Esposo, esposa.

El nombre de esposo es uno de los que se da Dios (Is 54,5) y que expresa su amor a su criatura. En este aspecto hablamos aquí de él, mientras que el artículo matrimonio expondrá lo que concierne al hogar humano.

AT.

Dios no se revela solamente en su nombre misterioso (Éx 3,14s); otros nombres, tomados de la experiencia cotidiana de la vida, lo dan a conocer en sus relaciones con su pueblo: es su pastor, su padre, como también su esposo.

No se trata aquí de un mito, como los hay en la religión cananea, donde el dios esposo fecunda la tierra de la que es el Baal (=señor y marido: Os 2,18; cf. Jue 2,11s); a este mito responden ritos sexuales, particularmente la prostitución sagrada. Estos ritos aparecen ligados con la idolatría; así, para mejor estigmatizar a ésta, el Dios celoso que la condena la llama prostitución (cf. Éx 34,15s; Is 1,21). El Dios de Israel es esposo, no de su tierra, sino de su pueblo; el amor que los une tiene una historia; las atenciones gratuitas de Dios y el triunfo de su misericordia sobre la infidelidad de su pueblo son temas proféticos. Aparecen primero en Oseas, quetomó conciencia de su valor simbólico a través de su propia experiencia conyugal.

1. La experiencia de Oseas: La esposa amada e infiel.

Oseas toma por esposa a una mujer a la que ama y que le da hijos, pero que lo abandona para entregarse a la prostitución en un templo. El profeta, sin embargo, la rescata y la conduce de nuevo a casa. Un tiempo de austeridad y de prueba la preparará para volver a ocupar su puesto en el hogar (Os 1-3). Tal es el sentido probable de este relato dramático. En esta experiencia conyugal descubre el profeta el misterio de la relación entre el amor de Dios que se alía con un pueblo y la traición de la alianza por Israel. La alianza adopta un carácter nupcial. La idolatría no es sólo una prostitución; es un adulterio, el de una esposa colmada, que olvida todo lo que ha recibido. La ira divina es la de un esposo, que, castigando a su esposa infiel, quiere volver al buen camino a la extraviada y hacerla de nuevo digna de su amor. Este amor tendrá la última palabra; Israel volverá a atravesar el tiempo del desierto (2,16s); nuevos esponsales prepararán nupcias que se consumarán en la justicia y en la ternura; el pueblo purificado conocerá a su esposo y su amor fiel (2,20ss).

En otro tiempo se vivía la alianza como un pacto social, cuya ruptura atraía la ira de Dios; esta ira aparece ahora, como efecto de los celos de un esposo, y la alianza, como una unión conyugal, con el don que ésta implica, tan íntimo como exclusivo. Este don mutuo, como el de dos esposos, conocerá vicisitudes; éstas simbolizan la alternancia que caracteriza a la historia de Israel en el tiempo de los jueces (p.e., Jue 2,11-19): pecado, castigo, arrepentimiento, perdón.

2. El mensaje profético: el esposo amante y fiel.

Jeremías, heredero espiritual de Oseas, reasume el simbolismo nupcial en imágenes expresivas para oponer la traición y la corrupción de Israel al amor eterno de Dios para con su pueblo: “Así habla Yahveh: Recuerdo el afecto de tu juventud, el amor de tus desposorios: tú me seguías al desierto” (Jer 2,2); pero “sobre todo collado alto y bajo todo árbol frondoso te acostaste como una prostituta” (2, 20); sin embargo, “con amor eterno te he amado, y así te he mantenido mi favor” (31,3). Las imágenes de Ezequiel, todavía más crudas, representan a Israel como a una niña abandonada, a la que su salvador toma por esposa después de haberla educado, y que se prostituye; pero si ella ha roto la alianza que la unía a su esposo, éste restablecerá la alianza (Ez 16,1-43.59-63; cf. 23).

Finalmente, el libro de la Consolación halla los acentos más impresionantes para revelar a Jerusalén el amor con que es amada: “¡No tengas vergüenza!, que no tendrás por qué ruborizarte... Porque tu esposo es tu creador... ¿Repudia uno a la mujer de su juventud? Por un breve instante yo te había abandonado..., pero con amor eterno me apiado de ti” (Is 54,4-8). El amor del esposo, gratuito y fiel, insondable y eterno, triunfará y transformará a la infiel en una esposa virginal (61,10; 62, 4s), con la que se unirá mediante una alianza eterna.

¿Hay que leer en esta perspectiva profética los cantos del Cantar de los Cantares? ¿O están, por el contrario, inspirados por el amor de un esposo y de una esposa de esta tierra? Sea que describan alegóricamente la historia de Israel o que canten el amor conyugal del que los profetas hicieron el tipo del vínculo de la alianza, no dan la clave de lossímbolos que utilizan: nunca se identifica a Yahveh con el esposo. Por legítima que pueda ser una interpretación alegórica que parece preferible tratar el Cantar como una parábola: en él se canta un amor fuerte como la muerte, cuya llama inextinguible es imagen del amor celoso de Dios hacia su pueblo (Cant 8,6s; cf. Dt 4,24). En cuanto a las nupcias cantadas por el salmo 45, son las del rey mesías; la carta a los Hebreos explotará de ellas los elementos que daban al rey títulos divinos y eran como el preludio de la revelación de la filiación divina de Cristo (Sal 45,7s; Heb 1,8).

3. Sabiduría y unión con Dios.

El realismo de los profetas puso de relieve el amor divino. La meditación de los sabios va a subrayar elcarácter personal e interior de la unión realizada por este amor. Dios comunica a su fiel una sabiduría que es su hija (Prov 8,22) y que se comporta con el hombre como una esposa (Eclo 15,2). El libro de la Sabiduríá reasume la imagen: adquirir la sabiduría es el medio de ser uno amigo de Dios (Sab 7,14); hay que buscarla, desearla y vivir con ella (7,28; 8,2.9). Como esposa que sólo Dios puede dar (8,21), hace inmortal al que está unido con ella. La sabiduría, enviada de Dios; como el Espíritu Santo (9,17), es un don espiritual; es una obrera que redondea en nosotros la obra de Dios y que engendra en nosotros las virtudes (8,6s). El simbolismo conyugal es aquí completamente espiritual. Así se prepara la revelación del misterio, gracias al cual se consumará la unión del hombre con Dios: la encarnación del que es la sabiduría de Dios y sus nupcias con la Iglesia, su esposa.

NT.

1. El cordero, esposo de la nueva alianza.

La sabiduría, nacida de Dios y que se complace entre los hombres (Prov 8,22ss.31), no es sólo un don espiritual; aparece en la carne: es Cristo, sabiduría de Dios (1Cor 1,24); y en el misterio de la cruz, locura de Dios, es donde acaba de revelar el amor de Dios a su esposa infiel: salva y santifica a la esposa, de la cual es cabeza (Ef 5.23-27).

Así se descubre el velo del misterio de la unión simbolizada en el AT por los nombres de esposo y esposa. Para el hombre se trata de participar de la vida trinitaria, de unirse con el Hijo de Dios para ser hijo del Padre celestial: El esposo es Cristo, y Cristo crucificado. La nueva alianza se sella en su sangre (iCor 11,25), por lo cual el Apocalipsis no llama ya a Jerusalén esposa de Dios, sino esposa del cordero (Ap 21,9).

2. La Iglesia, esposa de la nueva alianza.

¿Cuál es esa Jerusalén llamada a la alianza con el Hijo de Dios? No es ya la sierva, representada por el pueblo de la antigua alianza, sino la mujer libre, la Jerusalén de lo alto (Gál 4,22-27). Desde la venida del esposo, al que rindió testimonio el Precursor, su amigo (Jn 3,29), la humanidad está representada por dos mujeres, símbolo de las dos ciudades espirituales; por una parte, la “prostituta”, tipo de la Babilonia idólatra (Ap 17,1.7; cf. Is 47); por otra parte, la esposa del cordero, tipo de la ciudad muy amada (Ap 20,9), de la Jerusalén santa que viene del cielo, puesto que de su esposo tiene su santidad (21, 2.9s).

Esta mujer es la madre de los hijos de Dios, de los que el cordero libra del dragón por la virtud de su sangre (12,1s.11.17). Aparece, pues, que la esposa de Cristo no es únicamente el conjunto de los elegidos, sino que es su madre, por la cual y en la cual cada uno de ellos hanacido; son santificados por la gracia de Cristo, su esposo (2Cor 11,2), unidos para siempre con el cordero (Ap 14,4).

3. Las nupcias eternas.

Así las nupcias del cordero y de la esposa comportan diversas etapas, por el hecho de que la Iglesia es a la vez la madre de los elegidos y la ciudad que los reúne.

a) La primera etapa de las nupcias, el tiempo de la venida de Cristo (Mt 9,15 p) se acaba a la hora en que Cristo, nuevo Adán, santifica en la cruz a la nueva Eva; ésta sale de su costado, simboliza por el agua y la sangre de los sacramentos de la Iglesia (Jn 19,34; cf. Un 5,6). El amor que muestra allí el esposo a su esposa es el modelo de las nupcias cristianas (Ef 5,25-32).

b) A estas nupcias invita Cristo a los hombres, y en primer lugar a su pueblo (Mt 22,1-10); pero para participar en ellas no sólo hay que responder a la invitación, cosa a que muchos se niegan, sino que hay también que vestirse el vestido nupcial (22,11ss). Esta invitación resuena a lo largo del tiempo de la Iglesia; pero como para cada uno es incierta la hora de la celebración, exige, por tanto, vigilancia, a fin de que cuando venga el esposo halle dispuestas a las vírgenes que están invitadas a participar en el banquete nupcial (25,1-13).

c) Por último, al final de la historia, quedará terminada la túnica nupcial de la esposa, túnica de lino de una blancura resplandeciente, tejida por las obras de los fieles. Éstos aguardan en gozo y alabanza esas nupcias del cordero, a las que tienen la suerte de ser invitados (Ap 19,7ss). En esa hora, en que se juzgará a la prostituida (19,2), el esposo responderá finalmente a la llamada que su Espíritu inspira a su esposa: colmará la sed de todos los que, como ella y en ella, desean esta unión con su amor y con su vida, unión fecunda, uno de cuyos mejores símbolos es la de los esposos (22.17).

MARC-FRANÇOIS LACAN