CARLOS MESTERS oc
LA PRACTICA LIBERADORA
DE JESÚS
Contenido:
1. Jesús se presenta con su mensaje
al pueblo
2. Jesús se coloca al lado de los
excluidos del sistema
3. Jesús niega y combate las
divisiones creadas por los hombres
4. Jesús combate los males que dañan
la vida humana
5. Jesús desenmascara la falsedad de
los grandes
6. Jesús propone un nuevo orden
7. Obediente hasta la muerte, Jesús
revela el rostro del Padre
No se puede pedir al Evangelio lo que
él no puede dar. En los tiempos de Jesús no había fábricas de coches, ni
organización de sindicatos. No había buses, ni tantas otras cosas que existen
hoy. El Evangelio no tiene una receta para resolver todos los problemas
existentes.
Pero en el tiempo de Jesús
ciertamente existían:
• Gente explotada por un sistema
injusto.
• Desempleo creciente.
• Empobrecimiento y endeudamiento
creciente.
• Acaparamiento de tierras y
creciente número de campesinos sin tierras.
• Ricos poderosos a los que no les
importaba la pobreza de sus hermanos.
• Tensiones y conflictos sociales.
• Represión sangrienta que mataba
sin piedad.
• Clases altas comprometidas con los
romanos en la explotación del pueblo.
• La religión oficial era ambigua y
opresora.
• Una piedad confusa y resistente de
los pobres.
1. Jesús se presenta con su Mensaje
al pueblo
Después de treinta años (Lc. 3,22)
de vida escondida en Nazaret, Jesús se presenta al pueblo con su mensaje (Lc.
4,18). En Nazaret, El ha convivido largos años (Lc. 2,51-52) con los campesinos
de Galilea, explotados por el sistema de los impuestos heredados de los persas y
de los griegos y por el latifundio creado por los romanos.
El era carpintero (Mc. 6,3). Mientras
crecía (Lc. 2,40) en sabiduría, edad y estatura delante de Dios y de los
hombres, presenciaba las explosiones de violencia tan numerosas entonces en
Galilea, la progresiva organización de los guerrilleros zelotes, la
transferencia de la capital de su región a Tiberíades, las tentativas
infructuosas de los romanos para reducir a la obediencia al pueblo rebelde de
Galilea.
Veía cómo los escribas y fariseos
reunían y organizaban al pueblo en torno a las sinagogas, enseñándoles la
tradición de los antiguos (Mc. 7,1-5), dándoles fuerza para resistir, preparándolos
para la próxima venida del Mesías, aguardada por todos como inminente. Veía
también cómo ellos, en lugar de enseñar la ley de Dios y mostrar el rostro
verdadero del Padre, los escondían tras una cortina espesa de normas y
obligaciones que hacían imposible la observancia de la ley para los pobres (Mc.
7,6-13). Estos se veían condenados por sus líderes como ignorantes (Jn 7,49) y
pecadores. Se les decía que eran malditos de Dios y que el Reino de Dios no era
para ellos.
Veía también Jesús la piedad
confusa y resistente de los pobres, tan bien expresada en el cántico de María
(Lc. 1,46-55) y en la esperanza difusa de un nuevo éxodo. Los pobres esperaban
que llegase el tiempo de la liberación prometida desde los tiempos antiguos (Lc,
1,71-73).
Creciendo en medio de esta realidad
conflictiva de explotación económica, de explosiones sociales, de desintegración
creciente de las instituciones, de explosiones mesiánicas, Jesús, unido al
Padre, se convierte en alumno de los acontecimientos, descubre dentro de ellos
la llegada de la hora de Dios y anuncia al pueblo: "El plazo se ha vencido.
El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Nueva" (Mc.
1,15).
Jesús presenta su programa de
predicación del Reino en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor
está sobre mí: el Señor me consagró por su Espíritu. Me envió a traer la
Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y devolver la
luz a los ciegos; a despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la
gracia del Señor" (Lc. 4,18-19).
Según el evangelio de Marcos la Buena
Nueva del Reino anunciada por Jesús tiene como primer efecto reunir a las
personas en torno a Jesús y entre sí, esto es, la formación de comunidades
(Mc. 1,16-20). El segundo efecto es hacer nacer conciencia crítica en el pueblo
oprimido frente a sus líderes (Mc. 1,21-22). El tercer efecto es combatir el
poder del mal, expulsarlo, y así liberar al hombre (Mc. 1,23-28). El cuarto es
restaurar y salvar la vida del pueblo para el servicio (Mc. 1,29-34). El quinto
efecto es permanecer unido a la raíz que es el Padre, a través de la oración
(Mc. 1,35). El sexto es mantener la conciencia de la misión y no encerrarse en
los resultados obtenidos (Mc. 1,36-39). El séptimo resultado es liberar y
reintegrar en la sociedad a los marginados ((Mc. 1,40-45).
Jesús se presenta como el que viene a
realizar las esperanzas del pueblo fomentadas y alimentadas, a lo largo de los
siglos, por los profetas. El se presenta como el Mesías-Siervo anunciado por
Isaías (Is 42,1-9; 61,1-2). Propone la realización del Año del Jubileo, es
decir, "el año de gracia del Señor". El Año del Jubileo ya intentó
realizarlo Nehemías (ver Neh 5). Se trata de la tentativa de reorganizar todas
las cosas, especialmente la repartición de la tierra, de modo que el pueblo
pueda recomenzar de nuevo y realizar la Alianza con Dios, que había sido rota
por la infidelidad (ver Lev 25).
2. Jesús se coloca del lado de los
excluidos del sistema
Jesús convive, la mayor parte de su
tiempo, con los que no tenían lugar dentro del sistema social existente en su
época. Veámoslo:
• Prostitutas: son preferidas a los
fariseos (Mt. 21,31-32; Lc 7,37-50).
• Publicanos: tienen preferencia
sobre los escribas (Lc. 18,9-14; 19,1-10; Mc. 2,14).
• Leprosos: son acogidos y sanados (Mt.
8,2-3; 11,5; Lc. 17,12) y los sacerdotes son obligados a darles comprobante de
su purificación (Lc. 17,14; Mc 1,44; Mt. 8,2-4).
• Enfermos: son curados aun en día
sábado, en contra de las costumbres de entonces (Mc. 3,1-5; Lc. 14,1-6;
13,10-13).
• Mujeres: forman parte del grupo
que acompaña a Jesús (Lc. 8,1-3; 23,40-55).
• Niños: son presentados como
profesores de adultos (Mt. 18,1-4; 19,13-15; Lc. 9,47-48).
• El pueblo sencillo: entiende el
misterio del Reino mejor que los sabios prudentes (Mt. 11,25-26).
• Los samaritanos, considerados
enemigos políticos y religiosos: son presentados como modelo a los judíos (Lc.
10-33; 17,16).
• Los hambrientos: son acogidos como
rebaño sin pastor (Mc. 6,34; Mt. 9,36; 15,32). Les da de comer (Jn 6,5-11) y
anima en ellos la solidaridad de compartir (Jn 6,9).
• Los ciegos: les devuelve la vista
(Mc 8,22-26; 10,46-52; Jn 9,6-7). En cambio, los fariseos son declarados ciegos
(Mt. 23,16).
• Los rengos: su curación es señal
de que Jesús puede perdonar pecados sin blasfemar (Mc. 2,1-12).
• Los poseídos: la expulsión de
los demonios es señal de que llegó el Reino de Dios (Lc. 11,14-20).
• La adúltera: es acogida y
defendida en contra de la ley y de la tradición (Jn. 8,2-11).
• La anciana: es defendida dentro de
la sinagoga contra el coordinador de la sinagoga (Lc. 13,10-13).
• Los extranjeros: son acogidos y
atendidos (Lc. 7,2-10). Una cananea hasta consigue
cambiar los planes de Jesús (Mt. 15,22).
• Los pobres: dice que el Reino de
Dios es de ellos (Mt. 5,3; Lc. 6,20) y no de los ricos (Lc. 6,24).
• Los mendigos: en la parábola,
ellos reciben la vida eterna y el rico Epulón va al infierno (Lc. 16,19-31).
• Los pescadores: los llama para que
sean sus discípulos (Mc. 1,16-20), pero no llama a ningún doctor de la ley.
• Un ladrón: es condenado por el
sistema y Jesús lo recibe en su Reino (Lc. 23,40-43).
• Guerrilleros zelotes: algunos de
ellos están en el grupo de Jesús (Mt. 10,4; Mc 3,18).
Estas actitudes concretas de Jesús
presentan un peligro muy grande para el sistema de los judíos, pues Jesús
acoge a los "inmorales" (prostitutas y pecadores), a los
"marginados" (leprosos y enfermos), a "herejes" (samaritanos
y paganos), a los "colaboradores" (publicanos y soldados), a los débiles
y los pobres, que no tienen poder ni saber. ¡Los que no tienen
"lugar", reciben un "lugar"! ¡Y los que tienen un
"lugar" en la convivencia social, no reciben un "lugar" en
la convivencia con Jesús!
La opción de Jesús es muy clara.
También la invitación es clara: no es posible ser amigo de Jesús y continuar
apoyando al sistema que margina a tanta gente. Algunos lo entendieron así y
respondieron afirmativamente:
• Nicodemo (Jn 3,1-2), que defendió
a Jesús ante el tribunal (Jn. 7,50-52), pero fue injuriado y corrió el riesgo
de ser expulsado (Jn. 19,39).
• José de Arimatea, que tuvo el
coraje de pedir el cuerpo de Jesús para enterrarlo (Mt. 25,57-60), pero fue
acusado de ir en contra de los romanos y contra los jefes judíos.
• Zaqueo, que dio la mitad de sus
bienes a los pobres y devolvió cuatro veces lo que había robado Lc. 19,1-10).
El pueblo de los pobres rápidamente
recibió la novedad, acogió a Jesús y dijo: ¡Esta sí que es una nueva enseñanza
dicha con firmeza, (Mc. 1,27) del todo diferente a la de los escribas y
fariseos! (Mc. 1,22). Y se fueron detrás de Jesús (Mt. 14,13-14), olvidándolo
todo: casa, comida, hijos... Hasta llegaron tras de El a un desierto (Mc.
6,35-36), sin comida, casi desfallecidos (Mc 8,1-3). ¡Para el pueblo hambriento
y pobre Jesús era una figura sumamente atrayente y simpática!
3. Jesús niega y combate las
divisiones creadas por los hombres
Las divisiones y conflictos existentes
en aquel tiempo venían de las relaciones de producción, de raza y de la religión.
Todo mezclado. Todas ellas contradecían la voluntad del Padre, ya que por su
medio mucha gente era marginada, dejada de lado, sin esperanza de poder obtener
una vida mejor. Y muchas veces esta situación era justificada y legitimada en
nombre de Dios, a través de una interpretación equivocada de la Biblia.
Jesús denuncia todas estas divisiones
y las combate a través de actitudes bien concretas:
• La división entre el prójimo y
el no-prójimo, ya no depende sólo de la raza, ni de observaciones exteriores,
sino de la disposición que tiene cada uno de aproximarse al otro, sea quien sea
(Lc. 10,29-37).
• La división entre pagano y judío:
Jesús entra en casa de un centurión romano (Lc. 7,6) y atiende el pedido de
una cananea (Mt. 15,28).
• La división entre obras santas y
profanas es redimensionada (oración: Mt. 6,5-8; ayuno: Mt. 6,16-18; limosna: Mt
6,1-14).
• La división entre puro e impuro:
Jesús cuestiona toda la legislación de la pureza legal (Mt. 23,23; Mc.
7,13,23) y llega hasta a ridiculizarla (Mt. 23,24).
• La división entre tiempo sagrado
y profano: Coloca el sábado al servicio del hombre (Mt. 12,1-12; Mc. 2,27; Jn.
7,23-24).
• La división entre lugar sagrado y
profano: Dice que Dios puede ser adorado no
sólo en el templo, sino en cualquier lugar, mientras sea en espíritu y en
verdad (Jn. 4,21-24; Mc. 11,15-17; 13,2; Jn. 2,19).
• La división entre pobres y
explotadores: denuncia a los explotadores que se hacen llamar bienhechores del
pueblo (Lc. 20,46-47; Lc. 22,25), y derriba las mesas de los cambistas a quienes
llama ladrones (Mc 11,15-17; Mt. 21,12-17).
Actuando así, Jesús sacude y
relativiza los pilares del sistema judío: observancia del sábado, sacralidad
del templo, las obras santas como ayuno, oración y limosna, la ley de la pureza
legal (Mt 23,25-28), la práctica de la justicia hecha por los fariseos (Mt
5,20), la propia ley de Moisés (Mt 5,17.21.27.31.33.38). Jesús denuncia la
tentativa de llegar a Dios a través del propio esfuerzo y del propio mérito:
"somos siervos inútiles" (Lc. 17,10). De este modo, libera al pueblo
de la tiranía de la ley, de la tiranía de los intérpretes de la ley, de la
tiranía de los que, en nombre de su mayor saber, imponían pesadas cargar al
pueblo ignorante (Mt. 23,4).
4. Jesús combate los males que dañan
la vida humana
"Yo vine para que todos tengan
vida y la tengan en abundancia" (Jn. 10,10). Actuando contra el sistema de
los judíos, el objetivo de Jesús no es sólo invertir la situación. Su
objetivo es liberar la vida reprimida y oprimida, vida creada por Dios a su
imagen y semejanza.
Por eso Jesús lucha contra todos los
males que dañan la vida y contra todas las formas de opresión que impiden la
abundancia de la vida:
• Contra el hambre: alimenta a los
hambrientos (Mc. 6,30-44; 8,1-10).
• Contra la enfermedad y la
tristeza: cura a los enfermos (Mt. 4,28; 8,16-17) y da poder para sanarlos (Lc.
10,8; Mc. 6,13; 16,18; Mt. 10,1-8).
• Contra los males de la naturaleza:
calma los vientos y las tempestades (Mc. 4,35-40; 8,23-27).
• Contra los demonios y malos espíritus:
los expulsa (Mc. 1,23-27; Lc. 4,13), no les deja hablar (Mc. 1,34) y los
enfrenta en la hora de las tinieblas (Lc. 22,53).
• Contra la ignorancia: enseña al
pueblo (Mt. 9,35) y lo hace tomar conciencia crítica frente a la realidad y
frente a sus líderes (Mc. 1,22).
• Contra el abandono y la soledad:
acoge a todo tipo de personas y jamás las margina (Mt. 9,36; 11,28-30).
• Contra el intelectualismo opresor:
denuncia a los fariseos y escribas legalistas que destruyen el objetivo de la
tradición (Mt. 23,13-15).
• Contra las leyes que oprimen al
hombre e impiden su crecimiento: coloca al hombre como objetivo y fin de todas
las leyes (Mt 12,1-5; Mc 2,23-28).
• Contra la opresión: acoge al
pueblo oprimido (Mt. 11,28-30) y denuncia a los opresores que se hacen pasar por
benefactores de la nación (c. 22,25).
• Contra el miedo: se presenta con
el mensaje de "no tengan miedo" (Mt. 28,10; Mc. 6,50).
Jesús retoma el Proyecto del Creador
"Pero no es ésa la ley del comienzo" (Mt. 19,8). Dios creó la vida
para ser bendita (Gén. 1,28) y no maldita. Donde la vida no tiene condiciones
de ser bendita y abundante, ahí Jesús se compadece y actúa. Por eso se
compadece del pueblo abandonado y marginado, sin dirigentes que lo condujeran y
orientaran (Mt. 9,36-38). Una de las preocupaciones principales debe ser la de
pedir a Dios que mande trabajadores a sus trigales (Mt. 9,38), o sea, ¡líderes
que puedan dirigir y conducir al pueblo a su verdadero destino!
Por eso, entre los males combatidos
por Jesús están también los falsos líderes de su tiempo, que desviaban al
pueblo de su camino. Entre ellos se encontraban representantes del poder económico,
del poder político y del poder religioso.
5. Jesús desenmascara la falsedad de
los grandes
Repasemos algunas actitudes que Jesús
tomó con relación a los representantes del poder económico, o sea, con relación
a los ricos y a la riqueza:
• "Es más fácil para un
camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el Reino de
Dios" (Mc. 10,25; Lc. 18,24-27).
• En la parábola del hombre que
construyó grandes almacenes, denuncia duramente la acumulación de bienes (Mt
6,19): "Necio, esta noche vas a morir" (Lc. 12,20).
• Epulón es condenado porque,
teniendo para banquetear, ni se enteró que un pobre deseaba las migajas que caían
de su mesa (Lc. 16,19-31).
• No cree mucho en la transformación
de los ricos, pues le dice a Epulón: "Si no creen en Moisés y en los
profetas, tampoco van a creer si
alguien resucita de entre los muertos" (Lc. 16,31).
• Denuncia la hipocresía de los
fariseos que se presentan como cumplidores de la ley y al mismo tiempo son
amigos del dinero (Lc 16,14) y roban las casas de las viudas (Lc. 20,47).
• Derriba las mesas de los cambistas
en el templo y los llama ladrones (Lc. 19,46).
• "Ay de los ricos, pues ya
recibieron su recompensa" (Lc. 6,24).
• Prefiere la ofrenda de la viuda a
las grandes limosnas de los ricos (Lc 21,1-4).
• El no tiene nada (Lc. 9,58) y pide
lo mismo de sus discípulos (Lc. 12,33): tienen que dejarlo todo para poder
seguirle (Mc. 10,21-22; Lc. 14,33).
• En el grupo de Jesús la posesión
de los bienes es comunitaria: el dinero lo tienen en común (Jn. 13,29; 12,6).
• Dice claramente que no es posible
servir a dos señores, a Dios y al dinero (Mt. 6,24).
Algunas actitudes que Jesús tomó con
relación a los representantes del poder político, es decir, con relación al
poder y a los poderosos de aquel tiempo:
• El no frecuenta las casas de los
poderosos, pues gente de ropa fina sólo se encuentra en los palacios (Mt.
11,8).
• Cuestiona y critica el ejercicio
del poder en la sociedad y pide que el poder sea ejercido como un servicio (Jn
13,14-15; Mt. 23,11; 18,14).
• Trata a Herodes de
"Zorra" (Lc. 13,32), y cuando es conducido ante él en la hora del
juicio no le dice una sola palabra (Lc. 23,9).
• Le responde con claridad a Pilato:
"Tú no tendrías ningún poder sobre mí, si no lo hubieras recibido de lo
alto" (Jn. 19,11).
• Enfrenta al soldado que lo golpea:
"Si he hablado mal, muéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué
me golpeas?" (Jn. 18,23).
• El mismo, siendo Señor y Maestro,
se hace siervo de sus discípulos y pide que ellos hagan lo mismo (Jn.
13,13-16).
• Cuando lo juzgan es considerado
mal pagador de impuestos (Lc. 23,2).
• En el mismo juicio es considerado
subversivo, que anduvo alborotando al pueblo de Galilea (Lc. 23,5).
• Cuando es perseguido por la policía
en Jerusalén, huye y se esconde (Jn. 8,59; 11,8.53-54).
• Previene a sus discípulos:
"A ustedes los arrastrarán ante las autoridades, y los azotarán..."
(Mt. 10,17-22). "Viene la hora en que cualquiera que los mate creerá estar
sirviendo a Dios" (Jn 16,2).
Algunas actitudes que Jesús tomó con
relación a los representantes del poder religioso, es decir, con relación a
los sacerdotes, fariseos y escribas:
• Los acusa de hipócritas:
"Dicen y no hacen" (Mt. 23,3.13).
• Pero reconoce la autoridad de
ellos: "Hagan y cumplan lo que dicen, pero no los imiten..." (Mt
23,2).
• Se da cuenta del veneno de la
ideología dominante de los fariseos y avisa de ello a los apóstoles:
"Desconfíen de la levadura, es decir, de la hipocresía de los
fariseos" (Lc. 12,1).
• Relativiza las enseñanzas de los
escribas, la tradición de los antiguos y la propia ley de Moisés, al afirmar
que "el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado"
(Mc. 2,27).
• Denuncia la falsedad de los
fariseos y escribas (Mt. 23,1-36; Lc. 11,37-54).
• Ante el orgullo de los judíos
frente al templo, El les dice: "Destruyan este templo y yo lo reedificaré
en tres días" (Jn. 2,19).
• Denuncia el sistema de comercio
existente en torno al templo (Mc. 11,15-18).
En todas éstas y otras actitudes de
Jesús, el objetivo no es simplemente protestar por protestar, sino cuestionar
los falsos liderazgos que usaban su poder para mantener la vida aprisionada y
oprimida (Mt. 23,13-14). Jesús quería liberar la vida reprimida y oprimida:
"Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, que yo los aliviaré"
(Mt. 11,28).
6. Jesús propone un nuevo orden
Todo esto que Jesús hace, sus
actitudes, sus gestos y sus palabras, revela una nueva visión de las cosas, un
nuevo punto de partida, un nuevo orden. No es que Jesús ofrezca un programa
concreto de acción política o social. Lo que El ofrece y propone son los
puntos básicos que deben inspirar y renovar desde la raíz toda relación entre
los hombres, en cualquier tipo de organización en que vivamos.
Algunos de estos puntos básicos:
• El poder debe ser ejercido como
servicio (Mt. 20,24-28). El que quiera ser el primero, deberá comportarse como
el último (Mt. 20,26; Mc. 9,35). Debemos lavarnos los pies los unos a los otros
(Jn. 13,14).
• Jesús revela a Dios como Padre
bueno de todos (Mt. 23,8-9; Jn. 13,8-11). Y esta es la raíz más profunda de la
fraternidad. El pide que se imite a Dios como Padre: "Sean perfectos como
su Padre es perfecto..., que hace brillar el sol sobre malos y buenos..."
(Mt. 5,43-48).
• Jesús une el amor a Dios con el
amor al prójimo. Dice que estos dos mandamientos son iguales y no pueden
separarse (Mt. 22,34-40; 6,145-15); son como los dos lados de la misma moneda.
Fe y vida deben estar siempre unidos.
• Jesús radicaliza la ley, esto es,
vuelve a unir a la ley a su raíz, que es el bienestar del hombre (Mt. 12,1-7;
Mc. 2,27). El resumen de la ley es: "Todo lo que ustedes desearían de los
demás, háganlo con ellos" (Mt. 7,12).
• Jesús renueva por dentro la
relación hombre-mujer y vuelve a exigir el ideal de unidad que estaba en la
mente del Creador (Mt. 19,1-9).
• Jesús propone un nuevo culto y le
da un nuevo contenido (Jn. 4,20-24; 2,21). La celebración central de la Pascua
tiene ahora otro cuadro de referencia (Jn. 13,1; Lc. 22,14-20).
• Se coloca a sí mismo en el centro
de la relación entre el hombre y Dios: "Nadie va a Padre sino por mí"
(Mt. 11,27); "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).
Cuando los seguidores de Jesús viven
estas actitudes básicas, necesariamente toman frente a la sociedad de hoy la
misma postura que tuvo Jesús frente a la sociedad de su tiempo. Luchan como El
por la liberación de la vida, aprisionada en estructuras envejecidas y
opresoras, para que todos puedan tener vida y vida en abundancia.
Este nuevo orden está presente en
germen en la propia práctica de Jesús y en el nuevo modo de enseñar que El
tenía:
• Lenguaje simple en forma de parábolas,
que no hace saber, sino que hace descubrir (Mc. 4,33).
• Ayuda a los apóstoles y al pueblo
a reflexionar a partir de los hechos (Lc. 13,1-5; 21,1-4) y de las cosas de la
vida (Mt. 6,26; Jn. 16,21-22).
• Enfrenta a los apóstoles con los
problemas del pueblo: "Dénle ustedes de comer" (Mc. 6,37).
• Jesús enseña con autoridad sin
citar autoridades, de modo diferente al de los escribas que vivían citando a
los doctores de la tradición (Mc. 1,22).
• Da gran atención a las personas,
sin distinción entre ellas (Mt. 22,16).
• Enseña en cualquier lugar y acoge
a todos en su auditorio, incluso a las mujeres, que en aquel tiempo no podían
participar de las instrucciones en las sinagogas (Lc. 8,1-3).
• Presenta a los niños como
profesores de adultos: "Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como
niños, no podrán entrar en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3).
• El mismo vive y hace lo que enseña
y dice, y nadie consigue acusarlo de ningún pecado (Jn. 8,46).
• Es libre y comunica libertad a los
que le rodean (Jn 8,32-36), dándole valentía para no cumplir las tradiciones
caducas de los escribas (Mt 12,1-8).
• Pasa noches en oración, y así
fomenta en los otros el deseo de orar (Lc. 11,1; 5,16; 6,12; 9,18.28; 22,41).
7. Obediente hasta la muerte, Jesús
revela el rostro del Padre
Jesús es el Hijo de Dios. Esto tiene
que ver con su relación con Dios y con la constitución de su persona. Esta
verdad, que no se prueba, sino que se acepta por la fe, fue objeto de un lento
descubrimiento por parte de los primeros cristianos.
Jesús es el Mesías. Esto tiene que ver con su relación con
los hombres y con su misión dentro del Proyecto de Dios. Es totalmente gratuito
por parte del Padre el no haber enviado a cualquiera para realizar la misión de
Mesías, sino a su propio Hijo.
"Siendo rico, se hizo pobre"
(2 Cor. 8,9). Aquí está presente una opción radical que no puede ser deshecha
por ningún raciocinio. Jesús no era ciudadano romano, ni tenía ningún título;
no hizo cursos con Gamaliel; no estudió en Jerusalén, ni obtuvo ningún
diploma. Cuando lo presentaron en el templo, sus padres hicieron la ofrenda de
los pobres -dos palomas- (Lc. 2,24). No era sacerdote, ni de familia sacerdotal;
no era levita, ni fariseo; no era escriba, ni zelote, ni publicano, ni esenio,
ni saduceo.
Jesús era un laico, obrero-campesino,
venido de Galilea, donde la inestabilidad social era muy grande. En la comunidad
local no era sacerdote, ni coordinador siquiera. No tenía protección de
ninguna clase. Era conocido como el carpintero (Mc. 6,3) o hijo del carpintero
(Mt. 13,55), vivió treinta años en Nazaret (Lc. 3,23), no se casó; nació
fuera de su casa, en un establo y, así, desde el seno materno sufrió las
consecuencias del sistema opresor de los romanos. Si se quieren conocer los
treinta años de la vida del Hijo de Dios en Nazaret, no hay más que estudiar
la vida de cualquier nazareno de aquel tiempo. Realmente, ¡siendo rico, se hizo
pobre!
Lo que para algunos es considerado
como condenación del destino y del sistema, para Jesús se transforma en
manifestación de la voluntad del Padre. Dios revela con ello sus preferencias.
¡Jesús se mantiene fiel al Padre, viviendo al lado de los pobres hasta la
muerte! Estar del lado de los pobres, del pueblo sufrido, era lo mismo que estar
del lado del Padre Dios: "Aquí me tienes dispuesto a hacer tu
voluntad" (Heb. 10,7-9).
No fue fácil estar junto al Padre y
junto al pueblo pobre. Sufrió y fue tentado para tomar por otros caminos (Mt.
4,1-11; Mc. 8,33). Tuvo que aprender lo que es obediencia (Heb. 5,8), pero venció
a través de la oración (Heb. 5,7; Lc. 22,41-46). Duro es sentir en carne
propia la debilidad a la que es condenado el hombre empobrecido. Jesús nunca
buscó una salida individual; ni privilegios personales. Nació pobre, lo cual
era expresión de la voluntad del Padre. Escogió quedarse del lado de los
pobres, lo cual era decisión del Hijo, que quiso ser obediente al Padre hasta
la muerte y "muerte de cruz" (Flp. 2,8).
Viviendo y anunciando la Buena Noticia
del Reino, Jesús provoca conflictos (Mc. 1,2 - 3,6). Casi todos querían
arrastrarlo hacia su lado, pero El no cede, ni se desvía. Al final, se quedó
solo, abandonado por todos (Mc. 14,50). Al pie de la cruz sólo quedaron algunas
mujeres y el joven Juan (Jn. 19,25). Aquí se revela el misterio profundo que
envuelve a la persona de Jesús: ¡El Padre!
Jesús no cabe en nuestras ideas; no
puede ser reducido al tamaño de nuestros pensamientos e ideas.
Ningún egoísta podía ni puede decir: "¡Este es
como nosotros! ¡Podemos aprovecharnos de él para alcanzar nuestros
objetivos!". Todos se sentían interpretados por la práctica y el mensaje
de Jesús; se sentían llamados a convertirse, a cambiar de mentalidad y de
comportamiento ante la vida.
En cambio los pobres sí podían y
pueden decir: "¡Este es de los nuestros! ¡El nos quiere a nosotros tal
como somos! ¡No viene con intereses egoístas, ni a manipularnos!
Combatido y aguijoneado por todos
lados, Jesús resiste fiel a algo que está dentro de El, sólo en El y en lo más
profundo del pueblo pobre y sufrido. Es aquella semilla de resistencia de la que
hablaba el profeta Isaías: Golpeado, no golpea; tratado injustamente, no
responde con injusticias; quebrado, no quiebra (Is. 42,1-4; Mt 12,18-21). Así
Jesús procuró imitar al Padre y ser perfecto como El (Mt. 5,48).
Por su comportamiento y por su
mensaje, Jesús hace brillar sobre la vida, tanto individual como comunitaria,
el rostro del Padre. Haciendo ver al mismo tiempo lo podrido del sistema,
anuncia la posibilidad de un nuevo cielo y una nueva tierra. El Padre es el eje
oculto de la vida de Jesús y a El quedaba unido a través de su vida de oración.
La oración es la marca de la vida de
Jesús. Aparece orando en todos los momentos importantes de su vida: en el
bautismo (Lc. 3,21), en el desierto (Lc. 4,1-13), antes de un gran milagro, como
el de Lázaro (Jn. 11,41-42); en una gran alegría, "Padre yo te
agradezco" (Mt 11,25); en la escuela de los apóstoles (Lc. 6,12-13). Ora
por Pedro (Lc 22,32). Pasa noches enteras en oración (Lc. 5,16; 6,12). Bendice
el pan (Mc. 6,41), participa de las peregrinaciones populares (Lc. 2,41-42), ora
en la transfiguración (Lc. 9,28); suscita el deseo de orar: "enséñanos a
orar" (Lc, 11,1). Se dirige al Padre Dios en la última cena (Jn. 17,1-26),
en el sufrimiento de la cruz (Lc. 23,34), en la agonía (Mc. 14,32-39), a la
hora de morir (Lc. 23,46; Mc. 15,34).
Intimamente unido al Padre, Jesús
rechaza la tentación del mesianismo nacionalista, populista o racista. Rechaza
todo lo que está contra la voluntad del Padre bueno de todos los hombres, que
lo ha hecho todo para todos sus hijos. Por eso no quiere que nadie desprecie a
un hijo de ese Padre; ni que nadie acapare bienes que pertenecen a los hijos
empobrecidos de ese Padre. Y por su fidelidad al Padre, quedó solo, despreciado
y abandonado, exactamente como el pueblo de su país. Muere entre insultos,
dando un grito (Mc. 15,37). Es el grito de los pobres. ¡Muere abandonado,
creyendo que Dios oye siempre el grito de los pobres! Muere creyendo que la vida
pisoteada es más fuerte que el poder que pisa. Muere creyendo que Dios libera a
su pueblo con poder creador que vence a la muerte.
"¡Y al tercer día el Padre lo
resucitó!"