RELIGIONES,
HISTORIA DE LAS
SaMun

A) Método. B) Clasificación.

C) Religiones desaparecidas. D) Religiones vivas.

A) MÉTODO

«Todo trabajo de investigación científica sobre las religiones presupone la convicción de la posibilidad de comprender una religiosidad ajena» (J. WACH, Zur Methodologie, 33). Esta comprensión, en el caso de religiones de las que poseemos documentos escritos, se logra sobre todo con el método de la investigación filológica. Toda investigación de una esfera religiosa requiere por tanto el estudio de la lengua respectiva, ya que las lenguas son la expresión más in-mediata del pensar y, por lo menos en parte, más influida religiosamente. El pleno contenido del sentido de tradiciones religiosas sólo se revela cuando se estudian en su propia lengua. El conocido dicho «traduttore - traditore» debería prevenir al investigador de religiones para no ponerse bajo la dependencia de un filólogo de profesión, cuyas traducciones no pueden menos de contener interpretaciones. Ahora bien, la investigación de h. de las r. no se reduce a la explicación filológica de textos. Cualitativamente está más bien caracterizada por un aspecto especial y por planteamientos en conformidad con este aspecto, que tratan de comprender la vida según su peculiaridad de vida religiosa. Esa distinción cualitativa entre la investigación de h. de las r. y la del filólogo especialista reclama desde el punto de vista del método una visión de conjunto de la h. entera de las r. Limitarse al conocimiento de una o de unas pocas religiones es insuficiente metodológicamente y da resultados que no pueden ser satisfactorios.

En realidad, el conocimiento de las lenguas no es el único medio de investigación de los hechos en la h. de las r. En efecto, la religiosidad de una época no se consigna ni se expresa únicamente en documentos religiosos y en textos de la literatura profana, sino también en las obras de arte, en la historia general de las ideas, como también en la de las vicisitudes políticas y económicas.

Cuando se trata de conocer las religiones de pueblos sin escritura pasa a segundo término el método filológico, que sólo tiene aplicación cuando enunciados religiosos de los que las profesan han sido consignados por investigadores en las respectivas lenguas originales. Fuera de esto, se pueden utilizas también como fuentes relaciones de observadores europeos y americanos, que con frecuencia fueron compuestas por misioneros interesados en la etnología. (Acerca de la h. de las r. como disciplina, véase estudio comparado de las religiones.)

B) CLASIFICACIÓN

A toda tentativa de exposición de conjunto de las religiones de la tierra, se le plantea el quehacer de ordenar el pluralismo religioso y de clasificarlo en una serie determinada. Este problema tropieza con graves dificultades, que pueden estar relacionadas con el estudio científico de la religión, o con la filosofía o teología de la misma. El estudio comparado de las religiones lleva a cabo por lo regular, mediante una clasificación de las mismas, una simplificación que reduce estructuras muy complejas a pocas características, que se toman como pauta para la ordenación de la materia. Éstas pueden ser de índole cuantitativa, y se refieren entonces al número de los que profesan las religiones, así como a la amplitud de las zonas en que están extendidas. Eso lleva a distinguir entre religiones mundiales y religiones circunscritas a determinadas regiones, las cuales se designan, con una ex-presión no del todo acertada, como religiones de un pueblo. Una clasificación según el grado de civilización de las respectivas religiones distingue entre religiones de altas civilizaciones y las llamadas religiones primitivas; esta distinción se aplica también como calificación de la dimensión religiosa.

Puntos de vista cualitativos dan lugar a una clasificación según la naturaleza de la creencia en Dios, y así se distingue entre religiones monoteístas y politeístas. También es cualitativa la clasificación según el valor de los contenidos éticos. Igualmente la cuestión histórica relativa al origen de la religión se utiliza como principio de clasificación, y así se habla de religiones en las cuales no se descubre tradición alguna que remita a un fundador, y de religiones fundadas por alguien. Estas últimas coinciden en parte con las caracterizadas como religiones proféticas; sin embargo, esa designación puede usarse también como una contraposición objetiva a las religiones místicas.

Al lado de la problemática del empleo exclusivista de determinadas características surge además la dificultad de entrecruzamientos, que se presenta cuando se toman en consideración varias de estas características. Así, p. ej., el -> profetismo puede registrarse en religiones mundiales y en religiones circunscritas regionalmente, en religiones de civilizaciones elevadas y en las llamadas primitivas. La contraposición de religiones circunscritas a regiones y de religiones mundiales no deben asociarse con la de -> monoteísmo y politeísmo; etc.

Desde el punto de vista de la filosofía y teología de la religión, toda clasificación de las religiones de la tierra por la h. de las r. resulta problemática, pues implica una calificación o puede entenderse como tal. Precisamente por esto se plantea con urgencia el quehacer de una reflexión teológica para llegar a organizar la h. de las r. partiendo de la respectiva confesión propia. Esto es relativamente fácil tocante a ciertas escuelas de mística oriental, que consideran todas las religiones como caminos posibles, aun-que no exentos de imperfecciones, hacia la unión mística. Fundaciones religiosas de tiempos recientes han encuadrado en parte las religiones tradicionales en un esquema de conocimiento sucesivo y progresivo de la salvación, en cuyo vértice se sitúan ellas mismas. La especial valoración de la revelación consignada por escrito en el islam, ha llevado a éste en forma teológicamente consecuente a una división de las religiones con una marcada distinción entre los poseedores de escritos de revelación divina, las «gentes del libro» (ahl al-kitäb), y los que profesan religiones carentes de tales escritos.

En tanto la teología de las confesiones cristianas no haya logrado en forma análoga una clasificación de las otras religiones, la h. de las r. debería proponerse el quehacer de ofrecer de la manera más neutral posible el material histórico para una «teología cristiana de la -> religión». Por esta razón adoptaremos en las páginas siguientes un principio relativamente neutral: el de la división geográfica, que conviene, sin embargo, combinar con una ordenación histórica, en cuanto un estudio por separado de religiones que, como magnitudes complejas, han dejado de existir, y de religiones y nuevas fundaciones religiosas vivas, es apropiado para resaltar ordenadamente la importancia actual de los grupos religiosos existentes. Por la misma razón trataremos también por separado las religiones de pueblos que carecen de escritura.

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C) RELIGIONES DESAPARECIDAS

I. Antiguo oriente

1. Egipto

Desde que el francés Francois Champollion logró descifrar la antigua escritura jeroglífica egipcia, se añadió a las noticias que ya se tenían por antiguos escritores, tales como Herodoto, Estrabón y Plutarco, la inteligencia de las fuentes primarias de inscripciones y papiros de los antiguos egipcios. Esto amplió el conocimiento de la religión egipcia, mientras que los antiguos relatos se habían fijado especialmente en la observación de la época tardía de dicha religión, y así entre los dioses venerados habían conferido importancia predominante a Isis y a Osiris. Además, en los escritores antiguos ocupaba el primer plano el culto tardío de animales, que una vez había provocado las burlas de antiguos paganos y la cólera de los cristianos. Los documentos originales que nos dejaron los egipcios, tan dados a escribir, nos facilitan una visión de conjunto de la historia entera de la religión egipcia.

La religión del Antiguo Imperio (AI: hacia 2778-2263) se caracterizaba por la idea de una realeza sagrada. El rey del AI es centro divino y lleno de poderío del cosmos entero. Según la misma concepción, él es el único que en el culto puede entrar en contacto con los dioses, aunque prácticamente, en vista del creciente número de santuarios, puede delegar en sacerdotes sucesivos para el culto divino. El rey está rodeado de un riguroso ceremonial; para los hombres corrientes, su esfera de poder es tabú. Esta posición está acreditada de la manera más sugestiva no sólo por los documentos literarios, sino también por los arquitectónicos. Tales son las construcciones funerarias para los reyes difuntos, las imponentes pirámides, que eran expresión de la creencia en la ilimitada naturaleza divina del rey. La forma monumental del sepulcro del rey, la pirámide, derivada del túmulo sepulcral cuadrilongo, provisto por lo regular de paredes oblicuas (la llamada mastaba en árabe), es especialmente característica del AI desde la tercera dinastía. Estas construcciones documentan la importancia del rey en el AI. Es central en esta posición su relación con la maat: el orden cósmico ético-ritual del mundo. La maat es la dimensión normativa que actúa en este mundo y en los dioses, y a la que cada hombre debe subordinarse. El rey, en cambio, es «señor de la maat» y «realizador de la maat». La divinidad del rey, que viene designado como gran Dios, se expresa también en la circunstancia de que según una antigua concepción, él es una manifestación del dios Horus, con forma de halcón, último en la serie de los dioses que aparecen como dominadores al comienzo de la historia egipcia.

Una disminución de la posición sacral del rey tuvo lugar en la quinta dinastía del AI, que elevó a religión estatal la creencia en Re, dios solar; a la identificación del rey con el dios dominador Horus sucedió la filiación: desde entonces el rey fue tenido por hijo del Dios solar Re.

Entre el AI (que, según parece, se derrumbó en una catástrofe) y el Imperio Medio (IM) se sitúa el llamado período intermedio. Debido a la conmoción de los espíritus que llevó consigo la ruina del AI, fue una época de confesiones ideológicas que pugnaban entre sí. En ella surgieron corrientes escépticas y hedonistas, pero también proféticas, que asociaban una creencia monoteísta con exigencias éticas.

El IM (2052-1786) se atiene a un monoteísmo ideal, que desde la 12 dinastía reconoce al dios Amón, el cual es tenido también por el dios supremo en el Nuevo Imperio (NI: 1580-1085), que, tras el período de los hicsos (1785-1580), vuelve a florecer y a cobrar poder. Esta profesión oficial de fe sólo se vio interrumpida durante el reinado del llamado «rey hereje» Amenofis iv, esposo de Nofretete, que proclamó como dios único al disco solar Atón. Cambió su nombre Amenofis («Amón está contento») por el de Akhenatón («agrada a Atón»), abandonó Tebas y erigió en el actual Tell el-Amarna una ciudad del culto de Atón, a la que llamó Akhtet-Aton («Horizonte del disco solar»).

Junto a la profesión oficial de fe en un dios superior, existe de hecho un politeísmo en la historia de la religión egipcia. Hay que remontarlo a la época temprana de la fundación del Imperio, en la que las unidades políticas menores fueron reunidas en el Estado del Alto y del Bajo Egipto. Los diferentes dioses de los territorios fueron reunidos en un panteón, que progresivamente fue acusando evoluciones sincretistas.

En el AI el comportamiento ético consistía en la realización de la maat. Una decisión ética personal se exige por primera vez en los textos del período intermedio. La literatura sapiencial y las confesiones negativas de los pecados («no he hecho pasar hambre») en biografías y en el Libro de los muertos expresan profesiones fundamentales de fe en un orden moral y en sus imperativos.

El cumplimiento de los preceptos éticos se tenía también en parte por importante para la modalidad de la supervivencia después de la muerte, con la que los egipcios se ocuparon como ningún otro pueblo de la tierra. Sin embargo, frente a una concepción del más allá con un matiz espiritualizado y ético, se había impuesto una concepción mágica, atestiguada por numerosos textos del Libros de los muertos. Parece ser que tal concepción estaba asociada con una osirización de las representaciones de ultratumba. El juicio de los muertos, que originariamente iba unido con el dios Re, fue trasladado al mundo inferior de Osiris.

La época tardía del Imperio egipcio estuvo marcada por una tónica pesimista de ocaso.

2. Mesopotamia

La escritura cuneiforme que habían desarrollado los sumerios mediante estilización de una escritura pictográfica más antigua, fue el sistema de escritura más propagado en Asia anterior durante la antigüedad, siendo usada para las lenguas sumérica, acádica (asiro-babilónica), persa antigua, ugarítica y para las de Asia menor. Su desciframiento, logrado por G. Grotefend en 1802, abrió entre otras cosas el acceso a las fuentes primarias de las religiones de Mesopotamia, de las que se tenía ya conocimiento por noticias del AT, por referencias de autores antiguos, como Heródoto y Estrabón, y también por los fragmentos conservados de la obra de Beroso, sacerdote de la Babilonia tardía.

La alta cultura más antigua de Babilonia fue desarrollada por los sumerios a partir de los años 3000 a.C., aproximadamente, en los Estados-ciudades del país. Su poderío político fue interrumpido por el rey acádico Sargón y por sus sucesores, hacia los años 2360-2180. La dominación sumérica fue sustituida definitivamente por el antiguo Imperio babilónico, erigido por una dinastía semita occidental, cuyo representante más destacado fue Hamurabi (hacia 1700 a.C.). El derrumbamiento de este imperio fue obra de los casitas, que hacia 1600-1170 dominaron en Mesopotamia; su dominación fue sustituida luego por la del Imperio asirio, que se había constituido en Mesopotamia septentrional. Desde 1100 a.C. este imperio gozó de la posición de gran potencia en Asia anterior. La caída de Nínive en 612 dio lugar a un nuevo predominio de Babilonia en el nuevo Imperio babilónico (612-538), queen 538 fue conquistado por Ciro, rey de Persia.

Hay que asignar gran importancia a las realizaciones culturales de los sumerios y de los acadios, aun cuando debe tenerse por exagerado el pan-babilonismo representado hacia 1900 en parte por asiriólogos, que, guiados por un enfoque unilateral, subrayaban con cierto exclusivismo la importancia cultural y religiosa de Babilonia para la historia de la humanidad. La ruptura que significa en la historia de Mesopotamia la sustitución en el poder político de los sumerios por los semitas no se efectuó en igual forma en la historia de la cultura. En efecto, los acadios reconocieron en gran escala el legado espiritual de los sumerios, que en sí les eran extraños. En la esfera religiosa se apropiaron — aunque con profundas diferencias — elementos sumerios que luego desarrollaron de manera autónoma.

a) Sumerios

El pensar sumerio, análogamente a las representaciones egipcias en el AI, ignoraba una esfera propiamente mundana. El orden del Estado era asunto religioso, y los reyes sacerdotes de los Estados-ciudades, que llevaban el titulo de lugal (hombre grande), reunían en un sistema teocrático las funciones de soberano, juez, jefe de los ejércitos y sumo sacerdote. El preferente quehacer sacerdotal del rey era el acto cultual de las sagradas nupcias, que él celebraba con la suma sacerdotisa en la fiesta del año nuevo sumerio. En tal ceremonia actuaban como representantes del dios Dumuzi y de la diosa Innana respectivamente. La acción cultual era un rito de fecundidad para la renovación vegetativa de la tierra. El rey, no obstante su significación cultual, no era considerado como dios, sino como hijo de una divinidad.

La religión sumeria conocía un número enorme de divinidades. Al fijar los sumerios su número total en 3600, que era el cuadrado del número fundamental de su sistema sexagesimal, admitían con ello la existencia de un número infinito de dioses. Poco a poco, por analogía con el parentesco humano, se fue formando un sistema que reunía en un panteón a las múltiples divinidades, representadas antropomórficamente. Ocupaban la cumbre el dios del cielo An, que estaba bastante relegado en la vida religiosa práctica, juntamente con su esposa Ki, la tierra. Se tenía por su hijo a Enlil, el «Señor tempestad», causante del diluvio. Su esposa era Ninlil, la «Señora tempestad». La vida religiosa de los sumerios estaba ligada especialmente con el dios Enki (el «Señor de las cosas de abajo», del agua subterránea) que confería vida a la tierra. Enki es también «Señor de la sabiduría». Su esposa se llama Ninji, «Señora de las cosas de abajo». Divinidades importantes son también el dios solar Utu, la diosa lunar Nanna y el dios de la caza Ninurta. En el mundo inferior reinan Nergal y su esposa Ereskigal. En las representaciones del arte sumerio y, en general, en el de Asia anterior, resaltan motivos relativos a la diosa del amor Innana, la babilónica IStar, y a Dumuzi, el babilónico Tammuz. Se alude allí a representaciones que están en conexión con el ciclo de la vegetación. Con Dumuzi se asocia frecuentemente la representación del árbol de la vida.

Contrariamente a la religiosidad semita, a la sumeria le faltaba el concepto de pecado. No es seguro si los sumerios esperaban una retribución de las obras de la tierra en el más allá. El reino subterráneo de ultratumba era considerado como un lugar de desolación sin retorno. Esta representación está acentuada en frecuentes oraciones por una vida larga.

b) Babilonia y Asiria

Numerosos dioses del panteón asirobabilónico tenían sus precedentes en modelos sumerios. Anu correspondía al sumerio An, Ea al sumerio Enki, y Ellil, «señor de la tierra y de las montañas», se remontaba al sumerio Rnlil, dios del aire. Una tríada cósmica estaba constituida por Sin (dios de la luna) por su hijo äamas (dios del sol) y su hija Istar. Marduk, dios de la ciudad de Babel, fue designado por la dinastía de Hamurabi como Bel, o «Señor» simplemente, y elevado a la categoría de dios universal del mundo. En la epopeya babilónica de la creación, éste vence a Tiamat, potencia del caos, y de su cuerpo gigantesco forma el cielo y la tierra.

Una posición correspondiente a la plenitud del poder de Marduk en tiempos de la dinastía de Hamurabi fue la que adoptó en el imperio asirio el dios nacional de la guera Asur, que legitimaba las campañas bélicas de los asirios. Esta divinidad representa el elemento propio más importante de la religión asiria, por lo demás fuertemente influida por Babilonia.

La religión asirobabilónica estaba orientada hacia la tierra en lo tocante al culto, a la oración y al comportamiento ético. En ella falta la creencia en un más allá. Esto condiciona la enorme distancia entre dioses y hombres expresada por el tono pesimista de la epopeya de Gilgamel, cuyo héroe trata en vano de alcanzar la inmortalidad.

La tentativa de prever el destino humano jugó un papel característico en la religión babilónica. La suposición de un nexo causal entre el acontecer astral y el terrestre confirió extraordinaria importancia a la astrología como arte de la predicción del futuro.

3. Ugarit

Las excavaciones de Ugarit junto a la actual Ras Sämra en el norte de Siria, estimuladas por hallazgos casuales, dieron por resultado el redescubrimiento de la religión y de la mitología cananeas, cuyos textos, procedentes del s. xv a.C. aproximadamente, están compuestos en escritura cuneiforme alfabética. Estas fuentes primarias son importantes porque proporcionan una visión mucho más exacta de la antigua religión canana que las noticias suministradas por autores de la antigüedad y por el AT. Tienen importancia de primer orden para el estudio del AT, ya que presentan las condiciones religiosas con que se hallaron los israelitas al tomar posesión del país.

El centro del mito y culto de Ugarit lo ocupa la interpretación religiosa del ciclo de la vegetación. Aunque El es considerado como el dios supremo, sin embargo, le supera en importancia el joven dios Baal que es dueño de la tempestad y confiere fecundidad. Al tiempo del calor del estío es vencido Baal por su enemigo Mot y sufre la muerte. La hermana virginal de Baal, Anat, ayuda a éste a volver a la vida al comienzo de la temporada de las lluvias:

4. Imperio hitita

En las excavaciones iniciadas en 1906 en la aldea turca de Boghazköi, situada al este de Ankara, se hallaron textos cuneiformes en una lengua hasta entonces desconocida. El orientalista checo B. Hrozny logró descifrar estos textos en 1917 y reconoció en ellos un idioma indoeuropeo designado por la ciencia como «hitita», que estaba en parte entreverado de léxico no indoeuropeo. El Imperio de los hititas, que había existido hacia 1900-1200, estaba centrado en el gran arco del río Halys. Representaba una simbiosis de antiguos pueblos orientales que estaban regidos por una clase de soberanos indoeuropeos.

La religión de este Imperio estaba marcada por su carácter de Estado formado por numerosos pueblos, como también por la tolerancia con que los reyes hititas trataban las representaciones religiosas de sus pueblos. La divinidad más importante del imperio era la diosa Solar de la ciudad de Arnena. El dios, no hitita, sino kharrio, del tiempo, Tesup, jugaba un papel muy destacado. Su esposa era Khepat, también kharria. El mito de Kumarbi refiere cómo los «numen» se suceden en el dominio sobre los dioses.

El culto se celebraba en cada caso según los rituales y en la lengua de los respectivos pueblos. Tenía por objeto conferir prosperidad al rey y a su pueblo. A lo que parece, la divinización de los reyes sólo tenía lugar después de su muerte. La religiosidad personal de los hititas estaba marcada por una conciencia del pecado expresada en sus oraciones. No estamos bastante informados sobre sus representaciones del más allá.

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II. Europa

1. Grecia

Las fuentes primarias de la religión de Grecia están constituidas por las noticias de historiadores y filósofos griegos, como también por las obras de poetas griegos, entre las cuales descuellan por su importancia las de Homero y Hesíodo. El interés occidental por una inteligencia — libre de demonización y sin prejuicios — de la religión griega se despierta en el renacimiento y está atestiguado primeramente por la voluminosa obra De genealogia deorum de Giovanni Boccaccio (1313-1375).

El concepto griego de Dios muestra menor grandeza y exclusividad que el de las religiones monoteístas. La capacidad griega de dar forma a las cosas y la propensión griega a personificar se muestran dentro del campo religioso en un antropomorfismo de los dioses. Esta tendencia hace posible que la creencia griega considere como destino del hombre un fin que Platón designó como óµoíosis theou, es decir, la «asimilación» del hombre «a Dios». Se manifiesta en el culto de los héroes, que quizá se desarrolló a partir del culto tributado en la época micénica a señores poderosos después de su muerte, cuya acción estaba asociada con la idea de la superioridad. Sin embargo, los dioses superan a los hombres. Los dioses son sentidos como los kreíttones (= los «superiores») en cuanto que todos ellos poseen, según la concepción griega, cualidades positivas de belleza, sabiduría, poder. Hay además una muralla decisiva de separación entre hombres y dioses, pues éstos gozan de la inmortalidad.

Entre los dioses que, ya según la concepción prehomérica, se reúnen en el Olimpo tésalo, descuella francamente el padre de los dioses, Zeus (Júpiter). Al aspecto celeste de su persona responde el hecho de aparecer como dios del tiempo, cuyos signos y recursos de poder son el trueno y el rayo. Expresión de sus cualidades morales es su vinculación con el orden y el derecho. La valoración griega de la sabiduría se expresa en la circunstancia de que Zeus, en tanto que dios supremo del panteón politeísta, posee inteligencia y prudencia. A su sabiduría está abierta la mirada al futuro, y así Zeus aparece como el poderoso dios oracular de los griegos. De los dos hermanos de Zeus, Hades (Plutón), señor del mundo subterráneo, es la figura de menos relieve. Juntamente con su esposa Perséfone reina sobre la triste morada de las almas de los difuntos. Cuando en la repartición de las esferas de los dioses tocó en suerte a Hades el mundo subterráneo, las aguas correspondieron al otro hermano de Zeus, Poseidón (Neptuno). Así este dios, que según la representación mítica moraba en un palacio en las profundidades del mar, tenia gran importancia para los navegantes griegos. En tal concepción, el «sacudidor de la tierra», con el atributo del tridente, podía mostrar aspectos siniestros (tempestades, maremotos y terremotos).

Además de sus dos hermanos Poseidón y Hades, Zeus tenía una hermana, Hera, a la vez esposa suya. El momento de despotismo de esta señora y reina del cielo, que tiene su trono en el Olimpo, ocupa el primer plano de su ser, cuyo segundo componente está constituido por su relación conyugal con Zeus. Los hombres la consideran como protectora del matrimonio y de sus leyes. También se tiene por hermana de Zeus a Deméter, la diosa de la fertilidad de la tierra, procedente de la religión preindoeuropea de la cultura miceno-cretense.

El hijo de Zeus, Apolo, presentado siempre en forma juvenil, es al lado de su padre el dios más importante de los griegos. De su esfera de acción forma parte la defensa contra el mal en general, resaltándose especialmente su poder curativo y su purificador. Apolo es el fundador de los estatutos jurídicos y políticos, es el dios de la sabiduría y señor del santuario de Delfos y de su oráculo. Su hermana gemela Artemis es diosa de la caza y en forma general la aó.rvia 9npwv (= la «señora de los animales»). Afrodita y su hijo Eros son considerados como las divinidades del amor. Hermes, hijo de Zeus, es el mensajero de los dioses. De su cualidad especifica, el conocimiento de vías y caminos, resulta también su conocimiento funerario del camino del alma al más allá; por el que Hermes, en su calidad de guía de las almas, acompaña a los muertos al mundo del Hades.

Ateneas, la diosa protectora de la ciudad de Atenas, aunque quizá se pueda derivar de una diosa cretense de palacio, sin embargo su modo de ser está decididamente marcado por sus cualidades adquiridas en período griego. Es diosa de la sabiduría, de la lucha sensata, del trabajo razonable de la paz, introductora del olivo, de la actividad artesana, del arte y de la ciencia. El dios Hefesto (Vulcano) tiene rasgos afines con Atenea, pues era venerado como el dios de los artesanos. Viene asociado a las habilidades manuales, en particular a la metalurgia, porque en el centro de su ser se halla el dominio sobre el fuego.

La figura del dios Dioniso lleva rasgos que deben parecer extraños y siniestros desde la perspectiva del mundo de Homero y de los dioses olímpicos. Tales rasgos se ponen de manifiesto en el elemento orgiástico, que caracteriza las formas de culto a este dios. El motivo del ansia humana de redención se asocia así con el aspecto de lo delirante y caótico que muestra Dioniso cuando, según la representación mítica, celebra sus fiestas con figuras de sátiros y de animales salvajes.

En la religión griega, el carácter social de su culto estaba marcado especialmente por la forma de Estado de la polis; la posesión del derecho de ciudadanía era condición para participar en el culto público de la ciudad. En el centro de los ritos sacrificiales, que servían a fines de impetración, de acción de gracias y de expiación, se hallaba la comida sacrificial, que tenía sentido de comunicación. En el ritual sacrificial de los héróes homéricos corresponde a los hombres lo comestible, la carne de las víctimas sacrificadas; en cambio, los huesos, que contienen la medula, eran ofrecidos como don a los dioses. El punto central del culto de los dioses era entre los griegos el templo, habitación de las imágenes de los dioses, cuyo cuidado estaba confiado a un sacerdocio. El santuario anfictiónico más importante del país era Delfos, que se consideraba como «ombligo de la tierra».

En los misterios dionisíacos se usaban prácticas de culto que se apartaban de la imagen clásica del helenismo. Un segundo movimiento mistérico era el orfismo, que de Tracia se había extendido por Grecia, y que practicaba ritos de iniciación y purificación para redimir al hombre de un dualismo antropológico de poderes divinos y titánicos. Profesaba con una especie de -> metempsícosis. La comunidad mistérica de la ciudad ática de Eleusis practicaba ritos de vegetación al servicio de Demeter, la diosa de la fecundidad.

2. Etruria

La clase dirigente, política y culturalmente, de los etruscos había llegado probablemente por mar de Asia Menor a Italia, donde desde el s. ix a.C. dominó la región de Toscana y la configuró culturalmente. El punto culminante del poder etrusco en el s. vi a.C. fue seguido de una gradual decadencia y de enfrentamientos con la pujante ciudad de Roma, que el año 396 a.C. conquistó la ciudad etrusca de Veies. El fin de la cultura etrusca, anunciado por un vidente el 44 a.C., coincide con la época final de la república de Roma.

Antiguas noticias sobre los etruscos se hallan principalmente en Herodoto, Dionisio de Halicarnaso, Tito Livio y Cicerón. Con el renacimiento comienza la investigación moderna de lo etrusco, para la cual tienen la preferencia los testimonios arqueológicos frente a los lingüísticos, que están compuestos en un idioma cuya pertenencia filológica se discute y, en cuanto a su contenido, se refieren casi exclusivamente al sector funerario.

Los etruscos, cuya religión acusaba asociaciones sincretistas de elementos griegos con antiguas tradiciones de Italia, se distinguían, según la idea de los antiguos, por una especial religiosidad mientras que según la concepción cristiana primitiva, Etruria era la genetrix et mater superstitionis. La religión de los etruscos siguió ejerciendo influjo más allá del tiempo de su autonomía política, mediante la asimilación de algunos de sus elementos por Roma. Así es característico, en cuanto a la aceptación de dioses etruscos, el hecho de que el general romano que conquistó Veies hizo llevar a Roma con guardia de honor la imagen de la diosa de la ciudad, Uni, a la que luego se erigió un templo. A la etrusca Uni responde la romana Juno, a Menrva corresponde Minerva, y Satres equivale a Saturno. El romano Vulcano asume rasgos del etrusco Sethlan, Venus los toma de la etrusca Turan, y el romano Dispater los adopta de Charun, dios etrusco de los muertos.

Roma había enviado sus sacerdotes a Cerveteri en Etruria para que se formasen en la adivinación y en el culto sacrificial. La adivinación etrusca se cultivó como disciplina oculta que se ocupaba del vuelo de los pájaros, de la ciencia de los rayos y relámpagos y de la inspección del hígado. Los rasgos funerarios, muy destacados en la religión etrusca, se introdujeron en las luchas romanas de gladiadores, que continuaban el sacrificio etrusco por los muertos hasta que en tiempos del Imperio fueron reconocidos oficialmente como juegos.

Algo específico de la religión etrusca era la doctrina designada por los romanos como disciplina etrusca, cuya fundación se atribuía a Tages, nieto de Tinia, dios supremo o señor del cielo. Según la concepción religiosa de la historia en la disciplina etrusca, al etrusquismo le estaba asignada una decadencia que se extendía periódicamente a lo largo de ocho o diez saecula.

3. Roma

En Europa nunca se rompió totalmente la continuidad con los testimonios de la religión romana, en la que por primera vez se empleó el término «religión» (religio). Su estudio científico data, como el de otras religiones de la antigüedad, de la época del renacimiento.

A la cabeza del panteón romano se hallaba una tríada de dioses, que en un principio estaba constituida por Júpiter, Marte y Quirino, y luego abarcó a Júpiter, Juno y Minerva. El dios del cielo, Júpiter, venerado en las cimas de los montes, va en cabeza de ambas tríadas de dioses. En su calidad de dios del cielo es a la vez señor de la tempestad; y así uno de sus sobrenombres es fulgur: relámpago, resplandeciente. Como Júpiter Stator y Júpiter Victor, confiere constancia y victoria a los ejércitos en la guerra. Entre sus funciones éticas se cuenta la de guardián de la fidelidad y del derecho. En Roma, el dios de la guerra es propiamente Marte. Gran afinidad con él tiene por naturaleza Quirino, al que se rinde culto en el Quirinal. Juno — la esposa de Júpiter — es la protectora del matrimonio y tiene rasgos marcadamente maternales. El influjo griego marcó notablemente la naturaleza de la diosa Minerva, originariamente etrusca, que fue equiparada en gran parte a la griega Atenea. También sobre otros dioses romanos ejerció influjo la religión griega. Así al griego Poseidón responde el dios romano de las aguas, Neptuno; a Afrodita corresponde la diosa romana del amor, Venus. Con Artemis fue equiparada la romana Diana; y Hefesto coincide con el dios del fuego, Vulcano. Hermes se equipara con Mercurio, cuya calidad de patrón de los comerciantes destaca predominantemente en el ámbito romano. Ceres corresponde a la griega Deméter, y Liber y Saturno tienen rasgos afines con el griego Dioniso.

Son característicos de la religión romana los numina protectores de la vida doméstica: Vesta, la diosa del hogar y del fuego doméstico, que fue elevada al rango de diosa de la ciudad de Roma; Jano, el dios de la entrada de la casa (ianua); y los penates, que son los numina de la despensa casera. La religión romana confirió también carácter numinoso a conceptos abstractos: Fortuna es el destino feliz, Victoria es el triunfo, y existen también Spes (la esperanza), Concordia, Fides (la fidelidad), Mens (la inteligencia), Securitas (la seguridad) y Aeternitas (la eternidad).

La más importante de las acciones cultuales de los romanos era el sacrificium, que significa «consagración, entrega, sacrificio». Las víctimas eran animales o cereales; la religión romana de tiempos históricos no conocía sacrificios humanos. Como el ritual sacrificial, también las oraciones tenían fórmulas y ceremonias fijas. El sacerdote supremo de la ciudad de Roma era el Pontifex maximus, título en el que late la condición sacral de la reconciliación con el dios de las aguas en la construcción de puentes. Un sacerdocio femenino estaba constituido por las vírgenes llamadas Vestales.

El centro del comportamiento de los individuos y de la sociedad para con los dioses lo constituía la pietas. Como magnitud ética, pietas designa también el recto comportamiento dentro de las relaciones humanas y comprende, por tanto, la virtud del amor paterno y filial.

En tiempos del Imperio se añadió un nuevo factor a la religión romana tradicional: el culto a los soberanos. La divinización de los emperadores romanos adquiere importancia desmedida en la fase tardía del Imperio romano.

4. Oriente y ámbito grecorromano en el periodo helenístico

Con la introducción del culto de los emperadores romanos se traspasa temporal y materialmente la frontera que separa a la religión romana propiamente dicha de la época «helenista», en lo relativo a la historia del espíritu y de la religión. La situación religiosa de esta época se caracteriza por el contacto y la asociación sincretista de cultos orientales y occidentales, y a la vez de corrientes gnósticas.

Isis y Osiris, tomados de Egipto, forman el centro de misterios en los que, según la valoración de la antigüedad, Isis supera con mucho a su esposo Osiris. Isis, cuyo culto llega a Roma en tiempos de Sila y es tolerado definitivamente por Calígula, adquiere importancia cósmica en su calidad de «madre de las cosas» y «señora de todos los elementos». Otro aspecto de Isis es el humano, que se expresa en la representación de la diosa con el niño Horus. El culto de Isis tiene además significado soteriológico. Junto con el culto de Isis, también procede de Egipto el culto sincretista (greco-egipcio) de Serapis; su apogeo se debió a la política religiosa de Tolomeo i Soter.

Además de Egipto, Asia anterior y Persia fueron también países de origen de representaciones sobre dioses y de cultos mistéricos helenísticos. El mito y el culto de Adonis, héroe de la vegetación, tenían su asiento en la ciudad siria de Byblos y de allí se extendieron por el mundo de la antigüedad grecorromana tardía. Otra forma de análogas representaciones y de cultos afines se asoció con la frigia Cibeles o Magna Mater, que ya en el período crítico de la segunda guerra púnica había hallado acceso en Roma. Frenesíes extáticos estaban al servicio de esta diosa y de su amante Atis, representante típico de los dioses de la vegetación, que morían y volvían a resucitar.

En Persia estaba aclimatada la primitiva figura del dios Mitra, cuya veneración en el Imperio romano como religión preferida de los soldados se propagó ampliamente desde el s. II d.C. Santuarios de Mitra, los llamados mitreos, fueron erigidos generalmente por guarniciones romanas en locales subterráneos en las fronteras militares del Imperio. Mitra es portador de salvación, que proporciona a los hombres mediante el sacrificio de un toro, el cual, por razón de su origen, lleva en sí toda fecundidad.

Al lado de los cultos mistéricos, corrientes gnósticas caracterizan la situación religiosa de la época helenística. Su fin consiste en procurar a los sabios, mediante la -9 gnosis o el «conocimiento», la liberación de las cadenas de la materia. En el -> maniqueísmo alcanzaron las ideas gnósticas significado religioso mundial. En occidente el maniqueísmo representó en el s. iv un grave peligro para la Iglesia cristiana. El más importante adversario cristiano del maniqueísmo fue Agustín, que en 376-384 había pertenecido personalmente a este grupo religioso. Después del ocaso de la secta maniquea a fines del s. iv volvieron a revivir ideas maniqueas en la Europa medieval: durante el s. xii en Provenza y en la alta Italia a través del movimiento de los -> cátaros, y en los Balcanes, durante el primer imperio búlgaro bajo el zar Pedro (927-969), en el bogomilismo. En Asia, el año 763 se constituyó el maniqueísmo en religión de Estado del imperio uigúrico, y en China logró mantenerse hasta el s. xiv.

5. Celtas

Los celtas, con amplias correrías, se crearon desde comienzos del s. vi a.C. una zona sumamente extensa de propagación. En dirección hacia oriente, pasando por Tracia y Macedonia, llegaron hasta Asia menor, donde fundaron en Galacia un reino autónomo. En occidente alcanzaron Italia y por las Galias llegaron hasta la península Ibérica. Además de estos celtas de tierra firme, existen celtas insulares en las Islas Británicas desde el s. iv a.C., que han conservado allí hasta nuestros días en diferentes dialectos su propia lengua, perteneciente a la familia indo-europea.

Poco propicia es la situación de las fuentes para la investigación de la religión de los celtas. Aparte de las noticias de autores antiguos, sólo se cuenta con algunas inscripciones, por lo regular sumamente breves, que contribuyen muy poco a la interpretación del material arqueológico descubierto. Composiciones irlandesas de una época tardía de la tradición sólo pueden utilizarse con reservas como testimonios.

Teutates, cuyo nombre significa «rey del pueblo», fue quizá un dios venerado igualmente por todas las tribus célticas. Ogmios, representado como un anciano era venerado como dios de la sabiduría, de la elocuencia y de la poesía; en Irlanda es llamado Ogma MacElathan, es decir, «Ogma, hijo de la ciencia». Como padre de la raza y al mismo tiempo como dios de los muertos era venerado un numen que en ámbito irlandés se ha transmitido con el nombre de Donn. En relatos clásicos se menciona a los dioses Esus y Taranis como señores numinosos de crueles sacrificios humanos. Dagda es conocido como Dios bueno, y en relatos irlandeses posteriores se presenta como héroe versado en el arte de la magia. Lug es considerado como fundador de todas las habilidades y artes manuales; su principal lugar de culto fue designado como Lugdunum, hoy Lyón, por razón de su nombre. Dios del mar y de las islas de bienaventurados que en él se hallan es Manannan MacLir (= «Manannan, hijo del mar»). La hija de Dagda es Brigit o Briganti, señora de la poesía y de la sabiduría. En ciertas imágenes aparecen con frecuencia diosas célticas como tres divinidades colectivas, que seguramente están en relación con los cultos de los ríos y de la vegetación.

El sacerdocio céltico de los druidas ocupó una posición de elevado rango y de gran poder e influencia. Los druidas ejercían funciones no sólo sacerdotales, sino también judiciales y adivinatorias. Estaban agrupados en una rigurosa organización. El centro de las acciones cultuales estaba constituido por sacrificios de animales y de hombres.

Los celtas creían en la supervivencia del alma. Se discute si a sus representaciones funerarias está asociada una transmigración de las almas tal como creen en la India.

6. Germanos

Entre los autores clásicos, César y Tácito son los que ofrecen informes más amplios sobre la religión de los germanos. Testimonios del ámbito germánico mismo son, además de los hallazgos arqueológicos, las inscripciones mediante los signos llamados rúnicos, la Edda más antigua y la Edda de Snorri Sturluson (hacia 1220 d.C.), las Sagas y los apuntes de misioneros cristianos. La elaboración científica comienza con la Deutsche Mythologie (1835) de Jakob Grimm.

Entre los dioses de los germanos ocupan un puesto destacado Odin (Wodan), Tyr (Ziu) y Thor (Donar). Pertenecen al linaje de los dioses de los Asen, más reciente en comparación con los Wanen, más antiguos. El nombre de Odin está relacionado etimológicamente con la palabra alemana Wut, en sentido de éxtasis. El dios que, montado a caballo, dirige la «caza feroz», desempeña funciones dominadoras y es especialmente señor de los escaldos o bardos y de los guerreros, que después de su muerte en el campo de batalla entran en el «pórtico de los caídos» (Walhalla). Tyr es el dios del cielo. Thor es un dios de la batalla, que con su martillo Mjöllnir venció a los poderes del caos. Dioses de la fecundidad son Frey, que en Suecia parece haber ocupado una posición superior a la de Odin, y la diosa de la tierra Nerthus (que en Escandinavia aparece como Njörd, dios masculino). Las divinidades femeninas, entre las que descuella Freia, son en primera línea diosas de la fecundidad. Una figura insidiosa es Loki, que en el momento de la ruina del mundo (Ragnarök: «destino de los dioses»; o Ragnarökkr: «crepúsculo de los dioses») guiará las fuerzas de la destrucción. Su adversario es Balder, dios de la luz.

El culto se celebraba originariamente en florestas sagradas y sólo más tarde en templos. El santuario más célebre del norte era el templo de Upsala, en el que cada nueve años se celebraba una gran fiesta sacrificial. Además de sacrificios de animales los había también humanos. La moral germánica se distinguía sobre todo por un marcado concepto del honor, que iba unido con la exigencia de la venganza de sangre. Los testimonios sobre representaciones relativas a la escatología individual no ofrecen ciertamente una imagen unitaria.

7. Baltos

Viejas crónicas, relaciones de misioneros, documentos eclesiásticos, canciones y usos populares son las fuentes principales para el estudio de la religión de los pueblos bálticos. Los antiguos prusianos, lituanos y letones poseían lenguas emparentadas entre sí y próximas a la lengua indoeuropea primigenia, las cuales en parte se han conservado hasta nuestros días. En el terreno religioso, la fe y el culto de los bálticos se distingue por su carácter campesino. El dios del cielo, que ocupaba una posición importante, se consideraba con frecuencia como un hacendado celestial. Es común a los bálticos la representación de un dios del trueno (en antiguo idioma prusiano Percunis, en lituano Perkúnas, en letón Pérkons). También era venerado el sol. Todos los bálticos creían en Laima, diosa del destino. Había fiestas cultuales del año (primavera, otoño).

8. Eslavos

Nuestro conocimiento de la antigua religión eslava es sólo fragmentario, ya que aquí, al igual que en el ámbito báltico, los testimonios literarios no proceden del tiempo en que la religión precristiana de estos pueblos era todavía autónoma. La tierra madre y el fuego eran tenidos por sagrados. De la zona eslava oriental, la «epopeya (rusa) de la expedición guerrera de Igor» da testimonio de un dios del trueno, Perun. También es una antigua figura rusa la de Svarog, sobre cuyas cualidades y funciones sabemos muy poco. En la región de Stettin se veneraba a Triglav, el «de las tres cabezas». El dios Svantevit, también eslavo occidental, poseía un templo en Arcona, en la isla de Rügen. Se supone que una creación primigenia en fuerzas de la naturaleza, en demonios del culto de los muertos y del destino era patrimonio común de los eslavos.

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III. América antigua

Las altas culturas y religiones americanas de la antigüedad no se conocen únicamente por testimonios arqueológicos. Del ámbito de Centroamérica se han conservado manuscritos figurativos. A esto hay que añadir relatos de los conquistadores, que en 1521 conquistaron Méjico, en 1523 pasaron por primera vez por territorio maya y en 1532 conquistaron el Imperio de los incas. El material más importante está contenido en relatos en escritura latina, que conservan tradiciones en sus lenguas originales. Entre estas fuentes se cuentan extensos relatos sobre los toltecas y los aztecas, reunidas por el franciscano Bernardino de Sahagún según informes de sacerdotes y nobles indios, como también el Popol Vuh (Libro del consejo) compuesto en lengua quiché, que contiene las tradiciones sagradas de una parte de los mayas. Estos testimonios literarios, que en parte han estado durante siglos arrinconados en los archivos, no se han utilizado para un estudio directamente científico. Sólo con Alejandro de Humboldt, el «redescubridor de América», se inicia la investigación científica.

1. Centroamérica

El concepto de Centroamérica no coincide aquí con lo que normalmente se entiende bajo tal. Sólo se aplica a aquellas partes de Centroamérica en las que existían altas culturas cuando los indios eran todavía autónomos. Los representantes de estas altas culturas eran un tiempo los mayas, que en los húmedos bosques tropicales de Guatemala constituyeron un Imperio Antiguo (317-981), y en la meseta calcárea del Yucatán un Imperio Nuevo (fines del s. x hasta 1441). Sobre la religión de los mayas del Yucatán ejercieron fuerte influjo concepciones de los pueblos nahua. Los pueblos nahua, que en la meseta central de Méjico destacaban en la dirección política y cultural, eran los toltecas y los aztecas. Estos últimos, que fundaron su imperio el siglo xlv d.C., se sentían culturalmente herederos de los toltecas. Sin embargo, el espíritu guerrero y la crueldad de ritos religiosos eran rasgos específicamente aztecas.

a) Toltecas y aztecas

Al tiempo de la conquista, la creencia religiosa mejicana está caracterizada por un panteón politeísta. El dios propiamente dicho de la estirpe de los aztecas era el guerrero Huitzilopochtli («colibrí del sur»). Tezcatlipoca («el espejo humeante») tenía también rasgos guerreros, pero además era considerado como el dios omnisciente, que daba castigo, recompensa y perdón de los pecados. Tlaloc («el que hace retoñar») era señor de las tempestades y de la lluvia, Xiuhtecutli («el señor de color turquesa») era dios del fuego, Tonatiuh («el que da calor») era el numen del sol y Cinteotl el dios del maíz (cintli). El señor del reino de los muertos Mictlan era Mictlantecutli.

En el multiforme panteón de los aztecas, que se había formado mediante adopción de diferentes dioses tribales y por hipostatización de propiedades divinas, estaba subyacente una creencia primigenia en un dios supremo. Este dios era venerado por Quetzalcoatl («la verde serpiente de plumas»), rey sacerdote divinizado posteriormente por los toltecas, que hacia fines del primer milenio d.C. reinaba en la ciudad tolteca de Tollan (hoy Tula). Practicaba un culto exento de sacrificios humanos, y se vio obligado a abandonar el país a consecuencia de polémicas con los defensores de los sacrificios humanos. Antiguas predicciones daban a entender que un día había de volver.

En manos de los sacerdotes aztecas estaba, además de la práctica de los sacrificios humanos, el cultivo de la ciencia (especialmente de la ciencia del calendario y los oráculos). Los sacerdotes aztecas vivían en comunidades claustrales.

Los aztecas conocían el concepto de pecado y una consecuente retribución en la tierra con enfermedades o desgracias. Sin embargo, la suerte en el más allá se hacía depender de la modalidad de la muerte. La mayoría de los difuntos iba a parar al lóbrego reino subterráneo Mictlan. Las personas que perdían la vida por el agua o por el rayo llegaban al paraíso del Tlaloc, localizado sobre montañas. En el reino del dios del sol vivían las almas de los caídos en la guerra y de los sacrificados ritualmente.

b) Mayas

La religión de los mayas es relativamente poco conocida en comparación con la de las tribus dirigentes de los nahuas. Si se tiene en cuenta la frecuencia con que Chac, el dios de la lluvia, aparece en los manuscritos, es de suponer que ocupara el primer lugar entre los dioses. Señor del cielo era Itzamna. La figura de Kukulkan, nombre

que es la traducción literal de Quetzalcoatl, hace suponer influjos mejicanos. Una figura singular era Ixchab, la diosa de los suicidas, a los que facilitaba la entrada directa en el paraíso.

El culto de los mayas era menos sangriento que el de los aztecas. Los sacerdotes sacrificantes ocupaban una posición subordinada. Estaba muy desarrollada la ciencia sacerdotal del calendario, de la uranología, de la medicina y de la arquitectura. La conducta moral durante la vida terrestre decidía sobre el ingreso en el paraíso o en la mansión subterránea.

2. El Imperio de los incas

La religión del Imperio sudamericano de los incas, que se había ido desarrollando desde fines del s. XII d.C., se nos presenta como una religión de Estado marcada por la estirpe dominante de los incas. Su introducción parece que puede atribuirse al noveno soberano de los incas, Pachacutic, el Inca «giro de los mundos». En ella la figura del dios creador, designado con el nombre de Pachacamac o Viracocha, queda relegada tras la de su hijo Inti, el numen del sol, con el que están estrechamente ligados los incas. El inca dominante era tenido por Intip Cori, «hijo del sol». Su esposa era considerada como encarnación de la «madre luna», de la Mama Quilla.

Lugar central de culto era el tempo Curicancha. Contenía una imagen de oro del disco solar y las momias de soberanos difuntos, sentadas en tronos.

Además de un sacerdocio rigurosamente constituido y estructurado conforme a sus funciones, había «mujeres escogidas» (aclla), sacerdotisas que vivían en comunidades daustrales. Entre las acciones cultuales sacrificiales eran raras las inmolaciones de hombres. La religión de los incas se distingue por elevado preceptos éticos. Parece que lá supervivencia de ultratumba dependía de la conservación del cuerpo.

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D) RELIGIONES VIVAS

Si se clasifican las religiones vivas desde puntos de vista históricos, se pueden dividir en tres grupos; y es posible seguir una ordenación geográfica. El primer grupo está formado por las religiones tradicionales, entre las que se cuentan las religiones basadas en una revelación: el -> cristianismo, el -> judaísmo, el -> islam, y el parsismo, por un lado; y, por otro, tanto las religiones nacidas en la India (hinduismo, jainismo y budismo), como también la religión china y el sintoísmo japonés. Un segundo grupo está formado por las llamadas religiones nuevas, y un tercero por las religiones de pueblos que carecen de escritura, cuya edad no está atestiguada por fuentes literarias.

I. Religiones tradicionales

1. Persia

De la antigua religión iránica, en la que el dios Mitra ocupaba una posición predominante, sólo se ha conservado hasta la actualidad esa forma que recibió su impronta decisiva de la predicación del profeta sacerdote Zarathustra (o Zoroastro, según la forma helenizada de su nombre). El dualismo y la escatología de la religión fundada por Zoroastro influyeron en el judaísmo, y ese influjo tuvo también repercusiones en el cristianismo y en -> el islam. La importancia actual de la religión de Zoroastro es incomparablemente menor. En su tierra de origen sólo se han conservado pequeños grupos de adeptos. Tras la destrucción del imperio sasánida por los árabes en 642, la gran masa de creyentes abandonó Persia y se refugió en el noroeste de la India, principalmente en la región de Bombay. Su designación como «parsis» y la de su religión como «parsismo» hace referencia a la patria persa. Los parsis son conocidos particularmente por el hecho de exponer a sus muertos en las torres del silencio (para que sean pasto de las aves y no mancillen la tierra), como también por el de usar el fuego como medio de purificación y de santidad, aunque no lo adoran; de modo que la designación de los parsis como «adoradores del fuego» es desacertada. Autores griegos, latinos, árabes y sirios dieron a conocer a occidente en fecha temprana la religión de Zoroastro. El estudio científico de las fuentes originales comenzó con Anquetil Duperron, que en 1771 publicó en París la primera traducción europea de la sagrada escritura del parsismo, el Avesta, con el título Le Zend-Avesta, ouvrage de Zoroastre.

Poco sabemos de la vida de Zoroastro. Se discute la época en que vivió; las estimaciones oscilan entre los años 1000 y 600 a.C. Dentro de los escritos del Avesta, las secciones más antiguas parecen remontarse directamente a la predicación de Zoroastro; son los Gäthás, las «predicaciones en verso» del profeta. Proclaman un dualismo ético, fundado metafísicamente en el contraste entre Ahura Mazda (forma posterior: Ohrmazd) u Ormuz, el «señor sabio» y dios bueno, y su contrincante Ahra Mainyu (Ahrimán), el «mal intencionado». El mundo terrestre es el campo de enfrentamiento de estos dos poderes eternos, y en él debe el hombre, con «recta elección», optar, o bien por asa (el buen orden, la verdad, el principio de Ahura Mazdah), o bien por drug, la mentira. Entre las exigencias concretas formuladas por Zoroastro ocupa el primer plano la protección del buey. Es un testimonio de la estima del trabajo pacífico de los criadores de ganado y al mismo tiempo una protesta contra la inmolación cultual del buey en las cenas sacrificiales nocturnas de los adversarios del profeta. El hombre recibe recompensa o castigo por su comportamiento en un juicio escatológico individual. La teología de Zoroastro conoce además una escatología universal. El juicio y la consumación del universo se efectuará con la separación, por medio de metal fundido, entre los buenos y los impíos.

BIBLIOGRAFÍA: D. Menant, Les Parsis (P 1898); Ch. Bartholomae, Zarathustras Leben und Lehre (Hei 1924); M. N Dhalla, History of Zoroastrism (NY 1938); H. S. Nyberg, Die Religionen des Alten Iran (L 1938); S. Wikander, Feuerpriester in Kleinasien und Iran (Lund 1946); E. Herzfeld, Zoroaster and his World (Princeton 1947); J. Duchesne-Guillemin, Zoroastre (P 1948); idem, Symbolik des Parsismus (St 1961); W. B. Henning, Zoroaster (0 1951); U. Bianchi, Zamän i Ohrmazd. Lo zoroastrismo nelle sue origini e nella sua essenza (Tn 1958); W. Hinz, Zarathustra (St 1961); G. Widengren, Die Religionen Irans (St 1965); R. C. Zaehner, Alba y ocaso del zoroastrismo (Guad Ma 1964); Zoroastro, El Zend-Avesta (Kier B Aires).

2. India

a) Hinduismo

En los autores antiguos, especialmente en Megástenes, se hallan ya relaciones sobre la religión de la India. El estudio científico de la religión de la India fue promovido, al igual que la del parsismo, por Anquetil Duperron, que en 1801-1802 publicó en Estrasburgo una traducción latina de los textos Upanifad, aunque no basada precisamente en el original sánscrito, sino en una versión persa. La más antigua literatura religiosa de la India, el Rig-Veda, fue puesta al alcance de occidente por la primera edición filológicamente competente emprendida por F. Max Müller (1823-1900) entre 1849 y 1874.

El sentido en gran parte ahistórico de los indios es la causa de que nos falten datos no sólo de otras épocas de la historia de su religión, sino también del período llamado «védico» por razón de la sagrada escritura del Veda («saber»). El comienzo de este período se podría situar grosso modo hacia el año 1500 a.C. En el contenido del Veda se refleja un estadio anterior de las creencias indias. Las representaciones míticas conocen un rico panteón, en el que destacan los dioses Indra, Varuna, Mitra y Agni. En un extenso rito poseen gran importancia el poder mágico de la palabra sacerdotal y la bebida cultual embriagadora. Los sacerdotes, los brahmanes, en su calidad de celebrantes del culto, adquieren gradualmente la primera posición en el sis-tema de castas con fundamento religioso.

El mundo de ideas de los textos Upanisad es obra de la sabiduría brahmánica. La designación de estos textos significa el hecho de «sentarse» el discípulo «al lado» del maestro, con lo cual se quiere aludir a la comunicación de una doctrina esotérica oculta. Esta literatura que sigue al Veda está caracterizada, a diferencia de éste mismo, por una valoración pesimista de la existencia. El cúmulo de sufrimientos de la vida recibe fuerza por la creencia en una serie de reencarnaciones (samsdra), que se entienden como consecuencia necesaria del karma acumulado en cada vida terrestre (de las buenas o malas acciones realizadas). Sólo en un abismarse místicamente es posible la redención mediante el conocimiento de la única realidad verdadera, del absoluto, del Brahma.

Sankara (hacia el 800 d.C.) lleva a cabo una armonización de la filosofía religiosa brahmánica con formas de fe popular, mediante su doctrina de una verdad inferior y de otra superior. Esta doctrina es determinante para el desarrollo ulterior del hinduismo. La cumbre de su creencia en dioses la ocupan Brahma, el creador, Visnu, el conservador, y Siva, el destructor. Entre las diferentes manifestaciones terrestres de Visnu, que se designan con el nombre de avatara (descenso), tiene especial importancia la manifestación como krisna. En efecto, Brahma aparece como Krisna en la Bhagavad gita (el «canto del excelso»), que es una sección didáctica de la epopeya nacional Mahábhárata. Aquí se presenta como heraldo de verdades religiosas y éticas. Son indiscutibles el prestigio y el influjo religioso de el Bhagavadgitä en la India de hoy.

b) Jainismo

El jainismo, como su contemporáneo el budismo, aparece en la historia de la religión de la India como una orden herética, a cuyos monjes y monjas se asocian también adeptos seglares. Mientras que el budismo, por causa de la contrarreforma brahmánica y de la invasión islámica, pierde casi totalmente su influjo en su país de origen, el jainismo, en cambio, lo conserva, aunque sin alcanzar importancia de religión mundial, sino quedando restringido a la India. Lo común en la doctrina de los jainistas y los budistas es el repudio de la autoridad religiosa del Veda y la desvirtuación de los dioses del panteón indio. Ambas órdenes representan una reacción contra el predominio religioso de los brahmanes y anulan prácticamente el sistema de castas. Sus fundadores proceden de la clase principesca.

La época en que vivió el hijo de rey Vardhamána, fundador del jainismo — que más tarde recibió el nombre honorífico de Mahávira, «gran héroe», y Jina, «victorioso», es decir, vencedor del mundo —, se sitúa según la estimación de la investigación europea por los años de 539 a 467 a.C. A los 28 años abandonó patria y familia para llevar hasta su muerte una ascética vida ambulante y predicar su doctrina de redención. Supone que existen infinitas almas particulares que, gravadas por la materia y por un mal karma, sólo pueden alcanzar la redención mediante una vida absolutamente ascética. La ascesis del jainismo es más severa que la del budismo. Ocupa el primer plano el precepto de la ahimsá: no matar ni dañar a ningún ser viviente.

En el siglo I d.C. la orden se dividió en los svetämbaras, los «vestidos de blanco», y los digambaras, los «vestidos de aire», que originariamente vivían desnudos y se entregaban a una observancia ascética más rigurosa.

c) Budismo

Siddhärta Gautama, de la estirpe principesca de los Säkyas, que más tarde recibió el nombre de Buddha (el «despierto, iluminado»), vivió en el nordeste de la India entre el 560 y el 480 a.C. En viajes desde el palacio paterno de Kapilavastu por la zona limítrofe de la India y del Nepal se le había presentado «el dolor de la tierra» sucesivamente bajo la forma de un anciano desvalido, de un enfermo grave y de un muerto. En su cuarto viaje ve por primera vez en su vida a un monje errante que vive de limosna. Acto seguido elige también para sí esta existencia de asceta sin hogar, no obstante haberse casado joven y ser padre de un hijo pequeño. Cuando, tras vanas tentativas de hallar el camino de la salvación mediante la maceración corporal, vuelve a tomar alimento, una noche alcanza la bodhi, la «iluminación», bajo una higuera a la orilla del río Neranyará. En su primera predicación en Benares proclama el contenido de la bodhi como dharma, como «doctrina» del budismo. Según esta doctrina, la liberación del penoso circulo de las reencarnaciones y, con ella, la obtención del nirväna, del «desvanecimiento, de la extinción», se logra siguiendo el «camino medio», que evita igualmente los dos extremos: el de una entrega plena al mundo, y el de una inútil mortificación corporal. La meta salvífica del nirväna significa la supresión de la codicia de la vida y la superación de la ley de las reencarnaciones, condicionadas por la acción.

Después de su predicación en Benares gana Buda sus primeros discípulos y así funda, juntamente con la doctrina (dharma), como segundo elemento constitutivo del budismo la comunidad de los que pertenecen a la orden (sangha), que en un principio está formada sólo por monjes, pero que luego comprende también a miembros femeninos; a estos miembros de la orden se asocian adeptos laicos. Diferencias sobre la doctrina de Buda originaron en el s. i a.C. una división de la orden en dos corrientes. La más severa está representada por el budismo hinayána o budismo del «pequeño vehículo», que sólo proporciona el viaje al nirväna a los que siguen los rigurosos preceptos del monaquismo. En cambio, en el maháyana o «gran vehículo» se deja percibir el influjo del laicado budista. Esta corriente lleva a una ética altruista y a la convicción de que muchos pueden lograr la salvación mediante la veneración con fe de los numerosos buddhas y bodhisattras anteriores y de los que todavía han de llegar.

Esta escisión dogmática tiene importancia para la historia de la propagación del budismo. El budismo hinayäna viene designado como «budismo del sur» por el hecho de haber llegado a Ceilán, Burma, Tailandia y Camboya. El budismo maháyána o «budismo del norte» está representado principalmente en Asia central y oriental.

BIBLIOGRAFÍA: E. Burnouf, Introduction á 1'histoire du Bouddhisme indien (P 1844); H. Kern, Manual of Indian Buddhism (Str 1896); J. Dahlmann, Der Idealismus der indischen Religionsphilosophie im Zeitalter der Opfermystik (Fr 1901); H. Oldenberg, Die Lehre der Upanishaden und die Anfänge des Buddhismus (Gö 1915); idem, Buddha (St 1923, 131959); Ch. Eliot, Hinduism and Buddhism (Lo 1921, 21954); E. Leumann, Buddha und Mah$vira (Mn - Neubiberg 1921); L. v. Schroeder, Bhagavadgita (Je 1922); H. v. Glasenapp, Der Jainismus (B 1925); F. Heiler, Die Mystik der Upanishaden (Mn-Neubiberg 1925); 0. Strauss, Indische Philosophie (Mn 1925); H. Beckh, Buddhismus, 2 vols. (B - L 31928); W. Schubring, Die Lehre der Jainas (B - L 1935); S. Radhakrishnan, The Bhagavadgita (Lo 1948); L. Renou, L'Hindouisme (P 1951); E. Conze, Buddhism (0 21953); R. de Berval (dir.), Prbsence du Bouddhisme (Saigon 1959); J. Gorda, Die Religionen Indiens, I: Veda und älterer Hinduismus (St 1960); idem, Die Religionen Indiens, II: Der jüngere Hinduismus (St 1963); D. Schlingloff, Die Religion des Buddhismus, 2 vols. (B 1962-63); R. C. Zaehner, Hinduism (0 1962); E. Zürcher, Buddhism (A 1962); A. Bareau - W. Schubring - Ch. v. Fairer-Haimendorf, Die Religionen Indiens, III: Buddhismus — Jinismus — Primitivvölker (St 1964); E. Abegg, Fuentes de psicología hindú (Codilibro B Aires); S. Lemaitre, Ramakrishna y la vitalidad del hinduismo (Aguilar Ma 1961); R. C. Zaehner, El cristianismo y las grandes religiones de Asia (Herder Ba 1967).

3. Tibet y Mongolia

La religión primitiva del Tibet se designa como Bon, que significa quizá la invocación de los dioses y los espíritus por medio de fórmulas mágicas. Elementos mágicos y ocultos ocupan el primer plano en la religión Bon. Ampliamente desarrollada estaba la creencia en un ejército de espíritus favorables o perjudiciales, con los que se ponían en contacto sacerdotes samanistas en estado de trance. En la ulterior evolución de dicha religión influyeron quizá concepciones maniqueas. El bonismo, por su parte, influyó en el budismo, que comenzó su campaña misionera en el Tibet en el s. VII d.C., y contribuyó a la forma especial del mahayäna que se designa como «vehículo diamantino» (vayrayána). Otra peculiaridad del budismo tibetano se expresa en su designación como «lamaísmo», que deriva de Lama (bla-ma en tibetano), título honorífico de los clérigos, y destaca la función formadora de iglesia y sostenedora del Estado que va aneja al budismo tibetano. El lamaísmo se aseguró la continuidad necesaria para la dirección del Estado y de los grandes conventos mediante una sucesión de encarnaciones, la cual se designa con la palabra mongola khubilghan (transformación). Y así se cree que los grandes Lamas del Tibet, en primer lugar el Dalai Lama y el Panchen Lama, son reencarnaciones de bodhisattvas y de buddhas.

La forma especial del budismo tibetano fue llevada a Mongolia, cuya misión terminó en el s. xvi d.C. El Chutuktu de Urga era considerado como la reencarnación budista de rango más elevado.

BIBLIOGRAFÍA: A. Waddell, The Buddhism of Tibet or Lamaism (Lo 1895, 21958); G. Schulemann, Die Geschichte der Dalailamas (Hei 1911, L 21958); R. Bleichsteiner: Die gelbe Kirche (W 1937); G. Lanczkowski, Die chubilghanische Sukzession: ZRGG 6 (1954) 341-347; H. Hoffmann, Die Religiónen Tibets (Fr - Mn 1956); M. Lalou, Les religions du Tibet (P 1957).

4. Asia oriental

a) China

Siguiendo al sinólogo holandés J.J.M. de Groot, se designa la religión del antiguo Imperio chino como «universismo». El centro de este universismo chino está ocupado por el concepto numinoso de orden, del tao: el «camino» por el que se mueven el macrocosmos y el microcosmos. El tao comprende un principio activo, masculino (yang) y otro pasivo, femenino (yin). El quehacer del hombre consiste en vivir en armonía con el orden del mundo determinado por el tao. La antigua religión china conoce, además del tao, divinidades personales, entre las cuales descuella como la más excelsa Shang-ti, el «soberano en la altura».

Kung-fu-tse (551-479 a.C.), conocido generalmente con el nombre de Confucio, forma latinizada que le dieron los misioneros jesuitas de los siglos xvii y xviii, apareció en una época de decadencia como apologista de la tradición. Reunió los libros de la antigüedad y los transmitió a la posteridad con su propia interpretación y su propia finalidad ética. Con esto, como también por los diálogos (Lun Yü) transmitidos por sus discípulos, Confucio vino a ser el gran maestro de China. En el centro de su interés preferentemente moral se sitúa jen: la «humanidad» o el «humanitarismo». El orden que responde al tao se mantiene en vigor mediante la práctica de ritos (li). Para el Estado son fundamentales los ritos que debe practicar el emperador («hijo del cielo»: tien-tse).

Anteriormente se tenía a Lao-tse por contemporáneo de Confucio, aunque de más edad que él. La reciente investigación sinológica propende a situarlo bastante más tarde. En el Tao-te-king, librito legado por Lao-tse, se entiende el tao como magnitud mística. El concepto designado por Lao-tse como «virtud» (te) contiene no sólo ideales de paz y de humanitarismo, sino primariamente la exigencia de un camino místico, por el que se marcha mediante el despojamiento de sí mismo, mediante un «no hacer» (wu-wei).

Al lado del confucianismo y del taoísmo — fundado por Lao-tse, continuado por Líe-tse y Chuang-tse y venido luego a degenerar en prácticas mágicas —, el budismo del norte ha alcanzado también importancia para la religión de China. Los primeros contactos en Asia central se produjeron al extenderse el imperio chino en el período más antiguo de la época Han. Sin embargo, no estamos suficientemente informados sobre la fecha de la introducción del budismo en China. La primera indicación segura es la del año 67 d.C., en el que un edicto del emperador Ming-ti garantiza la tolerancia del budismo. El año 355 d.C. los chinos obtienen por primera vez el permiso de ingresar en monasterios budistas. Con esto el budismo logró la posibilidad de ser practicado y de propagarse normalmente. Pero el confucianismo conservó sentimientos hostiles contra el budismo, que profesaba un ideal de vida social tan opuesto al suyo.

b) Japón

La religión genuinamente japonesa se designa por lo regular con el concepto chino-japonés de sintó; el equivalente puramente japonés es kamino michi. Ambos conceptos significan «camino (tó, michi) de seres numinosos (sin, kami)». El sinto es en su esencia una religión politeísta con un sencillo culto de la naturaleza. Como sinto de Estado profesa el culto de la dinastía imperial, que según la tradición rige el Japón desde el 600 a.C. Su legitimación sacral se deriva de la divinidad de los antepasados de la dinastía, la diosa del sol Amaterasu, que otorgó simbólicamente a sus descendientes joyas, espada y espejo. El santuario imperial central es el templo de Ise. En la historia del sinto se pueden distinguir tres períodos. Tras un tiempo primitivo viene desde el s. vi d.C. el período de amplia simbiosis con el budismo introducido por entonces. La tercera época se caracteriza por una restauración del puro sinto, que tuvo lugar en la era Meiji (1868-1912).

El budismo llegó al Japón por Corea el año 538 d.C. Aquí se aclimató después de haberse japonizado en diferentes sectas. La secta Yódo promete la entrada en el paraíso, en la «tierra pura» del Amida Buddha, a los que confían en su gracia. También Nichiren (1222-1282) quería en la secta que lleva su nombre facilitar a todos la práctica de la doctrina budista profundizando en el Loto de la buena religión (en japonés Hokkekyo), escrito budista en el que él descubría la sustancia del budismo. La práctica de ejercicios de meditación ocupa el centro del budismo zen, dividido en diferentes escuelas, que llegó de China al Japón y luego influyó profundamente en su cultura.

BIBLIOGRAFÍA: V. v. Strauss, Laotse's Tao Te King (L 1870, 21924); J. J. M. de Groot, Universism (NY - Lo 1912); M. Granet, La religion des Chinois (P 1922, 21951); Ph. N. Bose, The Indian Teachers in China (Madras 1923); G. Schurhammer, Shinto (Bo - L 1923); F. E. A. Krause, Ju — Tao — Fo. Die religiösen und philosophischen Systeme Ostasiens (Mn 1924); H. Hackmann, Chinesische Philosophie (Mn 1927); R. Wilhelm, Kungtse und der Konfuzianismus (B - L 1928); M. Anesaki, History of Japanese Religion (Lo 1930); M. Z. de Visser, Shinto en Taoisme in Japan (A 1930); G. Kató, Le Shinto (P 1931); R. Petazzoni, Religione e politica religiosa nel Giappone moderno (R 1934); W. Gundert, Ja-panische Religionsgeschichte (Tokio 1935, St 21943); M. Muccioli, Lo Shintoismo (Mi 1938); H. O. H. Stange, Gedanken und Gespräche des Konfuzius (Mn 1953); H. Kishimoto, Japanese Religion in the Meiji Era (Tokio 1956); D. Seckel, Buddhistische Kunst Ostasiens (St 1957); D. T. Sazuki, Zen and Japanese Buddhism (Tokio 1958); H. Dumoulin, Zen (Berna 1959); A. Wright, Buddhism in Chinese History (Lo 1959); S. Ono, Shinto, the Kami Way (Tokio 1962); M. Percherón, Buda y el budismo (Aguilar Ma 1959); P. Negre, Budismo: enigmas de un nirvana misterioso (Labor Ba); Mitología japonesa (Mundi B Aires 1964); F. Houang, El budismo (Casal i Vall And); A. Gallego, Buda y el budismo (Studium Ma); E. Driotón y otros, Las religiones del antiguo oriente (Casal i Vall And).

II. Nuevas religiones

Las llamadas «nuevas religiones» surgieron en gran parte desde mediados del s. xix aproximadamente; algunas fundaciones se pueden situar también más atrás. Se discute si el mormonismo, fundado en 1830 por Joe Smith junior — movimiento que con su sagrada escritura (el Libro mormón), como también con su propia teología de la historia se aleja notablemente del cristianismo — se puede llamar todavía secta cristiana o debe considerarse como nueva religión. Un grupo de nuevas religiones comprende creaciones efímeras. Entre éstas se cuentan los cultos Cargo de Nueva Guinea y del archipiélago melanesio, los cuales asociaban a esperanzas religiosas otras seculares, que al no verse cumplidas acarrearon la ruina de esos movimientos. También fundaciones de religiones de indios en América del Norte fueron de corta duración y quedaron por lo regular restringidas al ámbito de grupos particulares; sólo la Ghost Dance Religion se extendió pasajeramente a amplias zonas del Oeste medio.

Un segundo grupo de nuevas religiones está constituido por fundaciones que se han mantenido hasta nuestros días. Las más numerosas se hallan en el Japón, donde la estadística oficial registra 160 nuevas religiones, que generalmente se caracterizan por el sincretismo. Ha ganado importancia, sobre todo desde 1838, la Tenrikyo (Doctrina de la razón celeste), debida a la «fundadora» (The Foundress) Mili Nakayama. Sumamente activa políticamente es la Sókagakkai (Sociedad para crear valores), basada en el budismo de Nichiren.

En Corea del Sur se fundó en 1860 una religión antioccidental y dirigida particularmente contra el cristianismo, designada como Tong-hak (en japonés. Tö-ga ku: Doctrina oriental), que con su culto monoteísta del dios del cielo Hananim resucita viejas concepciones religiosas coreanas. En Vietnam del Sur, el mandarín Levan-Trung fundó en 1925 el caodaísmo, nombre que deriva de Cao-Dai (gran palacio) y con el que se indica el concepto de Dios de esta religión. Dogmáticamente el caodaísmo pretende ser el coronamiento y superación de las religiones existentes. En su práctica es espiritista.

Una nueva fundación bastante antigua de la India es el sikhismo debido a Nának (1469-1538), que trata de asociar en una profesión de fe monoteísta doctrinas hinduistas e islámicas. La sagrada escritura del Sikh, el Granth (libro), goza de una veneración rayana en culto. Los movimientos de reforma de Bráhma-Samáj y Arya-Samáj en el s. xrx son monoteístas y surgieron del enfrentamiento con el cristianismo. El yoga del bengalés Aurobindo (1872-1950) aspira a desarrollar el superhombre mediante una síntesis de espíritu indio y occidental.

En la zona de Asia anterior, con centro en Jaifa, radica la religión baba'i, con gran actividad misionera, la cual debe su forma a Ali Muhammed (1820-1850) y a Mirza Husáin Ali (1817-1892), que se daba a sí mismo el sobrenombre de Baha-Ulläh (esplendor de Dios). El bahaísmo une un concepto de Dios rigurosamente monoteísta con exigencias humanitarias de ética social.

Dos movimientos religiosos de Norteamérica se caracterizan por la especial posición religiosa de sus fundadores. La Peace Mission, que aspira a la realización en la tierra de un reino ideal concebido religiosamente, venera a su fundador como Fatber Divine, mientras que los Black Muslims ven en Eliyah Muhammed el «mensajero de Alláh».

El culto de Wodu en Haití está caracterizado por la transposición de representaciones de Africa occidental a la zona caribe de América central. Lo mismo se puede decir de una serie de nuevos movimientos religiosos en el Brasil, recapitulados bajo el nombre de Macumba. Identifican a dioses africanos con santos cristianos y en parte con seres numinosos de los indios.

BIBLIOGRAFÍA: M. A. Macauliffe, The Sikh Religion, 6 vols. (0 1909); Eduard Meyer, Ursprung und Geschichte der Mormonen (HI 1912); F. Heiler, Christlicher Glaube und indisches Geistesleben (Mn 1926); J. Jahn, Muntu (D - Kö 1958); G. Guariglia, Prophetismus und Heilserwartungs-Bewegungen als völkerkundliches und religionsgeschichtliches Problem (Horn - W 1959); R. Bastide, Les religions africaines au Brésil (P 1960); F. Sierksma, Een nieuwe hemel en een nieuwe aarde (La Haya 1961); H. J. Margull, Aufbruch zur Zukunft (Gü 1962); V. Lanternari, The Religions of the Oppressed (Lo 1963); C. B. Offner - H. van Straelen, Modern Japanese Religions (Lei 1963); H. Thomson, The New Religions of Japan (Rutland [Vermont] - Tokio 1963); G. Lanczkowski, Einige systematische Erwägungen zu neuzeitlichen Religionsstiftungen: Kairos 6 (Sa 1964) 209-219; Mitología japonesa (Mundi B Aires); P. Scottl, Religiones de la China y el Japón (Ed Lit Esp Ba).

III. Religiones de pueblos sin escritura

Los comienzos del conocimiento europeo de las religiones de pueblos carentes de escritura, para cuya designación se usa con frecuencia el concepto de «reli:'ones primitivas» — que se presta fácilmente a ser entendido como concepto de valor —, se remontan a la era de los descubrimientos y se deben en primer lugar a relatos de misioneros. Actualmente hay que distinguir en estas religiones entre su significado religioso y el que tienen desde el punto de vista de la ciencia de las religiones.

Su significado como magnitudes religiosas autónomas está en constante descenso, debido, por una parte, a la actividad misionera cristiana, y en África también a la musulmana, y, por otra, a los fenómenos de desintegración al contacto con la civilización occidental. Sin embargo, es considerable el influjo de estas religiones en nuevas fundaciones sincretistas.

La investigación de la ciencia de las religiones — que se ha servido del material de las religiones de pueblos sin escritura para estudios fenomenológicos y en particular para dar una respuesta a la cuestión relativa a las representaciones religiosas más primitivas — ha terminado ya en cierto modo su tarea. Teorías evolucionistas, que querrían derivar de comienzos sumamente primitivos el nacimiento progresivo de una idea superior de Dios, se tienen hoy por anticuadas, una vez que se ha comprobado la gran extensión de la creencia en un Dios supremo en pueblos carentes de escritura. Diferenciaciones del numen supremo según las formas de cultura de los que creen en él, sólo pueden llevarse a cabo con rigor científico tocante al período de tiempo, relativamente breve, que ha podido ser observado por europeos. En las civilizaciones de cazadores, tales diferenciaciones se refieren a la forma relativamente primitiva de veneración de un «Señor de los animales» y a la más elevada de la creencia en un Dios del cielo. En las civilizaciones agrícolas aparece como característica la veneración de una diosa de la tierra.

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Günter Lanczkowski