Esclavo.

La esclavitud era practicada en Israel. Buen número de esclavos eran de origen extranjero: prisioneros de guerra reducidos a esclavitud según la costumbre general de la antigüedad (Dt 21,10) o esclavos comprados a los mercaderes que se dedicaban a este tráfico (Gén 17,12). También a hebreos se vendían o ellos mismos se vendían como esclavos (Éx 21.1-11; 22,2; 2Re 4,1).

Sin embargo, la esclavitud no alcanzó nunca la amplitud ni la forma conocidas en la antigüedad clásica. Israel, en efecto, llevaba la marca de su doble experiencia inicial: su aflicción en el país de la servidumbre y la maravillosa historia de su liberación por Dios (Dt 26,6ss; Éx22,20). De ahí por una parte su manera particular de concebir el problema social de la esclavitud y, por otra parte, la reflexión religiosa suscitada por esta realidad.

1. EL PROBLEMA SOCIAL.

Es útil observar primero que en la Biblia la misma palabra significa a la vez servidor y esclavo. Cierto que la ley acepta la esclavitud propiamente dicha como un uso establecido (Éx 21,21); pero siempre tendió a atenuar su rigor, manifestando así un auténtico sentido del hombre. El amo, aun cuando es propietario de su esclavo, no tiene por ello derecho a maltratarle a su talante (Éx 21, 20.26s). Si se trata de un esclavo hebreo, la ley se muestra todavía más restrictiva. Salvo consentimiento del interesado, prohibe la esclavitud por toda la vida: el Código de la alianza ordena la manumisión septenal (Éx 21,2); más tarde el Deuteronomio acompaña a esta manumisión con atenciones fraternas (Dt 15,13s); la legislación levítica, por su parte, instituirá una manumisión general con ocasión del año jubilar, quizá para compensar la falta de aplicación de las medidas precedentes (Lev 25,10; cf. Jer 34,8). Finalmente, la ley quiere que el esclavo hebreo adquiera el estatuto de asalariado (Lev 25,39-55), pues los hijos de Israel, rescatados por Dios de la esclavitud de Egipto, no pueden ya ser esclavos de un hombre.

Este problema de la esclavitud volvió a plantearse en las comunidades cristianas del mundo grecorromano. Pablo lo encontró particularmente en Corinto. Su respuesta es muy tajante: lo que importa ahora ya no es tal o cual condición social, sino el llamamiento de Dios (1Cor 7,17...). Así pues, el esclavo cumplirá su deber de cristiano sirviendo a su amo “como a Cristo” (Ef 6, 5-8). El amo cristiano, por su parte, comprenderá que el esclavo es su hermano en Cristo; lo tratará fraternalmente y sabrá incluso manumitirlo (Ef 6,9; Flm 14,21). En efecto, en el hombre nuevo no existe ya la vieja antinomia esclavo hombre libre: lo único que importa “es ser una nueva criatura” (Gál 3, 28; 6,15).

II. EL TEMA RELIGIOSO.

Israel, liberado por Dios de la esclavitud, volvía a recaer en ella si era infiel (Jue 3, 7s; Neh 9,35s). Así aprendió que pecado y esclavitud van de la mano y sintió la necesidad que tenía de ser liberado de sus faltas (Sal 130: 141, 3s). El NT revela todavía mejor esta aflicción más profunda: desde que con Adán entró el pecado en el mundo todos los hombres le están esclavizados interiormente y por el mismo hecho se doblan bajo el temor de ,la muerte, su inevitable salario (Rom 5,12...; 7,13-24; Heb 2,14s). La ley misma no hacía sino reforzar esta esclavitud.

Sólo Cristo era capaz de romperla, puesto que era el único sobre quien no tenía poder el príncipe de este mundo (Jn 14,30). Vino a liberar a los pecadores (Jn 8,36). Para romper las cadenas de su esclavitud consintió él mismo en adoptar una condición de esclavo (Flp 2,7), una carne semejante a la del pecado (Rom 8,3), y en ser obediente hasta la muerte de cruz (Flp 2,8). Se hizo siervo no sólo de Dios, sino también de los hombres, a los que de esta manera rescató (Mt 20,28 p; cf. Jn 13,1-17).

Los bautizados, mejor que los hebreos rescatados de Egipto, han venido a ser los libertos del Señor o, si se quiere, esclavos de Dios y de la justicia (1Cor 7.22s; Rom 6,16-22; cf. Lev 25,55). Ahora están ya liberados del pecado, de la muerte, de la ley (Rom 6-8; Gál 5,1). De esclavos que eran se han convertido en hijos en el Hijo (Jn 8,32-36; GáI 4,4-7.21-31). Pero, aunque libres frente a todos, se hacen, sin embargo, servidores y esclavos de todos a ejemplo de su señor (1Cor 9,19; Mt 20,26-27 p; Jn 13,14ss). Porque si el servicio del hombre es accidental y si la esclavitud del pecado y de la carne es anormal, el servicio de Dios y de los hermanos constituye la vocación misma del cristiano.

CHARLES AUGRAIN