias r. ya no significa una neutral actualidad de lo transmitido por el pasado, sino que lleva inherente el contenido específico de un movimiento de regresión hacia el irracionalismo social.

Así la posición espiritual restauradora repercutió ya desde el principio en la incapacidad — que llega ampliamente hasta nuestros días — de la sociedad moderna para comprender positivamente y dominar culturalmente la tecnificación y la industrialización de la interacción social, y condujo, todavía en el bolchevismo nacional de los años veinte y en el nacionalsocialismo, a la idealización de condiciones agrarias de vida y a la absolutización ideológica de una inmediatez respecto de la naturaleza que hacía tiempo era ya sólo aparente. Asimismo hoy r. significa siempre, el intento de mantener como dotadas de sentido circunstancias que se oponen al principio de la autodeterminación, y que por ello resultan anticuadas, y también una correspondiente conciencia de autoridad, las más de las veces paternalista, y significa así la oposición a una democratización plena en el sentido de una construcción de todo vínculo social a partir del principio de la propia responsabilidad. La r. representa con ello una aguda lesión del intento «moderno» de fundamentar la realidad social solamente sobre su propia racionalidad constitutiva, y resulta por esto problemática incluso en su justificación parcial.

La sugestión de la que vive la r. contemporánea, en el nivel filosófico es la representación de una existencia personal con sus categorías de sentido que en principio está previamente dada y sustraída a la propia disposición, y en el nivel popular la glorificación de una idea extraña al propio pensar para convertirla en destino histórico. Una modalidad actual de ideología restauradora se da a veces en la así llamada neutralidad valorativa, por la que se quiere sustraer la decisión de los procesos sociales a la discusión racional del público, para encomendarlos a los técnicos o especialistas.

5. Restauración como problema teológico

En la comprensión teológica de la historia el fenómeno de la r. — lo mismo que el de la revolución — se halla ante la cuestión de si la conciencia escatológica del cristianisrno debe ser interpretada en el sentido de una teología agustiniana de la historia donde ésta queda descalificada como decadencia progresiva, y así lo antiguo se presenta como lo relativamente mejor, y por tanto la r. tiene que aparecer como un intento — inútil — de impedir lo peor; o bien ha de interpretarse como una relativación que desde el punto de vista del absoluto iguala todos los esfuerzos históricos, y así hace indiferente la alternativa de revolución y r.; o bien, debe ser interpretada, en el sentido de la teología franciscana medieval de la historia y de una «teología de la revolución» inspirada por Marx y Hegel, como orientación para el cometido de llevar a la sociedad, mediante una constante, activa y efectiva corrección crítica, hacia la consumación escatológica, con lo cual las tendencias restauradoras habrían de mirarse con escepticismo.

Especialmente de cara al planteamiento especial de la época moderna y de su conciencia «escatológica» de sí misma, la teología eclesiástica se ha declarado ampliamente partidaria de la tradición agustiniana y con ello de la r., rechazando el movimiento hacia la emancipación de la sociedad y de los hombres frente a instancias extrañas de sentido. En consecuencia ha juzgado la autonomía de la mediación por sí mismo como apostasía progresiva de la verdad transmitida y como presunción soberbia de la humanidad; y lógicamente ha considerado que era su cometido obligar a los cristianos a una actitud de obediencia frente a la idealizada conciencia medieval de la ortodoxia católica o luterana y, mediante la r. espiritual de la autoridad y la tradición, detener la supuesta caída espiritual de la humanidad.

De todos modos, desde hace poco crece también en la teología eclesiástica — cf. p. ej., la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy (Gaudium et spes) del Vaticano ii, las encíclicas Mater et magistra y Populorum progressio — la concepción de que tal conservadurismo teológico no hace más que reproducir y sancionar en el nivel supremo la falsa conciencia de una sociedad restauradora. Con ello se quiere tomar en serio el proceso de la época moderna, según su propia comprensión de sí misma, como pregunta cada vez más radical por los principios de una interacción dotada de sentido entre las personas y, por tanto, como ilustración social práctica. Dentro de esta orientación progresista hacia la total y absoluta mediación por sí mismo, las recientes corrientes de la teología buscan un nuevo punto de apoyo para el preguntar y el entender teológicos. Aunque este nuevo punto teológico de partida repercute profunda y revolucionariamente en la concepción de las Iglesias acerca de sí mismas, sin embargo, también se encuentra ahora con una reacción (tanto eclesiástico-organizativa como teológica) que, en la decisión de un nuevo y originario preguntar fuera del marco tradicional de las respuestas eclesiásticas, sólo ve la negación de su propio elemento de vida, y no percibe el deseo positivo de una nueva credibilidad del cristianismo, la cual sólo puede alcanzarse mediante una total y universal reflexión sobre sí mismo. Dicha reacción, en cuanto se opone a esta problemática con la vacía afirmación autoritaria de la tradición en su ilusa identidad, ostenta por su parte un carácter restaurador.

BIBLIOGRAFÍA: Cf. -> Historia e historicidad, -> Iglesia y Estado, -> Revolución. J. de Maistre, Consideraciones sobre Francia (Rialp Ma); L. de Bonald, Essai analytique sur les lois naturelles de 1'ordre social ou du pouvoir, du ministre, et du sujet dans la société (P. 1800); idem, Démonstration philosophique du principe constitutif des sociétés (P. 1800); J. de Maistre, Essai sur le principe générateur des constitutions politiques et des autres institutions humaines (P. 1810); G. W. F. Hegel, Beurtheilung der im Druck erschienenen Verhandlungen in der Versammlung der Landstände des Königreichs Würtemberg im Jahre 1815 und 1816: Heidelbergische Jahrbücher der Literatur 1817, Nr. 66-68 73-77 (Hei 1817); H. v. Treitschke, Deutsche Geschichte im 19. Jh. (1882ss.; L 1927); P. Rain, L'Europe et la Restauration des Bourbons 1814-1818 (P 1908); F. Meinecke, Weltbürgertum und Nationalstaat (Mn 1908); K. Schmitt, Politische Romantik (Mn 1925); E. Troeltsch, Die Restaurations-epoche am Anfang des 19. Jh.: Gesammelte Schriften IV (T 1925) 587-614; H. v. Erbik, Metternich (1925, Mn 1957); Schnabel G.; G. J. Gignoux, R. (1947); J. Leflon, La crise révolutionnaire 1789-1846 (P. 1949); R. v. Albertini, Freiheit und Demokratie in Frankreich. Die Diskussion von der Restauration bis zur Résistance (Fr - Mn 1957); K. S. Latourette, Christianity in a Revolutionary Age, 3 vols. (NY 1958-61); T. S. Hamerow. Restoration, Revolution, Reaction. Economics and Politics in Germany 1815-1871 (Princeton [N.J.] 1958); C. H. v. d. Gablentz, Reaktion und Restauration: Zur Geschichte und Problematik der Demokratie (homenaje a Hans Herzfeld) (B 1958) 55-77; R. Wittram, Das Interesse an der Geschichte (Gö 1958); L'Europe du XIX° et du XX° siécle (1815-1870). Problenes et interprétations historiques, 2 vols. (Mi 1959); 0. Köhler: StL6 VI 877-881; W. Scheel, Das «Berliner Politische Wochenblatt» und die politische und soziale Revolution in Frankreich und England. Ein Beitrag zur konservatien Zeitkritik in Deutschland (Gö 1964); H. Pross, Dialektik der Restauration (Olten - Fr 1965); B. Weite, Zum Strukturwandel der katholischen Theologie im 19. Jh.: Auf der Spur des Ewigen (Fr 1965) 380-409; P. Hünermann, Der Durchbruch des geschichtlichen Denkens im 19. Jh. (Fr 1967); R. A. Kann, The Problem of Restoration. A Study in comparative political history (Berkeley - Los Angeles 1968); HdKG VI.

Konrad Hecker