Vejez.

Vivir largo tiempo es el deseo de quienquiera que se siente feliz en medio de sus bienes; pero si la vejez puede ser rica en experiencia y sabiduría, también puede ser pesada para el desgraciado gastado por la edad y que va perdiendo la paciencia (Eclo 41,Is). Así la vejez cambia de sentido según que aparezca como el camino del descenso hacia la muerte o como el del progreso hacia la felicidad eterna.

1. Larga vida y proximidad de la muerte.

La vida, aun amenazada por la muerte, es un don de Dios; una larga vida es por tanto deseable; prometida a quien honra a sus padres (Ex 20,12), es una corona para el justo (Prov 10,27; 16,31) que tiene así el gozo de ver los hijos de sus hijos (Prov 17,6). Como Abraham lleno de días (Gén 25,8), el justo, después de una vejez dichosa y floreciente (Sal 92,15), puede morir en paz, consciente de que su vida ha sido llena (Gén 15,15; Tob 14.1; Eclo 44,14).

Pero también se da el caso de que la muerte sea una liberación (Eclo 41,2), cuando el anciano siente declinar su vigor (Sal 71,9; Ecl 12,5) y nota que nada tiene ya sabor para el (2Sa 19,36).

2. Larga experiencia y progreso en la sabiduría.

Todos los rueblos han vinculado la autoridad a la edad y a la experiencia que ésta proporciona; también en la Biblia están los ancianos a la cabeza de las comunidades (Éx 3,16; 18,12; 2Sa 5,3; Esd 6,7; Hech 11,30; 15,4.) Aunque hay algunos ancianos de una corrupción y de una injusticia escandalosas (Eclo 25,2; Dan 13,5), las canas merecen respeto (Lev 19,32; 1Tim 5,1s) y los hijos deben socorrer a sus padres de edad avanzada (Eclo 3,12). El anciano, por razón de su sabiduría (Eclo 25,4s) y como testigo de la tradición, puede hablar con autoridad; debe, sin embargo, hacerlo con discreción (Eclo 32,3; 42,8). Un peligro amenaza, en efecto, a los ancianos: cerrarse a toda novedad en lugar de mantenerse abiertos a la verdad; esta falsa fidelidad a la tradición (Mt 15, 2-6) llevó a 'los ancianos del pueblo a unirse a los enemigos de Cristo que lo insultaron en la cruz (27,1.41). Así pues, los años no son suficientes para hacer al anciano digno del honor que se le tributa; más aún: la sabiduría puede ser patrimonio de la juventud (Sal 119,100; Sab 4,8s.16), y para entrar en el reino deben todos recibirlo como niños pequeños (Mc 10,15).

Así pues, los cristianos avanzados en edad deben seguir los consejos del viejo Pablo (Flm 9) y brillar por sus virtudes (Tit 2,2-5).

Finalmente, la vejez es símbolo de la eternidad; el Eterno se aparece a Daniel bajo el símbolo de un anciano (Dan 7,9), y en el Apocalipsis los veinticuatro ancianos simbolizan la corte de Dios que canta eternamente su gloria (Ap 4,4; 5,14...).

MARC-FRANÇOIS LACAN