FIDEÍSMO
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Como nota A. Lalande en su Vocabulaire technique et critique de la philosophie (París [91962] 348ss), f. es un término teológico que se aplica a la tendencia de ciertos autores a restringir el poder de la razón en el conocimiento del orden moral y religioso, particularmente en la demostración de la credibilidad de la fe (preámbulos de la -> fe). Como tendencia, el f. es propio de espíritus que reaccionan espontáneamente contra todo lo que consideran como una atenuación del carácter sobrenatural y gratuito de la fe. En este sentido, Montaigne, Pascal y Huet pudieron ser tachados de fideísmo.

Entre los reformados franceses (cf. MÉNÉGOZ, Publications diverses sur le fidéisme, 5 vols. [P 1900-1921], y A. SABATIER, Esquisse d'une philosophie de la religion [P 18971) este término significa la adhesión al contenido de la salvación por una fe enraizada en el sentimiento e independientemente de los enunciados doctrinales, que sólo tienen un valor simbólico. La tesis está formulada siguiendo a Kant, Schleiermacher, R.A. Lipsius, etc.

En el sentido corriente del término, el f. designa sobre todo un movimiento de ideas que se desarrolló en Francia a comienzos del siglo xix, en reacción contra el -> racionalismo y en estrecho enlace con el -> tradicionalismo de Bonald y Lamennais. Sus principales representantes son Ph.-O. Gerbet, L.E.M. Bautain y A. Bonnetty. El primero se expresó en su obra Des doctrines philosophiques dans leurs rapports avec les fondements de la théologie (P 1826), que recibió una fuerte réplica en el escrito polémico de Rozaven de Leisségues, titulado Examen d'un ouvrage intitulé: Des doctrines... (P 1831). El tercero desarrolló sus ideas en Annales de philosophie chrétienne, que él fundó en 1830 y dirigió hasta su muerte en 1879. Colaboró también con Gerbet y Salinis en los Annales de philosophie chrétienne, que ellos dirigían. Desde aquí Bonnetty dirigió sus ataques contra la escolástica, que él calificaba de racionalista. En 1855 tuvo que firmar cuatro proposiciones presentadas por la Congregación del índice, la más importante de las cuales suena así: «El uso de la razón precede a la fe y, a través de la revelación y la gracia, conduce al hombre a la fe» (Dz 1649-1652).

Pero el calificativo de fideísta se aplica sobre todo a L. Bautain (1796-1867), profesor de filosofía (1816), rector del seminario menor (1830) y decano de la facultad de letras de Estrasburgo (1838), doctor honoris causa en teología por la universidad de Tubinga a propuesta de J.A. Móhler, luego rector del colegio de Juilly (1840) y profesor de la Sorbona (1853). Discípulo de Cousin e influido por el estudio de Baader, Hegel, Schelling y Jacobi, en 1819 volvió a la fe católica de su infancia por influencia de una mística alsaciana, Mlle. Humann. Desde entonces, por reacción contra el racionalismo que lo había conducido al borde del escepticismo, enseña en sentido agustiniano que «la filosofía, estudio de la sabiduría, no es otra cosa que la religión». Tal es su tesis fundamental en L'enseignement de la philosophie en France au XIX° siécle (P 1833) y en su obra maestra La philosophie du Christianisme (P 1835).

Apeló a Roma contra una condenación de su obispo, Le Pappe de Trévern, y después de fructuosas conversaciones con teólogos romanos, señaladamente con G. Perrone (Cf. P. POUPARD, Journal romain de l'abbé Bautain [R 19641), el 26 de abril de 1844, a propuesta de la congregación de obispos, firmó una declaración en que rechazaba como erróneas estas dos proposiciones: La razón sola no puede demostrar la existencia de Dios; la razón no puede fundamentar los motivos de credibilidad de la fe cristiana (Dz 1622-1627; sobre este punto y sobre la significación de las declaraciones firmadas en 1834, 1835 y 1840, cf. P. PouPARD, Un essai de philosophie chrétienne au XIX* siécle, l'abbé Louis Bautain [P 1961]).

El concilio Vaticano i, en la constitución dogmática De fide catholica, de 24 de abril de 1870 (Dz 1781-1820), afirmó explícitamente que la razón tiene esta doble capacidad: la de conocer a Dios por sus fuerzas naturales y la de conocer los preámbulos de la fe. De hecho, por un menosprecio excesivo de las fuerzas de la razón y una formulación conceptual a menudo deficiente, los fideístas y Bautain en particular - con relación al cual, por lo demás, es más exacto hablar de una actitud que de un sistema fideísta - se sitúan en una perspectiva existencial, en que el alma recibe las disposiciones que la hacen capaz de percibir la luz de Dios y sus signos, en contraposición a una apologética más racional que exige necesariamente un estadio de preparación mediante una actividad discursiva. En lugar de montar el andamiaje de semejante edificio lógico, que la experiencia muestra inoperante, el f. insiste en las condiciones necesarias para recibir con fruto la palabra de Dios y, ante la ineficacia de las pruebas tradicionales, tiende a negar su valor intrínseco.

El fideísta, impresionado por la crítica kantiana de la razón, no distingue suficientemente entre el carácter inmediato de ciertos conocimientos naturales y la fe sobrenatural; y por su acentuación del conocimiento salvífico desconoce la posibilidad de un conocimiento puramente intelectual de Dios y olvida que conocer no es comprender, ni demostrar es convencer. Finalmente, exagera las consecuencias del pecado en la ->naturaleza caída, en que permanecen los puntos de apoyo necesarios para la gracia, para aquella gracia por la que el hombre es incorporado a la economía sobrenatural de salvación. Esa gracia no elimina la falta de seguridad que (en lo referente a las pruebas históricas) va inherente a todo testimonio humano, pero devuelve a la voluntad la conciencia de su capacidad de decisión en el terreno intelectual, a pesar de las duras consecuencias que su decisión pueda tener (cf. prólogo de la encíclica Humani generis, AAS 42 [19501561-562). Guiado por el afán legítimo de resaltar la originalidad de la certeza sobrenatural de la fe y el valor de la misma como acto libre, el f. excluye injustamente su carácter racional, que el magisterio eclesiástico recuerda constantemente; y además deja de ver las diferencias en la explicación del conocimiento de Dios y de la «fundamentación de la fe». Sin duda la fe no puede deducirse racionalmente, pero ella tiene su propia lógica, la «lógica del asentimiento racional y libre al misterio del cristianismo. La fe es la correspondencia conocida y libremente reconocida entre el sentido del mensaje del evangelio y la lógica de la existencia humana» (H. Bouillard). Cf. también acceso a la -> fe y preámbulos de la -> fe.

BIBLIOGRAFÍA: J. H. Newman, El asentimiento religioso (Herder Ba 1960); R. P. Laberthonniére, Essais de Philosophic religieuse (P 1903); E. le Roy, Dogme et critique (P 1907); H. Haldimann, Der F. (Pa 1907); R. P. Rousselot, Les yeux de la foi: RSR 1 (1910) 241-259 444-475; J: V. Bainvel: DAFC II 17-94; S. Harent: DThC VI 171-237; F. Hocedez, Histoire de la théologie au XIX° siécle, 3 vols. (Bru 1949-52); R. Aubert, El acto de fe (Herder Barcelona 1965); P. Poupard, Un essai de philosophic chrétienne au XIX' siécle, l'abbé Louis Bautain (P 1961); idem, Journal romain de l'abbé Bautain (R 1964); P. Grootens, Was Abbé L. Bautain een fidelst?: Bijdragen 25 (1964) 29-62; R. Aubert, Vatican I (P 1964); H. Bouillard, Logique de la foi (P 1964).

Paul Poupard