CONGREGACIONES DE

ORIGEN ITALIANO EN URUGUAY

Carlos Vener. Álvaro Martínez

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Este trabajo quiere ser un primer acercamiento a una temática desatendida por la historiografía nacional: la presencia de la vida religiosa y sus aportes a la confrontación de la iglesia y la sociedad uruguayas.

Somos conscientes que pretender abordar un objeto de estudio tan amplio desde un corte monográfico sería una pretensión demasiado ambiciosa. A los efectos hemos delimitado el objeto a estudiar, ocupándonos de aquellas congregaciones que vinieron al país desde Italia durante la segunda mitad del siglo pasado

La opción por tal período histórico tiene su justificación en que es en esas décadas que se produce la decadencia del Uruguay pre-moderno, a la vez que se ensayan las primeras propuestas modernizadoras. En el mismo período y paralelamente, la Iglesia católica uruguaya vive un proceso que se coincide en calificarlo como de una virtual re-fundación de la mano de pastores como José B. Lamas, Jacinto Vera, Inocencio Ma. Yéreguy y Mariano Soler. En lo que respecta a las relaciones de esa Iglesia con la sociedad civil es en el período elegido que se desarrolla y culmina la secularización del Estado (1861-1919).

En este proceso , eclesial y nacional, las comunidades religiosa, y en estas , las de origen italiano, cumplieron el importante rol de oficiar de mediadores entre la jerarquía eclesiástica y la sociedad. Desde las escuelas o las salas de los hospitales, a través de la “enseñanza de la doctrina” en las zonas más alejadas, o en la atención de asilos para huérfanos, promoviendo devociones populares y formas de asociación laicales, dichas congregaciones tuvieron en sus manos la responsabilidad de re-ligar a esa iglesia débil que las recibía, con una sociedad a la ésta no podría atender. Y con esto estamos avanzando una hipótesis, o una presunción, que orientó este trabajo desde los inicios.

¿Porqué optar por las comunidades italianas? Por un lado, porque, si bien en el período elegido, algunos de los institutos religiosos que llegan a Uruguay viene de otras procedencias, las congregaciones de origen italiano constituyen la mayoría. Por otra parte, la inmigración italiana en el período es de enorme importancia numérica, y, fundamentalmente de gran influencia ideológica y cultural.

Creemos que la tradicional vinculación entre italianos, liberalismo, anarquismo y anticlericalismo, si bien tiene buena parte de certeza no responde a toda la realidad. Junto con los liberales garibaldinos, junto con los anarquistas y sindicalistas italianos, llegaron los devotos de Nuestra Sra. del Huerto, de Ntra. Sra. de la Ayuda, de San Antonio de Padua, de María Auxiliadora, y de tantas otras devociones populares católicas. Fueron esos italianos laicos y religiosos/as, quienes introdujeron formas de expresión religiosa, que conforman hoy el imaginario religioso uruguayo. Y aquí adelantamos otra hipótesis que rondó durante esta investigación.

Por otra parte, las congregaciones italianas asumieron servicios que la sociedad uruguaya reclamaba, pero que no tenía instrumentos para brindarlos. Estos institutos se introdujeron – no sin conflictos - en el campo de lo civil, a través de la atención en hospitales públicos y privados, la dirección de asilos y hospicios para niños y jóvenes huérfanos y otros servicios, que los historiadores no hemos tenido suficientemente en cuenta.

Desde el punto de vista metodológico, la ausencia de aportes historiográficos sobre el tema, nos llevó a recorrer valiosos repositorios documentales de los distintos institutos religiosos y de la Curia Arquidiocesana. En estos tuvimos acceso a fuentes éditas e  inéditas de enorme riqueza para esta investigación y para posteriores abordajes del tema: crónicas de las primeras casas religiosas, registros de aspirantes, correspondencia con la jerarquía local y con los superiores en Italia, folletería de difusión interna,. etc.

Junto al manejo de fuentes relevamos numerosa bibliografía sobre historia de la iglesia en el período y algunos estudios puntuales realizados para cursos internos de los/as estudiantes de las congregaciones, la mayoría de éstos de carácter inédito. Todo este material fue exhaustivamente relevado y los encontrarán citado en el texto.

En orden a favorecer la comprensión del objeto de estudio, nos pareció importante comenzar con una breve reseña de la realidad del país y de la iglesia durante el período a abordar, así como anexar aspectos de la vida de algunas personalidades de las congregaciones que se han destacado por su labor en nuestro país. También incluimos un Apéndice Documental en el que presentamos algunos documentos de especial interés para la ilustración de los temas tratados.

En fin creemos que ante la ausencia de estudios sobre el tema este trabajo puede cumplir el rol de iniciar el camino de la recuperación de ese aporte específico en la construcción de la sociedad y la iglesia uruguaya.

Finalmente debemos agradecer a OBSUR – que posibilitó la realización de esta investigación en 1994 – a las casas religiosas que abrieron generosamente sus archivos para nosotros, y al CIPFE, institución responsable de que este trabajo llegue a ustedes.

En la ciencia histórica nunca está dicha la última palabra: este trabajo quiere ser una nueva palabra, un primer abordaje que deja interrogantes abiertas, aspectos a descubrir, a confirmar o a deshechar en posteriores investigaciones.

Carlos Vener - Alvaro Martínez

Julio, 1998

 

 

 

CAPÍTULO I:

 

 

CONTEXTO HISTÓRICO

  

I.1.  El Uruguay de la segunda mitad del Siglo XIX.

I.1.1.  Algunos aspectos políticos y económicos

El Uruguay que emerge de la Guerra Grande (1839-1851), es un país con su economía en ruinas, con su soberanía debilitada y con su población reducida.

La ganadería se redujo notablemente debido al consumo de los ejércitos y el contrabando de ganado a Brasil. El Estado se encontraba endeudado ante particulares y gobiernos extranjeros afectados por la guerra, con sus recursos hipotecados y dependiendo de un subsidio de Brasil que traía aparejada la intervención política y el cuestionamiento de la soberanía nacional. Con una población de 131.969 habitantes, se encontraba con una campaña despoblada y, por lo tanto, sin mano de obra suficiente para revitalizar la economía de base agro-ganadera.

Esta dramática situación, llevó a alentar en los sectores dominantes de la sociedad (estancieros y comerciantes), un espíritu de unidad que se veía como condición indispensable para mantener la paz interna, para recuperarse de la crisis y mantener la independencia.

De este sentimiento surge la "política de fusión" impulsada por los sectores cultos de los partidos colorado y blanco y los pactos realizados por los caudillos.

En 1855, Andrés Lamas (colorado) hace público su famoso "Manifiesto" en el que reniega de su pasado partidario, rechaza el caudillismo y propone la fusión entre las alas doctorales de ambas divisas, en pos de la unidad y la estabilidad para producir. Esta declaración constituye el ideario de "la fusión", a la que se afiliaron "los doctores", el sector culto y de base montevideana de ambos partidos: Atanasio Aguirre, Bernardo Berro, José María Muñoz, Manuel Herrera y Obes, Lorenzo Batlle, etc.

Mientras los doctores renegaban de su pasado, de las tradiciones y las identidades partidarias, los caudillos (verdaderos depositarios de las lealtades populares) impulsaban una política de pactos, por los que acordaban mantener la paz, pero sin abandonar las divisas de la Defensa y el Cerrito que tanta sangre habían dejado en las cuchillas. De esta política de pactos el más representativo es el Pacto de la Unión que celebraron Venancio Flores y Manuel Oribe, en noviembre de 1855.

El resultado de la combinación de ambas políticas fue una década de relativa estabilidad política y pacificación, que vino acompañada (como era esperado) de la recuperación económica y el aumento de la población en la campaña.

La economía experimentó un crecimiento, producto del aumento de la producción vacuna y ovina, que se reflejó en la consolidación de la industria saladeril y el crecimiento de las exportaciones.

Esto, a su vez, trajo aparejado el auge del comercio de tránsito o de intermediación entre la producción y el consumo riograndense, oriental y del litoral argentino con Europa. En estos años aparecen los primeros bancos: el Comercial (de un grupo de fuertes comerciantes) y el Mauá (del Barón de Maúa).

La población en 1860 alcanzó a los 221.243 habitantes, verificándose un aumento de casi un 70 % en ocho años y una tasa anual de crecimiento intercensal del 6.8 %, la más alta de nuestra historia[1]. En este incremento demográfico jugó un rol destacado la inmigración, especialmente la de origen española, italiana y francesa.

Por un lado, la fragilidad de la estructura en que se basó la recuperación económica de los años `50 y por el otro la debilidad del Estado (financiera, política, militar, tecnológica, etc.), coadyuvaron al fracaso de la política de fusión. Los sectores dominantes ya no necesitaban vitalmente de la paz para enriquecerse; a veces una revuelta podía ser un buen negocio.

El 19 de abril de 1863 el Gral. Flores, invade el Uruguay al frente de la "Cruzada Libertadora" con el apoyo del presidente argentino Bartolomé Mitre y del emperador de Brasil Pedro II, quienes querían contar con un gobierno aliado en el Estado Oriental, pero con sus intereses imperialistas puestos en otro lado: en Paraguay. Ese interés se vio cumplido a través de esa aventura sangrienta que fue la Guerra de la Triple Alianza (1865-1871), por la cual Brasil, Argentina y Uruguay invadieron y destruyeron Paraguay.

En los años `60, el alto comercio montevideano vive su época de esplendor; los hacendados invierten y se empiezan a ver los logros del mejoramiento del ganado; capitales extranjeros (especialmente británicos) invierten en la banca y la industria de la carne; los exportadores agregan un nuevo producto: la lana, para el cual hay mercado y se pagan buenos precios; la especulación inmobiliaria crece con motivo del crecimiento de la ciudad de Montevideo, etc. En definitiva, son años de expansión, pero que auguran cambios profundos en la estructura económica y política o, de lo contrario, graves crisis y contradicciones.

La población en estos años continuó en ascenso. Según cálculos de A. Vaillant, en 1872 la población se aproximaba a los 420.000 habitantes, es decir, cerca del 50 % más que una década antes.

En lo que tiene que ver con las transformaciones estructurales que se comenzaban a hacer necesarias, la dictadura de Flores (1865-1868), constituyó un primer intento, inconcluso, de modernización de la sociedad, que sería retomado unos años después por los militares.

Entre la dictadura de Flores y el primer militarismo, los doctores montevideanos, principistas, tuvieron en sus manos la responsabilidad histórica de reformar el país, pero su ceguera política se lo impidió. La matriz ideológica liberal llevada a su extremo, les impidió entender el país y pasar de los brillantes discursos en favor de las libertades individuales. Éstos tuvieron su lugar de resonancia en las "Cámaras del `73" o "Cámaras bizantinas".

El vacío de poder generado por un parlamento y un presidente ineficaces, no llegó a durar dos años ... Pronto el espacio fue ocupado por una institución cada vez más consciente de su poder coactivo en la sociedad: el ejército.

En enero de 1875, el Cnel. Lorenzo Latorre se hace cargo del gobierno con el beneplácito de la clase alta rural agrupada en la Asociación Rural y del alto comercio montevideano nucleado en torno al Centro Comercial y la Bolsa de Comercio.

En marzo de 1880, y luego de haber sido elegido presidente constitucional, Latorre renuncia y asume el presidente del Senado, Francisco A. Vidal. Durante el corto gobierno de Vidal, quien posee el poder real es su Ministro de Guerra Máximo Santos, que en 1881, en elecciones bajo presión y fraudulentas, es elegido como presidente constitucional.

Es en los gobiernos de Latorre y Santos (con los breves interregnos de Vidal), que se hace el primer esfuerzo de modernización de la sociedad y del Estado.

Entendemos por modernización, el proceso de tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, en el que se combinan diversos factores: el avance de la urbanización, el predominio de la producción industrial sobre la agropecuaria, la superación de pautas culturales tradicionales, la secularización de la sociedad, el fortalecimiento del régimen democrático liberal de gobierno, etc.[2]

En el caso uruguayo, el proceso de modernización conoció dos grandes momentos: el primero, aplicado durante el militarismo, de corte agro-exportador (1875-1886) y el segundo impulso de tipo urbano-industrial llevado a cabo, primeramente por el civilismo oligárquico (1886-1896) y luego por el primer batllismo (1904-1915)[3].

A los efectos del período que nos ocupa, nos referiremos al primer impulso modernizador, sostenido por la Asociación Rural y confiada su ejecución a los militares.

Este modelo agro-exportador buscó ser una respuesta a las demandas de las economías centrales, en especial la inglesa, de nuestras materias primas: carne, lana, cuero. Implica una preponderancia de la ganadería sobre otros tipos de actividades económicas (agricultura, artesanía, industria), pero superando el modo de explotación tradicional proveniente de la colonia. En este sentido se realizaron avances en la tecnificación de la producción y el alambramiento de los campos.

El alambramiento de los campos, generó una importante desocupación en el pobrerío rural, que en 1880 alcanzó al 10 % de la población de ese medio.

Pero no fueron los asalariados rurales los únicos desplazados por el alambre; también lo fueron los medianos y pequeños propietarios, produciéndose el decaimiento de la clase media rural junto al fortalecimiento de la clase alta.

 I.1.2.  La transformación demográfica

Veamos algunas cifras reveladoras de la profunda transformación demográfica que sufrió el país en la segunda mitad del siglo XIX. Aquellos 131.919 habitantes que pueblan el Estado Oriental en 1852, ocho años después serán 221.243; en 1884 sumarán 559.688 y en 1889 alcanzarán a los 711.656 habitantes. Es decir, en menos de cuatro décadas la población del Uruguay crece casi cinco veces y media ...

Este incremento poblacional, en un país vacío y en una sociedad en formación, se explica por el crecimiento vegetativo, pero, fundamentalmente, por el arribo de importantes contingentes de inmigrantes.

Según el censo de 1852, los extranjeros eran el 22% de la población. El mismo relevamiento indica que la población de Montevideo ascendía a 33.994 personas[4].

Un nuevo censo levantado en 1860, ubica a la población extranjera en un 35 % del total. De ese tercio de población inmigrante, los brasileros eran la mayor colonia, ubicados fundamentalmente en la zona norte del Río Negro, como producto de la silenciosa y lenta penetración de estancieros, peones... y esclavos. Seguían a los brasileros, los españoles, los italianos y los franceses. La población de Montevideo., según el mismo censo es de 57.861 habitantes, de los cuales el 48 % eran extranjeros[5].

En 1879, según estimaciones de Adolfo Vaillant, la población del país ascendía a los 430.000 habitantes, de los cuales el 68 % eran naturales y el 32 % extranjeros. En la capital había un 40.3 % de extranjeros[6].

En 1884, según un censo departamental levantado en Montevideo, la capital alojaba a 115.462 personas, de las cuales el 55 % eran naturales y el 45 % extranjeros. De las colonias extranjeras, la italiana era la mayor con 32.829 personas, seguida de la española y la francesa[7].

Según un censo municipal de cinco años después, la población de Montevideo llegaba a los 215.061 habitantes de los cuales 110.739 (47 %) eran extranjeros, manteniéndose la colonia italiana como la principal, con 46.991 inmigrantes[8].

Estas cifras dejan a las claras el importante movimiento inmigratorio que vivió el Uruguay.

El origen de los principales grupos migratorios es la Europa mediterránea; en su mayoría provenientes de los puertos italianos y españoles de Génova, Nápoles, Vigo, Barcelona, etc. En el caso de la presencia brasileña (de difícil cuantificación), creemos que más que tratarse de un proceso inmigratorio estrictamente, fue una penetración, una invasión pacífica, a través de la zona fronteriza común.

Esa inmigración tuvo algunas características que debemos destacar: su carácter espontáneo y su inserción fundamentalmente urbana.

 El arribo de inmigrantes, se produjo fundamentalmente a  partir de la iniciativa privada y con poca intervención estatal (coherente con el liberalismo pregonado por las clases dirigentes), ya sea a través de políticas o de legislación. Si bien, hubo algunos intentos por planificar la inmigración desde el Estado, éstos no dieron buenos resultados.

Estos nuevos pobladores, encontraron dificultades para instalarse en el medio rural y ejercer lo poco que sabían que era labrar la tierra. La estructura latifundista de producción rural, la explotación extensiva de la ganadería, la precaria producción agrícola y la muy incipiente industria, llevó a los recién arribados a establecerse en la capital o en zonas periféricas de la misma. Sólo un reducido porcentaje fue instalado en colonias agrícolas en el interior.

En la capital los inmigrantes tendrán un importante papel en el desarrollo de la incipiente industria, en distintos rubros como la fabricación de muebles y carruajes (como la fábrica de Giorello), los talleres de calzado (como el de Marexiano), las curtiembres de Nuevo París, las barracas de lana y los saladeros[9].

Los inmigrantes italianos y españoles se alojarán primeramente en casas de inquilinato y conventillos que pululan en los barrios de Montevideo. Sólo luego de mucho ahorro y comprando a largos plazos, podrán adquirir su solar en barrios nuevos, publicitados por especuladores inmobiliarios, con nombres gratos a los posibles compradores: Pueblo Víctor Manuel, Villa Pío Nono, Pueblo Gambetta, barrio Castelar o Garibaldi[10].

Los inmigrantes europeos venían huyendo del hambre, de la inestabilidad política y de las persecuciones que se vivían en sus regiones de origen. En la mayoría de los casos, los inmigrantes no traen consigo capitales, ni conocimientos técnicos ni científicos, sino que se trata de campesinos, agricultores, picapedreros, gente sin oficios, etc., que servirán de mano de obra barata en la ciudad como jornaleros, empleados del comercio, de las obras de edificación de la ciudad, obreros en la incipiente industria, mendigos, limpiabotas, mercachifles, etc.

Dentro de los grupos de inmigrantes, queremos detenernos en el de origen italiano.

A partir de la década de los `60, los inmigrantes italianos se irán constituyendo en la colonia mayoritaria.

Los avatares políticos de la península, luego de la derrota de Mentana (1867), unido a la enorme pobreza que vivía el campesinado y los sectores populares urbanos, favorecen la emigración de decenas de miles de italianos hacia América y varios de estos recalan en Montevideo.

Los inmigrantes italianos, pronto se verán incorporados a las luchas políticas internas como una continuación de la lucha por la "libertad de los pueblos" en Italia. La pasada presencia de Garibaldi en el país será causa de su rápida asimilación a la sociedad uruguaya a través del partido colorado y de las logias masónicas.

El aporte de la inmigración europea a la formación del Uruguay moderno está fuera de toda discusión. El Uruguay, país de cercanías, sociedad de clase media, con una visión cosmopolita, europeizado, respetuoso de las libertades individuales, es producto de las oleadas inmigratorias del siglo XIX, de su rápida asimilación a una sociedad en formación y de su aporte cultural. 

I.1.3.  El proceso intelectual

Durante la Guerra Grande, la élite culta de Montevideo se vio influenciada por la acción de porteños unitarios emigrados, como Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría y otros que afiliaban al liberalismo y a la sensibilidad del romanticismo. Entre aquellos intelectuales (miembros de las familias patricias y burguesas montevideanas) encontramos a Andrés Lamas, Melchor Pacheco y Obes, Juan Carlos Gómez, Manuel Herrera y Obes.

La Universidad, inaugurada en 1849, luego de un largo proceso fundacional, constituía el único centro de irradiación cultural del país. En esta universidad, la cátedra de filosofía ejercerá una enorme influencia en la formación del pensamiento de generaciones enteras de las clases dirigentes del país.

La cátedra de filosofía, a cargo del sacerdote argentino Luis José de la Peña, respondía a una escuela filosófica importada de la Francia post-napoleónica: el espiritualismo ecléctico. Esta doctrina filosófica inspirará, desde la Universidad, el pensamiento y la cultura del país durante varias décadas.

En 1852, de la Peña abandona la cátedra y es sucedido por el Dr. Plácido Ellauri, que estará al frente de la misma (con una interrupción durante el gobierno de Latorre) hasta 1888, continuando el magisterio de su predecesor inspirado en el mismo espiritualismo.

 Tantos años de unicidad de la cátedra[11] dejará generaciones formadas en una misma sensibilidad, lo que se verá reflejado en su actuación en la literatura a través del romanticismo, en la política por medio del principismo y en lo religioso por el racionalismo deísta y teísta.

"En nuestra evolución intelectual, pues, los términos romanticismo, principismo, deísmo, laicismo, racionalismo, eclecticismo, libre pensamiento e, inclusive, anticlericalismo, tienen una raíz y un origen comunes, y sirven para designar, en función del área en donde se juegan, las distintas facetas o actitudes que asume una misma mentalidad perteneciente a aquellas generaciones[12]."

La Universidad, a pesar de su origen estrechamente ligado a la Iglesia[13], irá avanzando hacia una mayor autonomía intelectual, asumiendo primero, posturas antidogmáticas y luego, francamente anticlericales, que culminarán con la ruptura entre ambas instituciones.

En 1872 un grupo de aquellos intelectuales, nucleados en el Club Racionalista, hacen pública su Profesión de Fe en la que enuncian los dogmas básicos del espiritualismo racionalista:

" ...la existencia de un Dios personal, creador y legislador del Universo; la razón de origen divino, facultad absoluta con el más amplio derecho de libre examen y capaz del conocimiento a priori de la realidad y del bien; libertad irrestricta, bondad natural y perfectibilidad indefinida de la persona humana; inmortalidad del alma; moral del deber fundada en el testimonio de la conciencia y en la sanción divina; repulsa expresa de la encarnación de Dios, de la revelación, del milagro, de un orden sobrenatural inaccesible a la razón, de los sacerdocios y las iglesias, de la divinidad de los Evangelios, del pecado original y la eternidad de las penas[14]."

La reacción del Vicario Apostólico frente a esta declaración no se hará esperar y Mons. Jacinto Vera emite una carta pastoral por la que excomulga a los firmantes y a quienes adhieran a dicha declaración. Esta fuerte actitud tomada por la jerarquía local es un síntoma de la gravedad con que la Iglesia percibía la situación. En los años `80, una tercera corriente se suma al debate ideológico: el positivismo.

Con el liderazgo de José Pedro Varela y Ángel Floro Costa se realiza una fuerte crítica a la orientación llevada por la Universidad en las últimas décadas, inspirada en las teorías evolucionistas en boga en el mundo anglo-sajón.

El emerger de esta tercera escuela provoca nuevos y curiosos alineamientos: espiritualistas y católicos recelan del naturalismo cientificista del positivismo; espiritualistas y positivistas comparten, con matices, el antidogmatismo y el anticlericalismo; católicos y positivistas poco tienen en común.

Los positivistas encontrarán en el militarismo la puerta abierta para ocupar espacios y llevar a la práctica sus críticas.

El Cnel. Latorre, haciéndose eco del clamor de algunos universitarios liberales, el 12 de enero de 1877 suprime por decreto, la cátedra de filosofía a cargo del Dr. Ellauri y decreta la libertad de estudios.

Estas medidas impulsaron a las tres corrientes a asumir la enseñanza de la filosofía desde otros círculos y originó el surgimiento de centros y sociedades estudiantiles que mantuvieron y renovaron la reflexión filosófica, aportándole "aire nuevo" y pluralidad. Así surgieron el Club Universitario, el Ateneo de Montevideo, la Sociedad Filo-Histórica, el Club Católico, la Sociedad Universitaria, etc.

En 1876 el elemento católico orientado por el joven Pbro. Mariano Soler comienza los cursos de filosofía en el Liceo Universitario, un año después Juan Carlos Blanco y Pablo de María lo hacen en el Club Universitario y en 1878 los espiritualistas con Prudencio Vásquez y Vega lo hacen desde el Ateneo.

"Un cambio profundo se operó así en el espíritu universitario, interrumpiéndose, casi bruscamente, la larga sucesión de promociones apaciblemente moldeadas por el espiritualismo ecléctico bajo la égida de Plácido Ellauri"[15].

Con el respaldo de los gobiernos militares, los positivistas obtienen importantes logros: en 1876 se instalan las primeras cátedras de la facultad de Medicina; en 1877 se promulga el decreto-ley de Educación Común y en 1880 el positivista Alfredo Vásquez Acevedo es llamado al rectorado de la Universidad y encabeza la transformación del único centro de irradiación cultural al pensamiento positivista hasta 1899.

I.1.4.  La cuestión religiosa

Paralelamente a esta evolución intelectual, y en cierta medida, como consecuencia, emerge la llamada "cuestión religiosa".

La "cuestión religiosa", o el proceso de secularización del Estado y la sociedad, se inicia muy tempranamente en nuestro país, comparándolo con otros países de la región. Podemos ubicarlo cronológicamente, entre el decreto de municipalización de los cementerios del 18 de abril de 1861 y la ley de secularización de los feriados del 23 de octubre de 1919.

Si bien, la secularización, fue impulsada por la élite culta y dirigente de la sociedad, parece claro que existían condiciones en la sociedad para su aceptación más o menos pasiva. La "descatolización" de la sociedad, manifestada en sus costumbres, en su mentalidad dominante, en su sensibilidad, ocurre tempranamente y será acompañada por la secularización del Estado.

Probablemente la presencia en Montevideo de numerosos inmigrantes europeos (especialmente los italianos garibaldinos y los franceses republicanos), de filiación liberal y anticlerical, así como la reducidísima presencia religiosa entre la población, favorecieron la penetración en las masas del discurso secularizador de la élite dirigente.

Por su parte, la Iglesia uruguaya presentaba una debilidad estructural e histórica que facilitó el avance laicizante. Veamos algunas de las razones de esa debilidad:

a.     la tardía colonización española de la región y la débil implantación de la Iglesia, que no permitió una integración profunda a la nueva sociedad;

b.    la dependencia jerárquica de Buenos Aires, en parte subsanada con el nombramiento de Vicarios Apostólicos desde 1832 hasta 1878 en que se crea la diócesis de Montevideo;

c.     la carencia de recursos materiales y la dependencia económica de un Estado pobre y hostil, que le impide estructurarse adecuadamente para el cumplimiento de su misión (parroquias, capillas, centros educativos, etc.)

d.    la ausencia (cuantitativa y cualitativa), de un clero nacional preparado para enfrentar los embates secularizantes.

Esta debilidad histórica de la Iglesia, la encontró desarmada para encarar eficazmente el arrollador avance laicista en la sociedad. Los últimos Vicarios Apostólicos, José Benito Lamas y Jacinto Vera realizaron importantes esfuerzos por generar las estructuras necesarias que fortalecieran la presencia de la Iglesia en la sociedad: una jerarquía local, un clero nacional debidamente formado, mayor presencia en el interior a través de misiones, organización del laicado, prensa católica, presencia educativa, etc. Sin embargo, la tarea no era simple ni los frutos se verían inmediatamente: se trataba de re-fundar la Iglesia oriental.

Para esquematizar el proceso de secularización, nos basamos en una periodización realizada por Arturo Ardao[16], que lo ubica en tres etapas:

a.     la primera etapa se ubica entre los años 1850 y 1865. En este período los antagonistas serán los racionalistas (masones y teístas) que aún no han roto con el catolicismo y los católicos ortodoxos (llamados "ultramontanos" o "jesuitas") encabezados por la jerarquía eclesiástica. Es decir, en este momento, se trata de un cuestionamiento de la autoridad y los dogmas de la Iglesia, por sectores internos;

b.    en la segunda etapa, entre 1865 y 1880, se enfrentan la Iglesia unificada en torno a Jacinto Vera y los racionalistas  deístas. Este es el momento de la ruptura definitiva entre la Iglesia y la intelectualidad racionalista;

c.     por último, la tercera etapa, abarca desde 1880 hasta 1920 y en el se enfrentan liberales (positivistas y racionalistas, agnósticos o ateos) con la Iglesia.

La masonería, de gran influencia en los sectores cultos de la sociedad, desempeñará un papel muy importante en el conflicto con la Iglesia, pasando de una identificación con ésta ("católicos masones" versus "católicos jesuitas") a una lucha frontal (masones versus católicos). El creciente avance de la influencia de la masonería entre la élite dirigente y sectores de inmigrantes, llevó a que ya en 1855, el Vicario Apostólico José Benito Lamas advirtiera sobre "las peligrosas" y "funestas doctrinas de los logistas" que "bajo los mentidos programas de proclamar el progreso de las luces y las doctrinas filantrópicas, tienen la tendencia de sustituir a las doctrinas humanitarias de nuestra Santa Religión Católica."

Veamos a continuación, algunos de los jalones que marcan el desarrollo de "la cuestión religiosa":

1861, 18 de abril - Secularización de los cementerios.

1862, 7 de octubre - Destierro del Vicario Apostólico Jacinto Vera en Buenos Aires, hasta el  23 de abril de 1863.

1868, 5 de setiembre - Fundación del Club Universitario, expresión de la corriente racionalista.

1872, 9 de julio - "Profesión de fe racionalista".

1877, 24 de agosto - Ley de Educación Común[17].

1879, 11 de febrero - Decreto-ley de creación del Registro de Estado Civil, que pasa a cumplir  funciones que tenía la Iglesia: inscripción de nacimientos, matrimonios, defunciones.

1882, 2 de mayo - Se otorga la personería jurídica al Supremo Gran Consejo del Gran Oriente  del Uruguay (masonería).

1884,  14 de octubre- Nombramiento de Alfredo Vásquez Acevedo como rector de la Universidad y consagración de la corriente positivista en la enseñanza universitaria y secundaria.

1885, 16 de enero - Prohibición de fundar nuevos conventos.

1885, 22 de mayo - Ley de Matrimonio Civil Obligatorio[18].

1885, 14 de julio - Ley de Conventos[19].

1885, 31 de julio - Expulsión de las Hermanas del Buen Pastor.

1886, 17 de julio - Detención del director de El Bien Público, Dr. Jacinto Durá.

1901, 24 de abril - Prohibición de entrada al Uruguay de religiosos expulsados de Francia.

1906- Supresión de fondos para el Seminario y prohibición de los crucifijos en los hospitales.

1907 -          Supresión de la mención a Dios y a los Evangelios en el juramento de los parlamentarios.

1907, 26 de octubre - Ley de Divorcio absoluto.

1909, 6 de abril - Supresión total de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.

1910 -          Supresión de la enseñanza del latín en la enseñanza secundaria.

1911 -          Supresión de la mención a Dios y a los Evangelios en el juramento de los ediles y laicización del Código Militar.

1911, 22 de marzo - Ley suprimiendo honores militares a "personas y símbolos religiosos".

1913, 9 de setiembre - Ley de Divorcio por la sola voluntad de la mujer.

1919, 1º de marzo - Entrada en vigencia de la nueva Constitución, por la que se separa la Iglesia y el Estado.

1919, 23 de octubre - Ley de "secularización de los feriados", por la cual la fiesta de la Epifanía pasa a ser el Día de los Niños; la Semana Santa, a ser Semana de Turismo; la fiesta de la Inmaculada (8 de diciembre) el Día de las Playas; y la Navidad, el Día de la Familia.

I.2.  La re-fundación de la Iglesia uruguaya

I.2.1.  Ubicación general

Una vez finalizada la Guerra Grande, la Iglesia inicia el lento y dificultoso camino de su reconstrucción. En este camino, se encuentra enfrentada a grandes desafíos, como: el llamado "problema del clero nacional"; la ausencia de una jerarquía eclesiástica local; la profundización de la presencia religiosa entre el pueblo; las relaciones con el Estado; y el enfrentamiento con las corrientes de pensamiento en boga.

El "problema del clero nacional" era una cuestión básica a atender. El clero en Uruguay lo componían en 1861, 84 sacerdotes de los cuales solamente 13 eran uruguayos, para atender una población de aproximadamente 225.000 habitantes[20]. Además de la carencia numérica de sacerdotes, su formación intelectual era muy limitada, la disciplina era difícil de mantener (especialmente entre el clero extranjero) y no se contaba con un seminario donde formar a los jóvenes con vocaciones.

Jerárquicamente la Iglesia estaba encabezada desde 1832 por Vicarios Apostólicos sin carácter episcopal y dependiente del Arzobispo de Buenos Aires. Esta situación traía aparejadas importantes limitaciones para las ordenaciones de sacerdotes, erecciones de parroquias, etc. La ausencia de un jerarquía local, no dependiente de Argentina ni Brasil, era una necesidad imperiosa. Si bien, desde los tiempos de la colonia se venían haciendo esfuerzos por erigir una diócesis en la Banda Oriental, por diversas razones esto no prosperó y recién en 1878 es creada la diócesis de Montevideo y nombrado el primer obispo.

La profundización de la presencia religiosa entre el pueblo, constituía una urgencia notoria. Las masas no tenían contacto con los representantes de la Iglesia y con su mensaje. En la campaña se carecía de predicadores y sacerdotes que administraran los sacramentos y estimularan las prácticas religiosas. Cuando en 1860 Vera sale al interior en misión, hacía 25 años que una autoridad religiosa no lo hacía.

Las relaciones con el Estado no eran fáciles. Jurídicamente estaba presente la antigua institución colonial del patronato, reivindicada ahora por los gobiernos republicanos. La reivindicación del patronato colocaba a la Iglesia en una situación de dependencia de los sucesivos gobiernos, que obligaba muchas veces, a asumir posturas conflictivas con firmeza, frente a lo que se consideraba como intromisiones en su camino.

Otro campo de desafíos lo constituía el referente al enfrentamiento con corrientes de pensamiento adversas a la Iglesia, como el racionalismo, la masonería, el liberalismo, el positivismo, etc., a lo que ya nos hemos referido en el capítulo anterior.

I.2.2.  El proceso eclesial

Para ver el proceso de la Iglesia durante el período que nos ocupa, debemos comenzar por referirnos al vicariato de Mons. José Benito Lamas (1854-1857).

A pesar de haber visualizado los principales problemas a asumir y buscar atenderlos, Lamas no pudo concretar muchas de sus aspiraciones. Realizó intentos por dar soluciones al "problema del clero nacional", a las numerosas vacantes en las parroquias de campaña y a la carencia de recursos humanos con los que implementar una mayor presencia en la sociedad.

En este sentido, es el impulsor del ingreso de las primeras comunidades religiosas femeninas: las Hnas. del Huerto y las Hnas. de la Visitación (salesas), tema que profundizaremos en los capítulos siguientes.

A solo tres años de haber asumido el vicariato, Lamas fallece el 9 de mayo de 1857, víctima de la epidemia de fiebre amarilla que había sacudido a la ciudad en los meses anteriores, y es sucedido por el Pbro. Jacinto Vera.

Jacinto Vera será el último Vicario Apostólico (1859-1878) y el primer Obispo de la diócesis de Montevideo (1878-1881). En 1878, por Bula del 15 de julio de 1878, es creada la diócesis de Montevideo y en el mismo acto se nombra a Jacinto Vera como su primer obispo.

La situación general de la Iglesia seguía siendo de gran debilidad estructural. En un informe de Vera al Nuncio Apostólico Mons. Marini en 1861, hace una descripción de la situación de la Iglesia uruguaya, en la que indica que en la capital había dos parroquias (la Matriz y la San Francisco) y cinco capillas (la de la Casa de Ejercicios, la del Hospital de Caridad, la de las Hnas. Salesas, la de las Hnas. del Huerto y la de los Padres Bayoneses o Vascos). Fuera de Montevideo, había 26 parroquias atendidas por curas interinos y 12 capillas, algunas de ellas desatendidas. Los sacerdotes eran 84 de los cuales 13 eran uruguayos. Estaban establecidas las Hnas. Salesas con un monasterio, las Hnas. del Huerto que atendían el Hospital de Caridad, un Asilo de mendigos y dos asilos para enfermos psiquiátricos y los Vascos, establecidos en ese mismo año.

Esos eran los recursos humanos y la infraestructura con que contaba el Vicario Apostólico para la evangelización de más de doscientos mil habitantes ... Pero Jacinto Vera era una persona de gran empuje y en poco más de veinte años, logró mejorar sensiblemente esta situación y avanzar en la re-fundación de la Iglesia uruguaya.

Su primera preocupación era el "problema del clero nacional". Vera ansiaba poder concretar una reforma del clero, para poder contar con sacerdotes "de celo" y formados.

En orden a la formación intelectual y espiritual del clero, desde el inicio se esforzó por lograr la fundación de un seminario en la diócesis, además de enviar a los seminaristas a estudiar al colegio de los jesuitas en Santa Fe y al Colegio Pío Latinoamericano en Roma.

Toda una generación de sacerdotes fue formada en este instituto de Roma: Norberto Betancourt, Mariano Soler, Ricardo Isasa, Pío Cayetano Stella, Jacobo Haretche, etc.

La fundación del Seminario Conciliar, pudo concretarse luego del retorno de los jesuitas en 1872[21]. Con el impulso del Vicario y la experiencia y capacidad de los sacerdotes de la Compañía de Jesús, se logra construir e inaugurar el seminario el 20 de febrero de 1880 con los primeros doce seminaristas.

El reforzamiento de la presencia y las prácticas religiosas en el pueblo, constituían una prioridad para Vera. En este sentido se destacó por sus permanentes misiones. Sin duda, ésta es una de las principales características del Pastor Jacinto Vera: su estilo evangelizador misionero, de permanente disposición al contacto con  su feligresía, sin importar las distancias a recorrer, los peligros a abordar, las limitaciones de transporte, etc.

Además de las misiones, fundó parroquias y capillas en el interior y en la capital[22]; promovió asociaciones devocionales y piadosas de laicos, como las Hijas de María, la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, el Apostolado de la Oración, etc.; y alentó la introducción de nuevas congregaciones religiosas femeninas y masculinas.

En 1861 llegan los Padres Bayoneses (Vascos) que se dedican a realizar misiones y a la atención de una capilla; en 1870 los Capuchinos abren un colegio para niños en la zona del Cordón; en 1874 llegan las Hermanas Terciarias de Santo Domingo que se dedicarán a la atención de enfermos en sus domicilios y a la educación; en 1876 las Hermanas del Buen Pastor vienen a tomar el acompañamiento a las mujeres presas; en el mismo año llegan los Padres Salesianos que se dedicarán a atender a los niños a través de colegios y oratorios festivos; en 1877 llegan las Hijas de María Auxiliadora con la misma misión.

En 1876, frente a la intervención de la Universidad y de la enseñanza secundaria, Vera apoya al Pbro. Soler en su iniciativa de fundar el Liceo de Estudios Universitarios, que es inaugurado el 1º de marzo de 1877.

La prensa católica, como tribuna para el debate ideológico y filosófico, será una prioridad de Vera. Apoyará las distintas experiencias de prensa católica que surgieron en el período: "La Revista Católica" (1860-1862), "El Mensajero del Pueblo" (1870-1875) dirigido por el Pbro. Ricardo Isasa y "El Bien Público" (1878-1962) dirigido por Juan Zorrilla de San Martín.

En orden a favorecer un espacio para la formación y organización del laicado, Vera alentó la fundación del Club Católico, el 20 de junto de 1875.

En esta denodada lucha por dotar a la Iglesia de las estructuras necesarias para penetrar en la sociedad, queda de manifiesto el proyecto pastoral integrista o restaurador que inspira a Vera.

"El gigantesco esfuerzo personal de Jacinto Vera por llevar al último rincón del territorio y a la entraña popular la predicación y los sacramentos, hasta morir misionando, es el esfuerzo por reengendrar una sociedad católica[23]."

Entendemos por "proyecto pastoral" al conjunto de iniciativas, propuestas, que la Iglesia genera hacia la sociedad, y que derivan de una percepción de la realidad, una lectura teológica de la misma y una autocomprensión o modelo eclesiológico. Es decir, de la relación dialéctica entre esa visión del mundo y la "lectura de fe" que de él se hace, emana un modelo eclesiológico, que se expresa en una forma de relación con la sociedad civil (estructuras, estrategias, prioridades, etc.)

El proyecto "integrista" o "restaurador" es aquel en el que la Iglesia se autocomprende como "sociedad perfecta" (que contiene en sí todos los elementos necesarios para el cumplimiento de su misión), en medio de una sociedad relajada. Se siente atacada, cuestionada (racionalismo, liberalismo, socialismo, sindicalismo, etc.), perdiendo peso político e influencia ideológica (que tuvo durante la cristiandad colonial) y se ubica frente a la sociedad civil, en una postura defensiva y buscando fortalecerse para incidir en ella y restaurar aquella cristiandad.

El 5 de mayo de 1881, en plena misión en Pan de Azúcar, fallece Mons. Jacinto Vera, el Obispo Misionero.

Le cupo a Mons. Inocencio María Yéreguy, ser el continuador de la obra iniciada por Vera. En su vicariato (1881-1890) le tocó enfrentar los más fuertes embates anticlericales provenientes de la dictadura de Santos y su Ministro de Gobierno Carlos de Castro. En estos años se aprobaron las leyes de Matrimonio Civil Obligatorio y de Conventos, se expulsó a las Hnas. del Buen Pastor, se produjeron los atentados contra la imprenta de "El Bien Público" de 1881 y 1885 y una larga lista de enfrentamientos que evidencian una época difícil para la Iglesia.

Durante el episcopado de Mons. Yéreguy se continúa avanzando en la estructuración de la Iglesia y del laicado. Surge el Círculo Católico de Obreros de Montevideo y se realiza el I Congreso Católico.

El Círculo Católico de Obreros de Montevideo, fue una iniciativa de algunos laicos y sacerdotes, que Yéreguy alentó, incorporando al proyecto al Pbro. Mariano Soler y a los laicos Francisco Bauzá, Antonio Rius y Vicente Ardoino. El Círculo Católico, fundado el 21 de junio de 1885, es expresión de una Iglesia que comienza a ver "la cuestión social" como una realidad cercana y frente a la cual ensaya una primera respuesta, aunque de tipo paternalista, asistencial y caritativa.

Pronto la experiencia del Círculo de Montevideo  se expandió en otras zonas: la Unión, el Reducto, la Aguada, Colón, el Cerro, el Paso del Molino, Pocitos, Pando, Las Piedras, El Tala, San Ramón, San Bautista, etc.

A iniciativa de Club Católico, se celebró entre el 25 y el 30 de abril de 1889 el I Congreso General Católico. En este encuentro, de enorme trascendencia para la historia de la organización laical en la Iglesia local, la "clerecía y el laicado" abordaron temas como la prensa católica, los Círculos Católicos de Obreros y la Unión Católica como organismo coordinador de actividades.

Participaron en el congreso, delegados elegidos en las parroquias, asociaciones piadosas, congregaciones religiosas, círculos de obreros, centros de enseñanza, instituciones sociales, etc. Tiene la importancia de ser el primer intento de dar una respuesta orgánica, como Iglesia, a la realidad de su tiempo. Francisco Bauzá decía en su discurso en el congreso, que se trataba de "la asamblea constituyente del laicado católico".

Entre las resoluciones del I Congreso, se destaca la fundación de la Unión Católica del Uruguay, cuya misión era organizar a los católicos y coordinar su acción en los distintos ámbitos de la sociedad (prensa, política, mundo obrero, etc.), para "la defensa y propagación de los principios, instituciones e intereses de la comunidad, así como en la práctica y pública manifestación de las creencias[24]."

Los integrantes de su primer directorio fueron Joaquín Requena, Mariano Soler, Francisco Bauzá, Juan Zorrilla de San Martín y Carlos A. Berro. Todas figuras destacadísimas del laicado de la época y férreos defensores de la "santa causa".

Mons. Yéreguy mantuvo la atención en la formación del clero nacional y en la introducción de nuevas congregaciones religiosas. En 1884 llegan las Hnas. Alemanas y en 1889 los Padres Redentoristas, las Adoratrices y los Hnos. de la Sagrada Familia. Es durante el episcopado de Yéreguy que empiezan a verse los primeros frutos de la acción de Mons. Vera. En 1887, la Iglesia contaba con 50 templos y 36 capillas, 161 sacerdotes, 5 congregaciones de religiosas con 280 miembros, un monasterio con 40 monjas, un convento con 9 conventuales y un seminario con 50 seminaristas[25].

El 1º de febrero de 1890 fallece Mons. Yéreguy que es sucedido en el obispado por Mons. Mariano Soler.

Mons. Soler desempeñará un muy importante papel en la reubicación de la Iglesia en la sociedad. Durante su extenso episcopado impulsa a los cristianos a pasar a la ofensiva frente al avance de la secularización, especialmente durante los gobiernos de Juan Lindolfo Cuestas y José Batlle y Ordóñez.

 El episcopado de Soler fue un período de expansión, de fortalecimiento de la Iglesia y las instituciones católicas frente a los ataques externos.

En esta tarea, Soler impulsa un proyecto pastoral, que, aunque coincide en muchas de las concepciones básicas con aquel asumido por Mons. Vera, parte de una visión más optimista de la realidad, con una mayor apertura a los cambios de la modernidad y busca reubicar a la Iglesia en ese mundo en transformación. Para Soler, no todo lo moderno es negativo, hay en ello mucho de evangélico y de evangelizable.

Esa forma de proyectarse a la sociedad, es conocida como el "proyecto de los congresos católicos". Soler, junto a sus auxiliares Mons. Ricardo Isasa y Mons. Pío Cayetano Stella y otras importantes figuras del clero y el laicado, como los presbíteros Betancourt, Bimbolino, Oyazbehere y los laicos Francisco Bauzá, Juan Zorrilla de San Martín, Jacinto Durán, Luis P. Lenguas, Miguel Perea, Eduardo Cayota, etc. fueron los impulsores de este proyecto.

Lo que se pretendía era pasar a la ofensiva, penetrando en la sociedad a través de estructuras similares a las que se dan los oponentes, en ámbitos como la educación, la propaganda ideológica, la prensa, la acción cívica, el mundo obrero.

En estos distintos espacios, se fortalece o se genera la presencia de la Iglesia: en la educación, a través de los colegios y escuelas católicas; en la propaganda ideológica, por medio del Club Católico; en la prensa, con "El Bien Público"; en la acción cívica, impulsando la Unión Católica; en la presencia en el mundo obrero, a través de los círculos de obreros.

Entre el 6 y el 8 de enero de 1893 se reúne el II Congreso Católico en el que se revisa y da nuevo impulso a la Unión Católica y se reafirma la importancia de la prensa católica y de la organización del laicado. En 1900, en el III Congreso Católico, se crea la Federación de la Juventud Católica del Uruguay. Estos congresos constituyen instancias fundamentales en la implementación del proyecto pastoral, así como en la historia de la organización y conciencia de cuerpo del laicado.

"La Iglesia en la época de Soler fue creciendo al ritmo del país. Cada vez más presente en todo el país. Más organizada. Más diversificados sus servicios. Prestigiada por la acción de sus obispos, Soler, Isasa y Stella. Evangelizando de diversas maneras y a muchos niveles. Formando sus ministros con solidez. Instrumentando órganos de reflexión y de evangelización para llegar a los ambientes que irremediablemente se descristianizaban. Relacionándose a nivel latinoamericano con otras Iglesias, y sobre todo, con el Papa y la Iglesia universal[26]."

En lo referente a la organización jerárquica de la Iglesia, durante el episcopado de Mons. Soler se crea al Provincia Eclesiástica del Uruguay, elevándose la diócesis de Montevideo a la categoría de Arquidiócesis y creándose dos diócesis sufragáneas.

A instancias de Mons. Soler y del Presidente Idiarte Borda, se envió al Dr. Zorrilla de San Martín en misión especial a Roma, para tramitar la creación del Arzobispado de Montevideo. El éxito de esta gestión se reflejó en la Bula del Papa León XIII del 14 de abril de 1897.

En este documento papal se crea la arquidiócesis de Montevideo y las diócesis sufragáneas de Salto y Melo y se nombra a Mons. Soler como Arzobispo.

El asesinato del Pres. Idiarte Borda y el cambio de orientación del gobierno en sus relaciones con Roma, provocan que las diócesis de Salto y Melo se mantengan sin proveerse hasta 1919.

El 26 de setiembre de 1908, fallece Mons. Soler a bordo del vapor "Umbria" en viaje de retorno a Uruguay.

 

 

 

CAPITULO II:

  

ARRIBO Y

ESTABLECIMIENTO

DE LAS PRIMERAS

CONGREGACIONES

 

 

II.1.  Las Hermanas del Huerto

El Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto, conocidas como Hermanas del Huerto o Hermanas de la Caridad, fue fundado por el Arcipreste de Chiavari Antonio María Gianelli, en agosto de 1829.

En 1855, el Pbro. Isidoro Fernández, capellán de las monjas carmelitas en Salta, recibió el encargo del Vicario Apostólico Mons. Lamas y de la Comisión de Caridad, encargada de la administración del Hospital de Caridad, de obtener un grupo de religiosas que pudieran hacerse cargo de dicho centro.

Con esta misión, el Pbro. Fernández se embarcó hacia Europa el 6 de abril de 1855, munido de credenciales del gobierno y de la Iglesia uruguaya.

En París se dirigió a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes, al igual que otras congregaciones, se negaron a viajar a América del Sur por el temor a las revueltas tan comunes en estas regiones.

Encontrándose en Génova, el Pbro. Fernández conoció a Mons. Magnasco, quien intercedió ante una comunidad de Hermanas del Huerto que había en la ciudad, bajo la dirección de la Hna. María Clara Podestá. No fue difícil convencer a la Hna. Podestá del servicio que podían brindar en América, y en pocos días se decidió la partida.

El 23 de agosto de 1856 se embarcó rumbo a Montevideo el primer grupo de religiosas del Huerto, compuesto por ocho hermanas bajo la dirección de Sor María Clara Podestá: María Escolástica Celle, María del Crucifijo Rebuffo, María Inés Prefumo, María Alfonsa Corvino, Clara Adami, Felipa Solari y María Petrona Ansaldo.

"Eran jóvenes, acostumbradas a vivir antes en la paz de las paredes domésticas y después que dieron sus nombres al Instituto, habían dejado transcurrir sus días en la quietud del Conservatorio o entregadas a las obras de caridad, pero siempre en el recogimiento, apartadas del mundo; y ahora se veían obligadas por las circunstancias a morar en una nave donde, indudablemente, para estar reunidas en el Señor, no tenían pocos impedimentos[27]."

Luego de una larga y difícil travesía, marcada por un incendio del barco y alguna tormenta, las hermanas llegaron al puerto de Montevideo el 18 de noviembre del mismo año.

Uno de los principales impulsores de la llegada de las Hermanas del Huerto al país, fue el presidente de la Comisión de Caridad Dr. Juan Ramón Gómez, acaudalado comerciante y miembro de una de las familias más distinguidas de la ciudad. El Dr. Juan R. Gómez y el Dr. Francisco Vidal (miembro del Consejo Municipal) intercedieron ante el Presidente de la República para lograr un apoyo oficial a la radicación de las religiosas.

La llegada de las hermanas fue una verdadera fiesta popular. Fueron recibidas con grandes ceremonias, encabezadas por Juan R. Gómez, la Comisión de Caridad y las damas de la Sociedad de Beneficencia. De inmediato fueron transportadas a sus habitaciones en el hospital rodeadas de una multitud que quería conocer a las "hermanas de la caridad", nombre con el que se las conocerá popularmente.

Tantos fueron los halagos y honores que hizo creer a las recién llegadas hermanas que

"... se puede ver que los que rigen los destinos de esas jóvenes Repúblicas americanas respetan la religión y saben apreciar los beneficios que derivan para los pueblos de esas Instituciones ..."[28]

Idea ésta que pronto deberán abandonar, dada la política secularizante que irán asumiendo los sucesivos gobiernos.

A poco de arribadas a Montevideo, el 1º de diciembre de 1856, las hermanas se hicieron cargo de la dirección del Hospital de Caridad de Montevideo, constituyéndose éste en la primera casa de las hermanas en América.

A partir de la primera expedición de religiosas del Huerto continuaron llegando grupos de jóvenes hermanas, que venían a engrosar las filas de las obras que irían asumiendo en el país[29].

 

 

 

VIAJE

FECHA DE LLEGADA

RELIGIOSAS

1º.

18 noviembre 1856

8

2º.

7 abril 1857

4

3º.

18 enero 1859

18

4º.

18 diciembre 1859

2

5º.

25 setiembre 1860

20

6º.

29 noviembre 1862

11

7º.

18 diciembre 1865

10

8º.

16 abril 1868

14

9º.

13 junio 1869

20

10º.

20 noviembre 1871

15

 

 

II.2.  Las Hermanas Salesas de la Visitación de Santa María

Ya desde el año 1816 se venían haciendo gestiones para introducir en Montevideo un convento de religiosas. En ese año el sacerdote español Buenaventura Borrás, capellán del ejército invasor de Lecor, se trasladó a España por encargo del Sr. Juan Francisco García de Zúñiga, quien tenía dos hijas dispuestas a ingresar en el convento. En este viaje el Padre Borrás se entrevistó con la Infanta Doña María Isabel, quien alentó la iniciativa y propuso que se estableciera un convento de salesas, mostrándose dispuesta a facilitar el traslado de las religiosas. Pero la convulsionada situación política de estas regiones, y la consiguiente interrupción de las relaciones con España, impidieron que las gestiones llegaran a verse concretadas.

Más adelante otro sacerdote, el Padre Pedro Antonio Portegueda se encargó de gestionar a través de correspondencia con las salesas españolas y francesas, la introducción de un grupo de esta institución en las costas del Río de la Plata. Una vez más, los deseos de las hermanas Juana María y Rosa Eduvige García de Zúñiga no se vieron satisfechos.

En setiembre de 1854, con la autorización del Vicario Apostólico y Gobernador Eclesiástico José Benito Lamas, un grupo de señoritas inició una colecta destinada a la construcción de un templo y un edificio contiguo destinado a la creación de un colegio dirigido por las hermanas salesas. Este grupo encabezado por las anteriormente citadas hermanas García de Zúñiga, la Sra. Ascensión Alcain, las familias Jackson, Berro y otras, pronto recolectaron la suma de $ 8.000 para la adquisición del terreno.

Con esta movilización de exponentes del patriciado, sumado a la urgencia del Vicario Apostólico por contar con las religiosas y el apoyo expreso del Presidente Venancio Flores, partió para Europa el Pbro. Isidoro Fernández encargado de realizar las gestiones ante las casas principales.

En Madrid no tuvo éxito ya que las salesas españolas no creyeron prudente instalarse en un país tan convulsionado por revueltas políticas. En carta de la Superiora del Monasterio de Salesas de Madrid a la Sra. Ascensión Alcain, del 12 de julio de 1855, aquella decía:

"Debo decir a V. que tengo el sentimiento de no poder complacerla en la solicitud que hace de una ó mas Religiosas para esa fundación: y como veo hasta la evidencia que los mismos obstáculos tienen el segundo Monasterio de esta ciudad y los otros dos que hay en España en otras partes, no les he comunicado su pretensión, porque aun de propuestas hechas en el Reino, no hemos podido admitir. Primeramente este país está en una posición que no permitirían salir de él Religiosas, y al presente ya han prohibido admitirlas. En segundo lugar no nos aventuramos a pasar a puntos tan remotos que están en continuas convulsiones políticas y variedad de Gobiernos, que unos deshacen lo que otros permitieron...."[30]

Viéndose frustradas sus acciones en España, el Pbro. Fernández se dirigió a Roma, donde se entrevistó con el Papa Pío IX, conocedor del Uruguay a partir de su recordada visita durante la Cisplatina, acompañando la misión Muzzi. El Papa, a pesar de las varias décadas transcurridas, recuerda aún Montevideo y la situación de la Iglesia oriental:

"Diremos, sin embargo, que en Montevideo existía el deseo de abrir un Monasterio de Salesas desde treinta años y más atrás, lo que hemos oído personalmente y hemos visto la casa que querían destinar a este uso algunas señoras piadosas provistas de bienes de fortuna, y que Nos hemos conocido[31]."

Dispuesto a colaborar con el Pbro. Fernández, el Papa intervino ante las Salesas de Roma, para que éstas vieran qué monasterio podría asumir esta misión en América.

Así en noviembre de 1855, la Superiora de Roma escribió a la Hna. Ángela Margarita Caccia, Superiora del Monasterio de Milán, consultándola sobre si su comunidad podría hacerse cargo de la nueva empresa.

Finalmente, la Hna. Caccia respondió afirmativamente y nombró a la Madre Luisa Beatriz Radice al frente del futuro monasterio de la Visitación en América.

Junto a la intervención del Pbro. Fernández, doce jóvenes montevideanas suscribieron una súplica a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares para que se les permitiera ingresar en el convento apenas se estableciera en Montevideo.

En esta carta, las señoritas exponen su decisión de ingresar como religiosas, así como explican los pasos dados previamente: el apoyo del Vicario Apostólico, la realización de la colecta y el inicio de la construcción del monasterio, la disposición a utilizar la casa de los García de Zúñiga como monasterio provisorio, etc. Las firmantes de la súplica a las autoridades romanas eran las hermanas García de Zúñiga, Ascensión Alcain, Juana Rodríguez, Matilde Carta, María Josefa Romero, Francisca Romero, Marcelina Del Valle, María Josefa Vargas, Ángela Prego, Beatriz Correa y Tomasa Pérez[32].

Frente a esta carta, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares expidió una Bula el 22 de febrero de 1856, en la que se declara que "el Sumo Pontífice Pío IX ha benignamente atribuido al Vicario Apostólico de la República Oriental del Uruguay la facultad de erigir en la ciudad de Montevideo un Monasterio de la Visitación ...", detallando posteriormente los detalles prácticos necesarios para tal erección: que se asegure la clausura, rentas para el mantenimiento de doce religiosas, erección de una capilla u oratorio, etc.

A pesar de todas estas decisiones afirmativas, el temor apareció entre las hermanas y el Arzobispo de Milán por noticias recibidas que hacían referencia a las graves dificultades políticas que se vivían en Uruguay. Hasta tal punto fue este temor, que se estuvo a punto de suspender el viaje, frente a lo que el Pbro. Fernández escribe a Milán suplicando que se revea la decisión y explicando que en Montevideo "el pueblo es todo católico desde su principio y eminentemente católico, y actualmente se halla en completa paz, y en la mejor situación que nunca”[33].

Luego de alrededor de un año de consultas con los superiores, el 5 de agosto de 1856, se embarcaron en Milán rumbo a estas lejanas regiones, la Madre Luisa Beatriz Radice junto a cuatro hermanas: Sor María Gertrudis Crespi, Sor María Alfonsa Grecchi, Sor María Carolina Crespi y Sor María Rosa Citeri.

El viaje fue largo y con no pocas dificultades, entre las que se destaca el incendio del barco frente a Bahía (Brasil), donde las religiosas perdieron todo su equipaje y hasta las reliquias de sus Santos Fundadores, debiendo permanecer en esa ciudad durante varias semanas en una casa de las Hermanas de San Vicente. En el mismo buque viajaba un grupo de Hnas. del Huerto que también venían a Montevideo y quince franciscanos con destino a Salta (Argentina), que habían embarcado en Génova.

Finalmente, el 18 de noviembre de 1856 arribaron al puerto de Montevideo que se encontraba rodeado de gente ansiosa por ver a las hermanas que venían a instalarse: "la ribera estaba toda llena de una multitud de pueblo, y la ciudad entera era en movimiento. Todas las campanas tocaban a fiesta".

Apenas llegadas se instalaron en la casa de la familia García de Zúñiga, en la calle Rincón, hasta el 8 de diciembre en que, en la Iglesia Matriz se estableció el nuevo monasterio y la clausura.

"... la Superiora hizo la protestación de la fe y juramento de obediencia a los pies del Sr. Vicario Apostólico con la mano sobre los santos evangelios. El Ilmo. Sr. Vicario le dio la bendición, le entregó los libros de las reglas, constituciones y ceremonial, encargándole su observancia y las llaves de la clausura..."[34].

 El mismo día se procedió a la ceremonia de la toma de Hábitos de las primeras novicias.

Fue, sin duda, una fiesta popular, de esas que a los montevideanos tanto les gustaba tener. La ceremonia fue precedida de una "procesión solemne, acompañada a su paso de músicas, vivas y cohetes..."[35].  "Las calles estaban llenas de colgaduras y adornos, y de los balcones y azoteas llovían las flores y tronaban por todas partes los cohetes que anunciaban el contento, aplauso y regocijo"[36].

Mientras tanto, la construcción del nuevo monasterio, se encontraba paralizada por falta de dinero. En enero de 1857 se reiniciaron las obras, gracias a una donación de las hermanas García de Zúñiga que entregaron sus bienes para el pago de la obra y en la Navidad del mismo año las hermanas se trasladaron al nuevo edificio del Monasterio San José, que se encontraba ubicado en la calle Canelones esquina Ibicuy.

"El Monasterio era entonces un solo cuadrado, sin altos y por consiguiente chico y algo incómodo teniendo educandas, las cuales tenían solo una pieza bastante grande que servía parte de Dormitorio, parte de clase, y al tiempo de la comida, se convertía en Refectorio[37]."

 

 

II.3.  Los Capuchinos

La introducción de la Orden Capuchina en Uruguay se produce en los tiempos de la Guerra del Paraguay. Es el Padre Juan José de Montefiori, el primer capuchino que se instala en Montevideo. Este fraile, probablemente, fuera capellán de las tropas brasileras que sitiaron Paysandú y con el triunfo del Gral. Flores entró en Montevideo, continuando en la capellanía del hospital instalado por las fuerzas brasileñas en las calles Soriano y Queguay de esta ciudad.

Una vez finalizada la guerra, Montefiori aceptó atender los insistentes pedidos de los católicos y las autoridades de Montevideo, y especialmente de la creciente colonia italiana residente en la capital, de establecer una casa de esa congregación en Montevideo. Obtenidas las autorizaciones de su Superior, el Rvdo. Padre Nicolás de San Juan y del Vicario Apostólico Jacinto Vera, se dispuso a buscar un lugar donde establecer el nuevo convento.

En 1869 Montefiori accedió al requerimiento de Vera de que los capuchinos se hicieran cargo de la parroquia del Reducto.

Desde el 11 de setiembre de 1867 hasta 1878, la misión capuchina en Montevideo fue dependiente de la Prefectura de Brasil; desde aquel año hasta 1891 pasó a la jurisdicción de la Prefectura de Chile; y finalmente, a partir del 17 de febrero de 1891 la misión de Montevideo es asignada a la Provincia de Génova[38].

Durante el período previo a que la misión fuera asumida por la Provincia de Génova, la presencia capuchina se vio fortalecida con el arribo de numerosos frailes provenientes de Chile y de Italia. El 28 de octubre de 1870 llegan los Rvdos. Padres Vito Ángel de Gioia, Alejo de Barletta, Damián de San Severino y Ángel de Trápani. Poco tiempo después, se suman los Rvdos. Padres Rafael de Panni y Francisco de San Felipe, para atender el nuevo colegio vecino del convento San Antonio. También se agregan a la misión los Rvdos. Padres Sebastián de Montefiori y Cayetano de Messina. En 1871 llega el Rvdo. Padre Mansueto de Puerto Maurizio que vino a sustituir al Rvdo. Padre Lorenzo de Verona, capellán del Manicomio Nacional, recientemente fallecido. En diciembre de 1881 llega el Rvdo. Padre Emilio de Strevi, que se desempeña como Superior de la misión y el Rvdo. Padre Nicolás de Castiglione que llegó a ser párroco de los Pocitos entre junio de 1882 y diciembre de 1889.

Una figura destacada de este período es la del hermano lego Fray Pablo de Camerino. Este fraile llega en 1870 desde la Prefectura de Chile y tuvo la responsabilidad de recaudar los fondos necesarios para la construcción del convento y templo dedicado a San Antonio de Padua.

En la búsqueda de un terreno para la construcción, fray Pablo se dirige al Sr. Nicolás Migone. Este señor era propietario de una casa y terrenos en el denominado "barrio de las lavanderas" (actual barrio Cordón Sur y Parque Rodó). Estando el Sr. Migone, dispuesto a colaborar con los frailes capuchinos, donó un terreno ubicado entre las actuales calles Canelones, Minas, Magallanes y Soriano.

Una vez obtenido este terreno, se inició la construcción del templo, cuya piedra fundamental fue colocada el 20 de febrero de 1870, con la bendición de Mons. Jacinto Vera.

" ... toda esa zona era 'algo más que campo; eran desiertos de arena y barreales que en ciertas estaciones del año había que tener ánimo valiente para atreverse a cruzar'.

No había, para dirigirse a esa localidad, tranvías ni servicio público de locomoción...

Algunos árboles, grandes pitas, e ingratos pastizales iban disputando el terreno a las arenas de la playa ..."[39].

En pocos meses, el 4 de octubre de 1870 se pudo inaugurar la primera parte de la obra del convento y se instaló la capilla provisoria.

Las acciones por la construcción del templo definitivo continuaban, y el 8 de setiembre de 1872 se formó una comisión protemplo con la finalidad de recaudar fondos que permitieran continuar la obra[40]. Recién en 1885 se pudo culminar las obras, y el 13 de junio de ese año es consagrado el templo por el Obispo de Montevideo Mons. Inocencio María Yéreguy y abierto al público al día siguiente.

Cuando en 1891, la misión pasa a depender de la Provincia de Génova se sumó a ella, el primer grupo de genoveses: Angélico de Sestre, como Superior, Clemente de Terzorio, Urbano de Voltri, Alipio de Alba, Felicísimo de Borgofornari y Lucas de Beinette y los hermanos legos fray Nazario de Nese y fray Celso de Serisole[41].  El 20 de mayo de 1896 llegan los Rvdos. Padres Querubín de Ceriana y Celestino de San Colombano.

 

 

II.4.  Los Salesianos

En 1876 llegan al Uruguay los primeros salesianos procedentes de Turín y enviados por el propio Don Bosco bajo la conducción del sacerdote Luis Lasagna.

Este grupo de salesianos venía a instalarse en Villa Colón, zona rural de Montevideo donde fundaron su primera casa: el Colegio Pío IX, centro educativo para varones de vasta trayectoria en el país.

El 13 de diciembre de 1875 arribaba al puerto de Montevideo el Pbro. Juan Cagliero, sacerdote salesiano, de paso hacia Buenos Aires donde se pensaba instalar una casa de esa congregación. En su breve escala en Montevideo, el Pbro. Cagliero se entrevistó con el cura de la Iglesia Matriz Pbro. Inocencio María Yéreguy. En este encuentro, Yéreguy le plantea al sacerdote salesiano la posibilidad de instalar una casa de su instituto en Uruguay, donde tanta falta hacían sacerdotes que pudieran fundar un colegio para varones.

El Pbro. Yéreguy informó al Vicario Apostólico Jacinto Vera de esta entrevista y de inmediato pusieron manos a la obra para gestionar la nueva fundación.

Ya anteriormente, la sociedad integrada por los señores Anacarsis Lanús, Ambrosio Plácido Lezica y Enrique Fynn, había ofrecido a Vera una Iglesia y otras construcciones en la zona de Villa Colón con la finalidad de fundar un colegio para varones. Esta sociedad había comprado a los hermanos Guerra los terrenos destinados a lotear de Villa Colón, el 16 de enero de 1873. Para facilitar la venta de los lotes, instalaron una línea de tranvía tirado por caballos que unía la estación de trenes de Colón con la plaza de la nueva villa, trajeron un jardinero francés que convirtió la villa en una villa jardín, ya que su destino era convertirse en una "pueblo de recreo". También construyeron en el lote Nº 4, una iglesia y dos salones destinados a escuela superior, ubicado entre las calles Pérez Marchena (actual Av. Lezica), Guanahani, Washington y Veraguas. El Sr. Enrique Fynn ofreció la iglesia y el colegio al Vicario Apostólico, previendo que de no ser aceptada por la Iglesia, sería tomada por la Sociedad de Amigos de la Educación Popular u otro grupo.

El 7 de enero de 1876, el Pbro. Rafael Yéreguy (hermano de Inocencio María), secretario del Vicario Apostólico, enviaba una carta a la parroquia de San Nicolás de los Arroyos, en Buenos Aires, donde se hospedaban los salesianos:

"Grande es, en verdad, la necesidad del establecimiento de Colegios que a la vez de proporcionar a la juventud una sólida y completa educación según las diversas carreras a que se encamina, la forma a la virtud por la enseñanza y la práctica de los deberes católicos.

Existe en el Departamento de Montevideo a un cuarto de hora de distancia en ferrocarril en el centro de una población nueva y de verdadero porvenir un edificio construido expresamente para Colegio. Los propietarios de ese Colegio queriendo establecer en él una educación sólida y católica, desearían que la Congregación de los PP. Salesianos aceptase la donación que bajo muy buenas condiciones hacen del establecimiento  y terrenos sitos en la misma población.

Excuso encarecer a V.R. el mucho bien que reportaría a la juventud de este país el establecimiento de los PP. Salesianos, que estoy persuadido serían pronto llamados a establecerse en otros puntos.

... me atrevo a pedir a V.R. que haciendo un pequeño paréntesis a sus ocupaciones, venga lo más pronto que le sea posible a Montevideo a fin de enterarse  de todo, ver el local y edificio y resolver lo que juzgue conveniente[42]."

Aunque no conocemos la respuesta del Padre Cagliero, una carta del mismo a Don Bosco de mayo del mismo año, le informa que viajará a Uruguay ante el pedido del Vicario Apostólico y que ve posibilidades de llegar a un acuerdo.

De paso en Montevideo, Cagliero se entrevista con Vera y con Rafael Yéreguy, quien se encarga de las negociaciones y el 24 de mayo escribe a Don Bosco:

"Le escribo desde la capital de la República Oriental del Uruguay para decirle que prepare personal y para el nuevo colegio de Villa Colón"[43].

Sensibilizado ante las enormes necesidades de la Iglesia uruguaya que le presentan Vera y Yéreguy y conforme con las seguridades brindadas por los agentes privados y por la jerarquía local, Cagliero acepta la fundación.

Iniciadas las negociaciones, entre Enrique Fynn (a nombre de los donantes), Rafael Yéreguy (por la Iglesia local) y Juan Cagliero (por los salesianos), se acordó que la sociedad donara el edificio y 40.000 varas cuadradas de terrenos circundantes, mientras que los salesianos se comprometían a recibir como alumnos externos a "hijos de inmigrantes pobres distinguidos por su piedad y estudio".

De inmediato se formó una comisión con la finalidad de conseguir fondos para la instalación y equipamiento del colegio.

Por problemas judiciales de la sociedad Lezica, Lanús y Fynn, la escrituración se vio demorada, lo que dio tiempo a Cagliero y a Don Bosco para conseguir los ocho sacerdotes que se necesitaban para la nueva fundación.

Finalmente, el 21 de setiembre de 1876 se firma la escritura por la cual la sociedad Lezica, Lanús y Fynn dona en perpetuidad al Superior de la Congregación Salesiana de Turín don Juan Bautista Bosco, el terreno y la edificación con destino a iglesia y colegio.

El 11 de diciembre del mismo año llegó a Montevideo, el primer grupo de salesianos: Luis Lasagna, futuro director del Colegio Pío, Miguel Fassio, Agustín Mazzarello, los acólitos Luis Farina, Ghisalbertis, etc.

Decía Don Bosco en su carta de presentación a Mons. Vera:

"Mis misioneros van con buena voluntad; su número es de once: tres sacerdotes aprobados para la confesión y predicación;: cuatro son maestros y cuatro coadjutores, que pueden ejercer el magisterio y dedicarse también a diferentes materiales[44]."

Así se establece el primer grupo de salesianos en el Uruguay, que sería seguido por otros misioneros en los siguientes años.

 

 

26/12/1876

Luis Lasagna, Miguel Fassio, Agustín Mazzarello, Estanislao Farina, Carlos Ghisalbertis, Juan Barberis, Antonio Bruno, Santiago Ceva, Antonio Iardini, Antonio Roggero.

11/12/1877

Santiago Costamagna, Tomás Betinelli, José Gamba, Pedro Rota, Alejandro Vergnano, Juan Cornelio, Benvenuto Graziano, José Mandrino.

2/1/879

José Beauvoir, Carlos Cipriano, Miguel Borghino, Carlos Peretto, Luis Calcagno, José Quaranta.

15/1/1882

Luis Lasagna, Lorenzo Giordano, Juan Rosetti, Santiago Giovannini, Domingo Albanello, Domingo Delpiano, Teodoro Massano, Domingo Zatti.

1886

Benito Varaldi.

1887

Jerónimo Migliarina, Sebastián Gastaldi, Félix Guerra, José Misieri, Luis Morandi, Juan Alassio, Sebastián Bussa, Valentín Barbieri, Carlos Dugnani.

1888

Elías Colombo.

1889

Luis Marchiori, Juan Crippa, Federico Gioia, Atilio Mazzuchelli, Agustín Zanella, Guillermo Guizioli.

1890

José Castagno, Nicolás Moser, José Menichinelli.

1892

Antonio Malán, Pedro Marchioni.

1893

Felipe Testa, Ángel Benove.

1894

Ricardo Pittini, Luis Comoglio, Marino Guerra, José Bettini, Pedro Foglia, José Ario.

1896

Guillermo Piani, Celestino Bramante.

 

II.5.  Las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas)

Un año después del arribo de los primeros sacerdotes salesianos, llega a Uruguay el primer grupo de hermanas salesianas. Este instituto religioso había sido creado por Juan Bosco seis años atrás, con la misión de que "las hermanas hicieran por las niñas lo que los Salesianos hacen en favor de los niños".

La señora Elena Jackson había solicitado a Don Cagliero (sacerdote salesiano establecido en Villa Colón), que hiciera gestiones para establecer una comunidad de hermanas que atendiera un colegio para niñas de la zona.

Como fruto de la acción de Don Cagliero, se embarcaron en Turín el 14 de noviembre de 1877, las primeras Hijas de María Auxiliadora, con destino a la Villa Colón y acompañadas por ocho sacerdotes salesianos que también venían a engrosar las filas de los salesianos en el Río de la Plata. Este primer grupo lo integraron seis religiosas: Sor Ángela Vallese (directora del grupo), Sor Teresa Mazzarello, Sor Teresa Gedda, Sor Ángeles Denegri, Sor Ángela Cassulo y Sor Juana Borgna.

 La misma señora Jackson costeó el viaje de las primeras religiosas, que culminó el 12 de diciembre cuando llegaron al puerto de Montevideo.

Una vez en el puerto, debieron permanecer cinco días en cuarentena en la Isla de Flores. Cuando por fin pudieron desembarcar, eran esperadas por el Vicario Apostólico Mons. Jacinto Vera y por Don Luis Lasagna, director del Colegio Pío.

Apenas llegadas a Uruguay, y dado que aún no estaba pronta la casa en que se instalarían, se hospedaron provisoriamente en el Monasterio San José de las Hermanas Salesas.

El 3 de febrero de 1878 pudieron tomar posesión de la nueva casa en Villa Colón, que había sido cedida por el Sr. Enrique Fynn en la actual Avenida Lezica esquina Iturbe.

A principios de 1879 arribó al país un segundo grupo de diez hermanas, dirigidas por Sor Magdalena Martini, de las cuales seis siguieron el viaje hasta Argentina y cuatro se establecieron en Uruguay.

A finales del mismo año, las hermanas se mudaron a otra casa, propiedad del Sr. Carlos Uriarte, que pronto compraron con la ayuda de la familia Jackson, ubicada entre las calles Niña, Pérez Marchena (actual Avenida Lezica) y Fulton. Esta nueva casa se encontraba más cerca del Colegio Pío, lo que favorecía que las hermanas estuvieran más acompañadas, pero su espacio no permitía continuar con las clases para niñas ni con el oratorio que ya habían iniciado.

Durante los primeros años de instaladas en Montevideo, las hermanas estaban bajo la dirección de los padres salesianos, y especialmente acompañadas y animadas por Don Luis Lasagna y Don José Gamba.

El 12 de marzo de 1887, se establece la Inspectoría en la casa de Villa Colón donde funcionó hasta 1899 en que es trasladada a la Escuela Taller de Montevideo[45].

Los grupos de misioneras salesianas continuaron llegando a Uruguay en los años siguientes: en 1881 llegan diez nuevas hermanas; en 1889 otras cinco; en 1893, cuatro; y en 1895 llegan otras cuatro hermanas.

  

II.6.  Las Hermanas Capuchinas

Las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, entraron en Uruguay en el año 1892, a instancias del sacerdote capuchino Angélico de Sestre. Este sacerdote, era el superior de los capuchinos en Montevideo y había recibido el pedido de las autoridades del nuevo Hospital Italiano, de procurar religiosas para atender el mismo, no por la presencia religiosa (ya que los dirigentes eran masones), sino porque constituían una garantía de seriedad ... y de ahorro. Los directivos del Hospital se comprometían a solventar el viaje del P. Angélico y de las hermanas, así como un sueldo para éstas.

El 28 de abril, el P. Angélico llegó al convento de las hermanas en Génova y puso al tanto a la Madre Francisca de los contactos realizados en Montevideo para su empleo en el Hospital Italiano)[46]. No le costó demasiado convencer a la superiora de la utilidad de las hermanas en la atención de los italianos residentes en Montevideo.

En pocos días más se decidía el traslado del primer grupo de capuchinas a Montevideo. El 3 de mayo de 1892 partieron, en el barco "Duque de Génova", cuatro hermanas bajo la dirección de la Madre Francisca de Jesús: Magdalena, Anunciata y Cayetana.

Llegaron al puerto de Montevideo el 25 de mayo de 1892, y se dirigieron a hospedarse en el convento San Antonio hasta obtener la autorización para ingresar al Hospital Italiano.

En mayo de 1893, teniendo a tres hermanas enfermas, se consigue instalarlas en una casa de la Sra. Isidora Ussaz, hasta que logran alquilar, con el apoyo de varias señoras, una casa en la calle Gaboto, que se convierte en el primer convento de las capuchinas en Montevideo. Al año siguiente alquilaron dos casas en la calle Colonia, y allí se multiplicaron las actividades de las hermanas:

"El trabajo, queridas hijas, no nos falta; ahora, además de la asistencia a los enfermos en las familias, que siempre tenemos un buen número, estamos ocupadas en preparar flores y ornamentos para la iglesia de nuestros RR. Padres [capuchinos], para la festividad de San Antonio y para la bendición de las nuevas campanas.

En casa tenemos algunas muchachas que frecuentan el taller; se da catecismo a las jovencitas que se preparan para la primera comunión. En suma, el tiempo está tan ocupado, que pasa sin que nos demos cuenta"[47].

El 21 de marzo de 1896 se instalan en Nuevo París y en junio de 1898 en una segunda casa en la calle Rivera. En pocos años las capuchinas tienen en el país cuatro casas: el Hospital Italiano, dos en el centro y una en Nuevo París.

Mientras tanto continuaban llegando grupos de misioneras a fortalecer las obras en Uruguay[48].

VIAJE

FECHA DE LLEGADA

RELIGIOSAS

1º.

25 de mayo de 1892

4

2º.

26 diciembre 1892

6

3º.

2 Abril 1893

4

4º.

Abril de 1894

1

5º.

Agosto de 1894

5

6º.

Abril de 1895

3

7º.

Febrero de 1897

4

8º.

Setiembre de 1897

9

9º.

Octubre de 1898

9

En 1900 la Sra. Elena Heber de Gallinal hace edificar una casa más amplia y cómoda para la comunidad en la calle Minas, donde se instaló el Noviciado y una enfermería.

Cercana a esta casa funcionaba una "casa de protección a la joven", en la que dos hermanas enseñaban tareas del hogar a las jóvenes pobres (costura, planchado, etc.), brindándoles herramientas para trabajar. En 1907 esta casa se vio desbordada de chicas, por lo que debió ser trasladada junto a las Vicentinas en la calle Reconquista.

II.7.  La Misión Menor Franciscana

 Un grupo de franciscanos menores italianos se encargaba, hasta 1860, de la atención de la Capilla de Ejercicios que se encontraba en la parroquia San Francisco.

En ese año una medida disciplinaria impuesta por el Superior fray Cándido de Nonantulo a uno de los religiosos, fray Daniel de Fogia, fue la causa de un conflicto en el que se vieron involucrados: la congregación, la jerarquía local y las autoridades civiles.

La pena puesta por el superior de la comunidad, implicaba el destierro de fray Daniel, medida que se concretó con la participación de la policía. Este hecho generó un conflicto entre el Vicario Jacinto Vera y el gobierno uruguayo respecto a la jurisdicción eclesiástica de las órdenes religiosas.

Vera, buscando aliados en esta "pulseada" con el gobierno, recurrió al Visitador de la Orden en el Río de la Plata, Fray Antonio Francisco Orzieri, quien le dio la razón y dispuso el retiro de la misión franciscana del Uruguay[49].

 

 

 

CAPITULO III:

 

 

APORTES A

LA CONFORMACIÓN

DE LA

IGLESIA URUGUAYA

 

 

III.1.  Las Hermanas del Huerto

III.1.1.  Catequesis y evangelización

La labor misionera de las "hermanas de la caridad" se centraba en la atención religiosa de los pacientes atendidos en los hospitales, de las niñas que concurrían a sus colegios y de los inmigrantes italianos.

En los hospitales, a los enfermos se les enseñaba "los deberes de la Santa Religión". En distintos informes se resaltan las conversiones y el acercamiento a los sacramentos de muchos de ellos; especialmente se destaca la tarea evangelizadora sobre las personas de origen masón, protestante o indiferentes que hicieron su primera comunión en el hospital. Como ejemplos se cita el bautismo de dos protestantes internados en el Hospital de Crónicos, o el de una madre y sus dos hijos, también protestantes, que se convirtieron al catolicismo en la capilla del colegio Nuestra Señora del Huerto, o el de una mujer judía que quiso ser bautizada en la misma capilla, etc.

Respecto a las conversiones que se producían en el Hospital de Caridad, un informe que la Hna. María Vicenta Pedemonte envió a sus superioras en mayo de 1879, nos dice:

"Cuando estos pobrecitos entran en el Hospital [hace referencia a los pacientes no creyentes] llevan impreso en su semblante la huella del pecado; después con la ayuda del Señor cambian como del día a la noche, se convierten en dóciles corderos, reciben con gran devoción los Santos Sacramentos y resignados expiran en el beso del Señor. Hace pocos días, tres hombres que responden a esta descripción fallecieron aquí. Uno hacía veinte, el otro treinta y el último cuarenta años que no se habían confesado, unidos en una sola idea, el odio mortal hacia el Ssmo. Sacramento hasta el punto que no querían oír hablar de él. La Virgen Santísima a cuyo corazón maternal los encomendamos ... volvió a ellos una mirada maternal, les hizo conocer el grave peligro en que se hallaban, de modo que ellos solos pidieron la confesión, recibiendo después con gran devoción la Santa Comunión, muriendo los tres en forma tal, que no han dejado duda respecto a su eterna salvación[50]."

Con motivo de la epidemia de cólera, fue necesario reforzar la atención de los habitantes de la ciudad. En enero de 1887, estalló un brote de cólera entre los soldados del Tercer Batallón de Cazadores y para la atención de estos soldados

"se destinaron cuatro hermanas, cuya llegada fue un alivio enorme para los pobres soldados, que siempre se mostraron respetuosísimos con ellas ... No sólo los enfermos se confesaban, sino también los sanos y los más jóvenes aprendían el catecismo que les enseñaba un Padre jesuita. Un oficial enfermo quiso hacer su confesión pública por mas que el sacerdote le asegurara que no era necesaria[51]."

 

III.1.2.  Las vocaciones religiosas

La llegada de las Hermanas del Huerto posibilitó que jóvenes con vocación religiosa pudieran ver cumplido su deseo ingresando en esta comunidad. Previendo la entrada de jóvenes uruguayas, las hermanas establecieron un noviciado que funcionó en su casa del Hospital, hasta el año 1869.

Ya el 25 de julio de 1857 ingresó la Srita. Eufrasia Duthu como primera postulante. Ésta fue seguida por Cecilia Soler, Petrona Barbot, Carmen Llambí y Emilia González, todas uruguayas, que hicieron su Vestición el 6 de enero de 1859.

A pesar de la extensión de la cita, resulta interesante detenerse en el relato de la ceremonia de las primeras vesticiones religiosas femeninas que se conocen en nuestro país, lo que se constituyó en una verdadera fiesta popular:

"El distinguidísimo presidente D. Juan Ramón Gómez [...] puso todo su cuidado para que la primera vestición fuera espléndida y solemne y comenzó los preparativos un mes antes. Hizo adornar las dos calles que pasan cerca del Hospital con arcos de follaje. Tres grandes mástiles colocados a cierta distancia, llevaban banderas y escudos con las armas de la República como trofeo. Quiso que hubieran fuegos artificiales, los que adquirió en Río de Janeiro; y la noche del 5 de enero hubo una bella iluminación del Hospital, mientras desde el pórtico una banda militar deleitaba con suaves sinfonías y las campanas eran echadas a vuelo; así es que, a todos les parecía asistir a una pública solemnidad, de esas que suelen conmover enteras poblaciones.[...] Para que la ceremonia fuese más espléndida, se eligieron como madrinas de las jóvenes las más conspicuas señoras de Montevideo y fueron: las esposas del Presidente de la República y del Hospital; la señora que presidía la Sociedad de Beneficencia y otras dos tan ilustres como las mencionadas. Cuando llegó la hora un regimiento de soldados estaba apostado, parte en el patio del Hospital, y parte fuera de él, mientras dos bandas de música una en la puerta del Hospital y otra en la de la Capilla, amenizaban el acto. Las postulantes con trajes de seda blanca regalo de las madrinas, cubiertas de diamantes y de joyas preciosas, coronadas de rosas blancas y envueltas en grandes velos de blonda, por la modestia y por la alegría que demostraban parecían ángeles; así que su aparición conmovió profundamente llorando muchos de ternura. Después de haber dado la vuelta al hospital, al son de las marchas de la música militar, salieron acompañadas por las madrinas, haciendo ala los señores del Consejo de Administración, para evitar el avance de la concurrencia y, una vez que entraron en la Iglesia se colocaron en el Sancta Sanctorum, donde las esperaban las Hermanas.   

La Iglesia lucía sus mejores galas; ya estaba toda iluminada y por lo tanto, inmediatamente se entonó el Introito de la Misa que fue celebrada por el Rdmo. Sr. Vicario Apostólico, acompañado por los mejores cantores de la ciudad. Después se efectuó la ceremonia de la vestición y cuando llegó el momento de cambiarse de traje, se retiraron acompañadas por las madrinas, de algunas Hermanas y de algunos Sacerdotes. Al cruzar por los patios del Hospital de vuelta a la Iglesia, ya revestidas con el Hábito Religioso y llevando la cruz sobre los hombros, como es costumbre, los soldados y cuantos asistían, al verlas pasar se pusieron de rodillas; tanta era la veneración que inspiraban las nuevas religiosas. Al entrar en la Iglesia todos se emocionaron y muchos no pudieron contener el llanto. La sagrada ceremonia se siguió con todo orden [...]  En la noche de ese día que fue verdaderamente de universal alegría, el pueblo acudió numerosísimo a la bendición con el Ssmo. Sacramento y después hubo iluminación, fuegos artificiales y concierto dado por las bandas militares[52]."

Estas hermanas tomaron los nombres de María de los Ángeles, María Dolores, María de la Concepción, María de la Piedad y María de las Mercedes y realizaron su Profesión religiosa el 18 de marzo de 1860.

El ingreso de jóvenes uruguayas a la congregación de las "hermanas de la caridad" continuó en los años siguientes, con señoritas provenientes, tanto de familias acaudaladas como humildes, de Montevideo y del interior.

A continuación ofrecemos un cuadro con las jóvenes ingresadas al noviciado del Huerto hasta 1875:

 

 

 

FECHA DE VESTICIÓN

NOMBRE CIVIL

6/1/1859

Cecilia Soler, Petrona Barbot, Eufrasia Duthu, Carmen LLambí, Emilia González.

18/3/1860

Ana Martínez, Prudencia Sánchez.

23/10/1861

Filomena Gutiérrez, Clara Piombo, Victoria Sienra.

23/11/1862

Margarita Cumulat, Fortunata Imas, María Vera.

31/3/1863

Giovanna Arvallo.

18/7/1865

Ofelia González.

1/4/1866

Carmen Sellanes.

3/3/1867

Catherina Pittamiglio.

28/6/1868

María Sienra.

16/1/1870

Irene Lima.

3/7/1870

Domitila Ifran, Felicita Ifran, Cipriana Mendieta.

2/2/1871

Eleonora Pais.

12/4/1874

María Besano.

11/4/1875

Rosa Raggio.

     

 

 

II.1.3.  La Cofradía Nuestra Señora del Huerto

Apenas llegadas a Uruguay, las hermanas vieron la necesidad de ofrecer una atención especial a los residentes italianos, tratando de evitar que "al principio por la ignorancia del idioma, empiezan por dejar de frecuentar la Iglesia, y poco a poco se enfrían en ellos los ejercicios de la piedad y la Religión..."[53].

Así es que en 1869 instituyeron la Cofradía Nuestra Señora del Huerto, con la misión de alimentar la fe de los italianos que se alejaban de las prácticas religiosas.

Si bien la devoción de los italianos a Nuestra Señora del Huerto en Uruguay, es anterior a la llegada de las hermanas, éstas la promovieron con la creación de la cofradía y la realización de celebraciones para los italianos en los días de precepto. Otra finalidad de la cofradía era fomentar la fraternidad entre los italianos y el auxilio a los peninsulares enfermos.

En 1875 se aprueba el reglamento de la cofradía, en el que se establece que los destinatarios de la cofradía eran los italianos y debían ser de esa nacionalidad el Superior, los dos Asistentes, el Secretario, el Tesorero y por lo menos ocho Consultores".

Pronto la cofradía contó con la participación de numerosos italianos que asistían a las festividades organizadas por las hermanas.

"Se inscribieron en gran número artistas, agricultores, y toda clase de italianos que acudían en los días de fiesta a la capilla del Hospital, para asistir a la santa misa, a la explicación del Evangelio y del catecismo, y a otras piadosas distribuciones; asistían a las magníficas fiestas que se celebran siempre en los meses de julio y setiembre en honor de la Virgen del Huerto, y compartían la frecuencia de los santos sacramentos y daban otras manifestaciones de piedad cristiana[54]."

III.1.4.  La Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada y de Santa Inés

Esta congregación laical fue establecida en el Colegio Ntra. Sra. del Huerto por la Rvda. Madre Luisa Solari en el año 1875.

La congregación estaba integrada por alumnas y ex-alumnas del colegio y del internado, permitiéndose también la participación de otras niñas de la zona.

La finalidad de la congregación era la evangelización de las niñas y señoritas y de sus familias, a través de su influencia, destacándose los "benéficos efectos" de la Pía Unión en las familias en "casos de virtud, mejoramiento de las costumbres, de conversiones ...", etc.

Esta asociación se reunía los domingos en la capilla del colegio donde después de "cantar el pequeño Oficio a la Virgen, oyen la Santa Misa".

 

 

III.2.  Las Hermanas Salesas

III.2.1.  La clausura y las obras de apostolado

Lo característico de la espiritualidad de las Hermanas de la Visitación es la vida contemplativa y la clausura. Fue la primera congregación de clausura que se establece en el país y constituyó un testimonio distinto, al que la Iglesia uruguaya no estaba acostumbrada. Por otra parte, el gobierno uruguayo tenía interés en la introducción de congregaciones religiosas, en tanto éstas, brindaran un servicio a través de la enseñanza, la atención de enfermos u otras actividades de tipo social.

Las Hermanas de la Visitación, debieron entonces relativizar la clausura con actividades educativas, atención de cofradías como las Hijas de María, de un pensionado, etc.

El 5 junio de 1889, la Superiora del monasterio solicitó al Sr. Obispo la autorización para establecer la Guardia de Honor del Sagrado Corazón. En la ceremonia de establecimiento de la archicofradía, su director general, Mons. Mariano Soler decía:

"Es de notarse que la Guardia de Honor erigida en nuestra iglesia [...] se muestra cada vez más fervorosa; numerosos asociados vienen a engrosar sus filas [...] Actualmente, una cincuentena de centros particulares funcionan con un orden perfecto en toda la República y haciendo inmenso bien a las almas"[55].

También las hermanas tuvieron participación en el establecimiento de los Oblatos de San Francisco de Sales. El 7 de febrero de 1897 llegaron desde Ecuador los sacerdotes Juan Lardon y Francisco Amado Saunier, quienes permanecieron poco tiempo en Uruguay y el 19 de octubre del mismo año, llegó el provincial de los Oblatos en Ecuador R.P. Fernando David de Gislain.

Estas actividades se vieron interrumpidas, cuando en 1910, el monasterio recibe el Breve Pontificio del 13 de diciembre del año anterior, en el que se suprimen todas aquellas actividades que pudieran atentar contra la clausura. Se procedió a clausurar el pensionado, los retiros de la congregación de las Hijas de María, la Cofradía de la Santa Infancia, etc. Al respecto una carta del Vaticano del 12 de abril de 1910 puntualiza:

"A fin de que en los Monasterios de Santa María se mantenga en todo su vigor el espíritu de gracia y de oración, conforme al pensamiento de los Santos Fundadores, es menester que sean desembarazadas de las obras exteriores, las cuales por más excelentes que sean, no son de acuerdo al espíritu primitivo y esencial de la Orden, [...] Como en Montevideo no faltan Congregaciones Religiosas a las que pueden incorporarse, el Santo Padre no aprueba que una Asociación de Hijas de María, que reclama tantas atenciones y muy opuestas al recogimiento interior de las Religiosas de la Visitación, sea anexa al Monasterio, por lo que El desea sea disuelta lo más pronto posible[56]."

III.2.2.  Las Vocaciones

En la colecta inicial se preveía que el ingreso a la comunidad de "señoras de nuestra patria, de moralidad y virtudes probadas que se dedicarían a la vida monástica y a la enseñanza de conformidad con el precepto constitucional "cada uno es libre para ocuparse en el ejercicio o industria que mejor le agradare, siendo conveniente para utilidad común"[57].

Desde su llegada al país

"... una multitud de Señoras [...] venían a vernos habiendo muchas de ellas pedido de ser admitidas en nuestra Orden; pero el Sr. Fernández, conociendo mejor que nosotras el espíritu de las Aspirantes, prefirió limitarse a diez, de las cuales cinco fueron las admitidas a tomar desde luego el Sto. Hábito, por las tres Hermanas Fundadoras que tenían voto, las otras dos siendo recién profesas. Las cinco favorecidas fueron las dos Hermanas Zúñiga, las Hnas. Rodríguez, Del Valle y Prego, las otras cinco fueron admitidas en cualidad de pretendientes[58]."

En 1857, en la fiesta del Sagrado Corazón, tomaron el Hábito tres jóvenes. Al año siguiente, hicieron la Profesión las cinco primeras novicias y la toma de Hábito de otras tres "Pretendientas".

 

 

III.3.  Los Salesianos

III.3.1.  Vocaciones y formación

Una vez establecidos en el país y erigida la Inspectoría salesiana en 1881, fue necesario atender a la formación de sacerdotes. El Pbro. Lasagna, primer Inspector en Uruguay, instaló en 1887 la casa de formación en Las Piedras, donde se atendía el colegio y parroquia de San Isidro y en 1905 el noviciado es trasladado al Colegio Juan Jackson de Manga, en terrenos aledaños a la Escuela Agrícola.

Hasta 1904, la formación de los salesianos incluía los estudios de latín y filosofía y a partir de 1905 se incluyen los cursos de teología. Desde 1909, en el colegio de Manga, el instituto teológico de Manga comienza a atender a aspirantes, filósofos y teólogos de otras inspectorías.

El primer encargado de la formación de los sacerdotes fue el Pbro. José Gamba (1887-1888), seguido en el período que abarca este estudio por los sacerdotes Carlos Cipriano (1889-1893), Pedro Rota (1894-1895), Félix Guerra (1896-1899), Guillermo Piani (1900-1911) y Ricardo Pittini (1912-1921).

Para el mantenimiento de la casa de formación y de los estudiantes, en estos años funciona la Obra de María Auxiliadora pro vocaciones.

III.3.2.  Los oratorios festivos

Los oratorios festivos, constituyen unas de las obras mas características y particulares de los salesianos. Estos constituyen un esfuerzo por atender a los niños más carenciados de los colegios, pero también y fundamentalmente de los barrios donde se instalan.

Los oratorios son lugares donde se "enseña el catecismo" y la moral cristiana, buscando apartarlos de "las malas compañías" del alcohol y el juego.

En los oratorios se cantaba, se jugaba, también se ofrecía la merienda. Se ofrecían funciones de títeres y teatro que los mismos niños representaban; se repartía una publicación llamada "El Amigo de la Niñez" en la que tuvo un importante papel el Padre Ricardo Pittini, más conocido por su apodo de "Chicharrita". Más adelante, ya fuera de nuestro período de estudio, será incluido entre las actividades de los oratorios, las funciones cinematográficas, especialmente las "matinés" de los domingos.

El primer oratorio festivo abierto en el país, fue el del colegio Pío, en 1878. A este oratorio concurrían los niños de la zona del Pantanoso, a donde los alumnos del colegio enseñaban el catecismo.

Ya en 1880 se crea la asociación "Amigos del Pueblo", que luego sería la Sociedad de los Oratorios Festivos. En esta asociación se nuclearon los oratorios de Villa Colón, Las Piedras, La Paz, la Unión y otras zonas en las cuales los alumnos salesianos brindaban formación humana y religiosa a los niños de esos barrios.

Los ex-alumnos, nucleados en asociaciones por colegio, eran los que atendían los oratorios. Éstos eran catequistas, animadores, directores técnicos de "balompié" o "foot-ball" (como se llamaba en la época a nuestro principal deporte), los que organizaban las rifas, los repartos de golosinas, las kermesses, los certámenes deportivos. En la formación de los sacerdotes salesianos, estaba incluida la preparación para la animación de los oratorios festivos.

Por estos oratorios, pasaron muchos niños -no asistentes a colegios católicos- que luego serían activos protagonistas en los sindicatos cristianos, en los círculos, en las uniones católicas, etc.

Sin duda, los oratorios festivos constituyen un aporte de principal significación en las formas que la Iglesia uruguaya ha conocido, de llegar a los niños y jóvenes y es este un mérito de los salesianos.

III.3.3  La veneración a María Auxiliadora

En 1898, por iniciativa del Arzobispo de Montevideo Mons. Mariano Soler, se determina erigir un templo votivo a María Auxiliadora en la iglesia del colegio Pío, que estaba dedicada a Santa Rosa de Lima, "como homenaje de Uruguay a Cristo Redentor"[59].

Fue encargado de la realización de la obra, el Padre Pedro Rota, director del colegio y fue inaugurada el 14 de diciembre de 1901.

La importancia de este templo para la Iglesia uruguaya, consiste en la veneración que esta advocación de la Virgen recibe, desde esa fecha entre gran cantidad de fieles católicos, especialmente entre aquellos más vinculados a la congregación salesiana.

 

 

III.4.  Las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas)

III.4.1.  Las vocaciones

Apenas llegadas al Uruguay, recibieron la primera solicitud de ingreso de la Srita. Laura Rodríguez, quien se integró a la comunidad el 22 de marzo de 1878, y recibió el hábito el 8 de setiembre del mismo año.

El Noviciado fue establecido en la casa de Villa Colón, hasta el 20 de mayo de 1911, en que, con motivo de la nueva puesta en vigencia de la ley de Conventos de 1885, las cinco novicias que vivían en Villa Colón, deben ser trasladadas al Noviciado de Buenos Aires, hasta 1923 en que éste es reintegrado a Villa Colón[60].

Para el mantenimiento del Noviciado, fue creada la Obra de las Vocaciones, integrada por "bienhechoras de las vocaciones". Habían las "bienhechoras" que hacían una pequeña contribución habitual pero sin plazo fijado, las "madrinas" de una vocación, que por un mínimo de dos años colaboraban con una mensualidad de diez a quince pesos y con esto proporcionaban a la novicia ahijada la dote requerida por el Reglamento y las bienhechoras perpetuas que colaboraban con una mensualidad de por vida o dejaban legados a favor de la Obra de las Vocaciones[61].

III.4.2.  Las Asociaciones Piadosas

En los colegios y casas de las Hijas de María Auxiliadora, abundaron las asociaciones piadosas laicales como las Hijas de María, las Devotas de María Auxiliadora, la Asociación de los Santos Ángeles, las Cooperadoras Salesianas. En todas ellas se promovía la veneración a María Auxiliadora entre las niñas, jóvenes y señoras de los distintos estratos sociales.

Entre las cooperadoras de los primeros tiempos se contaban las señoras Elena Jackson, Mercedes Horne de Azúa, las señoras de Algorta, de Acosta, de Migone, de Carranza, etc.

III.4.3.  Los oratorios festivos

Los oratorios festivos, constituyen la gran novedad de la obra de los salesianos y las salesianas en cuanto a formas de evangelización se refiere en nuestro país, partiendo de la necesidad de nuclear, ocupar y catequizar a las niñas más pobres. En todos los colegios de las hermanas se abrieron oratorios festivos, que eran atendidos por las alumnas, ex-alumnas y otras señoras de buena voluntad.

En los oratorios las niñas juegan, se les repartía ropa, juguetes y golosinas, se organizaban rifas con el fin de adquirir útiles escolares y otros elementos, etc.

III.4.4.  La instrucción religiosa y moral

En todos los colegios y casas de las Hermanas de María Auxiliadora la enseñanza de la religión y la educación en valores morales tenía un lugar preferencial.

A través de las distintas obras de las salesianas: oratorios festivos, internados, colegios externos, clases nocturnas, sindicatos femeninos y escuelas de religión para las niñas que concurrían a escuelas laicas, el catecismo y la transmisión de valores como el trabajo, la honradez, el esfuerzo por la superación, tienen un lugar destacado y primordial.

El esfuerzo continuo por llevar a la Primera Comunión a las niñas, jóvenes y señoras que se acercan a las obras, por regularizar a través del sacramento del matrimonio a aquellas parejas que no lo hubieran hecho, marcan una constante en la labor apostólica de las hermanas.

III.4.5.  La unión de ex-alumnas

Las ex-alumnas, conformadas en una asociación, participan en la tarea de educación de las nuevas generaciones, colaborando en la enseñanza del catecismo, en la atención de los oratorios, dictando clases, organizando actividades de beneficencia, etc.

"La posición social de que gozan algunas de ellas, les permite inclinar hacia su querido Colegio las simpatías del Gobierno o de las altas esferas políticas y sociales, y en todos los casos la influencia perseverante y dulce de la mujer bien formada religiosa y socialmente, las hace capaces de extender la acción de sus maestras a todos los lugares a donde ellas materialmente no podrían llegar"[62].

En cada colegio se constituyó un centro de ex-alumnas dirigido por una Comisión Directiva, que estaba vinculado a un centro por Inspectoría y éstos, a su vez, a un centro general con sede en Niza.

 

 

III.5.  Los Capuchinos

III.5.1.  Las Asociaciones Piadosas

Los capuchinos fundaron en los lugares en que se instalaron, distintas asociaciones piadosas para hombres, mujeres, niños y niñas, algunas de las cuales conocieron épocas de auge en las postrimerías del siglo pasado y principios del actual.

La Congregación de María Inmaculada y San Antonio de Padua, es erigida canónicamente el 16 de abril de 1899, funcionando en la iglesia de ese nombre con una sección para niños y otra para niñas de la zona[63].

La finalidad de esta asociación era la formación religiosa de la infancia, buscando "burlar la astucia y satánica perfidia de los que quieren arrebatarles la fe y la inocencia". Al respecto se dice:

"No hay duda que los niños son los seres más expuestos a caer en los lazos del demonio. Sin criterio propio juzgarán de las cosas como les enseñen a juzgar; sin voluntad firme querrán lo que les enseñen a querer; sin objeto determinado serán conducidos hacia donde los empujan.

Los enemigos de la Religión, abortos monstruosos de la humanidad, abusando de la importancia de las facultades intelectual y moral del niño, pervierten su inteligencia y voluntad, a la primera con ideas perniciosas, a la segunda con deseos inmorales.

[...] Para que el niño no pierda completamente la idea de su destino inmortal, ... se levantan en Montevideo esforzados campeones que disputan a brazo partido al enemigo la dirección de la juventud. ..."[64]

Entre las asociaciones creadas queremos mencionar, especialmente, la Pía Unión de San Antonio, la cofradía de Nuestra Señora del Corazón de Jesús, la Asociación Catequística, la Obra de las Vocaciones Seráficas, la Conferencia Vicentina de Caballeros, la Liga de Damas Católicas, la Adoración Perpetua, la Obra de la Propaganda de la Fe, las Hijas de María.

III.5.2.  El Centro "Dios y Patria"

El 8 de diciembre de 1902, a impulsos de Rvdo. Padre Celestino de San Colombano, fue fundado el Centro "Dios y Patria" como círculo social y cultural para jóvenes. Muchos de los jóvenes que frecuentaban este centro, luego serían connotados militantes de las obras de la "causa católica".

Posteriormente, este centro cambió su nombre por el de "Centro Dámaso Larrañaga" hasta el año 1925 en que cesó sus actividades.

III.5.3.  Las vocaciones

A poco de establecerse en Montevideo, los capuchinos tuvieron su primera vocación en la persona del joven José Cúneo, quien luego de estudiar en Europa fue ordenado como Fray Vicente de Montevideo.

El 17 de marzo de 1891 es creado el noviciado, hasta que el 17 de setiembre de 1895 es instalado el seminario capuchino. El primer año, el seminario tuvo como sede el convento San Antonio y el 13 de setiembre del año siguiente fue trasladado a la nueva casa de Nuevo París bajo la dirección del Rvdo. Padre Celestino de San Colombano. Ya con el seminario en Nuevo París, ingresaron los primeros jóvenes, que fueron: José Rey, Santiago Porta, Francisco Santarelli y Emanuelle Gómez.

Años después fue fundada la Obra de las Vocaciones Seráficas con la finalidad de brindar apoyo material y espiritual a los jóvenes postulantes.

En el siguiente cuadro, ofrecemos los datos de los primeros jóvenes uruguayos ingresados en el noviciado capuchino[65].

 

 

NOMBRE CIVIL

VESTICIÓN

NOMBRE RELIGIOSO

José Cuneo

30/10/889

Vicente de Montevideo

José Rey

22/11/896

Francisco Ma. de Montevideo

Santiago Porta

22/11/896

Luis Ma. de Montevideo

Francisco Santarelli

22/11/896

José Ma. de Montevideo

Emanuelle Gómez

22/11/896

Bernardo del Paso Arena

Santiago Seirullo

9/4/897

Angélico de Montevideo

Juan Zoppetti (ital.)

8/12/892

Marcelino de Eudine

Francisco Bersamino

23/2/899

Santiago de Montevideo

José Rodríguez

16/7/901

Lorenzo  de Montevideo

Pascual Antonelli

8/12/906

Buenaventura de Mdeo.

Leovigildo García

13/6/907

Fidel de Durazno

Luis Mazza

19/4/905

Juan Bautista de Melo

Roman Lanota (argen.)

11/6/915

Bernabé de Concordia

III.5.4.  La casa de Nuevo París

La necesidad de contar con un lugar apropiado para la formación de los seminaristas, llevó a que los capuchinos se establecieran en la zona de Nuevo París, luego de algunos intentos de fundación que no pudieron concretarse. Primeramente se intentó instalar la nueva casa en un terreno de la zona de los Pocitos, pero el Obispo ya lo tenía destinado a las Hnas. de la Misericordia; luego se quiso concretar la adquisición de otro en el Camino 8 de Octubre que finalmente fue ocupado por los franciscanos[66].

La zona de Nuevo París, aunque alejada de la ciudad, ya era frecuentada por los capuchinos que concurrían a celebrar misa en el oratorio de la quinta de Schiaffino. Allí, se mostraron interesados por un terreno de propiedad del Sr. Francisco Piria, con el que no pudieron concretar la compra, porque también estaba interesada en él, la Superiora de las Hermanas Capuchinas, la Madre Francisca de Jesús, que quería establecer allí una casa de su congregación. Así es que desistiendo de este terreno, adquirieron uno en la calle Vitoria y el 22 de marzo de 1896 se puso la piedra fundamental de la nueva casa.

El 14 de agosto del mismo año se inauguró la capilla y el 13 de setiembre se estableció la comunidad de frailes y el seminario, en el nuevo convento bajo la dirección del Rvdo. Padre Lucas de Beinette.

La inauguración de la nueva casa fue bendecida por el Obispo de Montevideo Mons. Mariano Soler y oficiaron como padrinos de la ceremonia el Dr. Juan Zorrilla de San Martín y su señora Elvira Blanco de Zorrilla.

En la ceremonia el Dr. Zorrilla decía:

"Como las golondrinas que huyendo del frío, hacen su nido en la hospitalaria tierra que las envuelve en la tibieza de su clima, y crían allí con amor sus polluelos, así estos Padres de la Provincia de Génova han hecho su nido al calor de nuestra hospitalaria tierra uruguaya para criar para Dios y los hombres, esas almas virginales, casi niñas, que Dios ha llamado a una vida de altísima perfección"[67].

Con la creciente concurrencia de fieles a la capilla de Nuevo parís, fue necesario construir una iglesia. El 19 de mayo de 1899, Mons. Pío Cayetano Stella bendijo la piedra fundamental del futuro templo, oficiando como padrinos el Sr. Arturo Heber Jackson y su señora Blanca García de Heber.

El nuevo templo, dedicado a San Francisco de Asís, fue inaugurado por Mons. Soler una vez culminada la primera parte de la obra, el 28 de abril de 1901. La obra terminada fue bendecida el 28 de mayo de 1903.

El 4 de octubre de 1903 se funda la Venerable Orden Tercera en Nuevo París.

Ante el crecimiento de la población de la zona, y el aumento de asistentes al culto y a las distintas actividades devocionales, un decreto del Arzobispo de Montevideo crea la Parroquia San Francisco de Asís, el 30 de octubre de 1919.

III.5.5.  La venerable Orden Tercera

Ya desde la época de la colonia, en 1752, Montevideo conocía la Venerable Orden Tercera, de la que participaban numerosos miembros de las familias patricias de la ciudad.

Con la llegada de los capuchinos fue reinstaurada esta rama de la orden. Los primeros Terciarios fueron la señora Antonia Biscalla en 1871 y el señor Esteban Rocca en 1873.

En 1877 se formó el primer discretorio de la orden, integrado por el Rvdo. Padre Rafael de Panni como director, la Sra. Mónica Goyechea como Ministra y la Sra. Catalina Aguerre como Vice Ministra.

III.5.6.  El Centro Monseñor Mariano Soler

El 25 de julio de 1909 el Rvdo. Padre Benito de Moano, convoca a un grupo de jóvenes católicos a una reunión en Nuevo París, con la finalidad de proponerles fundar un centro que agrupara a los jóvenes de la zona.

De esa reunión surgió el Centro Mons. Mariano Soler y quedó conformada su primera comisión directiva con el Sr. José Romaniello como Presidente Honorario, el Sr. Carlos Savio como Presidente Efectivo y el Rvdo. Padre Benito de Moano como director espiritual[68].

Dada la buena respuesta que logró esta iniciativa entre los jóvenes de Nuevo París, se vio la necesidad de contar con un local apropiado para sus actividades. Así es que el 10 de octubre de 1909, Mons. Ricardo Isasa bendijo la piedra fundamental del nuevo edificio destinado al Centro Mons. Soler, contiguo al convento de Nuevo París[69].

"El Centro Soler es una institución ... que trata de congregar a la juventud de Nuevo París y sus adyacencias, para ofrecerles en los actos piadosos y de fe, la paz y tranquilidad de espíritu; en las conversaciones sobre temas teológicos, históricos, literarios y científicos, luz para alimentar las lumbreras de la fe, convicción para afianzar la veracidad de nuestra sacrosanta religión ..."[70]

El centro ofrecía a los jóvenes, un espacio donde formarse y debatir sobre los diversos temas de actualidad, en el estilo de los "círculos de estudios", pero también promovía la sana recreación y la práctica de deportes, como el "foot-ball" y la pelota vasca.

III.5.7.  La Capilla Votiva de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús

Cuando en la primera década del siglo, en la localidad de Punta Carretas sólo había establecidas unas cuantas familias y otras tenían allí su casa de veraneo, los capuchinos iban a celebrar misa en capillas particulares, como las de las señoras Nicolasa Bonaldi y María Baratelli.

Un grupo de católicos sentía la necesidad de una mayor presencia de la Iglesia Católica en la zona, ya que había allí "formidables agrupaciones de anarquistas y protestantes [que] se han arraigado persiguiendo a los católicos por todos los medios a su alcance"[71].

Con este objetivo, en 1917, el Consejo Superior de la Liga de Damas Católicas del Uruguay impulsó la iniciativa de formar un Comité Pro-Capilla Votiva de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús.

Este comité tuvo su sesión fundacional el 6 de mayo de 1917 con la participación de señoras de la zona y del Rvdo. Padre Evaristo de Castiglion (florentino).

 Para esta obra ya se contaba con un terreno adquirido previamente, pero luego se consideró que era mejor rifarlo y destinar los fondos a la construcción, obteniendo un predio ubicado en una esquina que donó el Sr. Bernardino Ayala.

De inmediato se inició la campaña de recolección de fondos a cargo de los comités de la Liga de Damas para la construcción del templo votivo y el 17 de junio del mismo año se colocó la piedra fundamental de la capilla.

El 23 de diciembre de 1918 se libró una parte del templo al culto público y se ofició la primera misa.

Al no contar con una casa en el predio de la capilla para el encargado de su atención, el Rvdo. Padre Agustín de Savona pasó a residir en una casa que fue alquilada en las inmediaciones.

 

III.6.  Las Hermanas Capuchinas

III.6.1.  Las vocaciones

A poco de llegadas a Montevideo, recibieron el pedido de ingreso como postulantes de tres señoritas: Cándida Repetto, Lucila Concepción y María Peirano, que serían las primeras de una larga lista, que ofrecemos a continuación[72].

Recién en 1900 se pudo contar con un local adecuado para Noviciado.

 

NOMBRE

ORIGEN

VESTICIÓN

PROFESIÓN

Cándida Repetto (Sor Ma. Mónica de S. Pío)

Montevideo, 18/4/1867

8/3/1894

23/11/1897

Lucila Concepción (Sr. Ma. Rosa de S. Francisco)

Carmelo, 16/8/1870

8/3/1894

 

María Peirano (Sor Ma. Antonieta de S. Segundo)

Montevideo, 8/7/1860

17/9/1894

 

María Pizzio (Sor Ma. Teresa de S. José)

Montevideo, 19/5/1874

7/10/1895

24/7/1898

Teresa Vicino (Sor Ma. Giuseppina de S.Benedetto)

Montevideo, 5/6/1869

13/6/1896

24/7/1898

María Bersamino (Sor Ma. Agnesse de S. Antonio)

Montevideo, 21/9/1879

13/6/1896

24/7/1898

Adela Zabala (Sor Ma. Feliciana de S. Rafael)

Tacuarembó, 28/8/1877

23/11/1897

22/4/1900

Luisa Sacconi (Sor Ma. Rosa de Ángeles Custodios)

Montevideo, 7/2/1875

23/11/1897

22/4/1900

Josefina Bordeaux (Sor Ma. Emiliana de S. José)

Montevideo, 28/10/1872

23/11/1897

22/4/1900

Paulina Luchini (Sor Ma. Elizabetta de S. David)

Vicino, 18/1/1876

23/11/1897

30/7/1900

III.6.2.  La enseñanza del catecismo

Una vez instaladas en la casa de la calle Colonia comenzaron a enseñar el catecismo, pero no sólo lo hacían dentro de la ciudad, sino que también en zonas más alejadas.

La Sra. Margarita Fazzio, era una terciaria franciscana, propietaria de una casa en la zona de los Pocitos, donde las capuchinas comenzaron a enseñar el catecismo en 1894. Pocitos era, en ese tiempo, un suburbio pobre de la ciudad, y la Madre Francisca tenía interés en fundar allí el noviciado y una pequeña escuela.

La curia poseía una capilla dedicada a Ntra. Sra. de la Misericordia, Virgen de los genoveses, en un terreno propiedad de dos señores "con apellido de Savona": Astengo y Fazzio[73].   Estaban vinculadas a la capilla, las Hijas de Ntra. Sra. de la Misericordia, que se habían retirado a Buenos Aires y habían pedido permiso al Obispo para reinstalarse en ese lugar.

Así se desvanecieron los deseos de la Madre Francisca y de la Sra. Fazzio, que prefirieron hacer caso a la voluntad del Obispo y buscar otro lugar donde instalarse.

En 1895 empezaron la actividad catequística en una zona muy alejada de la ciudad, adonde se llegaba luego de cuatro horas de viaje: la Barra de Santa Lucía.

"Para ir a la barra, todos los domingos se levantaban a las tres y media de la mañana, asistían a la Santa Misa de las 4 en la parroquia del Cordón, luego veinte minutos a pie, "en ayunas", a tomar el tranvía a caballo, que las llevaba a la estación, para subir en el único tren que transportaría la carne a la ciudad: en él viajaban sólo Hermanas y obreros del "matadero"."

La Barra se encontraba bastante poblada a pesar de la lejanía de la ciudad. Sus pobladores eran trabajadores de los mataderos y sus familias.  

Allí alquilaban una habitación donde enseñaban el catecismo a los hijos de los trabajadores.

III.6.3.  La atención de enfermos

Otra de las actividades a que más se dedicaron las hermanas fue a la atención de enfermos en sus domicilios. Esta actividad fue iniciada casi enseguida de llegadas a Montevideo se convertiría en un aspecto característico de su misión en la ciudad. Eran consideradas como excelentes enfermeras y acompañantes de enfermos, que muchas veces, por la peligrosidad de las enfermedades no eran atendidos por nadie.

 

 

 

  

CAPITULO IV:

  

APORTES

A LA SOCIEDAD

URUGUAYA

 

 

IV.1.  Las Hermanas del Huerto

IV.1.1.  El Hospital de Caridad

Cuando el 1º de diciembre de 1856, la Hna. María Clara Podestá se hizo cargo de la dirección del Hospital de Caridad, el mismo contaba con trescientos internos[74]. Era hospital civil y militar, de las marinas francesa, italiana y española, de presidiarios y de mujeres, además de contar con un departamento para enfermos que podían pagar más.

Una vez establecidas, se procedió a redactar un reglamento interno (que fue rápidamente aprobado por el gobierno), en el que se marcaban los derechos y obligaciones de todas las partes integradas en el funcionamiento del hospital: las hermanas, la Comisión de Caridad, los empleados. La Comisión tendría la superintendencia del hospital, se ocuparía de la administración externa, de proveer a las hermanas de lo necesario para el desarrollo de su función, del pago a los empleados y de velar por que se respetaran los derechos de las hermanas por las autoridades civiles y militares[75].

En una publicación del hospital de 1888, con motivo del centenario del nosocomio, se hace la siguiente referencia a la presencia de las hermanas:

"En 1856 llegaron al país, procedentes de Génova, ocho de esas virtuosas mujeres, y en seguida se les dio posesión del Hospital, empezando desde ese momento a ejercer su digno y cristiano ministerio. Desempeñando su piadoso cometido en esos puestos a la cabecera del enfermo, las encontró el horrible flagelo del 57 que arrojaba a las puertas de nuestro Hospital numerosos febricientes, buscando los auxilios y consuelos de la caridad y de la ciencia[76]."

IV.1.2.  La epidemia de fiebre amarilla de 1857

El papel de estas hermanas durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló a Montevideo en el verano y otoño de 1857, fue, sin duda, admirable y digno de elogio. Cuando en pleno verano la epidemia se agravaba y todo el que podía huía de Montevideo hacia el interior,  las hermanas, a pesar de los consejos de muchos, continuaron al frente del Hospital redoblando sus horas de atención.

"... no tenían tregua de descanso, debiendo asistir a los enfermos y a los moribundos y proveer a todas las cosas. Descansaban algunas horas por turno en la noche y de día se turnaban también para tomar con toda urgencia un poco de alimento en las horas menos ocupadas; ..."[77]

Son abundantes los testimonios que refieren a la abnegada labor de las hermanas durante esta epidemia. Al respecto, Msr. Maillefer, Ministro de Francia en Uruguay, dice en una carta a la Madre Superiora:

"En cuanto nos libramos de la epidemia que en forma tan despiadada azotó a esta Capital, mi primer cuidado fue el de informar a mi Gobierno, comunicándole el nombre de aquellos generosos que aliviaron la situación de nuestros connacionales, merced a sus valientes servicios y piadosos cuidados. Entre los héroes de esta cruzada de caridad cristiana que he señalado, ocupan el primer lugar y con buen derecho, Vd. y sus apreciadas compañeras.

He recibido en estos días de S.E. el Conde Valewsky, Ministro de Relaciones Exteriores, el agradable encargo de presentar a su Comunidad el agradecimiento del Gobierno de S.M. el Emperador de los Franceses, por el celo tan grande desplegado, y los importantes servicios rendidos durante el período de la mencionada calamidad..."[78].

También el periódico "Religión" que se editaba en Buenos Aires, se hace eco de la actuación de las hermanas:

"... Bien pronto tuvieron ocasión de demostrar toda la actividad de que son capaces. Los que caían víctimas del flagelo que asolaba la vecina República veían al lado de sus lechos a estas santas Religiosas, consagradas con una admirable abnegación al servicio de los enfermos. [...] Los extranjeros que llegan a Montevideo visitan el Hospital de Caridad como un establecimiento digno de ser admirado y encuentran siempre nuevos motivos para apreciar actos de virtud que parecen superiores a las fuerzas humanas y mucho más cuando de mujeres se trata[79]."

 El presidente Gabriel Pereira estuvo siempre cerca de las hermanas, proveyéndolas de todo lo necesario y alentándolas en su tarea, aunque también recibieron ataques de los enemigos de la Iglesia que abundaban por esos tiempos en filas del gobierno.

IV.1.3.  El Colegio Nuestra Señora del Huerto

El carisma de las hermanas del Huerto, y las necesidades de la sociedad montevideana, las llevó a abrir un colegio para niñas, que se inauguró el 2 de febrero de 1860.

Para esta obra las hermanas contaron con el apoyo de la Sra. Dolores Piñeyrúa de Urioste que donó la casa donde funcionó originalmente el colegio.

Fue tal el éxito del colegio, que en pocos meses fue necesario adquirir otra casa más amplia que se habilitó el 12 de agosto del mismo año y destinar siete hermanas para la atención del colegio y el internado.

Pronto se abrió una escuela gratuita "para las negritas, que en pocos días llegaron al número de ochenta" y otra para niñas de "raza blanca" que alcanzaron a trescientas[80].

La matrícula continuaba en ascenso, hasta que el local quedó chico para tantas alumnas. Esto llevó a que la Sra. Dolores Piñeyrúa y la Rvda. Madre Clara iniciaran gestiones para construir un edificio nuevo y apto para impartir las clases y servir de internado. Con el apoyo de la señora Clara Errazquin de Jackson, sus hijos Sofía, Elena y Juan y otras "piadosas personas" se logró construir el nuevo edificio sobre la calle San José, que costó ochenta mil pesos oro.

"Una bella iglesia pública ocupa el centro y en diversas reparticiones independientes las unas de las otras, están las Escuelas divididas en tres secciones y el internado siempre muy concurrido. Ordinariamente son cuatrocientas las niñas pertenecientes a todas las clases sociales que se educan e instruyen en esa Casa la que ocupa el primer lugar en esas regiones en cuanto a la educación femenina se refiere ..."[81].

En el nuevo edificio del colegio se instaló en 1869 la Casa Provincial y el Noviciado, que funcionaban en el Hospital de Caridad desde la llegada al país. Con la expansión de la congregación en las provincias argentinas, esta primera Casa Provincial tuvo una similar a partir del 12 de enero de 1888 en la ciudad de Córdoba.

IV.1.4.  La casa de expósitos y huérfanos y los asilos maternales de Montevideo

Finalizada la epidemia de fiebre amarilla, en mayo de 1857, el saldo de huérfanos entre los niños de la ciudad había crecido considerablemente. Esta situación llevó a que las hermanas abrieran un orfelinato para niñas, que desde el principio contó con alrededor de treinta internas, primeramente en un departamento del Hospital y luego en una casa vecina.

En 1867, la epidemia de cólera desbordó las posibilidades del gobierno de atender la Casa de Expósitos, y el Gral. Flores y su esposa solicitaron a las hermanas que se hicieran cargo de la misma.

A principios del siguiente año, las hermanas toman la dirección de la Casa de Expósitos, con cien niñas y jóvenes de entre cuatro y veinte años para ser educadas e instruidas en la religión.

Pocos años después, la casa debió trasladarse a otro local más amplio a las afueras de la ciudad, en las inmediaciones de la Playa Ramírez, donde se incorporan niños.

"Los niños que ocupan un departamento completamente separado de las niñas están bajo la vigilancia de hombres honrados que deben obedecer en un todo las órdenes que reciben de las Religiosas; en cuanto a las niñas son custodiadas y dirigidas por las mismas Hermanas. En la misma casa hay una escuela gratuita frecuentada por unas doscientas niñas de los alrededores ... La Casa contiene unos trescientos niños entre varones y mujeres, muchos de los cuales son requeridos y adoptados por familias buenas y acomodadas[82]."

En 1869, dado el aumento en el número de enfermos en el Hospital, fue necesario trasladar algunos pacientes a la casa del Asilo para ser internados allí, por lo que se desalojó a las huérfanas y se las envió a casas de familia, quedando algunas bajo la tutela de las hermanas.

Las autoridades públicas y la sociedad montevideana, estimaban el trabajo de las hermanas en la atención a las niñas más desprotegidas y en 1877 el gobierno del Cnel. Latorre funda el primer Asilo Maternal que confía a la administración de las religiosas. Al año siguiente, se funda el Asilo Nº 2 y en 1879 el Nº 3, en zonas más alejadas de la ciudad, puestos todos bajo la dirección del Instituto.

En estos asilos, los niños asistían a clases hasta los ocho años y las niñas hasta los doce, brindándoseles enseñanza (lectura, escritura, manualidades) y formación religiosa que estaba a cargo de ocho hermanas en cada asilo. Con respecto al número de niños asistentes a estos asilos, es revelador el dato de que mil novecientos cinco niños, rindieron examen al finalizar el año 1888.

En el año 1908, en plena lucha anticlerical, las hermanas se vieron obligadas a abandonar los asilos, lo que provocó una gran conmoción en parte de la sociedad, que valoraba su labor de décadas al servicio de los niños huérfanos y pobres.

Una vez que las hermanas abandonaron los asilos, un grupo de personalidades, inició una campaña con la finalidad de adquirir una casa donde poder continuar la obra con los niños. Esta colecta posibilitó la compra de la Quinta de Piñeyrúa, donde se abrió un sanatorio que se logró mantener durante diez años.

IV.1.5.  El sitio de Paysandú

En plena guerra civil, el Gral. Flores solicitó al Vicario Vera, que enviara a las "hermanas de Caridad" a Paysandú con el fin de colaborar en la atención de los heridos. A tales efectos, el gobierno puso un buque de guerra con todo lo necesario para la instalación de un hospital de sangre en la ciudad litoraleña.

El 14 de diciembre de 1864, Mons. Vera personalmente encabezó la expedición integrada por dos sacerdotes, algunos médicos y tres hermanas: María Crucifijo Rebuffo, María Concepción Duthu y María del Buen Consejo Quesada.

Cuando la expedición llegó a Paysandú, la ciudad se encontraba sitiada por lo que no fueron autorizados a entrar en ella. Igualmente pudieron atender a gran parte de los lesionados, ya que muchos civiles de la ciudad huyeron a una isla del río Uruguay ante las amenazas de bombardeo por parte del ejército sitiador.

Sólo después de producida la masacre de Paysandú, los religiosos pudieron entrar en la ciudad a atender a la multitud de heridos y lisiados y enterrar rápidamente los muertos a fin de evitar la propagación de pestes.

Del testimonio de las religiosas se desprende el estado en que se encontraba la ciudad luego del bombardeo del ejército invasor:

"... dentro de la ciudad se había luchado con tanto ardor, que sólo terminó el combate cuando los edificios y entre ellos una bonita iglesia, último refugio de los rebeldes no estuvieron convertidos en un montón de ruinas. También el hospital estaba casi totalmente destruido..."[83]

Las hermanas permanecieron cinco meses en Paysandú y, a pesar de los insistentes pedidos de las autoridades sanduceras de que se quedaran al frente del hospital, la Rvda. Madre Clara estimó conveniente retirar a las hermanas de la ciudad[84].

Como testimonio del papel de las hermanas, citamos una carta del Sr. Barbolani, Ministro de Italia en Uruguay, a la Reverenda Madre Clara:

"Aprovecho la oportunidad para expresar a V.R. y a todas las respetables Religiosas de la Comunidad, la gratitud del Gobierno de Su Majestad, por los afectuosos cuidados que se prodigan en el Hospital de su muy digna dirección a nuestros valientes marinos y en general a todos nuestros connacionales."[85]

IV.1.6.  La epidemia de Cólera de 1867

En agosto de 1867 se instaló en Montevideo una epidemia de cólera que, aunque breve en el tiempo, fue intensa.

Ésta fue otra oportunidad en la que las Hnas. del Huerto pudieron demostrar su valor y entrega hacia los enfermos.

La epidemia llevó a que se abriera en Montevideo un lazareto cercano al hospital, que pronto se vio colmado de enfermos, y un segundo lazareto en la zona del Cerro, "del otro lado de la Bahía". En esa zona, a la que las hermanas se trasladaban en un vaporcito, el cólera hacía estragos entre los obreros de los saladeros y sus familias. Los testimonios refieren a diez o doce muertos por día, en el momento más alto de la epidemia[86].

Al llegar las hermanas al Cerro y visitar las casas, se encontraron con "una cantidad de cadáveres sin sepultar, tal era el horror que se había apoderado de los sobrevivientes".

En esta tarea recibieron la ayuda de numerosas personas y entre ellas de la familia Cibils (que facilitó una casa en el campo para la recuperación de los enfermos), Juan Jackson, Félix Buxareo y otros.

Hubo un tercer lazareto en "los límites de la ciudad, en el Arsenal que también era cuartel".

IV.1.7.  El manicomio de Montevideo

Desde la llegada de las religiosas al Hospital de Caridad, se hicieron cargo de los "alienados" internados en una sección de este mismo nosocomio.

En malas condiciones y con poco espacio, convivían alrededor de cincuenta pacientes; número que fue en constante aumento, hasta que se vio necesaria una atención especializada

y recurrir a un local independiente del Hospital. Esto se pudo lograr, trasladándolos a una casa quinta en la zona del Reducto.

El 25 de mayo de 1880 se inauguró el nuevo edificio del Manicomio de Montevideo.

"... fuera de la ciudad, en las laderas de una colina en medio de un ameno paisaje. Es un grandioso edificio y es de lo mejor que se puede desear.."[87]

Las hermanas tenían la dirección del Manicomio, el que era mantenido con fondos del gobierno y, fundamentalmente, con donaciones de familias acaudaladas que ayudaban a mantener el establecimiento.

"Como este Establecimiento era sostenido por el Gobierno, no siempre tuvo las rentas necesarias, pasando por épocas difíciles, en las que no se tenía ni ropa ni alimentos para los enfermos; las Hermanas afrontaron esa difícil situación velando como verdaderas madres por los enfermos confiados a sus cuidados ..."[88]

IV.1.8.  El Hospital de Crónicos

Una vez trasladados los enfermos psiquiátricos al nuevo Manicomio, la casa que ocupaban anteriormente fue destinada a los enfermos crónicos. También esta casa fue dada a la administración y dirección de las hermanas.

En 1887 el local volvió a recibir a enfermos psiquiátricos que no cabían en el Manicomio. 

IV.1.9.  La casa de aislamiento

El 1º de diciembre de 1899 la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública confía  a las hermanas la "casa de aislamiento". Este establecimiento estaba destinado a tuberculosos, leprosos y pacientes con enfermedades contagiosas, que necesitaban un cierto "aislamiento" de los otros pacientes.

Cuando las hermanas toman la dirección de este hospital, se cuenta con ochenta internados y de inmediato se inician obras de ampliación del local, llegando a albergar a novecientos enfermos.

IV.1.10. Los conflictos de la secularización

Uno de los primeros incidentes en que se vieron involucradas las hermanas, fue con motivo de la voluntad de la señorita Ana Martínez de ingresar a la congregación. Esta joven, aparentemente, huyó de su hogar dispuesta a ingresar como postulante, lo que pudo concretar tomando el nombre de María de la Paz.

Ana Martínez, residente en Santa Lucía, se trasladó a Montevideo con la finalidad de ingresar en el Instituto del   Huerto, contra la voluntad de sus padres y animada por un sacerdote. A pesar de las presiones familiares y de la intervención de la prensa convirtiendo el tema en una disputa entre los derechos de los padres y los de la Iglesia, Ana fue la sexta postulante uruguaya e hizo su vestición el 18 de marzo de 1860. En junio del mismo año enfermó debiendo ser enviada al Hospital de Alienadas de Buenos Aires y el 2 de febrero de 1861 hizo la Profesión de votos, falleciendo el 7 de noviembre del mismo año.

Un nuevo incidente debieron sufrir las hermanas en 1864. En esa oportunidad, las hermanas se enteran que algunas autoridades están tratando de convencer al Presidente de la República que las desaloje del colegio y la Casa Provincial con el pretexto de que el edificio es de utilidad pública en momentos en que el país se encuentra en plena guerra civil.

Frente a esta posibilidad, la Rvda. Madre Clara se dirigió al Ministro de Italia en Uruguay el Sr. Barbolani solicitándole que intercediera ante las autoridades y asumiera la defensa de las hermanas y sus propiedades, en tanto súbditas del Rey de Italia; en caso contrario se pondrían bajo la protección de Francia, cuyo Ministro en Uruguay ya había manifestado interés en apoyarlas. El Sr. Barbolani aseguró que intercedería ante el gobierno uruguayo.

De todas formas, el Pres. Atanasio Aguirre firmó el decreto por el cual se exigía la entrega del colegio en veinticuatro horas, por necesidades de Estado. De inmediato se hizo presente en el colegio, el Jefe de Policía solicitando el cumplimiento del decreto y el abandono del local. La respuesta de la Rvda. Madre Clara fue de una firme negativa.

Ante la imposibilidad de la policía de ejecutar el decreto, el mismo Ministro de Guerra (el principal gestor del decreto), se apersonó en la Casa Provincial, buscando presionar a la Superiora, pero se encontró con una Rvda. Madre Clara que no se dejaba amedrentar fácilmente. Ésta le dijo que el colegio era de su propiedad y no lo entregaría al gobierno, frente a lo que el Ministro amenazó con intervenir con la fuerza pública.

Pocas horas después entró el Ministro acompañado de la policía para inspeccionar el colegio. Este hecho, decidió a la Madre Clara a dirigirse a la casa del Presidente de la República para solicitar su intervención inmediata. Esta gestión dio resultados, ya que el Presidente se dirigió personalmente al colegio y ordenó suspender la acción desplegada por su Ministro de Guerra.

Mientras tanto, el Ministro Barbolani se dirigía por nota al Presidente de la República, amenazando con ordenar el desembarco de las fuerzas de infantería de marina italianas si se desalojaba a las hermanas.

Estas intervenciones, del Presidente y del Ministro de Italia, frenaron el operativo, sin embargo, los rumores de que la casa de las hermanas sería atacada por los "enemigos de la religión" continuaba en la ciudad.

La Rvda. Madre Clara debió pedir al capellán, el Padre Graffigna, una nueva gestión ante el Presidente de la República, buscando una palabra que diera seguridad a las hermanas y sus casas. El Presidente, le aseguró al Padre Graffigna que no permitiría ninguna acción en contra de la integridad de las hermanas ni de sus propiedades.

Posteriormente se le solicita a la Rvda. Madre Clara un pedido por escrito de derogación del decreto. La hermana respondió que ella no había solicitado tal decreto, por lo cual no era de su competencia solicitar su derogación. Finalmente el gobierno desistió de utilizar el edificio en cuestión.

Años después, el mismo gobierno decretó una inspección de los institutos de enseñanza privada con el fin de someterlos a una proyectada ley de instrucción pública.

Así se presentó en el Colegio Ntra. Sra. del Huerto un funcionario con la orden de inspeccionar el instituto, pero, dado que en ese momento la Rvda. Madre Clara se encontraba fuera del país, las hermanas se negaron a permitir la inspección y alegaron que el colegio funciona con la autorización del gobierno y en el marco de una enseñanza libre.

El funcionario debió retirarse sin poder cumplir con su misión e informó de la situación a las autoridades, con lo que logró que se expidiera un decreto por el que se decidía el cierre del colegio.

Enterada de la situación la Rvda. Madre Clara, que se encontraba en Buenos Aires, apresuró su retorno a Montevideo y de inmediato se entrevistó con el Dr. Joaquín Requena, Rector de la Universidad de la que dependían los institutos de enseñanza. El Dr. Requena se mostró complaciente con las hermanas y se comprometió a intervenir para solucionar el asunto.

Poco tiempo después, el Rector es relevado del cargo y sucedido por el Dr. Plácido Ellauri, quien visitó el colegio, "observó con mucha atención todas las clases, oyó los informes sobre las materias que se enseñaban y los métodos que se empleaban."  Al día siguiente en la prensa se publicó un relato de la visita del Dr. Ellauri donde se destacaban el orden y disciplina observados en el colegio de las hermanas, con lo cual se dejó sin efecto el decreto de clausura[89].

Los conflictos y tensiones producidas por el proceso de secularización, continuarán con la aprobación de ley de Conventos del 14 de julio de 1885. A respecto el informe de 1885 de la Casa Provincial dice:

"Por misericordia divina, entre los desagradables hechos acaecidos y los síntomas siniestros que amenazaban a los Institutos religiosos, todo continuó tranquilo, y no hubo ningún disturbio. El haber la Rvda. Madre General firmado la protesta que hicieron públicamente todos los Superiores y Superioras de las Casas Religiosas contra tales leyes, hizo temer por un momento una general suspensión; más, por el contrario, ese acto fue provechoso al Instituto, no aventurándose nadie a molestarlas después de haber rehusado la primera visita a la inspección gubernativa; demostrando mayor deferencia hacia las Hermanas en todas las Casas regidas por ellas.[90]"

IV.1.11. Presencia en el interior del país

La presencia del Instituto de Hermanas del Huerto, si bien se inició en Montevideo, en pocos años se extendió a varias poblaciones del interior del país.

En 1876, una religiosa recibió en herencia, una quinta en la zona del Pantanoso (actual Pueblo Conciliación) donde las hermanas instalaron un colegio, al que se llamó San Luis, con lugar para cincuenta internas y una escuela gratuita para las niñas pobres.

En 1878, a pedido de las autoridades locales, las hermanas se instalaron en la ciudad de San José de Mayo. El 24 de julio de ese año partió de Montevideo un grupo a cargo de la Hna. María del Rosario Sienra, con el fin de abrir una escuela para niñas. Este nuevo establecimiento abrió sus puertas el 12 de agosto del mismo año.

En el mismo año las hermanas abrieron "una escuela paga y otra gratuita" en la localidad de Minas, con el apoyo de varias familias de la localidad.

También en 1878, el 24 de agosto, fue fundado un colegio en la ciudad de Florida, en una casa donada por la Sra. Mercedes Barreiro de Sierra. En esta nueva casa se instalaron diez hermanas bajo la dirección de la Hna. María Vicenta Gibelli.

En 1882, las hermanas fundaron un nuevo colegio en la ciudad de Mercedes.

En 1883 la Sociedad de Beneficencia entrega a las hermanas la dirección del Hospital Pinilla de Paysandú, y en 1884 se hacen cargo de un asilo y una escuela gratuita.

En 1888 abren un colegio en Pando, en 1889 otro en Rosario Oriental.

En 1891 se les confía la dirección del Hospital de Caridad de San José de Mayo.

En todos los casos, las fundaciones fueron en respuesta a insistentes pedidos de las autoridades de gobierno locales y de connotados miembros de la sociedad, que requerían la presencia de este instituto en la educación de las niñas. En muchas de las fundaciones se contó con el apoyo expreso del Presidente Cnel. Latorre y de los jefes políticos de los distintos departamentos.

No hacemos referencia, en este trabajo a la obra del Santuario Hortus Conclusus en Tierra Santa, que tuvo como iniciador y firme impulsor al primer Arzobispo de Montevideo Mons. Mariano Soler. Sin duda, se trata de una importante obra de las Hermanas del Huerto, pero trasciende a la temática de este trabajo.

 

IV.2.  Las Hermanas Salesas

IV.2.1.  El colegio

Apenas las salesas llegaron a Montevideo, ya varias familias querían confiarles la educación de sus hijas. Así, el 19 de febrero de 1857 se inauguró el colegio con cuatro alumnas.

En el colegio femenino se dictaban clases de "religión, lectura, gramática castellana, aritmética, francés, italiano, geografía, cosmografía, historia y labores".

Mientras la población del colegio iba creciendo (en 1858 había ya cuarenta alumnas), las hermanas sentían que necesitaban más personal para su atención. Así es que se pidió a varios monasterios de Europa, si podían destinar algunas hermanas para integrarse a esta nueva misión. El 11 de noviembre de 1858 partió un nuevo grupo de hermanas desde el puerto de Milán para atender el colegio y el 18 de enero del año siguiente arribaron al puerto Sor María Rafaela y Sor María Sofía.

"Los pedidos para poner niñas educandas se multiplicaban, eran el efecto de la satisfacción que mostraban los padres de la educación que se les daba ..."[91]

Ante los requerimientos de los padres de inscribir sus hijas, las hermanas se encontraban con una limitación de espacio: no había salones para tener más alumnas y además debían disponer de lugar para tener "clase externa para pobres", es decir, una escuela gratuita que la sociedad reclamaba de las hermanas.

El 26 de diciembre de 1859 se inauguraron las clases para niñas pobres, que pronto contarían alrededor de setenta alumnas.

IV.2.2.  Los conflictos de la secularización

La promulgación de la ley de Conventos de 1885, afectó la vida tranquila del Monasterio San José. Frente a esta ley, las Hnas. Salesas protestaron, al igual que las otras congregaciones religiosas. Sin embargo, el 23 de julio de aquel año, se presentaron en el convento oficiales del gobierno, solicitando ser autorizados a entrar para inspeccionar la casa.

Las hermanas se negaron a dar la autorización alegando la falta de una licencia especial del Obispo para abrir la clausura. Pero, ante la insistencia de los funcionarios, una hermana salió a buscar al Obispo, quien se apersonó en el monasterio, autorizó la inspección y la presenció.

Varios años después, en 1906, con motivo del retiro de las cruces de los hospitales, el diario del monasterio nos relata cómo se vivió desde la clausura este hecho:

"... la Cruz, esa invicta señal del cristiano fue la primera que arrancaron de los hospitales, a pesar de las lágrimas y protestas de los pobres enfermos ... Nuestra querida Guardia de Honor, siempre fiel a su misión de reparadora de los ultrajes inferidos al Divino Corazón, no dejó escapar esta ocasión y organizó para el primer viernes de agosto una conmovedora ceremonia de desagravio. Sobre el altar del Sdo. Corazón resplandeciente de luces y de flores, se colocó uno de los crucifijos arrancados de la cabecera de los enfermos. En el momento de la Comunión, Mons. Luquese, Director General de la Archicofradía, pronunció una fervorosa alocución, empeñando a las Asociadas a indemnizar al Divino Redentor de las injurias de que era objeto. [...] Terminada la adoración se llevó en triunfo la Cruz, al Colegio fundado por la Guardia de Honor, donde desde ese momento, presidirá las clases de los niños que se educarán bajo la mirada del Divino Maestro.

[...] en esta ocasión se formó la Liga de Damas Católicas del Uruguay y después de una misa solemne celebrada por el Sr. Arzobispo, en reparación a los ultrajes, quedó decidido que todos los católicos llevarían una pequeña Cruz sobre el pecho y durante un año entero"[92].

Momentos difíciles se vivieron en 1911, cuando el gobierno formó una comisión investigadora con la finalidad de inspeccionar el cumplimiento de la ley de conventos de 1885. En esta oportunidad, la comisión se presentó el 19 de mayo de aquel año, a inspeccionar el Monasterio, comprobando que vivían en la comunidad numerosas hermanas que habían ingresado posteriormente a la sanción de aquella ley, lo que constituía una ilegalidad. Ante la posibilidad de que se decretara la expulsión de la congregación, se decidió buscar refugio en Brasil.

"... estábamos en vísperas de una expulsión que parecía inevitable, hasta tal punto que nuestros Superiores creyeron necesario anticipar la elección [se refiere a la elección de una nueva Superiora], a fin de poder hacer lo más pronto posible las diligencias requeridas para procurar a la Comunidad un refugio en el extranjero.[93]"

Inmediatamente de elegida la nueva Superiora, el 6 de junio ésta emprendió viaje hacia Santa María (Brasil), acompañada de tres hermanas seriamente amenazadas de expulsión y el 15 de junio partió un segundo grupo. Ese mismo año, se decidió vender una quinta de frutales y hortalizas que poseían, por temor a que fuera expropiada por el gobierno.

La situación se complicó aún más, cuando el gobierno promulgó un decreto el 27 de agosto de 1912, por el que se obligaba a abandonar el Monasterio en un plazo de seis meses, a todas aquellas hermanas ingresadas posteriormente al 24 de julio de 1885, en lo que se incluía a casi toda la comunidad, con la excepción de las más ancianas.

Finalmente, las hermanas que aún quedaban en el país, no lo abandonaron y las autoridades no cumplieron el referido decreto.

 

IV.3.  Los Capuchinos

IV.3.1.  Presencia educativa

Si bien, la Orden Capuchina no tiene como misión específica la labor educativa, las enormes carencias que encontraron en este campo en las distintas zonas donde se instalaron, los llevó a tratar de salvarlas con la fundación de colegios.

Apenas llegados al país, y una vez instalados el convento y la capilla de San Antonio, el "barrio de las lavanderas" o "barrio Migone", se fue poblando y desarrollando[94].  La presencia creciente de niños en la zona y la ausencia de escuelas, llevó a que los capuchinos se dispusieran a abrir un colegio.

En el colegio San Antonio se dictaron clases elementales, algunas superiores e idiomas, dictadas en los primeros tiempos por los frailes Vito Ángel de Gioia y Alejo de Barletta. Luego se incorporaron a la atención del colegio los Rvdos. Padres Rafael de Panni y Francisco de San Felipe.

Con los alumnos del colegio se fundó la Congregación de la Inmaculada Concepción y San Antonio de Padua, que llegó a contar con un importante número de miembros entre los niños del colegio y de la zona.

Si bien, por sus aulas pasaron numerosas personas que se destacarían en distintos campos, el colegio San Antonio, no alcanzó mayor desarrollo y en 1924 fue clausurado.

Una vez instalados en Nuevo París, se encontraron con la misma realidad de una población infantil creciente y sin atención educativa. Esto hizo que se construyeran dos salones de clase para los niños de la zona, que fueron inaugurados el 19 de marzo de 1899. Sin duda, era una necesidad sentida: en el primer año asistieron unos cien alumnos. En 1909 se pudo comenzar la construcción de un edificio más amplio, que es el que ocupa actualmente.

IV.3.2.  El Club Católico

De la iniciativa de un par de jóvenes que frecuentaban el convento San Antonio: Román Barlén y Ramón López Lomba, surge la idea de unir a los jóvenes católicos en la defensa de la fe y la moral cristianas frente al auge de corrientes de pensamiento, que se percibían como una amenaza sobre el basamento cristiano de la sociedad.

Alentados en esta idea, por el Rvdo. Padre Vito Ángel de Gioia, ambos jóvenes se dispusieron a realizar ejercicios espirituales bajo la dirección de este sacerdote capuchino, con el fin de meditar y profundizar la idea. A poco de iniciados los ejercicios se les fueron sumando otros jóvenes: Horacio Tabarez, Justo Caraballo, Antonio Sánchez y Horacio Marella.

Este grupo constituyó el antecedente inmediato del Club Católico, de tanto relieve en las décadas siguientes en la defensa de los intereses de la religión católica. Con estas personas se formó la primera comisión directiva constituida por el Rvdo. Padre Gioia como director espiritual, Antonio Sánchez como presidente, Horacio Tabarez como vice-presidente y Justo J. Caraballo como secretario.

En las reuniones de la nueva agrupación

"Estudiábamos el protestantismo de Balmes, Augusto Nicolás, lo discutíamos, hacíamos proyectos de discursos, los examinábamos, discutíamos, se formaba controversia sobre las ideas corrientes, en una palabra nos preparábamos para actuar en público, ..."[95]

Poco a poco la asociación fue creciendo, sumándose otros jóvenes, como Juan Zorrilla de San Martín -recién llegado de Santa Fe.

En 1875 el Vicario Apostólico Mons. Vera, designó a los jóvenes sacerdotes Mariano Soler y Ricardo Isasa -recién llegados de Roma- para hacerse cargo de la "asociación de estudios morales, religiosos y literarios para la juventud".

"Los Dres. Soler y Isasa fueron los nuevos directores de esta acción católica. Después de varias sesiones, el Dr. Soler resolvió sustituir el anterior título por Club Católico dejando intactos los fines que se habían puesto los iniciadores e hizo nombrar presidente a nuestro querido e inolvidable Horacio Tabarez.[96]"

Este núcleo de jóvenes sacerdotes y laicos, fue la base del "Liceo Católico de Estudios Universitarios" creado el mismo año por el Pbro. Mariano Soler, buscando generar un centro alternativo a la Universidad intervenida por el Cnel. Latorre.

IV.3.3.  Los círculos católicos de obreros de Montevideo

La influencia de los capuchinos, también se hizo sentir en la fundación del Círculo Católico de Obreros de Montevideo.

Un artículo del Dr. Miguel Fourcade aparecido en "El Terciario Franciscano", atribuye al Pbro. Andrés Torrielli (sacerdote italiano, Cura Vicario de la Matriz que vivía en el convento San Antonio) y al Sr. Tomás Parodi (terciario capuchino y maestro del colegio San Antonio), la idea de "constituir una sociedad de protección mutua en toda esfera moral y material", a imitación de los círculos creados en Francia por el Conde de Mun. Este centro tendría como misión, la defensa de los obreros católicos frente al avance de la masonería, especialmente de "los pobres inmigrantes que llegaban plenos de necesidades y faltos de recursos"[97].

Tanto el Pbro. Torrielli como el Sr. Parodi estaban preocupados por la poca atención que se brindaba desde la Iglesia a los sectores obreros y a los pobres inmigrantes, que, en cambio, sí recibían asistencia de la masonería, a través de las asociaciones filantrópicas.

Buscando solucionar esta carencia, surge la idea de fundar una sociedad de socorro económico y espiritual para los obreros. Ambos trasmitieron la idea a dos jóvenes católicos: Juan O´Neill y Luis P. Lenguas, quienes pronto se entusiasmaron con la idea y se dispusieron a iniciar las gestiones necesarias para establecer en Montevideo un "círculo de obreros".

Pronto lograron el necesario apoyo del Obispo Mons. Yéreguy, así como de otros sacerdotes (los Pbros. Soler, Isasa, Bimbolino, los salesianos, etc.) y laicos (Bauzá, Rius, Ardoino, etc.).

Un año después, el 21 de junio de 1885, se realiza en la sede del Club Católico la sesión inaugural del Círculo Católico de Obreros Central, que luego se llamaría Círculo Católico de Obreros de Montevideo. En esta sesión se elige la primera comisión directiva, en la que el Pbro. Torrielli es designado como Consiliario y el Sr. Parodi como vocal[98].

Respecto al papel de los capuchinos en la fundación del Círculo Católico de Obreros de Montevideo, nos dice su Presidente el Dr. Juan Quagliotti en la celebración de las bodas de oro de la institución:

"¿Cómo no ofreceros el testimonio de nuestro afecto a vuestra comunidad Capuchina que también veló con gran celo el nacimiento de nuestra obra? El grupo más numeroso de sus primeros asociados, ¿no fueron, acaso, los terciarios franciscanos de vuestra Iglesia de San Antonio, orientados y dirigidos por el inolvidable P. Nicolás de Castiglione? ¿No fue en vuestro convento donde se albergaba y recibía inspiración nuestro primer apóstol el Pbro. Torrielli? ¿No fue a la vista de vuestro campanario vigilante que comenzó a crecer en esta zona, antes baldía, nuestro local, y no fue bajo las bóvedas de San Antonio donde primeramente se congregaron nuestros asociados para cumplir con sus deberes religiosos?"[99]

IV.3.4.  Presencia en el interior

En el año 1900 los capuchinos se hicieron cargo de la parroquia de Maldonado, que hasta la fecha estaba en manos del clero secular.

Ante el pedido del párroco de Maldonado, Pbro. Pedro Podestá y de un grupo de vecinos, el Arzobispo Mons. Soler y el Superior capuchino Benito de Moano, aceptaron atender esta parroquia, lo que se concretó el 6 de octubre de aquel año.

En esta parroquia se establecieron la Orden Tercera de San Francisco con sus secciones masculina y femenina, la Hermandad del Santísimo Sacramento, la Congregación de Ntra. Sra. del Carmen, la del Santo Rosario, la Guardia de Honor del Corazón de Jesús y otras asociaciones laicales devocionales.

 

IV.4.  Los Salesianos

IV.4.1. El Colegio Pío

Apenas llegados los salesianos a Montevideo, se trasladaron a la Villa Colón para instalarse en su nueva casa, y acondicionarla, a pesar de los pocos recursos con que contaban, para la próxima inauguración de los cursos.

"No había ni una silla, ni una mesa, ni una cama. Durante los primeros días nos arreglamos como pudimos. Para mesa de comedor sirvieron maravillosamente unos tablones, sostenidos por un barril que había contenido asfalto, y oficiaron de sillas unos troncos de árbol cortados especialmente. Sirvieron de camas unas pocas hamacas prestadas..."[100]

En carta fechada en junio de 1876, Cagliero le sugiere a Don Bosco el nombre del futuro colegio y hace referencia al sentimiento de cariño del Papa hacia Montevideo, desde su visita de 1825 como parte de la Misión Muzzi:

"El Papa amó y ama mucho a Montevideo. ¿Podríamos llamarlo Colegio Pío de Villa Colón?"[101]

Los planes y programas de estudio del nuevo colegio Pío fueron preparados por los padres Cagliero y Lasagna en base a los del colegio San Nicolás de los Arroyos de Argentina. Al respecto decía "El Mensajero del Pueblo", publicación católica de la época:

"[los programas de estudio] tienen el objeto de dar a los jóvenes que aspiren a los grados universitarios, como así a los que se dediquen a otras carreras científicas o al comercio, una completa educación científica, literaria, moral y religiosa"[102].

Los cursos comenzaron a fines del mes de febrero de 1877 para los cursos elementales, inferior y superior; y el 1º de marzo los de bachillerato. Los alumnos internos debían pagar una mensualidad de dieciséis pesos y sus edades oscilaban entre los siete y los catorce años. Estos alumnos recibían desayuno, almuerzo, merienda y cena en el colegio. Los pupilos, por su parte, debían llevar consigo su cama, mesa de luz y ropa de cama.

Apenas inaugurado el colegio, los salesianos se vieron beneficiados con el decreto que establecía la libertad de enseñanza por ser ésta "un sagrado derecho individual", dictado por el Cnel. Latorre el 12 de enero. Esta era una vieja aspiración de los sectores masones y anticlericales; sin embargo fue un colegio católico el primero en verse beneficiado[103].

 Los primeros alumnos ingresaron el 30 de enero de 1877 y la inauguración se realizó el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria, con una ceremonia en la que oficiaron de padrinos, el Ministro de Gobierno José María Montero, en representación del Cnel. Latorre y la señorita Enrica María Fynn.

Al día siguiente dieron comienzo las clases, con ciento nueve alumnos: dieciocho externos y noventa y uno internos.

En poco tiempo el colegio Pío se vio invadido por los hijos de la clase alta montevideana. Entre sus primeros alumnos se encuentran apellidos como Uriarte, Horne, Guerra, Fynn, Barreto Shaw, Evans, Castellano, etc. Entre los alumnos externos abundaban los hijos de inmigrantes italianos.

"Haciendo una excepción a la regla ordinaria del apostolado salesiano que prefiere la niñez pobre y desvalida, el Colegio Pío se dedicó desde el principio a los hijos de familias acaudaladas y distinguidas, por haberlo así pedido el Obispo de Montevideo para remediar la total deficiencia de colegios católicos..."[104]

El Pbro. Lasagna, interesado en las ciencias naturales, funda en 1882 un Museo de Historia Natural y trae de Italia el primer cuerpo humano desarmable, para las clases de anatomía. Este mismo sacerdote, el mismo año introduce los primeros elementos para la erección de un observatorio meteorológico para el colegio y para el funcionamiento de los gabinetes de física y química, que se constituyeron en los más avanzados del país. Importante fue el aporte de los salesianos en la formación científica de los jóvenes, así como en la formación de técnicos para los trabajos agrícolas e industriales.

IV.4.2.  El Colegio Sagrado Corazón de Jesús

Este centro de enseñanza fue fundado el 13 de febrero de 1889 por el Pbro. Lasagna, con el impulso de la Sociedad de Señoras del Cordón y del párroco de esta parroquia Pbro. Cayetano Pío Stella.

La Iglesia fue dedicada a María Auxiliadora y se construyó con donaciones de muchos vecinos de la zona del Cordón y especialmente de las señoras Josefa Arocena de O'Neill, Isabel Berriol, Isabel Olivares y el señor José Ameglio.

Ya desde su fundación, el colegio llegó a albergar alrededor de doscientos alumnos y pronto fue fundado el oratorio festivo.

En este instituto, se creó el centro de ex-alumnos "Mons. Lasagna" el 21 de mayo de 1905.

IV.4.3.  Los Talleres Don Bosco

Desde la llegada de los salesianos a Uruguay, estaba entre sus metas, el fundar un instituto de enseñanza artesanal y profesional en Montevideo. Al respecto, transcribimos parte de una carta del Pbro. Cagliero a Don Bosco en que hace referencia en 1876 a esta necesidad:

"Hecho esto [la fundación del colegio Pío], se pensará en una casa de artesanos en el centro de la ciudad de Montevideo ..."[105]

Los años fueron pasando y distintas dificultades van demorando la concreción de esta aspiración. Recién en 1891, se logra adquirir un predio de la zona llamada de "la Estanzuela", ubicado entre las calles Maldonado, Canelones, Malabrigo (actual Joaquín Requena) y Municipio (actual Joaquín de Salterain).

El siguiente escollo encontrado fue el dinero necesario para la construcción y el equipamiento del nuevo establecimiento. El Padre José Gamba presentó la idea de la fundación de un instituto de formación de artesanos y obreros calificados al Arzobispo Soler, quien de inmediato se mostró favorable a ella. El siguiente paso del Padre Gamba fue dirigirse al párroco del Cordón, quien también apoyó la idea y se la transmitió a la Sociedad de Señoras del Sagrado Corazón de Jesús. Éstas fueron, finalmente, las que aportaron los recursos necesarios para el lanzamiento de la obra, con la colaboración del Sr. Nicolás Migone, de la Sra. Sofía Jackson de Buxareo y de otras muchas personas.

"Los orígenes del establecimiento fueron realmente sencillos. El edificio primitivo de los Talleres, modestísimo, de reducidas dimensiones, tenía sólo el piso bajo. Al aspecto exterior de la casa correspondía la pobreza interior. Una sola pieza servía para clase de zapatería, sastrería, encuadernación y música, y al mismo tiempo hacía de oficio de comedor.[106]"

La inauguración de los Talleres se produjo el 2 de febrero de 1893. Desde esta fecha, los Talleres Don Bosco han formado niños y jóvenes, mayoritariamente de extracción humilde, que salían siendo obreros calificados en rubros tan distintos como: sastrería, zapatería, encuadernación, tipografía, imprenta, etc.

En el edificio de Talleres, en 1919 fue erigida la parroquia María Auxiliadora, por el Administrador Apostólico Johanemann. En esta parroquia, a cargo de los salesianos, se desarrollaron las asociaciones laicales de la época: Cofradía del Santísimo Sacramento, Cofradía San Vicente con sus tres sectores para caballeros, jóvenes y señoras, el Apostolado Seglar, el Centro Don Bosco, la Liga de Damas Católicas, Cofradía María Auxiliadora, la Cofradía del Sagrado Corazón, las Hijas de María, las Obras de las Vocaciones Salesianas, la Liga Juvenil, etc.

IV.4.4.  La Escuela Agrícola "Jackson"

Otra necesidad percibida por los salesianos desde su arribo a Uruguay fue la de formar a los jóvenes para las tareas agrícolas y ganaderas.

A pesar de ser el Uruguay, un país eminentemente ganadero y agrícola, no existía ningún instituto de formación en estas áreas. Algunas familias pudientes de Montevideo enviaban a sus hijos a perfeccionarse en Europa. Esta situación llevó a que la familia Jackson, donara un terreno de unas ciento cincuenta hectáreas a los salesianos con la finalidad "de fundar una colonia agrícola e industrial para dar asilo, trabajo, sostén y educación a una gran multitud de chicos pobres y desvalidos" e hijos de estancieros[107].

Los Jackson y los Buxareo pensaron en un principio en realizar esta donación a la congregación francesa "Sociedad de San José", pero al no concretar éstos la creación de la escuela agrícola, se decide optar por los salesianos que demostraban interés en este tipo de estudios.

Finalmente, la Escuela Agrícola Jackson comenzó a funcionar como tal en 1915, aunque ya en 1897 algunos salesianos se afincaron en el lugar bajo la dirección del Pbro. Santiago Spreafico.

"Lo que era campo pelado y lleno de zanjas hasta ayer, se ha ido transformando lentamente en zonas de cultivos intensivos y permanentes, en plantíos selectos, en arboledas majestuosas, en fin, en todo aquello que debe poseer una obra acabada de la naturaleza de la Escuela Jackson, que sea, como es ella, fruto de un plan preconcebido y bien sazonado por el calor de un esfuerzo perseverante[108]."

Ya en 1895, el Pbro. Lasagna, hace que los salesianos participen en la exposición de la agricultura que se celebró en Montevideo durante el mes de abril. En esa exposición, el Pbro. Domingo Zatti obtiene cuatro medallas por la miel expuesta, por dos clases de colmenas, por un "decerador a vapor", por un "colador" y por un licor llamado Eucaliptina, de fabricación de los salesianos. Asimismo, ya producían vino para misas que no sólo utilizaban ellos, sino que vendían a otras comunidades.

Una vez instalados en la Escuela Jackson, se dedicaron a forestar; cultivar viñedos, olivos y variados frutales; a organizar un tambo en el que se hacía cremería, lechería y quesería; a criar cerdos y aves; así como a formar a aquellos que serían los primeros docentes. Pronto comenzaron a presentarse en diversas exposiciones y congresos en los que sus productos fueron distinguidos con medallas y premios.

El instituto buscaba formar a los jóvenes a través de la enseñanza teórica y práctica, pero no sólo fue un instituto de formación, sino que también realizó investigación en formas de cultivo, estudios sobre las lluvias, etc.

IV.4.5.  El Colegio San Francisco de Sales

El 21 de setiembre de 1906 el Pbro. José Gamba adquiere el edificio en el cual funcionaba el Instituto de Enseñanza Católica y fue ocupado por los salesianos el 11 de junio de 1907, bajo la dirección del Padre Marino Guerra.

El 6 de julio del mismo año el Arzobispo de Montevideo bendijo la capilla dándole el nombre de Nuestra Señora del Rosario. Esta capilla sería trasladada en 1923 al terreno lindero adquirido por la familia Arrosa.

El 13 de octubre de 1907 se abrieron los cursos en el nuevo instituto con la presencia de treinta y un alumnos.

En este instituto, pronto fue creado el centro de ex-alumnos "Domingo Savio" y el oratorio festivo para los niños del colegio y de la zona.

IV.4.6.  La Escuela San Miguel

Los orígenes de la escuela San Miguel, se remontan a 1911, cuando el sacerdote italiano Antonino D'Elía adquiere un terreno entre las calles San Eugenio, Guaviyú y Porongos, con una donación del Dr. Alejandro Gallinal. Una vez obtenido este terreno, el mismo Pbro. D'Elía inicia una colecta pública para construir una capilla y escuela dedicada a San Miguel Arcángel.

La piedra fundamental del edificio fue colocada el 1º de marzo de 1916 y el 2 de febrero del siguiente año fue inaugurada la capilla-escuela, iniciándose los cursos el 18 de marzo del mismo año con la asistencia de ciento seis alumnos.

IV.4.7.  Aportes a la formación científica de la juventud

Una de las características de los primeros misioneros salesianos fue el énfasis puesto en la formación científica de los alumnos de sus colegios. Esto tiene una especial importancia, en tanto en la época se reprochaba a la Iglesia su carácter oscurantista y de negadora de los avances de la ciencia y por otro lado, la juventud uruguaya no contaba con centros en los que adquirir formación en las disciplinas científicas.

En el III Congreso Geográfico Internacional, celebrado en 1881 en Venecia, se decide establecer una red de observatorios meteorológicos en la Patagonia con el aporte de los sacerdotes salesianos. De inmediato, éstos ponen manos a la obra en el establecimiento de la red. El 15 de enero de 1882, regresa de Italia el Pbro. Lasagna con la misión de construir el primer observatorio en el Colegio Pío de Villa Colón y a los efectos, trae de Europa los primeros instrumentos que serán la base del observatorio: anemoyetógrafo, ozómetro, vaporímetro, psicrómetro, nefoscopio, pluviómetros, barómetros y termómetros[109].

El 7 de mayo de 1882 es inaugurado el observatorio con la presencia del Obispo de Montevideo, Mons. Inocencio María Yéreguy, del Internuncio en Brasil Mons. Mocenni y de personalidades del gobierno y de la sociedad. En el acto el Pbro. Lasagna destaca los beneficios que traerá este observatorio para la navegación, el comercio y la agricultura. Respecto a la labor del observatorio dice Lasagna en una carta al Padre Miguel Rúa:

[el sacerdote Luis Morandi a cargo del observatorio entre 1886 y 1889], "ha recogido y revisado con paciencia y sagacidad asaz rara, los datos obtenidos desde la fundación de nuestro Observatorio y otro muy escasos de los archivos del Estado, y consiguió publicar una Monografía sobre las lluvias en la República del Uruguay, llegando a establecer la periodicidad de cuatro grandes temporales que cada año se desencadenan sobre estas tierras en época fija. [...] Igualmente se han hecho estudios sobre los grandes ciclones que de vez en cuando nos asaltan, destrozando sembrados, desarraigando árboles, destruyendo edificios, combatiendo y echando a pique las embarcaciones y naces del puerto. Y don Morandi fue tan feliz en sus estudios, que la mayoría de las veces logró prever muchas horas antes de desencadenarse los dichos huracanes, y dio de ellos aviso en tiempo a las autoridades del puerto de Montevideo, de tal manera que éstas, alzando la bandera de peligro, pudieron impedir naufragios y desgracias incalculables"[110].

Fue tal el servicio que llegó a brindar este observatorio a distintas oficinas del Estado, que el gobierno hizo construir una línea telefónica de diez kilómetros que unía el observatorio con el correo de Montevideo, informándose diariamente al puerto del estado del tiempo.

El observatorio meteorológico del colegio Pío fue el central de una red que abarcaría otros similares en Punta Arenas, Carmen de Patagones, San Nicolás de los Arroyos, Paysandú, Malvinas, Roca, Bahía Blanca y Almagro.

En pocos años, se comienzan a publicar las primeras observaciones, que son enviadas a otros observatorios.

Entre las personas que tuvieron un papel destacado en el observatorio se cuenta el Prof. Luis Morandi, quien años después será fundador del Observatorio Meteorológico Nacional. El 11 de setiembre de 1886, se comienza a construir, en el mismo colegio Pío, el primer observatorio astronómico del país. Esta obra, luego se verá paralizada y terminará siendo utilizado para las clases de cosmografía del colegio.

Al año siguiente, en 1887, se funda un observatorio sísmico que funcionó hasta 1925, y posteriormente el observatorio magnético.

En 1888 se crea el observatorio meteorológico en el colegio Nuestra Señora del Rosario, en Paysandú.

Además de los observatorios, los salesianos se preocuparon de que los jóvenes estudiantes contaran con los elementos necesarios para una buena formación científica. Esto llevó a que en 1882 el Pbro. Lasagna fundara el Museo de Historia Natural y los gabinetes de física y química del colegio Pío, con instrumental de primera clase traído de Italia.

Los alumnos del colegio Pío fueron los primeros beneficiados con estos avances, pero pronto también lo fueron los alumnos del colegio sanducero y los de la casa de formación, donde se montan sendos museos de historia natural y gabinetes en el mismos estilo.

En la agricultura, debe destacarse el aporte de los salesianos, dirigidos por el Pbro. Lasagna en la implantación de la vitivinicultura en la zona. Lasagna, provenía de una zona de Italia donde el cultivo de la vid y la elaboración de vinos constituía una actividad económica de gran importancia. Al conocer las tierras y el clima de Villa Colón, comenzó a plantar vides, naranjos, ciruelos, durazneros y hortalizas, para el consumo de la comunidad y de los internos del colegio. Esta actividad fue creciendo, llegando a obtener premios por los vinos, miel y licores elaborados en el colegio.

En carta de Lasagna a Don Rúa (sucesor de Don Bosco), aquel decía:

"A fuerza de ensayos, obtuvimos finalmente excelentes variedades de uva, algunas de las cuales, encontrando aptos suelo y clima, dan ahora fruto exorbitante. ¡Imagínese qué plantecitas bajas de Nebiolo, Crovetto y Dolcetto, y aún más las francesas de Cavernais y Bourgogne, cultivadas con el sistema Guiot, nos dan un promedio de catorce a dieciséis kilos de uva cada una! Era un espectáculo maravilloso, y muchos señores venían a propósito a nuestro Colegio, para admirar la estupenda producción de uva.

El vino resultó excelente, como lo prueban las medallas obtenidas en las exposiciones de Génova, Chicago y Montevideo. Desde hace años, somos nosotros quienes proveemos el vino de misa a la mayor parte de las iglesias de la República, aun a las más apartadas.

Pero lo que yo tomaba más a pecho era el dar trabajo y honrosa ganancia a nuestros coterráneos emigrados. A los que ya poseían un trozo de tierra, yo mismo di gratuitamente vides, instrucciones y aliento, y así vi surgir en torno a nuestro los hermosos viñedos de Saettone, Rocca y Pastorino; y la cosa cobró tal importancia que este último, por ejemplo, desde varios años atrás llegaba a vender 50.000 liras y más de uva en cada vendimia..."[111]

IV.4.8.  Presencia en el interior del país

Una vez instalados en Villa Colón, los salesianos asumen su primera casa en el interior del país.

El 3 de mayo de 1879 el Obispo de Montevideo Mons. Jacinto Vera hacía entrega al Pbro. Lasagna de la parroquia de Las Piedras, constituyéndose en la primera parroquia salesiana del Uruguay.

Durante los primeros años, la parroquia era atendida desde el colegio Pío y ya funcionaba un oratorio festivo.

En 1881 se inauguraba el Colegio San Isidro para alumnos externos e internos "con el fin de auxiliar al Colegio Pío IX en la formación de la juventud perteneciente a familias acomodadas"[112]. En esta casa, el Pbro. Lasagna instala en 1887, el Noviciado, que funcionará allí hasta 1905 en que es trasladado a Manga.

A los distintos párrocos de San Isidro, inquietaba la presencia en la zona de una importante colonia de inmigrantes italianos. En este sentido, los salesianos fomentaron algunas devociones de origen italiano en la zona, como es el caso de Nuestra Señora del Huerto.

En 1881 se asume la parroquia Nuestra Señora del Rosario y San Benito de Paysandú. Allí el Pbro. Allavena, viendo la carencia de un colegio para varones en Paysandú, se dispuso a conseguir fondos para realizar la fundación, hasta que el 30 de noviembre de 1883 se coloca la piedra fundamental del Colegio Nuestra Señora del Rosario.

El 1º de marzo de 1885 se abren los cursos en el nuevo colegio con la concurrencia de ciento cuarenta y cinco alumnos.

En 1889 de un grupo de jóvenes sanduceros nace el centro "La Cooperadora", asociación juvenil dedicada a colaborar en la marcha del colegio y en otras obras de apostolado y que será un antecedente de la Juventud Católica del departamento.

En este mismo año se instala el primer anemómetro y la primera veleta que serían la base de un futuro observatorio meteorológico.

En esta ciudad, de la mano del Padre Nicolás Juvenal, profesor de física, se dieron los primeros pasos en la radiotelefonía. Juvenal, comenzó a transmitir a través de la estación CX 1 ID, luego denominada CX 1 IH.

En 1888 se funda un segundo colegio en la ciudad de Paysandú que llevará el nombre del fundador de la congregación: Don Bosco. En el seno de este colegio e impulsado por un grupo de jóvenes, nace una institución de apostolado laical de gran importancia: la Juventud Católica del Puerto, que luego se denominará Centro Policarpo Sandú.

En 1892 los salesianos se instalan en la ciudad de Mercedes a instancias del Dr. Miguel Perea y del Pbro. Faustino Arrospide. Estas personas percibieron la necesidad de erigir un colegio para varones en la ciudad de Mercedes e iniciaron gestiones en ese sentido, primeramente con el Arzobispo de Montevideo Mons. Soler y luego con el Pbro. Lasagna. Mientras tanto grupos de vecinos de Mercedes se movilizaban con la finalidad de proveer de todo lo necesario para la erección del colegio de varones.

El 15 de febrero de 1892 llegaron los salesianos a Mercedes y un mes después se inauguró el colegio San Miguel con ciento cuarenta y seis alumnos en clases elementales. Pronto fue necesario ampliar el colegio ya que las solicitudes para alumnos internos iban en continuo aumento. Como en todos los colegios salesianos, nació el centro de ex-alumnos "Artigas" y el oratorio festivo.

En 1898 los salesianos toman la parroquia de Soriano y el 24 de abril de 1902 se coloca la piedra fundamental de una capilla gótica dedicada a María Auxiliadora, que recién fue abierta al público en 1908.

IV.5.  Las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas)

IV.5.1.  El Colegio María Auxiliadora

Apenas instaladas en la primera casa de Villa Colón, se habilitaron clases elementales, taller de costura y un oratorio festivo para las niñas de la zona.

Tanto en esta casa, como en las otras que seguirán abriendo durante los próximos años, las alumnas se ubican en tres categorías: internas, semi-internas y externas. En estos tres tipos, tuvieron cabida niñas provenientes de los distintos estratos sociales.

Es en este colegio María Auxiliadora que se comienza a instrumentar el Sistema Preventivo creado por Don Bosco y funciona desde los inicios, como en otros colegios de las salesianas, un conservatorio musical en el que se enseña piano, violín y armonio y un coro de niñas y señoritas. La música es en los colegios de las salesianas, una expresión de alegría, además de un medio de educación.

IV.5.2.  El Colegio y Escuela - Taller María Auxiliadora

El 16 de enero de 1891 se funda la Escuela-Taller en un terreno donado por la familia Migone en el "barrio de las lavanderas", entre las calles Canelones, Minas y Magallanes. Allí se construyó un edificio a cargo de una Comisión de Damas, para erigir una escuela primaria para internas y externas, además de escuela profesional para jóvenes obreras, en las que se enseñara y trabajara a pedido en "confección de trajes y ropa blanca para señoras y sastrería, puños, cuellos, corbatas, corsés y aparado de calzado"[113].

Con esta obra se buscaba proporcionar a las jóvenes obreras, una formación elemental y una capacitación en un oficio que les permitiera trabajar.

Posteriormente, se incorporó la formación especializada para aquellas jóvenes aspirantes a ser maestras.

En este mismo instituto funcionaba también un oratorio festivo y un oratorio diario en los meses de vacaciones para las niñas que concurrían a escuelas laicas.

IV.5.3.  Las Academias "María Auxiliadora"

Anexas a los colegios de la institución, y sobre la base de la formación intelectual, religiosa y moral, funcionan academias en las que se brinda a las jóvenes formación en aquellos aspectos "tan necesarios a la mujer en el hogar": dibujo, pintura, repujado, escultura, flores artificiales, labores de fantasía, etc.[114]

IV.5.4.  El Colegio San José

En la zona de Colón, en 1904, las hermanas fundan el colegio San José en una capilla de los salesianos.

El 19 de setiembre de ese año comenzaron a enseñar catecismo en la capilla y pronto, la cantidad de alumnos obligó a buscar una casa y establecer un nuevo colegio. Finalmente en 1906 se construyó el nuevo colegio, que contaría con internado, externado, pensionado para señoritas y clases de adorno.

IV.5.5  El Colegio de Villa Muñoz

En 1907 abren un nuevo colegio María Auxiliadora en el barrio de Villa Muñoz, que fue de inmediato concurrido por un gran número de alumnas.

La experiencia de educar a niñas de los sectores populares, llevó a que se pensara en brindar un servicio especial; así es que en 1913 se habilitan clases nocturnas, en las que se enseñaba lectura, escritura, corte y confección y labores domésticas.

IV.5.6.  Los sindicatos católicos femeninos

En el Colegio María Auxiliadora del barrio de Villa Muñoz, se constituyó el Sindicato Femenino Católico de Oficios Varios.

El objetivo de este sindicato era promover "el estudio y la defensa de los intereses profesionales y económicos de las asociadas, adoptando medios pacíficos para obtener la mejora en su gremio"[115].

Las asociadas obtenían una serie de beneficios, como asesoría jurídica, "socorro en metálico" en caso de necesidad, además de servir como agencia de colocaciones, brindarse clases de corte y confección, instrucción en lectura y escritura, financiado todo a través de festivales, rifas y el aporte de las mismas obreras.

El sindicato era también un lugar de evangelización de las jóvenes; allí se legalizaban matrimonios, se realizaban bautismos, primeras comuniones, etc.

Respecto a la obra de los sindicatos cristianos femeninos, citamos el siguiente extracto de un artículo del Sr. Eduardo Cayota:

"Asociar la obrera en sindicatos católicos es de una necesidad imprescindible. ¿Qué se proponen éstos? La formación del espíritu, del corazón y de la voluntad de la mujer proletaria: formación del espíritu, haciéndole adquirir el hábito de pensar; formación del corazón, inclinándola a la hermandad y a la solidaridad; formación de la voluntad, compeliéndola a cumplir sus deberes y ejercitar sus derechos de la manera más perfecta posible. Por más inteligente que sea nuestra obrera y por más facilidad que tenga para aprender pronto lo que ve hacer en el taller o en la fábrica, necesita cierta preparación, ya para ingresar en ciertos conocimientos, ya para avanzar en el aprendizaje y poder aspirar a remuneraciones más altas.

El taller sindical, parte integrante de un sindicato bien constituido, es la preparación y la escuela necesaria para adquirir esos conocimientos y ese aprendizaje[116]."

IV.5.7.  Presencia en el interior

En 1879 se funda la primera obra de las salesianas en el interior del país. Se instala en Las Piedras, el Colegio San José donde también se establece un oratorio festivo.

En 1887 se abre en Paysandú, el Colegio María Auxiliadora, llamado originalmente Colegio Santa Teresa de Jesús.

En 1889 se abre la cuarta casa en Uruguay; esta vez en la localidad de Guadalupe (actual ciudad de Canelones) se funda el Colegio María Auxiliadora, luego de los reiterados pedidos del párroco y de una Comisión de Damas que requerían un instituto de formación para niñas de inspiración religiosa. Este colegio -cuyo primer nombre fue Colegio de la Virgen del Carmen- funcionó en una casa cedida por la familia Carranza, hasta que el alto número de alumnas obligó a buscar una casa más amplia.

El 18 de marzo de 1908, se inician las clases en un nuevo colegio María Auxiliadora, en Santa Isabel (Tacuarembó). Esta fundación se realizó a instancias del párroco de la villa y de la Liga de Damas Católicas local.

En todos los casos las casas de las Hijas de María Auxiliadora en el interior, fueron producto de la solicitud (generalmente insistente) de las asociaciones católicas y de la sociedad locales[117].

 

IV.6.  Las Hermanas Capuchinas

IV.6.1.  El Hospital Italiano de Montevideo

Apenas llegado el primer contingente de hermanas, pasaron a hacerse cargo del Hospital Italiano, que fue inaugurado el domingo 2 de junio de 1892.

El arribo de las capuchinas tuvo como intermediario al Padre Angélico que realizó los contactos con las autoridades del hospital y con las hermanas, pero no había consultado al Arzobispo de Montevideo Mons. Mariano Soler.

Cuando el Arzobispo se entera que las capuchinas habían venido al país con destino al Hospital Italiano, se manifestó muy molesto ya que había tenido varios encontronazos con las autoridades masonas del nosocomio.

Mons. Soler había ofrecido a las autoridades del hospital un sacerdote que hiciera de capellán y éstos lo habían rechazado aduciendo la libertad de conciencia de los enfermos. 

Ya habían renunciado a brindar ese servicio las Hermanas de Gianelli, las de la Visitación, las de la Caridad Cristiana, las de Santa Teresa, las Dominicas y las Salesianas ... Frente a esta realidad, Mons. Soler decidió que ninguna comunidad religiosa atendiera ese hospital.

Debemos tener en cuenta que se estaba en pleno apogeo de las ideas anticlericales, especialmente entre buena parte de la colectividad italiana, de origen liberal y masónico.

Finalmente, gracias a la intervención de Mons. Isasa y de otros sacerdotes, se pudo convencer a Mons. Soler que permitiera el establecimiento de las hermanas en el hospital.

Los primeros tiempos no fueron fáciles. El clima de rechazo a la presencia religiosa era muy fuerte en las autoridades y funcionarios que se burlaban de su vestimenta, de su desconocimiento del idioma, etc.

"Desde el principio hubo que luchar no poco por la oposición que hacían los señores administradores contra nuestra Santa Religión no permitiendo administrar los Santos Sacramentos a los pobres pacientes y hubo que sufrir también, porque las nuevas prácticas en el hospital y en los usos del país[118]."

Poco a poco las hermanas fueron ganando la confianza y respeto de las autoridades laicas que, permitieron el acceso de un sacerdote y luego la instalación de una capilla.

IV.6.2.  La casa de Nuevo París

Nuevo París o Belvedere era un suburbio de la ciudad, conocido por las capuchinas que iban a enseñar el catecismo al oratorio del Sr. Castiglioni y la casa de la familia Schiaffino en el Paso de la Arena.

La Madre Francisca soñaba con establecer en Nuevo París una casa de la comunidad, una casa de formación para las novicias y una escuela-taller para las niñas y jóvenes de la zona, pero no contaba con los recursos necesarios para la obra.

Con el apoyo de Mons. Eusebio De León, se formó en 1895 una Comisión de Señoras con la finalidad de recolectar fondos para la adquisición de un terreno de propiedad del Sr. Francisco Piria en la zona.

En mayo del año siguiente 1896, comprado el terreno, se comenzó la construcción de una casa para la comunidad, una capilla y habitaciones. Asimismo, se recolectaron fondos para construir una escuela taller para las niñas pobres de la zona, con el apoyo de la familia Isasa, Francisco Piria, Sra. Eleonora Cachón de Correa, Sra. de Caprario, la familia Pastori, etc.

El 17 de abril de 1898, se colocó la piedra fundamental del nuevo taller para las jovencitas de la zona[119].

Pronto la obra fue progresando:

"El taller de Nuevo París cada vez tiene más alumnas, pequeñas y mayores. La Congregación de las hijas de María que fundamos está floreciente. Los padres de familia se muestran complacidos de la educación que reciben sus hijas y la Comisión escolar está satisfecha de la enseñanza"[120].

Nuevo París se convirtió en una base desde la cual, las hermanas se trasladaban a Sayago, Paso de la Arena y la Barra de Santa Lucía donde enseñaban el catecismo y congregaban a los niños.

Con una herencia recibida de la Srita. María Buxareo Costa, fallecida en 1902, se levantó una capilla a la Stísima. Trinidad y San Antonio en el frente de la casa. Esta obra se vio demorada por los complicados trámites de la herencia y recién pudo terminarse en 1911. El 12 de julio de 1912, Mons. Isasa bendijo la nueva iglesia de San Antonio, oficiando como padrinos el Sr. Francisco Martínez y su hija María. Allí descansan los restos de la Madre Francisca que fueron trasladados en 1913[121].

En 1913 el crecimiento de la obra en Nuevo París obligó a construir otra sección con la finalidad de recibir jóvenes pensionistas.

IV.6.3.  El Hospital Militar

En 1906 el gobierno pide once capuchinas para hacerse cargo de los enfermos internados en el Hospital Militar. Consiguiendo las hermanas necesarias, el 9 de julio de 1908, estas se hicieron cargo del hospital poco antes de su inauguración.

En este hospital se erigió una capilla para los internados y se consiguió que se pudiera contar con un capellán, hasta 1911 en que se prohibieron los actos religiosos en el nosocomio y el capellán debió retirarse.

El 25 de marzo de 1919 se retiran del hospital.

IV.6.4.  Presencia en el interior

En 1903 la Madre Francisca fue llamada por las autoridades civiles para hacerse cargo del hospital de la ciudad de Minas.

Al respecto decía la Madre Francisca en carta a otra hermana:

"Tuve que aceptar el Hospital de Minas (República Oriental). Usted sabe, Sor Anunciada, que no tenemos todavía aquí ningún establecimiento del gobierno; y por eso, en estos tiempos que corre, conviene no rehusarlo, tanto más que nos aconsejan que lo aceptemos personas autorizadas. Por ahora, piden sólo cuatro hermanas"[122].

Las capuchinas permanecieron en el hospital hasta el 11 de mayo de 1913 en que debieron retirarse, y fueron llamadas nuevamente en 1920.

En 1914 se abrió un taller y lugar para la enseñanza del catecismo a los niños de la villa del Tala en una casa donada por la Sra. Teresa Miranda. Varios años después se abrió allí una escuela, en la que también se enseñaba piano y corte y confección.

El 30 de enero de 1921 entran en el hospital de Salto cuatro hermanas con el apoyo de un sacerdote salesiano.

En 1926 se abre una casa en la ciudad de Maldonado con la finalidad de enseñar el catecismo y hacer un taller para señoritas, a pedido de los padres capuchinos. Dos años después se abrirá una escuela para niñas del pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO V:

 

FIGURAS DESTACADAS

EN LOS ÁMBITOS

ECLESIÁSTICO

Y NACIONAL

 

 

V.1.  La Rvda. Madre María Clara Podestá

Bajo su dirección, se introdujo la congregación de las Hermanas del Huerto en América. Su nombre de origen era Rosa Podestá y nació en Chiavari (Italia) el 1º de agosto de 1815. Fue educada por su hermana mayor Catalina, quien sería posteriormente Superiora General del Instituto.

Ingresó a la congregación el 6 de junio de 1834 e hizo la vestición el 8 de setiembre del mismo año tomando el nombre de María Clara, al año siguiente realizó la Profesión Religiosa.

Una vez ingresada en el instituto, se le dio el cargo de maestra en una escuela externa y luego de maestra de novicias, cargo que desempeñó durante dieciocho años.

Inteligente, caritativa, alma generosa, ejemplo de rectitud y firmeza cuando era necesario, fue la artífice de la expansión del instituto en América desde la primera expedición en 1856 hasta 1867, año en que debió volver a Italia.

Era considerada por las Superioras como una persona capaz y con buen juicio como para aconsejar en la toma de decisiones de importancia para el futuro de la institución.

María Clara fue la primera en entusiasmarse con la posibilidad otorgada por el Pbro. Fernández de iniciar una misión en América y fue ella quien se encargó personalmente de convencer a su hermana, la Madre General.

En América, se encargó personalmente de la formación de las primeras aspirantes y novicias americanas.

Cuando se fundó el asilo de huérfanas se dedicó personalmente de la atención de las niñas y de su educación.

La Madre Clara, como primera Provincial en América, fue la responsable de las fundaciones de su instituto en el interior del país y en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe y Paraná. Allí se hicieron cargo de hospitales, cárceles femeninas, asilos de expósitos, de huérfanas, colegios, manicomios, internados, etc.

En todos ellos se buscaba servir a los más necesitados, realizando un servicio a la sociedad y convertir a la fe cristiana y a la Iglesia Católica a los no creyentes.

Tuvo una especial atención hacia los inmigrantes italianos, solicitando a la Rvda. Madre General que enviara algunos sacerdotes italianos para atender a la comunidad de ese origen en Montevideo. Así es que llegaron al país los padres Luis Botto y Luis Graffigna en 1858. La Madre Clara instituyó la congregación Ntra. Sra. del Huerto para los italianos.

Luego de una enfermedad fue llamada desde Génova por su Superiora partiendo el 21 de mayo de 1867 para no volver a su querida América.

Falleció el 1º de enero de 1869.

En Uruguay, la noticia fue recibida con gran dolor por la Iglesia y la sociedad toda. El 6 de abril se realizó un funeral en la capilla del colegio presidido por el Vicario Apostólico Jacinto Vera quien estuvo acompañado de treinta sacerdotes. Pocos días después la Sociedad de Beneficencia  celebró un funeral solemne en la iglesia del Hospital de Caridad. Un tercer funeral, con la asistencia de las alumnas del colegio, se celebró en la capilla de aquel establecimiento.

 

 

V.2.  Reverenda Madre Francisca Rubatto

Ana María Rubatto, nació el 14 de febrero de 1844 en Carmagnola, ciudad vecina de Turín. Hija de Juan Tomás Rubatto, de oficio "stalliere" (patrón de una cochera de carruajes y caballos) y Catalina Pavesio, costurera.

"Marietta", como la llamaban sus familiares y amigos, a la edad de diecinueve años, pierde a su madre y se traslada a vivir con su hermana mayor, Magdalena, a la ciudad de Turín.

 En Turín trabajó como costurera, oficio éste que aprendió junto a su madre y hermanas. Sus estudios se limitaron a la enseñanza básica y a su esfuerzo de autodidacta; tenía dotes especiales para las manualidades: costura, tejido, flores artificiales.

Ya desde su juventud, Ana María demostraba una especial predilección por los enfermos, a quienes atendía en sus hogares, además de servir como voluntaria en un hospital de las Hnas. Vicentinas, en el Cottolengo y en un oratorio junto a Don Bosco. En estos lugares, atendía a los internos, oficiando de enfermera, de limpiadora, de catequista, etc.

Luego de vivir unos años con su hermana y su cuñado, es "adoptada" por una señora viuda y adinerada que la toma como a una hija: la Sra. Mariana Scoffone de Costa.

En este período, Ana María dispone de posibilidades económicas y de prestigio social que utiliza al servicio de los más necesitados y de distintas obras de la Iglesia.

Con esta señora comienza a frecuentar el pueblo de Casorzo, donde la Sra. Scoffone poseía una casa de veraneo y se trasladaban allí durante todas las vacaciones. Pronto Ana María, hizo fama en el pueblo de ser una mujer caritativa, benefactora de los pobres.

El 26 de diciembre de 1882, la Sra. Mariana Scoffone, fallece y deja en su testamento a la Pequeña Casa del Cottolengo, como heredera universal, y a Ana María la suma de 6.000 liras y una pensión vitalicia anual de 400 liras, así como varios objetos de valor. Con la muerte de la Sra. Scoffone, Ana María se convierte en una mujer independiente y con una situación económica más que desahogada, que utilizó para continuar sus múltiples obras de caridad.

Junto a su hermana y cuñado pasaba las vacaciones en Loano, un pueblo de pescadores y balneario frecuentado por los sectores acomodados de la sociedad turinesa. Allí Ana María era conocida como una: "madura señorita de cuarenta años, no hermosa, pero de modos y posibilidades señoriales, considerada de familia adinerada en un pueblo de pescadores y de gente pobre, que asistía diariamente a la iglesia y estaba dedicada a las buenas obras, que no pensaba hacerse monja ni tampoco en casarse..."[123]

Fue en Loano, y a través de la intervención del Padre Angélico de Sestri (quien luego sería Superior de los Capuchinos en Uruguay), que Ana María se definiría por ingresar en un nuevo instituto, de inspiración franciscana.

Demoró más de lo esperado por el Padre Angélico en decidirse a ingresar a la nueva comunidad, pero finalmente el 15 de diciembre de 1884, llega a la casa de Loano y el 23 de enero del siguiente año, realiza la Vestición junto a las otras cinco primeras novicias. A partir de esta fecha, Ana María o Marietta, sería la Madre Superiora María Francisca de Jesús. El 17 de setiembre de 1886 realizó la Profesión y el 16 de enero de 1899 emite los votos perpetuos en Montevideo como Hermana Terciaria Capuchina.

Sus primeros tiempos en el convento de Loano, fueron de grandes desafíos y también de mucha angustia para la Superiora. Las dificultades económicas eran agobiantes, los problemas internos con alguna hermana hacían muy difícil la convivencia, las tareas apostólicas eran agotadoras y estaban sobre ella los ojos de todo el pueblo y de las jerarquías de la Iglesia, que seguían muy de cerca la nueva experiencia de las terciarias.

 Su actividad pastoral se centraba en la atención de un oratorio para niños (lo que denota la influencia de Don Bosco en la Madre Francisca), en el acompañamiento a los pescadores y sus familias (que no pocos problemas le trajo con sus superiores), en el cuidado de enfermos en sus domicilios, en la enseñanza del catecismo a niños y adultos, en los trabajos de costura, tejido y flores artificiales para mantener el convento y en el huerto para el consumo, además de la guía y apoyo a las hermanas y las novicias que empezaban a llegar.

La atención de los niños en los oratorios, era una de las obras predilectas de la Madre. En una carta de mayo de 1885, la Madre fundamenta la importancia de estas obras como lugares en los que se busca "que los jóvenes no tengan motivo de vagabundear el domingo, con peligro de entregarse a cualquier vicio", y para esto se los reunía "para enseñarle los buenos principios morales y civiles, que pueden ayudar al bien de la sociedad[124]."

A pesar de aquellas primera dificultades, pronto el instituto empieza a crecer. En cuatro años se realizan cincuenta y tres vesticiones. Se abren nuevas casas en Voltri, Génova, San Remo, Puerto Mauricio, Albenga, Levanto, etc. En todas estas fundaciones (y en las futuras), la Madre Francisca se trasladaba personalmente y dirigía la nueva casa durante sus primeros tiempos, a la vez que permanecía atenta a los sucesos en las otras a través de una fluida correspondencia.

En mayo de 1891, la Madre Francisca sufre el alejamiento de uno de los sacerdotes más cercanos al instituto y que más acompañó su vida de fe. La misión capuchina en el Río de la Plata, pasaba a cargo de la Provincia de Génova y el Padre Angélico era enviado como su superior. La partida del sacerdote fue con la promesa de mandarlas buscar para fundar una misión en América. Y efectivamente, en menos de un año de estadía en Uruguay, el P. Angélico viaja a Génova para proponerles asumir la atención del nuevo Hospital Italiano de la ciudad.

Ante esta nueva misión, la Madre Francisca duda de las fuerzas de sus jóvenes hermanas y temía que fuera muy temprano para que el instituto asumiera una misión de tal envergadura.

Sin embargo, el empuje del P. Angélico pudo más que las dudas de la Superiora y 3 de mayo de 1892 parten hacia América, la Madre Francisca junto a tres hermanas.

El 25 de mayo arribaron al puerto de Montevideo y, superado el diferendo con el Arzobispo de Montevideo, comenzaron su servicio en el Hospital Italiano.

Pronto, la fama de las hermanas capuchinas cruza el Río de la Plata y son llamadas desde la ciudad argentina de Rosario, para hacerse cargo del Hospital Italiano de esa localidad.

En Montevideo la Madre Francisca se pondrá al frente de todas las actividades de las hermanas, que ya fueron vistas en los capítulos anteriores: el catecismo en distintas zonas de la ciudad, las casas del centro y de Nuevo París, la formación de novicias, la atención de enfermos, etc.

Sintiendo que en Italia se manifestaban resistencias a enviar nuevas misioneras a América, la Madre Francisca viaja a Génova en mayo de 1894. En su estadía en Italia, se realiza el primer capítulo del instituto, en el que es reelegida como Madre General.

El 15 de agosto del mismo año se embarca nuevamente con rumbo a Uruguay, acompañada de cinco misioneras y disponiéndose a fundar nuevas casas en Uruguay y Argentina.

En estos años, a pesar de los primeros achaques de su salud, inicia su actividad catequística en la Barra de Santa Lucía, en el Paso de la Arena y en Nuevo París.

En octubre de 1896 realiza otro viaje a Italia, donde recorrió las casas de las capuchinas y en Roma se entrevistó con el Papa León XIII, encontrándose en trámite las Constituciones del nuevo instituto.

Estando en Italia, su pensamiento sigue en América y el 20 de junio del año siguiente desembarca nuevamente en Montevideo, acompañada de once nuevas misioneras.

En 1898 recibe el pedido de enviar hermanas a una misión en Maranhao (Brasil). Luego de realizar varias consultas, el 6 de mayo de 1899 parte el grupo de hermanas hacia Maranhao, encabezado por la Madre Francisca, que ya cuenta con 55 años.

En la misión de Maranhao permaneció tres meses conviviendo con los indígenas en medio de la selva, enseñando el catecismo y llevando al bautismo a los niños.

El 25 de octubre de 1899 se embarca rumbo a Génova, llena de interrogantes sobre la evolución del instituto y con la certeza que se estaban dando movimientos internos que buscaban apartarla del cargo de Superiora General, alegando que estaba alejada del centro del instituto, que debía permanecer en Italia.

El 27 de abril del año siguiente se celebró el Capítulo General en el que fue reelegida, para su sorpresa, como Superiora General.

En esos meses en Italia, la Madre Francisca añoraba volver a América. Estaba siempre pendiente de las necesidades de las hermanas, especialmente de las que quedaban en Montevideo, de la pobreza que pasaban, del difícil trabajo en las zonas más alejadas de la ciudad. En sus cartas se refleja este sentimiento:

"¡Oh, esa América! ¡Ese Montevideo! Estoy en Italia y la obediencia me retiene aquí; pero mi corazón está allí, donde pasé ocho de mis diecisiete años de religiosa; y recibiendo de continuo pruebas que me consolaban, me llenaban el alma de admiración hacia religiosas y seglares, [...] ¡Cuánto siento la lejanía! Y conmigo, la querida Sor Anunciata. Conversamos a menudo y su nombre aflora muchas veces a nuestros labios. Ambas tenemos el corazón en Montevideo[125]."

Pero los problemas en Italia y su salud cada día más delicada, no le permitían viajar. En febrero de 1901 cae enferma debiendo permanecer en cama más de un mes.

Mientras ella guardaba reposo, el 13 de marzo en la misión de Maranhao, se producía la masacre de las siete hermanas a manos de los indígenas del lugar. Esta noticia afectó gravemente a la Madre Francisca. Ella misma dice: "estábamos muy lejos de esperar una noticia tan triste y cuando la recibimos creímos morir ... No morí porque Jesús no quiso..."[126]

Recién el 30 de octubre de 1902, pudo concretar el sueño de volver a Uruguay. Debió superar previamente, las trabas existentes en el país para el ingreso de nuevas religiosas, pero solucionado este problema, partió hacia el Río de la Plata, en el que sería su último viaje.

El 23 de noviembre llega al puerto de Montevideo, siendo recibida con gran alegría por todas las hermanas.

A pesar de lo delicado de su estado de salud, apenas llega se pone al frente de la fundación de Nuevo París, que no avanzaba con el ritmo que ella quisiera.

Varios problemas debió enfrentar en Montevideo: el largo trámite de la herencia de la Sra. María Costa, las diferencias con los capuchinos con respecto a la casa de Nuevo París y la no aprobación en Roma de las Constituciones por las que tanto había trabajado en su último viaje. 

En este tiempo, la Madre, atendiendo a distintas solicitudes, y a pesar de sus ya pocas fuerzas, abre dos nuevas casas en Argentina: una en Buenos Aires que inaugura el 31 de julio de 1903 y otra en Sastre, un pueblo cercano a la ciudad de Rosario, en el que entran el 6 de febrero de 1904.

En Uruguay, la Madre recibe el pedido de las autoridades de Minas, de que un grupo de hermanas se ocuparan de la atención en el hospital del pueblo. Teniendo en cuenta la delicada situación en que estaban las religiosas frente a las autoridades civiles, consideró que sería bueno aceptar esta nueva misión y el 1º de enero de 1904 comenzaron sus servicios en el nosocomio.

En estas nuevas fundaciones, al igual que en todas las anteriores y a pesar de sus problemas de salud, la Madre Francisca estaba en la primera fila de trabajo. En los primeros meses de 1904 visita las casas de Rosario y Buenos Aires y trabaja en el hospital de Minas que se ve saturado por los heridos de la guerra civil y enfermos de una epidemia de tifus.

Tenía planes de volver a Italia en agosto, pero en julio los médicos le recomendaron someterse a una operación y le indicaron la necesidad de aplazar el viaje. La Madre Francisca no quería operarse, pero la intervención de varias personas, entre ellos del Arzobispo Mons. Soler, la convencieron de aceptar la intervención "por el bien de las hermanas".

El 15 de julio es operada, pero la enfermedad tenía un grado de avance con el que los médicos ya no podían hacer nada ...

Los días siguientes, los pasó rodeada de las hermanas, de Mons. Isasa, de Mons. Soler y de tantas personas que la conocían y querían colaborar, cuidándola en las noches o rezando en la capilla del convento de la calle Minas. El 3 de agosto recibió la Santa Unción y en la noche del 6 de agosto de 1904 falleció. Sus restos fueron velados en la capilla del convento y desde allí salió el cortejo al cementerio de La Teja, encabezado por el Arzobispo, sus Obispos Auxiliares, todo el clero, las religiosas y una larga caravana de personas que querían acompañar a la Madre Francisca en su último viaje.

Casi noventa años después, el 10 de octubre de 1993, se convierte en la primera Beata que ejerció buena parte de su apostolado en tierras uruguayas.

 

 

 

CAPITULO VI:

 

APÉNDICE DOCUMENTAL

 

 

VI.1.  Credenciales otorgadas al Pbro. Isidoro Fernández

Transcripción de las credenciales otorgadas al Pbro. Isidoro Fernández con motivo de su viaje a Europa en busca de congregaciones religiosas que se establecieran en Uruguay. En A.C.M.

VI.1.1.  Credenciales otorgadas por la Comisión de Caridad de Montevideo

"Hospital de Caridad

La Comunidad de Caridad autoriza al Presbítero Dn. Isidoro Fernández para que negocie en cualquier Puerto de España el transporte para esta ciudad, de Cuatro Hermanas profesas de Caridad, con el fin de poner a su cargo el Hospital de esta Ciudad, en lo concerniente a la asistencia de los enfermos.

Si las condiciones que dichas Hermanas exigen se limitan a que se les dé casa independiente dentro del Establecimiento, el uso de la Capilla, y todas las comodidades posibles, en un Establecimiento que se mantiene de escasas rentas y de la Caridad del público que tantas veces da pruebas de benevolencia y amor a la humanidad, y si a su ardiente deseo y vocación de servir a los pobres, les satisface la protección y el patrocinio más Decidido que les ofrecen cada uno de los individuos que componen la Comisión, (en lo que no trepidan en asegurar, son el eco de la población de Montevideo) entonces el Sor. Dn. Isidoro está autorizado para conducirlas con las Hermanas Salesas, ó como mejor les convenga.

Se le autoriza a girar sobre la Comisión por los fondos necesarios para este pasaje, y algunos gastos de preparativos que dichas Hermanas necesiten hacer para su viaje, sino es que consiga del Capitán del Buque el recibir aquí su importe.

Estando en las miras de la Comisión el que tan humanitaria institución como la de las Hermanas de la Caridad, se extienda y propague entre nosotros, - puesto que exige vocación para tan Santo fin - desea la Comisión que entre las cuatro Hermanas, venga alguna de ellas, que por la posición que ocupa y sus antecedentes pueda llevar a ejecución el fin que se propone.

Pero, si contra nuestra esperanza las Hermanas exigen algunas otras condiciones que salgan de la esfera señalada, entonces se le ruega al Sr. Comisionado el que comunique cuales sean, para que tomadas en consideración se le dé oportuna respuesta.

Se ruega a dicho Sr. Comisionado que en su tránsito por Río Janeiro, tome los informes necesarios sobre las bases o condiciones con que se han establecido allí - y que también se sirva comunicarlo, pues a la vista de su informe, le mandará nuevas instrucciones, si lo cree conveniente.

Hospital de Caridad de Montevideo Junio 2/855."

[Firman] Juan R. Gómez (Presidente), Antonio Montero (Secretario), Luis Godefroi, Doroteo García, J. Crucet, Miguel Vilardebó, Juan García Wich, Jacobo Varela, A. Castellanos, Manuel Herrera y Obes.

VI.1.2.  Credenciales otorgadas por el Gral. Venancio Flores

"El Brigadier General Venancio Flores, Presidente de la República Oriental del Uruguay. A todos los que el presente vieren Salud!

Por cuanto: el Presbítero Doctor Dn. Isidoro Fernández, ha sido autorizado por el Gobierno de la República para traer dos ó más Monjas Salesas del Reino de España destinadas a la fundación del monasterio de Religiosas de ese nombre, que debe erigirse en esta Capital así como también para negociar la venida de dos o tres hermanas de Caridad sea del  Imperio del Brasil ó de cualquier punto de Europa.

Por tanto: y teniendo entera fe en las virtudes y otras calidades que distinguen al mencionado Presbítero Doctor Dn. Fernández, hemos venido en acordarle y conferirle, Poder para que pueda llevar a cabo la autorización arriba mencionada;

Para la debida constancia le expedimos el presente firmado de nuestro puño, sellado con el sello de armas de la República y refrendado por nuestro Ministro Secretario de Estado en los Departamentos de Gobierno y Relaciones Exteriores, en Montevideo a 28 de Mayo del año de mil ochocientos cincuenta y cinco."

[Firman] Venancio Flores, Alejandro Chucarro.

VI.2.  Convenio firmado entre las Hermanas del Huerto y la Comisión de Caridad de Montevideo

Copia traducida por Rafael Giménez (Traductor Público)el 11 de enero de 1859, del convenio firmado entre las Hnas. del Huerto y la Comisión de Caridad, en diciembre de 1856. En A.C.M.

"Convenio entre la Ilma. Administración del Hospital de Caridad de Montevideo y las consultas de las Hermanas Hijas de María del Huerto fundada en Chiavari por Monseñor Antonio Gianelli Obispo de Bobbio de venerada memoria ahora dirigida por su Excelencia Reverendísima el Arzobispo de Génova.

1º. Las Hermanas de Caridad hijas de María prestaran su obra de caridad a los enfermos, conforme consta del concordado reglamento y la Administración, persuadidísima que ellas se desempeñarán con celo en obra tan meritoria, confía a su cuidado la entera dirección del Hospital.

La Administración se obliga a proveer a las Hermanas de conveniente alojamiento, de todos los muebles necesarios, de habitación, cocina, refectorio, y de todo cuanto pudieran necesitar para uso en cualquier tiempo ó caso no previsto.

3º. La misma pasará también a las hermanas un número conveniente de delantales blancos, y su lavandera será a cargo del Establecimiento.

4º. Las Hermanas se proveerán su vestuario con la pensión anual de Cuatrocientas liras nuevas ó sean Cuatrocientos francos para cada una hermana, cuya pensión de orden de la Administración será pasada por el cajero del Hospital de trimestre en trimestre adelantado a la Superiora de las Hermanas.

5º. El alimento y todo lo que no es vestuario será suministrado a las Hermanas por la Administración, la cual proveerá también a las mismas en caso de enfermedad de Médico, medicamentos y cuando fuese conveniente volver a mandar a Italia alguna hermana, por motivo de salud, la Administración espensará a la enferma que deberá irse y a otra hermana que deberá acompañarla y espensará también a las dos hermanas que deberán subrogar las mismas.

6º. La consulta estará siempre en libertad del llamar en todo tiempo, cualquiera que sea de las Hermanas, sustituyéndola con otra no inferior, previo aviso del Señor Presidente.

7º. Queriendo entrar postulantas, la Administración acordará un sitio adaptado para las mismas, donde las Hermanas puedan probar su vocación y gozarán del mismo tratamiento interno de las Hermanas.

8º. Llegando a fallecer una Hermana, la Administración proverá a los gastos mortuorios, haciendo ejecutar la función fúnebre, con misa cantada y doce rezadas, y sobre la lapida de la difunta hará colocar una pequeña cruz.

Andrea Charvas. Por la divina misericordia y gracia de la Sede Apostólica, Arzobispo de Génova.

Visto lo arriba escrito, convención entre la Administración del Hospital de Montevideo y la consulta de las Hermanas de Caridad Hijas de María del Huerto en Chiavari, declaramos que nada obsta de nuestra parte a que las Consultas de las mismas Hermanas ajuste las estipulaciones de la Convención arriba expresada con la mencionada Administración proveyéndola de nuestra autorización para tal acto.

En fe de lo cual. -Génova - Palacio Arzobispal a 7 de Noviembre de 1857. (Hay un sello y está firmado) + Andrea Arcivescovo di Génova." [...]

[Siguen firmas] Raverina Canel, Gio Battista Lop.piano, Sor María Catterina Podesta (Superiora General), Sor María Guiseppa Vassano (Madre Vicaria y Consultora), Sor María de la Cruce Campi (Consultora), Sor María Crucifissa Cartonino (Consultora), Sor María Giuseppa Rocca (Consultora) y Sor María Botti (Concellera).

VI.3.  Carta de Don Bosco a Mons. Vera

Carta de Juan Bosco a Mons. Jacinto Vera en la que presenta a la primera expedición de sacerdotes salesianos que se instalarían en Uruguay. En A.I.S.

"Colegio de San Vicente de Paúl en San Pier d'Arens. Noviembre 17 de 1876

Excelencia Reverendísima:

Un puñado de mis hijos Salesianos van a Montevideo para iniciar el Colegio Pío, fundado por la caridad y el celo de V. E.. El Santo Padre quedó muy complacido de que se abriera ahí un instituto católico que llevara su nombre; elogió y bendijo a V.E. y a todos los que cooperaron a esta fundación.

Se trata de comenzar, y se encontrarán dificultades; pero con el auxilio de Dios y con la protección de V. E. espero se allanarán todos los obstáculos que pudieran estorbarnos. Mis misioneros van con buena voluntad; su número es de once: tres sacerdotes aprobados para la confesión y predicación; cuatro son maestros, y cuatro coadjutores que pueden ejercer el magisterio y dedicarse también a diferentes trabajos materiales.

Sus nombres son: Presbítero Luis Lasagna, Director del Colegio, doctor en letras latinas, griegas, etc. -Presbítero Miguel Fassio, profesor normalista. -Presbítero Agustín Mazzarello, también profesor normalista; ambos maestros de historia, geografía y ciencias naturales.

Acólito Luis Farina, maestro de música vocal e instrumental, particularmente de piano.

Acólito Scavini, maestro y asistente.

Acólito Ghisalbertis, profesor de ciencias naturales, dibujo, física, geografía, etc.

Acólito Daniele, asistente y maestro de música instrumental y vocal.

Los otros se prestarán a toda clase de ocupaciones.

Puede acontecer que el Teólogo Cagliero, al efectuar la distribución del personal, deba de hacer alguna modificación; pero será siempre para mejor. Habiendo necesidad de otras personas, haré lo posible para enviarlas prontamente.

El Cardenal Antonelli tenía preparada una carta para V. E.; pero la muerte nos lo arrebató. El Cardenal Franchi me encargó enviara a V. E. sus respetuosos obsequios.

Es mi intención también abrir una casa para niños artesanos, y para este fin hay en esta expedición maestros de arte que podrán prestar su contingente; pero para esto don Cagliero verá lo que se podrá hacer.

Mis misioneros a su llegada tendrán equipajes para desembarcar, y ruego a V. E. quiera darles los consejos que les fueren ventajosos.

Expuestas así brevemente las cosas, yo pongo a todos estos mis hijos en las santas manos de V. E.; por lo pasado fueron míos, en el porvenir serán todos suyos. Espero que V. E. quedará satisfecho, y si con su comodidad me diere más tarde alguna noticia, lo tendré en verdadero favor.

Me recomiendo a mí a toda esta naciente Congregación a la caridad de las varias oraciones de V. E., y pidiendo a Dios le conserve aún por muchos años de vida feliz, tengo el alto honor de profesarme de V. E. Reverendísima Obligadísimo Servidor.

Juan Bosco, Presbítero."               

VI.4. Carta del Sr. Roman Barlén a Fray Antonio María de Montevideo

Extracto de la carta manuscrita y sin fecha, del Sr. Román Barlén a Fray Antonio María de Montevideo, en que narra los antecedentes inmediatos del Club Católico y su vinculación con los frailes capuchinos del convento San Antonio. En A.C.C.

"Yo había aprendido en esa Santa Casa [el Convento San Antonio] los buenos ejemplos y virtudes de aquellos buenos religiosos. Como yo era libre, los domingos y fiestas solía visitar las otras iglesias, haciendo estaciones y visitas a Jesús Sacramentado y observaba la piedad de las gentes y buscaba jóvenes católicos para que me acompañasen a estas visitas, y observaba que nuestros jóvenes que antes eran sumisos a sus mamás, se iban separando de ellas y se paraban entre columnas de los templos junto a otros profanadores de la casa de Dios, aquella nueva costumbre me producía inquietud por la pérdida de buenas costumbres de aquellos jovencitos y las ofensas que se hacía a nuestro Buen Dios nos dolían. Pensando en este nuevo método de conducta, traté de buscar amigos más acostumbrados a las cosas sociales que yo y me encontré, por suerte, con un joven bachiller muy religioso y le pregunté ¿cuál era el motivo de que algunos jóvenes antes sumisos a sus papás, ahora les veía rebeldes, distraídos, huyendo de los actos religiosos, como avergonzados de su antigua creencia.

- Es muy fácil comprender, los estudios superiores que se dan en nuestra universidad son contrarios a la religión, la filosofía que se enseña es racionalista, este conocimiento enseña a independizar al entendimiento; el objeto primero de esta filosofía es combatir los dogmas de la religión; esta filosofía va penetrando en todas las clases sociales, va contaminando todas las inteligencias juveniles de tal modo que les hace perder la fe cristiana, aun a aquellos que no estudian esa filosofía. - Amigo mío ¿no habría medio para combatir esas enseñanzas y fortificar la fe de los jóvenes? [...] ¿Ud., es católico? - Sí. - Hay también jóvenes católicos de buena voluntad que se unirían a nosotros y varios unidos en Cristo, defenderíamos nuestras creencias con valor, en Dios y por Dios y por la Patria. - Tiene razón. [...] - Pues manos a la obra. Mañana vendré a su casa, iremos juntos, comulgamos en el Convento, expondremos al P. Vito nuestro proyecto, haremos ejercicios espirituales por ocho días bajo la dirección del amigo P. Vito y después emprenderemos nuestros trabajos en el nombre de Dios, para su gloria y bien de la juventud.

Así lo hicimos al día siguiente, Ramón López y yo fuimos al convento y expusimos al P. Vito nuestro proyecto, y al oírme, tan jovial como era, me exclamó con alegría de corazón ¡Bravo Romanorum!, como siempre me nombraba. Empezamos los ejercicios espirituales bajo su dirección.

A los tres días de estos nos presentó un compañero el agrimensor Horacio Tabarez, joven recién convertido. Cuando concluimos los ejercicios se nos adhirió Justo J. Caraballo y más tarde Antonio Sánchez, Horacio Marsella, etc.

Estos formaron parte de la primera comisión. Nombramos presidente Antonio Sánchez, vice Horacio Tabarez, director espiritual al R. P. Fray Vito Angelo de Gioia, secretario Justo J. Caraballo, los demás consejeros o vocales, no pensamos en tesorero porque lo que menos nos preocupaba eran los intereses pecuniarios. Nuestras reuniones eran volantes, no teníamos domicilio fijo, nos reuníamos donde los compañeros se convidaban, donde nos ofrecían una pieza grande para recibir muchos jóvenes de buena voluntad que quisieran cooperar a nuestros proyectos.  Estudiábamos el Protestantismo de Balmes, Augusto Nicolás, lo discutíamos, hacíamos proyectos de discursos, los examinábamos, discutíamos, se formaba controversia sobre las ideas corrientes, en una palabra nos preparábamos para actuar en público, nada publicábamos porque no había diarios que protegieran nuestros estudios.

El único periódico que existía católico, era el Mensajero del Pueblo, dirigido por el Pbro. Don Rafael Yéreguy. Pero nuestra iniciativa era humilde, no pretendíamos el bombo, ni queríamos notoriedad;, sino humildemente queríamos ir preparando un ambiente propicio. Asistían muchos jóvenes católicos a nuestras reuniones; en las vacaciones de 1873, tuve el gozo de ver una reunión colosal de 50 jóvenes católicos. Parte de ellos, habían venido de Santa Fe. Recuerdo que entre ellos estaba el poeta Bachiller Juan Zorrilla de San Martín el cual nos dirigió un discurso elogioso a "esta iniciativa benemérita para la patria y de envidiable imitación" son sus palabras. [...]

En esta acción católica y social continuamos hasta 1874 en cuyo tiempo el Sr. Vicario Mons. Vera me envió a Santa Fe dejando yo encomendada la obra al R. P. Vito y a los compañeros mientras regresaban a la patria los Dres. que Mons. Vera prometía que se harían cargo de la pobre iniciativa. En efecto. Llegaron y el Sr. Vicario encomendó la Asociación de estudios-morales-religiosos-y literarios para la juventud, a fin de preparar a las juventudes para defender nuestras creencias. Los Drs. Soler y R. Isasa fueron los nuevos directores de esta acción católica. Después de varias sesiones el Dr. Soler resolvió sustituir el anterior título por Club Católico dejando intactos los fines que se habían puesto los iniciadores e hizo nombrar presidente a nuestro querido e inolvidable Horacio Tabares.

Yo volví de Santa Fe en el 78 y encontré a nuestra Asociación convertida en un gran Club y un Liceo de educación social fundado por el Dr. Soler y a este eminente y sabio sacerdote empeñado en una lucha brava contra los enemigos de la religión [las palabras en cursiva aparecen tachadas] las falsas doctrinas que combatían a nuestras verdaderas creencias: el protestantismo, el racionalismo, la masonería. Yo también fui discípulo de los profesores del Liceo y discípulo del Dr. Soler en filosofía. Allí me ejercité en escribir en periodismo y diario, redacté el "Porvenir", periodiquín que había nacido al calor de las aulas del Liceo, para el combate por la religión. [...]

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

I. Archivos

* Archivo de la Curia Capuchina en el Uruguay (A.C.C.).

* Archivo del Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto (A.H.H.).

* Archivo de las Hermanas Capuchinas (A.H.C.).

* Archivo de la Inspectoría San José (A.I.S.).

* Archivo de las Hermanas Salesas de la Visitación de Santa María (A.H.S.).

* Archivo de la Curia Arquidiocesana de Montevideo (A.C.A.M.).

II. Fuentes éditas e inéditas

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Pastoral del Excmo. y Rvmo. Mons. Dr. Antonio. Ma. Barbieri ... con motivo del centenario del Instituto de las Hnas. del Huerto en Uruguay; Montevideo, noviembre 1956.

Pastoral del Excmo. y Rvmo. Mons. Dr. Mariano Soler con ocasión del jubileo semisecular (1856 - 1906) del establecimiento de las dos comunidades religiosas de Ntra. Sra. del Huerto y Visitación de Sta. María; Montevideo, 1906.

Anales salesianos uruguayos (1895-1923). Recopilación documental elegida y coordinada por Juan E. Belza sdb.; Inspectoría San José, Montevideo, 1976.

Hospital de Caridad de Montevideo. Reseña retrospectiva desde su fundación; Establ. Tipográfico "La Nación", Montevideo, 1889.

III. Bibliografía

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NOTAS
 


[1]     ARTEAGA, J.:  La inmigración en el Uruguay ...

[2]     El concepto de modernización fue tomado de ZUBILLAGA, C., CAYOTA, M.: "Cristianos y cambio social", tomo I, p. 97

[3]     Idem, p. 100-104

[4]     ODDONE, J., "La formación ...", p. 16

[5]     Idem, p. 22

[6]     ARTEAGA, J., ob.cit.

[7]     ODDONE, J., ob.cit., p. 36-37

[8]     ODDONE, J., ob.cit., p. 43

[9]     ODDONE, J., "Los gringos"

[10]    Idem

[11]    La difusión del espiritualismo ecléctico desde las aulas, se inició en los cursos del Gimnasio Nacional de Luis José de la Peña en 1848.  Al inaugurarse la Universidad, el 18 de julio del año siguiente, aquel instituto queda incorporado al nuevo y de la Peña pasa a dictar los cursos desde la cátedra universitaria hasta 1852 en que es continuado por Ellauri.  A partir de 1877 se suspende la cátedra de Filosofía y una vez restablecida en 1883, el mismo catedrático retoma el dictado de los cursos hasta 1888 con la misma orientación.  Es decir que, durante treinta y cinco años la cátedra respondió a una misma escuela filosófica.

[12]    BAZZANO, D. y otros, "Breve visión de la historia de la Iglesia en Uruguay", p. 67

[13]    Cuando se funda la Universidad se establece la cátedra de Teología y su primer Rector es el Vicario Apostólico Pbro. Lorenzo Fernández.

[14]    ARDAO, A., "Espiritualismo ...", p. 56

[15]    ARDAO, A., "Racionalismo ...", p. 172-173

[16]    ARDAO, A., "Racionalismo ...", p. 136

[17]    Su artículo 18 decía: "La enseñanza de la religión católica es obligatoria en las escuelas del Estado, exceptuándose a los alumnos que profesen otras religiones y cuyos padres, tutores o encargados, se opongan a que la reciban".

[18]    Separa el contrato civil del sacramento religioso, estableciendo la obligatoriedad del primero y dejando el segundo como optativo, previa realización del acto civil.  Las causas que, sobre nulidad o ruptura del vínculo, estaban en manos de tribunales eclesiásticos, pasan a la potestad civil.

[19]    Se supedita a la autorización expresa del Poder Ejecutivo, la fundación de nuevas casas religiosas y su reglamentación, así como se desconocen la validez civil de los votos religiosos.  Se autoriza a las Juntas Económico-Administrativas a inspeccionar las casas "a fin de dar libertad a las personas mayores de edad retenidas en aquellas contra sus deseos y restituir los menores de edad a sus padres ..."

[20]    PONS, L., "Biografía ...", p. 182

[21]    Los jesuitas habían sido expulsados del país por decreto del Presidente Gabriel Pereira del 26 de enero de 1859.

[22]    Parroquia de Rosario (1860), Santa Lucía (1861), el Tala (1861), la Aguada (1866), Treinta y Tres (1868), Nueva Palmira (1871), Reducto (1871), Paso Molino (1872), etc.  Tomado de PONS, L., ob.cit., p. 184

[23]    SEGUNDO, J., RODE, P., "Presencia ...", p. 124

[24]    SEGUNDO, J., RODE, P., "Presencia ...", p. 124

[25]    ACEVEDO, E., "Anales históricos del Uruguay", Tomo V, p. 485, citado en ARTEAGA, J., "Una visión ...", p. 22

[26]    VILLEGAS, J., "Historia del proceso ...", p. 65

[27]    RODINO, L., "Historia del Instituto ...", p. 163

[28]    RODINO, L., "Historia del Instituto ...", p. 165

[29]    A.H.H.: Libro de Registros Nº 1, folios 2 al 17

[30]    A.H.S., "Historia del Monasterio de las Salesas", manuscrito, sin fecha, folio 23

[31]    A.H.S., "Carta del Papa Pío IX al Arzobispo de Milán del 19 de julio de 1856, manuscrito, folio 32

[32]    Idem, folio 25

[33]    A.H.S., "Carta del Papa Pío IX al Arzobispo de Milán del 19 de julio de 1856, manuscrito, folio 34

[34]    Idem, folio 59

[35]    TOME, E., "El Vicariato ...", p. 96

[36]    A.H.S., "Carta del Papa Pío IX al Arzobispo de Milán del 19 de julio de 1856", manuscrito, folio 58

[37]    A.H.S., "Carta del Papa Pío IX al Arzobispo de Milán del 19 de julio de 1856", manuscrito, folio 69

[38]    A.C.C., caja "Relación con la Provincia de Génova": Decreto de Aprobación de la misión del 17 de diciembre de 1891 e Istruzioni pei Padri Genovesi destinati a Montevideo, firmada por Fray Bruno de Vinay, Procurador General Capuchino, dada en Roma el 26 de mayo de 1891

[39]    ANTONIO Ma., "Los capuchinos genoveses ...", p. 51

[40]    A.C.C., Almanaque de San Antonio, 1902, p. 54.  La comisión inicial estaba presidida por el Rvdo. Padre Juan José de Montefiori, el tesorero era el Sr. Bernardo Aguerre, el contador era el Sr. Pedro Manuel de Isasa, el secretario era el Sr. Fermín Yéregui, y vocales eran los señores Emiliano Ponce, Juan Zorrilla y Patricio García.  Posteriormente se integraron los señores Lorenzo Escarza, Lorenzo Caprario y Antonio Rius.

[41]    ANTONIO Ma., ob.cit., p. 41

[42]    BELZA, J., "Lasagna ...", p. 31.  Carta del Pbro. Rafael Yéreguy al R. P. Calgiero

[43]    Idem, p. 37

[44]    A.I.S., carta de Don Bosco a Jacinto Vera.  Ver Apéndice Documental.

[45]    A.I.S.: instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Su cincuentenario en el Uruguay. 1877-78/1927-28, Montevideo, sin fecha.

[46]    TOSO, R., "Una mujer fuerte ...", p. 168

[47]    A.H.C., "Cartas de la Sierva de Dios ...", volumen I, p. 11, carta de la Mdre. Rubatto, dada en Montevideo el 14 de mayo de 1895

[48]    A.H.C., Registro de afiliaciones, vesticiones, profesiones, votos perpetuos de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Delegación de América.

[49]    ZUBILLAGA, C., "Religiosidad ...", p. 29

[50]    RODINO, L., ob.cit., p. 284

[51]    RODINO, L., ob.cit., p. 338-339

[52]    RODINO, L., ob.cit., p. 176-178

[53]    A.H.H., "Reglamento de la Congregación de Nuestra Señora del Huerto"

[54]    Idem, p. 267

[55]    "Historia del Monasterio ...", folio 109

[56]    Idem, folio 130

[57]    TOME, E., ob.cit., p. 94

[58]    Idem, folio 56

[59]    "Don Bosco Santo", p. 20

[60]    ALONSO, M. y otros, "Algunos datos ..."

[61]    A.I.S., Carpeta "Hijas de María Auxiliadora": instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Entre estas bienhechoras se encontraban las señoras Isabel Berriol, Ana A. de Mañé, Isabel C. de Pesquera, Teresa B. de Aguerre, María Ugartemendia, Melany B. de Sáenz Rosas, etc.

[62]    A.I.S., carpeta "Hijas de María Auxiliadora": Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Entre estas bienhechoras se encontraban las señoras Isabel Berriol, Ana A. de Mañé, Isabel C. de Pesquera, Teresa B. de Aguerre, María Ugartemendia, Melany B. de Sáenz Rosas, etc.

[63]    A.C.C., "Manual del Congregante de Ma. Inmaculada y de San Antonio de Padua", Tip. Uruguaya, Montevideo, 1900

[64]    A.C.C., Almanaque de San Antonio - Convento San Antonio (Montevideo) (Capuchinos), Montevideo, 1902, p. 48

[65]    A.C.C.: Provincia dei Cappuccini di Genova. Registro dei religiosi della Delegazione di Montevideo, 1898 y Registro de los novicios capuchinos de Montevideo. Setiembre 8 de 1895

[66]    A.C.C., "Crónica de la fundación en Nuevo París", manuscrito sin fecha

[67]    Citado en ANTONIO Ma., ob.cit., p. 101

[68]    A.C.C.: Luz y Fuerza, Revista del Centro Mons. Mariano Soler; Nuevo París, 1927. Además de los nombrados, fueron miembros de la primera comisión directiva los señores José Ronchetti como Vice-Presidente, Juan Delgado como Secretario, Bonifacio Balbi como Pro-Secretario, José Loureiro como Tesorero, Antonio Grillo como Pro-Tesorero, Fernando Méndez como Bibliotecario y Delfino Cúneo, Juan Ratto, Hermelino Pintos y Rosendo Ronchetti como vocales.

[69]    A.C.C.: Al fundador de la Iglesia, Colegio y Centro de Jóvenes de Nuevo París, M.R.P. Benito de Moano, en sus Bodas de Oro Sacerdotales, los feligreses de la Parroquia en agradecimiento de su magna obra, Montevideo, 1938, folleto.

[70]    A.C.C.: Luz y Fuerza ..., p. 11

[71]    ANTONIO Ma., ob.cit., p. 196

[72]    A.H.C.: Registro general de afiliaciones, vesticiones, profesiones, votos perpetuos de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Delegación de América.

[73]    TOSO, R., ob.cit., p. 189

[74]    A.H.H.: 1829 - 12 de enero - 1929. Album conmemorativo del centenario del instituto, a cargo de las "Comisiones Pro-Centenario de las tres Provincias de América".

[75]    Ver Apéndice Documental: Convenio celebrado entre la Administración del Hospital de Caridad de Montevideo y la Institución de las Hermanas de Caridad ...

[76]    Hospital de Caridad de Montevideo ..., p. 38.  El párrafo transcripto es el único que comenta la actuación de las religiosas en el hospital en ciento siete páginas ...

[77]    RODINO, L., ob.cit., p. 168

[78]    Idem, p. 365-366, carta del 28 de diciembre de 1857

[79]    Idem, p. 180-181, artículo del Dr. Félix Trías en "Religión", del 15 de mayo de 1858

[80]    Idem, p. 195

[81]    Idem, p. 195

[82]    Idem, p. 258

[83]    Idem, p. 236-237

[84]    Recién se instalaron en el hospital de Paysandú el 2 de mayo de 1883 y cuatro años después abrieron una escuela.

[85]    Idem, p. 367, carta del 10 de agosto de 1865

[86]    Idem, p. 255

[87]    Idem, p. 189

[88]    A.H.H.: 1829 - 12 de enero - 1929, p. 24

[89]    Idem, p. 293

[90]    Idem, p. 200-201

[91]    A.H.S.: Historia del Monasterio ..., folio 75

[92]    Idem, folio 116

[93]    Idem, folio 133

[94]    A.C.C.: Carta del Sr. Román Barlén a Fray Antonio Ma. de Montevideo, manuscrito sin fecha. Ver Apéndice Documental. "La población llegaba hasta la calle Constituyente, de esa calle para el sur estaba despoblada e indeterminadas las calles.  La única vivienda notable era la de Don Nicolás Migone. A los fondos de la quinta de este propietario, existían unas viviendas de lavanderas que se servían de una laguna (frente a la Iglesia actual) que allí existía."

[95]    Idem

[96]    Idem

[97]    ANTONIO Ma., ob.cit., p. 71

[98]    VIERA, M.: Los cien años del Círculo ..., p. 31-42

[99]    Círculo Católico de Obreros de Montevideo. Album de las Bodas de Oro. 1885-1935, p. 7-16

[100] BELZA, J., ob.cit., p. 60

[101] Idem, p. 41

[102] Idem, p. 65

[103] El Pbro. Lasagna, en su discurso con motivo de la inauguración del Colegio Pío se refería al decreto del Gobernador Latorre con las siguientes palabras: "Alabo, señores, el decreto, dictado poco ha, sobre la libertad de enseñanza [...], la libertad, digo, que el Excelentísimo Señor Gobernador acaba de proclamar en su patria con palabras francas, sinceras y hasta entusiastas. ¿Quién no aprecia esta libertad, en la cual está incluida como en embrión todo el conjunto de las demás libertades, reconociendo ésta en cada uno y todos los padres el natural derecho y deber de dar a sus hijos la educación que más aprecian, y en los profesores ilustrados, el derecho de seguir en la enseñanza el método y los textos por su estudio, y experiencia reconocidos más eficaces?"  El Gobernador Latorre, había participado directamente en la llegada de los salesianos, ya que fue él quien consiguió los diez pasajes gratuitos para los sacerdotes que se trasladaron desde Turín. La Compañía del Pacífico tenía deudas con el gobierno, las que fueron saldadas concediendo los pasajes gratuitos.

[104] Obra de Don Bosco ..., p. 57

[105] Talleres de Don Bosco ...

[106] Don Bosco Santo, p. 88

[107] Don Bosco por el bien de la Patria, p. 59

[108] Don Bosco Santo, p. 102

[109] Obra de Don Bosco ..., p. 97

[110] MARTINEZ, H., ob.cit., p. 195

[111] Don Bosco por el bien de la Patria, p. 50

[112] A.I.S.: Crónica del Colegio Pío

[113] A.I.S., carpeta "Hijas de María Auxiliadora": Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Su cincuentenario en el Uruguay ...

[114] Don Bosco Santo, p. 82

[115]  A.I.S.: Instituto Hijas de María Auxiliadora ...

[116] Idem

[117] A.I.S., carpeta "Hijas de María Auxiliadora": Datos sobre la fundación de los colegios de las Hijas de María Auxiliadora en el Uruguay. 1877-1949, material inédito y mecanografiado.

[118] A.H.C.: Registro de la Crónica y Necrología de las Hermanas. Montevideo, Libro I

[119] A.H.C.: cartas de la Sierva de Dios ..., volumen I, p. 24.  Carta de la Mdre. Rubatto, dada en Montevideo el 24 de abril de 1898

[120] A.H.C.: idem, p. 221. Carta de la Mdre. Rubatto dada en Génova el 27 de diciembre de 1900

[121] A.H.C.: Registro de la crónica ...

[122] A.H.C.: cartas de la Sierva de Dios ..., volumen II, p. 554. Carta de la Mdre. Rubatto dada en Montevideo el 10 de julio de 1903

[123] TOSO, R., ob.cit., p. 68

[124] Idem, p. 121. Carta de la Madre Francisca al Padre Estanislao, de mayo de 1885

[125] A.H.C.: cartas de la Sierva de Dios ..., volumen I, p. 168. Carta de la Mdre. Rubatto dada en Génova el 7 de agosto de 1900

[126] Idem, p. 249