«La cruzada del océano» (La Esfera de los Libros)
Esparza explica por qué España prohibió esclavizar en América y evangelizó por deseo real de Isabel
Detalle de la portada de La cruzada
del océano
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Entre 1492 y 1560 España se abrió al mundo, descubrió, conquistó y pobló un espacio veinte veces mayor que la península ibérica. Además de una hazaña náutica y militar, aquello fue un gigantesco paso adelante en la construcción de la civilización cristiana.
He aquí una historia
del descubrimiento y la conquista de América que no dejará a nadie indiferente.
La
cruzada del océano, de José Javier Esparza (ed. La
Esfera), se lee como una novela de aventuras, pero en sus páginas no hay más que
realidad pura y desnuda: la crónica de algo más de medio siglo, entre
1492 y 1560, durante el que España abrió al mundo, descubrió, conquistó
y pobló un espacio veinte veces mayor que la península ibérica.
Por el camino, el lector descubrirá algo que pocas veces se subraya: además de
una hazaña náutica y militar, aquello fue un gigantesco paso adelante en
la construcción de la civilización cristiana.
-
La cruzada del océano
es una
historia del descubrimiento y conquista de América. ¿Por qué ha elegido para el
título esa palabra, “cruzada”, tan llena de polémica?
- Porque en realidad fue una cruzada. Si no
formalmente, sí en la práctica. España encontró América por azar, buscando una
ruta hacia las islas de las Especies. Allí no había ni ruta ni las especies que
buscábamos, pero apareció otra cosa: un mundo nuevo, unos pueblos desconocidos,
unas tierras infinitas… y un enorme campo de misión para la Cruz.
Roma autorizó la conquista de aquel nuevo mundo con la condición de que
se evangelizara a los indios. Otros lo habrían tomado a beneficio de
inventario, pero los españoles se lo tomaron en serio.
- ¿Desde el principio?
- Prácticamente. El codicilo del testamento de Isabel II –y era 1504- es un
documento fundamental porque habla expresamente de proteger a los
nativos, evangelizarlos y tratarles bien, es decir, una prohibición
inequívoca de la esclavitud.
Era la primera vez en la Historia que una potencia vencedora prohibía
esclavizar a los vencidos. Fue una verdadera revolución. Y, como es
lógico, se tardó mucho en que todo el mundo lo entendiera.
- ¿Hubo resistencias?
- Muchísimas. Imagínese: has cruzado el océano en esos cascarones, has entrado
en guerra con pueblos de lengua incomprensible y costumbres inquietantes, has
vencido, has sometido al enemigo, te has adueñado de la tierra y… ¡te dicen que
no puedes hacer esclavos! Para la época, era sencillamente
incomprensible.
Hoy todos damos por hecho que cualquier ser humano posee una dignidad
irreductible por el hecho de existir, pero en el siglo XVI eso no lo
pensaba nadie. Sólo los españoles, y ciertamente no todos.
- ¿Cómo se aplicó la
ley? España estaba muy lejos…
- Sí, pero allí estaban los frailes para recordar la voluntad de la
reina y la letra del Evangelio. Tan pronto como en 1511 hay una
verdadera rebelión de frailes en La Española, la primera colonia.
Denuncian la crueldad de los encomenderos y la corona les escuchará. A
partir de ese momento hay una formidable obra legisladora para proteger a los
indígenas, las Leyes de Indias: las de Burgos de 1512 y las Leyes Nuevas de
1542, entre otras. El momento culminante de ese proceso fue la Controversia de
Valladolid, en 1550: Carlos I ordena detener las conquistas hasta tener
la certidumbre de que está obrando conforme a la moral cristiana y para
ello convoca a los mejores talentos de su tiempo. Ahí se definió por primera vez
algo parecido a lo que hoy entendemos por “derechos humanos”.
- ¿No hubo entonces
genocidio en América?
- Hoy nadie con una mínima información defiende eso del “genocidio indio”.
Hubo una mortalidad enorme, sí. Tanto entre los indios hostiles
como entre los indios aliados, y también entre los españoles. Hubo guerras, por
supuesto, y explotación, y condiciones de trabajo inhumanas (las mismas que en
la Europa de la época), pero la gran mortandad se produce años después de las
grandes conquistas y por razones muy claras: los virus.
Los indios cayeron a mansalva por efecto de enfermedades que desconocían
–viruela, peste porcina, sarampión, etc.- y los nuestros también
quedaron diezmados por la malaria, el dengue, etc. Fue el mayor choque
vírico de la Historia y eso está hoy sobradamente documentado.
- Ha dicho usted “indios
aliados”. ¿Los había?
- Por centenares de miles. Vamos a ver: ¿de verdad cree alguien que 400
españoles, por bragados que fueran (que lo eran), iban a conquistar
ellos solitos un imperio como el azteca?
En todos los episodios de la conquista, desde Colón hasta Pizarro, hay siempre
decenas de tribus aliadas junto a los españoles. Eran pueblos
que estaban hasta el gorro de la dominación de los mexicas o de los
incas, amos verdaderamente crueles, y que recibieron a los nuestros
como a libertadores. La gran mayoría de ellos se convirtieron
paulatinamente al cristianismo.
- ¿Por la fuerza o de
buen grado?
- En la mayor parte de los casos, porque no les quedaba otra salida. Las
religiones de los pueblos amerindios eran religiones muy políticas, muy
vinculadas al orden social y a la autoridad de los clanes dominantes.
Caídos éstos, era inevitable que la gran masa de los nativos abandonara la
religión de sus amos y abrazara la del vencedor. Entre otras cosas, porque
bautizarse les liberaba de la esclavitud. Los misioneros, por
su parte, se ocuparon de dar contenido a ese proceso. Es una obra verdaderamente
admirable.
- ¿No hubo conversiones
forzosas por la Inquisición?
La Inquisición pasó a América, pero sólo actuó contra europeos, ya se tratara de
herejes o de clérigos “relajados”. Sólo hay un caso en el que actuó contra un
indígena: el del cacique don Carlos, y fue un verdadero escándalo. Enseguida la
propia Inquisición dictó órdenes para que se dejara a los nativos en paz,
y con un argumento notable: eran “neófitos en la fe”, luego no se les podía
juzgar como a un cristiano de Europa.
- A los indigenistas no
les va a gustar nada este planteamiento.
- Lo que nació en la América española fue una realidad nueva: ni
enteramente india, ni enteramente española. Este libro,
La cruzada
del océano, trata de explicar las cosas como ocurrieron, sin maniqueísmos,
de tal modo que un lector de hoy pueda entenderlo poniéndose en la mentalidad de
entonces. Fue una aventura humana extraordinaria, pero, incluso por encima de
eso, lo más trascendental es que allí, por primera vez, se reflexionó
sobre la dignidad del ser humano y se obró en consecuencia. Tal cosa
fue posible porque España era, por encima de todo, un país católico.
Eso fue lo que ocurrió. Y hoy hay un papa argentino.
Título: La cruzada del océano
Autor: José Javier Esparza
Editorial: La Esfera de los Libros
PVP: 23,90 euros
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