LECTURA ESPIRITUAL
SaMun

1. Noción

a) La fe bíblica va unida de la manera más íntima a la palabra escrita. Las experiencias divinas de la «primera» generación, de los primeros padres y los profetas, etc., se consignan por escrito, se desenvuelven meditativamente por el trato constante con la palabra escrita y son el núcleo de cristalización de toda la piedad ulterior. Papel semejante asume el NT (como también el AT por él transmitido) para la segunda y tercera generación de la cristiandad. El Señor es predicado en formulaciones kerygmáticas, litúrgicas y dogmáticas a quienes se encuentran con él por una mediación categorial (pero inmediatamente por la gracia personal pneumática); lo cual se hace de la manera más densa y con valor de norma por medio de la sagrada ->Escritura. Así, el leer y oír la palabra auténtica, inspirada, pertenece a los actos fundamentales del cristianismo.

b) Cuanto más nos remontamos en la historia, con tanta mayor claridad se nos manifiesta la identidad de la «lectura de la ->Escritura» con la reflexión teológica y la realización viva de la fe (->espiritualidad III, ->liturgia. Ahora bien, como el testimonio — sustentado por el Espíritu — de la palabra de la Escritura es sólo un medio para la Palabra encarnada en un lenguaje humano cada vez más amplio, el encuentro con la Escritura se desarrolla en medio de una gran riqueza de formas: oír litúrgico y lectura meditativa; búsqueda existencial de lo que pide la palabra de Dios y exposición magistral; paráfrasis de la predicación y lucha por el texto auténtico; meditación detenida sobre la figura de Cristo y defensa apologética de su realidad. En este ámbito hay que situar la l.e. propiamente dicha.

c)La ruptura de esta unidad puede perseguirse históricamente con exactitud, y consiste en un aislamiento — que naturalmente nunca es absoluto — de la espiritualidad respecto de la Escritura. La disociación comienza con el florecimiento de una literatura piadosa de tratados (siglos v-vr en oriente y xrr-xnr en occidente) o la duplicación de la lectio en divina y scholastica (->exégesis espiritual), y acaba con prácticas y manifestaciones donde la Escritura ya no pertenece a la materia de la l.e. (cf. p. ej., O. ZIMMERMANN, Lehrbuch der Aszetik).

2. Reflexión teológica

a) No puede ponerse en duda que la lectura de la Escritura debe ser el prototipo normativo de la l.e. Desde este punto de vista, toda l.e. genuina puede entenderse como lectura «anónima» de la Escritura.

b) El centro de la l.e. de la Escritura es Cristo. En la referencia de la letra de la Escritura (incluso de la teología de Pablo, de los sinópticos, etc.) al Verbo encarnado está el sentido de la palabra bíblica. El no tomar en serio este «testificar al Señor» (cf. Mc 1, 1) es la razón de la esterilidad espiritual de muchas obras exegéticas.

c) El resto de la amplia literatura espiritual está fundada en el cristocentrismo de la Escritura. El «más» apetecido del Señor atestiguado, que desde luego sólo puede alcanzarse en el testimonio de la Escritura, impulsa a la fecundidad de una producción literaria que va más allá de la palabra bíblica, aunque ésta sirva de norma. Esa producción puede calificarse muy diversamente. Son centrales en ella los testimonios del cristianismo vivido (culto a los ->santos, historia de los ->santos).

d) Desde el punto de vista de la variedad de la l.e. (->espiritualidad IV), debiera aparecer claro el papel de la tradición, de la comunidad, etc. Hemos de aludir también a la lección litúrgica (oída). Lo ideal sería la unión de acto comunitario y meditación privada, de kerygma y oración, de alabanza a Dios y penitencia, de oír y leer.

e) El oír y el leer, como modos (fundamentalmente) idénticos de encuentro, pero fenómenológicamente distintos entre sí, pueden manifestar el fundamento de esta unidad: el oír (obediencia) abre a la exigencia de Dios; el leer (meditación) deja libre el propio mundo para el dato previo del mensaje cristiano.

3. Indicaciones prácticas

La práctica de la l.e. ha de juzgarse por la «sacramentalidad» de la palabra de la Escritura, que se continúa de modo análogo en la producción literaria posterior.

a) La l.e. es término medio entre formación y oración. Sólo una dinámica que tiende a la oración la hace l.e. únicamente hace verdadera l.e. aquel cuyo nivel de formación religiosa no está por debajo de su formación general en el aspecto humano y espiritual.

b) Con ello aparecen claramente tanto el deber como la libertad de la l.e. Desde nuestro amplio punto de partida teológico, y sólo dentro de esa amplitud de enfoque, difícilmente puede dudarse de que la l.e. es un deber. Pero es importante que tal obligación se cumpla con libertad interna frente a la oferta masiva de lecturas espirituales. Como criterio de selección podría valer la alegría espiritual o la afección interna por lo leído.

c) Las dificultades provienen mayormente de la esterilidad espiritual de no pocas obras bíblicas, y también del deficiente nivel de formación del lector. Sin embargo, en tales dificultades puede también mostrarse el carácter de cruz de la vida cristiana.

En una buena l.e. ha de realizarse el proceso de actualización del evangelio, del kerygma. No debe, pues, sacrificarse la amplia oferta de l.e. a un biblicismo unilateral. Precisamente en la literatura espiritual ha de acreditarse la fecundidad (fundada en la inspiración) de la palabra bíblica, que logra su actualidad en virtud de dicha literatura.

BIBLIOGRAFIA: 1. PARA UNA ORIENTACIÓN HISTÓRICA existen monografías sobre autores (por ejemplo H. Crouzel, Origóne et la «Connaissance mystique» [Brujas 1960]), sobre temas litúrgicos (por ejemplo MD) o sobre el desarrollo de la espiritualidad (por ejemplo J. Leclercq- F. Vandenbroucke - L. Bouyer, La spiritualité au moyen áge [P 1961]). — 2. BIBLIOORAPíA ESPECIALIZADA: D. Gorce, La Lectio Divina. I. JérÓme et la lecture sacrée dans le milieu ascétique romain (P 1925); M. van Assche, «Divinae vacare lectioni»: SE 1 (1948) 13-34; F. Vandenbroucke, Sur la lecture chrétienne du Psautier au V° siécle: SE 5 (1953) 5-26; Los monjes y los estudios (Poblet 1963) (vol. colectivo); J. Leclercq, Wissenschaft und Gottverlangen. Zur Mllnchstheologie des Mittelalters (D 1963); J. Sudbrack, Die geistliche Theologie des Johannes von Kastl (Mr 1966 s) Reg., espec. I 99-119 329-344 (bibl.); H. de Lubac, Exégése médiévale, 4 vols. (P 1959-64); B. Smalley, English Friars and Antiquity in the Early Fourteenth Century (O 1960); F. Vandenbroucke, La Lectio Divina du XI° au XIV° siécle: Stud. Mon. 8 (1966) 267 ss; M.D. Chenu, Lecture de la bible et philosophie (Mélanges Gilson) (Toronto - P 1959) 161-171; J. Leclercq, Lactare priante: La liturgie et les paradoxes chrétiens (P 1963) 243-269; P. de Leturia, Lecturas ascéticas y lecturas místicas entre los Jesuitas del siglo XVI: Archivio Italiano per la Storia della pietá II (1953). Para el desarrollo más reciente consúltense los manuales correspondientes. — 3. SOBRE LA TEOLOGIA Y SOBRE LA PRÁCTICA (para una primera orientación): H. U. v. Balthasar, Palabra, Escritura, Tradición: Verbum Caro, Ensayos teológicos 1 (Guad Ma 1964); idem, Herrlichkeit. Eine theologische Ásthetik I (Ei 1961) passim, ver 511-535; Rahner III 357-394, IV 453-466, VI 101-134, VII 517-527; P: Y. Emery, Die Meditation in der Heiligen Schrift: Die Gnade des Gebets (Gü 1964) 41-94; idem, L'Écriture méditée. Quatre degrés: lecture, méditation, priére, contemplation: LumVitae 20 (1965) 619-631; A. Mattoso, A «lectio divina» nos autores monásticos da alta edad media: Studia Monastica 9 (Ba 1967) 167-187; Ph. Dessauer, Die christliche Meditation (Mn 1968).

Josef Sudbrack