JUSTICIA Y PAZ EN LA PERSPECTIVA DEL CARISMA FRANCISCANO

Jacques Bélanger, ofm cap.

 

Cuadernos Franciscanos, Chile, 1987, Nº 77

 

"El objetivo de esta reflexión es práctico y urgente. Lo que me interesa son los hombres, el sufrimiento cotidiano de millones de hombres. Es la perspectiva de un futuro próximo, de un sufrimiento aún mayor. Mi propósito es descubrir lo que puede hacerse" (Albert Nolan, Jésus avant le christianisme. Ed. Ouvriéres, París (1979), p. 7.)

 

INTRODUCCION

Nos encontramos enfrentados hoy con problemas que conciernen a la humanidad entera, tan variados y complejos, de tanta urgencia y gravedad, que ningún hombre de buena voluntad puede vivir tranquilamente ignorándolos, sin esforzarse de alguna manera por encontrarles una solución, y convertirla en prioridad paró su vida. "Hace ya 34 años que busco una respuesta. Noche y día, sin cesar, me enfrento con este interrogante", escribe Fredy Kunz (La brevis d'Urie, Ed. Trois Moutiers, Roiffé (1983), p. 11.).

Los problemas a los que nos referimos aquí afectan a la calidad de la vida, pero también a la sobrevivencia de la humanidad. Conciernen a la coexistencia de hombres y mujeres, a escala nacional e internacional; afectan de una manera particular a los valores de los que tanto se habla hoy, a saber: la fraternidad, la justicia y la paz. Bastaría pensar en el espectro del holocausto nuclear, revelador de un bloqueo radical ‑una inversión absurda en nuestras relaciones humanas‑ para alertarnos sobre la gravedad de esta situación. Nos encontraremos como en los tiempos de Noé, "en los que toda carne había pervertido su camino"? (Gén 6, 12). Desde los tiempos del Génesis, escriben los obispos norteamericanos, es la primera vez que el hombre está ejerciendo un poder tan amplio y dudoso sobre la creación.

El desafío que representa semejante coyuntura es a la vez universal e inevitable. Quien sea capaz de dar una respuesta valedera tendrá en sus manos el porvenir (Gaudium et Spes, 31). Responder a este desafío es proponer como posibles valores que desde siempre han alimentado la esperanza de los pueblos. Es también abrir caminos; y esto a distintos niveles: 1) de la persona; 2) de las relaciones interpersonales; 3) de la convivencia de grupos y pueblos; 4) de la calidad de la presencia y la acción de Dios en el mundo.

Tales aspiraciones han estado siempre presentes en el ser humano, y se encuentran en el corazón del mensaje bíblico. Y actualmente, especialmente en los últimos años, son utilizadas más que nunca en el discurso de la Iglesia. Desde León XIII hasta Pío XII se ha ido elaborando una "doctrina social de la Iglesia". Vinieron luego las grandes encíclicas sociales de Juan XXIII: Mater et Magistra (1962), Pacem in Terris (1963); después, Gaudium et Spes, al finalizar el Concilio. Enseguida, en 1967, Pablo VI publica la Populorum Progressio, y pone en marcha la Comisión pontificia justicia y Paz. En 1971 se realiza el Sínodo de los Obispos sobre la Justicia; y más recientemente, las incontables intervenciones de Juan Pablo II en este sentido, así como las Cartas de casi todas la Conferencias episcopales sobre el mismo tema; sin olvidar las declaraciones de otras Iglesias, y en particular del Consejo Ecuménico de las Iglesias, y las innumerables publicaciones de los mejores teólogos que tratan sobre este tema.

El voto unánime del último Capítulo General OFM Cap. de crear una Comisión de justicia y Paz en la Orden no era un gesto aislado, como podría deducirse de la descripción del trabajo publicado por la Comisión misma al iniciar sus tareas (noviembre de 1982):

a)   fortalecer entre los hermanos el sentido de la promoción humana y de la justicia social;

b)   animar en la Orden todos los esfuerzos en favor de la justicia y la paz, de acuerdo con las orientaciones de la Iglesia;

c)   colaborar con la Comisión pontificia "justicia y Paz", lo mismo que con Comisiones similares de otras Ordenes religiosas".

Nosotros, hijos de Francisco, ¿tenemos una palabra específica que decir al respecto? ¿La primera comunidad franciscana ha vivido o nos ha transmitido algo que pueda servirnos como inspiración o interpelación?

Tal preocupación está demasiado presente en la conciencia del mundo y de la Iglesia actual como para que el "católico" Francisco, el hombre del post‑Letrán IV, del "sentire cum Ecclesia", no nos invite a consagrarnos apasionadamente a esa tarea. ¿Tan débilmente habría asumido Francisco esta dimensión evangélica? Estamos obligados a hacerla nuestra precisamente en razón de nuestra vocación a vivir "según el santo Evangelio". "La lucha por la justicia ‑dice, efectivamente, el Sínodo de los Obispos de 1971‑ y la participación en la transformación del mundo aparecen plenamente como una dimensión constitutiva del anuncio del Evangelio, que es la misión de la Iglesia para la redención de la humanidad y su liberación de toda situación opresiva".

De hecho, Francisco llevó este desafío de un mundo más humano al corazón mismo de su opción de vida, y lo tradujo de una manera concreta, ardiente y no violenta, gratuita, en la Iglesia, en contenidos de vida más que en teorías. Su testimonio de vida tuvo como efecto no sólo sugerir algunas formas morales de vida para las situaciones concretas de su tiempo, sino provocar una migración radical y global cuyos frutos estamos recogiendo todavía hoy.

Una mirada al año 1215 podría clarificar más aún nuestra reflexión, así como también un rápido vistazo a nuestra legislación actual. Podríamos así afirmarnos en algunas convicciones y proponernos algunos caminos concretos de acción.

En primer lugar, trazaremos el itinerario de la vida de Francisco y sus compañeros, tratando de identificar lo medular de su inspiración. Por lo mismo, tenemos que renunciar a movernos dentro de un esquema nocional demasiado rígido, so pena de no entender nada acerca de Francisco. Creemos poder afirmar que la opción de los primeros hermanos se acerca muchísimo a las preocupaciones subyacentes a palabras como "fraternidad", "justicia" y "paz'

1. FRANCISCO DE ASIS, EL HOMBRE

1.1 Francisco, un hombre maduro a través de una rica experiencia humana

En el momento en que Francisco se encuentra buscando su vocación profunda, lo vemos como un joven ya maduro a través de una experiencia humana variada y sólida.

Se ha hecho un experto comerciante junto a su padre. Se ha ejercitado en el arte de las armas; actuó en enfrentamientos armados y sufrió la cárcel durante un año, experimentando la "cortesía" caballeresca.

Se enfrentó con el alucinante proyecto colectivo de la Comuna de Asís, en busca de un nuevo status social y político.

Fue testigo de una búsqueda febril al interior de la Iglesia: grupos deseosos de revivir la experiencia de la Iglesia primitiva; redescubrimiento del Derecho...

Vivió intensamente la vida de las mujeres y los hombres de Asís, junto a los jóvenes de su tiempo, actuando como un trovador en sus fiestas.

En síntesis, no tenía nada que ver con el aspirante a clérigo arrancado prematuramente de su entorno natural. Su contacto con el comercio, con el oficio de las armas, con el proyecto social y político de su ciudad natal, con la cristiandad de su tiempo, en plena efervescencia, le permitieron llegar a ser alguien de quien Bernardone tenía muy buenas razones para estar orgulloso.

Por otra parte, lo que hay que tener muy en cuenta, nos encontramos frente a una personalidad excepcional, con un temperamento rico, sensible, abierto...

1.2 Corazón inquieto

Este hombre, sin embargo, después de haber vivido inmerso en su tiempo, de haberse enfrentado con entusiasmo a los desafíos de su ciudad, no tiene el corazón tranquilo. Se da

cuenta de que algo no anda. Que hay demasiadas contradicciones en su vida. Sin saber mucho por qué, advierte que las ambiciones que le han movido »hasta ahora, ya no lo llenan. Comienza a sentirse mal en su ambiente y en el estilo de vida de su tiempo.

La actividad comercial que le permite acumular bienes, que luego será necesario defender, ¿es en verdad un camino de felicidad? ¿Para qué sirve, y a quién?

El oficio de las armas, fascinante con sus promesas de gloria caballeresca, ¿no se realiza a costa de los menos afortunados? ¿Qué daños no entraña? Odio, cárcel, sangre, pobreza, familias divididas. i,Y qué sentido aporta a la existencia?

¿Y el hermoso sueño de la nueva Comuna, con su tratado de paz de 1210; construido a costa de los "menores"? Promoción de unos en detrimento de otros. Lo que se ha hecho es un pacto entre los "mayores", aparentando incluir a las clases más desvalidas, agobiadas con impuestos exhorbitantes, excluyendo sin piedad a numerosos marginados, entre ellos los leprosos.

Los nuevos criterios de valoración han pasado de la nobleza a los intereses comerciales, dentro del régimen de acepción de personas. Francisco no podía reconocerse ahí; él esperaba otra cosa.

Es lo mismo que pasa en la Iglesia de la "cristiandad": movimientos penitenciales que se decían liberadores, pero que fácilmente retornaban al espíritu de "ghetto" y al sectarismo agresivo; superestructuración, luego del descubrimiento del Derecho, y desarrollo de la jerarquía de los "Ordines", donde los más pequeños, una vez más, no tenían lugar, no teniendo estatuto previsto en el ordenamiento tradicional religioso, estancándose en una actitud feudal donde el ejercicio de la autoridad, en particular, se parecía más a un poder que a un servicio. La Iglesia y el Estado se ponían rápidamente de acuerdo para defender, si era preciso, con la fuerza de las armas y del poder "espiritual", entre los "mayores", sus acuerdos curiosamente llamados "de paz". Y la extraña Cruzada, donde se mezclaban los deseos del martirio, la piedad y la aventura con las más groseras ambiciones humanas.

1.3 Algo distinto es posible

Francisco, entre tanto, a través de su contacto con la Biblia, comienza a tomar conciencia de las falencias de esta manera de vivir consagrada por Asís; y de que existen otras alternativas. El sueño descrito en el Génesis (1 y 2), ¿no ha sido realizado por Jesús? ¿No puede ser vivido también hoy?

Al mismo tiempo, sus encuentros cada vez más frecuentes con los pobres lo hacen entrever otra alternativa, al menos tan seductora como el que ha vivido hasta el presente.

El gusano entró en la manzana. Desde ahora en adelante, la contradicción entre lo que podría llegar a ser, por un lado, y lo que puede constatar, por otro, es demasiado violenta. Viendo el panorama de su vida hasta el presente, se dio cuenta de que debía intentar otro camino; y esto es lo que sucedió.

2. EXPERIENCIA ESPIRITUAL

Jesús y los leprosos: dos encuentros que en adelante marcarán la vida de Francisco. El uno viene en ayuda del otro.

El Señor es quien conduce a Francisco entre los leprosos, y el contacto con ellos le obliga a buscar una respuesta ante el Crucificado: "Su conversión, escribe Manselli, se polariza en el Cristo en la cruz. En él siente como localizada y concretizada la raíz más íntima y más auténtica de su elección: el sufrimiento de Cristo podía explicar, aclarar, justificar todo el sufrimiento humano"... "La cruz era lo único capaz de dar sentido al sufrimiento de los hombres"3. Y el sufrimiento de los leprosos se incorporaría, a su vez, al de Cristo. ¿Quién había hecho de jesús y del hombre, imágenes de Dios, seres tan desfigurados; y por qué?

Todo lo que sucede después encuentra aquí su raíz y su explicación: "lo que hasta ahora me parecía amargo me fue convertido en dulzura del alma y del cuerpo; y después, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo" (Test 3).

De ahí en adelante, algo ha cambiado... nada es como era. Los criterios de valoración han cambiado. La ambición no se ha debilitado, todo lo contrario, ha ido en aumento. Pero en otra dirección.

El camino de felicidad propuesto por Bernardone, por la caballería, por la Comuna de Asís, por la "carrera" eclesiástica, han perdido su valor para Francisco después de su encuentro con jesús y con los leprosos. Una seducción superior capaz de rivalizar con cualquier otra solicitación. Es esta experiencia mística lo que explica las opciones sorprendentes y definitivas que marcarán a partir de entonces la vida de Francisco. Ahora estaba preparado para abandonarlo todo, para no depender más que del Padre que está en los cielos.

3. "SALI DEL SIGLO" (Test 3)

Nada de estruendoso. Solamente una determinación firme y duradera. Los testigos, al comienzo, creyeron que se trataría de una enfermedad pasajera, una veleidad, una travesura más. Pero esperaron vanamente la vuelta de Francisco a la casa paterna. El tiempo, la llegada de los primeros compañeros, y su comportamiento cada vez más singular acabarían por hacer comprender a Asís que la cosa era mucho más seria de lo que habían imaginado al principio.

Los hermanos se cuidaban mucho de no despreciar a nadie, pero, al mismo tiempo, se mostraban irreductibles en la decisión que habían tomado de "salir" de Asís; y día a día se reafirmaban en esa decisión. Sabían lo que no querían, y estaban entreviendo cada vez con mayor claridad una alternativa para su vida.

4. ALTERNATIVA

Las convicciones y su concreción práctica toman progresivamente lugar en la vida de Francisco y sus hermanos, quienes, por lo demás, las compartirán con Clara y sus hermanas, y alimentarán igualmente la vida de una gran multitud de hombres y mujeres.

Hasta el punto de que, todos juntos, abrirán imperceptiblemente un camino evangélico que recorrerá la historia.

Por razones pedagógicas, expondremos estas convicciones y esta praxis en diferentes momentos. Y nos referiremos únicamente a Francisco, aunque la experiencia haya sido vivida por todos los seguidores de Francisco en la primera generación.

4.1 Los seres en singular

a) Un "consolado" que "consuela"

Esta confidencia del Testamento, 2: "Tuve misericordia de ellos (los leprosos)" hay que leerla en el contexto de 2 Cor 1, 3ss: "E1 Padre... nos conforta en todas las pruebas por las que ahora pasamos, de manera que también nosotros podamos confortar a los que están en cualquier prueba, comunicándoles el mismo consuelo que nos comunica Dios a nosotros". "Francisco nos enseña ‑escribe T. Matura- que sólo el hombre pacificado, unificado en sí mismo, puede llevar la paz verdadera a los demás, porque la paz no es ante todo un discurso, sino un don de Dios que el hombre debe actuar" .

Francisco, que se acerca al leproso, excluido de Asís, y que se convertirá en su compañero, rompiendo así el círculo infernal de la exclusión, experimentó antes la cercanía de otro, Jesús, que fue el primero en romper ese círculo infernal solidarizándose con todos los excluidos de la tierra, hasta convertirse El mismo en el gran excluido, en la cumbre del Gólgota. Si Francisco visitó a los leprosos y se compadeció de ellos, es porque él mismo fue visitado por la misericordia de Dios. Si hace del deseo de paz el centro de su mensaje (Test. 23) es porque él mismo ha sido visitado por Aquél que es la Paz: "Jesucristo, en quien los cielos y la tierra han sido pacificados y reconciliados con el Dios omnipotente" (CtaO 13). La mirada con que Francisco verá en adelante a todos los seres no será sino el reflejo de la mirada benévola y creadora de OTRO sobre él mismo.

b) Compasión

El hombre cortés, experto en las maneras caballerescas, moviéndose bajo la inspiración del Espíritu, no tendrá dificultad en captar el gesto de extrema cortesía de Dios, que desciende a vivir al interior de nosotros mismos nuestras alegrías y nuestras penas, que siente nuestra angustia, se compadece de nosotros y paga el precio en su propia carne. Francisco experimenta una profunda simpatía (mejor sería decir empatía) hacia el Dios encarnado, frágil, humilde, marginado... Y así es como, con su extrema sensibilidad, podrá acercarse a todas las criaturas con éxtasis y compasión, rescatando como desde el interior su belleza primigenia, frecuentemente desfigurada, objeto de codicia, olvidada de su figura original. Ya nunca más podrá pasar desentendido junto a cualquier ser humano, especialmente si está sufriendo, experimentará una fuerte emoción y hará todo lo posible por aliviarlos. El gusano que se arrastra por la tierra, el cordero, evocadores del Siervo sufriente; esta agua, este fuego, este hermano enfermo, este sacerdote extraviado, estos hermanos en pecado, estos bandoleros, el obispo, el podestá, el sultán... criaturas singulares, objetos de su atención...

c) La verdad de los seres

Y, entonces, fortalecido con lo que él mismo ha experimentado en su contacto con jesús y con la creación, proyecta sobre todas las cosas una mirada nueva, venciendo la corriente de la costumbre, de los prejuicios, hasta llegar río arriba a las primeras páginas del Génesis, allí donde la creación es vestigio, imagen, reflejo: "Aprende de nuevo a abrir los ojos de la contemplación que había cegado el pecado original... e interpreta en su verdadero sentido los datos del libro de la naturaleza" 5. Sólo en el Espíritu del Señor, dirá Francisco en la Admonición 1, pueden superarse las apariencias de los seres, tal como en la Eucaristía ese Espíritu nos permite ver, más allá del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Cada ser, pues, reencontrado en su verdad profunda, recupera una dignidad inesperada. Así en el Cántico del Sol, en el que los elementos aparecen como reveladores de una Presencia, y capaces de alabanza. "Loado seas, mi Señor, con... por...".

Por fin, se ha hecho justicia a la creación. Ya no se ven más las cosas y las personas separadas de su vocación de "reveladoras", de "signos". Más, ya no son objeto de apropiación, como si pertenecieran más a unos que a otros, cuando todas son propiedad de Dios creador y Padre, y las tenemos de El en préstamo. Tanto los bienes espirituales como materiales no nos pertenecen: apropiárselos es robárselos a Dios (Adm 2). De manera que "la limosna es la herencia y la justicia que se debe a los pobres, adquirida para nosotros por nuestro Señor jesucristo" (1 R 9, 8); (2 C 87).

Este es, pues, el programa de un "ethos" nuevo: reordenar el mundo de acuerdo con el designio del Creador (LM 8); y tal como ha sido reconstituido por jesús. Rehacer la escala de valores en la perspectiva del mismo Dios: "porque cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más" (Adm 19, 2). Hacer posible que cada uno realice su elección bajo la mirada del Altísimo: "Nadie me enseñó lo que yo debía hacer, sino que el Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio" (Test 14); que cada uno pueda organizar su vida de acuerdo con la verdad de su propia vocación, y no de acuerdo con esquemas arbitrarios y selectivos; nunca, sin embargo, separados de nuestros hermanos, aunque nos cueste la vida (Adm 3).

4.2 "Después que el Señor me dio hermanos" (Test 14)

Francisco, un hombre capaz de compasión y de aportar la paz, porque él mismo la ha recibido en herencia. Un hombre preocupado por hacer justicia a la verdad de todos los seres, en obediencia al proyecto de Dios.

Este hombre dejará huella. No rechazó a los leprosos, sino que se hizo su hermano; no rechazó a los bandidos, sino que los convirtió en hermanos; no hizo acepción de ricos y pobres, "incluidos" y "excluidos". Propuso un camino evangélico donde los hombres de cualquier horizonte pudieran vivir juntos con una relación nueva, no de competencia y dominación, sino de fraternidad y complementariedad (EP 85). Consiguió que vivieran juntos y en armonía hombres tan diferentes como el noble Bernardo de Quintaval, el humilde fray Gil y los demás hermanos, representantes de todas las clases sociales.

Pero, para que esta armonía fuera posible, era indispensable que todos aceptaran un compromiso inicial: recorrer el camino de los "menores"; "lavarse los pies" unos a otros; no consentir que los demás estuvieran en peor condición que ellos mismos (2 C 87). En síntesis, ser "hermanos menores", felices de poder alternar y convivir "entre personas viles y despreciadas..." (1 R 9, 2). Esta comunidad de destino con los más pequeños fue de tal naturaleza en los orígenes que cabría preguntarse cuál de entre los primeros hermanos fue el verdadero fundador de nuestra Fraternidad.

Francisco realiza con sus primeros compañeros una alternativa concreta: es posible organizar de otra manera la ciudad, instaurar un "ethos" diferente.

Una "PAZ" nueva, donde la felicidad de uno sea inconcebible sin la felicidad de los demás. Una "Paz" asegurada por el servicio, en obediencia mutua, "caritativa", desarmada, no violenta, hasta dar la vida (Adm 3). Todo lo contrario de una paz que se apoya en "razones de estado", donde la norma es la fuerza.

Un estatuto de Iglesia aireada, donde el referente sea netamente la vida "en seguimiento de Jesucristo", con sus espacios de creatividad, y no la reproducción de un modelo prefabricado, como lo fue la Iglesia primitiva. Este nuevo grupo no se identificará con ninguno de los "Ordenes" de su tiempo, ni aun con el de los clérigos. Constituirán una fraternidad viva, espontánea, resistiéndose desde el principio a toda clasificación.

En semejante grupo, donde prima la relación humana evangélica, donde las personas no gozan de otro privilegio que el de poder vivir en profundidad su vocación, cada uno está seguro de que se le hará justicia, a partir de lo que es realmente ante Dios. Porque cada uno debe ser transparente para sus hermanos, más amado aún que por su propia madre (2 R 6, 8), perdonado cuantas veces haya pecado (CtaM 5), no puede menos de experimentar una gran seguridad, una paz profunda. Esta paz nueva nada tiene que ver con la "Paz" ideológica de Asís. Brota, como de una fuente, de Aquél que es "Nuestra Paz" (Ef 2, 14). Aquél que hace exclamar a Francisco: "¡Oh cuán santo y cuán amable es tener un tal hermano y un tal hijo, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y más que todas las cosas deseable, nuestro Señor Jesucristo...!". (1 CtaF, 13). La lógica de esta paz lleva hasta el martirio, pero aceptado con amor y libertad (Adm 15).

4.3 Quebrar las barreras

"Poder elegir no quiere decir privilegio de algunos, sino esperanza para todos". La alternativa que hemos comenzado a describir nos ha puesto en contacto con personas de mirada nueva y actitudes evangélicas, demostrándonos que es posible otra manera de vivir. Nos encontramos con un grupo real, favorecido, sin duda, por el fervor de los comienzos... vacilante, pecador (la constante apelación al perdón y la conversión lo atestiguan), pero decidido a llevar a cabo una aventura apasionante.

La cotidianidad de esta aventura, con lo que entraña de entrega de sí mismo, de cambio interior, y también de resistencia, no tiene nada que ver con el romanticismo. Los hermanos habían renunciado a llevar armas, pero no al combate cristiano para vivir según el Espíritu. Pero lo hacían en un clima de alegría, en el que, por lo demás, se refugiaban gustosamente según su necesidad (Adm 21).

Francisco y sus hermanos quebraron el estrecho marco de la nueva paz de Asís (1210). Abrieron el círculo a los excluidos de la sociedad. Quebraron el rígido estatuto de los "Ordines", incluido el de la vida monástica. Simplemente, vivieron una experiencia de fraternidad evangélica.

Así como Francisco se había resistido a dejarse encuadrar dentro del proyecto de bienestar trazado por su padre, el mercader, tampoco aceptó la Carta de Asís, ni los "organigramas" de los "órdenes" eclesiásticos. Buscaba un sentido para su vida, más amplio y más directamente conforme con el Evangelio.

Fue probablemente esta capacidad de reinterrogar de nuevo a la vida y al Evangelio, sin dejarse bloquear de entrada por los hábitos y las objeciones, y la decisión de poner implacablemente en práctica sus intuiciones, lo que da a Francisco la universalidad de que goza.

La experiencia vivida en común, en el contacto habitual con los leprosos y los marginados de la sociedad, con su dureza y la "dulcedumbre del alma y el cuerpo", no se limitaría a Asís. Muy pronto, los hermanos emigraron a diversos países de Europa y llegaron hasta Egipto.

Los viajes eran parte de las costumbres de aquel tiempo, con el resurgir de la Comuna. Pero también los hermanos compartieron esta tendencia; no podían permitirse permanecer cálidamente en los alrededores de Asís. ¿Por qué no podían invitar al mundo entero a compartir el sueño en el que los hermanos habían creído hasta el punto de consagrar a él toda su vida? ¿No habían aprendido los hermanos, en su contacto con Jesús, que su designio se extendía a todas las clases sociales, a todos los pueblos, de todos los tiempos y lugares, y en todos los campos? La Paráfrasis del Padre Nuestro, en particular, y el capítulo 23 de la 1 R hacen estallar todas las fronteras.

La paz y la justicia de las que hemos hablado hasta ahora no son auténticas si no son para todos; y si no incluyen todas las dimensiones de la existencia humana. El camino de felicidad descubierto por los hermanos no tiene sentido si no puede ser compartido por todos.

Nada que ver con una salvación individual y una promoción personal que se olvidan de los demás.

He aquí algo fundamental: Francisco está siempre dispuesto a pagar personalmente el precio de sus utopías. Cuando pide la Indulgencia de la Porciúncula, pone en cuestión la Cruzada, lo mismo que cuando se presenta desarmado frente al Sultán, o cuando prohibe llevar armas; o también cuando envía a sus hermanos por el mundo a anunciar una paz en abierta contradicción con los tratados de paz en boga. Francisco rema contra corriente, granjeándose, incluso por parte de sus hermanos, una oposición implacable. La lucha por otra PAZ y los esfuerzos por liberar al mundo de sus desequilibrios y sus injusticias de toda índole están fatalmente abocados al fracaso como le sucedió a jesús. ¡Pero ese fracaso no es definitivo!

4.4 "Dejarlo todo para seguir a Jesús"

Una pasión anima e inspira a los hermanos, una pasión que no es un proyecto ni una idea, es Dios. Un Dios que ellos mismos han experimentado, con sus características y sus peculiaridades, que no coinciden con las de un Esteban de Muret o un Domingo...

Este Dios, cuyos perfiles ya hemos señalado en las páginas precedentes. Aun a riesgo de repetirnos, trataremos de esbozar los rasgos de ese Rostro tal como lo ha contemplado Francisco.

Para hacerlo, contamos, en primer lugar, con la ayuda del franciscano David Flood.

David Flood ha reflejado en vivo el impacto producido por Francisco y sus hermanos, tanto sobre Asís como sobre ellos mismos. Asís trató de anular a los hermanos esforzándose por recuperarlos, o simplemente desconociéndolos, como si no existieran. Flood imagina, entonces, al joven hermano que comienza a darse cuenta de las consecuencias de su opción, y que, asustado, teme perder hasta su propia identidad.

Los demás hermanos vienen en su ayuda, ayudándole a entender la reacción de Asís, de acuerdo con una lógica de interés y de eficacia. Le aseguran su propia solidaridad en sus necesidades esenciales. Luego, reafirman su referencia a jesús. "Los hermanos encaran su búsqueda a partir del gran incomprendido y del gran excluido de la historia. Quieren compartir su destino... Quieren penetrar a través de su vida en la verdad de jesucristo; una verdad que, de hecho, no encaja en absoluto en el mundo de Asís que se creía cristiano".

En su alternativa generosa y abierta, los hermanos sienten la necesidad de afirmar una y otra vez su unión con Aquél que los había invitado a seguirlo, y a preguntarse QUIEN era EL, para descubrir al mismo tiempo a dónde los quería llevar, qué mundo nuevo los invitaba a construir.

a)   Este Dios es el Altísimo, a quien nadie puede nombrar; Padre de todos, y que hace hermanos a todas las criaturas, incluso las irracionales, y aun a la misma muerte. Creador, a quien pertenecen todas las cosas, de cualquier orden, hasta el punto de que lo que uno retiene para sí, sin referirlo a El ni compartirlo, es como si lo hurtara, tanto si se trata de bienes materiales como espirituales; este Dios que ha querido hacer de todos los seres creados, que son un vestigio, imagen y semejanza de su Rostro, una sola familia. Su Voluntad es que todos los seres se comporten de acuerdo con su propia verdad, hagan justicia a lo que son, y así puedan llegar juntos a la plenitud de su vocación, a la paz.

b)   Este Dios es el Espíritu inspirador, ministro general, que nos permite descubrir bajo cualquier apariencia, el Cuerpo y la Sangre, las huellas, las imágenes, las semejanzas...

c)   Este Dios es jesús que, con el Padre y el Hijo merecen los calificativos más exaltados (Alabanzas ad Dios Altísimo).

En Jesús, Dios nos ha puesto al descubierto sus "inclinaciones" y sus preferencias. El Dios reencontrado por los primeros hermanos en jesús es un Dios concernido por el hombre ("God's concern for... longing for...). Su designio sobre el hombre tiene un punto de convergencia evidente: la exaltación de los humildes (Lc 4; Magníficat). La Buena Noticia se articula en torno a este signo. Con este Dios, lo que era marginal se integra en él, en el corazón de la realidad. Nadie queda excluido. Es el régimen de lo particular y de lo universal a un mismo tiempo. Pero en esta perspectiva todo el mundo es invitado a pasar por el "último lugar", lugar obligado de reencuentro para todos. El mismo ha revalorizado a los pequeños viniendo a compartir su vida. Dios se asoció en jesús de una manera especial a quienes no integraban ninguna categoría social (la nobleza, la Comuna, la jerarquía eclesiástica); y de esta manera, Dios mismo se convirtió en un marginado, sometido a una exclusión vergonzosa.

Un Dios que no hace acepción de personas. Que no se deja impresionar por ningún poder, por ninguna ideología. No se hace garante del orden establecido, ni de ningún sistema o clan. No es un Dios que preste su Nombre para legitimar nuestra "paz", o nuestras Cruzadas, por muy sagradas que parezcan (nuestras democracias cristianas), con armas y poderes espirituales. NO es el Dios exclusivo de nadie, ni del pueblo judío, ni del sistema feudal, de las Comunas, ni de los Estados Pontificios. Solamente tiene una tendencia: hacer ante todo justicia a los más despreciados.

Pero con un Dios así, sin duda, algo distinto entra en escena, y a todos los niveles. "Francisco, escribe E. Leclerc, encontró la humildad de Dios, la humanidad de Dios. No solamente como objeto de devoción, sino también como un principio nuevo de sociedad". "El Dios del Evangelio no es asimilable a cualquiera relación social, a cualquier estructura social".

En Cristo, Dios se convierte en el centro del mundo en todas sus dimensiones, "llevando la salvación en medio de la tierra..., reinando por la cruz" (Oficio de la Pasión, Vísperas).

Jesús, que lo renueva todo según el designio original del Padre; que se hace "nuestra PAZ en su carne" (Ef 2, 14), él, el JUSTO anunciado por los profetas (Is 45, 8).

David Flood ha puesto de manifiesto cómo esta restauración de las intenciones de Dios, cuando afecta a sectores tan concretos como la economía, provoca fuertes reacciones y una oposición implacable. Dios y Mammon, dos mundos distintos. Dos "ethos" antagónicos. Una lucha que hay que llevar a su término 13.

La visión que Francisco tiene de Dios se hace para él normativa: "Porque el Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo..." (2 R 6, 3); llegar a convertirse en hermano de todos y de todas las cosas, "lavar los pies", es decir, ser siempre y en todas partes menor, el último, servidor. Y que la Alianza pueda volver a ser una realidad, ahora a escala mundial.

5. "PARA QUE OBSERVEMOS LA REGLA" (Test 34)

Francisco habla siempre de un mundo distinto. Vive, junto con sus hermanos, de una manera diferente. Practicar la Palabra y poner en acción sus convicciones es una característica fundamental de Francisco.

¿Qué haría él hoy, en este mundo tan complejo?

¿Cuáles serían sus prioridades?

¿Se convertiría en peregrino de la paz?

¿Haría ayunos públicos?

¿Participaría en las manifestaciones de la Plaza de Mayo en Buenos Aires?

Qué haría en favor de los torturados, de los que mueren de hambre, de los exiliados, del Tercer y el Cuarto Mundo, de los jóvenes sin trabajo?

¿Cómo se situaría frente al materialismo marxista o capitalista?

¿Qué diría precisamente en América del Norte?

¿Qué haría por el Líbano, Tchad, Afghanistán, Nicaragua?

¿Sería un soñador como Martin Luther King?

¿Un no violento a la manera de Ghandi?

¿Un servidor como la Madre Teresa de Calcuta?

¿Y con todo lo que se refiere a la ecología?

CONCLUSIÓN

Quien aborde por primera vez los Escritos de san Francisco es posible que los encuentre inofensivos. Es encantador, como toda esa imaginería que acompaña el recuerdo de este simpático trovador. Pero, de pronto, uno descubre ahí un poder subversivo. Para que así sea es necesario haber profundizado la experiencia humana y espiritual subyacente a esos escritos.

Y lo que la historia nos atestigua es que el paso de este hombre en su tiempo produjo un movimiento de tal envergadura que se hizo sentir en todos los campos y que ha sobrevivido a todo desgaste.

Francisco fue como el punto de convergencia y el catalizador de todo lo que sucedió entonces de importante. Y, en lo más hondo de esa experiencia, él fue poderosamente visitado por Dios.

Se dejó interpelar "directamente" por la PALABRA, y fue lo suficientemente abierto y sencillo como para creer que algo DISTINTO podría suceder. Lo intentó apasionadamente, y lo consiguió.

Este hombre se entregó en profundidad a su propio deseo, alimentado por el "Altísimo" mismo. Puso en el empeño todas sus capacidades, más allá de las costumbres y las objeciones corrientes; y esto le ganó el corazón de otros hombres. Fue algo contagioso: una Buena Noticia para quienes eran capaces de dejarse conmover, para quienes estaban a la espera de algo nuevo y vital, y ante todo los leprosos, los excluidos, a quienes ligó su destino.

Junto con los que le siguieron en la búsqueda de Jesús, Francisco ofrece una alternativa gratuita, desinteresada, no violenta, pero radicalmente nueva, fecunda, que preanuncia un mundo enteramente transformado, devuelto a la justicia primigenia. Una aventura mística en sus orígenes, alejada de los proyectos de los hombres y las mujeres de su tiempo, pero que acabaría afectando de una manera irresistible y radical, con la fuerza de su presencia, a todas las situaciones humanas, para confrontarlas con las intenciones de Dios.

iA un desafío universal, una respuesta universal!

¿Y nosotros, enfrentados con tan serios desafíos? Más o menos liberados de nuestras falsas seguridades... gestamos dispuestos "a reconocer en la catástrofe que nos amenaza una oportunidad única para la venida del Reino"? 14. ¿Estamos dispuestos a acoger la dulce violencia del Evangelio a la manera de Francisco de Asís? ¿A instaurar entre nosotros y a proponer otra clase de relaciones humanas en fidelidad al propósito inicial del Creador?

¿Estamos apasionadamente disponibles para ser, en el corazón de nuestro mundo, fermento de un orden nuevo, más fraterno, más justo, hacedor de paz?

¿Por qué nosotros, los hijos de Francisco, no deberíamos tener la suficiente confianza como para aceptar este desafío? ¿No hemos recibido el mismo ESPIRITU, VIVO, ACTIVO, CREADOR, que visitó Asís en 1210?