CONCIENCIA, EXAMEN DE
SaMun


El tema del e. de c. es ante todo una reflexión sobre el hecho de que el hombre es un ser moral y responsable por su acción. Como camino hacia el conocimiento de sí mismo de cara a la perfección personal (fin del -->hombre), el e. de c. corresponde a una disposición natural del hombre. Por eso encontramos formas de e. de c. en todos los estadios de la evolución humana y en todas las grandes religiones no cristianas, e incluso en algunas escuelas filosóficas, que se sirven de él como medio para la -> autoeducación (en educación) y la -> psicoterapia.

En armonía con el mensaje moral del NT, el e. de c. ha hallado en la práctica espiritual del cristianismo su modalidad más perfecta y su máximo fin. La espiritualidad cristiana ha desarrollado un método por el que el e. de c. se realiza en una atmósfera de recogimiento, de presencia de Dios y de oración. La forma más conocida y difundida de este método es la que hallamos en los «ejercicios espirituales» de san Ignacio (n°. 24-43). Siguiendo una antigua tradición cristiana, él recomienda un examen general de c. y otro particular, el último de cara a puntos especiales que son de importancia para la vida espiritual de un hombre determinado. Según la opinión de algunos teólogos, sobre todo este esquematismo ha conducido a una repulsa o por lo menos a una oposición frente a la práctica del e. de c.

El fin del e. de c. no es el conocimiento de sí mismo como meta última. En el e. de c., bajo la luz de la gracia, el hombre se sitúa con su pecado y culpa ante la faz de Dios, para conocerse y aceptarse a si mismo con humildad y veracidad, y para implorar de la -->misericordia divina en un clima de -->penitencia el perdón de los pecados. El e. de c. es un presupuesto para la confesión de los pecados (sacramento de la --> penitencia); y la tradición eclesiástica, así como los maestros de la vida espiritual lo recomiendan como ejercicio cotidiano. Esta recomendación vale para todos, pero especialmente para aquellos que por razón de su oficio deben dar testimonio en la Iglesia (cf. CIC can. 125 n. 2 y el motu proprio de Juan xxiii, Rubricarum instructum; cf. además Dz 92, 543, 547, 606, 618, 638).

El e. de c. nos estimula a vivir tal como corresponde a la acción gratuita de la --> redención en Cristo. Como toda santificación es obra de la gracia, en el e. de c. el hombre se esfuerza por descubrir los obstáculos que se oponen a la gracia, para tomar decisiones en orden a la remoción de esos obstáculos. Así el e. de c. es un esfuerzo incesante por la -> metanoia (cf. también --> conversión). El cristiano que lo repite con frecuencia consigue una mayor interioridad en su vida espiritual, adquiere conciencia de su estado espiritual y, gracias a su corazón vigilante, alcanza una mayor apertura y disposición con relación a la gracia. En hombres miedosos y escrupulosos, el e. de c. puede provocar tanto una mayor inquietud como una intensificación de sus enfermizos estados anímicos (-> dirección espiritual).

Jesús María Granero