Consejos del Papa a seminaristas procedentes de comunidades neocatecumenales
Discurso al encontrarse con el Seminario diocesano «Redemptoris Mater» de Roma
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 18 marzo 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos el discurso que pronunció este jueves Juan Pablo II al recibir en el
Vaticano a la comunidad del Seminario diocesano «Redemptoris Mater» de Roma, en
el que se forman vocaciones al sacerdocio surgidas de comunidades del Camino
Neocatecumenal.
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«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»
(Marcos 16, 15).
1. Queridos superiores y alumnos del Seminario diocesano «Redemptoris Mater»:
Estoy muy contento de acogeros con estas palabras de Jesús resucitado, que
escucháis y meditáis en la fiesta de los santos Cirilo y Metodio, aniversario de
la erección canónica de vuestro Seminario.
Ante todo, saludo al cardenal vicario y le doy gracias por las palabras que me
ha dirigido. Saludo con afecto a vuestro rector, monseñor Claudiano Strazzari, a
los demás superiores y formadores, y a cada uno de vosotros, queridísimos
alumnos.
2. Han pasado ya más de dieciséis años desde el inicio de vuestro Seminario, que
ha representado una experiencia nueva y sumamente significativa de cara a la
formación de presbíteros para la nueva evangelización. Desde entonces, han
surgido en el mundo otros seminarios «Redemptoris Mater», que se inspiran en
vuestro modelo y que comparten vuestras finalidades.
Han sido particularmente abundantes los buenos frutos producidos en el curso de
estos años por vuestro seminario. Doy gracias con vosotros al Señor por ellos.
Por esos mismos frutos deseo, además, dar las gracias al Camino Neocatecumenal,
en el que han nacido y crecido vuestras vocaciones. Doy gracias también al
rector y a los demás superiores pues, bajo la guía atenta del cardenal vicario,
dirigen con amor y sabiduría vuestra preparación al sacerdocio.
Mi pensamiento se dirige, además, a los iniciadores del Camino, a los que se
debe la feliz intuición de proponer la erección de vuestro Seminario y que tanto
han hecho para favorecer en el mismo Camino el nacimiento de vocaciones al
sacerdocio y a la vida consagrada. Quiero recordar además con vosotros a dos
obispos, monseñor Giulio Salimei y monseñor Maximino Romero, que --uno como
rector y otro como padre espiritual-- han contribuido decisivamente, con su
iluminada entrega y ejemplo de vida, al desarrollo inicial y a la feliz
conformación del «Redemptoris Mater».
Me gusta subrayar, además, como ha recordado el cardenal vicario, que en estos
dieciséis años ha salido de vuestro seminario un gran número de celosos
sacerdotes, dedicados oportunamente en parte al servicio pastoral de la diócesis
de Roma y en parte a la misión en todas las partes del mundo, como sacerdotes «fidei
donum».
3. Para alcanzar estos resultados es fundamental tener siempre claras, en
vuestro itinerario formativo, la naturaleza y características del sacerdocio
ministerial, como son ilustradas por el Concilio Vaticano II y después por la
exhortación apostólica post-sinodal «Pastores dabo vobis».
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial se ordena el uno
para el otro y están íntimamente ligados, participando ambos, cada cual a su
propia manera, en el único sacerdocio de Cristo. Su diferencia es esencial no
solo gradual (Cf. «Lumen gentium», 10). En virtud del sacramento del Orden, los
presbíteros están configurados de manera especial con Jesucristo como jefe y
pastor de su pueblo y al servicio de este pueblo deben --a semejanza de Cristo--
entregan su vida. Precisamente porque representan sacramentalmente a Jesucristo,
jefe y pastor, están llamados a presidir, en íntima comunión con el obispo, las
comunidades que les han sido confiadas, según cada una de las tres dimensiones
--profética, sacerdotal y real-- en las que se articula la única misión de
Cristo y de la Iglesia (Cf. «Pastores dabo vobis», 12-16).
Queridos seminaristas, basando vuestra formación y más tarde el ejercicio
cotidiano del ministerio presbiteral en esta sólida doctrina podréis vivir
gozosamente la gracia del sacerdocio y garantizar un servicio auténtico y
fecundo a la diócesis de Roma y a las Iglesias hermanas a las que seréis
enviados.
La oración, el estudio, la vida comunitaria, bien armonizados en el proyecto
formativo y vividos con fidelidad y generosidad en la existencia concreta de
vuestro Seminario, son los caminos por los que el Señor esculpe en vosotros, día
tras día, la imagen de Cristo, Buen Pastor.
4. Con estos cimientos, podéis prepararos para vivir, cuando seáis sacerdotes,
de manera serena y fecunda, vuestra pertenencia constitutiva y sin reservas al
presbiterio diocesano, que tiene por punto de referencia esencial al obispo, y
al mismo tiempo, el profundo lazo que os une con la experiencia del Camino
Neocatecumenal. Como esta escrito en el artículo 18 del Estatuto del Camino, en
los seminarios diocesanos y misioneros «Redemptoris Mater», «los candidatos al
sacerdocio encuentran en la participación en el Camino Neocatecumenal un
elemento específico y básico del camino formativo y, al mismo tiempo, son
preparados a la genuina opción presbiteral de servicio al entero Pueblo de Dios,
en la comunión fraterna del presbiterio».
Al mismo tiempo, es necesario evitar la falsa alternativa entre el servicio
pastoral en la diócesis a la que pertenecéis y la misión universal hasta los
últimos confines de la tierra, que hunde sus raíces en la misma participación
sacramental en el sacerdocio de Cristo (Cf. «Pastores dabo vobis», 17-18), a la
que estáis preparados particularmente a través de la experiencia del Camino
Neocatecumental. Vuestro destino concreto depende, de hecho, del obispo, que
lleva en su corazón tanto las necesidades de la propia diócesis como las
exigencias de la misión universal. Al confiar con actitud de confiada y cordial
obediencia en sus decisiones, encontraréis vuestra paz y serenidad interior y
podréis expresar en todo caso vuestro carisma misionero, dado que también aquí,
en Roma, la pastoral está caracterizada y tendrá que estarlo cada vez más por la
prioridad de la evangelización.
5. Queridos superiores y alumnos del Seminario «Redemptoris Mater» de Roma, ved
siempre con los ojos de la fe vuestra vida, vuestra vocación, y vuestra misión.
Al final de este encuentro, deseo manifestaros de nuevo el afecto y la confianza
que siento por vosotros y quiero aseguraros mi constante oración por cada uno de
vosotros, por todo el Seminario, por las comunidades del Camino Neocatecumenal y
en especial por las vocaciones al sacerdocio que maduran en ellas. Con estos
sentimientos, imparto a todos vosotros y vuestros seres queridos la bendición
apostólica.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
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