LAS POSTURAS DEL CUERPO

No faltan problemas sobre las actitudes de la comunidad en los diferentes momentos de la celebración.

Varios hechos han influido en que exista una notable desigualdad entre unas iglesias y otras, y a veces incluso dentro de una misma comunidad: el impacto que siempre supone el cambiar de costumbres cúlticas antiguas, el tono más flexible de la nueva liturgia respecto a estas posturas, las interpretaciones diferentes de su sentido, la actitud de algunos que parecen dar poca importancia a las varias posturas y se están acostumbrando a permanecer sentados durante toda la celebración (sobre todo en grupos pequeños), sin olvidar a los mismos presidentes que tampoco parecen cuidar mucho la expresividad de su posición corporal en los varios momentos de su actuación...

Y que no es asunto del todo insignificante lo indica el que todo esto se ha convertido, en algunos lugares, en ocasión de discusiones agrias entre los "progresistas" y los más "rigoristas",sobre todo cuando se trata de arrodillarse o no en determinados momentos de la Eucaristía.

Los cambios y las divergentes interpretaciones han creado cierta inseguridad en algunos fieles, favorecida también por la falta de catequesis sobre las motivaciones que han llevado a la reforma y el sentido que tiene cada actitud.

A pesar de que ya en otras ocasiones hemos reflexionado sobre la importancia del lenguaje corporal (por ejemplo en el Dossier CPL n. 12, Claves para la oración, en su capítulo: "la postura del cuerpo influye en la oración"), no quedaría completa la serie de gestos y símbolos que estamos presentando sin una palabra sobre este aspecto, ayudando a entender el significado ,que tiene para nuestra celebración la adecuada postura del cuerpo.

Nuestro cuerpo también reza

La expresividad de la persona humana engloba tada su unidad: espíritu y corporeidad. El hombre, todo él, con su identidad entera, está en relación con los demás, y está, también, en la presencia de Dios, y expresa sus sentimientos interiores no sólo con la palabra, sino también con sus movimientos y gestos, con su mismo porte y postura corporal. Actitudes como el respeto, la disponibilidad, la humildad, la cercanía, la adoración, la espera confiada, la receptividad, se ven ya en la misma manera de estar corporalmente. Eso pasa en nuestro hacer social: no es indiferente el que uno realice una acción importante estando descuidadamente sentado o en posición de pie. Y pasa también en la oración: hay momentos de nuestro culto que resultan mucho más expresivos y coherentes si los realizamos de rodillas o de pie o sentados.

Además, como nuestra celebración cristiana es comunitaria, las posturas corporales tienen la particularidad de que acentúan -o desdibujan, según- la uniformidad de- actitudes interiores de la asamblea celebrante. Por eso el Misal pone como ideal esta expresión de unanimidad entre todos los que participan en la celebración: "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de comunidad y unidad de las asamblea, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos las participantes" (IGMR. 20).

Las posturas corporales, por una parte, expresan la actitud de fe de cada persona, y por otra alimentan y favorecen esa misma actitud. Y lo mismo sucede en el nivel comunitario.

Aparte de otras modalidades, también expresivas -tales como la postración en el suelo, o las inclinaciones del cuerpo, o la marcha en procesión- son tres las principales y clásicas posturas del cristiano que participa en la celebración: de pie, de rodillas y sentado.

De pie: como pueblo sacerdotal y familia de hijos

a) La postura de pie es la característica del hombre, frente a la mayoría de los animales ("homo erectus"): postura vertical, todo un símbolo de su dignidad como rey de la creación.

Ha sido la postura de oración más clásica, tanto para los judíos como para los cristianos de los primeros siglos. Y es que, en efecto, reúne en sí una serie de valores y significados que la hacen la más coherente para expresar la identidad de un cristiano en oración ante Dios:

- de pie expresamos nuestro respeto a una persona importante,

- es la actitud que mejor indica la atención, la prontitud, la disponibilidad, la tensión hacia una acción o una marcha, la corresponsabilidad,

- las acciones importantes las realizamos de esa manera: un político que jura su cargo o unos novios que se dan el "sí";

- para un cristiano es un signo de su libertad, como redimido por Cristo, de su condición de hijo en la familia, de su confianza ante Dios ("nos atrevemos a decir..."),

- participa, así, de la dignidad del Resucitado, unido al Cristo Glorioso, como miembro de su Cuerpo; nada extraño que en los primeros siglos estuviera prohibido arrodillarse para la oración comunitaria los domingos o durante todo el Tiempo Pascual: tomaban en serio su condición de partícipes de la Resurrección del Señor;

- y es también la postura típica de todo sacerdote que actúa en su ministerio, sobre todo cuando dirige a Dios su oración en nombre de toda la comunidad.

b) Muchos ejemplos, tanto del AT como del NT, nos ilustran estas varias direcciones significativas de la postura de pie:

- Salomón pronuncia de pie una. solemne oración de acción de gracias en la fiesta de la Dedicación del Templo, oración que escucha también en la misma postura toda la asamblea de Israel (1 R 8);

- al profeta que va a escuchar la Palabra de Dios, se le invita: "hijo de Adán, ponte en pie, que voy a hablarte" (Ez 2,1);

- Jesús, en la sinagoga de su pueblo "se puso en pie para tener la lectura" (Le 4,16), mientras que luego, para la homilía, "enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó";

- en la visión del Apocalipsis se describe a "una muchedumbre innumerable que estaba de pie ante el trono y el Cordero y aclamaba a gritos" (Ap 7,9).

Claro que es una actitud corporal que también se presta a interpretaciones de orgullo y autosuficiencia: y por eso Cristo desautoriza al fariseo que "se plantó en pie y se puso a orar" (Le 18,11). No hay signos químicamente puros: lo que importa en cada caso es que la actitud exterior exprese la adecuada actitud interior de fe, que en esta ocasión, como vemos, es múltiple: respeto, atención, disciplina, confianza de hijos...

c) En nuestra celebración subrayamos con esta postura en pie algunos momentos más significativos:

- la entrada procesional del presidente y los demás ministros de la celebración, como signo del respeto que merece a toda la asamblea el que va a ser para ella el signo visible de la presencia del Señor con los suyos;

- la lectura del Evangelio, la Palabra más importante que escuchamos en la celebracióñ: indicamos así no sólo el respetó,, sino también nuestra atención y nuestra disponibilidad para aceptar y cumplir la que va a ser, más específicamente todavía que las otras lecturas, la Palabra de Cristo para nosotros;

- la Oración Universal, en la que "el pueblo, ejerciendo su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres" (IGMR 45): toda la comunidad, respondiendo con su oración alas intenciones sugeridas, se pone como mediadora -oficio sacerdotal- entre Dios y la humanidad entera;

- siempre que el presidente, en nombre de todos, eleva a Dios su oración; tanto en las oraciones más breves (oración colecta del día, oración sobre las ofrendas y poscomutiión) como sobre todo la Plegaria Eucarística;

- todo el proceso de preparación a la comunión, desde el Padrenuestro: la comunidad, antes de acudir en marcha a la Mesa del Señor, dice de pie con actitud confiada de hijos, la oración que el mismo Cristo nos enseñó (y sería más expresivo todavía con los brazos elevados, como hace siempre el presidente, y en el Misal italiano han puesto como facultativo para todos los fieles).

Hay otros momentos, de diversas celebraciones, en que la postura en pie resulta muy expresiva: en la profesión religiosa, en las ordenaciones, en el consentimiento nupcial. Siempre con las mismas connotaciones de prontitud, personalización del acto, de confianza...

Si se mantiene bien, no con languidez o apatía, sino con firmeza y atención, además de confianza y alegría, es la mejor expresión corporal de aquella actitud espiritual que describe el diálogo antes de la Plegaria Eucarística: "'levantemos el corazón: lo tenemos levantado hacia el Señor".

d) Dos observaciones prácticas:

- uno de los momentos en que más varía la costumbre en las diversas comunidades es durante la oración sobre las ofrendas; según la introducción al Misal, una vez contestado el "Orad, hermanos", la asamblea se pone en pie para escuchar la oración sobre las ofrendas (IGMR 21); y es la norma más coherente, porque esa pequeña oración es una de las que el sacerdote proclama presidencialmente, en nombre de todos, y es lógico que la postura de apoyo y atención sea la de ponerse en pie; en la práctica en muchos sitios esta oración se escucha todavía sentados (prolongando así un poco la breve pausa del ofertorio)¡ lo mejor sería seguir la norma del Misal; y en todo caso, al menos alzarse "antes" de empezar el diálogo del prefacio (no cuando suena lo de "levantemos el corazón");

- para recibir la comunión, el n. 21 de la introducción del Misal, que es el que enumera las diversas posturas, no nombra para nada el ponerse de rodillas, y por tanto supone que se recibe del pie; la Instrucción de 1967, Eucharisticum Mysterium, en su núm. 34, había afirmado: "según la costumbre de la Iglesia, los fieles pueden recibir la comunión de rodillas o de pie. Elíjase uno u otro modo según las normas establecidas por la competente autoridad eclesiástica territorial". Aunque es una opción que, como hemos dicho, no ha recogido la introducción al Misal (que se publicó dos años más tarde), sigue válida la libertad de recibir la comunión de un modo u otro, siempre, evidentemente, con el mejor respeto y dignidad. Lo que va siendo normal entre nosotros, a falta de una norma concreta de esa "autoridad territorial", es recibirla de pie, con todo lo que esto significa cte confianza, dignidad de hijos y de tono pascual que ,siempre supone participar en la Eucaristía.

De rodillas: penitencia y adoración

a) La postura de rodillas es muy expresiva de algunas actitudes interiores:

- indica humildad ante la presencia del misterio o de una persona a la que dirigimos nuestra oración: ante Dios todos somos pequeños;

- es el modo como más explícitamente manifestamos nuestra postura interior de adoración;

- y también de nuestra penitencia: en los primeros siglos el grupo de los penitentes era también llamado de los "genuflectentes", y recordamos todavía cuando en los días más penitenciales se nos invitaba a arrodillarnos para determinadas oraciones ("flectamus genua");

- ha sido la clásica postura para la oración personal, privada, aunque más tarde se fue convirtiendo poco a poco en la postura normal también para la comunitaria, cuando a partir del siglo XI se fue subrayando el aspecto de adoración en la Misa.

b) Es la postura que encontramos muchas veces en la Biblia para los momentos en que se quieren expresar esas actitudes de humildad, adoración y penitencia:

- Daniel ora de rodillas (Dn 6,11), vuelto el rostro desde el destierro, hacia Jerusalén,

- los hermanos de José, en Egipto, se postran ante él con sentimientos de culpabilidad y respeto (Gn 42,6),

- los veinticuatro ancianos del Apocalipsis (Ap 4,10) se postran en actitud humilde y adorante ante el que está sentado en el trono,

- los que se acercan a Jesús para pedirle algo, se postran en tierra,

- Pablo ora de rodillas, con sus discípulos, en la despedida de Mileto o de Tiro (Hch 20,36 y 21,5),

- Pedro se arrodilla y ora antes de resucitar a la muchacha muerta (Hch 9,40),

- y Jesús mismo ora de rodillas en la agonía del huerto (Lc 22,41).

Es la actitud interior y exterior que expresa los sentimientos que uno siente ante la grandeza y el amor de Dios: "por esto doblo las rodillas ante el Padre" (Ef 3,14).

c) En la nueva disposición de nuestro culto ha quedado ciertamente relativizada esta postura, que había llegado a ser casi la única. No sólo se han suprimido significativamente algunas genuflexiones (por ejemplo la que acompañaba al saludo del obispo, y la genuflexión doble ante el Santísimo), sino también ha disminuido el número de las que hacemos durante la Misa (el presidente hace tres: después de la ostensión del Pan, después de la ostensión del Cáliz y antes de comulgar: cfr. IGMR 233), y sólo hay un momento en que se nos indica la postura de rodillas en la celebración comunitaria.

Según la introducción del Misal (IGMR 21) nos arrodillamos durante la consagración. Aunque en la práctica el cambio de postura se suele realizar ya durante la invocación del Espíritu que precede a la consagración: la epíclesis. Es una postura adecuada y pedagógica: el ponernos de rodillas en ese momento nos ayuda á entender que, con esa invocación de la fuerza del Espíritu y el entrañable relato de las palabras y los gestos de Jesús en su Ultima Cena, está sucediendo ante nosotros y para nosotros el misterio de la presencia específica del Cristo en la Eucaristía: como comida y bebida para nuestra comunión con El. La actitud de atención. adoración y admiración ante el misterio se expresa muy bien con la postura de rodillas.

Pero el mismo Misal matiza flexiblemente su norma cuando añade: "a no ser que lo impida la estrechez del lugar o la aglomeración de la concurrencia o cualquier otra cosa razonable". Es la postura más razonable, la de rodillas, para subrayar la conciencia del misterio eucarístico. Pero también es posible expresar esta misma actitud de fe estando de pie, como hacen los sacerdotes concelebrantes, y como hicieron todos los fieles durante el primer milenio, y como siguen haciéndolo en otros ritos (por ejemplo el nuestro, el hispánico-mozárabe). También depende de varias circunstancias: es diferente la celebración en una parroquia y la de grupos más reducidos, que a veces no tienen comodidad para arrodillarse. Lo que sí habría que conseguir es la uniformidad en la misma asamblea.

Sería una pena que desapareciera de nuestras costumbres de oración la postura de rodillas. Cuando hacemos oración personal, cuando celebramos un momento de adoración al Santísimo, cuando pasamos ante el Sagrario, cuando expresamos nuestra actitud penitencial: el orar de rodillas es una actitud corporal que nos invita a. sentirnos pequeños, pecadores, limitados, y a dirigirnos a Dios desde nuestra pequeñez. El que el Viernes Santo empecemos la celebración con esta actitud -el presidente y los ministros, mejor todavía postrados en tierra-, o cuando en las Ordenaciones los que van a ser ordenados se arrodillan o se postran en los momentos de oración por ellos, tienen una pedagogía que puede ayudarnos a sintonizar con lo que celebramos.

Sentados: receptividad y escucha

a) Cuando nos mantenemos sentados, estamos expresando unas actitudes determinadas:

- que estamos en paz, distendidos, presenciando algo o en actitud de espera,

- es la postura que más favorece la concentración y la meditación,

- así permanece el que enseña, el que tiene autoridad, el que juzga, el que actúa como ministro de la Reconciliación,

- y así también estamos cuando escuchamos una lectura o una homilía: es la actitud del discípulo ante el maestro, expresando su receptividad y atención.

b) Por eso en el NT se dice varias veces explícitamente:

- que Jesús, sentado, dirige a sus discípulos su enseñanza, por ejemplo el sermón de la montaña (Mt 5,1),

- que la muchedumbre, "sentada en torno a él", le escucha (Mc 3,32)

- como el mismo Jesús, de niño, "sentado en medio de los máestros", les escuchaba y les hacía preguntas (Lc 2,46),

- y María, en Betania, "sentada a los pies del Señor", escuchaba su Palabra (Lc 10,39).

c) En nuestra liturgia, el "sentado" por antonomasia, es el sacerdote presidente.Presidente significa el que se sienta delante: "prae-sedere". Durante la primera parte de la celebración -la escucha de la Palabrapreside sentado en su sede, excepto la lectura del Evangelio. Y también sentado es como normalmente ejerce su ministerio de la homilía (cfr. IGMR 97): aunque si parece más conveniente la puede hacer también desde el ambón; con todo, no es propio del ambón la homilía: el ámbón es un "sitio reservado para el anuncio de la Palabra de Dios" (IGMR 272).

La sede del presidente "debe significar su oficio de presidente de la asamblea y director de la oración" (IGMR 271). Aunque lo más clásico es que esta sede esté situada de cara al pueblo al fondo del presbiterio, sin embargo las circunstancias del lugar, y sobre todo la posibilidad o no de que desde ese lugar se pueda establecer la necesaria comunicación entre el presidente y. la asamblea (teniendo en cuenta que predica sentado), aconsejarán muchas veces que se coloque esa sede con mayor cercanía a la asamblea, siempre de cara a ella (cfr. IGMR 271).

La comunidad permanece sentada en los momentos en que la actitud es de las que hemos enumerado como más coherentes con esta postura: "estarán sentados durante las lecturas que preceden al Evangelio, con su salmo responsorial, durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio; también, según la oportunidad, a lo largo del sagrado silencio que se observa después de la comunión" (IGMR 21).

Se subraya así, según los momentos, el sentido de la receptividad, de la escucha concentrada, de la pausa ,de meditación, de interiorización de la comunión recibida...

Ni descuido ni absolutización

No es indiferente la postura corporal que acompaña a nuestra oración. Sobre todo en las celebraciones comunitarias. La expresividad del lenguaje corporal favorece la actitud interior: tanto si es de escucha, como de atención respetuosa a la acción, como la adoración y la súplica penitencial.

Es cuestión de que cada uno, consciente de la dirección expresiva de estas posturas, se ejercite a sí mismo en las actitudes de fe que manifiestan: con presteza y atención, cuando está de pie escuchando el Evangelio o la Plegaria Eucarística; con adoración y humildad, cuando se arrodilla; con paz y apertura, cuando escucha las otras lecturas o después de recibir la comunión. Es toda una pedagogía, en la que cada uno es maestro, para ir identificando la postura exterior con las actitudes interiores que supone.

Descuidar esta sintonía puede empobrecer o hacer menos expresiva nuestra celebración.

Y por otra parte, tampoco hay que endiosar o absolutizar una postura determinada. El Misal sugiere a las conferencias Episcopales que determinen para su territorio, si lo creen conveniente, estas u otras posturas de celebración: con la condición de "que haya una correspondencia adecuada con el sentido e índole de cada parte de la celebración" (IGMR 21). Está bien que se tengan en cuenta las dos claves: la índole de cada pueblo y cultura (en algunas culturas la postura de mayor respeto es permanecer sentados), y a la vez la índole de la celebración misma, que en cada momento pide una dinámica distinta en la postura corporal y en la acción.

Posturas no mecánicas, ni meramente rutinarias, sino "verdaderas": en las que el sentimiento espiritual se encarna y se expresa con el gesto exterior. De modo que se vaya consiguiendo lo que siempre es la finalidad de todos los gestos y símbolos: la mejor participación en el misterio que celebramos.

JOSÉ ALDAZABAL
GESTOS Y SÍMBOLOS (III)
Dossiers CPL 29
Barcelona 1986 Págs. 25-32