NATURALISMO
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1. El concepto de n. tiene tanto en el lenguaje corriente como en el técnico (ciencias naturales, filosofía, teología) significados muy diversos, que no pueden reducirse a un denominador común. A lo sumo se podría señalar su nota característica en la tendencia a pensar toda la realidad exclusiva o preferentemente a base de conceptos e imágenes tomados del mundo de las cosas, negando o relegando al olvido la dimensión trascendente de la persona y su libertad. Tal forma de pensar repercute inevitablemente en la respuesta a la pregunta última sobre el hombre y sobre su posición en el mundo; una respuesta que no tiene en el fondo sino una alternativa: o encerrar la existencia del hombre dentro del horizonte del mundo, o reconocer su apertura hacia un absoluto personal «ultramundano», mejor dicho, hacia una profundidad abisal y personal como fundamento último de su propia interioridad. El problema del hombre, como «espíritu en el mundo», es en último término el problema de un Dios personal, indivisiblemente trascendente e inmanente al hombre y al mundo.

En el campo filosófico el monismo materialista es la forma más radical de n.; ese sistema reduce la realidad entera a un único principio material, cuyo dinamismo inagotable se desarrolla dentro del mundo y determina todos sus fenómenos, desde la vida hasta los supremos actos de pensamiento (-> monismo, -> materialismo, -> marxismo). La concepción estoica de Dios como «alma del mundo», es decir, como principio vital puramente intramundano, es una variante del n. y no se distingue en nada del monismo materialista (-> estoicismo).

Diversos sistemas filosóficos y religiones contienen elementos de un n. espiritualista; en el fondo ofrecen una explicación monista de la realidad, en cuanto no resaltan suficientemente la distinción personal entre Dios y el hombre, o afirman que el -> espíritu humano se disuelve en el Espíritu absoluto (hinduismo, budismo, idealismo). Aun cuando hablen del retorno del hombre a Dios después de la muerte, sin embargo, tanto el acto de este retorno como su meta son concebidos allí en forma naturalista. La realidad entera (o por lo menos toda la vida espiritual) es entendida decididamente como una evolución interna del espíritu absoluto.

El -> deísmo de los siglos xvii-xix contiene una concepción naturalista de Dios como causa impersonal del mundo, sin que Dios tenga ninguna relación actual con éste o con el hombre. Entre Dios (natura naturans, Deus sive natura: B. Spinoza) y el mundo (natura naturata) media un sistema de causalidad cerrado en sí, que excluye la posibilidad de la revelación y de la gracia, y explica toda religión positiva, especialmente el cristianismo, por elementos de la religión natural. El concepto bíblico de Dios en el judafsmo, islam y cristianismo, cuyo rasgo fundamental es la libertad absoluta de la trascendencia personal y de su manifestación en la historia, de ningún modo puede conciliarse con el n. del deísmo, en cuanto éste presupone un acosmismo, pero no excluye fundamentalmente el ateísmo (Hegel).

La posición deísta debería conducir a una reflexión atenta sobre las pruebas de la existencia de -> Dios a través de la existencia del mundo. Sólo si estas pruebas parten de la ilimitación espiritual del hombre (el mundo tiene su sentido inmediato en la ordenación al hombre), conducen de hecho a la afirmación de un Dios personal, es decir, de un ser real y trascendente. Únicamente el hombre es «imagen de Dios»; sólo en lo profundo de su propia interioridad hallará el hombre el resplandor creado del -> Absoluto personal.

El n. de las ciencias naturales, que se limita a explicar con una «hipótesis de trabajo» la posibilidad de los fenómenos intramundanos en el marco del espacio y del tiempo, y prescinde de la necesidad de una explicación última para el mundo y el hombre más allá del ámbito puramente experimental, de ningún modo excluye el auténtico teísmo. Solamente se hace ateo si abandona el verdadero terreno de las ciencias naturales e intenta someter la realidad entera a la comprobación de los métodos empíricos (-> positivismo).

2. En la teología, que tiene su objeto en el hecho revelado de la salvación como diálogo personal entre el amor absolutamente libre de Dios en Jesucristo y la responsabilidad propia del hombre, se hallan huellas de n. Aunque éste ha sido condenado explícitamente por el magisterio eclesiástico (-> pelagianismo, semipelagianismo), sin embargo vuelve a presentarse repetidamente — si bien de manera oculta — en algunas cuestiones sometidas a libre discusión. Tanto la existencia del -> pecado original en el hombre como la inserción de la gracia en su fin natural, han sido explicadas por algunos teólogos como si la naturaleza humana hubiera quedado intacta por la adición accidental del pecado o de la gracia. Si se niega que la gracia tiene una acción iluminativa, se sigue necesariamente que el cristiano, prescindiendo de algunos casos excepcionales, se experimenta en su interioridad espiritual de la misma manera que en el estado de naturaleza pura, a saber, exclusivamente como espíritu finito y no como llamado a la participación en la vida divina. Lo natural y lo experimentable coincidirían plenamente en la vida religiosa del creyente. Ahí no se cae en la cuenta de que la situación existencial del hombre ante Dios está afectada íntimamente por la gracia como llamada a una relación filial, y de que toda actitud no-sobrenatural del hombre ante Dios, en virtud de esa gracia, está excluido de antemano como irrealizable existencialmente. No se reflexiona sobre el hecho de que la atracción intima de Dios hacia sí mismo excluye en concreto un amor puramente natural del hombre a él (y todo otro -> acto moral meramente natural); y esto no porque el pecado original haya destruido por completo la naturaleza humana, sino porque de hecho el hombre sólo existe como llamado por la gracia de Cristo (-> existencial sobrenatural, -a naturaleza y gracia).

Por el hecho de que cayeron en olvido la gracia increada, su prioridad lógica respecto de la gracia creada y la inseparabilidad mutua de ambas, se llenó a una lamentable concepción naturalista de la gracia creada, como si ésta fuera una naturaleza superior que el hombre posee a manera de una cosa, de la que puede disponer en sus acciones libres, hasta el punto de mover a Dios a la concesión de nuevas gracias. La autocomunicación personal de Dios, absolutamente indebida, es la causa de la gracia creada; y su término es la aceptación libre de dicha comunicación divina por parte del hombre, cuya respuesta, sin embargo, de ninguna manera modifica la gratuidad absoluta de cualquier don de la gracia (cf. Gr 39 [1958] 765-769).

BIBLIOGRAFÍA: C. F. v. Weizsäcker, Geschichte der Natur (H 1949); H. Kraemer, Religion and the Christian Faith (Lo 1956); W. Philipp. Das Werden der Aufklärung in theologiegeschichtlicher Sicht (G6 1957); H. Blumenberg, N. und Süpranaturalismus: RGG3 IV 1132-1136; 1. B. Metz, Natur, N.: LThK2 VII 805-809.

Juan Alfaro