PSICOTERAPIA
SaMun


Ya en Platón leemos que el alma puede curarse por medio de «ciertos diálogos». Pero estaba reservado a nuestro siglo construir la p. como método de tratamiento médico sistemático con base científica, propio para eliminar determinadas enfermedades psíquicas.

En el estado actual de la ciencia, en principio pueden distinguirse tres procedimientos psicoterapéuticos: métodos sugestivos, métodos catárticos, métodos analíticos.

1. La nota esencial de los métodos sugestivos ha de verse en que aquí el terapeuta, por lo menos por cierto tiempo, asume activamente la dirección del paciente. Presupuesto para ello es siempre que el paciente se subordine al terapeuta (la llamada relación de autoridad y subordinación según Stransky) y le conceda ilimitada confianza. En este método de tratamiento, el terapeuta habla al paciente, le traslada su fuerza, lo anima, aconseja y guía. Una forma particularmente impresionante de esta terapia sugestiva es la hipnosis, bajo la cual, naturalmente, sólo hay que entender la forma de hipnosis aplicada médicamente por el neurólogo. En los últimos tiempos, se han acreditado también métodos de autosugestión, particularmente el «training autógeno» de J.H. Schultz, cuando se trata de lograr tranquilidad y relajación corporal y psíquica.

Los métodos sugestivos son indicados dondequiera se trate de aconsejar a una persona en situación difícil, de sacarla de una crisis y eliminar determinados síntomas aislados de que adolece el sujeto (p. ej., tratamiento hipnótico del insomnio).

2. El principio supremo de los métodos catárticos es ofrecer al paciente ocasión de expresarse. Por múltiples experiencias es conocido con creces el efecto de alivio cuando uno puede «expansionarse». Una de las tragedias de nuestro tiempo es que la mayoría de las gentes, ocupadas por lo general consigo mismas, apenas tienen tiempo para entrar en el alma de sus prójimos y escucharlos. Así se acumulan en el alma cosas no dichas ni elaboradas, que por ello agravan y hasta oprimen a veces la propia alma. Los métodos catárticos se esfuerzan por lograr aquí, mediante una comunicación a fondo del paciente, un alivio y tal vez hasta una liberación. Es de notar que esta comunicación no está esencialmente dirigida por el terapeuta; es decir, el paciente habla de aquello de que siente apremiante necesidad de hablar.

Este método se aplicará cuando las personas estén bajo la fuerte presión de experiencias conscientes traumatizantes, contra las cuales hay que reaccionar de alguna forma.

3. Los métodos analíticos representan algo completamente nuevo (es fácil reconocer que los métodos sugestivos y catárticos son tal vez tan antiguos como la humanidad misma y que huellas de estos dos métodos de tratamiento tienen una resonancia incluso fuera de la terapia médica y hasta en las relaciones interhumanas; así, p. ej., la confesión contiene elementos catárticos por extremo valiosos). Los métodos analíticos se esfuerzan por lograr una categoría distinta, al proponerse, por primera vez en la historia de la humanidad, descubrir y hacer de nuevo sistemáticamente consciente algo que ha sido reprimido y que de momento es desconocido para el paciente mismo.

El campo indicado de la terapia analítica son las neurosis. Podemos definir la neurosis como una enfermedad psíquica que se caracteriza por un conflicto entre sentimientos conscientes e inconscientes. Se produce preferentemente en la niñez, porque por la conducta de los padres y allegados más próximos y por la atmósfera psicohigiénica negativa de los primeros años, se producen en el niño sentimientos que no son compatibles con su integridad y su unidad psíquica (en su mayor parte agresiones contra los padres). Estos sentimientos deben luego eliminarse (ser repelidos) de la conciencia, y desde entonces prosiguen una vida propia en la parte inconsciente de la persona. La primera consecuencia de esta neurotización es que la persona está dominada por una escisión interna, representada por los sentimientos conscientes e inconscientes diametralmente opuestos entre sí. Los síntomas decisivos que siguen indican la existencia de una neurosis, síntomas que son ya comprobables en la niñez y dominan posteriormente también la imagen de la enfermedaden un adulto, aunque aquí ordinariamente en forma más modificada: las tendencias emocionales relegadas al inconsciente tratan de procurarse una satisfacción en forma sustitutiva y generan así síntomas diversos, de los que los más conocidos son la ansiedad (en sus diversas formas) y la obsesión.

Pero las emociones reprimidas pueden manifestarse no sólo en síntomas, que impresionan por sus molestias, sino también en determinados modos de comportamiento de origen inconsciente. Estos modos de comportamiento, que se insinúan repetidamente, en general están estructurados de manera que han de conducir a un daño del paciente. Así se llega a un estrechamiento del espacio vital, a una sucesión de desengaños y fracasos, a la equivocación del rumbo de la vida. Este hecho se explica porque las agresiones reprimidas hacia el inconsciente tienen por consecuencia un sentimiento inconsciente de culpabilidad, que provoca a su vez una tendencia inconsciente a castigarse a sí mismo.

El neurótico, que, como vemos, se convierte sin quererlo conscientemente en su propio enemigo, mientras le son desconocidos los determinantes inconscientes de su conducta no tiene oportunidad alguna de cambiar el propio comportamiento, que acarrea dolor indescriptible para el paciente mismo y también para las personas que están en contacto personal más próximo con él. Aquí tiene que fallar la voluntad, porque ésta sólo puede aplicarse a hechos conscientes, pero no a los inconscientes. Tampoco refinadas consideraciones intelectuales pueden ayudar al neurótico, que sufre efectivamente de emociones reprimidas. Lo mismo cabe decir de la religión, que no puede impedir la aparición de una neurosis, ni es, por su naturaleza, un medio de tratarla. Más bien existe un solo medio de curar la neurosis, el cual consiste en hacer de nuevo conscientes los factores reprimidos hacia el inconsciente, para que luego pueda el paciente luchar con ellos en el plano de una plena responsabilidad.

A este fin precisamente se ordena la p. analítica; y toda neurosis, mientras no esté ya demasiado avanzada y, por así decir, se haya «endurecido», debiera tratarse de esa manera. Al descubrir lo reprimido, como quiera que se trata efectivamente de algo muy desagradable, habrá que contar con cierta resistencia por parte del paciente. Ahora bien, los métodos analíticos han elaborado una técnica propia (que se remonta en gran parte a Freud, descubridor de la terapia analítica), para conseguir sistemáticamente que lo inconsciente salga de nuevo a la luz de la conciencia, excluyendo en la mayor medida posible toda resistencia.

Los principios más importantes de esta técnica son:

a) La libre ocurrencia. El paciente es invitado a que exprese todo lo que se le ocurre y a que excluya lo más posible toda censura que actúa normalmente antes de que expresemos algo.

b) La libre asociación. Con determinados contenidos vivenciales hay que enlazar cadenas de asociación que se prosiguen involuntariamente y parecen acomodadas para ayudar a descubrir vivencias traumatizantes en el pasado, particularmente en la niñez.

c) La interpretación de los sueños. Uno de los más importantes descubrimientos de Freud fue que, por la eliminación de la conciencia mientras se duerme, se debilita también la resistencia a que emerja lo reprimido, y que, por tanto, lo inconsciente se manifieste más fácilmente en los sueños. Caminando por esta «vía regia hacia lo inconsciente», se invita al paciente a que registre todos sus sueños y a que analice el lenguaje simbólico de que éstos se sirven.

d) Las equivocaciones. En su escrito: Sobre la psicopatología de la vida diaria, Freud mostró que determinadas formas de equivocaciones y de olvidos y otras cosas semejantes responden a una intención inconsciente y delatan así tendencias inconscientes. En consecuencia tales fenómenos son interpretados analíticamente.

e) Análisis de la situación de transferencia. En el encuentro con el terapeuta, el paciente trasladará a aquél sentimientos que experimentó en la niñez frente a personas decisivas. Ahora bien, si se logra analizar la relación que tiene el paciente con el terapeuta, con ello se da a la vez la posibilidad de un análisis de sus relaciones decisivas y patógenas de la niñez, sobre todo respecto de los padres. Este método parece tantomás importante cuanto que es efectivamente en extremo difícil acordarse de las experiencias psico-traumáticas decisivas de los primeros años de la niñez.

Si el método analítico — como ya hemos notado — se remonta esencialmente a Freud, sin embargo sería falso identificar la escuela del psicoanálisis fundada por Freud con la p. analítica simplemente. En lo esencial hay actualmente tres escuelas psicoterapéuticas analíticas, que tiene de común el esfuerzo por descubrir el inconsciente, a saber: 1ª -> el psicoanálisis (Sigmund Freud); 2ª, la -> psicología individual (Alfred Adler); 3ª, la psicología de los complejos (C.G. Jung).

Estas escuelas se distinguen esencialmente en que interpretan de distinta manera los contenidos del inconsciente sacados a luz, particularmente respecto también de su simbolismo, siendo de notar que la distinta ideología de que parten desempeña papel decisivo en su manera de interpretación (en este sentido, no hay p. ideológicamente neutral, que muchas veces se ha intentado presentar como la «solución ideal»). Una p. analíticamente orientada recorre aproximadamente tres estadios:

Primer estadio. El paciente ha de saber que sus síntomas son resultado de un conflicto propio interior y que no puede echarse la culpa a factores externos. Con ello debe ir unida la intuición de que sólo puede prestar ayuda la indagación de la propia persona y señaladamente de su campo inconsciente.

Segundo estadio. El paciente descubrirá ahora la naturaleza de los conflictos reprimidos (complejos). Como se trata siempre de algo muy penoso, este proceso de descubrimiento resulta en extremo doloroso y hay que contar con un refuerzo de resistencia cuanto más se aproxima el terapeuta al foco inconsciente de la enfermedad.

Tercer estadio. Después de descubrir el inconsciente, el paciente debe comenzar a elaborar los problemas que con ello se ponen a discusión, a resolverlos y a llevar así a cabo una nueva integración de la persona-na sobre base sana. En esta etapa puede darse un paso decisivo más allá del esquema originario de Freud. Éste opinaba todavía que la tarea del médico era únicamente «hacer de la miseria neurótica una miseria ordinaria», es decir, según él, después del descubrimiento del inconsciente se debe dejar solo al paciente para que resuelva los problemas que de ahí resultan. Hoy se sabe — principalmente por la influencia del ulterior desarrollo del psicoanálisis (las llamadas escuelas neoanalíticas o «métodos anagógicos») — que al análisis debe seguir una síntesis, en la que el paciente aprenda a aprovechar rectamente sus conocimientos. Se ha resaltado acertadamente que un análisis sin la consiguiente síntesis sería propiamente un engaño del enfermo. En este contexto hay que recordar insistentemente que en el marco de la terapia analítica, en contraposición con los métodos sugestivos, el terapeuta no debe desarrollar actividad expresa para no influir al paciente. Naturalmente esto ha de aplicarse también a la fase de la síntesis, en que debe igualmente dejarse al paciente la manera de aprovechar los conocimientos logrados en el análisis. Pero, por otra parte, no debe dejarse solo al paciente en esta situación; y la personalidad del terapeuta, lo mismo que su imagen del mundo y del hombre que representa, pueden desempeñar un papel para la forma o naturaleza de las decisiones de aquél. Ahora bien, la personalidad del psicoterapeuta puede impresionar, pero en modo alguno dominar o forzar al enfermo. En realidad no sólo el terapeuta «descubre» al paciente, sino que, en cierto grado, tiene también lugar un proceso en dirección inversa.

La p. analítica, tal como la concibió Freud, era un largo proceso de años. Hoy día la praxis requiere frecuentemente un procedimiento abreviado, por así decir «dirigido» (Schwidder), para que, entre otras cosas, el mayor número posible de pacientes pueda gozar de la p. analítica que necesitan urgentemente. Por desgracia, reina aquí una desproporción entre el número de quienes necesitan la p. y el de psicoterapeutas capaces y bien formados.

En esta situación, tal vez originariamente como solución forzosa, nació la terapia de grupo, en que se juntan pacientes con problemas parecidos. Este método, si se establece y aplica rectamente, tiene hoy día plena justificación en muchos casos; pero, por lo que atañe a la función analítica, no podrá alcanzar, como se comprende, el mismo efecto que la terapia particular, entre otras razones porque precisamente ante un grupo mayor se procede psíquicamente con mucha mayor dificultad. En amplios terrenos no se dispone hoy todavía de psicoterapeutas, y no debe además olvidarse que en el contexto de la p. se da también un problema social. Afortunadamente, los seguros de enfermedad se esfuerzan cada vez más por procurar a sus clientes este importante método de tratamiento dentro del marco de las prestaciones del seguro.

Como intervención en el alma — y por ende, en el bien más precioso que el hombre llama suyo — la p. pertenece a uno de los casos de máxima responsabilidad. Como quiera que se trata de un procedimiento primaria y decisivamente médico, debe haber una p. médica, y además el terapeuta ha de tener una formación profunda y amplia. Con razón ha comparado Niedermeyer el ejercicio de una p. analítica con el descenso al infierno en la Divina Comedia de Dante. Efectivamente la p. conduce a abismos del alma humana, al reino caótico del inconsciente, y provoca así problemas cuyo planteamiento sólo aparece justificado por el alto fin de poder curar una neurosis con sus muchas consecuencias trágicas. De ahí que el psicoterapeuta deba estar preparado y armado con toda clase de medios para este descenso; lógicamente, el análisis doctrinal (llamado también análisis de training) es hoy día un elemento fijo del plan de formación en todas las escuelas de orientación analítica.

La prognosis de un tratamiento psicoterapéutico es tanto mejor cuanto más pronto se inicia (el comienzo más temprano después de la pubertad; en la crisis misma de la pubertad no es indicado un proceso tan gravoso como el que representa un análisis. Para los niños, Anna Freud y Melanie Klein han desarrollado técnicas psicoterapéuticas propias para atacar la neurosis, influyendo simultáneamente sobre los padres, casi en sus principios). La omisión de una terapia analítica en una neurosis de grado grave, mientras parezca que ésta puede tratarse, debe calificarse de falta de técnica. El intento de restablecer la salud psíquica debe hacerse a todo trance, aun cuando se sepa que, aun dentro de una selección de pacientes plenamente adecuados, sólo puede curarse una tercera parte y mejorarse otra tercera parte, mientras que el último tercio no experimentará ningún cambio. Para el éxito de una p. es menester la colaboración de muchos factores favorables, de los cuales algunos son todavía hoy imponderables; otros, empero, son de todo punto definibles. Particularmente importante parece ser la relación entre el paciente y el terapeuta, siendo de notar que, en este último, además de su formación, pesa también decisivamente la personalidad moral.

En último término, la p. tiene por fin capacitar al paciente para que configure ahora su vida de manera más feliz (en el mejor sentido de esta palabra). Cuando ella se esfuerza por hallar la verdad psíquica, no es una «institución amoral», pero tampoco una doctrina moderna de la «redención». Una competencia entre la p. y la religión sólo podría imaginarse por errores de ambos lados. La p., como lo ha expresado J. Miller, está al servicio de la curación (y con ello presta también indirectamente una contribución a la santificación), mientran que el fin de la religión sigue siendo la santificación (ciertamente con posibles efectos indirectos de curación).

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Erwin Ringel