UN CRISTIANO COMIENZA A LEER EL EVANGELIO DE MARCOS I (1)

PRONZATO


1 - Mc/EVANGELISTA

EL «INVENTOR» DEL EVANGELIO

Marcos, un hombre libre
Le habían marcado con un apodo curioso: Marcos es el «de los dedos cortos» 1. Lo que
no debe hacer pensar necesariamente en una mutilación física. Se trata más bien de un
defecto natural: dedos pequeños en relación a su estatura.
Por lo demás, los datos de que disponemos no excluyen las incertidumbres, es más,
aumentan.
Ante todo, el nombre mismo. La opinión más acreditada y más difundida señala al autor
del evangelio en aquel Juan Marcos del que hablan los Hechos. Con más precisión: «Juan,
por sobrenombre Marcos» (12, 25).
Su madre era María, una viuda de Jerusalén rica e influyente.
Parece que su casa era un lugar habitual para las reuniones de los primeros cristianos.
Allí se dirigió Pedro, una vez que dejó la prisión. Alguno adelanta la hipótesis de que en esta
casa se encontraba «la estancia superior» en la que se reunieron los apóstoles después de
la Ascensión, e incluso «la sala grande del piso superior» de la última cena.
Durante un tiempo, «Juan, por sobrenombre Marcos» (Hech 12, 25) acompaña a Pablo y
a Bernabé desenvolviendo -parece- tareas administrativas u organizativas.
En Panfilia, un hecho clamoroso. Marcos se separa bruscamente de sus compañeros y
vuelve a Jerusalén. Probablemente porque no estaba previsto aquel apéndice del viaje.
Pablo, en cierto sentido, no le perdona esto. Considera la marcha de Marcos como una
deserción clara. Más tarde, en efecto, con ocasión del segundo viaje, opone una neta
repulsa a Bernabé, cuando le sugiere llevar con ellos a su primo Marcos. «...Pensaba que
no debía llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia, y no les había
acompañado en la obra» (Hech 15, 38).
El disenso debió explotar con una cierta aspereza y les llevó a separarse: Bernabé y
Marcos embarcaron rumbo a Chipre, Pablo y Silas emprendieron el camino de Siria y
Cilicia.
Más tarde parece que la irritación de Pablo se aplacó. Pero despierta no pocas
sospechas la recomendación que se ve obligado a dirigir a los colosenses con ocasión de
una probable llegada de Marcos: «...Si va a vosotros, dadle buena acogida» (Col 4, 10). Es
lícito pensar que en las comunidades «paulinas» anidaba aún el mal humor en relación al
«desertor».
Entre los dos, de todos modos, debió haber una reconciliación, porque en la carta a
Filemón (v. 24) Pablo habla de Marcos como de uno de sus "colaboradores" (sunergos).
Y más tarde Pablo escribía a Timoteo: «Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy
útil para el ministerio» (2 Tim 4, 11).
Y ésta fue, casi con certeza, la ocasión de la venida de Marcos a Roma.
Así pues, vinculado a las actividades apostólicas de Pablo, se dan encuentros y
conflictos y decisiones autónomas. Pero, como advierte justamente V. Taylor, «aunque
comparte muchas ideas religiosas de Pablo, Marcos no es paolista en el sentido estricto de
la palabra».
Y, sobre todo, la relación de colaboración con Pablo, no le impide vincularse a Pedro, tan
estrechamente que muchos lo consideraban como un «intérprete» suyo.
La relación con Pedro debió ser bastante profunda, con rasgos de ternura, de tal modo
que el apóstol puede escribir: «Os saluda también... mi hijo Marcos» (I Pe 5, 13).
Sin embargo, y aun teniendo lazos de intimidad con Pedro, y siéndole deudor de tantas
cosas, Marcos en su evangelio no duda en presentar a veces al maestro en una luz no
excesivamente favorable, haciendo incapié en circunstancias y detalles que pasan
desapercibidos a los otros evangelistas, de tal manera que algunos críticos no dudan hablar
de «antipatía petrina». Y alguno va más lejos, hasta insinuar que «en Marcos se encuentra
una tendencia a atenuar la primacía de Pedro reconocida en la tradición, y a poner el
acento sobre ciertos detalles susceptibles de oscurecer un poco la reputación del príncipe
de los apóstoles» (E. Trocmé).
Bastan estos apuntes para dejar intuir una personalidad compleja y que no se deja
enjaular en esquemas cómodos.
Tiene líos con Pablo, pero al mismo tiempo le está cercano en el momento más delicado.
Comparte con él algunas ideas, pero toma también sus distancias. La familiaridad con
Pedro no le impide bosquejar un retrato en el que no faltan las sombras. Otra cosa: escribe
en griego, pero parece que piensa en arameo. Sus simpatías se dirigen hacia los paganos
(para ellos escribe el evangelio), sin renegar al mismo tiempo de su tradición
judeo-cristiana.
¿Quién es, pues, Marcos? Es difícil definirlo con precisión 2.
Sólo una cosa se puede decir con certeza, además del detalle de los "dedos cortos": era
un hombre libre.
Un poco como su Cristo, sigue sorprendiendo. Y. sobre todo, rechaza corresponder a la
imagen que, por comodidad, alguno quisiera imponerle.
Sin duda existen indicios de su libertad.
Tendrá los «dedos cortos», si os place. Pero hábiles para arrancarse de encima los trajes
excesivamente estrechos que le hemos confeccionado.

Marcos, un escuchador
"En el principio existía la predicación" 3.
Marcos ha llegado a la fe a través de la escucha.
Y, antes de escribir el evangelio, fue escuchador del anuncio gozoso, de la buena noticia.

«El no había oído al Señor ni había sido discípulo suyo, pero más tarde... fue discípulo de
Pedro» 4.
Según Clemente de Alejandría, Marcos se había decidido a escribir, presionado por las
demandas de los oyentes de Pedro:
«A Marcos, discípulo de Pedro, mientras éste predicaba en Roma abiertamente el
evangelio ante algunos caballeros del César y presentaba mucho testimonios acerca de
Cristo, le rogaron que les ayudase a recordar todas las cosas que decía Pedro. Entonces
escribió, a base de lo que Pedro había contado, el evangelio denominado de Marcos».
Según esta misma fuente, Pedro, una vez conocida esta iniciativa, ni la prohibió ni la
alentó desde el principio. Más tarde, sin embargos habría legitimado lo escrito.
También san Jerónimo habla de Marcos como "intérprete del apóstol Pedro... No conoció
personalmente al Señor salvador, pero narró las cosas que había oído predicar al Maestro,
con más fidelidad a los hechos que a su disposición".
Aunque algunos estudiosos, recientemente, han levantado serias dudas acerca de ciertos
testimonios, en particular del de Papías, es cierto de todos modos que la predicación de
Pedro no ha sido la única fuente de información para Marcos, que tenía a su disposición
testimonios preciosos tanto individuales como comunitarios.
Advierte muy precisamente Taylor: «...De una manera opaca, como a través de un cristal,
podemos ver al evangelista manos a la obra y, al fondo, a muchos otros respecto de
quienes él es deudor. Su bagaje era mucho más rico que un cuaderno de apuntes y una
memoria tenaz. Tras de él está la actividad enseñante de una iglesia viva. El participaba de
esto y dependía de ello.
Podemos decir más, porque la enseñanza está basada en la reflexión y la reflexión en el
testimonio. Los predecesores de Marcos no eran solamente enseñantes, sino también
predicadores y evangelistas, hombres que habían recibido, repensado y proclamado la
buena noticia del reino de Dios. Su evangelio es mucho más que una empresa privada: es
un producto de la vida de la iglesia, inspirada por el Espíritu de Dios».
Marcos puede escribir su evangelio porque vive intensamente una experiencia de iglesia.
Es testigo creíble, no porque ha visto, sino porque ha oído.
«Dichosos los que aun no viendo creen» (Jn 20, 28).
Marcos pertenece a esta raza.
Y a todo esto hay que añadir, naturalmente, su experiencia personal, «...la de un hombre
particularmente sensible a la profundidad del misterio que se ha abierto con la fe en Cristo.
Mientras escribe, parece que haya tenido todo el tiempo para dar la medida de su
carácter desconcertante. Es consciente de que ante él el hombre no terminará nunca de
pasar de la oscuridad a la luz, no sólo porque Jesús se revela el hijo y el santo de Dios,
sino también porque en él la obra de Dios se lleva a cabo solamente en la contradicción y
en la lucha.
"También aquí Marcos parece hablar por experiencia. El ha llegado al conocimiento
íntimo de Jesús el Cristo, ofreciendo la propia colaboración a su actividad continuada en la
iglesia. Ha participado en la actividad misionera encontrando el fracaso y la persecución. Y
así es como ha entendido lo que significa ser compañero de Jesús, y toma a pecho
recordar a los que quizá lo han olvidado, que no puede haber eficacia para la iglesia en su
misión, al margen del camino recorrido por Jesús. La gloria se encuentra al fin de la lucha.
El primado se traduce en servicio y en don de sí. Y a este propósito el discípulo no
terminará nunca de convertirse de las miras humanas para entrar en las miras de Dios" 5.

Marcos, uno a quien hay que escuchar
Más que un escritor, Marcos es alguien que cuenta.
Le interesan sobre todo los hechos, las acciones. Incluso su teología es una teología
"fáctica", que no se expone sino que debe captarse según se va desenvolviendo cada caso.

Marcos narra para alimentar la fe de los oyentes, más que para polemizar con los
adversarios.
Revela muchas veces que Jesús enseñaba, sin preocuparse de precisar qué es lo que
enseñaba. Como queriendo invitarnos a «leer» lo que Jesús hace, más que su doctrina.
Tiene un estilo personal, más bien rudo (alguno se atreve a llamarlo incluso «rústico»),
vivaz, sin complacencias estilísticas, que se preocupa de la solidez. Los estetas lo definen
«bárbaro». Pero es más bien, simplemente popular.
Pretende, sobre todo, hacerse entender.
Su griego es el hablado (la koiné o dialecto común).
Tiene un vocabulario discreto, no excesivamente variado, pero tampoco pobre 6.
La diversificación de términos aparece evidente cuando se trata de describir cosas
concretas. Once palabras diferentes para indicar la casa y sus partes, diez para los
vestidos, nueve para los alimentos.
Marcos tiene predilección por los diminutivos (perritos, migajas, niña, hijita, barquilla,
sandalias, lóbulo de la oreja...), y también por los números.
Muchos le critican una sintaxis aproximativa. En realidad, hay que reconocer que Marcos
usa los tiempos de los verbos con extrema desenvoltura, a veces mezclándolos a capricho
en un mismo período. Usa preferentemente el presente histórico. Es alérgico a las
oraciones subordinadas, y más que coordinar las frases, las «yuxtapone» usando y
abusando de la «y». En dos versículos (10, 33-34, cf. el texto griego) logra meternos hasta
nueve "y" 7.
Frente a la inflacción de "y", se advierte una falta casi total de «luego», al final de un
razonamiento.
En compensación, abundan los «en seguida» y «nuevamente» 8 Entendámonos.
Cuando Marcos quiere construir un período según todas las reglas, lo logra perfectamente.
Basta leer los versículos 25-27 del episodio de la hemorroisa, en el capítulo 5. Pero,
ofrecida esta demostración, prefiere volver a los períodos breves, marcados por la sucesión
rápida de las "y", que, en el fondo, traicionan su antecedente semítico. Y será bueno no
olvidar que el antepasado de este estilo semítico es el estilo oral.
No duda lo más mínimo en añadir al final de una narración un detalle omitido
anteriormente. Como en el caso de la resurrección de la hija de Jairo, donde encontramos
una conclusión al menos sorprendente: «La muchacha se levantó al instante y se puso a
andar, pues tenía doce años» (5, 42).
Alguno se detiene a contar los numerosos anacolutos, con los que Marcos va sembrando
su narración. En realidad, esas construcciones como partidas y dejadas ahí incompletas,
como suspendidas en el aire, resultan muy significativas del carácter del evangelista. Se
diría que, en ciertos momentos, Marcos se deja llevar la mano por el acoso de los eventos,
por el deseo impetuoso de contar, por la urgencia de seguir adelante. Por lo que la frase
queda como retardada, no logra dejar atrás la rapidez de la acción.
Y después encontramos las redundancias, los pleonasmos, las repeticiones molestas que
hacen arrugar la nariz a numerosos estilistas de exquisito paladar. Unos ejemplos típicos:
«Envíanos a los puercos para que entremos en ellos» (5. 12). «Les enseñaba muchas
cosas por medio de parábolas, y les decía en su instrucción" (4, 2). «Pero él seguía callado
y no respondía nada» (14, 61).
Algunas de estas repeticiones son incluso desagradables: «Y estaba escrita la
inscripción) (15, 26). Otras, sin embargo, valen para subrayar algunos detalles y para dar
mayor fuerza a la frase: «Al atardecer, a la puesta del sol" (1, 32); «De madrugada, cuando
todavía estaba muy obscuro» (1,35); «Y muy de madrugada... a la salida del sol" (16, 2). O
también: «¡Calla, enmudece!» (4. 39); «¿Por qué alborotáis y lloráis?» (5, 39).
«Esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía
para vivir"(12, 44).
A veces la misma expresión, la misma idea, es retomada por personas diferentes, como
en el caso del paralítico: «perdonar los pecados» (cap. 2). Observa X. L. Dufour: «el arte
del narrador se hace notar especialmente cuando deja al oyente tiempo para recordar lo
que ya había dicho... Poner de relieve la palabra importante en un relato, he ahí lo que
caracteriza a un buen narrador" 9.
Por otra parte, esta característica de Marcos exige la ley del paralelismo, una forma típica
de repetición que se da en la Biblia -especialmente en los libros sapienciales y en los
salmos- y en los escritos rabínicos. Estas fórmulas paralelas 10 favorecen sin duda la
atención y el proceso de memorización.
En el arte de narrar propio de Marcos, no se puede ocultar su desaparecer en el texto, su
circunspección, su discreción. No expresa juicios. No impone nada. Se limita a presentar.
No afirma categóricamente. Sugiere.
Para terminar, quiero decir que Marcos lleva las de ganar más cuando se le escucha que
cuando se le lee. Es necesario esforzarse para «oír» sus palabras.
Y. sobre todo, imaginar los gestos. Que tienen una importancia capital en el estilo oral.
Recientemente tuve la oportunidad de asistir a distancia, en un mercado oriental, a un
coloquio entre dos hombres. Tuve la impresión de «ver» sus palabras, si bien no logré
distinguirlas.
Su mímica, su gesticulación, eran más elocuentes que las palabras. Creo que me enteré
de todo, aunque no oí nada.
Sin gestos, Marcos resulta incompleto.

Un evangelio visualizado
Marcos cuenta. Pero cuenta por medio de imágenes.
Se puede afirmar que su evangelio es un evangelio «visualizado» 11.
La existencia de Cristo se nos presenta en una serie de secuencias de ritmo impelente,
los detalles que interesan, los gestos esenciales, el estilo descarnado, ninguna
complacencia caligráfica, ninguna concesión a la espectacularidad.
Más que suaves separaciones, tenemos bruscos desgarrones y aperturas imprevistas.
Los personajes jamás son decorativos. Se les pone allí sólo cuando tienen algo que decir
o que hacer.
Fuertes contrastes.
Tomemos una escena típica, la de la curación del leproso (1, 40- 45). Toda ella viene
expuesta sobre las contraposiciones más estridentes: cercanía-lejanía; delicadeza-irritación;
contacto-separación brutal, orden de callar-difusión de la noticia; desierto-multitud.
Apenas te sientes atrapado por un sentimiento, e inmediatamente te ves afectado por el
opuesto.
Se diría que Marcos logra traducir en imágenes incluso las profundidades del misterio de
Cristo.
Y. frente a sus gestos, a sus palabras, a sus actitudes, todos los personajes se ven
obligados a salir del nido de su neutralidad, se ven obligados a descubrirse, a tomar
postura.
Ante las provocaciones de Jesús, tienes la impresión de que Marcos fotografíe los
pensamientos secretos de sus interlocutores, les ponga a plena luz.

Algunos primeros planos parecen crueles, dan la impresión de un retrato no de rostros
sino de corazones. Es la máquina de fotografiar que parece dotada más que de lentes
adicionales, de un bisturí que sabe a dónde tiene que llegar.
De hecho ni tú mismo logras escapar. Te sientes implicado, escudriñado, al desnudo.
Sobre todo, obligado a dar una respuesta precisa.
Entendámonos. Decir que el lenguaje de Marcos es un lenguaje hecho de imágenes, no
significa denunciar una ausencia de pensamiento. El pensamiento está, y de qué manera.
Sólo que no se te ofrece a través de ideas abstractas, sino que te ves obligado a
descubrirlo, a atraparlo, en aquellos fotogramas que se suceden.
Debes seguir la acción, si quieres captar algo.
Comprendes quién es Jesús observando dónde va. Su identidad se descubre a través
del itinerario que sigue. Si tú también llegas hasta el fondo, lo descubrirás 12.
Si quieres aprender su lección, debes estar atento, más que a lo que dice, a lo que hace.

Su doctrina se desvela a través de sus acciones.
Su enseñanza aparece a través de sus movimientos, su programa a través de las
posturas que adopta.
Se explica con los gestos concretos.
El Cristo de Marcos podría decir:
«No he venido a demostrar sino a mostrar» (M. Pomilio).
Y también los discípulos se ven obligados, ante todo, a tomar postura.
La lectura de los acontecimientos depende del puesto en el que se colocan.
Por otra parte, el Maestro reserva sus explicaciones «a los que ya han tomado la
decisión» (F. Belo).
Cierto, el trasfondo de Marcos está constituido por una teología robusta, pero que se te
presenta, no de una manera explícita y orgánica, sino de una forma alusiva. Son como
ráfagas de luz que dejan entrever territorios que deberás explorar personalmente.
La teología de Marcos aflora, de cuando en cuando, sobre el terreno trillado por el paso
de Cristo. Tú tienes que ahondar pero sin perder, naturalmente, los contactos con aquel
caminante infatigable.
Luego el evangelio de Marcos es más afín a nuestra sensibilidad, madurada en la
civilización de la imagen.
Pero se impone una precisión. Su evangelio «visualizado» no entra en las categorías de
la diversión, de la evasión, sino que se inserta en la categoría del compromiso.
No dispensa de pensar. Al contrario: te obliga a pensar.
Más que estimular la curiosidad, solicita una decisión.
No colecciones, emociones y sensaciones, sino responsabilidades precisas.
Es interesante, cierto. Pero en la medida que «interesa», compromete tu existencia.
Lo lees, es más lo ves, no para «pasar» alguna hora de entretenimiento espiritual.
Encuentras algo dentro que te molesta. Una enfermedad que sólo «pasa» cuando se
convierte en incurable.
Nos empuja hacia arriba, pero con los pies en tierra Otros dos aspectos
característicos de Marcos: la simplicidad y la concreción.
Quizás su narración ha estado marginada durante mucho tiempo precisamente por su
excesiva simplicidad. Una simplicidad tan...
compleja, capaz de desanimar a cualquiera.
Se salía de apuros diciendo: "Excesivamente simple". O también:
«¿Y esto es todo? Es tan elemental...».
En realidad era una postura defensiva, una confesión de incapacidad. La simplicidad
como pretexto para enmascarar el malestar.
En efecto, la simplicidad de Marcos no es un dato inmediato. La descubre, al final de una
búsqueda fatigosa, quien tiene aliento y coraje para llegar hasta el fondo.
Los usuales instrumentos de investigación sirven, frecuentemente, para complicar las
cosas, o para hacerlas difíciles. Pocas veces logran descubrir la simplicidad.
Se necesita capacidad para hacer las cuentas con la complejidad de los varios
elementos, para llegar a la simplicidad.
«Ahí está todo» no es un grito de desilusión, sino la conquista más sensacional. Pero es
necesario despojarse durante el camino... de todo lo demás. Una ardua tarea de
desprendimiento.
La simplicidad se descubre no acumulando, sino perdiendo muchas cosas. ¿Quién está
dispuesto a aceptar este tipo de pobreza? Sí, Marcos te lleva, inexorablemente, hacia la
simplicidad. Por eso mucha gente lo ha mantenido, prudentemente, a distancia.
Nosotros nos encontramos a nuestras anchas con las complicaciones. Las creamos a
posta. Son los puntales indispensables de nuestra impotencia.
Frente a la simplicidad, nos encontramos molestos. No sabemos ya qué hacer. No
sabemos siquiera dónde poner las manos, y no podemos meterlas en los bolsillos,
precisamente porque ya no tenemos bolsillos...
¿No nos defenderemos acaso de la simplicidad de Marcos porque tenemos miedo de
perder nuestras máscaras? ¿O también porque no queremos renunciar a nuestras
posiciones? El otro aspecto es la concreción.
La tensión entre contingente y absoluto atraviesa -como observa agudamente P.
Lamarche- todo el evangelio de Marcos.
Estamos orientados hacia el absoluto, pero sin perder jamás de vista lo contingente.
El misterio de Cristo se presenta en el cuadro de una existencia normal.
La gloria aparece en una dimensión de modestia.
Obviamente, Marcos nos invita de continuo a «ir más lejos». a levantarnos sobre un
plano más elevado. Pero sin perder el contacto con el suelo.
Y a veces tenemos peligro de perdernos en la atmósfera enrarecida del misticismo, y
basta un detalle (como la almohada en el episodio de la tempestad calmada, o también la
recomendación de dar de comer a la muchacha resucitada en el milagro hecho en casa de
Jairo) para hacernos volver a tierra.
Se ha dicho que este evangelio nos obliga siempre a tener los pies en tierra.
Se permiten los vuelos, no las evasiones.
Es posible elevarse, pero no separarse de una realidad concreta.
La ley -obligatoria para un cristiano- de la superación, no conduce jamás al campo de la
irrealidad.
Algunos ejemplos.
La escena del bautismo de Jesús -con los cielos abiertos, la voz de lo alto- se une con la
tentación del desierto.
Las curaciones en masa en Cafarnaún y el relativo encuadre del entusiasmo popular,
provocan la salida nocturna hacia la soledad orante.
El episodio de la transfiguración se une estrechamente con el anuncio de la pasión.
La entrada triunfal en Jerusalén constituye el preludio del «vía crucis».
Esto significa tocar la tierra con los pies.
Con Marcos se va «más lejos», no hay duda. Pero mucho cuidado con perder el punto de
apoyo.
Con él es posible ver «otras cosas», a condición de no perder de vista «las cosas
acostumbradas».
Siguiéndolo, se llega a otro mundo, pero sin huir aún de este mundo.
Nos conduce a alcanzar el cielo sólo si estamos dispuestos a decir, en cualquier
momento, dónde está la tierra.
Nos permite acercarnos a Dios, con tal de que no nos alejemos de los hombres.
Parece que Marcos fue apreciado por sus cualidades organizadoras.
Solamente con tipos concretos como él la aventura se convierte en una cosa
terriblemente seria.

El evangelio más germinal 13.
Hace un tiempo el concordismo pretendía armonizar los datos de la revelación con los de
la ciencia. Conciliar los «seis días» de la creación con Darwin. Poner de acuerdo la
narración de la conquista de Jericó con las excavaciones más recientes, los datos de la
Biblia con los de la historia y los de la arqueología.
Hoy el concordismo pisa otros caminos.
Se busca, por ejemplo, descubrir en el evangelio un código de comportamiento social o
una praxis política.
Se integra la revelación para deducir de ella un discurso válido para siempre y para todas
partes, una visión del mundo bien definida.
Se olvida que «lo que se nos ofrece en la Escritura, lo que la exégesis debe investigar y
liberar es una semilla, una semilla que tiene necesidad del humus de las civilizaciones
humanas para dar su fruto. Sin duda esta semilla, cuando se nos comunica por medio de la
Escritura, es inseparable de un cierto desarrollo, de un cierto razonamiento, que refleja la
cultura de la época; pero, a través de este lenguaje... hemos de encontrar la idea que está
en la base.
«...Podemos decir que nuestra tentación permanente al escrutar la Escritura, aun
aceptando en teoría que constituye el germen de nuestra fe, consiste en analizar esta
semilla con microscopio, con la esperanza de encontrar allí... una pequeña planta en
miniatura. Se intenta encontrar en la Escritura la colegialidad y una organización eclesial, y
nosotros nos limitaríamos simplemente a adaptarlo a nuestro tiempo, o también se sueña
con reproducir la práctica de las comunidades primitivas. El problema es más complejo...»
(P. Lamarche).
Cierto, el evangelio nos ofrece un contenido objetivo. ¡Pero en forma de semilla! Y, de
los cuatro evangelios, el de Marcos es sin duda el más «germinal».
Una semilla necesita, para desarrollarse, un humus, una tierra mezclada con estiércol.
Es necesario no confundir el dato objetivo, la fuerza intrínseca de esta semilla, con los
ropajes y las manifestaciones que ha tomado a través de los siglos.
Hay que tener en cuenta el dinamismo interno de la semilla, no otras cosas.
Semilla significa vida.
La semilla no equivale a resultado conseguido, definitivo.
Semilla es, simplemente, posibilidad.

Un evangelio que tiene un "principio" 14
De aquel principio se desarrolla un movimiento progresivo, una revolución gradual, un
crecimiento 15.
Marcos adopta un procedimiento que se podría definir de «amplificación y desarrollo
dinámico».
Leyendo ciertas páginas, se advierte un algo diferente del simple paralelismo, como
algunos quisieran.
Son más bien círculos concéntricos, que se abren cada vez más.
Así, a la predicación de Juan Bautista, corresponde la de Jesús.
Pero Jesús es el «más fuerte». Sólo su palabra es de verdad «poderosa».
Y, progresivamente, a lo largo de todo el evangelio, se multiplican los casos en los que
Marcos, partiendo de un hecho concreto, amplía su significado y su alcance.
Jesús enseña en la sinagoga de Cafarnaún. E, inmediatamente, aparece una afirmación
general acerca de la autoridad, y novedad de su doctrina.
Realiza un solo exorcismo. Y he aquí un reconocimiento de su poder de echar demonios.
Cura, dentro de la casa de Simón, a una persona y he aquí, inmediatamente después, la
descripción de numerosas curaciones.
Después de la «jornada de Cafarnaún» afirma que debe ir a «otra parte».
Perdona los pecados al paralítico, y se desencadena la polémica acerca de su poder
universal de perdonar los pecados.
Llama, para que le siga, al publicano Leví. E inmediatamente le vemos sentado a la mesa
en compañía de muchos publicanos y pecadores. Y como si no fuera suficiente, especifica
que él ha venido a «llamar» no a lo justos sino a los pecadores.
Al pequeño círculo de «sus» familiares, que lo cercan, contrapone la vasta familia de los
que «hacen» la voluntad de Dios.
El mismo milagro tiene en sí un dinamismo que lleva, de la consideración de esta
manifestación de «poder», a contemplar la salvación total.
Y podríamos continuar hasta lo infinito, documentando este típico proceso de
«extensión».
Incluso una sola palabra de Jesús viene "amplificada" y tienes la impresión de que
provoca resonancias infinitas.
El dinamismo de desarrollo peculiar del evangelio de Marcos incluye en sí la tensión
«continuidad-ruptura».
En efecto, «en el desarrollo de la historia de la salvación, Jesucristo aparece en
continuidad con el antiguo testamento y aun así constituye la novedad por excelencia» 16
La «etapa» representada por Cristo fue preparada evidentemente por el itinerario anterior, y
resulta inexplicable sin él. Y. sin embargo, esta etapa es un viraje decisivo, inesperado.
Cristo inaugura una situación radicalmente nueva.
La experiencia de Jesús no se desarrolla a la vez que las precedentes, su mensaje no se
añade a otros ya vistos.
Con Cristo se establece un salto cualitativo.
Estamos colocados frente a su novedad. Una novedad desconcertante, «escandalosa».
Este aspecto de novedad se advierte inmediatamente por las multitudes, que quedan
asombradas y admiradas, y caen en la cuenta instintivamente de la diversidad, la distancia,
respecto a la enseñanza de los maestros autorizados.
Pero también los escribas y fariseos advierten enseguida el peligro y preparan las armas.

Y es precisamente en torno a la «novedad-Cristo» -que no es una simple prolongación
del antiguo testamento- donde se determina el conflicto, se precisa la oposición, se
desencadena el contraste irremediable.
La palabra de Cristo, aun manteniendo la continuidad con el discurso precedente iniciado
con la creación, aparece totalmente nueva, inédita, en ruptura con las esperanzas y el
lenguaje habitual de los hombres. En efecto, es la expresión de la libre iniciativa de Dios.
Cuando Dios «inventa», los hombres, aferrados a sus propios esquemas, no saben por
dónde andan.
No, los hombres no pueden adueñarse de esta novedad, no pueden atraparla con sus
viejos instrumentos. De hecho, precisamente los escribas y fariseos, los más «preparados»,
son los más lejanos y se defienden de esa novedad.
«Esta novedad se hace inaccesible para quien pretende adueñarse de ella. Es un
misterio que se ofrece y se comunica únicamente a quienes lo solicitan» (Mc 4, 10-12).
Es una novedad-don, no una conquista.
Más que dejarse atrapar, nos atrapa.
Los hombres no pueden apropiársela. Ella es la que se adueña de nosotros.
«El hombre no puede comprender a Dios, sino que es Dios quien se da al hombre» (X. L.
Dufour).
Como se ve, el evangelio de Marcos lleva muy lejos.
Un viaje hacia el centro, como dice B. Maggioni.
Es un evangelio que tiene un principio.
Marcos pide que te dejes conducir hacia un punto determinado (y se guarda bien de
anticiparte cuál es ese punto), hacia un descubrimiento.
Debes sencillamente «salir fuera» de tu seguridad, abandonar tu suficiencia, reconocer tu
ignorancia. Este es el inicio.
No. No existe un fin.
El evangelio de Marcos tiene un principio pero no un final.
Cuando has llegado a este descubrimiento, has llegado a aquel "reconocimiento", todo
comienza para ti.
Es como decir que el evangelio de Marcos parte de un principio y llega a otro inicio.

Actualidad de Marcos e imposibilidad de atraparlo
Hoy el evangelio de Marcos se ha puesto de moda.
Y sorprende, si se piensa que durante siglos este texto ha sido olvidado (incluso en la
liturgia).
A un evangelio que no habla del nacimiento y de la infancia de Jesús, no presenta el
sermón de la montaña, olvida muchas parábolas (p.e. las de la misericordia), no registra las
exhortaciones comunitarias (Mt 18, 10-22), se le trataba con descarada indiferencia. E
incluso se le miraba con recelo.
Y después se le acusaba de un lenguaje -por lo menos- descuidado, y una sintaxis
aproximativa, de un material pobre, de un cierto desorden en la exposición 17.

Hoy la situación ha cambiado completamente. Las cotizaciones de Marcos en la bolsa de
valores de la preferencia y del interés de los lectores y estudiosos, han alcanzado cotas
inimaginables.
El fenómeno, aunque llamativo y, bajo muchos aspectos, inexplicable, no es otra cosa
que una «obligada indemnización por daños» en favor de Marcos, por demasiado tiempo
injustamente infravalorado e, incluso, desacreditado.
Empezó san Agustín hablando de él como de un plagiador pedestre de Mateo, sin una
pizca de originalidad 18, Así, después de un período inicial de amplia popularidad, Marcos
ha sido olvidado durante siglos Y. he aquí que los críticos, desde hace pocos años,
descubren que Marcos es el primero que escribe, es más, el que inventa aquel género
literario que se llama evangelio. Su texto habría «creado» una fuente en la que se
inspiraron tanto Mateo como Lucas.
Hoy, la prioridad de Marcos constituye un dogma indiscutible para la mayor parte de los
estudiosos de todas las escuelas.
Así pues, el primero es el evangelio de Marcos.
Un momento. Antes aún, existiría un evangelio primitivo de Marcos. Es la famosa
hipótesis de Ur-Markus, o proto-Marcos. Una teoría descubierta, discutida, desmentida,
archivada y desempolvada, sepultada y resucitada un montón de veces.
De esta manera Marcos, de seguidor (¡y plagiador!) de Mateo, se convertiría en copiador
de sí mismo (¡con añadidos!).
Viene a la memoria un episodio singular registrado en la historia de la pasión.
«...Un joven le seguía cubierto sólo de una sábana, y le detienen. Pero él dejando la
sábana, se escapó desnudo» (Mc 14, 51-52).
Según una cierta tradición, aquel joven sería el mismo Marcos.
Al margen de la credibilidad de esta identificación, me parece que Marcos sigue gastando
una broma parecida a los estudiosos que se preocupan de el.
Le han puesto las manos encima por centenares: los del análisis literario, los de la crítica
histórica, después los seguidores de la «historia de las formas», con su obstinación para
hallar el Sitz im Leben 19 del que han nacido las narraciones. Etiquetas altisonantes para
las distintas disciplinas: Formgeschichte, Redaktionsgeschichte, Traditionsgeschitte. Por
tanto los hermeneutas de todas las razas, los partidarios de una «exégesis total», los
teólogos de diversas clases, los que proponen una lectura «sincrónica» o también
«diacrónica». Recientemente los partidarios del análisis estructural, los estructuralistas
lacanianos, y otros más.
Todos dan a entender que finalmente han capturado a Marcos, que le tienen atrapado
entre sus manos doctas. Y no se percatan -o quizás sí, caen en la cuenta perfectamente-
de que sus uñas agarran solamente una sábana.
El ha escapado a otra parte Y probablemente se lo pasa bien viendo tanto ahínco por
una sábana de papel.
Ni siquiera todos están de acuerdo acerca de los materiales empleados por Marcos.
Especialmente en la clasificación 20.
Se tiene la impresión de que, tratándose del primer evangelista, se encuentre siempre
uno en el vacío, predomine la incertidumbre.
Pero de vez en cuando se dispara una declaración perentoria: «Una cosa es cierta...»
Sólo que de esta única cosa cierta existen a decenas. Y cada una, por lo regular, viene
inmediatamente sometida a discusión por otro estudioso.
Así hay quien sostiene que el evangelio de Marcos es totalmente «despolitizado» 21. y
hay quien hace hasta una lectura materialista y política de este evangelio 22.
Alguno acusa a Marcos de «timidez teológica», e incluso de «pobreza de pensamiento
teológico». Y otros, con la mayor desenvoltura, dicen que no, y están dispuestos a
demostrar que existe una sólida estructura teológica que sostiene todo el texto.
Se habla de la «simplicidad» de Marcos («elementariedad» en ciertos casos). Y después
se escriben miles de páginas acerca del "secreto mesiánico" 23.
Se subraya su neutralidad, su desaparición (éffacement, dirían los franceses) en el texto,
su limitarse a registrar impersonalmente los sucesos. Y he ahí un estudioso que dedica un
capítulo de su libro a las «antipatías manifestadas por el evangelista». Y otro a las "causas
defendidas por Marcos" 24.
Para no hablar ya de la fecha de composición de su evangelio 25.
Un suceso de importancia fundamental, como la toma de Jerusalén y la destrucción del
templo, lleva a la mayor parte de los estudiosos a esta conclusión «indiscutible». Marcos ha
escrito su evangelio ciertamente antes del año 70: de otra manera no hubiera omitido un
hecho de aquella importancia, del que ni siquiera existen indicios en el capítulo 13 (sermón
escatológico).
Otros. por el contrario, precisamente en el capítulo 13, encuentran indicios
«evidentísimos» de aquel acontecimiento. Por consiguiente: ¡la fecha habría que retrasarla
hasta después del año 70! Es la tesis, sobre todo, de un estudioso inglés 26.
Evidentemente Marcos se divierte mucho con aquella sábana...
El hecho es que él está en otra parte. Y se libra hábilmente de todas aquellas disputas (¡y
quién sabe cuántas sorpresas dará todavía en el futuro!).
Y además no es a él a quien debemos alcanzar.
Examinemos también la sábana 27 en todos sus componentes, estudiemos atentamente
su trama, no desperdiciemos ni siquiera un hilo, un pedacito, una manchita (con tal de que
no nos dejemos atrapar a su vez por esta sábana...).
Pero no olvidemos que es importante no perder de vista a otro.
A aquél que han arrestado para llevarlo a crucificar.
Marcos nos advierte que es de éste de quien debemos preocuparnos.
.......................
1. Colobodactylus es el término que encontramos en el «prólogo antimarcionita» que quizás siguiendo la tradi-
ción de Papías había de Marcos como "intérprete de Pedro".
2. Incluso su identificación, en base a lo que hemos dicho, no es precisamente segura.
3. Es la célebre expresión de Fascher: "Am Anfang war die Predigt».
4. Testimonio de Papías, obispo de Gerápolis, referido en la Historia eclesiástica de Eusebio.
5. J. Delorme. Aspetti dottrinali del secondo vangelo en Da Gesù ai vangeli. Assisi 1971, 128.
6. Sobre 11.241 vocablos según el cálculo de Rigaux-1.345 son diferentes (Swete cuenta 1.270 palabras
diferentes, no contando los nombres propios. Mc tolera bien la confrontación con los otros sinópticos: 1.691
sobre 18.305 en Mt: 2.055 sobre 19.428 en Lc. Pero supera netamente a Jn, el más pobre en vocabulario:
sólo 1.011 palabras diferentes sobre 15.416. Por encima de todos, Pablo. Es significativo el cálculo
concerniente a la Carta a los Hebreos: 1.038 vocablos diferentes usados sobre un total de 4.951.
7. Con razón, pues, los estudiosos hablan de "parataxis (yuxtaposición de las frases) más que de sintaxis
(conexión de frases sucesivas, con participios y proposiciones subordinadas): a este respecto, son típicos
en Mc los "asindetones" (falta de partículas de conexión entre las partes del discurso).
8. Cuarenta y treinta veces respectivamente.
9. Il vangelo secondo san Marco, en Introduzione al nuovo testamento II: L'annuncio del vngelo, Roma 1977.
10. Mc usa ya el paralelismo sinonímico ya el antitético.
11. La expresión es de P. Lamarche (Révélation de Dieu che Marc, París 1976) del que tomo muchas de estas
consideraciones. El autor sostiene que se trata de una «presentación visual del kerigma en el cuadro de una
existencia". p. 17. El mismo teólogo acerca -con las debidas proporciones- el estilo de Mc al cinematográfico
de un Dreyer o de un Bresson.
12. F. Belo destacando como «uno de los esquemas fundamentales de la narración de Mc el del camino, típico
de los que siguen a Jesús", habla de "praxis de los pies.
13. La expresión es también de P. Lamarche,. al cual debo muchas de estas observaciones.
14. "Arché" como observa P. Lamarche significa un principio que exige un cumplimiento.
15. Merece destacarse el hecho de que casi todas las parábolas recogidas por Mc están centradas en la idea
de crecimiento.
16. P. Lamarche. o. c., 14.
17. Papías tuvo que tomar la defensa de este evangelio, admitiendo, sí, un cierto desorden y una disposición de
la materia distinta de los otros, pero reivindicando la absoluta honestidad y veracidad de Mc, y además su
"esmero" en el modo de narrar 18. "Marcus eum (Mt) subsecutus tamquam pedisequus et breviator eius
videretur» (De consensu evangelistarum I, 2, 4).
19. Literalmente: "lugar en la vida". Expresión casi intraducible, a excepción del... francés: "milieu de vie".
Podemos traducirlo así: contexto (o situación) ambiental.
20. V. Taylor hace de ellos este inventario: apotegmas, historias de milagros, historias referentes a Jesús,
construcciones marcianas. sumarios, dichos y parábolas. Dufour distingue: grupos de pasajes presentados
por algún testigo, grupos de proveniencia catequética, grupo de relatos más vagos, sumarios y conexiones
principales. Además, naturalmente, del relato de la pasión que forma un bloque por sí mismo. Bultmann:
relatos de los milagros y relatos referentes a Jesús (hechos y palabras). Relatos de la pasión y resurrección.
Debelius: paradigmas,."novellen", leyendas, historia de la pasión, mito de Cristo.
21. Cf. C. Masson. L'évangile de Marc et l'eglise de Rome Neuchâtel 1968. 43 s.
22. F. Belo. Lectura materialista del evangelio de Marcos, Estella 1975.
23. Baste leer, entre todos, el ponderado estudio de Minette de Tillesse. Le secret messianique dans l'évangile
de Marc, Paris 1968.
24. E. Trocmé. La formation de l'èvangile selon Marc, Paris 1968.
25. Hoy, sin embargo, la fecha más probable, entre los estudiosos, se coloca entre el 64 y 67.
26. S. G. F. Brandon. en su obra The Fall of Jerusalem, tiene un capitulo significativo: "La reacción de Mc".
Reacción se entiende frente al hecho de la toma de Jerusalén (70) y frente al triunfo de los Flavios en Roma
(71). Su tesis se resume así: Mc escribe ya para una iglesia terriblemente probada por la persecución de
Nerón (64). Entonces como los romanos no afinaban mucho en eso de distinguir entre judíos y cristianos,
Mc se preocupa con su evangelio de subrayar sobre todo la neta ruptura obrada por Cristo en relación con el
judaísmo. Y cita algunos hechos: Jesús, desde el principio de su misión, ha chocado contra la oposición de
los «dirigentes» judíos: Jesús ha rechazado la noción hebrea de mesías nacional, se ha distanciado de los
Zelotes: en la narración de la pasión hace pasar la responsabilidad de los romanos a los judíos: Pilato fue
"forzado" por los jefes del pueblo. En suma, un intento de no exasperar excesivamente a los romanos y al
mismo tiempo, de calmar la fiebre apocalíptica desencadenada por los sucesos de aquellos años. Así pues,
la fecha del evangelio habría que fijarla después del año 71. Otro estudioso, O Callaghan, recientemente,
basándose en los descubrimientos de Qumrán, cambia sin más la fecha de composición del evangelio de
Mc hacia los años 50-55.
27. Por otra parte, etimológicamente, la palabra "texto", sugiere la idea de un tejido.
(·PRONZATO-3/1.Págs. 26-31)


2 - PROLOGO (1, 1-13)

Mc/01/01

EN EL PRINCIPIO EXISTÍA EL EVANGELIO... 1, 1


1. Comienzo del evangelio 1 de Jesucristo, hijo de Dios

¿Es un principio desafortunado?
Como apertura parece más bien banal.
Un exordio como éste descalificaría a cualquier predicador.
Un muchacho que se arrancase con «principio del tema acerca de "una fiesta en familia"»,
ciertamente no se atraería la consideración benévola del maestro. El hecho es que a Mc no
le importan nada las reglas estilísticas. Está convencido de que el mensaje contiene en sí
motivos válidos para ser aceptado; por lo que no se preocupa mucho del envoltorio,
descuida tranquilamente el modo de la presentación.
Y después, adelante. Mc no dice «éste es el principio de mi libro» (el término
«evangelio», en este caso, no indica aún un libro).
Cuando escribe el evangelio 2, o sea el anuncio gozoso de Jesucristo, ha sido ya
acogido por las primeras comunidades cristianas, y recorre los caminos del mundo.
Ahora, este acontecimiento, el evento-Cristo, ha tenido un principio.
Podemos traducir libremente: todo ha comenzado así.
Ha tenido su principio con la proclamación de Juan el Bautista, con la predicación de
Cristo y más tarde de los apóstoles, y continúa todavía hoy con el anuncio gozoso dado por
la iglesia.
En realidad, el aparente fracaso estilístico de Mc esconde perspectivas sorprendentes.
También el primer libro de la Biblia se abre con la misma expresión: «En el principio»
(Gén 1, 1). También así el evangelio de Juan.
Por decirlo de alguna manera, Dios es «desenganchado» de la fijeza de las ideas
inmutables y aparece «en acción». Su palabra crea el mundo, y llama a las cosas a la
existencia. O también es una palabra que se hace carne, y pone su morada entre nosotros.

Mc nos lleva a un nuevo «principio» (arché). Es la recreación.
Más que una doctrina, la de Jesucristo es una alegre noticia. Una historia que afecta a la
fe, que se refiere a la salvación de los hombres.
Jesucristo es, al mismo tiempo, el sujeto y el objeto de la predicación (también de aquella
que se despliega a través de los apóstoles). El es quien trae la alegre noticia, y él es, al
mismo tiempo, el contenido de este anuncio.
La «alegre noticia» es Jesús mismo.
Una comunidad cristiana se forma cuando un grupo de personas acogen este «anuncio
gozoso» y se encargan de transmitirlo.
El evangelio es siempre un principio, una posibilidad de comenzar o recomenzar.
El evangelio es el principio de conocimiento de Cristo, de una vida con él, de un camino
recorrido junto con él. El evangelio, pues, como principio y fuente de vida cristiana.
Cristo se coloca al «principio». Determina una ruptura con el mundo viejo. Y representa la
novedad, el principio de una nueva creación. Si existe una referencia al pasado, esta
referencia es sólo para «cerrarlo» definitivamente, abrir el capitulo de la esperanza e
introducirnos en el futuro.

«...Jesucristo, hijo de Dios».
Todo tiene su principio en una intervención decisiva de Dios en la historia de los
hombres.
La alegre noticia tiene como protagonista a Jesús, que es proclamado Mesías 3 e hijo de
Dios.
Aquí Mc anticipa dos palabras que forman la síntesis de las dos grandes secciones de su
evangelio. La primera, en efecto, se cierra con la profesión de fe de Pedro: «Tú eres el
Cristo» (8, 29). La segunda encuentra su final en la profesión de fe del centurión:
«Verdaderamente este hombre era hijo de Dios» (15, 39).
La expresión «hijo de Dios» se usa en tres momentos decisivos de la vida de Jesús: en el
Bautismo (1, 11), en el episodio de la transfiguración (9, 7) y, precisamente, en la confesión
del centurión al pie de la cruz.
Para evitar equívocos y triunfalismos peligrosos, Mc precisa inmediatamente que el
«evangelio» del que se ocupa no se coloca en la línea de la espectacularidad y de los
triunfos de tipo imperial. El hijo de Dios va desvelándose en los rasgos comunes de Jesús.
Aquel hombre, venido de Nazaret de Galilea (1, 9), el carpintero, el hijo de María (6, 3), que
recorre un camino muy alejado del triunfo, caracterizado por la humildad, por el servicio y
por la cruz, y por la solidaridad con el mundo de los humildes, aquel hombre que se hace
portador de un amor rechazado pero obstinado, él es el Mesías, el esperado, el hijo de
Dios.
Quizás la novedad está precisamente aquí. Una «noticia gozosa» que deja de lado el
esquema ya gastado de los honores, del esplendor, del triunfo terreno, de la gloria, para
asumir los rasgos insólitos de la debilidad, de la derrota, de la pobreza.
del sufrimiento, de una vida «gastada en favor de» (no olvidemos que es el hijo de Dios
«dado» a nosotros) Y todo esto es, paradójicamente, buena noticia En efecto Jesús de
Nazaret es el Señor, el hijo de Dios. El vencido alcanza la victoria, el crucificado ha
resucitado. Cruz y gloria.
Como principio es más bien desconcertante.
Bastante lejos está todo esto del desacierto estilístico.
Con aquel exordio inocuo, banal, Mc en realidad provoca una ruina de notables
proporciones. Y «desafortunado» resulta un mundo viejo, que desaparece frente al evento
inaudito, al "hecho-Cristo".
Quizás lo habían olvidado. Pero para empezar, es necesario que algo acabe.
Cristo es el principio de todo. Con él todo puede comenzar.
Con tal de que no nos quedemos llorando sobre las ruinas, de que no quedemos
aprisionados por los escombros.
No podemos seguirlo llevando a la espalda los restos más o menos gloriosos del pasado.

Todo empieza así. Con el final de alguna cosa.
Este es, y no otro, el anuncio gozoso.
.................
1. Literalmente: anuncio alegre, buena noticia. anuncio gozoso.
2. Lc no usa jamás el termino "evangelio". Mt lo emplea muy raras veces, y nunca en solitario ("el evangelio del
reino" o "este evangelio"). En Mc, por el contrario, aparece con frecuencia el vocablo "euanghélion" que
evidentemente prefiere. Cristo comienza su misión "predicando el evangelio de Dios", (1. 14) e invitando:
"creed en el evangelio", (1, 15). Habla de la necesidad «de que sea proclamado el en evangelio a todas las
naciones» ( 13. 10).Comentando el gesto de la mujer que derramó sobre la cabeza de Jesús un perfume de
mucho precio. dijo: «dondequiera que se proclame el evangelio en el mundo entero, se hablará también de lo
que ésta ha hecho para memoria suya» (14. 9) Comentaremos mas adelante dos pasajes (8. 35: 10. 29) en
los que se subraya una estrecha relación entre la "causa de Jesús" y el "evangelio". Mc. pues, no usa nunca
euanghélion para indicar un libro.La palabra proviene del griego profano. Originalmente significa la
recompensa dada al mensajero por su mensaje; o también, en plural, las ofrendas presentadas a los dioses
por una buena noticia. Por extensión, pasó a indicar el mensaje mismo, la buena noticia anunciada. Se
trataba casi siempre del anuncio de una victoria militar. A veces el nacimiento o la llegada al trono de un
emperador, o sea un acontecimiento que podrá incidir en el destino de un pueblo, que afectaba a su futuro.
Ya por el mismo gesto del mensajero -la derecha levantada en señal de saludo, el rostro radiante- se
entendía que se trataba de una noticia alegre. En las raras veces que el término aparece en el antiguo
testamento (seis veces), indica el alegre mensaje o la recompensa por el alegre mensaje. El mensajero de
cosas alegres era premiado, el heraldo de malas noticias era castigado. Sea como fuere, este vocablo
siempre se usa en sentido profano, nunca religioso. Dice Cullmann: "Para los primeros cristianos el
evangelio significa ante todo la buena noticia de la salvación realizada en Cristo Jesús, como fue anunciada
por los apóstoles. Sólo más tarde este término se aplicará para indicar la redacción literaria de la buena
noticia apostólica" (Cristología del NT, Buenos Aires 1965). Justino mártir introducirá hacia el año 150 d.C.-el
término euanghélion para designar un libro.
3. El rey consagrado, ungido, en hebreo se traduce por mashiah (mesías) y en griego por christos.
........................................................................

Mc/01/02-08   Mt/03/01-12   Lc/03/03-18   Jn/01/19-35

El que precede
Así pues el anuncio gozoso (v. 1 ) comienza con la predicación de Juan el Bautista.
Cuando Dios actúa en la historia, aparece en escena un hombre.
Juan es el punto de contacto, la bisagra entre el antiguo y el nuevo testamento.
La referencia a Isaias subraya el desarrollo progresivo - continuidad y ruptura- del plan
de Dios. Juan cumple la función de precursor, o sea del que precedes en cuanto testigo del
pasado.
El camino del Señor, que llega, está cortado. Es necesario abrirlo, quitando el
impedimento fabricado por el pecado del pueblo. Muchos «senderos» llevan lejos, o a
ninguna parte. Es necesario «rectificarlos» (v. 3), con referencia al Dios que se presenta
cercano al hombre.
El contexto en que Juan «proclama» es el desierto.
Topográficamente debe tratarse del desierto de Judá, pero más que descubrir un lugar
determinado, aquí estamos llamados a leer un símbolo. O sea el desierto como lugar de la
cercanía, de la intimidad con Dios. En el desierto precisamente Yahvé ha hablado a su
pueblo, es más, lo ha convertido en «su» pueblo. En el desierto se han celebrado las bodas
entre Dios y el pueblo elegido.
Es normal que el tiempo de la salvación se inaugure también en el desierto.
¿Qué «proclamaba» Juan? Esencialmente un bautismo de conversión.
Es necesario quitar a la palabra «conversión» la connotación moralística que se le ha
echado encima, para restituirla al significado original de cambio de mentalidad, cambio de
rumbo.
Es la exigencia de una re-orientación de la propia existencia, en cuyo caso la conducta
es simplemente consecuencia y expresión concreta.
Sobre todo, es necesario «convertir», cambiar los pensamientos, rescatarlos de la
dispersión, para orientarlos hacia aquél que, solo, puede dar significado a nuestra
existencia.
Esta conversión o arrepentimiento representa la condición para ser perdonados y
acogidos por Dios.
Evidentemente hay una exageración en la afirmación de que «todos» salen para acudir a
Juan (v. 5). El mismo Mc, más adelante, obligará a dar el verdadero alcance a esta
expresión (cf. 9, 13, 11, 31).
Se subraya la realidad de que el mensaje de Juan afecta a todos, y no a una categoría
restringida de personas. La salvación se ofrece a todos, no es monopolio de una élite.
Pero Mc con aquel «todos» pone en evidencia, sobre todo, la fuerza y el éxito de la
predicación que activa un movimiento, suscita un interés, provoca un «éxodo» impensable.


Primer plano
Después de habernos ofrecido una panorámica del ambiente y del acudir de las masas,
ahora Mc resalta un primer plano de la figura del Bautista.
Describe a Juan, con trazos rápidos, en su estilo austero. Juan llevaba un vestido de piel
de camello y una correa de cuero (que, en realidad, debía ser una especie de taparrabos
ceñido a la cintura, y consiguientemente iba debajo y no sobre el vestido).
La referencia a los profetas, y en particular a Elías, aparece bastante evidente.
Su alimento eran las langostas que los beduinos pobres comían habitualmente, también
tostadas o saladas. La miel puede ser la libada por las abejas en las grietas de las rocas, o
también la miel vegetal, producto de la secreción de ciertas plantas, por ejemplo de los
tamariscos.
Juan se preocupa de precisar que «el más fuerte» viene detrás de él o después de él.
Normalmente el que está detrás es el discípulo, o el siervo. Aquí el Bautista advierte que no
conviene dejarse engañar por este momentáneo invertirse de papeles: él, que está delante,
es solamente un siervo, y ni siquiera es digno de ponerse de rodillas para prestar el oficio
más humilde, en relación a aquél que viene después.
En suma Juan, como profeta, crea una espera, invita a prestar atención a un personaje
más grande. No concentra el interés sobre su propia persona, sino que orienta hacia otro.
«Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu santo» (v. 8).
Podríamos traducirlo más eficazmente:
«Yo os he sumergido en el agua. El os sumergirá en el Espíritu santo».


PROVOCACIONES

1.Este es un extraño desierto. Un desierto donde resuenan voces y gritos, poblado de
presencias, caracterizado por un ir y venir incesante.
Juan no predica en las plazas, sino en el desierto.
Para ponerse en contacto con los oyentes, huye de la ciudad, y se deja alcanzar por las
gentes en el desierto. El no va hacia los otros son los otros los que corren hacia él.
No se busca un público, se hace buscar.
Quizás sea necesario recuperar este sentido del desierto como lugar del encuentro, como
espacio de la comunión. Reencontrar el coraje de la soledad, de la cercanía de Dios, como
posibilidad privilegiada para acercarse a los otros.
«Desde el momento en que hayas aprendido a prescindir de los hombres, los hombres
caerán en la cuenta de que no podrán prescindir de ti», decía un monje antiguo.
En el silencio las palabras se limpian de la costumbre, y reencuentran su esplendor y su
fuerza original.
La iglesia debe escoger el desierto como lugar de la predicación.
No para huir del mundo, para evadirse de una realidad incómoda, sino para volver a dar
al propio mensaje aquella intensidad y aquella profundidad, aquella resonancia, que son los
signos inconfundibles de una palabra que viene de lejos y pone en movimiento algo.
En el desierto el anuncio encuentra el camino para llegar al corazón del hombre. Sobre
todo si quien lo lleva -como Juan- evita cuidadosamente concentrar la atención y la
admiración sobre sí; no quiere llamar la atención, no está preocupado por la propia
grandeza, no hace problema de prestigio o interés o triunfo personal, sino que orienta hacia
otro.
Precursor es aquel que corre delante. Es un hombre, que revestido de debilidad, se limita
a advertir que está llegando «el más fuerte».
La pequeñez, reconocida, puede ser manifestación de la grandeza.
La miseria, admitida, lejos de ser un impedimento, puede traducirse en transparencia.
Solamente la presunción, el presumir es lo que se traduce en opacidad.
Una iglesia que se hace pequeñas que no se anuncia a sí misma.
que se echa a un lado para dejar pasar a otro. se convierte en creíble y suscita interés.
El desierto es plenitud, presencia, comunicación, cercanía.
Lo contrario del desierto no es la vida, la comunidad de los hombres, sino el vacío y la
lejanía.

2. «...Y todos los habitantes de Jerusalén salían para ir a él» (v. 5).
Comienza un nuevo éxodo, radicalmente distinto de los otros.
Jerusalén ya no es la meta, como en los éxodos precedentes, sino el punto de partida.
Se sale de la ciudad para dirigirse hacia la nueva patria, cuyos confines no están
definidos.
Se proclama la tierra prometida, pero todavía no se sabe dónde está, qué será y cómo
será.
Pero es necesario salir. Abandonar la ciudad de las situaciones cómodas, de la
costumbre, de las estructuras tranquilizadoras, para aventurarse en dirección de la tierra
nueva. Dejar los refugios para vivir a la intemperie. Se da la espalda a la «casa de
esclavitud» para correr el riesgo del reino de Dios.
Y siempre está entre medias el desierto.
Esta vez la meta no es una tierra sino una persona.
Cristo se convierte en el verdadero «territorio sagrado» que se nos promete, el «lugar»
donde es posible habitar.
El único acomodo consentido a los nómadas del nuevo éxodo está en él.


CONFRONTACIONES

Conversión
CV/DESIERTO La conversión ha sido objeto constante de las llamadas
de los profetas. No se pone el acento en el cambio de las cualidades o de las acciones de
un hombre, sino en su orientación global, en su relación con Dios. Evidentemente todo esto
incluye también la postura interior y la conducta exterior del hombre; pero esto sólo importa
como expresión de aquella reorientación, no como algo que se pone en marcha
independientemente de aquello. A un corredor que corre en una dirección equivocada, no le
sirve para nada hacer el máximo esfuerzo, mientras no aparezca alguien que le incite a
hacer una «conversión» para marchar en la dirección opuesta (E. Schweizer, Das
Evangelium nach Markus, Gottingen 1978).

Inicio del camino de la nueva liberación
Este último éxodo, inicio del camino de la nueva liberación, es totalmente distinto del de
Egipto o del de la esclavitud de Babilonia. La gente sale ahora de Judea y de Jerusalén,
que habían constituido la meta de los éxodos precedentes y vuelven a atravesar el Jordán,
pero en sentido contrario: es un éxodo hacia una nueva patria, en la que todavía no ha
entrado nadie, diversa de la patria que custodia las tumbas de todos nuestros padres,
diversa del sagrario-osario de esta vieja tierra. Judea y Jerusalén en efecto son el lugar
sagrado, del que ahora es necesario salir, pasando a través de un nuevo mar Rojo, para
liberarse de la esclavitud de la ley que mata, y acoger el Espíritu que vivifica: hace falta
salir de la propia justicia, dice Pablo (Fil 3, 7 s) para acoger al Señor que ya no está en su
lugar santo e inaccesible, sino aquí entre los hombres, en el hombre Jesús, en quien
"reside corporalmente" toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9) (Una comunità legge il
vangelo di Marco, Napoli 1979).

Los solitarios
Han sido ordenados sacerdotes de misterios arcanos, cancelan nuestra debilidades.
En lo oculto ruegan por nuestros pecados y están en oración, suplicando por nuestras
locuras...
Las montañas se han convertido en antorchas, la gente se encamina hacia ellas.
Donde está uno de ellos, los que se le acercan quedan reconciliados.
Son baluartes en el desierto, gracias a ellos tenemos la paz (Efren el Sirio).

Desierto y vocación
En el Génesis se dan así dos «Adán», dos tipos de humanidad, mejor, dos aspectos del
hombre: el del primer capítulo, que consiste en someter el universo dándole un paisaje
humano, trazando sobre él carreteras, construyendo casas, dominando las fuerzas de la
naturaleza y de los animales; y está el del segundo capítulo, que consiste en resolver el
problema moral y la relación al bien. Los dos aspectos, de hecho, resultan
complementarios; el proyecto divino es, al mismo tiempo, según la mentalidad hebrea,
capacidad de dominarse, «trabajar» el propio ser, considerándolo como un «Adamah», una
tierra que hace falta cultivar; y, al mismo tiempo, dominar el mundo, cultivar el suelo y
construir ciudades. Es necesario, contemporáneamente, cambiar la faz del mundo y vencer
ciertos deseos. (A. Abecassis).

El ser inútil
El nómada es, en primer lugar, Abel, el ser improductivo, inútil, la nada. El se siente
superfluo y no se priva de recordárselo.
Pero precisamente en su ser marginal está su fuerza. Se ve obligado a justificarse y a dar
un significado a la propia vida frente al ciudadano. Sentirse inútil no quiere decir estar
satisfecho de sí mismo, significa ser nada y sentirse condenado a buscar la propia
identidad y a convertirse en algo (Ibid).

Desierto y revelación
El desierto es, ante todo, aprendizaje y conocimiento de sí. Es revelación del ser a sí
mismo, mientras la ciudad es el lugar del tener, que esconde y da seguridad (Ibid.).

El desierto crea narraciones
Ser elegidos por Dios significa ante todo ser capaces de desarraigo perpetuo, porque la
enseñanza de la torá solamente se puede entender por quien hace de su propia vida una
ruptura continua y se siente «un extranjero que reside en todas partes...».
El mismo razonamiento es totalmente diverso en la ciudad que en el desierto. El hecho es
que el desarraigo de un lugar comporta una propia lógica, la del mundo del objeto, de la
tierra, del habitat fijo y de la familiaridad.
El razonamiento del nómada, por el contrario, se adapta a sus peregrinaciones. Está
hecho de parábolas, proverbios, proclamaciones fáciles de acomodar, y de llevar consigo
de un punto a otro...
...Se dan las narraciones porque existen leyes liberadoras (Ibid.).

Desierto, lugar de la palabra
La experiencia de los hebreos en el desierto, la inseguridad que allí encuentran, tienen
como tarea el destruir la seguridad propia de la vida sedentaria, y del arraigo, el destruir la
fuerza de la organización cósmica y descubrir una relación a la transcendencia hecha de
palabra y de diálogo.
...La elección colectiva del pueblo hebreo en el desierto representa la voluntad de asumir
una existencia típica y ejemplar: la de la palabra.
...Los rabinos recuerdan que el término desierto se dice en hebreo «midbar», o sea
«lugar de la palabra» (Ibid.).

El desierto es Dios que te espera
El desierto es Dios que te espera con paciencia, con amor.
El desierto es Dios y el silencio es su palabra (E. Guiot, Notes spirituelles).
(·PRONZATO-3/1.Págs. 39-46)
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EL BAUTISMO DE JESÚS
Mc/01/09-11   Mt/03/13-17   Lc/03/21-22

En fila con los pecadores
Cuando acontece el inaudito evento, Mc se las arregla con indicaciones más bien vagas:
«por aquellos días» (v. 9), o sea, genéricamente, durante el ministerio de Juan el Bautista.

De Jesús se dice simplemente que viene de Nazaret, una aldea que jamás antes se
había nombrado en los libros sagrados 1
No se precisa la edad, ni el aspecto físico, ni las características. Ninguna ficha biográfica,
ni siquiera sumaria.
Mc no habla del nacimiento ni de la infancia de Jesús. Comienza hablando de su
nacimiento a la misión que le ha sido confiada por el Padre. Se diría que el evangelista
tiene prisa por descubrir el desarrollo del «anuncio gozoso». Por algo en este episodio
tropezamos con el primer «enseguida» (v. 10) de una larga serie, que quiere subrayar la
urgencia de la misión de Cristo.
Y encontramos a Jesús en fila con los «penitentes» que han seguido a Juan desde el
desierto hasta el Jordán para ser bautizados.
En fila con los pecadores. Solidario con su pueblo, puesto en el camino de la conversión.
Jesús se presenta no «separado» de los otros sino en la hilera de los pecadores.
«Y con los rebeldes fue contado» (Is 53, 12).
«A quien no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a
ser justicia de Dios en él» (2 Cor 5, 21).
En el episodio narrado por Mc, y en el que afloran numerosas referencias al antiguo
testamento, se pueden especificar tres elementos:
-los cielos «rasgados»,
-la voz,
-la venida del Espíritu.

Se derrumba el muro de separación
Los «cielos cerrados» indican el muro de separación entre Dios y el hombre,
consecuencia del pecado. Son el signo de la ira de Dios en relación a la humanidad
pecadora.
Ha sido interceptada la ligazón entre el cielo y la tierra. «Los hombres no viven y no se
mueven ya en Dios, y esta lejanía de Dios determina su profunda miseria» (G. Dehn).
Cobra, pues, toda su fuerza dramática la invocación de Isaías (63, 19):
«¡Ah! si rompieses los cielos y descendieses...».
Esta oración fue escuchada:
«...Veréis el cielo abierto» (Jn 1, 51).
Se ha terminado el tiempo de la enemistad, se ha levantado el diafragma de separación.


Cesa el insoportable silencio de Dios
Y ha terminado también el tiempo del insoportable silencio de Dios.
No se rompen sólo los cielos, se ha roto también el silencio.
Dios toma la palabra.
Y cuando vuelve a resonar su voz, esto sucede para indicar una presencia: su Hijo.
Jesús es así la palabra definitiva que el Padre tiene que decir al mundo.

El Espíritu nuevamente ha puesto manos a la obra
BAU/PALOMA PALOMA/BAU: El Espíritu desciende sobre Cristo en forma de paloma.
Esta imagen sigue haciendo discutir. La paloma a veces sirve para representar a Israel,
la nación esposa de Yahvé.
En el judaísmo, por otra parte, se habla de la voz de Dios que resuena en el tiempo como
el arrullo de una paloma.
Me parece, sin embargo, que la referencia más acertada es aquella del Espíritu, que, en
los orígenes, aletea sobre el caos primitivo para fecundarlo y ponerlo en orden (Gén 1, 2).
El Espíritu, ahora, está presente en la nueva creación. En efecto, con el bautismo de
Jesús «comienza una historia, la historia del mundo nuevo» (F. J. Lecnhardt).
Y este Espíritu se posa, además de sobre las aguas, sobre Jesús.
«En el antiguo testamento la bajada del Espíritu de Dios sobre un hombre significa la
específica vocación para llevar a cabo una obra por encargo de Dios» (J. Schmid).
Además de un «reconocimiento», una credencial de parte de Dios, es una investidura
oficial.
El bautismo de Cristo fue siempre un problema para las primeras comunidades cristianas,
que veían en él, una entronización de Jesús y una toma de posesión de su oficio de
Mesías.
A este propósito es significativo que el término «hijo» puede traducirse también por
«siervo».
Cristo hijo del hombre e hijo de Dios. «Siervo» que se pone a disposición para realizar el
plan de salvación.
Podemos decir: siervo de Dios y siervo de los hombres.
En la obediencia y en el amor.


PROVOCACIONES

1. «Vio que los cielos se rasgaban...» (v. 10). El sujeto es, sin duda, Jesús.
Se suscita, sin embargo, la discusión sobre qué tipo de visión es ésta. Y. sobre todo, si
también los presentes, o al menos Juan, vieron los cielos abiertos.
Me parece una cuestión irrelevante. La atención, en efecto, de ahora en adelante, se
dirige hacia la tierra. Es la tierra quien se convierte en morada de Dios. Que haya podido
ver los cielos abiertos es una cuestión sin importancia en relación a la posibilidad, ofrecida
a todos, de ver al hijo de Dios que anda por nuestros caminos.
Si se rasgan los cielos es sólo para indicar, que de ahora en adelante, debemos mirar
con más atención a la tierra.
Desde que alguien ha bajado, se trata de mirar bien alrededor.
«Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» (Hech 1. 11).

2. El bautismo es «inmersión en la muerte» para volver a salir a la nueva vida. En este
sentido, se puede decir que Jesús recibirá el verdadero bautismo en el Calvario.
El mismo hablará de la propia muerte en términos de «bautismo» (/Mc/10/38).
Acertadamente se ha dicho que «la muerte será el punto culminante de su servicio».
También entonces, como en el bautismo de Juan, resonará la voz: «verdaderamente,
este hombre era hijo de Dios» (/Mc/15/39).
El evangelio de Mc prácticamente se abre y se cierra con la misma afirmación acerca de
la identidad de Jesús.
Al principio y al fin una voz.
La primera baja de lo alto. La segunda sube de abajo.
La afirmación inicial del Padre es convalidada por el reconocimiento final del centurión.
A la «declaración» de Dios acerca de su propio hijo, corresponde la declaración del
hombre.
La fe es precisamente este punto de encuentro entre una «sugerencia» que llega de lo
alto -y sólo puede venir de lo alto, no «de la carne y de la sangre»- y una respuesta que
parte de las profundidades de una experiencia humana.
Nuestra respuesta, «confesar» que Jesús es el hijo de Dios, en el fondo no es otra cosa
que dar la razón al Padre.
Y aunque sea necesaria una vida para llegar a esto, el largo itinerario para dar esa
respuesta está plenamente justificado.
Quiere decir que se ha superado el examen fundamental.
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1. El nombre Jesús se deriva del hebreo Yehoshuà (abrev. Yéshua), y significa «Yahvé salva», o también«Yahvé es generoso».

(·PRONZATO-3/1.Págs. 35-50)