POSITIVISMO
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1. Concepto

El p. no es una doctrina de perfiles fijos, que pueda limitarse a una época cerrada de la historia de la filosofía, sino una posición de la teoría de la ciencia. Característica de todas sus formas es la crítica de la filosofía tradicional, particularmente de la -> metafísica, y ello no sólo respecto de tendencias y resultados particulares, sino también respecto de su fundamento metódico y de su planteamiento general de los problemas. Para el neopositivismo como desarrollo genuino de bases o puntos de partida positivistas, es característica la aspiración a orientar la filosofía como ciencia por el método de las ciencias exactas naturales. Esto no lleva a una repulsa categórica de la filosofía, sino a la construcción de una filosofía «nueva», «diferente», que esté purificada de todos los elementos no científicos, especulativos o metafísicos.

El punto de partida epistemológico del p. es la limitación a lo dado, a lo existente y disponible, como única fuente posible del saber humano; pero sólo se admite comodado una multitud de impresiones sensoriales. Todo cuanto fuera de eso ha dicho la filosofía tradicional sobre el mundo y el hombre, no puede demostrarse con datos y no es, por ende, objeto de la ciencia. El yo del hombre es únicamente la suma de una multitud de interdependencias psicológicas, lógicas, etc. Según el p., una independencia respecto del mundo en el sentido de una personalidad no puede deducirse de datos y no es, por tanto, objeto de nuestro saber.

2. Historia

El p. más antiguo. Aun cuando cabe comprobar tendencias positivistas ya en el antiguo -> escepticismo, en Epicuro y en el -> nominalismo de la edad media, en relación con la disputa sobre los - universales, pasan como verdaderos fundadores del p. los representantes del -> empirismo inglés. Junto a F. Bacon (1561-1621), que quiere fundar todo conocimiento humano sobre una ciencia de procedimiento experimental e inductivo, hay que mencionar a Th. Hobbes (1588-1679), que rechaza toda base metafísica del -> derecho y sólo reconoce como tal la ley dada por el -> Estado (p. jurídico).

Pero quien más decididamente contribuyó al desarrollo del p. fue D. Hume. Para Hume, el conocimiento humano sólo puede referirse a la matemática o a una ciencia que trate de hechos empíricos. Es característica su discusión sobre causa y efecto, sobre el principio de causalidad, acerca de cuya conexión interna no nos instruye la experiencia. Sólo podemos verificar empíricamente la frecuencia con que un efecto igual sigue a una causa igual, y trasladar esta experiencia nuestra a los fenómenos de la naturaleza como «ley» conocida por nosotros. Síguese que la causalidad no es conexión objetiva, fundada en el ser, entre causa y efecto, sino verificación subjetiva de su sucesión cronológica y su clasificación sistemática con ayuda de asociaciones psicológicas. Para D. Hume los datos accesibles a nuestra experiencia y a nuestro saber se dividen en dos grupos principales: en impresiones (impressions), que pueden proceder tanto de la percepción sensible como de la percepción de nuestros estados externos e internos, y en representaciones (ideas), que son imágenes de nuestras impresiones.

Con los enciclopedistas (d'Alembert [1717-17831 y Turgot [1727-811) se impusieron en Francia las ideas positivistas. También ellos postulan para la actividad científica una limitación a lo perceptible por los sentidos y rechazan todo conocimiento especulativo e hipotético que vaya más allá de lo experimentable.

Importancia máxima alcanzó el p. socio-lógico de A. Comte (1798-1857). Comte aplica la tesis de la ciencia de los hechos a la historia y divide a ésta, según los tres estadios científicos de la humanidad, en una época de la teología, otra de la metafísica y otra de las ciencias positivas. En este proceso el hombre se libera de la dependencia y minoría de edad de la fe en Dios y en los dioses, del vano empeño de la filosofía por lograr la independencia y por el dominio de la naturaleza, mediante el cual el hombre mismo se crea la posibilidad de intervenir en el curso del mundo cambiando y mejorando (voir pour prévoir, prévoir pour prévenir, prévenir pour pourvoir).

Nuevo tono cobra la idea fundamental positivista en el neopositivismo, que ha salido del círculo de Viena. Esta nueva tendencia se distingue del antiguo p. por el desplazamiento de los problemas filosóficos al terreno de la -> lógica y del estudio del –> lenguaje, del instrumental de los enunciados científicos. Como representantes más conspicuos de esta tendencia hay que citar a M. Schlick, L. Wittgenstein, R. Carnap, O. Neurath y también a B. Russell, fundador de la lógica simbólica. El objeto de la filosofía no es el estudio de hechos, que se reserva a las ciencias naturales exactas, sino la investigación lógica de las unidades del lenguaje (palabras, frases, el todo del lenguaje) con las que hablamos sobre el mundo científicamente investigado. Para el neopositivista sólo hay dos clases de enunciados con sentido: a) enunciados sobre relaciones de hechos, que proceden de la experiencia (a posteriori) y que deben ser verificables por la misma (principio de verificación); b) enunciados sobre relaciones puramente lógicas, que, consiguientemente, no transmiten conocimiento sobre hechos y, por tanto, tienen validez con independencia de toda experiencia.

El análisis lógico de estos enunciados que hacemos por medio del lenguaje es tarea de la filosofía. «La filosofía no es una teoría o doctrina, sino una actividad. El resultado de la filosofía no son «proposiciones filosóficas», sino el esclarecimiento de proposiciones» (L. Wittgenstein). El lenguaje es reductible a las llamadas proposiciones elementales, que, como construcciones lógicas, pueden derivarse de datos sensibles elementales, con lo que se aspira a la máxima uniformidad y precisión en sus enunciados. De este modo, todos los problemas tradicionales de la filosofía, o se presentan como problemas propiamente científico-naturales, o carecen de sentido; pues, por la investigación exacta de la estructura lógica del lenguaje, se eliminan a la postre todas las falsas opiniones sobre el objeto de la investigación científica.

3. Crítica

Una discusión crítica con el p. debe partir de su pretensión de establecer la filosofía como ciencia exacta. Según eso, el espíritu del p. brota del escándalo por la falta de unanimidad en la filosofía. En contraste con las ciencias naturales y con su constante progreso, en la filosofía se tiene la impresión de un estancamiento: los problemas que acometiera al principio de su historia, todavía hoy están sin resolver. De ahí saca el p. la conclusión de que la filosofía, prescindiendo de otras utilidades que ésta pueda tener, no representa un acceso al saber en el sentido de la ciencia.

La preferencia del p. por los hechos puros y por la experiencia coincide con la orientación de nuestro tiempo. El p. se gloría ciertamente de su objetividad, pero a la vez él mismo establece una limitación arbitraria e injustificada respecto del objeto y método. Determina metódicamente a priori lo que se acepta como real e impide así que la realidad se muestre en toda su extensión. La experiencia es más que lo que se ofrece igualmente a todos; la experiencia de lo dado y efectivo sólo se nos hace patente dentro de un horizonte trascendental. Si los filósofos no llegan a las mismas opiniones no es por falta de pruebas, sino porque el acceso a ciertas perspectivas se rige por los respectivos presupuestos. De donde se sigue que el p. necesita abrirse a la -> experiencia en todas sus dimensiones, incluidas la religiosa y la metafísica (partiendo de la cual pueden luego legitimarse también juicios sintéticos a priori; cf. -> conocimiento, -> principios). Por faltarle esta apertura, no obstante sus intenciones humanas, el p. calla sobre todos los grandes problemas de la humanidad.

Sin embargo, el p. no debe enjuiciarse sólo negativamente. Quitadas sus negaciones limitativas, puede ser saludable. Al insistir en que el saber debe fundarse en la experiencia humana, llama decididamente al filósofo a su tarea de explicar y cambiar este mundo, dejándose de construir mundos posibles. Al insistir además el p. de manera absoluta sobre la necesidad de las pruebas para asentar una afirmación, representa un buen contrapeso al carácter dogmático de la filosofía. La verdad no es únicamente lo que satisface al espíritu, sino que debe enunciar aquella realidad que se muestra en la experiencia. Lo que el p. tiene de positivo es también una ganancia para la teología, pues le recuerda al teólogo que la fe y la redención no pertenecen tanto al orden de la teoría, cuanto al de la historia y la experiencia. Si hoy día la teología encuentra una nueva forma, ello se debe únicamente al hecho de haber reconocido que su tarea principal no es erigir un sistema lógico, sino la paciente investigación de lo que Dios ha revelado. (Por lo que se refiere a falsas formas positivistas en la -> exégesis, la -> dogmática, la -> teología fundamental y la teología -> moral, cf. los artículos encabezados con esas palabras y, además, -> teología, -> hermenéutica, -> teología bíblica, historia de la -> salvación II, -> revelación.)

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Robert O. Johann