NUEVO TESTAMENTO
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1. La primera noción de NT, como magnitud de la historia de la salvación, puede entenderse de doble manera: a) el tiempo de Jesucristo y de los apóstoles (comunidad primitiva, -> cristianismo, A), que puede deslindarse por algunas notas esenciales del siguiente tiempo postapostólico de la Iglesia, si bien es a la vez principio y primer período del tiempo de la Iglesia; b) el período de la historia de la salvación que dura desde la resurrección de Jesús y pentecostés (como acontecimiento uno de la salvación) hasta la segunda venida de Cristo (-> parusía).

El NT en el primer sentido se distingue del NT en el segundo sentido por ser el tiempo en que Jesucristo mismo estaba en «carne» entre los hombres, en que aconteció la -4 revelación cristiana, que luego como «cerrada» se transmite simplemente en la tradición (-> Escritura y tradición), en que la sagrada Escritura se formó como testimonio inspirado de la primigenia tradición cristiana y la Iglesia quedó constituida en su dimensión iuris divini (cf. RAHNER v 247-273). Sin embargo, esa distinción respecto del NT en el segundo sentido es secundaria, porque durante este período salvífico Cristo permanece presente por su espíritu; su vida terrena es sólo el comienzo de su parusía, en que vendrá el -> reino de Dios definitivamente y plenamente revelado. Por eso, lo que sigue se refiere al tiempo del NT en el segundo sentido.

2. Según la Escritura, el NT es una fase absolutamente singular de la historia de la salvación, que se distingue claramente del pasado y durará hasta el fin de la historia, por la sencilla razón de que aquí Jesucristo (ya en la manera como se entiende a sí mismo el Jesús prepascual) es el acontecimiento escatológico de la salvación, el -> mediador absoluto de la misma, y en su muerte se fundó la nueva (y eterna: 2 Cor 3, 11) -> alianza entre Dios y la humanidad entera (-> eucaristía). La Escritura delimita esta nueva alianza frente al -> Antiguo Testamento en parte resaltando lo radicalmente nuevo (y por tanto antitético respecto del AT) y en parte poniendo de relieve ciertos puntos comunes. Desde el primer punto de vista, el NT, como alianza de la libertad de la ley, como alianza del Espíritu ( -> Espíritu Santo), del perdón de los pecados, de la justicia, de la nueva comunidad con Dios, se diferencia (en la teología de -> Pablo) del AT como tiempo de la ley y de la muerte, de la ocultación de aquello que propiamente significaba lo precedente.

Desde el segundo punto de vista (continuidad), el NT se comporta respecto del AT como el cumplimiento respecto de la promesa, pero de tal manera que el cumplimiento sobrepuja la promesa; y así es cumplimiento que supera no sólo el AT (en el sentido de la alianza de Moisés), sino también toda la historia precedente «desde el principio». Y, según la Escritura, el NT sólo puede ser este tiempo de salvación, estrictamente escatológico, al que no sucederá un nuevo período cronológico de historia salvífica, porque se halla radicalmente abierto a lo nuevo (Mc 14, 25) de la consumación, porque supera todo posible futuro inmanente por el hecho de que está fundado en la -> muerte de Jesús (o sea, en el acontecimiento que suprime la historia) y en la participación de la misma, porque sólo de Dios aguarda por la - esperanza el reino divino, que es Dios mismo, y así prohibe confundir un futuro inmanente con lo absolutamente nuevo, que opera ya en él, si bien para el tiempo presente como tal es solamente promesa.

3. Sistemáticamente hay que decir que el NT es el tiempo escatológico (-> escatología). Esto significa lo siguiente.

a) En lo relativo a la cuestión de la salvación eterna, la historia de la libertad humana como tal no está ya simplemente abierta para el hombre a una dialéctica interminable entre salvación y perdición, sino que ya está decidida (sin merma de su libertad) en la gracia de Cristo, que actúa con eficacia previamente a la decisión actual del hombre; y está decidida a favor del amor y del reino de Dios (aunque la historia de la salvación del individuo quede abierta como tal historia).

b) Esta comunicación, antecedentemente victoriosa, de -> Dios mismo no sólo ha sido infundida ocultamente como última entelequia en el mundo y en su historia, sino que se ha manifestado históricamente en Jesucristo, en su muerte y resurrección, de forma que la última razón de la historia de la -> salvación y de la revelación (y, por tanto, de la historia en general) está presente y opera en ella también como factor histórico; y esto constituye lo específico del NT respecto de la historia precedente. Como comunidad que profesa y recuerda a este Cristo, la Iglesia es la presencia de esa última razón de la historia como sacramento fundamental de la salvación espiritual — previamente decidida — del mundo (la Iglesia es signo sacramental en la unidad y diferencia respecto de lo significado). En este sentido el NT es «el tiempo de la Iglesia». Como fase escatológica de la historia de la salvación, de la revelación, de la gracia, de la fe y de la esperanza, el NT no sólo tiene dentro de la historia del mundo que aún dura, la función de mantener y conservar, sino que él mismo tiene su propia historia (historia de la Iglesia y de los dogmas), la cual no se identifica simplemente con la historia de la salvación ni con la historia en general, sino que es la historia de la reflexión sobre la esencia y el fin últimos de la historia universal.

4. Kerygmáticamente, sobre la manera como se entiende hoy día el NT hemos de resaltar particularmente dos pensamientos.

a) El hombre actual, por el amplio saber que posee acerca de la inmensa y diferenciada historia de las –> religiones en general, se ve tentado a insertar el tiempo del NT dentro de la totalidad de la historia de la religión pasada y futura, como una fase, aunque importante, que puede ser superada hacia adelante, aunque sólo sea por un futuro como «desacralización», en que el cristianismo se ha de diluir en un modo profano y mundano de entenderse la humanidad (como relación con los hombres, etc.). Respecto de esta tentación, que va aneja necesariamente a la existencia cristiana (cf. 2 Tim 2, 18; 2 Pe 3, 3s), hay que recalcar que el cristianismo debe, desde luego, darse a sí mismo una expresión histórica (mediante categorías humanas y formas sociales), pero se entiende precisamente como supresión y elevación de todas las experiencias religiosas y antirreligiosas (anteriores y futuras) hacia la inefable incomprensibilidad de Dios ( –> misterio) en la muerte de Cristo (y la participación en ella), y sólo así y sólo por eso, el NT es tiempo escatológico, que se critica también a sí mismo en la esperanza del reino de Dios. El cristianismo no excluye, pues, la posibilidad y expectación de nuevas experiencias religiosas y antirreligiosas, y está dispuesto a enfrentarse con ellas como imprevisibles y a integrarlas en sí mismo; pero sabe igualmente que las ha superado ya de antemano, no sólo por una dialéctica formal de conceptos abstractos, en los que pueda encerrarse todo, sino, más bien, por la participación real de la muerte de Cristo, en la que todo el futuro intramundano de lo religioso y antirreligioso — en cuanto aceptado por la fe y la esperanza — ha sido superado ya (Jn 5, 24; 1 Jn 3, 14) en Dios mismo, que no es precisamente un mero momento de la historia, el cual viviera de la totalidad de esta historia.

b) El hombre de hoy tiene la impresión de que la historia, tras una introducción de tiempos casi innumerables, propiamente está empezando ahora, pues ahora puede desarrollarse con palpable esperanza de éxito la lucha activa y bien planeada contra la alienación del hombre debida a la sociedad (-> marxismo) y en pro de una humanización del contorno del mismo. Esto puede llevar a la tentación de entender el tiempo del NT como una época transitoria y en vías de fenecer, que anticipó a lo sumo teórica y abstractamente (en formulación mitológica) lo que ahora incumbe a la humanidad como posibilidad real.

Frente a eso hay que decir: 1º. La expectación — dada como gracia — del futuro absoluto, en el que Dios por la donación de sí mismo se comunica a la historia como entelequia y fin de la misma, no es la supresión de la importancia y seriedad de la historia profana. Pues esta esperanza, que el individuo puede dejar de realizar en la historia, dice precisamente que en toda la historia (y no sólo en la explícitamente religiosa) se trata del futuro absoluto, de la salvación misma. 2.° Como la historia que propiamente comienza ahora se mueve dentro del tiempo del NT, tiene asegurada su amplitud más radical, pues, por una parte, sólo está limitada por la ilimitación de Dios y, por otra, ella misma es mediación de la aceptación del futuro absoluto de Dios. En efecto, toda acción libre (que como obra positivamente moral es un acto salvífico, aunque a veces inconsciente), y no sólo la acción explícitamente religiosa y cultual, es mediación de la aceptación del futuro absoluto. A esta historia en su totalidad, por el hecho de estar abarcada por el tiempo del NT, se le ha hecho la promesa de que no corre hacia el vacío de la muerte; y lo que en ella acontece se convertirá, si bien pasando por una transformación radical (1 Cor 15, 35-38), en aquella plenitud concreta por la que Dios lo será «todo en todas las cosas» (1 Cor 15, 28).

El tiempo del NT dice a la historia que la muerte como su «último enemigo» permanecerá en ella (1 Cor 15, 26), pero que, a pesar de todo, no corre hacia la muerte, sino hacia la gloria de Dios, que en la resurrección de Jesús ha empezado ya a tomar posesión del mundo. En esta fe y esperanza se le ofrece al mundo precisamente una posición crítica contra falsos conservadurismos y utopías, en los que puede caer cautiva la historia.

5. Sobre los escritos del NT cf.: -> Escritura ii, -> canon, -> sinópticos, Evangelio de ->Juan, -> Hechos de los apóstoles, cartas de -> Pablo, cartas de -> Santiago, -> Pedro, -> Juan y -> Judas, -> Apocalipsis de Juan.

BIBLIOGRAFÍA: Cf. bibl. de historia de la -> salvación, -> alianza, teología de la -> historia. — G. Weth, Die Heilsgeschichte. Ihr universeller und individueller Sinn in der offenbarungsgeschichtlichen Theologie des 19. Jh. (Mn 1931); H. D. Wendland, Geschichtsanschauung und Geschichtsbewußtsein im NT (Gö 1938); G. Delling, Das Zeitverständnis des NT (Gü 1940); W. G. Kümmel, Kirchenbegriff und Geschichtsbewußtsein in der Urgemeinde und bei Jesus: SBiblUps 1 (Up 1943); J. Körner, Endgeschichtliche Parusieerwartung u. Heilsgegenwart im NT: EvTh 14 (1954) 117-192; E. Lohse, Lukas, der Theologe der Heilsgeschichte: EvTh 14 (1954) 256-275; F. J. Schierse, Verheißung und Heilsvollendung (Mn 1955); O. Cullmann, Cristo y el tiempo (Estela Ba 1968); J. Jeremias, Jesu Verheißung für die Völker (St 1956); W. G. Kümmel, Verheißung und Erfüllung (Z 31956); E. Przywara, Alter und Neuer Bund (W - Mn 1956); J. M. Robinson, Das Geschichtsverständnis des Markus-Evangeliums (Z 1956); R. Schreiber, Der neue Bund im Spätjudentum und Urchristentum (Dis. T 1956); H. Conzelmann, Gegenwart und Zukunft in der synoptischen Tradition: ZThK 54 (1957) 227-296; E. Grösser, Das Problem der Parusieverzögerung in den synoptischen Evangelien und in der Apostelgeschichte: ZNW-Beih. 22 (B 1957); J. Behm: ThW 132-137; G. v. Rad - G. Delling: ThW II 945-956; H. Sasse: ThW 1197-209; M. C. d'Arcy, Recense of History Secular and Sacred (Lo 1958); H. Conzelmann, Geschichte, Geschichtsbild und Geschichtsdarstellung bei Lukas: ThLZ 85 (1960) 241-250; E. Fuchs, Christus, das Ende der Geschichte: Zur Frage nach dem historischen Jesus (T 1960) 79-99; H. U. v. Balthasar, Herrlichkeit I (Ei 1961); W. Pannenbergy otros, Offenbarung als Geschichte (Gö 1961); G. Bornkamm, Geschichte und Offenbarung im NT: EvTh 22 (1962) 1-115; Bullmann GV III 35-54 91-106; H. Conzelmann, Die Mitte der Zeit (T 41962); H. Schlier, Die Entscheidung für die Heidenmission in der Urchristenheit: Die Zeit der Kirche (Fr 31962) 90-107; J. Backes, Heilsgeschichte in der Gotteslehre des hl. Thomas von Aquin: TThZ 72 (1963) 23-38; A. Jaubert, La notion d'alliance dans le judaisme aux abords de 1'ére chrétienne (Patristica Sorbonensia 6) (P 1963); R. Schnackenburg, Reino y reinado de Dios (Fax Ma 1967); H. Conzelmann, Die Mitte der Zeit (T 51964); G. Klein, Theologie des Wortes Gottes und die Hypothese der Universalgeschichte (Mn 1964); Rahner V 33-54 (Teología del Nuevo Testamento); J. Prado, Trasfondo histórico de la reciente PCB sobre la verdad histórica de los Evangelios, en «Estudios Bíblicos» 1964, 235-268; H. Schlier, Jesus Christus und die Geschichte nach der Offenbarung des Johannes: Besinnung auf das NT (Fr 1964) 358-373; 0. Cullmann, L'Evangile Johannique et l'Histoire du Salut: NTS 11 (1965) 111-122; Bultmann (51965); W. G. Kümmel, Mythische Rede und Heilsgeschehen im NT: Heilsgeschehen und Geschichte (Marburg 1965) 153-165; J. Mouroux, El misterio del tiempo (Estela Ba 1965); J. M. Robinson, Kerygma und Geschichte im NT: ZThK 62 (1965) 294-337; H. Schlier, Zeit: LThK2 X 1330 ss; G. Bornkamm, Das Ende des Gesetzes (Mn 51966); R. Bullmann, Heilsgeschichte und Geschichte: Exegetica (T 1967) 356-368; H. Conzelmann, Grundriß der Theologie des NT (Mn 1967); O. Cullmann, Heil als Geschichte (T 1965), cf. E. Schweizer: ThLZ 92 (1967) 903-909; W. Pannenberg, Heilsgeschehen und Geschichte: Grundfragen systematischer Theologie (Gö 1967) 22-78; idem, Kerygma und Geschichte: ibid. 79-90; G. Schrenk, Gottesreich und Bund im älteren Protestantismus (1923, Darmstadt 21967); J. Schreiner, Forma y propósito del NT (Herder Ba 1972); Comentario de Ratisbona al NT, 9 vols. (Herder Ba 1967 ss).

Karl Rahner