ESPINOSISMO
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Corriente de pensamiento que debe su nombre al pensador hebreo Baruch Spinoza (Benito Espinosa), nacido en Amsterdam el 24 de noviembre de 1632 y muerto en La Haya el 21 de febrero de 1677. En dicha corriente quedan unificados elementos de la filosofía judía, del -->neoplatonismo y del -+ cartesianismo. Núcleo central del e. es el sentido profundo de la unidad de lo real, que Espinosa refiere enteramente a una -->substancia única, entendida como Dios y naturaleza. Efectivamente, pensamiento y extensión no son substancias independientes, sino «atributos», maneras de considerar la substancia y, por ende, representan dos órdenes perfectamente paralelos de una misma realidad. Por la misma razón, entre los «modos» del pensamiento y los modos de la extensión, es decir, entre ideas y cosas, alma y cuerpo, no puede haber relación causal; ni unas ni otras tienen existencia propia fuera de la única substancia; ambas modalidades son determinaciones de ésta y sólo se distinguen entre sí por la manera de participar de ella. De esa unidad de la realidad, se deriva la manera de su conocimiento, y así todo es conocido more geometrico. De esta visión unitaria deriva también la concepción de las funciones del pensamiento y de la acción humana.

Por los sentidos y la imaginación al principio el hombre considera las cosas como substancias, cuando en verdad ellas no pueden ser independientes y sólo pueden tener su realidad en la única substancia. Pero luego él debe elevarse a través del conocimiento discursivo hasta el conocimiento intuitivo. En este último conocimiento, que es el supremo, el hombre aprehende lo verdadero, que es index su¡ et falsi. De ahí brotan necesariamente todas las ideas verdaderas. Pero este proceso, precisamente por el paralelismo entre pensamiento y extensión, no puede concebirse separado de una forma de ascensión moral, en que el hombre se desprende de su apego a las vanas apariencias y, a través de un riguroso - casi mecánico - dominio de los afectos, en una conducta guiada por la razón, se levanta al amor Dei intellectualis, en que halla su bien y su felicidad. Estas convicciones llevan a Espinosa e interpretar la revelación en términos prevalentemente ético-racionales, distinguiendo en la Biblia un núcleo de verdades connaturales al corazón y a la razón humana, de las creencias que sólo le parecen válidas para hombres incapaces aún de levantarse a una forma de vida más pura y más alta. Esta actitud de Espinosa, unida a su afirmación de la radical unidad de la substancia y a su polémica contra toda forma de finalidad en Dios y en la naturaleza, y contra toda concepción indeterminista de la libertad, explica que, desde el principio, el e. fuera considerado como ateísmo, de forma que, por un lado, fue centro de violentas controversias teológicas y, por otro, influyó en corrientes religiosas de tendencia naturalista y racionalista.

Así se dan interesantes discusiones sobre el e. en Holanda (Kuyper, Bredenburg, etc.), en Francia (Lamy, Jacquelot, Boulainvillier, etc.), en Inglaterra (Cudworth, More, Toland, Clarke, Ramsay, etc. ). Sobre todo desde el famoso trabajo de Bayle (1697), se difunde por toda Europa la interpretación de Espinosa como «ateo sistemático». Con ello se provoca, sin pretenderlo, una profundización cada vez mayor del e. la cual culminó en el «renacimiento espinosista» en Alemania durante los últimos decenios del siglo xviii. Ya Leibniz le dedicó toda su atención, Wolff lo investigó críticamente, y Lessing, sobre todo hacia el final de su vida, por motivos teológicos se declaró «espinosista». Pero fue especialmente el período del Sturm und Drang y del primer romanticismo el que recibió con entusiasmo los motivos naturalistas del e. Y no es tanto la letra del sistema espinosista lo que atrae a hombres como Herder y Goethe, los cuales tienden a unirlo con ideas de Leibniz y del neoplatonismo, cuanto el sentido profundo de la unidad de lo real afirmada por Espinosa. Esa unidad les mueve a considerar las formas de la naturaleza, lo mismo que las de la historia (entendidas positivamente y no a manera de simples «modos»), como manifestaciones de una fuerza originaria que tiende a formas de vida cada vez más altas. La acusación de ateísmo, lanzada contra Espinosa por su crítica al teísmo, incitó a los jóvenes teólogos a buscar un concepto de Dios menos antropomorfo y más concorde con las tendencias naturalistas a idealistas que se iban imponiendo (cuyos representantes principales eran: Hólderlin, Schelling, Schleiermacher). E incluso los pensadores que de ningún modo querían proclamarse espinosistas y - como, p. ej., Jacobi - rechazaban la dirección estrictamente determinista y mecanicista, consideraban el e. como una de las más amplias y claras formulaciones del pensamiento filosófico, con relación a la cual toda filosofía debía adoptar una posición (y así lo hicieron Jacobi mismo, Fichte, Hegel, etc.).

El e. permanece así como un jalón esencial del moderno pensamiento filosófico y teológico. En los últimos 150 años ha perdido, ciertamente la importancia que tenía en la época de Goethe, y la ha perdido sobre todo en el campo religioso, donde se armoniza mal con las más recientes tendencias de inspiración dialéctica o existencialista o decididamente teísta. Pero, frente a esa motivación preferentemente «subjetiva» del pensamiento actual, en el e. está representado bajo una determinada forma el interés de la objetividad, que un pensamiento orientado por principio «antropocéntricamente» debe asumir para su plena legitimación.

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Valerio Verra