Joaquinitas

Seguidores del abad cisterciense Joaquín de Fiores, muerto el 20 de marzo de 1202, autor de un comentario al Apocalipsis, Apocalypsis nova, en el que anunciaba como próximo el inicio de la nueva era absolutamente espiritual del Espíritu Santo, tras aquella de la Ley o del Padre del Antiguo Testamento, o la del Hijo del Nuevo Testamento. El inicio de esta era espiritual, en la que habría dominado el Evangelio eterno con la desaparición, en la Iglesia, de toda contaminación temporal, fue fijado para el año 1260. Las ideas joaquinitas fueron condenadas en el Concilio Lateranense IV, en 1215.


(s. XIII) – movimiento formado alrededor de las ideas de neto corte milenarista promovidas por el monje cisterciense Joaquín de Fiore (Calabria 1155-1202).Tales  fueron luego recogidas, enriquecidas y difundidas por discípulo, el franciscano Gerardo Di Borgo San Donino a través de su libro ‘Introductio ad Evangelium Aeternum’. Di Fiore, autor de numerosas obras entre las cuales se destacó la ‘Expositio ad Apocalypsim’ (para muchos estudiosos creador de una escuela exegética), creía en el inminente advenimiento del Mesías quien instalaría un reinado de paz con la consiguiente expansión del cristianismo por todos los rincones del orbe. 

 Dividía el proceso, según la historia de la humanidad,  en tres etapas, la primera había acaecido en los tiempos del Antiguo Testamento y que denominaba la ‘Era del Padre’; la segunda tuvo su inicio con la Encarnación del Verbo, denominándola la ‘Era del Hijo’ y la tercera estaba aún por venir –que según sus cálculos ocurriría en el año 1260- y que llamaba la “Era del Espíritu Santo’. Esta última etapa, como dijéramos, se caracterizaría por un estado de paz generalizada, cuyo modelo era la vida de los monjes, en el que los hombres vivirían en un paraíso terrenal bajo el reinado de Cristo. Como consecuencia de ello, de Fiore creía en la innecesariedad futura de la Iglesia visible la que irremediablemente desaparecería absorbida por una Iglesia espiritual. 

Por otro lado, la heterodoxia de su teología trinitaria fue la que trajo aparejadas las censuras del IV concilio de Letrán. Creía el abad Joaquín que aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueran una esencia, esta unidad no era verdadera, sino colectiva, con lo que sus ideas caían en el error del ‘triteísmo’ típico de los pueblos paganos de oriente, comprometiendo así la doctrina de la unidad divina. Años después de su muerte, durante el IV Concilio Ecuménico de Letrán (1215) llevado a cabo durante el pontificado de Inocencio III (1198-1216), sus doctrinas fueron condenadas. Sin embargo, ello no fue óbice para que tales ideas fueran recogidas por otros en el devenir de la historia, entre los cuales cabe destacar a la comunidad de origen franciscano conocido como los ‘Espirituales’ (s. XIII) y en nuestros días, seguidas por un sinnúmero de sectas de origen cristiano como es el caso de los Testigos de Jehová.