VI. LAS TRANSFORMACIONES DE LA LITURGIA ROMANA AL ENCONTRARSE CON EL GENIO FRANCO-GERMÁNICO

 

 

Es un dato histórico que la liturgia romana emigró hacia el norte, primero en un proceso casi imperceptible y más bien casual, y después de manera consciente. En esa emigración se adaptó, bajo múltiples aspectos, a las nuevas situaciones y se modificó para, a continuación, cambiada y enriquecida, volver a Roma como fundamento de la liturgia romana de la edad media. Inicialmente fueron peregrinos de países franco(galo)-germánicos, llenos de admiración por el ceremonial, los edificios y los textos de la liturgia romana, papal, los que la dieron a conocer en el norte con sus narraciones, con sus esbozos y finalmente con sus textos. Así, en la práctica, se acogían los elementos de una liturgia grandiosa, monumental, y pese a todo sencilla, al par que su peculiaridad teológica, sin renunciar en todo caso al propio patrimonio, tal y como todavía se nos ha conservado en los documentos de la liturgia galicana antigua (en el Missale Gothicum, Francorum, Gallicanum Vetus), caracterizada por una predilección por el lenguaje sentimental, cálido, conmovedor, y por la acción dramática. Un primer resultado de la fusión de las dos formas son los Sacramentaria Gelasiana del s. VIII, cuya forma original se elaboró probablemente en Flavigny hacia la mitad del siglo bajo Pepino.

 

Pero la admiración por Roma y la veneración hacia la iglesia de San Pedro empujaron todavía más a los nuevos pueblos. Repetidamente Carlomagno pide al papa textos romanos puros. Quizá le movían también razones políticas: quería reforzar los lazos entre las diversas regiones de su reino occidental mediante una unificación de la liturgia, precisamente sobre la base del modelo romano. Naturalmente, el sacramentario puro que le envió el papa Adriano I "ex bibliotheca cubiculi", un gregorianum, no bastaba: ante todo estaba incompleto, y además no respondía plenamente a las nuevas situaciones. Así los ministros del rey, sobre todo, según parece, Benito de Aniane, lo completaron, y explicaron detalladamente su trabajo en un prólogo ("Hucusque"). El hecho es bastante sintomático.

 

Un patrimonio originalmente romano, en sí mismo herencia de los comienzos del siglo V, elaborado en la Roma papal de los siglos V al VIII, se adopta en la capilla palatina del rey-emperador y sirve no sólo para Aquisgrán, sino para todo el país de los francos y en el imperio de Occidente como base para una liturgia enriquecida con elementos indígenas. Lo que aquí sucedió con el sacramentario es ejemplo elocuente del proceso análogo que afectó a la progresiva elaboración del Ordo Missae, y sobre todo a la celebración concreta de las diferentes acciones litúrgicas, y finalmente a los leccionarios y antifonarios. Nos limitaremos a mencionar algunos ejemplos típicos. La nueva liturgia mixta es más rica que las formas simples de la antigua liturgia romana; se añade la espléndida consagración del cirio pascual, misas votivas, un gran número de oraciones más marcadamente personales, sobre todo oraciones en las que el sacerdote confiesa privadamente y en silencio sus propias culpas y pide perdón (las llamadas apologías), que poco a poco van apareciendo al comienzo de casi todas las partes de la misa. Muchas oraciones son de tipo nuevo, se dirigen preferentemente al mismo Cristo y no ya, como en la forma clásica, sólo al Padre mediante Cristo; además se aprecia una fuerte conciencia del pecado, una angustia frente al juicio inminente. El carácter comunitario queda marcadamente en segundo plano; el pueblo creyente toma parte menos actora en el culto, con frecuencia es sólo un espectador mudo de una liturgia clerical. El sacerdote, que ahora está casi siempre de pie en el altar de espaldas al pueblo, celebra el culto con un aislamiento mayor y va asumiendo cada vez más todos los papeles que hasta ahora se habían distribuido entre varios ministros. Por eso le basta con un solo libro, que contenga todo lo necesario para la celebración; de aquí nace el Missale plenarium, en el que se recogen a la vez antífonas, oraciones, lecturas, prefacios, canon y toda la ordenación de la misa. De manera semejante se recogen juntas las rúbricas y los textos necesarios para el culto celebrado por el obispo, primero ampliando más o menos los Ordines, y finalmente, hacia el 950, en el monasterio de St. Alban de Maguncia, todo se sintetiza en un libro único que recibe el significativo nombre de Pontifícale Romano Germanicum. El monasterio renano no es el único centro de semejantes trabajos de compilación, de adaptación y de desarrollo de documentos. Algo parecido sucede en San Gall (Suiza), en Metz (Lorena), en Séez (Normandía), en Minden (Alemania septentrional), etc. Un elemento importante de la liturgia modificada es la multiplicidad de las misas, prácticamente de carácter privado con mucha frecuencia, a pesar de que en un primer momento se celebren con la intención clara de imitar en el ambiente germánico indígena el ciertamente rico culto estacional romano.

 

También en este caso conocemos en cierta medida, mediante los monumentos conservados, el ambiente en que se celebraba la liturgia. Sobre el modelo romano o ravenés se construyeron en los siglos VIII y IX las iglesias de planta circular de la capilla palatina de Carlomagno en Aquisgrán, de San Miguel en Fulda, de S. Riquier y de Germigny-des-Prés. También la construcción alargada de forma basilical se desarrolla en las maravillosas iglesias de Korvey (Corbeia nova, Weser), de San Ciriaco en Gernrode, de San Rémy en Reims; formas más sencillas encontramos en las iglesias románicas de Cataluña y, por ejemplo, en San Miguel de Pavía, hasta que en el estilo románico antiguo surjan edificios imponentes como el de S. Benoit (Fleury)-sur-Loire que pretenden presentar en la poderosa y torreada fachada exterior el misterio de Cristo, hasta ahora completamente escondido en el interior de la iglesia (ejemplos clásicos posteriores serán la iglesia abacial de Cluny y las catedrales renanas, así como, aunque de manera diversa, las iglesias románicas de Colonia o el arte románico-bizantino de Sicilia). Esas iglesias de arte románico unen de manera feliz "lo estático con lo dinámico, la línea horizontal y la vertical, la perfección de la armonía, simple y monumental, con el vitalismo voluntarista y ético de los pueblos franco-germánicos ..., en un conflictivo creativo..., con una belleza específica, llena de tensiones, a veces trágicas... Encontramos el mismo fenómeno en las formas de la liturgia de esa época: el genio (el éthos) nuevo, un componente de individualismo voluntarista, exige y encuentra la manera de entrar en las formas transmitidas por Roma. Reconoce... el primado de estas formas y mediante esta sumisión crea la liturgia, la piedad, la cultura cristiana de estos siglos, que así se acercan a la meta suprema de la síntesis propia de los siglos XII y XIII…".