Espirituales

Grupo bastante numeroso, formado en su mayoría por franciscanos exaltados que, siguiendo las ideas de Joaquín Flores (ver: Joaquinitas) y predicando la pobreza evangélica, pretendían reformar la Iglesia viciada por las cosas temporales. Francisco de Asís, "el ángel del sexto sello del Apocalipsis", según los espirituales, había sido enviado para inaugurar la tercera etapa del Espíritu Santo, en la que los franciscanos espirituales habían de instaurar el reino de Dios.

Este movimiento tuvo sus principales focos en Toscana, con Ubertino de Casal, autor de un Arbor vitae crucifixae Jesu, y en el Languedoc con Pedro de Juan Oliva, algunas de cuyas proposiciones doctrinales fueron condenadas, y con Gerardo de Borja San Donino, que escribió un Liber introductionis in Evangelium aeternum, y, finalmente, en la Marca de Ancona, con Angel Clareno.


(s. XIII) comunidad de ideas heterodoxas surgida del franciscanismo, conocidos también como ‘zelanti’. Defensores de una visión radical y absoluta del ideal de pobreza, los espirituales adhirieron a las doctrinas milenaristas propugnadas por Joaquín de Fiore (+ 1202) y difundidas por Gerardo Di Borgo San Donino. Sus posturas extremistas se hizo extensiva también a todo estudio filosófico, principalmente del aristotelismo, rechazando toda participación de sus seguidores en  estudios universitarios. Entre sus principales líderes cabe destacar a Juan de Parma (+ 1257); Juan Pedro Olivi (1248-1298); Angel Clareno (1247-1337) y Ubertino de Casale (1259-1328), estos últimos dos fundadores del movimiento conocido como los ‘fraticelli’. Las heterodoxas posturas de los espirituales merecieron la condena del papa Juan XXII (1316-1334) mediante el dictado de la Bula ‘Cum Inter Nonnullos’  (1323).