MUNDIALIZACIÓN Y ACCIÓN LIBERADORA.

    -  Jordi Corominas -

 

1. Mito y realidad de la mundialización

Después de la guerra fría se ha vuelto un lugar común hablar de mundialización y globalización. El problema de estas palabras es que cargan con un sin fin de ideologías según quien las pronuncie. Para unos es una especie de utopía, un camino que valía la pena recorrer a pesar de estar jalonado de

crímenes, para otros es pura patraña de la burocracia de la ONU y de los poderosos de turno. Para eliminar pues presupuestos que a menudo nos impiden apreciar la realidad cruda y desnuda intentemos fijarnos en algunos hechos relevantes:

En el plano económico nos encontramos en un mercado mundial donde la dependencia de las economías locales respecto a las economías globales es cada vez mayor. El mal llamado neoliberalismo consiste fundamentalmente en medidas económicas liberalizadoras allí donde estas benefician a los países ricos y medidas proteccionistas allí donde la liberalización perjudica a los países ricos (piénsese por ejemplo en las restricciones a la libre circulación de la mano de obra). En el plano cultural si bien no se puede hablar todavía de una cultura mundial si que hay muchos elementos que apuntan a ello: la imposición del inglés como lengua franca mundial, el control mundial de la información, el modelo de consumo occidental como ideal de vida feliz, la contemplación por niños y adultos de los mismos programas de televisión, la estandarización de la música y de las formas de vestir... En el plano ecológico o de nuestra relación con la naturaleza cada vez es más obvio que sólo desde una perspectiva global y con compromisos y obligaciones mundiales se pueden enfrentar las amenazas que la humanidad ha ido creando: desertización, agotamiento de productos no renovables, capa de ozono, contaminación. El ámbito institucional y político es el que menos se ha mundializado. El principio jurídico de soberanía nacional apenas ha sido revisado. Mientras el mercado, la cultura y los problemas ecológicos son mundiales, la política sigue circunscrita al Estado nacional. Si distinguimos respecto a las posibles consecuencias de las acciones humanas un ámbito cercano (vecindad, barrio), un ámbito más o menos próximo (nación) y un ámbito mundial (humanidad en su conjunto) nos daremos cuenta que mientras los dos primeros ámbitos están poblados de códigos morales, en el ámbito mundial, más vital y decisivo que los otros, rige un total "laissez faire". Se moralizan exhaustivamente las acciones más irrelevantes y ni siquiera se perciben las más aplastantes. Es la permanente estrategia del poder. No es extraño que justo cuando constituimos un solo mundo es cuando más se popularizan los esfuerzos filosóficos de "desfundamentación" y la idea de inconmensurabilidad e incomunicabilidad cultural.

Hasta aquí hablan los hechos. Los problemas empiezan cuando se quieren explicar y valorar estos hechos. Normalmente tenemos de ellos la versión de la cultura dominante. En general la civilización euroamericana sigue pensando el fenómeno de la mundialización con esquemas ilustrados. Se trataría de

una especie de utopía, de reconciliación universal que nos espera a todos al final del camino. Los países desarrollados ya han llegado a la paz perpetua. Quedan unos morosos, unos países subdesarrollados que tienen que pasar por las etapas y singladuras que las puntas de la civilización ya han recorrido. El proceso de reconciliación universal culmina con la creación de un Estado mundial y en general con lo que la concepción del Estado moderno lleva consigo: la estandarización y uniformación cultural de los que caen bajo sus límites. Todas las luchas, invasiones y demás horrores quedan de algún modo legitimados por la culminación del proceso. Esta línea imaginaria de desarrollo en la que se alinean todos los países a parte de esconder los vínculos reales de explotación y exclusión sirve para dejar en manos de la solidaridad y la voluntariedad lo que es obligación y responsabilidad respecto a los efectos y consecuencias de nuestras acciones.

Con un mínimo de empatía con el sufrimiento de las víctimas, de los oprimidos, de los excluidos, de las mayorías de la humanidad las cosas se plantean de manera muy diferente. Para empezar la mundialización no es una utopía, ni ninguna buena noticia. Históricamente va de la mano del colonialismo y del imperialismo. En nuestro siglo culmina la constitución, empezada en el siglo XV con los procesos de colonización, de una sociedad que atañe a todas las realidades humanas del mundo. Económicamente el sistema capitalista mundializado sólo puede subsistir con enormes injusticias y manteniendo la absoluta disparidad económica de las mujeres y de los hombres. Aquí basta referir un dato estremecedor: desde el fin de la guerra fría el número de billonarios (dólares) se ha incrementado en un 147%. 358 personas tienen individualmente capitales acumulados del orden de 762 millardos de dólares.

Estos poseen el equivalente al 45% de la humanidad más pobre de la población mundial, es decir de 2400 millones de las personas más pobres del mundo.

2. Formamos parte de una única sociedad mundial

Interesadamente se continua pensando que para formar una sociedad es imprescindible compartir un lenguaje, una cultura o un sistema de símbolos. Se habla sin problemas de economía mundial, de sistema mundial pero ningún sociólogo contemporáneo y apenas algún filósofo habla de la realidad

tangible de una sociedad mundial. Claro está que si nos diéramos cuenta de ello se resquebrajaría la legitimación tradicional de los países ricos, sus esquemas jurídicos y su invento de los Estados-nación. Si conformamos una única sociedad mundial la ciudadanía mundial la igualdad de derechos de todas las realidades humanas y la responsabilidad en lugar de la solidaridad y la voluntariedad no tienen excusa. Las normas jurídicas y los derechos más anodinos que tienen vigencia en el interior de los Estados, aplicados mundialmente tienen unos efectos revolucionarios. Piénsese tan solo en el principio tan elemental en las formas políticas contemporáneas de cada persona un voto.

No estamos hablando de una opinión más, de una utopía, de una ilusión o deseo sino de un hecho. Formamos una única sociedad mundial porque esta alcanza hasta allí donde mis acciones y formas de vida afectan y modulan la de los demás. Y esto es independiente del universo simbólico, la religión y

la creencia de cada cual. Del mismo modo que en una sociedad esclavista el amo y el esclavo está constitutivamente referido el uno al otro por más valores culturales divergentes que mantengan, hoy la miseria y la exclusión de las grandes mayorías está directamente vinculada con las formas de vida de las minorías ricas. Es imprescindible para mantener el sistema actual no ya la explotación sino la exclusión. Según algunos informes no se trata sólo de que el modelo no sea expansible a África, Asia y Latinoamérica sino de que no es sostenible ni con las fronteras actuales. Los medios de comunicación, los vínculos comerciales y financieros, el trato con la naturaleza impone una actualidad de los otros en las propias acciones aun sin darnos cuenta. Esta actualidad puede ser bajo formas de exclusión, de explotación , de dominio o de colonización ecológica. Aún el grupo indígena resistente más autárquico, el que menos contacto haya tenido con la civilización occidental siente los efectos ecológicos de una sociedad que ignora pero que decide su suerte.

3. Las acciones locales y cotidianas en la sociedad mundial.

En contra de las apariencias, el hecho de conformar una sociedad mundial, lejos de quitar importancia a las actividades cotidianas y acciones locales lo que hace es darles mucha mayor relevancia porque precisamente los modos de conducta social aparentemente más cotidianos, triviales y menos

temáticamente conscientes tienen repercusiones más profundas en la estructuración de la sociedad mundial que las acciones más intencionales. Las "rutinas" del día a día, las habitudes que poseemos no son "accidentes" del sistema social sino que lo integran, el momento de producción de la acción

cotidiana es al mismo tiempo el momento de reproducción del sistema social.

Las estructuras no tienen existencia independiente de las hábitos conscientes o inconscientes que los agentes tienen. El estado, el mercado, el consumo, el poder, forman parte de nosotros mismos, incluso de nuestro inconsciente, no son, por tanto, un monstruo exterior al que hay que evitar o domar. Lo macro y lo micro, lo local y lo mundial se integran en un sistema de hábitos que articula desde los movimientos de fonación y los movimientos de las manos hasta el trato técnico con las cosas (producción) y su distribución (economía) Por consiguiente en la acción transformadora no podemos desgajar los objetivos políticos de envergadura de las minucias de la vida cotidiana. La acción transformadora tiene que tender a difuminar los diques que a menudo persisten entre la práctica cotidiana y los proyectos políticos de liberación.

Hoy el sistema de hábitos, el sistema social es mundial y si bien no hay una integración cultural de todos los habitantes del planeta si que hay una precisa integración física. "Las habitudes de los que carecen de determinadas cosas están sistemáticamente referidas a las habitudes de los que se han apoderado de ellas, independientemente del sentido que cada uno dé a su carencia o a su apoderamiento. La ausencia de una conciencia de la carencia o del apoderamiento no es óbice para que los modos reales de habérselas con las cosas no estén determinados por dicha carencia o dicho apoderamiento. Un sistema de habitudes rebasa cualquier unidad de semejanza en virtud del sentido o de la conciencia. Y por eso la idea de un sistema de hábitos sirve para pensar los vínculos sociales mundiales".

Hay desde luego muchas maneras de analizar la estructura del sistema social mundial conformado y que conforma a su vez las habitudes humanas. Lo que creo que es importante resaltar es el dinamismo inherente de esta estructura, donde incluso para seguir siendo lo mismo hay que cambiar.. Sin

embargo para cambiar el sistema, tienen que cambiarse los elementos constitutivos de este sistema. Si se alteran estos elementos esenciales se altera toda la estructura. Así por ejemplo no es esencial en la dimensión económica una subida o bajada de los precios, ni en la dimensión política que el estado sea democrático o tiránico mientras no intente controlar el mercado, ni que la cultura dominante sea religiosa o atea. En cambio sí que puede ser decisivo y transformar el sistema entero una determinada innovación técnica, un cambio en el régimen de propiedad, la expansión de ideologías opuestas al sistema o la introducción y generalización de habitudes más o menos extrañas al mismo.

4.   La historia mundializada.

La historia no tiene un fin o una teleología implícita, aparte de los propósitos individuales que los seres humanos quieran incorporar a su acción. El futuro de un nuevo sistema social no es inmanente en el desarrollo del actual. Y del mismo modo que la historia no tiene un fin, tampoco hay agentes

privilegiados en la realización de la transformación social. La idea de que los marginados de hoy son los herederos de los "explotados" de ayer y en consecuencia los "sujetos" de cambios sociales emancipatorios, puede ser una idea muy seductora práctica y moralmente pero probablemente falsa. Si de

"sujeto" de la historia quiere hablarse éste no es otra cosa que el cuerpo social, el sistema de hábitos al que todos estamos incorporados. Eso no significa que no haya "lucha de clases", una disparidad absoluta de intereses según la posición de cada cual en el sistema social, pero hay que sacar de esta lucha todo residuo idealista que considere que por una especie de lógica interna el oprimido que ahora no es nada, llegará a serlo todo. El conflicto no es una necesidad metafísica inherente al sistema social, más bien hay que decir que han existido sistemas sociales como el actual que solo pueden permanecer, durar, en conflicto permanente.

Sabemos por experiencia que los oprimidos, los pobres, los excluidos, las grandes mayorías de la humanidad de hoy no son espontáneamente revolucionarias, ni muchas veces conscientes de su trágico destino. La represión, la violencia, la religión, y múltiples mecanismos ideológicos se encargan de asegurar que las revoluciones sean pocas. No basta además con que los marginados y excluidos tomen conciencia de sus intereses para movilizarse y cambiar las cosas. Primero porque la toma de conciencia  no es lo mismo que la movilización, segundo porque los grupos dominantes también pueden movilizarse para estabilizar el sistema de un modo u otro y tercero porque el juego de los intereses no es una especie de astucia de la razón universal que determina nuestra acción cotidiana. Este realismo craso es el que nos permite incorporar un momento utópico en la acción que pretenda transformar el sistema. Lo que es inmanente no nos indica lo que puede ser, sólo nos puede señalar algunas posibilidades y además el estímulo de la utopía puede influenciar las posibilidades reales de acción. Hoy la historia es un dinamismo mundializado de apropiación de posibilidades, y hay avance sólo en el sentido de que las posibilidades apropiables están determinadas por las posibilidades anteriormente apropiadas. Las posibilidades apropiadas constriñen la creatividad y la utopía pero sin este momento utópico tampoco cabe esperar ninguna mejoría del sistema social que beneficie a las grandes mayorías de la humanidad.

5. Acción humana y transformación social mundial

La máxima fuerza de expansión del capitalismo es a todas luces el incentivo de la acumulación. No es extraño que haya muy pocas leyes regulativas de la economía mundial, pues éstas limitarían de algún modo el poder cada vez más influyente de las corporaciones transnacionales. Sin embargo es de

notar que en los países ricos los sindicatos, los partidos políticos, y los movimientos populares han conseguido en este siglo parar los efectos más nocivos del capitalismo. ¿Cómo conseguir al menos lo mismo para las mayorías de la humanidad?

La posibilidad que pueda surgir algo ordenado a una democracia mundial, depende, como ha sido el caso del atemperamiento del capitalismo en Europa, de la organización de fuerzas sociales que la exijan. Nada permite ser muy optimista al respecto. Si durante 7 u 8000 años han convivido diferentes formas de organización política, desde los procesos de colonización se ha ido imponiendo un sistema de naciones-estado que, recubriendo cada palmo de tierra y buena parte del aire y del mar, permite mantener y legitimar de algún modo las grandes desigualdades y diferencias en el trato de los seres humanos. La tendencia que parece dibujarse es que cada superpoder busque su esfera de influencia y cultive conexiones de dependencia y alianza en el planeta, ampliándose el número de excluidos. Es cierto también que el actual sistema social no parece sostenible sin transformaciones profundas, las amenazas ecológicas son bien reales y ello puede ayudar a propiciar reformas. Sin embargo, la reforma o transformación del sistema imperante no depende ni de los límites del sistema, ni de los análisis, ni mucho menos de alguna apelación a principios éticos sino de nuestros actos y de las alternativas que podamos crear con ellos a una determinada organización de la acción humana.

En nuestro tiempo, hay un sentimiento muy extendido de impotencia. ¿Qué puede hacer nuestra acción individual, de grupos, de partidos políticos ante la magnitud de los problemas estructurales que nos aquejan?. Todo parece combinarse, desde la fuerza militar, la tecnología, el mercado, hasta las

escuelas, las cárceles y las terapias para desanimar a la gente de la loca pretensión de cambiar el mundo y para que acepten, bien por impotencia, bien con agrado, las estructuras existentes. Y por si todo esto fuera poco, todos aquellos que se toman en serio la crítica y la transformación del sistema imperante, ya sean "militantes" de partidos políticos o "activistas" de movimientos sociales, son vulnerables a todo tipo de análisis. La psicología, por ejemplo, arroja sospechas de cualquier compromiso radical, mostrando la diferencia entre lo que nos mueve a actuar y nuestros motivos conscientes. No es infrecuente que personas que luchan para salvar el mundo estén luchando contra las fantasías de sus padres. No es siempre fácil hacer una distinción entre problemas personales y deseo de cambio social.

Tenemos además la experiencia de que muchas revoluciones han servido para llegar a muy pocos cambios estructurales y es incluso posible que análisis y acciones basados en utopías produzcan resultados peores que el sistema vigente. Luego hay toda esta multitud de mecanismos de control

social que cruzan todo el ámbito de nuestra vida cotidiana. Por ejemplo en las estructuras profesionales, tanto si somos profesores, como trabajadores, políticos, o periodistas, obtendremos gratificaciones si subimos en la escala social y sanciones si no seguimos el rumbo indicado. "La mecánica del control social se revela cuando los individuos tienen mucho que perder si no se comportan como se espera de ellos". Frecuentemente además nos sentimos perdidos en el análisis de las situaciones estructurales y colectivas. Se pueden hacer muchos tipos de elecciones, y ninguna es absolutamente clara. Todo parece aliarse por tanto para hacernos dudar y volvernos escépticos y apáticos.

A pesar de todos estos obstáculos y del peso que puedan tener, creo que se pueden establecer algunos criterios orientativos para una acción transformadora y la adquisición de unas habitudes relevantes para este menester:

Desde una perspectiva individual:

1 Aceptar la ambigüedad de nuestras acciones: Es imposible despegarnos del sistema del que formamos parte. La gente de negocios sabe muy bien, y lo pone en práctica cada día, que para el buen funcionamiento de su negocio no puede escapar de prácticas un poco ambiguas. Los

planteamientos de todo o nada, son muy inmovilistas. Pero esta ambigüedad no nos exime tampoco de colocarnos en una situación en que seamos menos fácilmente integrados por los mecanismos de control social. Las decisiones importantes, cuando hay posibilidad de elección, son hechas eligiendo un modo de vida, un ambiente, un sitio para vivir, la formación de un determinado grupo o colectivo, unos lugares para visitar, un círculo de amigos, una lecturas, una determinada información, encontrándose con los que sufren. Este tipo de decisiones favorece el desarrollo de una determinada mentalidad, la configuración de unas determinadas habitudes que, como hemos visto, tienen una importancia decisiva en la estructuración

del sistema mundial.

2 Perder el miedo al conflicto: Si sólo podemos oír hablar de reconciliación, de paz y de armonía evitaremos a toda costa ponernos en contacto con las luchas, las huelgas, las manifestaciones, las acampadas, las insumisiones, las desobediencias civiles, el nacimiento de nuevos regímenes políticos, las situaciones experimentales, las nuevas formas de convivencia y todas aquellas acciones que pueden afectar de algún modo el sistema social. De nada sirve escandalizarse ante los efectos más alarmantes de la violencia: atentados fundamentalistas, crímenes, asesinatos masivos de niños si no se intenta atajar la violencia estructural de las habitudes impuestas a una gran cantidad de seres humanos.

3. Mantener una cierta austeridad. Si uno no acepta, al menos en algunos aspectos de su vida, una cierta modestia, es imposible sustraerse de las garras y los reclamos del consumo. Claro está que: se puede ser ascético y generoso y continuar propagando y difundiendo los valores vigentes. Un buen ejemplo es el de los misioneros en la colonia. Para que estos hábitos puedan tener alguna relevancia para los excluidos es necesario un cierto nivel de análisis social y un cierto grado de solidaridad efectiva con ellos..

4. Formar grupos o colectivos: Solamente en una constante y práctica forma de vida puede uno ir desarrollando hábitos que lo lleven más allá de las declaraciones generales y el deseo de generosidad. Y parece imprescindible para ello el apoyo de otros, para cuestionarse, fortalecer los hábitos, evitar reproducir excesivas relaciones de dominio.

5 Descubrir el valor gratuito de la acción. ¿Estamos haciendo algo realmente eficaz? Nunca podemos

estar muy seguros de la eficacia de nuestra acción. Esto suele ser duro de aceptar cuando ya de por sí sentimos que nuestra acción es bien poca cosa. Cuanto tiempo parece que se pierde para conseguir un poco de democracia real en un pequeño grupo, en un proyecto en un país pobre, al lado de la "eficacia" de una compañía transnacional, de las grandes proyectos de ayuda. Nunca estamos seguros de conseguir nada. Además se suele sentir que los análisis son siempre muy abstractos y que nunca suelen corresponder con los resultados reales de la acción. Un ingeniero, un médico puede ver los resultados de su acción, pero si lo que se quiere es transformar la sociedad es muy difícil que veamos los resultados de nuestra acción. Estamos invirtiendo energías en algo que no existe. Los análisis además siempre acaban

cansando. Pueden arrojar sospecha de todo: ¿No es la ayuda a los países pobres otra forma de explotación? ¿No son las ONGs una manera de evitar la crítica política al sistema? Sin un cierto grado de confianza, de espaldas anchas, de valoración de la acción por la acción misma, no moveríamos nunca un dedo.

6. Integrar la acción solidaria, la cooperación, con la acción política: Los proyectos sin más, la ayuda al desarrollo es exactamente lo mismo que la caridad tradicional de la iglesia, siempre es mejor ser caritativo que no serlo pero es dudoso que la "caridad" pueda transformar el sistema. Nadie lo expresa mejor que esta mujer mestiza: "Si has venido aquí con tu proyecto para ayudarme, estás malgastando tu tiempo...Sin embargo si has venido porque tu liberación está ligada a la mía entonces trabajemos juntos"

7. Integrar nuestra vida afectiva en la acción transformadora: "El militantismo y el activismo ha acabado impregnándose de un olor rancio a iglesia" Es difícil encontrar un equilibrio entre la confianza, la aceptación de la vida misma y su disfrute, con la acción transformadora. Pero sin la integración de la amistad, las experiencias compartidas, el goce del cuerpo, la preocupación concreta por la suerte del otro y sus avatares cotidianos, más allá de cualquier proyecto u estrategia, la acción se vuelve una carga, una especie de obligación frente a nosotros mismos y los demás de hacer cosas valiosas. Si incorporamos nuestros afectos en esta acción, si conferimos a las prácticas sociales un carácter de experiencia irremplazable, de algo que vale la pena vivirse, podemos actuar mucho más libremente sin dejarnos llevar por la ansiedad de los análisis y las urgencias, confiando en una acción que vale por sí misma.

8 Integrar la utopía y el análisis de la realidad. Si utopía significa "algo que no tiene lugar aquí y ahora" muchas acciones humanas tienen un ingrediente utópico en la medida que buscan algo que no se da de momento (un amor, un viaje, etc.). Sin embargo se suele significar por utópico aquel que lucha por algo imposible, inalcanzable de por sí. En este sentido es utópico creer que el modo de vida occidental es universalizable (si hay alguien que realmente se lo cree) y más utópico todavía creer que el  neoliberalismo acabará a medio plazo con la miseria en el mundo. Es utópico también pretender que los seres humanos se comporten como ángeles o que el socialismo está a la vuelta de la esquina, pero no tiene nada de utópico, en este sentido peyorativo, buscar transformaciones estructurales del sistema social mundial. No es un imposible metafísico que se pueda conseguir por ejemplo la erradicación de la miseria y el hambre en el mundo. La dificultad radica en la ausencia de una fuerza social capaz de llevar a cabo esto y las contrafuerzas existentes. Sin esta fuerza social difícilmente se darán transformaciones interesantes para las grandes mayorías, pero no está escrito en ninguna parte que no pueda articularse una fuerza de este tipo. Los países del sur tampoco son inermes: la ecología, la droga, la emigración, las

enfermedades, les dan un poder en la actual mundialización que antes no poseían.

9. Conservar la memoria histórica. Es fácil por ejemplo achacar "el fracaso de las revoluciones" en América Latina al guerrerismo, a las luchas intestinas, a la falta de sentido de realidad, a la sovietización de las revoluciones, al dogmatismo, a la falta de democracia interna, al sectarismo de algunos líderes. A una ideología marxista esclerótica. Todo ello tendrá buena parte de verdad seguramente verdad y conviene analizarlo siempre que no se olvide la causa mayor de este fracaso: el aplastamiento y asesinato sistemático de miles de indígenas, campesinos, mujeres, obreros y organizaciones que tuvieron la impertinencia de desafiar el poder, de revelarse, de crear cooperativas, de derrochar generosidad, de enfrentarse contra un increíble despliegue militar, económico y político de Estados Unidos. El sup, el poeta guerrillero del ejército zapatista de liberación nacional lo expresa con su extraordinario humor y ternura: "Dicen los compañeros que a contar muertos nadie nos gana. La discusión entre las tendencias del EZLN se agudiza: los más radicales quieren contar desde que los españoles iniciaron el violento aventarlos hacia la selva y la montaña, los más discretos y prudentes dicen que sólo desde que se formó el EZLN. Algunos preguntan si cuenta Amalia, 25 años y 7 hijos, que se empezó a poner un poco mal a las

6 de la tarde del día en que cercamos Ocosingo, que comenzó con fiebre, diarrea y a desangrarse por entre las piernas, que a las 12 de la noche nos avisaron para pedir ambulancia, que la ambulancia dijo que no podía, que a las 4 de la mañana nosotros conseguimos gasolina y fuimos con un camión maltrecho de tres toneladas, que 100 metros antes de llegar dijo "me voy a morir" y que cumplió su palabra. Preguntan si la niña de Ibarra, "que murió así nomás, como se murió de toser", cuenta, y el viejo Antonio , "que se murió de pena

Desde una perspectiva social:

1. Integrar los partidos revolucionarios y los movimientos sociales. Hay que aprovechar todo resquicio que pueda introducir reformas que beneficien a las grandes mayorías. A veces hemos perdido mucho tiempo discutiendo entre si optar por la acción en un partido político o por la acción en movimientos sociales. Si bien quedó claro el año anterior que el sistema de Estados evita precisamente un control racional y democrático de una economía que hoy es mundial no está dicho que esto sea más fácil conseguirlo a través de la coordinación y el fortalecimiento de los movimientos sociales que a través del acceso a determinadas cuotas de poder de partidos revolucionarios, partidos que en último término pretendan transformaciones estructurales en el sistema. Si los movimientos sociales están lastrados por una gran dispersión y la falta de una agenda de transformación , los partidos revolucionarios aún están muy marcados por el peso de una estrategia y unos hábitos hoy agotados. La integración de los partidos revolucionarios y de los movimientos sociales puede ser muy fecunda para ambos. Los movimientos sociales pueden liberar a los partidos políticos revolucionarios de la sensación de fracaso si no consiguen el acceso al poder estatal. Los partidos pueden dar una gran dosis de análisis y de realismo a los movimientos sociales a parte de poder introducir reformas significativas en el sistema político vigente. Los movimientos sociales pueden superar el escepticismo y sus frustraciones respecto a los partidos y sus intentos de apoderarse de ellos o de vanguardizarlos. Los partidos pueden procurar dar expresión política a los movimientos sociales, sin traicionarlos ni alterar su naturaleza.

2. Recuperar el "internacionalismo". Empujar "la otra mundialización" El valor "internacionalista", mundial, otrora fundamental en la izquierda parece que hoy no encuentra la misma resonancia entre los obreros de los países ricos, que no ocupa el mismo lugar en la agenda de los partidos políticos de izquierda tradicionales. Es más, un partido que en los países ricos mantenga una perspectiva mundial como tema prioritario de su agenda política corre el peligro de perder "peso político" y de reducirse a una pequeña minoría de valor testimonial mientras que si levanta la "bandera" nacionalista es fácilmente susceptible de incrementar su electorado. Por un lado la famosa frase movilizadora de "proletarios del mundo uníos" pierde buena parte de su fuerza en la medida en que hoy en la sociedad mundial es un privilegio ser explotado. y por otro en el Norte la mayoría de la población vive en condiciones aceptables por lo que no están tan dispuestos a cuestionar el sistema económico-político mundial vigente. Los intereses económico-políticos de los obreros del Norte no son los mismos que el de las grandes

mayorías excluidas del Sur y probablemente tiene razón Girardi cuando afirma que "una

solidaridad fundada únicamente sobre la generosidad de los pueblos ricos y no sobre una comunidad de intereses se mueve siempre en un nivel asistencial y no puede contribuir a la construcción de un nuevo orden mundial" . Pero el que no ocupe el primer lugar en la agenda de los partidos revolucionarios no significa que este valor se haya perdido entre sus militantes, simplemente muestra que este valor hoy no capta votos. Por otra parte diferentes tipos de movimientos sociales parecen abrigar y extender hoy esta conciencia e identidad planetaria.

3 Democratizar la democracia. No es cierto que los pobres o los excluidos no estén preparados para la democracia, el que no está preparado es el sistema mundial actual para dejar que el voto de las mayorías de la humanidad, que sus demandas económicas, cuenten de algún modo. Ciertamente una democracia con miseria es mucho más formal de lo que por sí ya es en los países ricos pero de aquí lo único que se sigue es que la democracia representativa debe avanzar junto con la democracia económica y no que la democracia efectiva tenga que esperar a la prosperidad económica como insisten las "democraduras" de turno. Pelear por democratizar grupos, instituciones, municipios estados, intentar que la democracia no sea exclusivamente representativa, sino participativa y económica. La lucha por la democracia es un frente abierto en todas las direcciones y con un gran potencial. Piénsese tan solo en lo que podría pasar si las democracias bajo mínimos que conocemos se extendiera a instituciones mundiales.

4 No perder de vista la necesidad de transformar el sistema económico mundial. Analizar la economía desde una perspectiva mundial y establecer políticas económicas mundiales puede suponer alguna ventaja para las grandes mayorías de la humanidad pero no es suficiente. Podría decirse que el neoliberalismo actual consiste desde una perspectiva global, en la garantía de pleno acceso y total apertura de las economías pobres a los países ricos y en la entrada limitada de las economías pobres en el mercado de los países ricos. Un liberalismo ortodoxo global (libre circulación de mercancías, capital y mano de obra) probablemente aliviaría la situación de los excluidos y mejoraría sin duda el porcentaje de ingresos de los mas ricos, pero provocaría también una situación compulsiva y caótica entre los trabajadores, campesinos y pequeñas y medianas empresas de los países ricos (la misma que han producido las políticas neoliberales en los países pobres). Un keynesianismo global quizás podría corregir los efectos más

peligrosos del sistema, el continuo aumento del abismo de la desigualdad, pero si en los países ricos ya cuesta introducir políticas fiscales para reducir la desigualdad en el interior del propio país, mucho más difícil es introducir impuestos para "extranjeros". En cualquier caso parece imprescindible mantener una perspectiva mundial y la lucha por la democratización de las instituciones democráticas que, como señalaba Antonio González, como más poder tienen menos democráticas son.

Pero esta perspectiva y esta lucha no nos exime de una paradoja citada a diestra y siniestra pero tomada en serio por muy pocos: "Si cada chino llega a tener una moto, el mundo reventará". La lógica es impecable, dadas las tecnologías dominantes, las emisiones de bióxido de carbono que ocasionarían

mil millones más de motos resquebrajarían el precario equilibrio ecológico mundial. La respuesta conservadora a la paradoja suele ser en el mejor de los casos la de considerarla una especie de profecía apocalíptica y en el peor pensar que cuando se dé el problema nosotros ya estaremos muertos, la

respuesta progresista suele consistir en promocionar tecnologías alternativas y desarrollo sostenible en los países pobres mientras se mantiene el actual "modus vivendi" en el Norte. Ellacuría solía hablar de la necesidad de una civilización de la pobreza. Podríamos quizás llamarlo mejor una civilización del juego donde la vida y el valor de la vida de cada uno se dé por descontado, como sucede todavía entre algunos grupos indígenas sobrevivientes.

5 Avanzar en la construcción de un bloque popular planetario. Si la sociedad es mundial, la posibilidad de una alternativa de civilización que beneficie a las grandes mayorías supone un bloque transnacional de poder. Lo que Girardi llama un "frente popular planetario" que tenga como eje a todos los excluidos. En el norte esto supone la prioridad de una opción ética sobre los intereses económicos inmediatos y en el Sur la organización de formas alternativas de sobrevivencia entre los excluidos. Hay realidades más o menos desconectadas que apuntan a esto. En el Norte un magma de personas, grupos, pequeñas instituciones asumen como ejes centrales valores alternativos a los vigentes: feminismo, antimilitarismo, ecología, lucha contra la marginación, apoyo al inmigrado. Uno de los atractivos de estos grupos es el encanto de la acción directa, el contacto inmediato con las necesidades y las personas más allá de toda frontera nacional, la sensación de utilidad de los esfuerzos realizados que como mínimo habrán servido

para estrechar lazos de amistad. Las ONG´s parecen alejarse un poco de las tradicionales campañas de recaptación y gestión de proyectos y adquirir una dimensión más política, dan cada día más importancia a la sensibilización y crítica del sistema. En el Sur se abren entre los excluidos algunos espacios alternativos. Microalternativas económicas, ecológicas, políticas, jurídicas y culturales, organizaciones continentales como el Movimiento indígena, negro y popular que pretenden aportar sus recursos morales, culturales y políticos para solucionar los problemas mundiales que nos afectan a todos. No conviene sobrevalorar toda esta trama creciente de grupos que trascienden las relaciones tradicionales entre Estados, pero tampoco hay que subvalorarlos. El fortalecimiento y estructuración política de estas realidades puede ser decisivo para el futuro de las grandes mayorías de la humanidad, para la creación de una "tierra patria" y una ciudadanía mundial que desplace y recomponga la creación moderna de los Estados-nación.

Finalmente hay que contar con las sorpresas, lo inesperado, los impertinentes que no toman en cuenta la correlación de fuerzas, "los piratas extraviados, los profesionales de la esperanza, los transgresores de la injusticia, los bandidos de suspiros, los insumisos del orden, los conspiradores que pintan barcos del color de la esperanza." los inoportunos que aparecen por todas partes y en el momento menos pensado, "just like a estornudo" como le gusta decir al "Sub".