G) NEOSCOLASTICA

A veces se entiende por n. la renovación de la escolástica en el siglo xvi (escolástica del barroco), que tuvo en Suárez su representante más eminente, pero perdió fuerza hacia fines del siglo xvii. Aquí se entiende por n. el movimiento que, retornando conscientemente a Tomás, Buenaventura, Duns Escoto o Suárez, trata de explicar en el siglo xix la filosofía y teología con método escolástico, se extiende hasta la mitad del siglo xx y determina decisivamente la filosofía y teología de la actualidad en el campo católico.

1. Presupuestos históricos. La escolástica había desaparecido casi completamente en la teología y sobre todo en la filosofía del siglo xviii, a excepción de algunos centros suaristas en España e Italia. O se diluyó en el racionalismo moderno o perdió su contacto con la vida del espíritu al convertirse en asunto puramente interno de escuelas superiores religiosas y de seminarios. Ensayos llevados a cabo en Francia, Italia y Alemania desde comienzos del siglo xix de fecundar la teología católica en polémica con Kant y el idealismo alemán (Lamennais, Bautain, Gioberti, Rosmini, Hermes, Günther), se estrellaron ante la condenación eclesiastica.

La razón se vio posteriormente en que la doctrina eclesiástica y las tesis filosóficas de importancia para ella no pueden explicarse convenientemente si no se mantiene vivo un conocimiento intensivo de la tradición filosófica y teológica de la escolástica, la cual, efectivamente, determinó de manera decisiva la formulación de la doctrina eclesiástica y es, por tanto, indispensable para su inteligencia.

2. Comienzos de la renovación. La reanudación de la tradición, que se había roto en la época de la ilustración, tuvo lugar primeramente en Italia, donde algunos estudios de la generación anterior habían mantenido un contacto vivo con la tradición, contacto que repercutió en el canónigo V. Buzzetti (17771824), así como en Serafino Sordi S.I. (17931865) y su hermano D. Sordi, M. Liberatore (1810-92), C. Sanseverino (1811-65), el cardenal T. Zifiliari O.P. (1833-93) y Dom Palmieri (1829-1909). En España descollaron sobre todo J. Balmes (1810-48) y el cardenal Z. González y Díaz Tuñón O.P. (1831-94), en Francia Domet de Vorges (1829-1910), en Alemania J. Kleutgen S.I. (1811-83) y A. Stbkl (1823-95), y en Austria K. Werner (1821-88). Hacia 1860 la renovación estaba ya tan adelantada que aparecieron de nuevo en la teología escolástica obras de alto valor, como los primeros trabajos de Franzelin y Scheeben.

3. Recomendación pontificia. El movimiento recibió un poderoso impulso por la encíclica de León xiii, Aeterni Patris, del 4-8-1879, que trata de los temas, fuentes y métodos de la filosofía y de su relación con la revelación, y recomienda resueltamente la doctrina de Tomás como norma para la enseñanza. Cuando en 1917 apareció el nuevo código de derecho canónico, el canon 1365 5 1 exigió para todos los estudiantes de teología un estudio previo de dos años de filosofía, que según el canon 1366 $ 2 debía hacerse «según los principios, el método y la doctrina del doctor Angélico». Por esta razón, la n. se llama a veces también simplemente neotomismo. Sin embargo, no por eso deben disimularse las diferencias de opinión en las distintas escuelas católicas. Así lo pusieron también de manifiesto sobre todo las discusiones hacia 1914 de las 24 tesis aprobadas por la congregación de estudios, en que se quisieron resumir los puntos esenciales del tomismo. Aun cuando estas tesis sean tuta norma directiva, no deben excluirse opiniones divergentes de otras escuelas, pues no se trata inmediatamente de la verdad de las tesis, sino de su compatibilidad con la fe. La recomendación de la escolástica y de Tomás prosigue también en la encíclica Studiorum ducem (29-6-1923), en la constitución apostólica Deus scientiarum Dominus (24-5-1931) de Pío xi, en la encíclica Humani generis (12-8-1950) de Pío xii, e incluso, el concilio Vaticano ii (decreto sobre la formación de los presbíteros n.- 16), donde, sin embargo, se ponen también de relieve otros puntos de vista importantes, sobre todo la base bíblica de la teología.

4. Carácter institucional. En el curso del crecimiento de la n. se llegó a renovar y organizar según su línea de pensamiento una serie de centros de estudio que han logrado gran influjo: las universidades pontificias o escuelas superiores en Roma: Gregoriana (S.I.), Angelicum (O.P.), Anselmianum (O.S.B.), Antonianum (O.F.M.), Athenaeum Urbanum (Congregación de Propaganda), universidades católicas: Milán, Friburgo (Suiza), Lovaina, Nimega, Washington DC, Ottawa (Canadá), St. Louis. Con la misma orientación se crearon los siguientes institutos: el Instituto católico de París, el Instituto de filosofía cristiana de Innsbruck, el Instituto de investigación OFM de Quaracchi, el Instituto de estudios medievales de Toronto y las distintas escuelas superiores y facultades de las órdenes religiosas (p. ej., Le Saulchoir [O.P.] o también Valkenburg, posteriormente colegio Berchmanns, junto a Munich [S.1.1). La producción literaria de la n. ha quedado consignada en multitud de publicaciones. Muchas de las instituciones mentadas han publicado y publican revistas propias, obras y manuales de teología y filosofía.

5. Investigación histórica. El movimiento de renovación promovió una investigación histórica de la vida espiritual del medioevo en su dimensión literaria e intelectual, la cual pronto alcanzó grandes proporciones, abriendo la edad media (antes prácticamente desconocida), para los estudios filosóficos y teológicos, y realizando así una aportación sin duda permanente, que ha sido universalmente reconocida. En el contexto de este trabajo de investigación se comenzaron grandes proyectos de ediciones. En la investigación histórica de la escolástica han descollado H. Denífle (1844-1905), D. De Wulf, el cardenal F. Ehrle, G. v. Hertling, C. Baeumker, P. Mandonnet, M. Grabmann, É. Gilson, F. Pelster, M. Landgraf, H. Meyer, F. van Steenberghen. De las series de publicaciones sobre la materia citemos solamente: Beitrage zur Philosophie des Mittelalters y Archives d'histoire doctrinale ct littéraire du moyen áge. En las investigaciones históricas apareció también más claramente por qué le conviene a Tomás una posición tan central: en él confluyen efectivamente las corrientes de la tradición platónica, agustiniana y patrística con las ideas aristotélicas, para formar una síntesis cristiana que como tal en lo sucesivo tuvo gran influjo en la teología y las formulaciones de la doctrina eclesiástica.

6. Nova et Vetera. El retorno a la escolástica no pretendía ser una mera repetición de viejas tesis. El conocimiento más exacto de la escolástica había de enriquecer y reavivar la inteligencia de los problemas filosóficos y teológicos, de manera que fuera posible una toma de posición cristiana ante los temas de la filosofía y de las ciencias modernas, la cual no dejara de lado los presupuestos para la inteligencia de la doctrina eclesiástica. Bajo este aspecto adquirió significación programática la fundación del «Institut Supérieur de Philosophie» en Lovaina, por obra del futuro cardenal D. Mercier (1851-1926). Se aspiraba cada vez más a incorporar la riqueza de las ciencias empíricas a las correspondientes disciplinas filosóficas. Mercier mismo descolló aquí en el terreno de la psicología, y con él A. Gemelli, J. Geyser, J. Fr6bes y J. Lindworsky; en la filosofía de la naturaleza sobresalieron T. Pesch (1836-99), con su obra Die grossen Weltrütsel, E. Wasmann, P. Hoenen, J. Maritain, A. Mitterer. Precisamente en la discusión con la ciencia empírica se trató por de pronto de interpretar sus resultados partiendo de las categorías ontológicas de la filosofía escolástica. Esto condujo a elaborar el contraste entre la imagen del mundo que subyace en la escolástica y la imagen moderna del mismo. A esta tarea se consagró particularmente la investigación sobre el Aquinate desde el punto de vista de su imagen del mundo, investigación que fue iniciada por A. Mitterer (1887-1966). En ella se puso de manifiesto cómo muchas opiniones filosóficas y teológicas de Tomás estaban relacionadas con su imagen del mundo. Juntamente con las disputas motivadas por las oposiciones de cada escuela y con las investigaciones históricas, estos estudios sirvieron para una visión más diferenciada y una estimación crítica de las doctrinas escolásticas e igualmente para delimitar ciertos factores condicionados por el tiempo, los cuales han tenido su repercusión incluso en. las formulaciones de la doctrina eclesiástica. Esto apuntaba ya hacia los problemas hermenéuticos de los tiempos actuales (->hermenéutica).

Otra toma de posición ante las ciencias experimentales se debió a la crítica francesa de la ciencia y a las investigaciones de P. Duhem sobre la historia de la ciencia. En la preparación de este campo también intervino particularmente J. Maritain. Aquí se pone de relieve la diferencia metódica entre la explicación filosófica y la científica, y se defiende una independencia relativa de ambos métodos. Esta concepción halló un apoyo en el desarrollo de la teoría de la relatividad, de la física atómica y de las teorías de la ciencia ligadas a los descubrimientos en ese campo. Así pudo verse mejor la peculiaridad de los contenidos de la metafísica y de la filosofía escolástica de la naturaleza que no dependen de la imagen del mundo y son considerados como esenciales.

7. La neoscolástica y la filosofía actual. La polémica con la filosofía contemporánea tuvo inicialmente un matiz apologético. Hasta el siglo xx no se inició una reflexión profunda sobre la verdadera índole de la filosofía moderna. Después de una fase en que se amplió el legado escolástico con problemas de fecha más reciente - uno de los cuales fue el de la epistemología-, se intentó explicar de nuevo los contenidos esenciales de la tradición a base de los problemas y métodos modernos. Importante fue aquí, junto con P. Rousselot S.I., el belga J. Maréchal S.I. (1878-1944). En confrontación con Kant y el idealismo alemán, Maréchal ha tratado de interpretar de nuevo la metafísica escolástica partiendo de la filosofía transcendental. De este modo los contenidos esenciales y justificados de la tradición escolástica han podido entenderse y explicarse como respuestas a problemas modernos, lo cual ha hecho realmente posible un diálogo fecundo con otras tendencias filosóficas. Este punto de partida ha sido adoptado también por A. Grégoire, J. Defever, G. Isaye, A. Marc, etc., y dentro de Alemania, en diálogo con Heidegger, por J.B. Lotz, W. Brugger, E. Coreth y sobre todo por K. Rahner, que ha hecho un uso muy fecundo de este método en la teología. Una programa semejante ha desarrollado B.J.F. Lonergan.

Este procedimiento no puede entenderse simplemente como recepción de un tema particular dentro de un sistema previamente dado, sino que debe interpretarse como nuevo proyecto de sistematización, que, sin embargo, sólo ha sido posible por lo elaborado histórica y sistemáticamente en la n. De ahí que este y otros movimientos semejantes sean entendidos como fin y a la vez como consumación de la n. En efecto, la discusión fecunda con el pensamiento contemporáneo, para la que a comienzos del siglo xix faltaba la relación viva con la tradición, se ha hecho posible ahora por el cultivo de esa relación. Un signo de la extinción de la n. en sentido estricto es, p. ej., la disminución del número de manuales en forma escolástica. A éstos ha sucedido una oleada de monografías, de exposiciones y aportaciones independientes. Sin embargo, ese desarrollo de una filosofía y una teología que se sienten obligadas a los problemas actuales, no debe perder el contacto con la tradición, si no quiere exponerse a la misma debilidad que hubo de contrarrestar la n. en el siglo xlx.

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Otto Muck