OBJETOS LITURGICOS/VESTIDURAS
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SUMARIO: I. Objetos litúrgicos en general: 1. Valoración cultural-religiosa; 2. Síntesis histórica; 3. En el "hoy" de la iglesia: a) Notas distintivas, b) Materia y forma, c) Objetos litúrgicos y arte sacro, d) Autoridad competente - II. Principales objetos litúrgicos: 1. Vasos eucarísticos: a) Materia y forma, b) Bendición del cáliz y de la patena; 2. Vestiduras de los ministros: a) Las distintas vestiduras, b) Materia y forma, c) Colores, d) Insignias litúrgicas - III. Conclusión.


Se denominan objetos litúrgicos todos aquellos que de alguna manera sirven para el ejercicio de la ->l liturgia. Se relacionan particularmente con los lugares litúrgicos (iglesias, altares, etc.), con los ministros de la liturgia y con las celebraciones litúrgicas, sobre todo con la celebración eucarística.

No deja de ser abundante la literatura relativa a los objetos litúrgicos. La índole del presente diccionario nos impone unos límites. Creemos que será suficiente dar en primer lugar una visión de conjunto sobre los objetos litúrgicos considerados en su complejidad, para pasar después al análisis de los principales de ellos. Nos vamos a referir de manera especial a los vasos eucarísticos y a las vestiduras de los ministros.


I. Objetos litúrgicos en general

Después de una aproximación valorativa de carácter cultural al tema, presentaremos una breve síntesis histórica sobre los objetos litúrgicos y expondremos la situación actual a este respecto.

1. VALORACIÓN CULTURAL-RELIGIOSA. Más o menos, en casi todas las culturas la historia de los objetos utilizados en las celebraciones religiosas presenta dos estadios fundamentales. Se usan, primeramente, objetos que no se diferencian de los utilizados en las circunstancias ordinarias de la vida. La única exigencia a la que deben responder aquéllos es la practicidad-funcionalidad. Se observa, sin embargo, la tendencia a preferir objetos que se distingan por su belleza y su nobleza. Y así es cómo a la exigencia de practicidad-funcionalidad se unen cada vez más la de la ornamentación (y del arte) y la del respeto de que se aspira a rodear el ejercicio del culto. Queda de esta manera allanado el camino para un sucesivo desarrollo, que tendrá como objetivo la diversidad de objetos utilizados en el culto y, por consiguiente, su fijación. Simultáneamente viene a consolidarse una nueva exigencia, de carácter psicosociológico, que se concreta en el reconocimiento de la necesidad o utilidad de algunos signos externos, cilmente reconocibles, ligados al desempeño de determinados servicios comunitarios.

En algunas culturas más abiertas y desarrolladas se descubre todavía un tercer estadio de evolución: los objetos, aun permaneciendo sustancialmente los mismos, están sometidos a una continua adecuación a las nuevas orientaciones del arte que vienen a enriquecer las distintas culturas.

Todo lo cual nos lleva a la conclusión de que el uso de objetos reservados para el culto viene a constituir generalmente un hecho cultural de notoria relevancia en todos los pueblos; un hecho que es en ocasiones objeto de contestación, pero que irá sobreviviendo merced a su connatural e innegable valor de I signo. Las contestaciones mismas a las que está expuesto no servirán sino para purificarlo y para mantener su credibilidad.

Esta valoración cultural-religiosa con que hemos iniciado nuestra exposición será la base de todo nuestro tratado sobre los objetos litúrgicos.

2. SÍNTESIS HISTÓRICA. Nos interesa ahora de inmediato hablar de la historia de los objetos litúrgicos cristianos'. Tratamos de los objetos litúrgicos en general. Debemos, pues, contentarnos con rápidas alusiones. Está, en efecto, fuera de toda discusión que para una verdadera y completa historia de los objetos litúrgicos sería necesaria una descripción muy concreta de cada uno de ellos o de determinados grupos, con explícita referencia a las distintas familias litúrgicas o, al menos, a las principales de Oriente y de Occidente.

Al comienzo de su misión, la iglesia no adoptó para el ejercicio de la liturgia objetos distintos de los habitualmente usados para las demás actividades. Se procuró evitar, en este campo, el influjo de la religión hebraica, aun considerándola como punto necesario de referencia para el cristianismo a causa de la doctrina revelada en ella contenida. Se evita igualmente, por motivos obvios, todo contacto con las religiones paganas. Añádase que la exclusión de objetos especiales para el culto se hizo necesaria para no exponer mayormente a la iglesia a las persecuciones que acompañaron su propagación en el mundo pagano. En los primeros siglos fue suficiente para la iglesia que los objetos litúrgicos respondiesen a las exigencias fundamentales de practicidad-funcionalidad, de decoro y de respeto al ejercicio de la liturgia.

A esta línea pertenecen las primeras noticias sobre los vasos para la eucaristía (cálices y patenas) y sobre las vestiduras de los ministros. Para los vasos eucarísticos se mantiene que en un principio fueron de cristal decorado. Sólo sucesivamente (¿s. iv?) se había de recurrir a materias preciosas, con frecuencia elaboradas artísticamente. Sobre las vestiduras de los ministros nos consta que todavía en el s. v se utilizaban para las celebraciones litúrgicas los hábitos comunes. Se excluían, sin embargo, los militares y los de trabajo; entre los comunes se escogían los más elegantes. En ciertos casos se adoptaron hábitos e insignias de algunos funcionarios imperiales. Tal es la situación básica de donde parten los posteriores cambios de las vestiduras litúrgicas. Estas últimas se distinguirán progresivamente y cada vez más por la riqueza de su materia y de su confección. Será también causa determinante de su distinción la reacción contraria, en los ambientes eclesiásticos, a la adopción en el campo civil de nuevas formas de hábitos, más cortos y más ceñidos, después de las invasiones bárbaras.

De este modo también en la liturgia cristiana se llegó al uso de objetos totalmente distintos para el culto, así como a su fijación. Concluirá tal proceso en el s. vn. Se dio un posterior desárrollo, sobre todo en el campo de las vestiduras litúrgicas, particularmente de las pontificales, hasta el s. xn, que fue como el ápice de la verdadera fase creativa de los objetos litúrgicos. Mediante las vestiduras se evidencia su dimensión de signo en los papeles propios de ciertas personas en el ejercicio del culto. Es de notar aún cómo en tal período se propaga la costumbre de bendecir los objetos litúrgicos con fórmulas propias [-> Bendición, IV, 3; el Bendicional], como prueba de su exclusivo destino al culto. Las primitivas fórmulas se remontan al s. IX.

Después del s. xii se dio una simple evolución de las formas y de la ornamentación, que, sin embargo, no siempre supo evitar las molestias, el desentono y las deformaciones. Desde la segunda mitad del siglo en curso se han hecho diversas tentativas de simplificación, que encontraron su ratificación en varias disposiciones del Vat. II y en la -> reforma litúrgica posconciliar.

Se ha de subrayar igualmente cómo en el campo de los objetos litúrgicos cristianos ha sido notable el influjo del arte en sus sucesivas etapas y con sus diferentes estilos. Lo atestigua la rica producción antigua y moderna en el campo de la pintura, de la costura, del bordado (por lo que respecta a las vestiduras litúrgicas) y de la orfebrería (en lo que se refiere a los vasos sagrados).

Para completar esta síntesis histórica creemos útil una última alusión a la interpretación simbólica [-> Signo/Símbolo] de las vestiduras (e insignias) litúrgicas y de sus diversos colores, interpretación que se desarrolló ya en el medievo y que ha llegado hasta nuestros días'. No ha habido vestidura litúrgica que no haya sido objeto de las más variadas aplicaciones del simbolismo. Sobre tal tema se ha escrito mucho, pero se trata las más de las veces de composiciones decadentes o artificiales. El simbolismo de las vestiduras litúrgicas ha insistido en tres puntos: las virtudes que deben resplandecer en los ministros que las visten; la persona de Cristo representada por los ministros, su pasión, objeto del memorial litúrgico. Tal simbolismo ha encontrado expresión en fórmulas litúrgicas de diversa índole: las pronunciadas por el obispo con ocasión de la entrega de las vestiduras a los neoordenados; las utilizadas para la bendición de dichas vestiduras; las recitadas por los mismos ministros al vestírselas.

3. EN EL "HOY" DE LA IGLESIA. ¿Qué decir de los objetos litúrgicos después de la reforma promovida por el Vat. II en el campo de la misma liturgia?' Porque, como es sabido, también el concilio se ocupó del sector relativo a las vestiduras sagradas. Sus indicaciones a este respecto se encuentran en el c. VII de la SC. Las hicieron suyas, completándolas, otros documentos posteriores, en particular la Ordenación general del Misal Romano (OGMR). Por lo que, para poder responder a la pregunta que acabamos de formular, debemos recurrir al examen de tales documentos, sobre todo de la SC y de la Ordenación general del Misal Romano (OGMR). Recogeremos lo que nos parece más interesante, refiriéndonos siempre, por ahora, a los objetos litúrgicos en general.

A modo de premisa, subrayemos cómo, por todo el conjunto, resulta clara hoy como ayer la voluntad de la iglesia de distinguir entre los objetos destinados a un uso sagrado y los destinados a un uso profano' y de hacer obligatorio el uso de los primeros. Aparece más particularmente manifiesta tal voluntad con respecto a los objetos de la celebración eucarística.

a) Notas distintivas. ¿Cuáles son las notas distintivas de los objetos litúrgicos? Puede decirse que las de siempre, pero hay que añadir que hoy se ponen más de relieve y son objeto de particular insistencia.

La SC, tratando en general de todas "las cosas destinadas al culto sagrado", dice que la iglesia ha procurado siempre que "fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales" (SC 122) Se ha de subrayar cómo la SC habla de las "cosas destinadas al culto sagrado". En realidad, es la pertenencia al -> culto sagrado de determinados objetos lo que constituye su primera nota distintiva, sobre la cual se fundan las demás. Las palabras citadas de la SC valen igualmente para los objetos litúrgicos. Estos han sido siempre objeto de la atención de la iglesia. Y se puede decir que, en general, han aparecido siempre con tales notas distintivas: fundamental pertenencia al culto sagrado, dignidad, decoro, belleza. Todo ello dentro de un pluralismo de orientaciones y realizaciones, fruto de las distintas generaciones históricas y de las diversas culturas.

En la Ordenación general del MR se lee igualmente que "los edificios sagrados y los objetos que pertenecen al culto divino" deben ser "en verdad dignos y bellos, signos y símbolos de las realidades celestiales" 'o, capaces, por tanto, "de fomentar la piedad y mostrar la santidad de los misterios que se celebran" ". Se dirá tal vez que los objetos litúrgicos deben tener como mira la educación de los fieles y responder al fin para el que están destinados y a los criterios del verdadero arte [-> infra, c].

Es precisamente esta primera consideración sobre las notas distintivas de los objetos litúrgicos la que explica las demás indicaciones relativas a los mismos.

b) Materia y forma. Las notas distintivas de los objetos litúrgicos se manifiestan a través de su materia y su forma ". La SC recuerda también aquí cómo "la iglesia procuró con especial interés que los objetos sagrados sirvieran al esplendor del culto con dignidad y belleza, aceptando los cambios de materia, forma y ornato que el progreso de la técnica introdujo con el correr del tiempo" (SC 122). El Vat. II ha proseguido tal obra de aggiornamento como una de las metas de la reforma litúrgica por él mismo decretada. Ha establecido, por tanto, la revisión de "los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado", aludiendo especialmente "a la materia y a la forma de los objetos y vestiduras sagradas" (SC 128).

En la Ordenación general del MR encontramos las siguientes indicaciones concretas: "Como para la edificación de las iglesias, así también para todo su mobiliario y ajuar, la iglesia acepta el estilo artístico de cada región y admite todas las adaptaciones que cuadren con el modo de ser y tradiciones de cada pueblo con tal que todo responda de una manera adecuada al uso sagrado para el que se destinan. También en este campo búsquese con cuidado la noble simplicidad que tan bien le cae al arte auténtico". "En la selección de materiales para los objetos sagrados se pueden admitir no sólo los materiales tradicionales, sino también otros materiales que, según la mentalidad de nuestro tiempo, se consideran nobles, son duraderos y se acomodan bien al uso sagrado".

La justificación de tal amplitud de perspectivas nos la da la tercera instrucción para la exacta aplicación de la SC cuando, al hablar del respeto y cuidado debidos a los vasos sagrados, vestiduras y demás objetos, dice: "Si se concede una mayor libertad en cuanto se refiere a su materia y forma, no es sino para dar a los distintos pueblos y a los artistas una más amplia posibilidad de comprometer con respecto al culto sagrado sus mejores cualidades".

 

c) Objetos litúrgicos y arte sacro. Precisemos la relación existente entre objetos litúrgicos y -> arte sacro. Tal relación ha de contemplarse a la luz de los principios generales sobre el arte sacro enunciados por el Vat. II. Basten unas simples alusiones. La iglesia nunca consideró como propio estilo artístico alguno, sino que ha admitido las formas artísticas de cada tiempo. También hoy se intenta dejar libertad de expresión artística según tiempos y lugares, con tal que se respeten las exigencias del culto (cf SC 123). A fin de "promover y favorecer un arte auténticamente sacro" es menester buscar "más una noble belleza que la mera suntuosidad". Lo cual se aplica expresamente a las vestiduras y ornamentos sagrados (cf SC 124). Los artistas deben recordar "que sus obras están destinadas al culto católico, a la edificación de los fieles y a su instrucción religiosa" (SC 127). Tales principios vuelven a aparecer en varios puntos de la Ordenación general del MR". También la primera instrucción para la exacta aplicación de la SC recomendaba que "las iglesias y oratorios, el ajuar sagrado en general y las vestiduras sagradas se presenten en la forma del auténtico arte cristiano, incluso moderno"".

d) Autoridad competente. También en el sector de los objetos litúrgicos pertenece a las conferencias episcopales de cada nación realizar, a tenor del derecho, las adaptaciones exigidas por la necesidad o por las usanzas locales (cf SC 128). Lo cual se afirma explícitamente con respecto a la selección, para los objetos sagrados, de otros materiales, además de los tradicionalmente utilizados [-> infra, II, 1, a; 2, b y c]. Cada uno de los ordinarios debe procurar que los objetos litúrgicos se ajusten a los cánones del auténtico arte sacro (cf SC 124). Como debe igualmente vigilar "para que los objetos sagrados y obras preciosas, dado que son ornato de la casa de Dios, no se vendan ni se dispersen" (SC 126) 21. Todo lo cual deberá igualmente tenerse en cuenta en lo referente a los objetos litúrgicos que han caído en desuso. En esta materia habrá que atenerse a las normas más concretas emanadas de la Santa Sede y de las respectivas conferencias episcopales.


II. Principales objetos litúrgicos

Después de haber tratado de los objetos litúrgicos en general, vamos a echar una mirada a los principales objetos, teniendo en cuenta la situación actual. Nos limitamos a los sectores de los vasos eucarísticos y de las vestiduras de los ministros, y sólo reseñaremos los datos más destacados.

1. VASOS EUCARISTICOS. Se denominan así los vasos sagrados destinados a contener el cuerpo y la sangre del Señor: el cáliz, la patena, el copón, el ostensorio o custodia, los portaviáticos. Entre ellos merecen respeto especial el cáliz y la patena, "en los que se ofrecen, consagran y se toman el pan y el vino.

a) Materia y forma. "Los vasos sagrados háganse de materiales sólidos, que se consideren nobles según la estima común en cada región". "Los cálices y demás vasos destinados a contener la sangre del Señor tengan la copa de tal material que no absorba los líquidos"". "Para el pan que se va a consagrar puede convenientemente usarse una sola patena más grande, en la que se colocan el pan para el sacerdote y el de los ministros y fieles"". "Los vasos sagrados de metal, generalmente, lleven la parte inferior dorada, en el caso de que el metal sea oxidable; pero si están hechos de material inoxidable o de oro noble no requieren el baño de oro". "Por lo que toca a la forma de los vasos sagrados, corresponde al artista crearlos, según el modelo que mejor corresponda a las costumbres de cada región, siempre que cada vaso sea adecuado para el uso litúrgico a que se destina"". En lo relativo a la materia y forma de los vasos eucarísticos, el juicio corresponde a las conferencias episcopales respectivas.

b) Bendición del cáliz y de la patena. En la anterior disciplina, el cáliz y la patena eran consagrados por el obispo o, en casos previstos por el derecho o por indulto, por un sacerdote. Hoy solamente son bendecidos, y la bendición puede impartirla un obispo o sacerdote cualquiera. Para que el cáliz y la patena puedan bendecirse se exige que estén confeccionados según las prescripciones de la Ordenación general del MR (nn. 290-295).

En el pontificial romano se explica el valor de tal bendición con estas palabras: "El cáliz y la patena..., por estar destinados de manera exclusiva y estable a la celebración de la eucaristía, llegan a ser vasos sagrados"''. "El propósito de reservar estos vasos únicamente para la celebración de la eucaristía se manifiesta ante la comunidad de los fieles mediante una bendición especial" 72. Por razón de su peculiar destino, es de alabar que el cáliz y la patena se bendigan durante la misa ". La fórmula utilizada en tal caso atribuye la santificación del cáliz y patena al contacto inmediato que se establecerá entre ellos y el cuerpo y sangre del Señor durante la celebración eucarística". Cuando, por el contrario, dicha bendición del cáliz y patena tenga lugar fuera de la misa, se usa una fórmula distinta, en la que su santificación se considera fruto de una bendición del Señor. El texto de los formularios de bendición del cáliz y patena se encuentra en el libro litúrgico Ritual de la dedicación de iglesias y de altares, 113-118.

2. VESTIDURAS DE LOS MINISTROS. Los ministros de las celebraciones litúrgicas usan, siguiendo una antigua tradición [-> supra, I, 2], determinadas vestiduras distintas de las profanas. Dada su peculiaridad, dependiente de la materia, de la forma, del ornato y del color, vienen de alguna manera a ocultar en los ministros su individualidad para poner más de relieve su función al servicio de la comunidad y su dignidad '6. Por otra parte, la variedad de vestiduras litúrgicas manifiesta la diversidad de ministerios que tienen lugar en el ejercicio de la liturgia [-> Asamblea] ". En los nuevos -> libros litúrgicos sólo quedan raras huellas de interpretación simbólica de las vestiduras litúrgicas (e insignias) y de sus colores.

a) Las distintas vestiduras. Vestiduras comunes: todos los ministros, del grado que sean, visten el alba y, en ciertos casos, la sobrepelliz ". Vestiduras propias del sacerdote son la casulla y el pluvial. La casulla se usa en la misa y en otras acciones con ella relacionadas, de no decirse lo contrario. Se ha de vestir encima del alba y de la estola. Recientemente, en determinadas regiones, a requerimiento de las respectivas conferencias episcopales, se ha introducido un nuevo modelo de casulla, mucho más amplia, que envuelve todo el cuerpo, lleva encima la estola y sustituye al alba. Su uso se permite en la concelebración, en las misas para grupos particulares, en las celebraciones fuera del recinto sagrado y en casos análogos, cuando por motivos de lugar o de personas sea aconsejable tal solución'. El pluvial se usa en las -> procesiones, así como en otras funciones sagradas, a tenor de las rúbricas. Se viste por encima del alba o de la sobrepelliz. La vestidura propia del diácono es la dalmática. Puede usarse en la misa y en otras celebraciones; se la viste encima del alba y de la estola. Puede usarla también el obispo y el abad en algunas ocasiones, pero bajo la casulla.

b) Materia y forma. La materia y forma de las vestiduras de los ministros deben ser objeto de una especial atención por parte de los pastores y de cuantos las confeccionan, a fin de que contribuyan en gran manera "a una celebración litúrgica digna" de las funciones litúrgicas"... Aparte de los materiales tradicionales, pueden emplearse las fibras naturales propias de cada lugar o algunas fibras artificiales que respondan a la dignidad de la acción sagrada y de la persona. De esto juzgará la conferencia episcopal". "Por lo que toca a la forma de las vestiduras sagradas, las conferencias episcopales pueden indicar y proponer a la sede apostólica las acomodaciones que respondan mejor a las necesidades y costumbres de las diversas regiones". "Es más decoroso que la belleza y nobleza de cada vestidura se busque no en la abundancia de los adornos sobreañadidos, sino en el material que se emplea y en su corte. La ornamentación lleve figuras, imágenes o símbolos que indiquen el uso sagrado, suprimiendo todo lo que a ese uso sagrado no corresponda.

c) Colores. La diversidad de colores en las vestiduras tiene como fin expresar al exterior las características particulares de los misterios que se celebran cada día (por ejemplo, el blanco, usado en las celebraciones de los misterios gozosos y gloriosos del Señor). Los diversos colores sirven, además, para mostrar "el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del I año litúrgico" (por ejemplo, el morado o violeta en los períodos de purificación, como preparación para las celebraciones de la natividad y de la pascua del Señor; el blanco, en los períodos de la gozosa celebración de dichos misterios; el verde, en el tiempo ordinario, vivido en una confiada espera de las realidades últimas). Las normas pormenorizadas sobre el uso de los diversos colores, contenidas en la Ordenación general del MR, están sujetas a adaptaciones según las necesidades y la cultura de cada pueblo. Las conferencias episcopales son las encargadas de estudiar y proponer a la sede apostólica lo referente a tales adaptaciones

d) Insignias litúrgicas. El tratado sobre las vestiduras de los ministros se completa con una alusión a las insignias litúrgicas a ellos reservadas.

La estola es insignia común al obispo, al sacerdote y al diácono. Se usa en algunas ocasiones con casulla o dalmática y en otras sin ellas. En el primer caso, se pone bajo la casulla o dalmática; debe ser, pues, lo suficientemente ancha y larga para que resulte visible. Está prohibido el uso de la estola sobre el hábito seglar.

Insignias pontificales son aquellas que distinguen el ministerio del obispo y de los ministros que se les equiparan. El Vat. II ha querido que su uso quedase reservado "a aquellas personas eclesiásticas que tienen o bien el carácter episcopal o bien alguna jurisdicción particular" (SC 130). También este sector ha sido objeto de la reciente reforma litúrgica".

Entre las diversas insignias ponficales merecen una especial mención las que se le entregan al obispo en el rito de su ordenación: el anillo, el báculo y la mitra. La fórmula propia utilizada en su bendición las llama "insignias del ministerio pastoral del obispo" 36. Y este mismo concepto se aplica expresamente al báculo en la fórmula que acompaña su entrega al obispo en el rito de la ordenación. Se lee allí: "Recibe el báculo, signo del pastor, y cuida de toda tu grey porque el Espíritu Santo te ha constituido obispo para que apacientes la iglesia de Dios"". Y en fórmula análoga para el anillo, se pone de relieve su peculiar significado con estas palabras: "Recibe el anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la iglesia, esposa santa de Dios" 59.


III. Conclusión

¿Qué compromiso pastoral puede derivar de cuanto hasta aquí llevamos dicho sobre los objetos litúrgicos? Nos parece un deber plantearnos esta pregunta y responderla con alguna indicación concreta.

La -> pastoral litúrgica debe tener en cuenta y valorar en lo que se merecen los objetos litúrgicos, reconociendo su importancia y apreciando su significación. Han de contemplarse como signos del ejercicio de la liturgia, distinto del ejercicio de las demás actividades humanas. Ha de subrayarse la apelación que implícitamente hacen a las realidades sobrenaturales, en el doble orden del culto de Dios y de la santificación de los hombres. Deben ponerse de relieve su carácter festivo, así como la valiosa contribución que ofrecen para que las celebraciones litúrgicas resplandezcan por su dignidad y decoro. Se ha de tener igualmente en cuenta el influjo que los objetos litúrgicos ejercen sobre el comportamiento de cuantos participan en las celebraciones litúrgicas, comenzando por los propios ministros. Se sentirán todos comprometidos en una más atenta consideración de la santidad de los misterios que se celebran, así como en el desempeño de los distintos papeles que durante las celebraciones se les ha confiado. Redundará grandemente en beneficio de su fe, piedad y devoción. Es necesario vigilar para que los objetos litúrgicos mantengan en alto grado su funcionalidad y su valor de signos, por lo que se ha de evitar cuidadosamente todo cuanto pueda impedir la consecución de los fines para los que están destinados; y, por el contrario, se ha de favorecer todo aquello que pueda patentizar la verdad y la autenticidad de los mismos, prefiriendo la noble simplicidad al fasto y a la suntuosidad.

Éstas son las orientaciones establecidas por la reciente reforma litúrgica, que, generalmente, han sido muy bien recibidas por los agentes de la pastoral litúrgica y por los artistas. Es de esperar que unos y otros continúen ejerciendo su benéfico influjo en orden a un uso fiel de los objetos al servicio de la liturgia.

A. Cuva

BIBLIOGRAFÍA: Aldazábal J., Pedagogía del vestido, en "Oración de las Horas" 2 (1983) 36-43; Busquets P., El arte v los objetos sagrados, en "Phase" 82 (1974) 373-380; Castex J., El templo después del concilio. Arte v liturgia de las iglesias, imágenes, ornamentos y vasos .sagrados, PPC, Madrid 1967; Jungmann J.A., El sacrificio de la misa, BAC 68, Madrid 1963°, 315-329; Martimort A.-G., La Iglesia en oración, Herder, Barcelona 19672, 135-145; Plazaola J., El arte sacro actual, BAC 250, Madrid 1965; Righetti M., Historia de la liturgia 1, BAC 132, Madrid 1955, 532-586.