I. PRELUDIO PASCUAL: DOMINGO DE RAMOS
 

`ASUMIR LA MISION HASTA EL FINAL'


La vida del hombre está sobrecargada de tareas. Pero no siempre está llena de una conciencia de misión. Y cuando tal conciencia existe, con dificultad somos capaces de llevar esta misión hasta sus últimas consecuencias éticas, morales y religiosas. Consentimos con la misión en el triunfo, en el bienestar, el dinero y el poder. Pero se nos hace insoportable la misión en el fracaso, la indigencia, el dolor y la cruz, la entrega gratuita... No somos capaces de beber el sorbo amargo de la vida, de asumir la misión hasta el final, porque no somos capaces de renunciar al propio egoísmo para abrazarnos al amor. «La vida no fracasa cuando se da por los demás». Sólo subiendo a la ciudad, y sintiendo el grito sencillo de los niños y de los pobres, y mirando con los ojos de la fe y el corazón al que viene sobre un borriquillo, podremos comprender la grandeza de la misión.

 

A) CATEQUESIS


1. Acontecimiento: triunfo amargo

La entrada histórica de Jesús en Jerusalén, la entienden los evangelistas (Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,28-38; In 12,12-16) como una presentación pública, que Jesús hace de sí mismo como Mesías, dispuesto a asumir su misión hasta el final aceptando la entrega y la misma muerte de cruz. Es una entrada de rostro triunfal y corazón amargo, donde unos (los sencillos) lo aclaman y acogen, mientras otros (jefes del Sanedrín) lo rechazan y condenan.

El viene como Rey y Mesías original: no en poder y gloria como vengador de enemigos y salvador de amigos; sino en humildad y sencillez, como salvador de pobres y oprimidos. Este Mesías no responde a las expectativas políticas de la tradición. Pero él sabe que sólo aceptando la misión sin engaño salvará a los que esperan.

El triunfo está sellado con el dolor. Sólo por la cruz se llegará a la gloria. La subida de Jesús a Jerusalén es un peregrinar hacia la Pascua, para cumplir hasta el fondo la misión. Sobre el pollino va ya la cruz de la esperanza nueva. Por eso Jesús no puede reprender a los que gritan y aclaman, pues «os digo que si éstos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).


Celebración: configuración litúrgica

El domingo de Ramos es el comienzo de la Semana Santa, en la que se sitúa el «triduo santo pascual de la pasión y resurrección del Señor» (Calendario, n.° 18). Hay que considerar, pues, a este domingo como un preludio, como un pórtico pascual, que anuncia la gran celebración del Triduo, en una mezcla de elementos triunfales (procesión, entrada) y elementos dolorosos (pasión).

— El origen de esta liturgia hay que situarlo hacia el siglo IV. Egeria, que escribe su «Itinerario» en esta época, relata cómo en Jerusalén se reproducía del modo más preciso la entrada de Jesús, yendo del monte de los olivos a la ciudad santa. Esta procesión se extendió pronto, teniendo una gran aceptación popular, sobre todo en Oriente y en España. En cambio, en Roma se ponía de relieve en este domingo no la procesión, sino la pasión (cf. Sermones del Papa León Magno). Por eso se le llamará «domingo de pasión». Este será en Roma el tema predominante hasta el siglo X, en que se le comenzará a llamar «domingo de Ramos» (cf. Pontifical Romano-Germánico).

— Según el Misal de Pío V (s. XVII) la celebración quedó así configurada: Misa, distribución personal a clero y pueblo de ramos y palmas, procesión fuera de la Iglesia, entrada a la iglesia después que el diácono golpeaba las puertas con el astil de la cruz, y éstas se abrían para dar paso al cortejo. Pío XII reformó esta celebración, destacando con nitidez las dos partes: procesión en honor de Cristo Rey, y Misa de Pasión, que suponía cambio de vestiduras y de tono (las vestiduras rojas se cambiaban por las moradas).

El Vaticano II, cuya reforma al respecto aparece en el Misal de Pablo VI de 1970, ha devuelto a la celebración la unidad perdida: un solo color (el rojo), una única oración colecta, una única celebración con diversas secuencias: procesión (que sustituye al rito de entrada), y continuación de la Misa.


3. Expresión: gestos y símbolos

Como ya ha quedado indicado, son la procesión con las palmas y la pasión.

Es una formación mimética-representativa de recordar los siguientes hechos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la acogida gozosa con ramas y palmas de los sencillos, el peregrinar al centro del cumplimiento de su misión. La repetición litúrgica del hecho supone la actualización y coimplicación de la comunidad en el acontecimiento. También hoy somos llamados a reconocer al Mesías, a unirnos a los gritos de los sencillos, a asumir la misión.

El que en este día se proclame la pasión, indica claramente la intención de unir desde el principio las dos caras del misterio pascual: fracaso y triunfo, muerte y resurrección, dolor y alegría... Sólo que el orden en que se nos presenta en este domingo es original: primero el triunfo (procesión), y luego el fracaso (pasión). Es la forma de la Iglesia de actualizar el misterio sin divisiones, invitándonos desde el principio a seguir a Cristo hasta la cruz, para participar también de su resurrección.


4. Vida: misterio

— «Jesús es el único» que ha entendido en profundidad a los profetas: su entrada en Jerusalén tiene claramente un significado mesiánico. Ya en este cortejo triunfal él camina obediente a la muerte y muerte de cruz. La asume totalmente. No rebaja nada. Esta es la entrada interior de Jesús en Jerusalén, que se realiza dentro de su alma en el umbral de la Semana Santa. El escucha cómo la multitud grita: Hosanna. Pero su pensamiento está fijo en las palabras de Juan el Bautista: He aquí el que quita el pecado del mundo. Viene a realizar la figura del Siervo que anuncia el profeta Isaías. Por eso Pablo nos hablará de cómo «se anonadó tomando forma de Siervo, se humilló, hecho obediente hasta la muerte» (Juan Pablo II).

— También para el cristiano existe una llamada y exigencia a hacer del misterio vida, y de la vida misión, que se entrega por amor a los demás. La «entrada interior» en la misión se produce cuando se asume radicalmente esta misión en su pleno sentido cristiano, y en sus verdaderas repercusiones humanas y sociales. Se produce cuando no nos dejamos ahogar ni fascinar por el triunfo externo, sino por la verdad interna; cuando no nos dejamos vencer por el dolor, sino por el amor; cuando no buscamos la manera de utilizar a los demás, sino de servirles...

 

B) CELEBRACION


1. Comunidad parroquial

— Es preciso valorar, más que la bendición de los ramos, la procesión con los ramos. Se trata de acompañar, aclamar, actualizar los sentimientos de Cristo de los que le acogieron. Los ramos no son «objetos benditos» para guardar, sino elemento para acompañar a la procesión. Por eso, no pueden bendecirse, sí es que no va a haber procesión. Otra cosa es que una vez utilizados en este momento, se guarden como «recuerdo» del acontecimiento pascual del año.

— El Misal propone tres posibilidades de procesión: a) La que requiere dos lugares de celebración: una donde se bendicen los ramos y de donde parte la procesión, y otra donde llega la procesión para celebrar la eucaristía. b) La que se hace dentro del mismo recinto de la iglesia, pero bendiciendo los ramos en un lugar (entrada, capilla) y yendo los ministros en procesión hacia el altar, mientras los fieles siguen desde su puesto con cantos la procesión. c) Si no se puede ninguna de las formas anteriores, se debe al menos dar relieve a la procesión de entrada para la misa, por medio de la monición que se refiere al hecho (Mt 21,1-11), los cantos, quizás un acompañamiento especial de un grupo de niños con palmas. En cada caso habrá que elegir según las posibilidades.

— Otro elemento que habrá que cuidar con esmero es la lectura de la pasión. Convendrá leerla entera para resaltar mejor la unidad de sus secuencias. La forma de leerla puede ser: seguida, por un solo lector (presidente); intercalada con aclamaciones del pueblo; dialogada entre los diversos personajes (lector, sinagoga, Jesús). Aunque la lectura resulte un poco larga, en este día no debería faltar una homilía bien preparada y proporcionada.

— Por lo demás, es importante que en este día se cuiden especialmente la participación de los niños, y los cantos para la procesión. Puede también presentarse algún símbolo especial (mural, cartel...), que sirva como de «slogan» para toda la semana santa.


2.
Comunidad especial

— Supuesto que la situación lo permite (casa de ejercicios, de religiosas, lugares de convivencia...), lo mejor es optar por el primer tipo de procesión en dos lugares. No parece lo mejor en este caso una reproducción mimética del hecho, montando alguien sobre un borriquillo. Pero la procesión puede solemnizarse con cantos adecuados, con algún texto bíblico, con expresión de las dos reacciones ante la entrada de Jesús: la de los que le acogen y la de los que le rechazan. Algunas palmas se pueden colocar en el prebisterio durante la celebración.

— En cuanto a la lectura de la pasión se elige la más apropiada al caso. Si es posible, hacia la mitad se podría representar alguna escena en relación con la aceptación o rechazo de Cristo, v.gr., la negacion de Judas, la confesión arrepentida de Pedro...

— En rememoración de la «entrega del símbolo» que en un día como éste se hacía a los catecúmenos, podría «entregarse» alguna confesión de fe adaptada sobre el misterio pascual y su implicación para la vida cristiana, que se «devolvería» en la Vigilia Pascual. Esto se realizaría después de la Palabra y antes de las ofrendas.