Egipto.

1. Importancia de Egipto en la historia sagrada.

Entre las naciones extranjeras con que estuvo en relaciones Israel, ninguna quizá manifiesta mejor que Egipto la ambigüedad de los poderes de la tierra. Esta tierra de abundancia es el refugio providencial de los patriarcas afligidos por el hambre (Gén 12,10; 42ss), de los proscritos (1Re 11,40; Jer 26,21), de los israelitas vencidos (Jer 42s), de Jesús fugitivo (Mt 2,13); pero por eso mismo representa una tentación fácil para gentes sin ideal (Éx 14,12; Núm 11,5...). Imperio pagado de su fuerza oprimió en otro tiempo a los hebreos (Éx 1-13); no obstante, conserva su prestigio a los ojos de Israel durante los siglos en que éste aspira a la grandeza temporal. David (2Sa 20,23-26) y sobre todo Salomón (1Re 4,1-6) se inspiran en el modelo egipcio para organizar la corte regia y la administración del reino. Se busca su apoyo en los períodos de crisis, tanto en Samaria (Os 7,11) como en Jerusalén (2Re 17,4; 18,24; Is 20,1-5; Jer 2,18...; Ez 29, 7...). Foco de cultura, contribuyó a la educación de Moisés (Hech 7,22), y los sabios inspirados utilizan ocasionalmente su literatura (particularmente Prov 22,17-23,11); pero, en cambio, es una tierra de idolatría y de magia (Sab 15,14-19), cuya seducción nefasta aleja a los israelitas de su Dios (Jer 44,8...).

2. Egipto delante de Dios.

No tiene, pues, nada de extraño que haya un juicio de Dios contra Egipto: en el momento del Éxodo, para forzarlo a dar libertad a Israel (Éx 5,15; cf. Sab 16-19); en la época de la monarquía, para castigar a esta orgullosa potencia que promete a Israel una ayuda vana (Is 30,1-7; 31,1-3; Jer 46; Ez 29-32), para humillar a esta nación pagana ilusionada con sus sabios (Is 19,1-15). Por estas razones seguirá simbolizando a las colectividades humanas condenadas a la ira de Dios (Ap 11,8).

Sin embargo, Egipto, por haber sido tierra de refugio, no siempre es excluido de la asamblea de Yahveh (Dt 23,8s). Dios, aun cuando lo castiga, usará de moderación con Egipto: los egipcios no dejan de ser sus criaturas, a las que ante todo querría retraer del mal (Sab 11,15-12,2). Es que tiene el designio de convertir finalmente a Egipto y unirlo a su pueblo, para que aprenda a su vez a servirle (Is 19,16-25; Sal 87,4-7). Egipto, juzgado por sus pecados, participará, no obstante, de la salvación como todas las demás naciones.

RENÉ MOTTE y PIERRE GRELOT