IGLESIAS REFORMADAS
SaMun

1. La denominación

Con el nombre de I.r. se designan a sí mismas expresando con ello la idea que tienen de sí las Iglesias que proceden de la reforma a pesar de las grandes diferencias de doctrina, culto, organización eclesiástica y profesión de fe, coinciden en su dependencia de la palabra de Dios como única y suprema autoridad en todas las cuestiones relativas a la fe y a la vida, e igualmente en su adhesión a la organización presbiteriana de la Iglesia; todo lo cual permite considerarlas como una cierta unidad, aunque no orgánica. La designación de «Iglesias presbiterianas», corriente en el mundo de habla inglesa, expresa esta unidad bajo el aspecto de su constitución. En el ámbito de habla alemana se designan como «la(s) Iglesias) reformada(s) conforme a la palabra de Dios», con lo cual se expresa también el rasgo esencial que las une en lo relativo a la realización de la reforma. Así, pues, en estas páginas consideraremos con juntamente las Iglesias reformadas y las presbiterianas. La mayoría de estas Iglesias están hoy reunidas en la «Liga Reformada Mundial» (Reformierter Weltbund = RWB). La definición inglesa, más precisa, de la misma da a entender que la organización eclesial presbiteriana es un elemento esencial de todas las Iglesias reformadas. Reza así: The Aliance of the Reformed Churches throughout the World holding the Presbyterian Order (abreviado: The World Presbyterian Alliance o The World Alliance of Reformed Churches).

II. La Liga Reformada Mundial

La RWB representa una libre asociación de Iglesias reformadas de organización presbiteriana, aunque también pueden pertenecer a ella «Iglesias unidas», es decir, Iglesias que han constituido una unión con otras, por ejemplo, con -> Iglesias luteranas, o que forman parte de una confederación eclesiástica sobre una base interconfesional. Así, la pertenencia a la RWB no afecta lo más mínimo a la relación de una Iglesia reformada con otras Iglesias o corporaciones. De esta manera se reconoce a los miembros de la Liga Mundial libertad de acción, basada en la concepción de la naturaleza de la Iglesia, en lo relativo al comportamiento intereclesiástico de cara a una unidad superior. La RWB, fundada en Londres en 1875, es la más antigua agrupación confesional de Iglesias en forma de asociación libre, sin que de ello resulten determinadas consecuencias relativas a las doctrinas de una Iglesia, a su organización o constitución. No obstante, existen ciertas líneas directrices para la admisión en la Liga Mundial, de modo que incluso la pertenencia a la misma sólo puede mantenerse si se reconocen tales directrices. Se exige, por ejemplo, que una Iglesia reconozca a Cristo como Señor y Salvador, que acepte la Sagrada Escritura como la suprema autoridad de sus doctrinas e instituciones, que esté de acuerdo con los escritos confesionales reformados y mantenga los rasgos esenciales de la constitución eclesiástica de la organización presbiteriana. La RWB, en su xvii Asamblea general de Princeton (USA) el año 1954, sustituyó la antigua constitución, existente desde sus comienzos, por otra nueva más adaptada a las exigencias modernas. Consiguientemente, su misión consiste en profundizar la comunión entre las iglesias miembros, dirigirlas conjuntamente a un servicio común, y sobre todo, luchar por la confesión reformada y promover cuantos esfuerzos sirvan para la proclamación de la palabra de Dios y para el debido orden cultual. Las Iglesias reformadas deben asociarse en la Liga Mundial para un trabajo común en la obra de evangelización y misión. La RWB también pone empeño en fomentar el mutuo intercambio entre las Iglesias miembros, y principalmente en apoyar a las que se ven perseguidas u oprimidas. La Liga Mundial aspira además, de acuerdo con la meta ecuménica, a examinar y prestar todo tipo de ayuda a las asociaciones o agrupaciones interconfesionales de Iglesias miembros entre sí o con Iglesias no reformadas, caso que tales uniones respondan a la voluntad de Dios. Por lo que hace a su eficacia en el mundo, trata de defender y fomentar la libertad religiosa y civil. La organización presbiteriana de la Iglesia debe ser mantenida por la RWB como conforme con el NT, pues, según la idea expresada en la nueva constitución, es la organización que asegura la representación armónica y justa de todos los miembros de una Iglesia en todos los grados de la vida jerárquica. Esta organización también parece apropiada para conservar del mejor modo la libertad en la Iglesia. El trabajo de la RWB se efectúa por una parte mediante la Asamblea general, que se reúne por término medio cada cinco años, también mediante asambleas regionales y comités administrativos, y finalmente a través de secciones, comisiones y comités especiales. Actualmente existen tres secciones, de las cuales la primera se ocupa de la actividad femenina, la segunda de las finanzas, y la tercera es la «sección teológica». Existen comisiones o comités especiales para la predicación calvinista, para la publicación de los sermones de Calvino y para la traducción de la Institutio al portugués. Las «Iglesias jóvenes» ocupan un puesto importante en la RWB: actualmente (1966) constituyen másde la mitad de las 101 Iglesias miembros, aunque su fuerza numérica queda muy por debajo de la de las antiguas Iglesias reformadas europeas. Pero se tiende a dar a las «Iglesias jóvenes» mayor autonomía y libertad de movimiento dentro de la Liga Mundial.

III. Datos estadísticos

No es posible enumerar detalladamente las 101 Iglesias que en la actualidad son miembros de la Liga Mundial. Las últimas ingresaron en 1964, 1965 y 1966 respectivamente. Según los más recientes datos estadísticos de la RWB, que, por cierto, para muchos países se basan en estimaciones, las Iglesias miembros cuentan con unos 50 millones de cristianos reformados. Éstos se hallan repartidos por toda la tierra. En África hay 4 947 000 cristianos reformados, en Iberoamérica y las Antillas 1 045 000. En América del Norte 16 650 000, en Asia 6 027 000, en Oceanía 1 675 000 y en Europa 18 722 000. Estas cifras han aumentado recientemente alrededor de un millón, debido a la incorporación de algunas Iglesias reformadas a la Liga, de modo que en los años próximos habrá que contar con más de 50 millones de cristianos reformados Corresponde así a la RWB una participación considerable en la representación del cristianismo en el mundo, y en la realización de determinados fines y cometidos eclesiásticos. Actualmente las Iglesias reformadas tienen su mayor representación en los EE.UU. y en los países europeos, donde surgieron directamente de la reforma del s. xvi, a saber, en Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos, Suiza y Alemania.

Con relación al movimiento ecuménico (-> ecumenismo, A), la RWB adopta una postura abierta y activa. Esta actitud deriva de la idea que tiene de sí misma, pues se concibe como un instrumento al servicio de un fin superior. La Iglesia reformada, que mediante la Liga Mundial está representada en la variedad de sus Iglesias miembros, quiere con ello servir también a la Iglesia universal de Jesucristo, que es su cuerpo, aportando su contribución a la unión de la cristiandad. La Liga Reformada Mundial se entiende además como medio de promover el estudio en común de la organización eclesiástica reformada, a fin de que ésta goce en los círculos ecuménicos de una consideración superior a

la que podría procurarse permaneciendo una Iglesia aislada. La unidad de toda las Iglesias reformadas en las cuestiones de la organización presbiteriana ha de conseguirse mediante la Liga Reformada Mundial.

IV. Escritura y confesión de fe

Las Iglesias reformadas, aunque emparentadas en muchas cosas con las otras comunidades protestantes, se distinguen sin embargo de ellas por la predominante visión comunitaria de la doctrina eclesiástica. Según la convicción de los reformados la sagrada Escritura es la fuente y norma única para todas las cuestiones de fe y vida cristiana. Los escritos confesionales reformados no forman (como los del luteranismo) un corpus doctrinae que tenga por objeto establecer una cierta unidad frente a las diferencias doctrinales. No se redactaron con este objeto ni se las ha otorgado tal sentido. Se entienden más bien como testimonios de la palabra de Dios en determinadas situaciones históricas; de modo que, por una parte, remiten a la palabra de Dios como la autoridad en que se apoyan, pero, por otra, no pueden nunca reivindicar un respeto parecido al de la palabra de Dios. Precisamente por ello orientan por encima de sí mismos hacia la palabra de Dios. Por otra parte, y justo en razón de ese su carácter orientador, pretenden dar una nueva forma de testimonio en favor de la palabra de Dios dentro de la nueva situación histórica y en conformidad con las exigencias que la nueva hora histórica impone de cara a ese testimonio. De ahí que no se limite el número de los escritos confesionales reformados. No existe un Corpus terminado de escritos confesionales reformados, existen tan sólo simples colecciones, por lo cual siempre es posible añadir nuevas profesiones de fe a las ya existentes.

Los escritos confesionales reformados más conocidos son: el Catecismo de Ginebra (1545), el Consensus Tigurinus (1549), la Con f essio Gallicana (1559), la Con f essio Belgica (1561), la Conf essio Helvetica posterior (1562), el Catecismo de Heidelberg (1563), la Confesión Escocesa (1560) con el Covenant (1581), la Confesión de Westminster (1647), y el grande y pequeño Catecismo de Westminster (1647), así como las cánones del sínodo de Dordrecht (1619). Pero también otras profesiones de fe más modernas, comola de la Cumberland Presbyterian Church americana (1883), tienen la misma autoridad y vigencia que las anteriormente mencionadas. Algunas Iglesias pre-reformadas, como los Hermanos bohemos y los Valdenses, han experimentado una fuerte influencia calvinista y consiguientemente se presentan también como confesiones reformadas (Confesión de los Hermanos bohemos [1609] y la de los Valdenses [1665]). Así, pues, según la concepción reformada, es posible añadir nuevas profesiones de fe a los escritos confesionales existentes; en este sentido se ha dado también entrada a la declaración teológica de Barmen (cf. Níesel BS 333ss).

V. La Iglesia y su ordenamiento

En la época moderna la doctrina sobre la Iglesia ha venido a ocupar en la confesión reformada un puesto más importante que en tiempos anteriores. La postura de la xvii Asamblea General de la RWB (Princeton 1954) manifestó el cambio de situación en el informe de su primera sección de estudio. La Iglesia es el cuerpo de Jesucristo; la unidad de la Iglesia está fundada en Jesucristo como su Señor. Aparece con esta unidad cuando y donde Jesucristo está presente entre los fieles, de modo que éstos son conducidos a la comunión mutua, así como al desarrollo de su vida de fe y a un verdadero humanismo. Cuando en la Iglesia surge una división, Cristo llama renovadamente a la unidad a los miembros de su casa, de su Iglesia. Esta unidad de la Iglesia es espiritual; no se ha de entender en el sentido de una organización visible o de una unidad orgánica. En todo caso, no deben separarse la organización y la unidad eclesiásticas, hasta el punto de que sólo se manifiesta la unidad de la Iglesia allí donde existe también una organización creyente, y la Iglesia, al proclamar la obra salvífica de Cristo, está bajo su dominio soberano. Los miembros de las Iglesias reformadas se saben obligados al reconocimiento mutuo del ministerio y de los sacramentos, como también de la verdadera eclesialidad de todas las Iglesias que, en conformidad con la Escritura, confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. También la Cena debería ser según la concepción reformada (tal como se expresó en Princeton 1954), un banquete común de todos los cristianos. Al que ama a Jesucristo y lo con

fiesa como Señor y Salvador, no se le debería negar, según la convicción de los reformados, el acceso a la mesa del Señor. Por esto conviene presentar el mensaje de reconciliación de tal forma que se evidencie mediante el acceso a la mesa del Señor y ponga de manifiesto que en torno a la mesa común se reúnen los cristianos reconciliados. Precisamente la cuestión de la cena eucarística común debe ser, según la convicción de los reformados, la más pura expresión de la comunión eclesial; por eso se ha planteado con toda claridad el problema existente y se ha emprendido un camino con independencia de cualquier enfoque doctrinal de estas cuestiones. Por tal motivo se invitó en Princeton (1954) a entablar coloquios directos con otras Iglesias de cara a la Cena común de las Iglesias separadas.

En la organización de la Iglesia se concede un amplio margen de libertad, de modo que se admite la posibilidad de diversas formas temporales, las cuales a su vez están sujetas a los cambios históricos. Si bien con estas afirmaciones no se reivindica la exclusividad para la organización eclesiástica presbiteriana, sin embargo, según el informe de la primera comisión de estudio de la xvii Asamblea general de la RWB en Princeton (1954), la organización de la Iglesia debe presentar las notas apropiadas para expresar de manera convincente la naturaleza y la vida de la Iglesia, a saber: cómo Jesucristo es la única cabeza de la Iglesia, a la que verdaderamente rige; cómo la Iglesia es una comunidad de hermanos; cómo las relaciones entre el Señor de la Iglesia y la comunidad de los fieles son signo de la alianza, por la que todos los hombres deben ser hijos de Dios; cómo en la casa de Dios no puede existir la autoridad exclusiva de un ministerio o de una persona. Según la convicción de los reformados, sólo la organización eclesiástica presbiteriana asegura la participación armónica de todos los miembros de la Iglesia en su dirección. Las autoridades eclesiásticas deben por tanto ser especialmente conscientes de su responsabilidad frente a la comunidad de los fieles. Finalmente, de acuerdo con esa misma convicción, el Espíritu Santo dirige a la Iglesia no sólo cuando los fieles se congregan para escuchar la palabra de Dios, sino también cuando se reúnen en sínodo. De este principio deriva para las Iglesias reformadas la elevada estima de los sínodos, como representación de la estructuración interna de la Iglesia, que enseña y escucha en su unidad. Por esto, en el pensamiento precisamente los sínodos son un instrumento esencial de la organización eclesiástica presbiteriana, facilitando la representación legal y democrática de todos los miembros de la Iglesia y su unión con la vida entera de ésta, dirigida por el Espíritu Santo. Para los reformados, la organización presbiteriana de la Iglesia es la que mejor responde a la palabra de Dios. No obstante esta elevada estima de la organización eclesiástica presbiteriana, las Iglesias reformadas dejan un amplio margen de libertad, por cuanto subrayan que ninguna organización eclesiástica, ni la suya propia, ni la episcopaliana, ni ninguna otra forma de constitución, puede considerarse como prerequisito fundamental para la restauración de la unidad de las Iglesias. La organización eclesiástica no debe estar nunca por encima de la obediencia de los fieles o por encima del mandamiento de Jesucristo, que ha de cumplir en una obediente vinculación exclusiva a él.

De aquí deriva la gran estima de la misión, que obliga a realizar el mandato de Cristo de que «todos sean uno», no sólo con vistas a la unidad de la Iglesia, sino también con el fin de cumplir su encargo. Por esto, la relación entre misión y unidad se ha de concebir en el sentido de que ambas se reclaman mutuamente y presentan una dimensión verdaderamente «ecuménica». En conformidad con ello la RWB examina su situación en el momento presente. Todas las Iglesias que han surgido sobre la base de la labor misionera de las Iglesias reformadas o presbiterianas pueden adherirse a la Liga Mundial o entrar a formar parte de las asociaciones regionales creadas para ellas.

VI. Ministerios y vida eclesiástica

Según la concepción presbiteriana, sólo existe un ministerio eclesiástico, ejercido en primer lugar por los pastores, «ministros de la palabra», a los que se ha confiado su proclamación, así como la administración de los sacramentos y el mantenimiento de la disciplina eclesiástica como un acto de la cura de almas. De este ministerio forma parte también la enseñanza eclesiástica, que cuida de la propagación y conservación del evangelio en toda su pureza. El ministerio abarca

además el servicio de los presbíteros y ancianos, que deben cuidar del orden y de la disciplina comunitarios. Secundan por tanto a los predicadores en la cura de almas. En particular deben atender a la implantación de ésta en cada comunidad. Si los presbíteros deben desempeñar determinadas funciones del ministerio eclesiástico, a los diáconos incumbe la tarea de la administración doméstica de la Iglesia, para hacer así visible la forma especial de la diaconía eclesiástica. Por consiguiente, según la concepción reformada, sólo existe un ministerio eclesiástico, que se divide en diversas funciones.

En general, el ministerio tiene gran importancia para la vida religiosa de las Iglesias reformadas. A los ministros de la palabre corresponde la celebración de los actos del culto en la asamblea congregada, severamente orientados a la audición de la palabra, los cuales representan a la vez la respuesta de la comunidad en alabanza y acción de gracias a la palabra que Dios le dirige y a los dones de él recibidos. El culto en las Iglesias reformadas presenta un esquema muy sencillo, pero en todo caso trata de despertar la atención sobre el hecho decisivo: la audición de la palabra de Dios. Por esta razón, la predicación ocupa un lugar privilegiado en los actos de culto de las Iglesias reformadas. Sin embargo, no falta la celebración de la sagrada Cena, asociada cada vez más a la liturgia de la predicación.

La palabra, expuesta en la predicación, se considera también como elemento constitutivo del sacramento, que comprende los signos establecidos por Dios para sus dones a los miembros de su pueblo. Cometeríamos una injusticia con el protestantismo reformado de hoy, si interpretáramos su concepción de los signos sacramentales en un sentido puramente simbólico. Con todo, la práctica de los sacramentos no se basa en una teología de lo sobrenatural, sino que se orienta únicamente a la fe y la virtud del Espíritu que actúa con los signos. En la Cena recibe el fiel la realidad de la presencia espiritual de Cristo. Tal presencia no va ligada como por ejemplo en el luteranismo, a los elementos, pero ejerce su eficacia con la administración de éstos, de modo que tampoco se da sin los elementos. Así la Cena significa el «manjar espiritual», en que Cristo se da a sí mismo con todos sus dones, de tal forma que en la fe y mediante la recepción delpan y del vino se fortalece el alma. Hay también otras ideas en la concepción reformada de la Cena que muestran la singular riqueza de su interpretación del sacramento. La Cena es asimismo prenda que se nos da del sacrificio consumado por Cristo en la cruz. Además, la Cena incorpora a la comunidad de todos los miembros del cuerpo de Cristo, unidos así mutuamente en verdadero amor fraterno. La celebración misma de la Cena responde a estas ideas: es una comida de comunión fraterna, celebrada por todos en la misma mesa.

El bautismo se entiende como la incorporación a Jesucristo, que constituye al bautizado en miembro del pueblo de Dios.

La celebración eclesiástica del matrimonio se considera como mera bendición, que en los modernos libros litúrgicos reformados se concibe como refrendo eclesiástico de la unión matrimonial ya constituida.

Las Iglesias reformadas han subrayado en todo tiempo la santificación del cristiano como el verdadero objetivo de todas las acciones de la Iglesia y de todo su culto. Esta santificación se toma muy en serio en las Iglesias reformadas y se evidencia, por ejemplo, en el descanso dominical. Es la obra de Dios en el hombre, que le incita a un trabajo consciente consigo mismo. Según la doctrina reformada, el cristiano ha de orientar su posición en el mundo mirando a su santificación. Debe poder renunciar a todos los atractivos y exigencias mundanos, de modo que éstos no sean obstáculo para su santificación. De todo ha de servirse en forma tal que alcance la meta de la santificación.

En el ámbito de la Iglesia reformada de Francia han surgido recientemente diversas comunidades que tratan de hacer visible a los hombres de hoy la vigencia del Evangelio. Por ejemplo, la confraternidad de Taizé, que conduce a cristianos de todas las confesiones a una vida de servicio en común a Jesucristo y al mundo; la comunidad de Grandchamp en Suiza reúne a religiosas que persiguen la finalidad de Taizé. Análogos fines persigue la congregación femenina de Pomeirol en Francia. Todas esas asociaciones en el ámbito de la Iglesia reformada muestran la aparición de nuevas fuerzas que, más allá de los límites confesionales, congregan a los cristianos para una función de servicio y, con el elemento de la santificación y renovación del hombre, continúan las mejores tradiciones de las Iglesias reformadas. De este modo, con todo lo que representan y encarnan en forma visible, las Iglesias reformadas están convencidas de ocupar un lugar que ninguna otra Iglesia puede llenar.

BIBLIOGRAFIA: Niesel BS; Botschaft und Berichte der 17. Generalversammlung des RWB in Princeton 1954 (G 1955); Sao-Paulo-Dokumente. Berichte und Reden auf der 18. Generalversammlung des RWB Sao Paulo, bajo la dir. de F. Lüpsen (Witten 1959); P. Meinhold, Úkumenische Kirchenkunde (St 1962) 339 ss 631 (bibl.); J. Ch. Hoekendyk, Die Zukunft der Kirche und die Kirche der Zukunft (St - B 1964); W. Niesel, Gemeinschaft mit Christus (Mn 1964); J. R. Weerda, Nach Gottes Wort reformierte Kirche. Beitrage zu ihrer Geschichte und ihrem Recht (Mn 1964); Frankfurter Dokumente. Berichte und Re-den auf der 19. Generalversammlung des RWB in Frankfurt 1964, bajo la dir. de F. Lüpsen (Witten 1964); Bericht des GeneralsekretArs an die Mitgliedkirchen des RWB für das Jahr 1965 (G 1965); Der RWB (G 1965). — EKL III 534-544 (bibl.); Weltkirchenlexikon, bajo la dir. de F. Littell - H. H. Walz (St 1960) 1227 s; RGG3 V 884-896 (bibl.); LThK2 VIII 1082-1085 (bibl.).

Peter Meinhoid