MISAL ROMANO

SEMANA SANTA

 

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

1. En este día la Iglesia conmemora la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por esta razón, en todas las misas se recuerda este ingreso del Señor, por medio de la procesión o la entrada solemne antes de la misa principal, o por medio de la entrada simple antes de las otras misas. La entrada solemne, pero no la procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran asistencia de fieles.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén

Primer forma: Procesión

2. A la hora indicada el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se dirigirá la procesión. Los fieles tienen ramos en sus manos.

3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial roja, que dejará una vez concluida la procesión.

4. Mientras tanto se canta la siguiente antífona u otro canto adecuado:

ANTÍFONA (MT 21,9)

¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en las alturas!

5. El sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R. Amén.

Queridos hermanos, sean bienvenidos a esta celebración

y que Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación

y la del mundo entero, permanezca ahora y siempre con todos ustedes.

R. Y con tu espíritu

Seguidamente, el sacerdote hace una breve monición en la que invita a los fieles a participar activa y concientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos. Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma por medio de la penitencia, la oración y las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar con toda la Iglesia la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue consumado por su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén.

Por ello, llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, y participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.

6. Después de esta monición, el sacerdote, para bendecir los ramos dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:

Oremos.

Dios todopoderoso y eterno,

santifica con tu bendición ? estos ramos,

y haz que siguiendo alegremente a Cristo Rey,

podamos llegar con su ayuda

a la Jerusalén celestial.

Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

Oremos.

Señor y Dios nuestro, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti,

y escucha nuestras súplicas,

para que quienes hoy llevamos estos ramos

en honor de Cristo victorioso,

unidos a él, te presentemos el fruto de las buenas obras.

Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita.

7. Luego se proclama el Evangelio de la manera acostumbrada.

AÑO A:

? Lectura del santo Evangelio según san Mateo (21,1-11)

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles:

«Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.Y si alguien les dice algo, respondan: «El Señor los necesita y los va a devolver en seguida».

Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga».

Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.

La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»

Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?».Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea».

Palabra del Señor.

AÑO B:

? Lectura del santo Evangelio según san Marcos (11,1-10)

Cuando Jesús y los suyos se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

«Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo;

y si alguien les pregunta: «¿Qué están haciendo?», respondan: «El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida».

Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?». Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó.

Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».

Palabra del Señor

O bien:

? Lectura del santo Evangelio según san Juan (12,12-16)

La gran multitud que había ido para la fiesta de la Pascua, se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Y, tomando hojas de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo:

«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!».

Al encontrar un asno, Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito: «No temas, hija de Sión; ya viene tu rey, montado sobre la cría de una asna».

Al comienzo, sus discípulos no comprendieron esto. Pero cuando Jesús fue glorificado, recordaron que todo lo que le había sucedido era lo que estaba escrito acerca de él.

Palabra del Señor.

AÑO C:

? Lectura del santo Evangelio según san Lucas (19, 28-40)

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén.

Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

«Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «El Señor lo necesita».

Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita». Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.

Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: »¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».

Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».

Palabra del Señor.

8. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía.

Luego el sacerdote u otro ministro idóneo, invita a comenzar la procesión con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:

Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús

y caminemos cantando y glorificando a Dios

unidos por el vínculo de la paz.

9. Y comienza la procesión hacia la Iglesia en la que se celebrará la misa. Si se usa incienso, el turiferario va adelante con el incensario humeante; lo sigue un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos ministros con los cirios encendidos. A continuación va el sacerdote con los demás ministros, y detrás de ellos los fieles con ramos en las manos.

Durante la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos o bien otros similares:

ANTÍFONA

Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: "¡Hosanna en el cielo!"

Según las circunstancias, esta antífona puede alternarse con los versículos del salmo 23.

SALMO 23

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes

porque él la fundó sobre los mares,

él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias y puro el corazón;

el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente:

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su Salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

¡Puertas, levanten sus dinteles,

levántense, puertas eternas,

para que entre el Rey de la gloria!

¿Y quién es ese Rey de la gloria?

Es el Señor, el fuerte, el poderoso,

el Señor poderoso en los combates.

¡Puertas, levanten sus dinteles,

levántense, puertas eternas,

para que entre el Rey de la gloria!

¿Y quién es ese Rey de la gloria?

El Rey de la gloria

es el Señor de los ejércitos.

ANTÍFONA

Los niños hebreos extendían sus manos por el camino y aclamaban:

¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Según las circunstancias, esta antífona puede alternarse con los versículos del salmo 46.

SALMO 46

Aplaudan, todos los pueblos,

aclamen al Señor con gritos de alegría;

porque el Señor, el Altísimo, es temible,

es el soberano de toda la tierra.

Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo,

y a las naciones bajo nuestros pies;

él eligió para nosotros una herencia,

que es el orgullo de Jacob, su predilecto.

El Señor asciende entre aclamaciones,

asciende al sonido de trompetas.

Canten, canten a nuestro Dios,

canten, canten a nuestro Rey:

El Señor es el Rey de toda la tierra,

cántenle un hermoso himno.

El Señor reina sobre las naciones,

el Señor se sienta en su trono sagrado.

Los nobles de los pueblos se reúnen

con el pueblo del Dios de Abraham:

del Señor son los poderosos de la tierra,

y él se ha elevado inmensamente.

HIMNO A CRISTO REY

Coro:

Gloria, alabanza y honor a ti, Cristo,

nuestro Rey y Redentor,

a quien los niños con júbilo cantaban: ¡Hosanna!

Todos:

Gloria, alabanza y honor a ti, Cristo,

nuestro Rey y Redentor,

a quien los niños con júbilo cantaban: ¡Hosanna!

Coro:

Tú eres el Rey de Israel,

noble descendiente de David,

Rey bendito que vienes en nombre del Señor.

Todos:

Gloria, alabanza...

Coro:

Los ángeles te alaban en el Cielo;

también los hombres y todo el universo.

Todos:

Gloria, alabanza...

Coro:

El pueblo hebreo salió a tu encuentro

con palmas en las manos:

aquí estamos nosotros con himnos,

ofrendas y plegarias.

Todos:

Gloria, alabanza...

Coro:

Ellos te aclamaban cuando ibas a morir,

ahora que reinas nosotros te cantamos.

Todos:

Gloria, alabanza...

Coro:

Ellos te agradaron;

acepta también nuestro homenaje,

Rey bueno, Rey piadoso,

que te complaces en todo lo bueno.

Todos:

Gloria, alabanza...

10. Al entrar la procesión en la iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:

RESPONSORIO:

V. Al entrar el Señor en la ciudad santa,

los niños hebreos con palmas en las manos

anunciaban la resurrección de la Vida, diciendo:

¡Hosanna en el cielo!

R. Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén,

el pueblo salió a su encuentro

y con palmas en las manos, clamaba:

¡Hosanna en el cielo!

11. Al llegar al altar, el sacerdote lo venera y, según las circunstancias, lo inciensa. Luego se dirige a la sede, si usó la capa pluvial la deja y se coloca la casulla, y, omitidos los ritos iniciales, pronuncia la oración colecta de la misa como conclusión de la procesión, y continúa como de costumbre.

 

Segunda forma: Entrada solemne

12. Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de la entrada solemne, antes de la misa principal.

13. Los fieles se reúnen en la puerta del templo, o bien dentro del mismo, con los ramos en sus manos. El sacerdote, los ministros y un grupo de fieles se dirigen a un sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, desde donde la mayor parte de los fieles pueda ver el desarrollo del rito.

14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar elegido, se canta la antífona "Hosanna" (n.4, p. ) u otro canto adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7, pp. ). Después del evangelio, el sacerdote con los ministros y el grupo de fieles que lo acompañó más de cerca, se dirigen solemnemente por la iglesia hacia el presbiterio, mientras se canta el responsorio "Al entrar el Señor" (n.10, p ) u otro canto adecuado.

15. Cuando ha llegado al altar, el sacerdote lo venera. Luego se dirige a la sede y, omitiendo otros ritos, pronuncia la oración colecta de la misa y continúa la liturgia de la manera habitual.

Tercera forma: Entrada simple

16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se conmemora la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada simple.

17. Mientras el sacerdote se dirige al altar se canta la antífona de entrada con su salmo (n.18, p. ) u otro canto análogo. El sacerdote, al llegar al altar lo venera, se dirige a la sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa de la manera habitual. En las misas sin pueblo y en las que no es posible hacer el canto de entrada, el sacerdote llega al altar, lo venera, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

18. ANTÍFONA DE ENTRADA

Seis días antes de la solemnidad de la Pascua cuando el Señor entraba a la ciudad de Jerusalén, los niños salieron a su encuentro llevando en sus manos ramos de palmas y aclamaban con toda su voz: ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito, tú, que has venido lleno de misericordia!

¡Hosanna en el cielo!

¡Bendito tú que vienes

y nos traes la misericordia de Dios!

¡Puertas, levanten sus dinteles,

levántense, puertas eternas,

para que entre el Rey de la gloria!

¿Y quién es ese Rey de la gloria?

El Rey de la gloria

es el Señor de los ejércitos.

¡Hosanna en el cielo!

¡Bendito tú que vienes

y nos traes la misericordia de Dios!

19. Cuando no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una celebración de la Palabra con relación a la entrada mesiánica y la Pasión del Señor, ya sea el sábado por la tarde, o el domingo en una hora oportuna.

Misa

20. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote inicia la misa con la oración colecta.

21. Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno;

tú quisiste que nuestro Salvador se hiciera hombre y muriera en la cruz

para darnos un ejemplo de humildad a imitar.

Concédenos la gracia de tener siempre presente

las enseñanzas de su Pasión,

para poder participar un día de la gloriosa resurrección.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.

22. Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni se inciensa; se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Sin embargo, es recomendable encomendar a lectores laicos las distintas partes según indica el Leccionario, reservando al diácono o al sacerdote la parte correspondiente a Cristo. Solamente el o los diáconos que intervienen en la proclamación piden la bendición del sacerdote como se hace antes del Evangelio.

23. Después de la proclamación de la Pasión no se omita la homilía.

Se dice Credo.

24. Oración sobre las ofrendas

Te pedimos, Señor,

que por la Pasión de tu Hijo experimentemos tu perdón,

y aunque no lo merecemos por nuestras obras,

haz que lo recibamos por tu misericordia,

gracias a este único y admirable sacrificio.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

25. Prefacio

V. El Señor esté con ustedes

R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.

R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias

siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso y eterno,

por Cristo, Señor nuestro.

Quien, siendo inocente,

se entregó a la muerte por los culpables

y aceptó la injusticia

de ser contado entre criminales.

De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa,

y al resucitar, nos adquirió la salvación.

Por eso, Padre, te alaban los ángeles del cielo.

Permítenos asociarnos a sus voces, cantando:

Santo, Santo, Santo...

26. ANTÍFONA DE COMUNIÓN

PADRE MÍO, SI ESTE CÁLIZ NO PUEDE PASAR SIN QUE YO LO BEBA, HÁGASE TU VOLUNTAD. (MT. 26,42)

27. Oración después de la comunión

Alimentados con tus sagrados dones,

te pedimos, Dios providente,

que así como por la muerte de tu Hijo

nos haces esperar lo que creemos,

así por su resurrección

lleguemos a la gloria que anhelamos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

LUNES SANTO

ANTÍFONA DE ENTRADA

COMBATE, SEÑOR, A LOS QUE ME ATACAN, PELEA CONTRA LOS QUE ME HACEN LA GUERRA. TOMA EL ESCUDO

Y LA ARMADURA, LEVÁNTATE Y VEN EN MI AYUDA, SEÑOR, MI AYUDA PODEROSA. (SAL. 34,1-2; SAL. 139,8)

Oración colecta

Dios todopoderoso,

mira nuestra fragilidad

y fortalécenos por la Pasión de tu único Hijo,

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas

Mira con bondad, Señor, este sacrificio de tu Hijo

que tu amor providente instituyó para destruir nuestro pecado,

y haz que produzca en nosotros frutos de vida eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de la Pasión II, p.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN

NO ME OCULTES TU ROSTRO EN EL MOMENTO DEL PELIGRO; INCLINA HACIA MÍ TU OÍDO,

RESPÓNDEME PRONTO, CUANDO TE INVOCO. (SAL. 101,3)

Oración después de la comunión

Ven a nosotros, Dios nuestro,

y protege con solícito amor al pueblo que has santificado

por esta celebración eucarística,

y ayúdanos a conservar con tu gracia

los remedios de salvación eterna

que hemos recibido de tu misericordia.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

 

MARTES SANTO

ANTÍFONA DE ENTRADA

NO ME ENTREGUES, SEÑOR, A LA FURIA DE MIS ADVERSARIOS, PORQUE SE LEVANTAN CONTRA MÍ

TESTIGOS FALSOS, HOMBRES QUE RESPIRAN VIOLENCIA. (SAL. 26,12)

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno,

concédenos celebrar de tal manera

los misterios de la Pasión del Señor,

que merezcamos alcanzar tu misericordia.

Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios

por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas

Señor y Padre nuestro,

mira con bondad la ofrenda de tu familia

a la que invitas a participar de tus sagrados dones;

haz que ellos nos alcancen la plenitud de tu amor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de la Pasión II, p.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN

DIOS NO PERDONÓ A SU PROPIO HIJO, SINO QUE LO ENTREGÓ POR TODOS NOSOTROS. (ROM. 8,32)

Oración después de la comunión

Padre misericordioso,

alimentados con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo

concédenos que este sacramento, pan nuestro de cada día,

nos lleve a participar de la vida eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

MIÉRCOLES SANTO

ANTÍFONA DE ENTRADA

AL NOMBRE DE JESÚS, SE DOBLE TODA RODILLA EN EL CIELO, EN LA TIERRA, Y EN LOS ABISMOS,

PORQUE EL SEÑOR SE HIZO OBEDIENTE HASTA LA MUERTE, Y MUERTE DE CRUZ.

POR ESO, EL SEÑOR JESUCRISTO ESTÁ EN LA GLORIA DE DIOS PADRE. (CFR. FILIP. 2,10.8.11)

Oración colecta

Dios y Padre nuestro,

que para librarnos del poder del demonio

quisiste que tu Hijo muriera en la cruz,

concede a tu familia la gracia de la resurrección.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios

por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos,

y concédenos los frutos de la Pasión de tu Hijo,

que celebramos en esta eucaristía.

Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de la Pasión II, p.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN

EL HIJO DEL HOMBRE NO VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA EN RESCATE

POR UNA MULTITUD. (MT. 20,28)

Oración después de la comunión

Dios todopoderoso,

por la muerte de tu Hijo en la cruz,

significada en estos santos misterios,

tú nos has dado la vida eterna;

concédenos experimentar vivamente esta profunda verdad.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

JUEVES SANTO

Misa crismal

La bendición del óleo de los enfermos, del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma las realiza el obispo en este día, según la costumbre, en la misa propia que ha de celebrarse por la mañana. Pero si este día el clero y el pueblo no pueden reunirse fácilmente con el obispo, dicha bendición puede anticiparse a un día cercano a la Pascua, utilizando siempre la misa propia.

Esta misa que el obispo concelebra con su presbiterio, debe ser expresión de la comunión que existe entre los presbíteros y su obispo. Es conveniente, por tanto, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible, participen de ella y reciban la comunión bajo las dos especies. Para significar la unidad del presbiterio diocesano, procúrese que los presbíteros que concelebran con su obispo sean de las diversas zonas de la diócesis.

En la homilía, el obispo exhortará a sus presbíteros a mantenerse fieles en su ministerio y los invitará a renovar públicamente sus promesas sacerdotales.

BENDICIÓN DE LOS ÓLEOS Y CONSAGRACIÓN DEL CRISMA

1. El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto sentido, la vida cristiana de los fieles.

La misa crismal que él concelebra con los presbíteros de las diversas zonas de la diócesis, y dentro de la cual consagra el santo crisma y bendice los otros aceites, debe ser considerada como una de las principales expresiones en las que se pone de manifiesto la plenitud del sacerdocio del obispo y la estrecha unidad de todos los presbíteros con él. Con el santo crisma consagrado por el obispo, son ungidos los nuevos bautizados y son signados los que son confirmados. Con el óleo de los catecúmenos se prepara y dispone a éstos para el bautismo. Finalmente, con el óleo de los enfermos, los cristianos son aliviados en su enfermedad.

2. La liturgia cristiana ha hecho suyo el uso del Antiguo Testamento, según el cual los reyes, sacerdotes y profetas eran ungidos con el aceite de la consagración, pues ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa precisamente "Ungido del Señor". De manera semejante el santo crisma significa que, por el bautismo, los cristianos fueron injertados en el misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con él; hechos partícipes de su sacerdocio profético y real. El crisma es también un signo de la unción espiritual del Espíritu Santo que les es dado a los cristianos en la confirmación. El óleo de los catecúmenos prolonga el efecto de los exorcismos ya que fortalece a los bautizados para que puedan renunciar al demonio y al pecado, antes de acercarse a la fuente de la Vida para renacer en ella. El óleo de los enfermos cuyo uso atestigua el apóstol Santiago (cfr. Sant. 5,14), sirve de remedio para las enfermedades del cuerpo y del alma y permite a los enfermos soportar con fortaleza, combatir sus males y alcanzar el perdón de sus pecados.

I. MATERIA SACRAMENTAL

3. La materia apta de estos sacramentos es el aceite de oliva o, de acuerdo con las circunstancias, cualquier otro aceite vegetal.

4. El crisma se confecciona con aceite y perfumes (como extracto de lavanda, por ejemplo), o sustancias aromáticas.

5. La preparación del crisma se puede hacer privadamente antes de ser consagrado, o bien puede hacerla el obispo durante la celebración litúrgica.

II. EL MINISTRO

6. La consagración del crisma corresponde solamente al obispo.

7. El óleo de los catecúmenos es bendecido por el obispo, junto con los otros aceites, durante la misa crismal. Sin embargo, la facultad de bendecir el óleo de los catecúmenos se concede a los sacerdotes para el caso del bautismo de adultos, cuando tienen que hacer la unción en la etapa correspondiente del catecumenado.

8. El óleo para la unción de los enfermos debe ser bendecido por el obispo o por un presbítero facultado para ello, ya sea por el Derecho o por una concesión especial de la Santa Sede. En virtud del Derecho pueden bendecir el aceite destinado a la Unción de los enfermos:

a) aquellos a quienes el Derecho equipara con los obispos diocesanos;

b) cualquier presbítero, en caso de verdadera necesidad.

III. EL DÍA DE LA BENDICIÓN

9. La bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma se realiza ordinariamente por el obispo en la misa propia que se celebra el Jueves Santo por la mañana.

10. Si resultara difícil reunir ese día al clero y al pueblo con el obispo, la bendición puede anticiparse a otro día cercano a la Pascua, utilizando siempre la misa propia.

IV. MOMENTO DE LA BENDICIÓN DENTRO DE LA MISA

11. Según la costumbre tradicional de la liturgia latina, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de finalizar la Plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma, después de la comunión.

12. Con todo, por razones pastorales, es lícito realizar todo el rito de estas bendiciones después de la Liturgia de la Palabra, observando el orden que se describe más adelante.

V. CARACTERÍSTICAS DE LA CELEBRACIÓN

13. La misa crismal siempre debe ser concelebrada; como ya se ha dicho, conviene que entre los presbíteros que concelebran la misa con el obispo, se encuentren sacerdotes de las diferentes regiones de la diócesis.

14. La preparación del obispo, de los concelebrantes y de los otros ministros, su entrada en el templo y todo lo que hacen desde el comienzo de la misa hasta el final de la Liturgia de la Palabra, se realiza como en las misas concelebradas. Los diáconos que toman parte en la bendición de los óleos, se dirigen al altar delante de los presbíteros concelebrantes.

15. En esta misa no se dice Credo.

16. La oración de los fieles que tiene formulario propio, está unida a la renovación de las promesas sacerdotales.

17. Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados para llevar los óleos o, en ausencia de ellos, algunos presbíteros y ministros, junto con los fieles señalados para llevar el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se encuentran preparados los aceites y los dones. Desde allí regresarán al altar en procesión de la siguiente manera: en primer lugar el ministro que lleva el recipiente con las esencias aromáticas o el perfume, si es que el mismo obispo preparará el crisma; después, otro ministro con el óleo de los catecúmenos, si es que se debe bendecir, seguido por ministro que lleva el recipiente del óleo de los enfermos. El aceite para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o por un presbítero. Detrás de ellos se dirigen al altar los otros ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la Eucaristía.

18. Quienes comulgan en esta misa pueden volver a comulgar en la misa vespertina de la Cena del Señor.

VI. COSAS QUE HAY QUE PREPARAR

19. Para la bendición de los óleos, además de lo que es necesario para la misa, debe prepararse:

- Las vasijas o ánforas de los óleos;

- Aromas para hacer el crisma, si es que el obispo quiere hacer la mezcla dentro de la acción litúrgica;

- Pan, vino y agua para la misa, que son llevados procesionalmente junto con lo óleos antes de la preparación de los dones;

- En el presbiterio, una mesa para colocar las vasijas de los óleos, dispuestas de tal manera que el pueblo pueda ver y participar bien en toda la acción litúrgica;

- La sede para el obispo, si la bendición se hace ante el altar.

 

Ritos iniciales y Liturgia de la Palabra

 

20. ANTÍFONA DE ENTRADA

JESUCRISTO HIZO DE NOSOTROS UN REINO SACERDOTAL PARA DIOS, SU PADRE. ¡A ÉL SEA LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS! AMÉN. (APOC. 1,6)

 

21. Oración colecta

Dios y Padre nuestro,

al ungir con el Espíritu Santo a tu Hijo único,

lo hiciste Señor y Mesías:

concede bondadosamente

a quienes participamos de su misma consagración,

ser ante el mundo testigos de su obra redentora.

Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor,

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios

por los siglos de los siglos.

En la homilía, el obispo debe exhortar a sus presbíteros a que conserven la fidelidad a su ministerio e invitarlos a que renueven públicamente sus promesas sacerdotales.

Renovación de las promesas sacerdotales

22. Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbíteros con estas palabras u otras semejantes:

Obispo:

Queridos hijos: la santa Iglesia conmemora ( hoy ) la primera Eucaristía,

en la cual Cristo nuestro Señor

comunicó su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros.

¿Quieren renovar, ante su Obispo y el santo Pueblo de Dios,

las promesas sacerdotales que un día formularon?

Los presbíteros, conjuntamente, responden a la vez:

Sí, quiero.

Obispo:

¿Quieren unirse y conformarse más estrechamente al Señor Jesús,

renunciando a ustedes mismos y cumpliendo los sagrados deberes que,

movidos por el amor de Cristo, para servicio de su Iglesia,

asumieron el día de su ordenación sacerdotal?

Presbíteros:

Sí, quiero.

Obispo:

¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de Dios

en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas,

y cumplir fielmente el sagrado deber de enseñar,

imitando a Cristo, Cabeza y Pastor,

movidos, no por la codicia de los bienes terrenos,

sino sólo por el amor a las almas?

Presbíteros:

Sí, quiero.

Seguidamente, dirigiéndose al pueblo, el Obispo prosigue:

Y ustedes, amadísimos hijos, oren por sus presbíteros,

que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones

de manera que, siendo fieles ministros de Cristo, sumo sacerdote,

los conduzcan hasta él que es la fuente de la salvación.

Pueblo:

Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:

Oren también por mí, para que sea fiel a la misión apostólica,

que sin merecerlo me fue encomendada, y pueda reflejar entre ustedes

una imagen más viva y perfecta de Cristo sacerdote,

buen Pastor, Maestro y Servidor de todos.

Pueblo:

Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:

El Señor nos proteja con su amor

y nos conduzca a todos, pastores y ovejas, a la vida eterna.

Todos:

Amén.

Otro formulario para la renovación de las promesas sacerdotales

El Obispo se dirige a su presbiterio:

Queridos hijos. En este día recordamos a Cristo

en el momento de comunicar su sacerdocio

a los Apóstoles y por ellos a todos nosotros.

¿Quieren renovar ante su Obispo y el santo Pueblo de Dios,

las promesas que un día ustedes mismos formularon?

Presbíteros:

Sí, quiero

Obispo:

Cristo nos llama a permanecer en él

y ser así signos de la fidelidad de Dios para con su pueblo.

¿Están dispuestos a ser ejemplo de fidelidad a las exigencias

que brotan de nuestro ser de consagrados?

Presbíteros:

Estoy dispuesto.

Obispo:

¿Quieren irradiar la paternidad de Dios, especialmente en el ministerio profético,

iluminando toda situación con la Palabra del Evangelio

tal como la guarda la Iglesia?

Presbíteros:

Quiero.

Obispo:

¿Están dispuestos a celebrar los Misterios que nos dan nueva vida

para que el Espíritu Santo obre a través de ellos

la santificación de los hermanos

y todos podamos glorificar al Padre?

Presbíteros:

Quiero.

Obispo:

¿Quieren esforzarse en vivir identificados con Cristo, buen Pastor,

renunciando a ustedes mismos hasta dar la vida por sus fieles?

Presbíteros:

Quiero.

Obispo:

¿Quieren cumplir fielmente su ministerio al servicio de la unidad,

identificándose plenamente con el corazón de Jesús

y solidarizándose con las necesidades profundas de los hombres?

Presbíteros:

Quiero.

El obispo se dirige al pueblo:

Me dirijo a ustedes, queridos hijos.

Oren por sus presbíteros que se entregan generosamente al Señor,

para que los dones del Espíritu se derramen abundantemente sobre ellos

y, siendo fieles, puedan conducir a todos hasta el mismo Cristo

que es la fuente de la salvación.

Pueblo:

Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:

Oren también por mí, para que sea fiel a la misión apostólica,

que sin merecerlo me fue encomendada,

y para que pueda reflejar entre ustedes

una imagen más viva y perfecta de Cristo Sacerdote, Buen Pastor y Servidor de todos.

Pueblo:

Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:

El Señor nos proteja con su amor,

y nos conduzca a todos, pastores y ovejas,

a la Vida eterna.

Todos:

Amén.

No se dice Credo ni Oración de los fieles.

Procesión de las ofrendas

23. Mientras se llevan procesionalmente los óleos y las ofrendas (cfr. n.17) el coro canta el himno "O Redemptor" u otro canto apropiado.

O REDÉMPTOR

O Redémptor, sume carmen

temet concinéntium.

Arbor feta alma luce

hoc sacrándum próotulit,

fert hoc prona praesens turba

Salvatóri saéculi.

Consecráre tu dignáre,

Rex perénnis patriae,

hoc olívum sígnum vivum

iura contra daémonum.

Ut novétur sexus omnis

unctione chrísmatis;

ut sanétur sauciáta

dignitatis glória.

Lota mente sacro fonte

aufugántur crímina,

uncta fronte sacrosáncta

influunt charísmata.

Corde natus ex Paréntis,

alvum implens Vírginis,

praesta lucem, claude mortem

chrísmatis consórtibus.

Sit haec dies festa nobis

saeculórum saéculis,

sit sacráta digna laude

nc senéscat témpore.

24. Cuando la procesión llega al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva el recipiente con el óleo para el santo crisma, se lo presenta al obispo diciendo en voz alta: "Óleo para el santo crisma"; el obispo lo recibe y entrega a uno de los diáconos que lo asisten, el cual coloca el recipiente sobre la mesa preparada especialmente. Lo mismo hacen los que llevan los recipientes con el óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos. El primero dice: "Óleo de los enfermos", y el segundo "Óleo de los catecúmenos". El obispo recibe ambos recipientes y los ministros los colocan sobre la mesa.

25. Luego continúa la misa de acuerdo con el rito de la concelebración hasta el final de la Plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se realice inmediatamente. En este caso se procede según lo descrito en el n.36, p.

26. Oración sobre las ofrendas

Te pedimos, Padre del cielo, que la fuerza de este sacrificio

nos purifique de toda vejez espiritual,

renueve nuestras vidas,

y nos alcance la salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

27. Prefacio

EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES

V. El Señor esté con ustedes

R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.

R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

glorificarte siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso y eterno.

Tú constituiste a tu único Hijo

Pontífice de la Alianza nueva y eterna,

por la unción del Espíritu Santo,

y determinaste, en tu designio salvífico,

que su único sacerdocio se perpetuara en la Iglesia.

Él no sólo enriquece con el sacerdocio real

al pueblo de los bautizados,

sino también, con amor fraterno, elige a algunos hombres

para hacerlos participar de su sacerdocio ministerial

mediante la imposición de las manos.

Ellos renuevan en nombre de Cristo

el sacrificio de la redención humana,

preparan a tus hijos el banquete pascual,

guían en la caridad a tu pueblo santo,

lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.

Tus sacerdotes, al entregar su vida por ti, Padre,

y por la salvación de los hermanos,

deben esforzarse por reproducir en sí la imagen de Cristo

y dar testimonio de fidelidad y de amor.

Por eso, con los ángeles y los santos

cantamos sin cesar, el himno de tu alabanza:

Santo, Santo, Santo...

 

Bendición del óleo de los enfermos

28. Antes que el obispo diga: "Por quien siempre creas estos bienes" en la Plegaria eucarística I, o antes de la doxología "Por Cristo, con él y en él", en las Plegarias II o III, el que llevó el recipiente con el óleo para los enfermos, se acerca con él al altar y lo sostiene delante del obispo, mientras éste bendice el óleo, diciendo esta oración:

Dios y Padre de todo consuelo

que, por medio de tu Hijo,

quisiste remediar los males

de quienes estaban enfermos,

escucha con bondad

la oración que brota de la fe;

Envía desde el cielo

tu Espíritu Santo Paráclito

sobre este aceite.

Tú que has hecho que él

fuera producido por los vegetales

para que restaurara los cuerpos,

enriquece con tu bendición ? este óleo,

para que cuantos sean ungidos con él

sientan en su cuerpo y en su alma

tu divina protección,

y así se vean liberados de la aflicción

y de todas las enfermedades y sufrimientos.

Señor, que este aceite

sea santificado en beneficio nuestro

por medio de tu bendición

en el nombre de tu Hijo Jesucristo.

( Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén )

La conclusión "que vive y reina..." señalada entre paréntesis, se dice solamente cuando la bendición se realiza fuera de la Plegaria eucarística.

Acabada la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue hasta después de la comunión.

29. ANTÍFONA DE COMUNIÓN

CANTARÉ ETERNAMENTE EL AMOR DEL SEÑOR, PROCLAMARÉ TU FIDELIDAD POR TODAS LAS GENERACIONES. (SAL. 88,2)

30. Oración después de la comunión

Concédenos, Dios todopoderoso,

que quienes hemos sido alimentados con tus sacramentos,

podamos irradiar en el mundo el amor de Cristo.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

 

Bendición del óleo de los catecúmenos

31. Terminada la oración después de la comunión, los ministros colocan los recipientes con los óleos que deben bendecirse sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en medio del presbiterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los concelebrantes que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del crisma.

32. Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y de cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración:

Señor, tú eres la fuerza y el refugio de tu pueblo,

y has hecho del aceite un signo de tu poder;

bendice ? este aceite

y concede fortaleza a los catecúmenos que serán ungidos con él;

que al recibir la sabiduría y la gracia divina

comprendan plenamente el Evangelio de Jesucristo

y se esfuercen en el cumplimiento de sus deberes cristianos,

de manera que merezcan ser tus hijos adoptivos

y se alegren de haber renacido y vivir en tu Iglesia.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Consagración del crisma

33. Luego, el obispo echa el perfume en el aceite y prepara el crisma en silencio, a no ser que ya lo haya hecho con anterioridad.

34. Una vez hecho esto, invita a orar, diciendo con las manos juntas:

Queridos hermanos:

Pidamos a Dios Padre todopoderoso

que bendiga y santifique este aceite perfumado

para que quienes sean ungidos exteriormente con él,

lo sean también en su interior

y sean dignos de la redención divina.

35. Entonces el obispo, según las circunstancias, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las manos extendidas dice una de las siguientes oraciones de consagración:

1

Señor Dios,

autor de todo crecimiento y de todo progreso espiritual;

recibe con bondad este homenaje

que, gozosamente, por mi voz, te tributa la Iglesia.

Al crear la tierra

estableciste que produjera árboles frutales

e hiciste nacer entre ellos el olivo

que nos brinda su generoso aceite

con el que hemos preparado este santo crisma.

Ya en tiempos antiguos, David, previendo con espíritu profético

los sacramentos que tu amor instituiría en favor de los hombres,

nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo

en señal de alegría.

También, cuando en los días del diluvio

las aguas purificaron el pecado de la tierra,

una paloma, signo de la gracia futura,

anunció con un ramo de olivo

la restauración de la paz entre los hombres.

Y en los últimos tiempos,

el símbolo de la unción alcanzó su plenitud:

después que el agua bautismal lava los pecados,

el óleo santo consagra nuestros cuerpos

y da paz y alegría a nuestros rostros.

Además, Señor, tú ordenaste a Moisés, tu servidor,

que después de purificar con agua a su hermano Aarón,

lo consagrase sacerdote con la unción de este aceite.

Pero su mayor grandeza fue alcanzada

cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,

después de ser bautizado por Juan en el Jordán,

recibió el Espíritu Santo en forma de paloma

y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado,

en quien tenías puesta tu predilección.

De esa manera corroboraste

lo vaticinado por el profeta David

que ya hablaba de Cristo cuando proclamó

"El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría

más que todos los hombres".

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.

Por eso, Señor y Padre nuestro,

te rogamos que santifiques este aceite, fruto de tu creación,

y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo,

de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma,

le infundas por medio de tu ? bendición

la fuerza del Espíritu Santo

con la que ungiste a los sacerdotes,

a los reyes, a los profetas y a los mártires.

Que este crisma sea un signo de salvación y de vida

para todos aquellos que serán espiritualmente renovados

en las aguas del bautismo.

Que al ungirlos con la santidad

y al desaparecer la impureza con que nacieron,

se conviertan en templos de tu divina presencia

y te agraden con la fragancia de sus vidas inocentes.

Que de acuerdo con el orden sacramental que tú estableciste

sean revestidos de un don incorruptible

al infundirles la dignidad real, sacerdotal y profética.

Que este aceite sea crisma de salvación

para cuantos han de renacer

por medio del agua y del Espíritu Santo,

haciéndolos partícipes de la Vida eterna

y herederos de la gloria celestial.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

2

Señor y Dios nuestro,

autor de los sacramentos

en cuya bondad se funda la vida de cuanto existe;

te damos gracias por tu inefable bondad.

Tú fuiste quien en la Antigua Alianza

reveló la misteriosa santidad de este aceite

y cuando llegó la plenitud de los tiempos,

quisiste que ese misterio resplandeciera

de manera extraordinaria en tu Hijo muy amado.

Cuando nuestro Señor Jesucristo

salvó al género humano por medio de su misterio pascual,

tu Iglesia fue inundada por el Espíritu Santo

y hecha poseedora de los dones celestiales

para que pudiera continuar y completar

la obra salvadora del mundo.

Desde entonces, por medio de este sagrado crisma, a través de tu Iglesia,

otorgas a la humanidad las riquezas de tu divina gracia

y conviertes a los hombres en hijos tuyos

mediante el renacimiento espiritual y la unción del Espíritu;

así, hechos semejantes a Cristo,

los cristianos participan de su dignidad real, sacerdotal y profética.

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.

Por eso, Señor, te pedimos, que la fuerza de tu gracia

transforme este aceite perfumado en un signo de tu ? bendición.

Derrama abundantemente los dones del Espíritu Santo

sobre nuestros hermanos, cuando sean ungidos con él,

y que los lugares y objetos

dedicados al culto por medio de esta unción,

se vean engalanados con el esplendor de la santidad.

Te suplicamos, especialmente, Señor,

que el misterio que entraña este perfume

haga progresar a la Iglesia

hasta que llegue a su total perfección,

cuando tú irradies el resplandor eterno en todas las cosas

junto con tu Hijo en la unidad del Espíritu Santo

por los siglos de los siglos.

R. Amén.

36. Cuando todo el rito de la bendición de los óleos se realiza después de la Liturgia de la Palabra, acabada la renovación de las promesas sacerdotales, el obispo y los concelebrantes se acercan a la mesa donde se realizará la bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, y la consagración del crisma. Todo se hace como se ha descrito anteriormente.

37. Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone incienso en el incensario y se organiza la procesión hacia la sacristía. Los óleos bendecidos son llevados por los ministros inmediatamente después de la cruz. El coro o el pueblo cantan algunos versos del himno "O Redemptor" (n.23, p. ) u otro canto adecuado.

 

SANTO TRIDUO PASCUAL

Misa vespertina de la Cena del Señor

De acuerdo con una antiquísima tradición, la Iglesia no permite en este día la celebración de Misas sin la participación del pueblo. A la hora más oportuna, por la tarde, se celebra la Misa de la Cena del Señor con la participación de la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros.Los sacerdotes que hayan celebrado en la Misa crismal o para utilidad de los fieles, pueden concelebrar en la misa vespertina.

Donde lo exija alguna razón pastoral, el Ordinario del lugar puede autorizar que se celebre otra misa en las iglesias u oratorios públicos o semipúblicos en horas de la tarde; y en caso de verdadera necesidad, aún por la mañana, pero solamente para aquellos fieles que de ninguna manera pueden participar de la misa vespertina. Tengáse cuidado, sin embargo, que estas celebraciones excepcionales no se realicen en beneficio de personas particulares y de que no sean en perjuicio de la asistencia a la misa vespertina principal.

La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.

Ritos iniciales y Liturgia de la Palabra

1. El tabernáculo debe estar completamente vacío. Deberán consagrarse en la misa, suficientes hostias para el clero y el pueblo que comulgarán hoy y mañana.

2. ANTÍFONA DE ENTRADA

DEBEMOS GLORIARNOS EN LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: EN ÉL ESTÁ NUESTRA SALVACIÓN,

NUESTRA VIDA Y NUESTRA RESURRECCIÓN; POR ÉL HEMOS SIDO SALVADOS Y REDIMIDOS. (CFR. 6,14)

3. Se canta el Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual, a no ser que la Conferencia episcopal o el Ordinario juzguen oportuno establecer otra cosa.

4. Oración colecta

Dios y Padre nuestro;

nos hemos reunido para celebrar la santísima Cena del Señor,

en la que tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte,

confió a la Iglesia el nuevo y único sacrificio,

banquete pascual de su amor.

Te pedimos, la gracia de recibir plenamente

la caridad y la vida que brotan de este misterio tan grande.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios

por los siglos de los siglos.

5. En la homilía, se exponen los grandes misterios que se recuerdan en esta Misa, es decir, la institución de la sagrada Eucaristía y del Orden sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna.

Lavatorio de los pies

6. Después de la homilía, es muy conveniente llevar a cabo el rito del lavatorio de los pies.

Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible a los fieles. El sacerdote, dejada la casulla si parece necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca.

7. Mientras tanto se canta alguna de las antífonas siguientes u otro canto adecuado.

ANTÍFONA PRIMERA (JN. 13, 4.5.15)

Después de levantarse de la mesa, el Señor echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies a los discípulos. este fue el ejemplo que les dejó.

ANTÍFONA SEGUNDA (JN. 13, 6.7.8)

Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le respondió: Si no te lavo los pies, no podrás compartir mi suerte.

V. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo:

- Señor, ...

V. No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero lo comprenderás después.

- Señor, ...

ANTÍFONA TERCERA (JN. 13,14)

Si yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies;

cuánto más ustedes deben lavarse los pies unos a otros.

ANTÍFONA CUARTA (JN. 13,35)

En esto reconocerán todos que ustedes son mis discípulos:

en el amor que se tengan unos a otros.

V. Jesús dijo a sus discípulos:

- En esto ...

ANTÍFONA QUINTA (JN 13,34)

Les doy un mandamiento nuevo:

ámense unos a otros como yo los he amado, dice el Señor.

ANTÍFONA SEXTA (1 COR 13,13)

Permanezcan en ustedes la fe, la esperanza y la caridad;

pero de estas tres virtudes, la más grande es la caridad.

Ahora existen la fe, la esperanza y la caridad,

pero de estas tres virtudes, la más grande es la caridad.

8. Inmediatamente después del lavatorio de los pies o, si éste no se realizó, después de la homilía, se hace la oración de los fieles. En esta misa no se dice el Credo.

Liturgia de la Eucaristía

9. Al comienzo de la liturgia eucarística puede organizarse una procesión de los fieles con las ofrendas para los pobres. Mientras tanto se canta el siguiente himno u otro canto adecuado.

Ant. Ubi cáritas et amor, Deus ibi est.

V. Congregávit nos in unum Christi amor.

V. Exsultémus et in ipso iucundémur.

V. Timeámus et amémus Deum vivum.

V. Et ex corde diligámus nos sincéro.

Ant. Ubi cáritas et amor, Deus ibi est.

V. Simul quoque cum beátis videámus.

V. Gloriánter vultum tuum, Christe Deus:

V. Gáudium, quod est imménsum atque probum.

V. Saécula per infiníta saeculórum. Amen.

Ant. Donde hay caridad y amor allí está nuestro Dios.

1. Nos congregó en la unidad el amor de Cristo.

Alegrémonos y regocijémonos en él.

2. Temamos y amemos al Dios vivo.

Amémonos sinceramente de corazón

al estar todos juntos en la unidad.

3. Evitemos toda discusión

y en medio de nosotros, Cristo Dios.

4. Déjanos ver con tus santos

tu rostro glorioso, Cristo Dios.

5. Alegría inmensa y dichosa

por los siglos de los siglos. Amén.

 

10. Oración sobre las ofrendas

Concédenos, Padre, participar dignamente

de estos sagrados misterios,

pues cada vez que celebramos

el memorial del sacrificio de tu Hijo,

se realiza la obra de nuestra redención.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

11. Prefacio

EL SACRIFICIO Y EL SACRAMENTO DE CRISTO

V. El Señor esté con ustedes

R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.

R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias

siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso y eterno,

por Cristo, Señor nuestro,

verdadero y único sacerdote.

Él mismo al instituir el sacrificio de la eterna alianza

se ofreció a sí mismo como víctima de salvación

y nos mandó ofrecerlo en su memoria.

Cuando comemos su Carne, inmolada por nosotros,

somos fortalecidos;

cuando bebemos su Sangre, derramada por nosotros,

somos purificados.

Por eso, con los ángeles y los santos

y con todos los coros celestiales

cantamos sin cesar,

el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

En las Plegarias eucarísticas se dicen las partes propias para esta misa.

12. ANTÍFONA DE COMUNIÓN

ESTO ES MI CUERPO, QUE SE ENTREGA POR USTEDES. ESTA COPA ES LA NUEVA ALIANZA QUE SE SELLA CON MI SANGRE. SIEMPRE QUE LA BEBAN, HÁGANLO EN MEMORIA MÍA. (1 COR. 11,24-25)

13. Terminada la distribución de la comunión, se deja sobre el altar el copón con las hostias consagradas para la comunión del día siguiente. La misa termina con la oración después de la comunión.

14. Oración después de la comunión

Concédenos, Padre providente,

que así como hoy nos alimentas

en esta Cena de tu Hijo,

también merezcamos ser saciados

en la fiesta de la eternidad.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

15. Concluida la oración, el sacerdote permanece de pie ante el altar, pone incienso en el turíbulo y, de rodillas, inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Luego recibe el velo humeral, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del velo.

16. Se forma la procesión para llevar el Santísimo Sacramento a través del templo, hasta el lugar preparado para su reserva, y que puede ser una capilla convenientemente dispuesta y adornada. En la procesión, precede el crucífero, ministros con ciriales, el turiferario y luego el sacerdote que lleva el copón. Mientras dura la procesión se canta el himno «Pange lingua» (excepto las dos últimas estrofas), u otro canto eucarístico.

17. Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote deja el copón, pone incienso y, puesto de rodillas, lo inciensa, mientras se cantan las dos últimas estrofas del «Pange lingua» («Tantum ergo sacramentum»). Después se cierra el tabernáculo o sagrario especialmente preparado.

18. Todos hacen unos momentos de oración en silencio y luego, el sacerdote y los ministros, hacen genuflexión y regresan a la sacristía.

19. En seguida se desnuda el altar y, si es posible, se retiran las cruces del templo. Es conveniente que las cruces que queden en la iglesia sean cubiertas con un velo.

20. Quienes participaron de esta misa vespertina no celebran las Vísperas de la Liturgia de las horas.

21. Debe exhortarse a los fieles para que, en esta noche, según las circunstancias y costumbres del lugar, permanezcan durante un tiempo en adoración al Santísimo Sacramento. Después de la medianoche, la adoración se realiza sin solemnidad alguna.

 

VIERNES SANTO

Celebración de la Pasión del Señor

1. Según una antigua tradición, la Iglesia, ni hoy ni mañana, celebra la eucaristía.

2. El altar debe estar totalmente desnudo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles.

3. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que alguna razón pastoral aconseje un horario más tardío (aunque no más tarde que las 21 horas), se realiza la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz, y sagrada Comunión. En este día la comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; únicamente a los enfermos, que no pueden asistir a esta celebración, se les puede llevar la comunión en cualquier momento del día.

4. La celebración comienza en silencio. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros. El sacerdote y el o los diáconos, revestidos con los ornamentos rojos como para la misa, se dirigen en silencio al altar, hacen reverencia y se postran rostro en tierra o, según las circunstancias, se arrodillan; los fieles también se arrodillan y todos oran en silencio por unos momentos.

5. Después, el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede donde, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice una de las dos oraciones siguientes:

Oración

No se dice Oremos.

Dios y Padre nuestro,

la Pasión de nuestro Señor Jesucristo nos libró de la muerte,

transmitida de generación en generación

a causa del pecado original.

Te pedimos que nos identifiques con tu Hijo

para que nuestra humanidad revestida de la imagen terrena

quede también, por tu acción santificadora,

revestida de la imagen celestial.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios

por los siglos de los siglos.

R. Amén.

O bien:

Acuérdate, Señor, de tu gran misericordia

y santifica con tu eterna protección

a esta familia tuya por la que Jesucristo,

realizó el misterio pascual derramando su sangre en la cruz.

Él, que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

por los siglos de los siglos.

R. Amén

Primera parte: Liturgia de la Palabra

6. Todos se sientan y se proclama la lectura del profeta Isaías (52,13-53,12) con el salmo correspondiente.

7. Sigue la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos (4,14-16; 5,7-9) y el canto antes del Evangelio.

8. Luego se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18,1-19,42) del mismo modo que el domingo precedente es decir sin cirios ni incienso; se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Sin embargo, es recomendable encomendar a lectores laicos las distintas partes según indica el Leccionario, reservando al diácono o al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.

9. Concluida la lectura de la Pasión, hágase una breve homilía, y terminada ésta los fieles pueden ser invitados a hacer un tiempo de oración en silencio.

Oración Universal

10. La liturgia de la Palabra concluye con la oración universal que se hace de este modo: el diácono, desde el ambón, dice la invitación que expresa la intención; después todos oran en silencio durante unos momentos y, seguidamente, el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración. Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante toda la oración.

11. Las Conferencias episcopales pueden establecer una aclamación del pueblo antes de la oración del sacerdote o determinar que se conserve la invitación tradicional del diácono: «Nos ponemos de rodillas» - «nos ponemos de pie», permaneciendo todos de rodillas durante la oración en silencio.

12. Ante una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial.

13. De las intenciones propuestas en el Misal, el sacerdote puede elegir aquellas que se acomoden mejor a las circunstancias locales, pero debe mantenerse el orden establecido.

I. Por la santa Iglesia

Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia:

que Dios le conceda la paz y la unidad,

la proteja en toda la tierra

y nos permita vivir en calma y serenidad

para glorificarlo como Padre todopoderoso.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

que en Cristo revelas tu gloria a todos los pueblos,

protege a la Iglesia, obra de tu misericordia,

para que, extendida por todo el mundo,

persevere con fe inquebrantable

en la confesión de tu Nombre.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

II. Por el Papa

Oremos también por nuestro santo Padre, el Papa N.,

llamado por Dios, nuestro Señor, al orden episcopal:

que Él lo asista y proteja en bien de su Iglesia,

para gobernar al pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

con tu sabiduría ordenas todas las cosas;

escucha nuestra oración y protege con amor al Papa que nos diste,

para que el pueblo cristiano que tú gobiernas

progrese siempre en la fe, guiado por este pastor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

III. Por el pueblo de Dios y sus ministros

Oremos también por nuestro obispo N.,

pastor de la Iglesia diocesana de N.,

y por todos los obispos;

también por los presbíteros y diáconos

que colaboran con ellos en el servicio al pueblo de Dios.

Y encomendemos también a todos los que en la Iglesia

se esfuerzan por construir el Reino de Jesús.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

que con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda tu Iglesia,

escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia,

para que todos, según nuestra particular vocación,

podamos servirte con fidelidad.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

IV. Por los catecúmenos

Oremos también por los catecúmenos;

que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente,

les abra con amor las puertas de la Iglesia,

y así encuentren, en el bautismo,

el perdón de sus pecados y la incorporación plena a Cristo.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

que fecundas sin cesar a tu Iglesia con nuevos hijos;

acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos,

para que, renacidos en la fuente bautismal,

sean contados entre tus hijos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

 

V. Por la unidad de los cristianos

Oremos también por todos nuestros hermanos que creen en Cristo,

aunque no se profesan católicos;

para que Dios, nuestro Señor, reúna y conserve en su única Iglesia

a quienes procuran vivir en la verdad.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

que reúnes a quienes están dispersos

y conservas en la comunión a quienes ya están unidos;

mira con bondad el rebaño de tu Hijo,

para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad

congreguen a los que han sido consagrados por el único bautismo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

 

VI. Por los judíos

Oremos también por los judíos,

a quienes Dios nuestro Señor habló primero,

para que se acreciente en ellos el amor de su Nombre

y la fidelidad a su alianza.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia,

escucha con bondad las súplicas de tu Iglesia,

para que el pueblo de la primera Alianza

pueda alcanzar la plenitud de la salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

VII. Por quienes no creen en Cristo

Oremos igualmente por quienes no creen en Cristo,

aunque profesan alguna religión;

para que iluminados por el Espíritu Santo,

encuentren también ellos el camino de la salvación.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

concede que quienes no creen en Cristo

encuentren la verdad viviendo en tu presencia con sinceridad de corazón,

y que nosotros, progresando en la caridad fraterna

y en el deseo de conocerte mejor

seamos ante el mundo testigos más convincentes de tu amor.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

 

VIII. Por quienes no creen en Dios

Oremos también por quienes no reconocen a Dios,

lo niegan o son indiferentes o agnósticos;

para que buscando con sinceridad lo que es recto

puedan llegar hasta él.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno:

tú has creado al hombre para que te buscara con ansias

y hallara reposo habiéndote encontrado;

concede a quienes todavía no te conocen

que se alegren al reconocerte como el único Dios verdadero,

al experimentar, más allá de las dificultades, los signos de tu amor

y el testimonio de las buenas obras de los creyentes.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

 

IX. Por los gobernantes

Oremos también por los gobernantes de todas las naciones,

especialmente los de nuestro país.

Para que Dios, nuestro Señor, según sus designios,

los guíe en sus pensamientos y en sus decisiones

hacia la paz y libertad de todos los hombres;

que trabajen decididamente al servicio de una vida más digna para todos,

una distribución más inteligente de las riquezas,

y una justicia transparente y eficaz.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

en tus manos están los corazones de los hombres

y los derechos de los pueblos;

asiste con bondad a nuestros gobernantes,

para que, con tu protección, afiancen en toda la tierra

la prosperidad, la libertad religiosa,

y una paz duradera.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

 

X. Por los que sufren

Oremos finalmente, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,

para que libre al mundo de toda falsedad, del hambre y de la miseria.

Oremos por los que sufren los horrores de la guerra, de las dictaduras crueles,

de la tortura, de la persecución y de la violencia.

Oremos también por los perseguidos y encarcelados,

y por los que son tratados injustamente por los hombres;

por las víctimas del racismo, por los enfermos, por los moribundos.

Y oremos por las familias

que están atravesando momentos de prueba y sufrimiento,

a causa de la falta de trabajo, del desencuentro, de la separación,

de la pobreza, de la inseguridad.

 

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,

consuelo de los afligidos

y fortaleza de los atribulados;

escucha el grito de la humanidad sufriente,

para que se alegre al experimentar tu misericordia

en medio de sus angustias y necesidades.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén

Segunda parte: Adoración de la santa Cruz

14. Concluida la oración universal, se realiza la solemne adoración de la Cruz. Procédase en este rito con alguna de las formas siguientes, según la conveniencia pastoral:

Presentación de la santa Cruz

PRIMERA FORMA:

15. La cruz, cubierta con un velo es llevada al altar, acompañada por dos ministros con cirios encendidos. El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la cruz y, descubriéndola en la parte superior, la eleva, invitando a los fieles a adorar la cruz, con las palabras: "Este es el árbol de la Cruz..." ayudado en el canto por los ministros o por el coro. Todos responden "Vengan y adoremos".Acabada la aclamación todos se arrodillan y adoran en silencio durante unos momentos la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.

Luego el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y, elevándola nuevamente, comienza la invitación: "Este es el árbol de la Cruz...", y se hace como la primera vez.

Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, comienza por tercera vez la invitación: "Este es el árbol de la Cruz..." y se hace todo como la primera vez.

Después, acompañado por dos ministros con cirios encendidos, lleva la cruz hasta la entrada del presbiterio, o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, después que han dejado los cirios a ambos lados de la cruz.

Inmediatamente se hace la adoración de la Cruz, como indica el n.18, p.

SEGUNDA FORMA:

16. El sacerdote o el diácono, con los ministros, u otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia donde toma la cruz descubierta. Desde allí se hace la procesión por la iglesia hacia el presbiterio; los ministros llevan cirios encendidos. Cerca de la puerta, en medio del templo y antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la eleva y dice la invitación: "Este es el árbol de la Cruz..." a la que todos responden: "Vengan y adoremos". Después de cada respuesta todos se arrodillan y adoran en silencio, como se ha indicado antes. Luego se coloca la cruz con los candeleros a la entrada del presbiterio.

TERCERA FORMA:

17. Pueden combinarse las dos formas anteriores, de modo que se traiga la cruz procesionalmente como en la segunda forma pero cubierta con un velo; en cada uno de los sitios donde se detiene la procesión, antes del canto de invitación, se descubre una parte de la cruz (como en la primera forma).

Adoración de la santa Cruz

18. El sacerdote, los ministros y los fieles se acercan procesionalmente y reverencian la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo adecuado, por ejemplo, besando la cruz, según las costumbres del lugar. Mientras tanto se canta la antífona: "Señor, adoramos tu cruz", los "Improperios" u otro canto adecuado. Los que ya han adorado la cruz regresan a sus lugares y se sientan.

19. Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por la gran cantidad de participantes en la celebración no todos pueden acercarse individualmente, el sacerdote, después que un grupo ha hecho la adoración, toma la cruz y, de pie, ante el altar, invita al pueblo con breves palabras a que adore la cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.

20. Concluida la adoración, la cruz es llevada a su lugar en el altar. Los candeleros con los cirios encendidos se colocan cerca del altar o a los lados de la cruz.

Invitación para mostrar la santa Cruz

V. Este es el árbol de la Cruz,

donde estuvo suspendida

la salvación del mundo

R. Vengan y adoremos.

Cantos para la adoración de la santa Cruz

Las partes que corresponden al primer coro se indican con el número 1; las que corresponden al segundo, con el número 2; las partes que deben ser cantadas por ambos coros se indican con los números 1 y 2.

SEÑOR, ADORAMOS TU CRUZ

1 y 2: Antífona

Señor, adoramos tu Cruz,

alabamos y glorificamos tu santa Resurrección.

Porque gracias al árbol de la Cruz

el gozo llegó al mundo entero.

1: Salmo 66,2

El Señor tenga piedad y nos bendiga

haga brillar su rostro sobre nosotros.

1 y 2: Antífona

Señor, adoramos tu Cruz,

alabamos y glorificamos tu santa Resurrección.

Porque gracias al árbol de la Cruz

el gozo llegó al mundo entero.

IMPROPERIOS

I

1 y 2: ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te saqué de Egipto;

tú preparaste una cruz para tu Salvador.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Hágios o Theós

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós

2. Santo y fuerte

1. Hágios Athánatos, elèison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2: Yo te guié cuarenta años por el desierto,

te alimenté con el maná,

te introduje en una tierra excelente;

tú preparaste una cruz para tu Salvador.

1. Hágios o Theós

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós

2. Santo y fuerte

1. Hágios Athánatos, elèison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2: ¿Qué más pude hacer por ti?

Yo te planté como viña mía

escogida y hermosa.

¡Qué amarga te me has vuelto!

Para mi sed me diste vinagre,

con la lanza traspasaste el costado

a tu Salvador.

1. Hágios o Theós

2. Santo es Dios.

1. Hágios Ischyrós

2. Santo y fuerte

1. Hágios Athánatos, elèison himás.

2. Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

II

1. Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos;

tú me entregaste para que me azotaran.

2.¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te saqué de Egipto,

sumergiendo al Faraón en el Mar Rojo;

tú me entregaste a los sumos sacerdotes.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo abrí el mar delante de ti;

tú con lanza abriste mi costado.

2.¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te guiaba como una columna de nubes;

tú me guiaste al pretorio de Pilato.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te sustenté con maná en el desierto;

tú me abofeteaste y me azotaste.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te di a beber el agua salvadora

que brotó de la peña;

tú me diste a beber hiel y vinagre.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo por ti herí a los reyes cananeos

tú me heriste la cabeza con la caña.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

1. Yo te di un cetro real;

tú me pusiste una corona de espinas.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido? ¡Respóndeme!

1. Yo te levanté con gran poder;

tú me colgaste del patíbulo de la cruz.

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hecho,

en qué te he ofendido?

¡Respóndeme!

HIMNO A LA CRUZ

1 y 2. Antífona

Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

¡Árbol precioso, benditos clavos,

que llevan tan dulce carga!

Himno

1. Que canten nuestras voces

la victoria de este glorioso combate;

que celebren el triunfo de Cristo

en el nuevo trofeo de la cruz,

donde el Redentor del mundo

se inmoló como vencedor.

2. Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

1. El Creador tuvo compasión de Adán,

nuestro padre pecador,

que al comer el fruto prohibido

se precipitó hacia la muerte;

y para reparar los daños de ese árbol,

Dios eligió el árbol de la cruz.

2. ¡Árbol precioso, benditos clavos,

que llevan tan dulce carga!

1. En el plan de nuestra salvación

estaba previsto de antemano

que los engaños del demonio

fueran desbaratados por Dios,

sacando el remedio de un árbol,

así como vino de un árbol el mal.

2. Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

1. Por eso, cuando se cumplió

el tiempo señalado por Dios,

el Padre envió desde el Cielo

a su Hijo creador del mundo,

y éste revistiéndose de nuestra carne

nació del seno de la Virgen

2. ¡Árbol precioso, benditos clavos,

que llevan tan dulce carga!

1. Llora y gime el niño,

recostado en estrecho pesebre;

la Virgen Madre lo envuelve

con unos pobres pañales,

y así quedan atados

las manos y los pies de un Dios.

2. Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

1. Al cumplir los treinta años

de su vida en este mundo,

el Redentor se entregó libremente

para sufrir su Pasión:

como un cordero fue elevado en la cruz,

inmolándose por todos.

2. ¡Árbol precioso, benditos clavos,

que llevan tan dulce carga!

1. Cuando ya estaba agotado,

le dieron a beber hiel;

las espinas, los clavos y la lanza

traspasaron su bendito cuerpo,

haciendo manar el agua y la sangre

que lavan la tierra, el mar y los astros.

2. Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

1. Doblega tus ramas, árbol altivo,

ablanda tus tensas fibras,

suaviza la rigidez

que te dio la naturaleza,

y ofrece un apoyo más suave

a los miembros del Rey celestial.

2. ¡Árbol precioso, benditos clavos,

que llevan tan dulce carga!

1. Tú solo fuiste digno

de llevar la Víctima al mundo;

tú eres el arca que nos conduce

al puerto de la salvación;

tú fuiste empapado en la sangre divina

brotada del cuerpo del Cordero.

2. Esta es la cruz de nuestra fe,

el más noble de los árboles:

ningún bosque produjo otro igual

en ramas, flores y frutos.

Esta conclusión nunca debe omitirse:

1 y 2: ¡Demos gloria eterna

a la santa Trinidad!

¡Gloria igual al Padre y al Hijo,

gloria al Espíritu Santo!

Que todos celebren el nombre

de un solo Dios en tres personas. Amén.

Tercera parte: Sagrada comunión

21. Sobre el altar se extiende el mantel y se coloca el corporal y el misal. Luego el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, trae el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva, por el camino más breve, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros acompañan al Santísimo Sacramento con cirios encendidos que luego colocan junto al altar o sobre el mismo.

22. Después que el diácono ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha descubierto el copón, el sacerdote se acerca, hace genuflexión y sube al altar. Allí, con las manos juntas, dice en alta voz:

Fieles a la recomendación del Salvador

y siguiendo su divina enseñanza,

nos atrevemos a decir:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:

Líbranos de todos los males, Señor,

y concédenos la paz en nuestros días,

para que, ayudados por tu misericordia,

vivamos siempre libres de pecado

y protegidos de toda perturbación,

mientras esperamos la gloriosa venida

de nuestro Salvador Jesucristo.

Junta las manos. El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el reino,

tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

23. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:

Señor Jesucristo,

la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre

no sea para mí un motivo de juicio y condenación,

sino que, por tu bondad,

sirva para defensa de mi alma y mi cuerpo

y sea remedio de salvación.

24. El sacerdote hace genuflexión, toma una hostia consagrada y, sosteniéndola un poco elevado sobre el copón lo muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios,

que quita el pecado del mundo.

Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno

de que entres en mi casa,

pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

25. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se pueden entonar cantos apropiados.

26. Acabada la distribución de la comunión, un ministro idóneo lleva el copón al lugar preparado especialmente fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, es colocado en el sagrario.

27. Según las circunstancias, se hace una pausa de sagrado silencio, luego el sacerdote dice la siguiente oración:

Oración después de la comunión

Oremos.

Dios todopoderoso y eterno,

tú nos has salvado con la gloriosa muerte y resurrección de Cristo.

Mantén viva en nosotros la obra de tu misericordia,

para que, por la participación de este sacramento,

vivamos siempre dedicados a tu servicio.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

28. Para despedir al pueblo, el sacerdote, de pie, mirando hacia el pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice la siguiente oración:

Oración sobre el pueblo

Señor y Dios nuestro:

te pedimos que descienda una abundante bendición sobre tu pueblo,

que ha celebrado la muerte de tu Hijo

con la esperanza de la Resurrección.

Llegue a él tu perdón,

concédele tu consuelo,

acrecienta su fe

y asegúrale la eterna salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Y todos se retiran en silencio. En el momento oportuno se despoja el altar.

29. Los que han participado de la solemne acción litúrgica de la tarde no celebran Vísperas.

Memoria de los dolores de la Santísima Virgen María junto a la cruz

1. Según una antigua tradición, en la tarde del Viernes Santo se realizaba en nuestras iglesias un piadoso ejercicio en memoria de los dolores sufridos por la Santísima Virgen María junto a la cruz de su Hijo, y de su estado de profunda soledad después de la muerte de Jesús.

2. Donde se considere oportuno conservar este ejercicio tradicional, realícese de tal manera que, en su forma exterior, en el tiempo elegido y en otras particularidades, de ningún modo reste importancia a la solemne acción litúrgica con que la Iglesia celebra en este día la Pasión y la Muerte del Señor.

3. En lugar del piadoso ejercicio tradicional, será más conveniente insertar la memoria del dolor de María en la misma acción litúrgica con la que se celebra la Pasión del Señor; de esta manera, en efecto, aparecerá con más evidencia que la Virgen María está unida indisolublemente a la obra de salvación realizada por su Hijo.

4. Después de la adoración de la Cruz o antes de la oración sobre el pueblo, el sacerdote se dirige brevemente a los fieles con estas palabras u otras semejantes:

Queridísimos hermanos,

hemos adorado solemnemente la Cruz, en la cual nuestro Señor Jesucristo,

muriendo redimió el género humano.

También María estaba junto a la Cruz del Hijo, por voluntad de Dios Padre.

Junto a la Cruz, la Madre se mantuvo fuerte en medio del inmenso dolor

que sufría por su Hijo único

y así se asoció con ánimo maternal a su sacrificio,

compartió amorosamente la inmolación

y aceptó del Hijo moribundo, como testamento de la caridad divina,

ser la Madre de todos los hombres.

Así, María, la nueva Eva, sostenida por la fe,

fortalecida por la esperanza y llena de amor,

llegó a ser modelo para toda la Iglesia.

Por tanto, adorando el eterno plan de Dios Padre,

nosotros que hemos celebrado la memoria de la Pasión del Hijo,

recordamos también el dolor de la Madre.

5. Después de la introducción, el diácono, o el mismo sacerdote, invita a los fieles a recogerse en silenciosa plegaria.

6. Después de la pausa de silencio, pueden cantarse algunas estrofas del «Stabat Mater» u otro canto que sea realmente adecuado a esta celebración por el contenido, expresión literaria y musical.

7. Terminado el canto, puede decirse la oración situada en la Memora de María junto a la Cruz, (p. ) y luego continúa la acción litúrgica con el rito de comunión si se eligió la primera posibilidad o la oración sobre el pueblo si se eligió la segunda posibilidad.

SÁBADO SANTO

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su Muerte y se abstiene de celebrar el sacrificio de la misa, manteniendo desnuda la sagrada mesa hasta que, después de la solemne Vigilia o espera nocturna de la Resurrección, dé lugar a la alegría pascual cuya plenitud extenderá a lo largo de cincuenta días.

En este día, la comunión solo puede administrarse a modo de viático.