Donatismo
Habiendo aparecido, en un principio, como un cisma en la Iglesia
africana, el donatismo no tardó mucho en convertirse en verdadera herejía.
Surgió de la oposición de algunos obispos de la Numidia al nombramiento de
Ceciliano como obispo de Cartago, acusado de haberse hecho consagrar por Félix
de Aptonga, considerado como uno de los "traidores", o sea, de los que durante
la persecución de Diocleciano habían obedecido los edictos del emperador del año
303. Entonces, un concilio de setenta obispos de Numidia depuso a Ceciliano,
sustituyéndolo por Mayorino. Así nació el cisma que, dos años después, en el
315, con la elección de Donato como sucesor de Mayorino, encontró un jefe y un
verdadero organizador. A pesar de la buena voluntad de hacer entrar en razón y
en las filas de la Iglesia católica a los disidentes, el emperador Constantino
no lo consiguió; al revés, los disidentes se hicieron cada vez más fanáticos
persiguiendo a los católicos y destruyendo sus iglesias (circumcelliones).
Parminiano, sucesor de Donato desde el 355 al 391, y el obispo de Cirta,
Petiliano, el mayor exponente del donatismo, en tiempos de San Agustín, fueron
los más fogosos defensores de la secta con las palabras y sus escritos. A pesar
de la acción de tipo doctrinal de Octavio de Milevi y de San Agustín, y no
obstante la intervención del emperador Honorio que los persiguió como herejes
llevando, de este modo, un poco de paz a la Iglesia africana, los donatistas
sobrevivieron hasta la conquista llevada a cabo por los árabes en el 650.
Su doctrina era demasiado simple; sostenían que la Iglesia visible está
compuesta solamente de justos y santos y que los sacramentos son inválidos si se
administran por un ministro indigno.
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herejía y cisma promovida por el
obispo nor-africano, Donato. La herejía donatista tuvo su origen en la reacción
de algunos obispos pertenecientes a la Iglesia del norte de Africa ante las
persecuciones llevadas a cabo por las autoridades imperiales a principios del s.
IV (303-305). Durante la misma, los obispos se vieron obligados a entregar todas
las Sagradas Escrituras que tuvieren en su poder, motivo por el cual Donato y
sus seguidores les tildaron de ‘traidores’. Con la pretensión de reformar la
Iglesia, y haciendo hincapié en la necesidad de su pureza, fue que elaboró sus
doctrina exponiéndolas sobre base de dos principios: 1) la Iglesia es una
sociedad de hombres perfectos, de santos, y 2) los Sacramentos administrados por
sacerdotes indignos eran absolutamente inválidos. Fue la gran figura de San
Agustín la que se alzó contra la herejía donatista (también lo hizo Octavio de
Milevi), refutando aquellos principios con los siguientes fundamentos: 1) la
Iglesia está constituida por hombres buenos y malos, y, 2) los Sacramentos
reciben su eficacia de Cristo y no de quienes lo administran. En tal sentido, la
historia nos ha dejado la anécdota respecto a la expresión utilizada por san
Agustín durante el Concilio de Hipona (393): ‘¿Es acaso Pedro el que bautiza?
Es Cristo quien bautiza, ‘¿es acaso Judas quien bautiza? Es Cristo quien
bautiza’.....
El
cisma fue ocasionado, principalmente, por parte de las comunidades nor-africanas
lideradas por un grupo de obispos de Numidia, quienes se habían opuesto al
nombramiento de Ceciliano como obispo de Cartago, ya que la consagración había
sido efectuado por Felix de Aptonga, considerado por aquellos uno de los
‘traidores’ por la actitud tomada durante las persecuciones. Depuesto Ceciliano,
nombraron al donatista Mayorino y a su muerte (315), consagraron en la sede
episcopal al mismísimo Donato. Acontecida su muerte en el año 355, quedaron como
líderes del donatismo, Parmiliano (o Parmeniano) y el obispo de Cirta, Petiliano.
Vigente durante los siglos IV y V, a pesar de la represión ordenada por el
emperador Honorio (393-423), la herejía donatista decayó, para casi desaparecer
en el s. VII con la llegada de los musulmanes, hecho que trajo consecuencias aún
mas graves para la Iglesia.